Partida Rol por web

Con cuidado había levantado la sábana... y sus ojos se habían abierto con estupor. ¿¡Cómo era posible que Mariana siguiera tan sucia, tan maltrecha, como cuando la había dejado en manos de Elena!?

Tan ensimismada estaba que la frase del Capitán apenas arrancó un gesto de asentimiento, sin más respuesta. Aún tuvieron que pasar unos segundos para que Radovina recuperara su voz.

-¿Pero...? ¿Pero qué...?

Se giró hacia su sirvienta, con una mezcla de indignación y de dolor en la mirada.

-¿Puedes decirme por qué razón, horas después de que muriera esta buena mujer, y después de haberte dado instrucciones precisas, sigue aún con la mandíbula desencajada, y toda ella empapada de sangre? ¡Y con los ojos aún abiertos! ¿Es que no hay ni una gota de misericordia en tu corazón? ¿Porqué, Dios mío, no has hecho absolutamente nada de lo que te dije?

No escucha, no quiere escuchar, no quiere entender.

Mi señora, estaba limpiando la sangre de la cocian y entro ese hombre de pelo rubio, nos dijo que no salieramos.
Luego vuestros soldados dijeron que habia monstruos. la contesto mirando al suelo.
si, no he podido hacer lo que me ordenasteis, pero no porque no quisiera, sino por que no me han dejado

Por mi vida... Es como darse golpes de cabeza contra una pared...

Radovina cerró los ojos y apretó los labios. Con un verdadero ejercicio de autocontrol se mantuvo así unos instantes, para regresar después a la luz ahora más vivaz de la Capilla, y a la estulticia de su sirvienta.

-No tenías que ocuparte de la sangre de la cocina, sino de la de Mariana. De ella. -Hizo un gesto suave hacia la sábana que cubría a la Ama de Llaves, acompañando el tono comedido y tranquilo de su voz.- Y está aún igual que cuando murió. Los ojos abiertos, la mandíbula desencajada, la sangre ensuciando su rostro venerable. ¿Necesitabas para arreglar eso, como te ordené, salir de la cocina...? No.

Suspiró, impotente, decepcionada. Y prosiguió.

-Bien, lo harás ahora. No puedo quedarme a comprobar cómo lo haces, porque es mi deber de esposa estar con mi esposo esta primera noche. Pero si antes te pedí que contaras con la ayuda de Maese Maserrak, ahora deberás hacerlo sola, me temo. Sólo mis sargentos te ayudarán a disponerla en la Capilla tal como debe quedar. Mañana por la mañana acudiré a verla, y debe estar limpia de pies a cabeza, la mandíbula encajada y los ojos cerrados. No creo que ya puedas conseguir que su expresión sea digna, pues el rigor mortis, tras tantas horas de desatención, la habrá dejado en la actitud de su sufrimiento. -La mirada de Radovina se ensombreció, cubriéndola una pátina de tristeza.- Pero aún así la envolverás en una sábana, limpia también, amortajándola con las manos cruzadas sobre el pecho, y sólo su rostro será visible. La dispondrás en el centro, rodeada de velas. Y no dejarás esta Capilla hasta que hayas acabado. Uno de mis hombres puede traerte aquí lo que necesites, agua, cepillos... lo que sea. Los demás se quedarán ayudándote y escoltándote, aunque a distancia cuando limpies el cuerpo. No quiero que nadie más que tú vea a Mariana desnuda en la hora de su descanso eterno.

Se giró hacia el más próximo de sus Sargentos.

-¿Me habéis entendido? Cumpliréis mis órdenes sin discusión, quiero que todo se haga según Mariana merece. Cuando Elena acabe, sea la hora que sea, esperaréis aquí con ella a que yo venga. Pasaréis por tanto la noche en vela, todos vosotros y Elena. La velaréis a ella, le rezaréis, ya que yo no puedo hacerlo, a Mariana. Todos la conocíais, y sabéis que es merecedora de ese respeto. ¿Alguna pregunta...?

- El Guardia Boru entra en la Capilla, pobremente iluminada por algunas velas. Enseguida localiza a su señora la Dama Radovina junto a la criada Elena. Ambas mujeres están cerca del altar. En el suelo cerca de ellas reposa el cadáver de Mariana, con muy mal aspecto.

- Cerca están el guardia ducal Itsvan y el Capitán Zarak.

Ferenk se separó un momento de la puerta y se acercó discretamente al guardia Istvan. Confiaba en que su subordinado encontrara a los compañeros desaparecidos en la capilla, pero no parecía que la búsqeda estuviera teniendo fruto, y el recinto no abundaba en lugares en los que ocultar un cadáver. Con toda probabilidad, se encontrarían en algún lugar de las criptas. Con suerte, sus cadáveres. Jodida suerte, por supuesto.

—Istvan —susurró al hombre—. Confiaba en que fuera uno solo, pero no he visto a Zsolt ni a Janos en el patio. Después de lo que hemos visto, que hayan muerto sería lo mejor que podría haberles pasado.  El intruso eludió la vigilancia de la puerta, y sospecho que si existe otra entrada a las criptas, se encontrará en las mazmorras. Cuando termines de registrar la capilla, dirígete allí a comprobar el estado de Carcelero y sus guardias. El hombre se deja ver tan poco que casi lo había olvidado. Si está herido, infórmame sin importar dónde me encuentre; y si no, espera a que vuelva a estar libre de obligaciones.

Dando ordenes, me gustaria que por una vez ella misma las recibiera y supiera lo  que se siente.  Como tampoco puede darse cuenta de lo que debemos hacer antes de pasar a otra cosas. Ojala hubiera muerto ella en vez de Mariana, seguro que la vida seria mucho mas facil.

Si señora, me quedare toda la noche.  Pero me gustaria que los soldados me trajeran un balde con agua tibia con algo para poder asearla y secarla. Los vestidos de Mariana, su peine, la sabana y algunas flores para poder poner a su alrededor

Disfrutad de vuestra noche de bodas, seguro que no lo hareis como esperais. No la he dirigido ni una mirada mientras la hablaba, no quiero que mis ojos vuelvan a llorar al ver a la causante de la muerte de Mariana. Si no hubieramos venido, si no se hubiera casado, si no hubiera nacido sobre todo, seguro que aun estaria viva y regañandome por lo que iba a hacer y al final no haria. 

Boru se acercó a la dama Radovina algo avergonzado, pero respetó el silencio de aquel lugar solo se acercó para que ella supiera que ya estaba alli.

- Se hará tal como ordene, mi señora, dijo uno de los guardias y salió enseguida por la puerta. Con las prisas, casi choca con el guardia Boru. Saludo, con una sutil inclinación de cabeza, al capitán, que estaba al lado de la puerta.

El guardia no se demoró en volver con todo lo necesario, trajo todo lo que su dama le había ordenado y lo dejó al lado del cuerpo de Mariana. Todos los guardias ocuparon los puestos que se les había ordenado.

Doblo la capa con cuidado y preparo un poco de agua, rompo un paño en varios trozos antes de mojar uno de ellos. Quito el paño que la cubre el rostro antes de ponerme a limpiarlo, luego lo hare con su cuerpo.
Desenredo su pelo con cuidado, lo cepillo con suavidad quitando cada coagulo de sangre que hay en su pelo.
SE lo trenzo con suavidad

Radovina se quedó unos instantes para comprobar que todo se estaba haciendo, por fin, como debía ser. Con un ligero suspiro de alivio, se inclinó ante el altar, y luego dio una mirada tristemente cariñosa al cuerpo de Mariana, antes de alejarse de ella, y de la desobediente Elena.

Lo hizo con el porte erguido y digno. No se le olvidaba cuál iba a ser ahora su deber. Y necesitaría todo el acopio de fuerzas de las que pudiera disponer para afrontarlo.

Llegó hasta Boru, que se había quedado a un lado, algo avergonzado por su reacción. También sus Sargentos lo estaban, aquél había sido un día de duras pruebas, tan duras que ni los más valientes podían mirarse los unos a los otros sin sentirse humillados.

No le recriminó nada a su fiel Boru. Le hizo una seña para que la siguiera, y se acercó a la puerta, un poco más allá, donde se encontraba el Capitán Zarak, que estaba hablando con el Guarda Itsvan. Parecía que aún no había acabado la noche para los hombres de la Guardia del Castillo, a juzgar por lo que había llegado a escuchar.

-Capitán, me retiro ya. Si tenéis trabajo aquí, podéis quedaros. Boru me escoltará, os relevo de la tarea que os habéis impuesto para conmigo, si es que lo consideráis oportuno.

Menuda reprimenda...

Parecía que la búsqueda no conducía a nada, Itsvan seguía sin entender donde se podía haber metido el monaguillo pues no creía haberle visto entre la comitiva que salió del castillo, escuchó atento las órdenes del Capitán antes de asentir.

- Así se hará - con energía se encaminó a las capillas al trote

Comienzo a tararear en mi mente algo que he escuchado en la iglesia las veces que he ido.

Rompo el vestido con cuidado antes de volver a poner el paño en el agua, limpio cada centimetro de su cuerpo con mucho cuidado que no quede ninguna mancha de sangre. Ojala tuviera algo para poder perfumarla, seria mucho mas hermosa que alguna noble.

Seco su cuerpo con cuidado mientras cojo uno de sus vestidos y se lo voy poniendo con cuidado.
Tomo con cuidado su descolgada mandibula, cierro los ojos e intento colocarsela con cuidado. Limpio sus mejillas despues y termino de colocar su pelo antes de cerrar sus ojos.
Miro a un soldado para pedirles ayuda.

Necesito que me ayudes a ponerla en la sabana para amortajarla, por favor.

El sargento se aproxima con reverencia hasta el cuerpo de Mariana. Por su mente pasan mucho recuerdos, de como la mujer les cuidaba, siempre preocupada de que hayan comido y descansado. Sus ojos se posan sobre la joven Elena y una pregunta pasa por su mente, ¿ella hará lo mismo?. Baja la mirada de nuevo hacia el ama de llaves y, siguiendo las indicaciones de la criada, la ayuda con todo lo que le pide.

Gracias, digo tras ponerla sobre la sabana. Vuelvo a arreglarla el pelo, siempre lo llevaba tan perfecto.

Cuando termine de amortajarla  me gustaria poder ponerla sobre uno de los bancos cerca del altar y poner las velas a su alrededor.
Necesito que tenga flores, nadie debe irse sin tener flores sobre su pecho.

Comienzo a doblar la sabana con mucho cuidado procurando que no tenga ninguna arruga.  Cubro su frente con cuidado antes de empezar a hacerlo con su cuerpo. El torax con cuidado, procurando que quede lo sufiencientemente tirante como para que no pueda pasar nada, los brazos bien pegados al cuerpo. Las piernas después, cuando esta bien prieto, lo sujeto con cuidado y vuelvo a arreglar la de su cabeza.
Con una aguja coso el sudario con puntadas suaves y repasando para que no se abra si se llegara a caer.

Tengo sueño y creo que me pincho un par de veces, pero no importa, no llego a sangrar.

Preparo el banco y con la ayuda del soldado la pongo encima. Adecento un poco a su alrededor y pongo las velas y con las flores que hay en la capilla intento confeccionar un bonito ramo y una corona de flores para que descanse sobre su pecho.

Me arrodillo a su lado para rezar lo poco que se y he oido a los sacerdotes en las misas.

Mariana, protegeme desde donde estas. Mis labios comienzan a moverse con suavidad mientras recitan lo aprendido mecanicamente

La Dama Radovina aleccionó a su desgraciada sirvienta. Quizás con demasiada dureza, o quizás no. Ferenk no conocía a Elena lo bastante como para juzgarla, pero en sus ojos no era más que una chiquilla asustada. Y él mismo, cada día lo tenía más claro, no era nada más que un chiquillo asustado, asustado y solo.

No era, en todo caso, un asunto del que tuviera tiempo de ocuparse. Istvan ya se dirigía a llevar a cabo su cometido, y él mismo estaba libre del encargo de Durius. Antes de marcharse, empero, se acercó a la Dama Radovina.

—Lamento su pérdida —dijo sencillamente, clavando durante un momento prolongado una mirada impregnada de tristeza en los extraños ojos de la mujer, antes de darse la vuelta y abandonar la capilla.

- El guardia Itsvan sale de la Capilla.

- Poco después sale también el Capitán Ferenk Zarak.

Tras un sobrio asentimiento, Radovina se giró para comprobar que Boru le seguía, y dejó la Capilla en dirección a las dependencias de invitados.

Boru sigue a Radovina, algo avergonzado por su anterior actuación, pero listo para cualquier cosa.

- Dama Radovina y el leal Guardia Boru salen de la Capilla al Patio del Castillo.

- En el patio apenas hay unos cuantos guardias ducales, mayormente apostados en las murallas. Parecen algo aturdidos y atemorizados por los sucesos de la noche.

- Dama Radovina y Boru cruzan el Patio hasta las estancias de invitados sin detenerse.

- El Guardia Boru entra en la silenciosa capilla.

- Apenas falta una hora para que amanezca, pero el lugar sigue estando muy oscuro, tan sólo iluminado por unas pocas velas que permanecen encendidas.

- La sirvienta Elena está rodillada, en un punto cercano al altar, a la izquierda.