Partida Rol por web

PANOPLIA DEL CABALLERO DE LOS CARPATOS:

- El Escudero Flaviu debe cuidar de las armas, equipo y monturas de su señor y maestro.

- El Capitán Zarak, quien también ejerce de Condestable, hace entrega por la mañana a Flaviu Krevcheski de la nueva armadura de caballero del Caballero Radoslav. Anoche ya se le hizo entrega de su nuevo escudo, con su nuevo emblema heráldico pintado en su superficie.

- En los establos hay además disponibles para el caballero un buen caballo de monta y un soberbio caballo de guerra, ambos de color negro y de buena raza. Corceles orientales de las llanuras de Hungría.

Es hora de volver a nuestro puesto, camarada. - Dijo mirando a Gheorghe, dijo el lacayo mientras dejaba sus cacharros a un lado. - Nos veremos mañana, sospecho que en estas mismas circunstancia. Que descansen... - Mirando a los que se disponían a dormir. Tras lo cual se dispuso a abandonar la sala para encaminarse a las antesalas de su señor.

Vasilov abrió los ojos un día más, recostado en su montón de paja dentro de las caballerizas miró al techo dejándose un instante para reflexionar. Puf el viaje de última hora me ha dejado baldado... no sé que demonios ha sido pero no estoy descansado, que poco me gusta esa sensación. Venga estúpido arriba, no tardará en aparecer alguno por aquí... los niños, es cierto, venían hoy.

El joven se levantó finalmente, tras asearse comió un trozo de pan y cecina sentado en un taburete roído; algunas veces había tomado algo de comida, apenas una ración en las cocinas, para evitar ir hasta allí las mañanas que no tenía tiempo.

Me acosté cerca de Dagú y de mi tía Innya. Al despertar compruebo que Innya ya se había despertado y parecía estar buscando a alguien. ¿Que hora sería?

- Da igual. Tienes tareas que hacer. - me digo a mi mismo. Así que levántate.

Tras levantarme me acerc a Dagú y le muevo despacio para despertarlo.

- Despierta Dagú. Tenemos que ir a las Caballerizas. No sería bueno llegar tarde el primer día de trabajo, ¿verdad?

Una vez en pie busco donde asearme un poco y tras hacerlo me encamino a la cocina a llevarme un trozo de pan al estómago pues el día promete ser bastante intenso.

Con el estómago lleno me dirijo a las Caballerizas en busca del Lacayo Vasilov.

Reconozco que me había entusiasmado saber que el joven Tiberiu, a su corta edad, tenía ya un cierto dominio del griego, evidentemente un astuto movimiento de la Condesa Dubieta. Pero la respuesta del niño fue decepcionante, quería ser caballero ¿Cómo no? No podía culparle, salvo su madre no tenía otra figura de autoridad cercana que no fuera aquel caballero que siempre le acompañaba, resultaba comprensible que le admirara tanto que quisiera ser como él.

"¿A quién pretendes engañar, Maserrak? No es más que un niño ¿Acaso no soñabas tú con ser caballero cuando eras joven?" - pensaba.

Y lo cierto es que si, o más bien suponía que si, mis recuerdos de la infancia casi se habían borrado ya, todo lo que recordaba de mi antigua vida comenzaba cuando fui tomado como Aprendiz, y desde entonces ya nunca más quise ser caballero. ¿Había tanta diferencia entre aquel niño y yo mismo? Yo no aspiraba a ser caballero pero si a formar mi soñada Alianza, un lugar que se convierta en un referente de las artes herméticas y el conocimiento ¿No es eso una fantasía infantil?

Falke afilaba sus garras en el poyete de la ventana, arañando la fría piedra con sus argénteos apéndices. Su plumaje plateado brillaba con las primeras luces de la mañana, dando a conocer la majestuosidad de aquel animal. Sonreí ante aquella visión y me levanté para acariciarle, últimamente mis obligaciones me habían mantenido ocupado lo suficiente como para no poder dedicarle el tiempo que se merecía.

- Buenos días, amigo - dije en tono afectuoso mientras me regodeaba en el suave tacto de las plumas de Falke.- Hoy volarás libre, compañero, y a la vuelta tendrás tu recompensa.

COMUNICACION MENTAL:

Mi naturaleza precavida, acrecentada con los peligrosos viajes que había tenido que hacer, me instaba constantemente a mantener en secreto mis conversaciones con mi familiar. Yo lo veía como una medida de seguridad, tampoco convenía proclamar a los cuatro vientos que era un mago, desde luego a otros antes que yo no les había ido demasiado bien por hacerlo, pero también es cierto que para Falke era más sencillo comprenderme cuando utilizábamos nuestro vínculo mental, era más fácil transmitir emociones y la comunicación iba más allá de las meras palabras.

"Amigo, hoy tengo un trabajo para ti, pero es importante que seas cauteloso. Conoces al Caballero Iacobus Radoslav, el que llaman el Caballero de los Cárpatos, ahora de pleno derecho pues el Duque Gyula así lo ha querido - un estímulo de desaprobación se transmitió a través del vínculo mental.- Conoces mi desconfianza de ese hombre, sabes que no es de fiar... Bien, pues debo pedirte que le vigiles, desde el cielo, por supuesto. No quiero que te arriesgues a nada más, es astuto y podría descubrirte, sólo vigila a dónde va, con quién habla y qué hace, nada más - un atisbo de preocupación llenó los canales del vínculo.- No quiero perderte, amigo, así que ten cuidado"

La comunicación terminó con un estímulo afectuoso, como una caricia virtual que se percibía como una cálida sensación.

Hacía calor. Sintió su aliento cálido en su cuello, suavemente, el aire exhalado desde el plácido inconsciente del sueño. Las manos de la muchacha reposaban en su vientre, el pelo se movía al compás de la respiración sobre sus senos, cosquilleándolos.

Radovina abrió los ojos, y contempló el amplio lecho y a Elena durmiendo a medias sobre ella, a medias bajo ella. La empujó sin dureza, despertándola. Ya no la necesitaba en su cama.

-Vamos, no holgazanees. Levanta. Ve a por Mariana, y preparadme entre las dos un baño. Y tráeme algo para desayunar.

Estaba ahíta, satisfecha. No contenta, eso no podía estarlo, era muy consciente de su situación en falso en el Castillo, y en la mirada que el Duque le había dirigido. Era, por voluntad propia en apariencia, un títere en sus manos. En realidad no había tenido otra opción, y el hecho de que hubiera necesitado un indulto lo confirmaba. Pero su futuro no era halagüeño, lo sabía. Y se preguntó en qué maniobra estaba pensando su nuevo Señor...

Recoge el sello que le da Jensi... y posa su mano en su hombro- recupérate y vuelve cuanto antes a tus quehaceres, viejo amigo- le dice- has dado un gran servicio a nuestro Duque para que una ligera enfermedad acabe contigo- deja de posar su mano- yo mientras tanto me ocuparé de tu trabajo lo mejor posible, y te lo dejaré todo listo cuando regreses a tu puesto. Tenlo por seguro- se da la vuelta y se dirige hacia la puerta- gracias por tu ofrecimiento. Si tengo alguna duda te lo haré saber. Descansa y recupérate pronto- y tras decir esto, se despide y sale de la estancia. 

El Chambelán se levantó a los primeros rayos del sol. Se levanta de su cama y abre las cortinas. Había dormido bien ese día. Quizás fuera por su nuevo trabajo, quizás porque estaba algo cansado o simplemente no había motivo alguno para ese descanso reparador que había tenido a la noche. En cualquier caso, lo cierto es que se levantó con ganas y ánimos de trabajar. 

Se dirige hacia la ventana y corre las cortinas para que entre el sol en su habitación.

Un buen día- piensa mientras se da al vuelta y se dirige hacia su escritorio. Allí ve las cartas selladas con el sello ducal y el anillo al lado. Posar la vista en el anillo le recuerda momentáneamente al senescal, pero lo aparta pronto de su mente. Jensi debía recuperarse, pero eso ya no era asunto suyo. Él ahora debía encargarse del trabajo que le habían encomendado con la máxima eficacia posible. 

Llamó al servicio para que le preparasen la bañera y se limpió cuando estuvo lista. Tras ese rápido baño se vistió y se colocó el anillo en el dedo. No pudo evitar observarlo puesto y una ligera sonrisa se cruzó por sus labios. No podía negar que le gustaba, aunque eso supusiera mas carga de trabajo. Ya preparado y listo, recoge las cartas que había preparado hoy. Una de ellas debía entregárselas a Iacobus sin falta. Al fin y al cabo, era su título. 

Tomescu obedeció las órdenes que le dieron, primero el Sargento y luego el Maestro, aunque, como aquel no era su castillo, tuvo que recurrir a la orientación de éste último para poder llegar a los aposentos designados para el infante, junto a su madre.

A medida que avanzaban, Tomescu asentía con una sonrisa amable en el rostro a cada una de las preguntas del pequeño.

FALKE:

- Falke abre el pico y emite un silencioso chillido telepático. Muestra de que ha entendido las órdenes de Maserrak.

- Con la llegada de la mañana, comienzan las tareas habituales en el castillo.

Con mi única novedad solventada por el momento, me entregué a las tareas rutinarias de cada día. Lo primero fue el ritual de protección, la Parmae Mágica. En cierto modo parecía que cada mago quedaba para siempre encadenado a aquel ritual, era necesario renovarlo cada día y en muchas ocasiones suponía la diferencia entre la vida y la muerte. Era el más básico de los hechizos, el más sencillo de los rituales pero también, me atrevería a decir, el más importante. Cualquier aprendiz que se precie es capaz de lanzar ese conjuro con facilidad, pero conseguir una Parmae protectora de mayor intensidad es una tarea difícil y que puede llevar años, aunque claro está, merece la pena dedicar ese tiempo.

Al finalizar el ritual, realicé el resto de rituales más mundanos, la muda, el aseo... todo perfectamente automatizado, no había lugar para errores ni contratiempos, todo ocupaba exactamente el tiempo que tenía que ocupar, no había retrasos y demoras, siempre cruzaba el umbral de la puerta en el mismo momento. Sin embargo, había algo ligeramente distinto aquel día.

El joven Tiberiu no conocía aún las pequeñas particularidades del aprendizaje, no habíamos tenido tiempo casi para cruzar un par de palabras, de modo que había decidido ir a buscarle personalmente. Lindor nos esperaría en la sala habitual, a menos que hubieran decidido comenzar los entrenamientos de combate, pero Tiberiu aún no sabía qué hacer ni a dónde ir. De modo que recogí mi material habitual de escritura y lectura y avancé, marcando el paso con el bastón, hacia los aposentos del muchacho.

ALA DE INVITADOS DEL CASTILLO, PASILLO:

- "Alto quien vive. Estas son las estancias de las damas Szantovich y del Caballero Dvy." -

La luz del nuevo día inquieta al Senescal como siempre, hace muchos años que empezó a sentirse más seguro en la oscuridad de la noche, cuando fuerzas mayores cuidaban de él. Aún adormilado, con una basta túnica cubriendo desde sus hombros al suelo sale al pasillo en busca de uno de esos pilluelos a caballo entre pajes y ladronzuelos que corretean por el castillo. 

Tú, chico, busca a una criada y dile que quiero asearme, que necesitaré una pila de agua. Que traiga pan y queso para desayunar... mejor, olvida el queso, algo de leche tibia. 

Todavía sentía molestias en el estómago, y a pesar de que el hecho de saberse relegado de sus responsabilidades le había aliviado bastante, no quería arriesgarse, cuanto más se cuidara antes estaría en forma. 

TRASLADO DE ESCENA: A ZONA DE LOS SIRVIENTES.

Falaviu se había levantado pronto, acostumbrarse a sus nuevas tareas, no le apasionaba que le nombraran escudero de un caballero, pero tenia mas posibilidades de ascender si se mantenía callado, y no protestaba.

Depues de vestirse se dirigió a los establos. Cuidar de los caballos es tarea del mozo de cuadras y no de un noble. Pero a pesar de su desagrado, el petimetre reviso los caballos de su nuevo amo. No dejare en manos de un simple mozo de cuadra una orden directa del caballero, y más cuando esta es la primera orden que me da. Si empiezo fallándole desde el principio nunca confiara en mí. Comprobó que las correas estaban limpias y bien engrasadas; y los caballos cepillados.

Luego recorrió el castillo en busca del Capitán Zarak, tenía que recoger la armadura de caballero. Capitán Zarak, ¿tiene ya lista la armadura del caballero de los Cárpatos? Una vez le indico donde tenía que recogerla. Flaviu comprobó que no tuviera ninguna mota de polvo. Todo tenia que estar reluciente. Mientras revisaba la armadura, recordó sus ambiciones y se prometía una y otra vez que algún día seria el, el que vistiera una armadura como esa. Pero ahora su misión era sobrevivir un día más para poder ascender.

Una vez todo listo fue a buscar a su señor, el caballero de los Cárpatos. Al menos podía alegrarse de algo, ya no  serbia a su tío. ¿Qué cara pondrá cuando sepa que no estoy bajo su mando? Y más aun, cuando sepa que quien dio la orden fue el mismísimo duque. Señor, su nueva armadura esta lista.

El sonido del bastón marcando el paso continuó hasta que me encontré con aquel guardia que custodiaba los aposentos de los Szantovich y su séquito. No había hecho ningún esfuerzo en esconder mis pasos, no tenía por qué, de modo que procedí a declarar mis intenciones sin alarma alguna.

- Buenos días, imagino que aún no sabes quién soy - respondí al guardia.- Bien, Mi nombre es Maserrak de Flambeau y soy el Maestro de la Corte. He venido a buscar al joven Tiberiu, sus lecciones comenzarán hoy mismo... ¿Serías tan amable de decirle que estoy aquí? Si, claro que lo serás - sonreí, y antes de que se marchara dije una última cosa.- Por cierto, me gustaría concertar una audiencia con tu Señora, la Condesa Dubieta Szantovich, para debatir acerca de sus deseos respecto a la educación de Tiberiu, esta misma tarde puede ser un buen momento.

Antes de marcharse, se acuerda que debe hacer la copias pertinentes para el archivo local. No le cuesta demasiado tiempo hacerlas y ya finalizadas, se dispone a entregar los originales a sus respectivos dueños. Primero iría a ver al caballero Iacobus, dada la importancia del título. Luego iría a la joven noble. 

Sin más preámbulos decide ir a entregárselos personalmente, y ya de paso quizás tendría alguna charla amigable con ellos, sobretodo con Radovina. Había que estar atento a los movimientos de la noble.

Pero lo primero era lo primero, se dirige hacia los aposentos del Caballero de los Cárpatos.