Partida Rol por web

Dhaeva 2: El Caballero de las Tinieblas.

Transilvania: 1) Alba Iulia: Castillo de Balgrad. - Estancias de invitados.

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11/08/2013, 18:02
Director II.
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FARKAS DELI:

- Tiradas ocultas de: Rabia y Templanza.

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11/08/2013, 18:43
[RIP] Farkas Deli.
Sólo para el director
- Tiradas (4)

Tirada oculta

Motivo: Rabia

Tirada: 3d10

Dificultad: 7+

Resultado: 13 (Exito)

Tirada oculta

Motivo: Templanza

Tirada: 2d10

Dificultad: 7+

Resultado: 5 (Fracaso)

Tirada oculta

Motivo: Rabia

Tirada: 3d10

Dificultad: 7+

Resultado: 10, 3, 6

Exitos: 1

Tirada oculta

Motivo: Templanza

Tirada: 2d10

Dificultad: 7+

Resultado: 5, 2

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11/08/2013, 20:13
Director II.
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FARKAS DELI:

- El deseo de transformarte y hacer trizas a Iacobus (y de paso a cualquiera que se cruce en tu camino) es prácticamente abrumador.

- Sientes que ante la más mínima provocación estallarás en una furia incontrolable y abrasadora.

- Puedes transformarte como acción de asalto completo. Una vez hecho eso, pierdes por completo el control.

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11/08/2013, 20:16
15 - El Diablo.

- Los músculos de Farkas Deli se estremecen y comienzan a inflarse.

- Las venas se retuercen gruesas bajo la piel, como serpientes.

- Sus uñas se vuelven puntiagudas y con un tenue y leve brillo metálico en ellas...

- El blanco de sus ojos adquiere un brillo dorado.

- Sus colmillos crecen, como los de un vampir, pero a un tiempo diferentes. Más como los de un lobo...

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11/08/2013, 20:26
[RIP] Caballero Iacobus Radoslav de los Cárpatos.

Decir que Iacobus se había mantenido impertérrito frente a la exposición de Farkas era decir poco. Su expresión de hastío se había cruzado con una de suspicacia y, finalmente, había vuelto al hartazgo. La puta conjura de los necios seguía allí, y era evidente que Farkas continuaba siendo un perro llevado de un lado a otro por una soga demasiado corta. ¿Acaso no veía la mano de la traición en todo aquello? Era obvio que quien le había dicho aquello lo estaba azuzando contra las únicas dos personas en el castillo que podían defenderlo de los Basarab, pero Farkas no se daba cuenta. No, no quería darse cuenta. Tampoco podía pedírsele demasiado. Era un puto perro, a fin de cuentas.

Aún así, Iacobus iba a decir algo. Iba a insistir, para que el guerrero de sangre se diera cuenta de lo que estaba intentando, y para señalarle que apuntara sus colmillos hacia afuera. Hacia los Basarab, hacia los enemigos. Iba a hacer muchas cosas, excepto dejarse arrastrar hacia los calabozos por aquel iluso, pero todas ellas quedaron truncas. Quizás fue el filo de sus músculos, quizás fue el destello de oro de sus iris. Quizás fue simplemente el olor de la sangre que cambió por completo bajo aquella arcada. Quizás, tras lo sucedido de madrugada en el patio, sólo fue que lo esperaba.

Pero Iacobus, esta vez, no esperó.

¡¡No de nuevo, hijo de puta!! - gritó, al desenvainar y atacarlo.

Notas de juego

Pues, es lo que hay. O es ahora o nos mata a todos XD

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11/08/2013, 22:10
Director II.

SEGUIMOS EN LA ESCENA DE COMBATE:

- Una vez resuelto todo el aspecto mecánico del combate, se narra el punto de vista narrativo de todos los testigos y participantes aquí.

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11/08/2013, 23:55
Dama Radovina Radoslav de los Cárpatos.
Sólo para el director

Radovina estaba aterrada. Había visto a Farkas en su estado de bestia, transformado, y sabía lo que llegaría. Pero sabía cómo era el hombre con el que la habían desposado, había sentido la maldad y el desprecio que de él emanaban. Y, además de eso, el hedor de azufre, de carne ardiendo...

Dos seres así, enfrentados, a muerte.

Con un temblor se retiró, paso a paso, hasta que su espalda chocó contra el muro. No podía cerrar los ojos, aunque lo intentara. Y esperó.

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14/08/2013, 16:37
T01: CASTILLO DE BALGRAD: Estancias de Invitados.

- El Capitán Zarak llega al pasillo y ve a Dama Radovina y a Schaar Dvy en guardia con sus armas en la mano, pero sin intervenir en la titánica lucha entre el Caballero de los Cárpatos y un enorme hombre lobo de pelaje negro brillante y garras como espadas de plata fundida que debe de ser Farkas Deli.

- Poco después llega el guardia ducal Hakir, siguiendo a su Capitán.

Notas de juego

// Entran en escena: Capitán Zarak, guardia Hakir.

// Proceden de: Patio del Castillo.

NOTA:

- En esta escena no es necesario postear hasta que termine el combate en la escena mecánica de declaraciones y tiradas ("Huesos quebrados...").

- Una vez terminado el combate desde el punto de vista de reglas allí, se debe postear el punto de vista narrativo personal y subjetivo de cada personaje aquí. Interesan las emociones y sentimientos del personaje más que el frío relato de todos los hechos. Su punto de vista personal.

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19/08/2013, 19:25
[RIP] Farkas Deli.

Farkas sintió como la rabia le dominaba cada vez más, a cada respuesta de Iacobus, y al ver como este enseñaba con total despreocupación la lengua del Senescal dejó que la rabia le invadiera por completo. Soltó un rugido aterrador mientras su cuerpo crecía y se descomponía dislocando las uniones de los huesos y estirando la piel hasta límites insospechados y poco a poco, en un proceso tan doloroso como necesario, La Bestia se apoderó por completo del control de la situación. Recibió los primeros ataques durante la transformación, pero el dolor se convirtió en más rabia y respondió con un ataque feroz, capaz de descuartizar a unos cuantos enemigos de una sola vez. Pero Iacobus movió su espada cubriendo cada hueco de su defensa y donde La Bestia creía encontrar una fisura su rival interponía finalmente la espada para cortar cualquier posibilidad de impacto con unos movimientos que incluso a ella le costaba seguir.
Sin embargo los golpes de su enemigo llegaban uno tras otro, capaces de reducir a la nada a otras criaturas más débiles, había dado buena muestra de ello en los aposentos de Durius dejando tras de sí un reguero de vísceras y cadáveres, pero La Bestia solamente gruñía y volvía una y otra vez a atacar con más empeño que acierto. Intercambiaron así varias series de golpes en los que La Bestia no conseguía traspasar el fuerte y ágil acero que Iacobus interponía en su camino y recibiendo sin embargo el castigo de sus golpes una y otra vez sin descanso. Reunió toda su fuerza y su rabia para contener el dolor y canalizarlo contra Iacobus pero sus ataques resultaban cada vez más torpes y los de su rival más mortíferos. Recibió un gran número de heridas hasta llenar de sangre el pasillo donde se encontraban luchando, toda suya, pues su rival seguía intacto y sintió como sus entrañas se le escapaban de su cuerpo anunciando la sentencia a un combate que, para su sorpresa había resultado desfavorable en todo momento. Pero no pensaba rendirse, no pensaba dejar que le vencieran sin dar todo lo que tuviera y sabía que ya no le quedaba nada de vida, tan solo una oportunidad más de intentar llevarse a aquel demonio de hombre consigo. Se abalanzó hacia Iacobus mientras parte de sus órganos quedaban colgando y arrastraban por el suelo y concentró toda su rabia e impotencia en aquel ataque. Sus garras de plata consiguieron coger al enemigo desprevenido por primera y única vez y por fin rasgó su piel haciendo brotar una sangre negra y espesa que tiñó sus brillantes garras plateadas dejándolas tan oscuras como su futuro, tras eso el propio impulso que había cogido lo hizo chocar sonora y dolorosamente contra la inamovible armadura de Iacobus e incapaz de seguir en pie se fue deslizando por ella hacia el suelo donde terminó tendido. Hizo un intento de levantarse y seguir atacando pero por primera vez en su vida no encontró la fuerza para continuar, tan solo pudo levantar la cabeza mientras miraba a su rival, justo vencedor. Ya no había rabia, ni furia, ni odio en sus ojos, no porque hubiera dejado de sentirlos sino más bien porque las había agotado y no le quedaba nada, ni siquiera tenía fuerzas para esos sentimientos, que sin embargo dejaban paso al dolor y a la fatiga extremos. Ahora tan solo faltaba que Iacobus rematara la faena y si era listo aprovecharía esa oportunidad. La aprovechó y una última estocada al corazón de La Bestia acabó con cualquier posibilidad de reacción.
Mientras caía lentamente de nuevo hacia el suelo su cuerpo volvió a tomar nuevamente la forma humana, su pelaje desapareció, así como sus garras y sus ojos aún abiertos brillaban en un tono dorado mientras contemplaba la escena de su propia muerte, era un proceso normalmente doloroso pero esta vez Farkas no sentía nada ya.
Vio a Iacobus con su negra sangre manchando su armadura prepararse para asestar el golpe final.Era el rival más temible que había conocido nunca y había sido un honor morir bajo su espada, Farkas no podía pedir un final mejor, al menos no había muerto de viejo o por la espada o artimañas de un guerrero menos diestro que aquel. Era una lástima que llevado por sus propios deseos o engañado por los de otro se hubiera rebelado contra el Duque, hubiera sido un aliado muy poderoso, aunque esta vez había errado en su decisión. El Duque lo barrería sobre la faz de la tierra cuando regresara y se enterara de todo lo que había pasado y se enteraría porque el Duque siempre iba un paso por delante de sus rivales. Imaginó a sus Guerreros de Sangre cayendo sobre él y despedazándolo, no podría con tantos a la vez por muy extraordinario que fuera, la fuerza de la manada siempre había sido una gran ventaja en esas ocasiones.
Vio a su esposa la Dama Radovina, aquella extraña mujer de ojos rojos que ni siquiera sabía con lo que se había casado probablemente pero que tarde o temprano lo descubriría. Tampoco es que fuera una joven inocente, había sobrevivido sin el apoyo de su familia los últimos años gracias a su propio ejército de mercenarios, o más bien bandidos. El caso es que tras esa inocente cara y ese frágil cuerpo debía esconderse una mujer llena también de sorpresas.
Congelada en la puerta de una habitación vio a Elena la criada, una inocente muchacha que representaba todo lo que Farkas nunca había sido, pues la sangre y la muerte le habían acompañado durante toda su vida, había sido educado y entrenado para matar a los enemigos del Duque y por primera vez había fallado. Farkas nunca había envidiado o anhelado una vida “normal” o cortejar a una Dama. Si quería una mujer no tendría más que tomarla por la fuerza, pero nunca había tenido esa necesidad ni encontrado una mujer que mereciera ser tomada por él. Quizás aquella muchacha tuviera suerte y pudiera encontrar un hombre que le diera una buena vida, aunque si estaba al servicio de una Dama ya podía considerarse afortunada, viviría mejor que la mayoría de las mujeres de aquella época, pobres campesinas que trabajaban de sol a sol, aunque fuera bajo las órdenes de alguien. Quizás si Farkas no hubiera nacido hombre lobo habría acabado amando a alguien como ella, aunque eso nunca lo sabrían.
También se encontraba allí contemplando la escena la Dama Dubieta, una de las mujeres más hermosas que Farkas había podido contemplar, si la belleza física fuera algo a tener en cuenta por un Guerrero de Sangre Dubieta hubiera llamado la atención de cualquiera. Desafortunadamente era una mujer con dos maridos muertos a sus espaldas, uno de ellos el Senescal con el que ni siquiera había llegado a compartir lecho ya que había sido asesinado por el mismo que ahora le mataba, aunque en el caso del Senescal nunca había tenido ninguna oportunidad, ni aunque hubiera sido muchos años atrás cuando era más joven. Quizá la resolución del asunto había resultado un alivio para ella, pero a pesar de su avanzada edad Farkas respetaba al Senescal y había sentido su muerte, quizá, pensando en todo lo que estaba pasando, había sido el único en todo el castillo que lo había hecho.
Protegiendo a Dubieta como una sombra estaba Schaar, que no se había separado de ella y había contemplado el combate desde la distancia, probablemente por miedo a elegir el bando equivocado o a que su Señora resultara dañada en uno de los lances de cualquiera de los rivales. A Farkas siempre le había parecido patético aquel hombre que no era capaz de tomar sus propias decisiones y coger las riendas de su vida. Siempre a las órdenes y a la sombra de una mujer, no le extrañaba que ni siquiera se hubiera acercado a la lucha, seguramente necesitaba que ella se lo ordenara para hacerlo.
El Capitán, que finalmente se había decidido a seguirlo, también había contemplado impasivo la lucha, negándose a defender los intereses del Duque como había estado haciendo desde el día de las bodas. El pobre diablo pensaba que los transilvanos lo aceptarían, pero él no era uno de ellos y se desharían de él en cuanto no les fuera de utilidad y si no lo hacían ellos lo haría el Duque. Él era el peor entre todos los traidores pues tenía la plena confianza de su Señor y la había pisoteado para entregarla a Durius y su comparsa. Lo mismo podía decir del guardia que le acompañaba, otro títere más de aquella escena, pero todos recibirían su merecido.
Cuando su cabeza llegó al suelo vio la figura de Boru, retorciéndose ridículamente allí delante de todos, Farkas era consciente del efecto que La Bestia producía en algunos hombres de carácter débil. Tan solo esperaba que la suya no fuera una imagen tan patética como la que parecía estar dando el guardia, aunque poco importaba ya pues la espada de Iacobus se dirigía hacia su cuello con la intención de separar la cabeza de su cuerpo.
Cerró los ojos y pensó en todos aquellos a los que no había visto en la hora de su muerte, pero que de una u otra forma le acompañarían al infierno al que seguramente se dirigía.
El primero de todos sería Durius, aquel demonio vampyr que en mala hora el Duque había acogido bajo su protección pues ahora le pagaba con la traición. Había que reconocerle que a pesar de ser un don nadie para todos, pues ni siquiera entre la nobleza transilvana era respetado y tan solo un puñado de campesinos lo hacía, había conseguido ir acumulando los suficientes recursos para llevar a cabo sus planes, incluso había convertido a un enemigo letal como Iacobus en su cómplice y también a Otto, otro traidor entre traidores. Ojalá que el Duque les cortara la lengua a los dos pues seguramente no sabían utilizar otra cosa. A Otto lo había considerado siempre un fiel servidor del Duque y este le debía todo lo que era a su Señor, pero Durius lo había seducido con sus artes misteriosas de tal manera que desde hacía tiempo no hacía nada que el primer caballero no deseara. Le parecía despreciable y tan solo le había perdonado la vida porque sabía que el Duque sabría castigarlo a su regreso, lamentablemente Farkas no estaría allí para verlo.
Pensó en Carcelero, que le había criado y enseñado casi todo lo que sabía y ahora estaba herido y abandonado a su suerte rodeado de serpientes, lamentaba no poder ayudarle de ninguna manera pero sabía que su amigo, porque él si podía ser considerado así por Farkas, sabría arreglárselas solo.
Sus últimos pensamientos fueron para el Duque, su Señor y su dueño, el único que había sido capaz de someter su voluntad, que lo había cuidado y le había dado un propósito firme en esta vida. Le debía todo y estaba orgulloso de haber muerto defendiendo sus intereses. Sabía que su Señor se vengaría de los que habían cometido aquellos actos de traición y que sus Guerreros de Sangre barrerían a los malditos transilvanos de la faz de la tierra, si no se mataban antes entre ellos, cosa que no le parecía del todo descabellada sabiendo lo estúpidos que eran.
Con la imagen de Gyula en la mente la cabeza de Farkas se separó finalmente de su cuerpo con un último mandoble de Iacobus. Quizá pudieran separar su cuerpo, pero no separarían su alma y su voluntad de la del Duque, eso se lo llevaría junto a él hasta el averno.

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19/08/2013, 21:22
Guardia Tomescu.

Los gritos de Farkas podían haber alertado a todo el castillo, si no lo había hecho. Tomescu obecedió a su señora, dejó que saliera de la habitación y se colocó en la puerta para proteger al joven Tiberiu. Allí se llevó la mano a la empuñadura de su espada. No era una amenaza, era una mera posición de defensa: Si alguien se acercaba a esa puerta con intención de herir al hijo de la Dama Dubieta, Tomescu daría su vida por detenerlo.

Los gritos y las acusaciones volaron por el pasillo. Aunque aparentemente el guardia estaba rígido como una roca, no dejaba de mover los ojos a cada uno de los interlocutores, observando la rabia y el desprecio que expulsaban a cada palabra.

Farkas acusaba de la muerte del Senescal a Iacobus. ¿Cómo puede ser posible? pensó escandalizado. Otra voz en su cabeza le recordó los sucesos que habían ocurrido en el castillo, así que empezó a verlo todo de otra manera. Lo extraño es que no hayamos muerto ya pensó apenado, cuando sus ojos se posaron en el enfurecido Farkas.

¡Otra vez no! gritó una voz en su interior, instando a las piernas de Tomescu para que salieran corriendo de allí. Si Farkas se convertía, podían morir todos. Los músculos de su cuerpo comenzaron a tensarse, dispuesto a huir. Pero se detuvo y estuvo a punto de abofetearse.

¡Tienes un deber, no puedes permitir que el miedo mande! se sermoneó.

Se dio cuenta que su cuerpo ya no le respondía. Vio como Farkas aumentaba en volumen y una mueca de horror quedó paralizada en su rostro. Las lágrimas acudieron a sus ojos, como había pasado en el banquete, pero esta vez no salieron de allí. Agarró con más firmeza la empuñadura, para evitar comenzar a temblar y desplomarse en el suelo.

El combate se sucedió rápido, demasiado rápido para que su mente lo pudiera procesar. El Caballero de los Cárpatos se defendió con una gran habilidad, tanto que Tomescu supo que en un combate él perdería en el primer golpe. El monstruo Farkas, aunque en apariencia más poderoso, perdió. Sólo había herido a Iacobus una vez, y no lo suficiente para hacerle caer.

La sangre negra empezó a caer al suelo, haciendo que Tomescu volviera a la normalidad y sus músculos empezaran a relajarse al ver a la criatura muerta... Al menos en apariencia.

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20/08/2013, 01:17
Guardia ducal Hakir.

Maldita sea, Hakir se acababa de meter en un infierno, pero se había metido en el momento idóneo para hacer lo que mejor sabía, nada. Sus piernas temblaban, la mano que sujetaba su lanza parecía estar cubierta de mantequilla y ver el panorama le estaba haciendo sudar en frío...

- Por suerte el resto están haciendo su trabajo... El combate era encarnizado, pero no se sabe si por destreza o por suerte se estaba decantando del bando de Hakir.

Los golpes volaban por todos lados, zarpazos, acero, miradas y sudor saltaban por toda la estancia mientras el gordinflón de Hakir no hacia mas que alejarse de la pelea. Realmente no podía ayudar a nadie mas que a sí mismo, asi que decidió alejarse del combate.

Finalmente esa bestia cayó, volviendo a la forma humana que él había visto en el pasillo, y que dicho sea de paso, también asustaba hasta al mismísimo diablo.

Después de eso nuestro cobarde guardia seguía sin musitar palabra, esperando a que su Capitán le ordenara hacer algo, como ya estaba acostumbrado. Así que intentó disimular lo máximo posible su miedo y esperó las palabras de Zarak.

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21/08/2013, 13:23
Dama Radovina Radoslav de los Cárpatos.

Andaba en silencio tras los pasos de su ahora esposo, sumida en sus propias cavilaciones, cuando escuchó los gritos de Farkas Deli. Era evidente su ira al increpar a Iacobus Radoslav, y el motivo se hizo prístino cuando le acusó sin rodeos de traidor al Duque.

Traspasaron la arcada al pasillo de las estancias de invitados para verle allí, la mano en el pomo de su espada, y exigiendo al Segundo Caballero su entrega a la justicia. Una justicia que, supuso, sería decidida e impartida por él mismo, habiéndose otorgado ese papel por encima del Secretario, Durius, ya que exigía con tal violencia la rendición.

Ella dejó que Iacobus se adelantara, y se quedó rezagada, aunque a unos pasos. A la expectativa. Pensando.

El Caballero de los Cárpatos respondió, y, para sorpresa de Radovina, con contención y sin el hastío o la rabia que usualmente habrían bañado sus palabras. Esperó que eso contuviera también al licántropo, pero la situación no lo permitió, o quizá el destino.

Schaar desenvainó, y Boru, sin duda con la mejor de sus intenciones, habló. Radovina negó en silencio con la cabeza, no, no iban a poder detener esto, y acabaría en un fatal desenlace para uno de los dos. Con disimulo, con precaución, sacó la daga aún manchada de la sangre Dravescu de entre los pliegues de su ropa, y la dispuso en su mano, mientras ella misma se preparaba. ¿Para qué? ¿Para atacar, para defenderse, para finalizar lo que uno de ellos empezara...? Se preguntó a cual de los dos guerreros imponentes había señalado con su dedo huesudo la parca...

Radovina estaba aterrada. Había visto a Farkas en su estado de bestia, transformado, y sabía lo que llegaría. Pero sabía cómo era el hombre con el que la habían desposado, había sentido la maldad y el desprecio que de él emanaban. Y, además de eso, el hedor de azufre, de carne ardiendo...

Dos seres así, enfrentados, a muerte.

Con un temblor se retiró, paso a paso, hasta que su espalda chocó contra el muro. No podía cerrar los ojos, aunque lo intentara. Y esperó.

Las palabras siguieron, las explicaciones. Era en vano, la suerte estaba echada, y lo que se dijera era vacuo. Hablarían las armas. Y así fue. La rabia rugió en el pecho de Farkas, y su tesitura cambió, como la otra vez. No era un hombre, era otra cosa, y esa cosa, esa bestia, se mostró, tomó su sitio para combatir al otro. Que tampoco era hombre, era otra cosa, aunque lo que fuera quedó en él, y en sus gestos, en sus movimientos sobrehumanos.

Sólo la llegada del Capitán Zarak tañó una nota discordante en la contienda, al provocar el comentario de Schaar, aún intentando decidir qué hacer, pidiéndole a éste una decisión que él mismo no llegaba a tomar.

Radovina miró con extrañeza al paladín de su prima, y luego al Capitán. Una mirada breve, pues regresó al instante a la lucha. La daga en la mano y, aunque evidentemente asustada, no temblaba ante el enfrentamiento. Sólo murmuró:

-¿La ley...?

Nada se detuvo. Ni nadie se añadió. Dos furias, dos demonios, y los demás a la espera...

Una tras otra las heridas rasgaron, la sangre brotó, el fin acechaba.  Cuando el hombre lobo cayó, y pareció que no podía seguir combatiendo, ella dio un paso hacia Iacobus, al que había visto herido. Pero se detuvo, no sabiendo si aún tan maltrecho Farkas podía reaccionar de algún modo.

Los pensamientos la desbordaron.

La duda embargaba el corazón de Radovina. O mejor, su mente.

Si ahora se adelantaba, se arrodillaba, y daba un tajo en la garganta expuesta del ya casi muerto Farkas, se declararía fehacientemente a favor de Iacobus en la contienda.

Sí, eso podía ponerla como traidora ante el Duque, pero, lo que debería decírsele a éste es que fue el propio Farkas el que le traicionó, aún sin poder evitar su transformación, cuando acabó con el Basarab. Y, por tanto, inició lo que podría ser una guerra civil. Por lo que era comprensible que los que se declaran leales al Duque le hubieran dado muerte a su vez.

Por otro lado, extrañamente, sintió la compulsión de aliviar al hombre lobo de su tormento, sentarse a su lado y ayudarle a morir con dignidad...

La imaginación bullía en la mente de la Szantovich de Bran.

Estaba ya todo decidido, sabía lo que estaba a punto de ocurrir, si nadie lo impedía. Podía hacerlo: Adelantarse, con la daga hacia abajo, y arrodillarse junto al moribundo. Parecería que fuera a ayudarle, mirando a Iacobus, su mirada intensa. Se diría que iría a interceder por Farkas.

En vez de eso, y sin dejar de mirar a su esposo, apoyaría la daga en el cuello del hombre lobo, y se lo rebanaría...

Pero nada de eso ocurrió.

Radovina siguió en su sitio, los ojos entrecerrados, mirando, sin temblar. Sin hacer. Sin hablar.

Los ojos dorados perdieron brillo, el pelaje negro se esfumó, la tristeza y el abandono inundaron su mirada mientras esperaba algo, un gesto de ternura, una mano amiga, o por lo menos compasiva. No hubo nada de eso.

Iacobus sí decapitó al hombre que había sido Farkas Deli, al hombre que había osado acusarle, a la bestia que había osado desafiarle.

Todo acabó. O empezó...

 

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22/08/2013, 19:49
Capitán Ferenk Zarak.

Ferenk bajó la espada cuando vio lo que estaba ocurriendo. Era lo que esperaba, lo que había imaginado, y sin embargo, verlo ante sí era más de lo que su mente podía asimilar. La espada de Iacobus, por si alguien albergaba dudas de su humanidad, era un borrón, un resplandor acerado que destellaba manteniendo a raya, hiriendo gravemente incluso, a tenor de la sangre que empapaba el piso, al monstruo, todo garras y pelaje y salvajismo, que había sido Farkas Deli.

No retrocedió esta vez. A diferencia de la noche anterior, no solo estaba preparado, sino mucho más entero, libre del mal que le afligió en mitad del banquete. Y no era el único, Schaar Dvy y la propia Radovina eran también espectadores del fascinante espectáculo.

Las palabras del antiguo caballero estuvieron a punto de provocarle una carcajada. Lo hubiera hecho si su estado de ánimo hubiera sido distinto, si la escena que estaba contemplando no fuera a tener funestas consecuencias, fuera cual fuere su conclusión.

—No sea absurdo, Schaar Dvy —respondió Ferenk—. La ley no está concebida para hombres como ellos.

 

El caballero sin título no respondió.

Ferenk observó en silencio el final del combate entre los dos titanes monstruosos. Farkas Deli, el guerrero de sangre, hombre y animal en un solo cuerpo, tendido bajo el filo de una espada, al borde de la muerte. Un hombre que había llegado a Transilvania con el Duque y sus huestes, y le había servido fielmente hasta su último aliento. Y que con ese aliento probablemente estaba maldiciéndole por su cobardía.

En pie, arrebatándole la vida a Farkas Deli con dos tajos certeros, Iacobus Radoslav, Caballero de los Cárpatos. "Caballero". Sangre del color de la tinta fresca derramándose entre las placas de su armadura. "Hombre". Había mostrado su debilidad al huir de la primera aparición del hombre bestia, pero ni siquiera el monstruo había sido suficiente para acabar con él.

Farkas Deli, en su muerte, volvía a ser hombre. Un cuerpo desnudo y un rostro resignado a su suerte.

—Hakir —ordenó al guardia que le había seguido hasta allí—, lleva el cuerpo y la cabeza del guerrero Farkas Deli a la capilla, junto con los demás.

No por primera vez se preguntó si era esto lo que esperaba Su Señor. Iacobus y Durius, sus nuevos caballeros transilvanos. El primero, puro terror y poder, el segundo un hombre de estado y una criatura de la noche como el propio Duque. Y los uqe llegaron a esta tierra traicionera con él, relegados al olvido, a la muerte.

Schaar Dvy lo había denominado la ley. La ley era el producto de la costumbre y la fuerza, la primera era muy diferente a la de esta tierra, y qué podía hacer un hombre que mandaba sobre otros hombres contra criaturas arrancadas de una pesadilla. Criaturas para quienes eran poco más que ratones asustados.

En dos días, Ferenk había perdido a su último amigo y su último aliado, y no había movido ni un dedo para impedirlo. En lo postrero, viviría con el peso de esa verdad sobre sus hombros. Si es que a su vida le quedaba aún tiempo.

 

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22/08/2013, 21:08
[...] Dubieta Szantovich.

Vacíos. Sus ojos estaban vacíos. La bestia yacía sobre rojo, incluso las paredes poseían pinceladas que hacían de aquel un siniestro escenario. Trazas de vida se expandían formando una alfombra de muerte, una mortaja carmesí con el peculiar detalle de leves notas de color... negro.

Agarró el pomo de la puerta con tranquilidad, la primera acción de la Dama desde que el Capitán llegara al pasillo. Después de medio paso al frente había creado dos mundos. Tras ella la puerta había quedado cerrada, negando la dantesca escena a los ojos de su hijo. Que no cupiera duda, ninguna, de que iba a endurecer el carácter de Tiberiu... pero no de esa manera. No aún.

Ni una gota de sudor, ni un pestañeo o gesto que delatara miedo. Absolutamente nada, ni siquiera en su alma. Dubieta estaba impertérrita, a excepción de su ceño fruncido, que en absoluto alteraba la belleza de la joven. Simplemente estaba... ¿disgustada?

Desde la llegada del Capitán exigiendo respuestas, cruzando acusaciones y demandando acciones la joven y difunta esposa se había mantenido observando. Las palabras fluyeron, los gestos salieron a escena y ella permaneció expectante. La información compartida, indistintamente de su veracidad, planteaba unas cuestiones a tener en cuenta. Lo que estaba claro es que el resultado del enfrentamiento parecía prometedor.

Al ver la transformación de Farkas, tan descomunal y fantástica, pensó por un instante si lograría acostumbrarse a ello o con el tiempo perdería el interés. Lamentablemente no podría comprobarlo, pues había sido testigo del último aliento del ser cuando fue decapitado.

Ahora su mirada se posó en el vencedor, pues esperaba en breve un cruce mucho más diplomático que lo acontecido. Aunque mejor dejar a un lado la diplomacia ante el Caballero de los Cárpatos, si es que tenía oportunidad para ello. He ahí el motivo de su ceño fruncido, de lo molesto de aquel suceso. ¿Cuánto más debía esperar?

El olor de la sangre y el silencio reinante la apartó de sus cavilaciones. Nadie se movió para evitar la decapitación de Farkas tanto por miedo, lógica o interés. ¿Hacia dónde se inclinaba la balanza? ¿Cuánto tiempo estaría la sangre del Capitán manchando el suelo del castillo?

La inocencia pertenecía a los niños. Los presentes estaban corruptos por la cruel y devastadora realidad. No había cabida para la compasión hacia aquel que había decidido su destino. Pensó en una lección para Tiberiu que hablara sobre la cautela. Una en la que aprendiera la más valiosa de las lecciones:

"Nada es lo que parece..."

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22/08/2013, 23:53
[RIP] Caballero Iacobus Radoslav de los Cárpatos.

¡¡No de nuevo, hijo de puta!!

No de nuevo.

Había sido una única pulsión, había durado sólo un segundo. Tiempo suficiente para cubrir la distancia de un solo salto, para desenvainar la espada como si jamás hubiera estado cubierta, para fijar los ojos, para atacar. No había corazón que pudiera haber dejado pasar un latido, ni había respiración que hubiera podido aún llegar a cortarse. El aire, si acaso, fue lo que llegó a rasgarse en pedazos cuando lo atravesó con sus ojos. Su mirada, que adelantó a su cuerpo, clavándose sin misericordia en el brillo de oro que comenzaba a envenenar los ojos del otro. Oro fundido que marcaba sierpes bajo la piel, los músculos, que rompía la ropa, y que transformaba sus dientes y sus manos en tantas armas como la mente era incapaz de creer.

Tengo que matarlo.

La hoja se arqueó en el espacio infinito, y descargó un giró imposible sobre el cuerpo que aún no develaba su verdadera forma. Le había sorprendido una vez, una maldita vez que jamás olvidaría, pero se había jurado que no lo haría de nuevo. Y no lo hizo. Sus nervios aguantaron como piedras sosteniendo su mano, agudizando el sentido, azuzando su sangre. Hicieron base en el fondo de su estómago y estallaron en el centro de su pecho, sacudiendo el fondo de sus venas. Vibraba, se sintió vibrar. ¿Hacía cuánto que no sentía nada como eso?

Tengo que matarlo.

La sangre trazó el arco contrario al de su espada, y voló por el aire mientras él giraba para recoger el impulso. No debería haber necesitado más que eso, tantos habían caído con menos que eso. Pero no pasó. Y, como si el mundo no se hubiese puesto ya suficientemente de culo, vio como las orillas del abismo que acababa de abrirle en el cuerpo se acercaban lenta, inexorablemente, hasta casi cerrar.

Iacobus, sus ojos fijos en lo imposible, apenas parpadeó.

Joder, mierda.

La bóveda a su alrededor encerraba los gritos y el silencio, de aquellos que habían decidido observar sin intervenir. Sabía dónde estaba cada uno de ellos, quién estaba a sus espaldas, quién delante, y también supo que ninguno pensaba atacar.  Al menos, los que podían hacerlo. Alguien tendría que haberse preguntado por qué no lo intentaban, por qué no habían reaccionado, ¿por qué nadie recordaba lo que había sucedido hacía sólo una noche? ¿Cómo era que nadie había entendido lo que sucedería con aquel hijo de puta encerrado entre dos paredes, en un pasillo lleno de gente, con dos putas y un niño, luego de lo que había hecho con el vampyr?

Inútiles. Putos inútiles.

Pero no había tiempo ni de reír.

Iacobus giró sobre sí mismo, para usar su fuerza y su movimiento, y desgarró el infierno dos veces con la espada. Un fallo, un acierto. Sangre. No suficiente. Y sus venas aullaron poseídas, posesas, acompasadas con el aullido de la bestia que renacía en el lugar que había dejado Farkas, todo piel y pelo, todo músculo y rabia. Erguida en el centro de un aquelarre de tela, jirones y vaina, espada caída, sin armas, sin consciencia. El oro había terminado la transformación de sus ojos y había terminado de envenenar de todo aquel cuerpo, como la noche anterior, como aquel instante bajo la luna.

No, oro no, supo Iacobus al ver chocar las garras contra su espada. Plata. Era plata.

¡Me cago en la puta!

Era imposible describirle a alguien qué sucedía en aquellos momentos, donde lo que sucedía era más rápido que el latido o el pensamiento. El mundo se reducía a una serie de ráfagas furiosas, percibidas y anticipadas por sentidos más profundos que los ojos, los oídos o la piel. El aire silbaba, el metal chocaba, la carne se abría, goteaba, la espiral de sangre se extendía como un remolino. Sus nervios gritaban y Iacobus no respondía, concentrado, los ojos clavados en los de la bestia, parando una y otra vez sus ataques. Nada importaba excepto eso. Nada importaba más.

Y entonces la puta, que acaso no era la Fortuna sino el Capitán Ferenk, repentinamente dio la cara para hacerse cargo de su error.

¿Viene a ver lo que ha generado?

No, viene a ser preguntado por un imbécil. Uno que ni siquiera había atinado a defender a por quienes mucho había hablado de dar más que la vida.

Capitán, sois la ley, ¿a quién apoyáis?

La espada abrió a la sangre, los cabellos, tatuó la ira sobre el cuerpo de la bestia.

Pedazo de imbécil, ¿acaso no es claro?

-¿La ley...?

Otro surco, otras gotas, un aullido, y la tensión frente al contraataque.

La ley no es atributo de los débiles.

- No sea absurdo, Schaar Dvy. La ley no está concebida para hombres como ellos.

Y no sería la ley lo que recaería sobre un hombre como el Capitán.

Ya no quedaba nada, nada más que eso. Un quiebro, un golpe, un charco. Metal y metal, carne, calor y muerte. El olor a entrañas que lo invadía todo, el sonido de la sangre siendo pisada, las marcas de pies y garras afianzándose en el suelo. Ya había abierto el abismo a los pies de la bestia, lo sabía, lo olía, lo sentía en sus nervios, y semejante mole de fuerza no lo había tocado ni una vez. Semejante bestia del infierno que había destrozado de un zarpazo al Basarab en un instante. Semejante infierno que a él no había podido, ni siquiera, soplarle en la cara.

¿Esto es todo, maldita sea?

Quizás por ello se relajó, y quizás por ello no dio el giro necesario, ni actuó con fuerza suficiente. Pero cuando la espada chocó contra las garras de la bestia, y cuando las garras traspasaron su defensa llegándole al pecho, aquello terminó. Junto con la fuente de sangre que empezó a emerger de algún sitio insospechado de su pecho, el cual fue incapaz de identificar bajo la rígida armadura, emergió a borbotones la frialdad y la ira. Quizás había algo que podía ser más afilado que su espada, más temible que su fuerza, más duro que su habilidad: su mirada. Y sus ojos, dos abismos silenciosos, siguieron la caída empujando el cuerpo hacia el suelo.

El tiempo, que había ido tan rápido como para olvidar su paso, se detuvo hasta hacerse incompleto. Iacobus apenas respiró, ignorando el olor a su propia sangre, sordo a todo ruido que no fuera el de algún traidor a sus espaldas o la agonía de la bestia a su frente. El fin de las guerras era una tierra fértil en la cual la traición florecía como tocada por un dios inexistente, y los últimos actos de vida de la gente podían ser los más letales. Pero sólo se adelantó Radovina y permaneció quieta, incapaz de decidir si aprovechar para rebanarle la garganta o suicidarse. Y de la bestia sólo quedaban las heridas, la respiración desfallecida y el oro, el veneno que tan sólo reflejaba dolor, fatiga, silencio.

¿Ahora te duele, perro hijo de puta?

La punta de la espada arrastró las gotas, y las dejó unirse a la sangre del pecho de Farkas. Se apoyó en el lado izquierdo, mientras Iacobus se veía reflejado en el iris ambarino que había comenzado a rotar, como si hubiera vuelto a tomar consciencia de quienes estaban a su alrededor. Aquel era el momento para detenerse, para mostrarse magnánimo, para mandar a encadenarlo y llevárselo a las mazmorras donde tenerlo, a medias curando, a medias bajo tortura, para dar claramente el mensaje de lo que significaban sus amenazas. Aquel era el momento. Pero aquello no era digno, no para quien había actuado en vez de hablar.

Por ello, el enterrar la espada en su pecho fue lo más cercano a un vedado homenaje.

Al corazón o te levantarás de nuevo, como el otro hijo de puta lo hizo.

Y cuando los ojos de Farkas se posaron sobre él de nuevo, ya muertos, Iacobus arranco la hoja de su carne, giró, y arrancó la cabeza de sus hombros.

Silencio. Ahora en el pasillo había silencio y ascendía el olor a la adrenalina, al terror, a la muerte. Iacobus permaneció de pie donde estaba, en medio de la laguna de sangre, sin volverse. Parecía estar evaluando lo que había sucedido y, más aún, evaluando la reacción de los inmóviles, ahora que la batalla había concluido y se sabía de qué lado hubiera estado bien ponerse. Sólo levantó en un momento la mirada, atravesando con ella el pasillo, allí donde en la lejanía el ceño de Dubieta hablaba más que su inmovilidad, que su silencio, y quizás de lo que podrían hacer sus propias palabras.

Él hubiera dicho algo, pero primero habló Ferenk. Eso le hizo bajar los ojos, y ver cómo Farkas volvía a ser un hombre. ¿Qué tenía que hacer ese hijo de puta dando órdenes? Ni un dedo había movido por evitar aquel desenlace. Por el contrario, estaba seguro que había azuzado al perro hacia la muerte, y le había alentado a la furia haciendo peligrar a toda la vida del castillo.

Iacobus, por fin se dio vuelta. Su sangre parecía haber querido dejar de salir, y se secaba.

- Espero que estéis conforme con no haber hecho nada – dijo mirando a Ferenk, y en su voz no había hastío, sólo metal – Y haber permitido que Farkas anduviese suelto por este puto lugar.

Luego miró a Schaar, sus ojos insondables, la espada aún desenvainada. Permanecía entre el cuerpo de Farkas y el resto de la gente, por lo que les iba a ser difícil recogerlo sin que se apartara.

- No esperaba que preguntarais semejante estupidez – dijo Pero mucho menos esperaba que no movierais un jodido dedo por salvar a tu señora y a su hijo.

Miró a Radovina, y luego se dirigió al resto.

- ¿Alguien más tiene que decir algo frente a esto? – preguntó, ácidamente – Suficiente mierda ya le llenó los oídos a Farkas Deli y casi ocasiona otra puta tragedia. Así que si nadie tiene nada más que decir – Iacobus paseó la mirada entre todos. Estaba quieto. Aquello era más preocupante que si hiciera algo –, será mejor que vosotros dos vengáis conmigo. Esto ha sido un puto desastre.

Miraba al Capitán y a Schaar.

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23/08/2013, 00:49
[RIP] Caballero Iacobus Radoslav de los Cárpatos.
Sólo para el director

Notas de juego

Iacobus permanece en alerta, preparado para cualquier tipo de maniobra o ataque que puedan intentar los que están a su alrededor.

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23/08/2013, 01:01
Capitán Ferenk Zarak.

La herida de Iacobus no era suficiente para mantenerlo callado, si siquiera esa merced les había concedido el sacrificio de Farkas Deli. El caballero tenía palabras para todos, que Ferenk escuchó sin apreciarlas. Qué podía decirle un hombre que apenas era un hombre, qué podía entender de las cuitas del capitán. No sabía nada.

—Sí, será mejor —respondió.

Un camino que podía conducir a la muerte, que aceptaría como el descanso que podía no merecer, pero deseaba. Lejos de Su Señor, incapaz de servirle, privado de los únicos hombres en quienes podía confiar, rodeado de monstruos y extraños. Más le peocupaba que no fuera la muerte lo que lo esperaba, sino algo que no fuera capaz de soportar.

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23/08/2013, 09:11
Director II.
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IACOBUS:

- Te sientes más débil y malherido de lo que has estado en muchísimo tiempo, desde que la Banda Sacaojos fuera derrotada por las fuerzas leales a un Conde Basarab en Sighisoara, hace ocho años ya.

- Pese a todo, eres capaz de disimular tu debilidad y de ignorar el dolor. El Capitán Zarak no es una amenaza, no tiene voluntad ni coraje. Seguramente su fuerza física sea superior a la de un humano corriente, pero por lo que viste en 954 cuando os enfrentasteis a aquel espectro, su habilidad con la espada deja mucho que desear.

Schaar es un peligro algo mayor, pues el origen de sus poderes es el mismo que los tuyos, y es en cierto modo una versión menor de ti mismo.

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24/08/2013, 14:13
Dama Radovina Radoslav de los Cárpatos.

Inmóvil y gélida como una escultura de hielo Radovina siguió en su sitio, aguantando la mirada de Iacobus cuando cayó sobre ella, y sus palabras, cuando cayeron sobre el resto.

Sólo cuando el Capitán Ferenk le respondió, -"Sí, será mejor"-, ella espiró como si hubiera estado reteniendo el aire, y luego inspiró profundamente, absorbiendo con su gesto no sólo el aliento que le faltaba, también el equilibrio.

Con lo que pudo retener de dignidad se giró hacia su habitación y entró en ella.

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24/08/2013, 16:30
T01: CASTILLO DE BALGRAD: Estancias de Invitados.

- La Dama Radovina entra en su habitación.