Partida Rol por web

DAMA RADOVINA:

- Intuyes la muerte de tus mejores hombres.

- Boru está vivo aún, lo mismo que probablemente tus dos milicianos y el miliciano de tu prima Dubieta, pero tus Sargentos Feudales están condenados.

Que el Sol se tornará de tal profano color hizo que todo se resintiera en los allí presentes. 

Un lacayo, que ocupaba sus tareas aquel día, vio como Lindor o más bien escuchó la pregunta que había realizado. Seguramente, hubiera tirado de aquel término al que se le denominaba, "pregunta retórica" pero lo cierto era que no podía pasar de contestarle. ¿Por qué? ¿Impulso tal vez? No lo sabía. Pero la curiosidad era sana y no era nadie para cortar las alas a nadie. 

-Todo esto es profano, significa que lo Sagrado se ha enfadado, que existe la ira...

Entonces lo vio todo claro. ¿Qué iba a hacer? ¡Ahora si que la seguridad iba produciendo un "decreccendo" enorme a su alrededor! Se podía imaginar el entre chocar de las espadas y la ferocidad del combate. Su cuerpo se resintió entero mientras miraba con ojos desesperados a su prima. No hacía falta mediar palabra. En su semblante había una palabra dibujada y no era "vida", precisamente. 

DUBIETA:

- Esa fugaz manifestación del Sol Verde ha sido un acceso limitado a poderes infernales.

- Sospechas que de alguna manera, Schaar ha sido capaz de canalizar en combate parte de la esencia de tu "amado esposo" Radu desde el Infierno.

¿Qué podía pensar sobre lo que estaba sucediendo?¿Hasta qué punto era un beneficio el despliegue de poder que se manifestaba de aquella forma? Hasta hace apenas un día creía que hacía falta un gran poder para que alguien, o algo, pudiera acabar con Iacobus. Lo cierto, y no creía equivocarse, es que había sido su arrogancia junto a la de Durius la que había acabado con él. Pero ahora...

- Si deseas acompañarme, prima -respondió ante la sugerencia-. Salí con la intención de comprobar algo, y no voy a entrar sin hacerlo.

Parecía que de repente la sorpresa inicial por el ambiente lúgubre se había desvanecido por una cierta confianza, aunque aún persistía un toque de preocupación; y no era para menos si Schaar estaba ahí fuera enfrentándose al peligro que los acorralaban, pero si no aprovechaban la luz del día...

"¿Vis...?¿Cómo diantres se llama?", pensó al tiempo que se fijó en el sirviente.

- Parece que eres uno de los pocos que mantiene la cordura pese a... las circunstancias -Miró brevemente a su alrededor, desde el verdoso cielo hasta los sirvientes que entraban en pánico-. ¿Podrás impartir algo de calma en ausencia de los guardias? Sería adecuado que las sirvientas entraran y se ocuparan de los que fuera necesario.

No iba a permanecer más tiempo allí de pie, perdiendo la oportunidad de observar lo que tenía en mente y hacerse una idea clara. En cuanto pudiera regresaría al Salón Principal, o esa era su intención.

- ¿Prima?

Esperaría lo justo para no ser descortés antes de marcharse.

- Tiberiu, ahora vamos a dar un pequeño paseo -dijo aún sujetando su manita mientras que acariciaba su rostro con la otra-. No quiero que te separes de mi, ¿entendido?

Los ojos se le abrieron como platos a medida que cada sensación iba recorriendo su cuerpo. 

-Vamos. 

El Sol, no podía mirarlo directamente, pero si que podía sentirlo. Sentirlo en su fría piel. Había vuelto a la normalidad... Todo. Pero caían. Ellos caían y un poder, otro poder muy distinto al que se conocía recorría cada centímetro de su cuerpo, haciéndola temblar. O por lo menos, levantando en ella cierto temor. 

-Querida... Están... Están derramando sangre...

Ante la prisa de la misma, no pudo hacer otra cosa que forzar una sonrisa mientras miraba al pequeño, acariciado con cierta ternura por su custodia. 

-Vamos...

Observo la reacción de los allí presentes y me obligo a mi mismo a mantener la calma o de lo contrario el pánico cundirá libre por el Patio del Castillo y será imposible que nada funcione tras los muros.

Definitivamente no iba a permitir que eso sucediese. No mientras sea mi responsabilidad hasta que el Chambelán Otto hiciera acto de presencia.

Escucho las palabras de las Damas y entiendo su temor mientras asiento a las palabras de la Dama Dubieta.

- Visany, mi señora. - le digo terminando mi nombre dado que no tiene cerebro para recordarlo. Y pensar que la "habían dejado al cargo". - pienso negando en mi interior.

- No os preocupeis. - respondo. Me encargaré de ello. Si espero a que lo hagaís vos misma sería imposible hacerlo dada vuestra completa incompetencia. - pienso.

- Lindor. - le digo a mi primo zarandeándolo ligeramente para que vuelva en si y reaccione. Coge a Dagu y un par de sirvientas y ve con las Damas Dubieta y Radovina. - continúo dándole indicaciones. Que no les falte nada.

Luego fuera de oidos indiscretos prosigo.

- No las perdáis de vista. - le susurro al oido. No deben estar solas.

- Mantenedme informado de vuestra posición. - añado. No quiero más sorpresas desagradables.

- Coge a nuestras madres para que sean las "sirvientas". - finalizo. Las quiero lejos del Patio.

Observé a Visany con preocupación. Bien cierto era que eran momentos duros, pero Dagu aún no tenía la mano en condiciones como para atender a nadie. Sin embargo, no me atreví a contradecir a mi hijo, y menos aún en público. Guardé silencio observando a ambos, con lágrimas en mis ojos.

El niño toma la mano de su madre con fuerza. Aunque el cielo parece haber recuperado su color habitual y todos parecen nerviosos, el joven Tiberiu no muestra más allá de una excitación producto de la curiosidad.

Grandes cosas están aconteciendo a su alrededor.

Y, pese a su corta edad y escasa experiencia, el niño lo sabe.

Cualquiera que hubiera presenciado la escena pensaría que tenía algo vital que hacer, y aunque en principio parecía una tontería debía barajar todas las posibilidades. La poterna era una vía de escape, a veces protegida en menor medida que las puertas principales. Había aprendido con los años que aquellos que pensaban a lo grande pasaban por alto pequeñas cosas, como un simple tajo que más tarde se convertía en muerte por infección.

- Ha sido... extraño -Eligió aquella palabra para resumir sin revelar mucho el impresionante despliegue de poder que acababan de vivir. Si no fuera porque sabía a qué se debía su actitud sería muy diferente-. Tantas cosas han pasado y aún así no dejamos de sorprendernos ante lo que lo sobrenatural puede ofrecer.

Su suave voz despedía cierta calma auto impuesta, pero podía leerse por su semblante que aquel evento no se había sumado a la intranquilidad que reinaba por doquier.

- ¿Tienes miedo, prima? -El celeste de sus ojos compitió con el rojizo de Radovina, obviamente no en lo peculiar pero si en intensidad-. Siempre he creído que el miedo no es el problema, es la capacidad de sobrellevarlo. Temer me mantiene despierta, me obliga a actuar más allá de lo que se espera de una dama de la Corte.

Fue observando a medida que avanzaban pensando de antemano que aquella zona debía estar igual de desprotegida que el resto. Si algo podía atribuir a su padre era su eficiencia en la batalla, tanto en asedios como en defensa. Un marido horrible, un padre distante y aún así una fuente de la cual se podía aprender mucho. Lo vio morir, escuchó a manos de quién, pero nada hizo por ayudarlo. Pasó junto a él sin ni siquiera alargar la mano para consolarlo, no iba a concederle lo que tantos años había denegado a su querida madre.

- Quiero comprobar la poterna. Es una entrada como otra cualquiera, pero suele pasar desapercibida por muchos.

Miró a Tiberiu que andaba obediente a su lado.

"Lo que daría por saber lo que piensa esa pequeña cabecita suya", pensó a medida que una hermosa y tierna sonrisa se formó.

- ¿Cómo te encuentras, Tiberiu? ¿Estás asustado? -Miró con dulzura a su hijo-. Como dije a Radovina: "no temas al miedo, aprende a manejarla". No es fácil, pero ten eso en mente y te aseguro que te ayudará a ser un gran caballero.

Dagu aún se encontraba débil por todo lo sucedido, y apenas decía o miraba nadie. Su mano le seguía doliendo con dolores y creía posiblemente que estaba enfermo. Escuchó su nombre en bocas de Visany y asintió ante sus palabras. Lentamente comenzó a levantarse para irse con ambas mujeres de aquella habitación.

No cuesta mucho localizar la porterna, una sólida aunque pequeña puerta, muy reforzada, y cuya cara exterior está hecha de piedra para disimular su existencia. Es un alivio encontrar con que además es posible abrirla desde el interior, a pesar de su resistencia. 

Esta da al lado norte del islote en el que se asienta el castillo... Sin embargo, no hay nada más allá. Las gélidas aguas del río con todo lo que se puede observar, sin ninguna barca que sirva para cruzar. 

- ¿Cómo te encuentras, Tiberiu? ¿Estás asustado? -Miró con dulzura a su hijo-. Como dije a Radovina: "no temas al miedo, aprende a manejarla". No es fácil, pero ten eso en mente y te aseguro que te ayudará a ser un gran caballero.

-¿Asustado? -dice el niño, con absoluta candidez-. ¿Por qué? ¿Por la guerra, la muerte, los gritos y los llantos? ¿Por el cielo de color extraño? -Tiberiu sonríe-. No. Es lo que he visto desde que recuerdo: sangre, muerte y extrañas cosas que no deberían existir. Eso es vivir, ¿no mamá?

Alzó casi con delicadeza una ceja ante las palabras de su hijo. Cierto que había calidez en su voz, pero las palabras, el sentido de las mismas...

- Esto es sobrevivir, Tiberiu. Es lo que hemos estado haciendo durante mucho tiempo, desde que estabas en mi vientre -Enfatizó tocando la zona-. Desde mucho antes Schaar luchó por mi, como ahora lo hace por ambos. La tranquilidad no se adquiere, se conquista, o se repele que es nuestro caso.

Finalmente llegaron a la poterna y tras algo de esfuerzo la decepción se reflejó en el bello rostro de Dubieta. No había barca, lo cual en parte era obvio si no querían llamar la atención desde el exterior. La puerta estaba bien ubicada y camuflada, al menos a ojos inexpertos. Una pena que en principio fuera una salida complicada.

- Lástima... -musitó.

La poterna volvió a ser cerrada, no había nada más que hacer allí.

- Regresemos.

Extendió la mano para que su pequeño la cogiera y mantuviera el ritmo junto a ella. Ahora había más seguridad en el interior que siendo objetivo de una oleada de flechas. Todo era posible, eso lo tenían claro.

- No es la vida que quiero para ti, Tiberiu, pero es la que tenemos y me alegra que no tengas miedo -Aunque sentía algo de tristeza al oír la soltura con la que hablaba. Sin embargo...- Radovina, permíteme unos instantes con mi hijo. Nos reuniremos en el Salón Principal. No no demoraremos. 

Esperó que estuvieran lo suficientemente lejos como para hablar con su retoño.

- Ya que no tienes miedo vamos a hablar sobre las "cosas extrañas que no deberían existir". Nunca hemos hablado de ello, quiero escucharte. Es algo que te hayan mencionado o...

Dejó la frase en el aire a medida que su mirada pedía una respuesta.

-Por supuesto Dubieta, pero temo por vuestra seguridad, así que hacedlo lo más breve posible.

Acaricié la cabeza de Tiberu antes de empezar a caminar para cruzar el patio y dirigirme dentro del castillo, al Salón Principal.

Intenté calmar la angustia que sentía dentro de mi pecho mientras observaba el patio. Me pregunté qué pasaría con nosotras, con todos, si conseguiríamos escapar de esto.

- Dama Radovina se dirige al Salón Principal.