Partida Rol por web

Había llegado con la imposible discreción que siempre la rodeaba. No, la Condesa Dubieta Szantovich no podía pasar desapercibida allí donde iba. Por algo se decía de ella que era la mujer más bella de toda Transilvania. Con una belleza serena, pero fascinante, apareció llevando de la mano a su hijo, un muchacho de cinco años. Les seguía el Caballero Schaar Dvy.

Se colocaron cerca del Trono, pero no en un primer plano, dejando espacio para que otros ocuparan las posiciones de privilegio. Aún sin saber quiénes las merecían. En silencio asistió a la entrada del Duque, y al saludo del noble que allí le aguardaba, junto con el otro recién llegado.

Con una inclinación de cabeza saludó a su prima, Radovina, y al Maestro de la Corte que se hallaba junto a ella. Y esperó. Vigilante, observando. Esperó.

El camino hasta el salón se le había hecho eterno y, siendo como era, obviamente el mayordomo no lo había desaprovechado. Había pensado caminando tras el Duque, siguió pensando cuando entró delante de él y aun tras la reverencia. Pero para un hombre la eternidad no es más que una ilusión y finalmente llegó el momento para el que tanto había pensado. Estaba preparado.

Se situó junto al Duque, un par de escalones más bajo que él, y elevando la voz habló.

- Nobles damas y señores reunidos todos bajo la autoridad del Duque Gyula Kadar, por la gracia de Dios. Esta sesión de la Corte debía iniciarse hoy, no por mi persona, para dar la bienvenida a los dos representantes de la noble casa Dravescu llegados esta misma mañana. Pero no en pocas ocasiones las buenas nuevas van acompañadas de otras no tan buenas, trágicas. Al igual que nuevos hombres llegan, otro que llevaba entre nosotros mucho tiempo se ha marchado… El chambelán Lorand Teleki ha muerto.

Dejó que susurraran, dejó que cuchichearan, dejó que contuvieran el aliento y que exclamaran. Tenían derecho a hacerlo. Eran reacciones naturales, más que el silencio sepulcral. Ante la mención de la muerte la gente sentía la necesidad de hacer ruido; ya fuera riéndose de ella, diciendo cuánto miedo la tenían o discutiendo lo que encontrarían al otro lado debían demostrar de algún modo que seguían estando vivos.

Cuando todos callaron prosiguió.

- Yo… Yo…- El recuerdo, el cadáver inmóvil en el suelo…  Otto notó que la voz se le quebraba. Carraspeó intentando disimular.- Lo siento. Yo descubrí su cuerpo. Un accidente, un simple tropiezo, un golpe fortuito pero fatal… Solo Dios sabe por qué se marcha la gente de una forma tan repentina e injusta. Mañana se realizará el sepelio y una misa en su honor en la iglesia de la ciudad a la que todos están invitados, nobles y plebeyos. El Duque ha creído conveniente que así sea para que el chambelán Lorand Teleki reciba los respetos y oraciones de todos sus vasallos, tal y como merece un hombre de su linaje y valía. Sé que no se puede evitar sentir pesar por su muerte, pero nuestras responsabilidades nos obligan a seguir atendiendo los asuntos de los vivos.- El mayordomo torció el gesto. En su cabeza le había sonado todo mejor, más perfecto, pero llegado aquel momento le parecía del todo inapropiado. Aun así lo dijo.- Debo anunciar mi nombramiento como nuevo chambelán y en el ejercicio de mis nuevas responsabilidades, que espero poder llevar con la misma eficacia que Lorand Teleki, anunciar la llegada del noble Zort Dravescu y de su hijo el caballero Zuyla Dravescu.

Se apartó para que el Duque siguiera, cediéndole todo el protagonismo a él y a sus dos invitados.

Cada uno de los presentes fueron escudriñados de arriba abajo por la mirada vigilante, pero discreta de Zort. Aquella primera noche de Corte ya estaba preparando sorpresas. Al escuchar las noticias de la muerte del Chambelán Lorand Teleki la mirada del Dravescu se clavó en la de la jóven de ojos rojos. Y allí permaneció hasta que las palabras del nuevo Chambelán lo trajeron de nuevo a la sala. Miró a Zuyla y se adelantaron un paso hacia el Duque.

- Mi señor Duque Guyla Kadar, la noble Casa Dravescu agradece tu bienvenida y te desea a vos y a los tuyos larga vida...

Un pequeño escalosfrío recorrió su columna al decir estas palabras. Larga vida podía no significar nada bueno en algunas ocaciones. Zort y Zuyla sabían muy bien aquello.

Quieta como un palo, en su sitio cerca del Senescal, la joven Innya palideció.

Así que, después de todo, esa corazonada de la noble Szantovich era cierta...

La miró, perpleja. Y después miró al nuevo Chambelán. Se alegraba por él, Otto la había tratado en todo momento con amabilidad y cortesía, merecía ese puesto. Pero, por otro lado, era un pena para el pobre hombre haber sido él quien le encontrara. Menuda mala suerte, un accidente inesperado...

Prácticamente acababan de llegar cuando las puertas del salón se abrieron revelando al otro lado la figura del, para Tiberiu, insignificante y aburrido mayordomo. Sus ropas, su forma de caminar, sus gestos. Todo parecía haber sido perfectamente escogido para no destacar en nada. Pero aquel hombre no venía solo. Tras él las sombras anunciaban la llegada del que el niño estaba impaciente por ver: el Duque.

Contuvo un grito de emoción al ver al Duque. Su madre le había pedido que no hablase y eso incluía no gritar, pero le resultaba imposible guardárselo dentro. Apretó con un poco más de fuerza la mano que le tenía prisionero y dio un par de saltitos rebosantes de emoción esperando...  Esperando… Esperando…

- No ha hecho el truco. Mamá, no ha hecho el truco.- susurró a Dubieta tan pronto entró Gyula Kadar. Era toda una decepción que no hizo más que crecer cuando el insignificante hombre de negro comenzó a hablar confirmándole que también era aburrido en eso.- Eh, mamá. ¿Por qué no ha hecho el truco?

Estaba empezando a lamentar haber tenido que ir…

El Duque mira con ojos fríos y muertos a Zort Dravescu, ante su gravísima falta de protocolo al tutearle.

Decide ignorarle para no verse obligado a enviarlo a las mazmorras por faltarle al respeto.

Su mirada se cruza con la del Caballero Zuyla Dravescu y sus ojos se vuelven más vivos y animados.

- "Caballero Zuyla, aquí estáis, al fin.

Os requerí a mi servicio debido a vuestra amplia fama, que llega a todos los rincones de nuestra querida Transilvania. Vuestra casa aceptó gustosa a mi petición.

Lo que no puedo entender es por qué habéis tardado más de un año en obedecer la orden de vuestro señor feudal. Ni tampoco porqué traéis a vuestro anciano padre a mi Corte." -

La voz del Duque es suave, pero penetra en los oídos de todos como el sonido del propio corazón al latir en mitad de una noche de silencio absoluto.

Zuyla permanecía completamente rígido, envarado, tras haberse levantado una vez que el duque se dio por enterado de su presencia y se dirigió hacia la silla del trono para dar comienzo a la Corte Nocturna. Mas las palabras del mayordomo hicieron que, sin poder evitarlo, dirigiera su mirada durante unos instantes hacia la noble joven de roja mirada, Radovina Szantovich.

¿Cómo es posible que adivinara con tanta precisión lo que iba a ocurrirle al senescal? se dijo ¿Acaso ella había tenido algo que ver con la muerte del anciano o por otro lado, lo que era aún más preocupante, tenía algún arcano poder?

Sin embargo, no quedaba tiempo para tales pensamientos. El Duque había notado la grave falta de protocolo de Zort, algo tan extraño como que el sol se tornara negro en pleno día. Pero esas cosas, de cuando en cuando ocurrían. ¿Su enfermedad le habrá pasado factura? En todo caso, tras sancionar sus palabras, el duque se dirigió hacia el propio Zuyla, de modo que parecía que había decidido pasar por alto la afrenta.

Mi señor Duque, no puedo hacer menos que pediros disculpas, y someterme a cualquier castigo que considereis preciso imponerme.  comenzó a hablar el fornido caballero , procurando mantener la vista baja, pero sin dejar de hablar directamente a su señor. Aún así dudó por un instante antes de continuar explicando su demora.  Mi señor, teníamos entendido que la voluntad de vuestra señoría era que ambos, padre e hijo, viajáramos a la Corte para entrar a vuestro servicio. La gravísima enfermedad de mi padre nos impidió viajar antes, pero en cuanto se repuso nos pusimos en camino.

No hizo mención alguna a sus supuestas hazañas. Zuyla Dravescu era un hombre reservado y tímido. ya había expresado muchas veces lo que opinaba de aquellos que lo admiraban, y no iba a contradecir al Duque si éste quería creer que era digno de su fama, por mucho que él mismo lo dudase.

- "En realidad, la promesa que vuestro primo, el Boyardo Dravescu, le hizo a mi vasallo, el Conde Zichy de Valcea, es que vos me juraríais fidelidad y entraríais a mi servicio como caballero de mi Corte.

No se habló de vuestro padre, buen Zuyla. Sin embargo, aquí está. Si él también está dispuesto a jurar y entrar a mi servicio, será bienvenido a quedarse en la Corte con vos.

Según mi Senescal, el noble Jensi Stolnic aquí presente, vuestro padre fue un tiempos un consumado político bien conocido en Transilvania." -

Asaltaron la cabeza de Zort cientos de recuerdos de sus viajes, de la cantidad de nobles que había conocido, de las varias veces frente a duques y voivodas. Y allí estaba nuevamente. Parecía ser la política, el único sentido de su vida.

- Mi señor Duque Guyla Kadar, os agradezco su generosidad. Tanto el Caballero Zuyla Dravescu, como yo, estamos dispuestos a juraros fidelidad y serviros en lo necesitéis... o lo que necesite nuestra gran nación.

Querría haber intervenido para preguntarle un par de cosas al Mayordomo Otto, pero la muerte del Chambelán había quedado sospechosamente encubierta por la presentación de los invitados. Había percibido que Otto estaba bastante nervioso aunque era difícil discernir la razón, dejando a un lado ideas conspiratorias bien podría estar nervioso por la visión del cuerpo de Lorand Teleki. Sin embargo, el hecho de que Durius se hubiera marchado del castillo con buena parte del Séquito dejaba poca gente de la que sospechar.

Quizás tratase de sacar el tema en público después de las presentaciones, sería más fácil descubrir la verdad si Otto se sentía intimidado por la presencia del Duque, pero debía andar con cuidado pues se trataba de un tema delicado.

El Duque asiente ante las palabras de Zort Dravescu, otrora emisario de Satu Mare.

- "Mayordomo, tomadle juramento a Zort Dravescu. Desde hoy será vuestro ayudante en la Corte, especialmente en asuntos diplomáticos." -

Muerto. Había esperado algo malo, había sentido ese algo malo en sí misma, pero habría dado lo que fuera por equivocarse. Por dos cosas. Una, porque confirmaba que había sido una visión de real presciencia. Otra, porque el gentil Chambelán estaba... muerto.

Miraba al frente, en un punto indeterminado entre el Duque y el suelo, escuchando, pensando....

La noble Radovina estaba hierática, inmóvil, mirando hacia un punto indeterminado entre el Duque y el suelo, frente a ella. No pareció inmutarse ante la noticia de la muerte del Chambelán, o quizá la había trastornado tanto que no había sido capaz de reaccionar de ningún modo. En cualquier caso seguía allí, como una bella escultura a la espera de que se interpretara frente a ella la obra de los disfraces y las mentiras, el despliegue cortesano. Parte indudable de ella, acorde con ella.

Una incógnita más, una incógnita en sí misma.

Una mirada sin palabras y un ligero pero firme y explícito apretón de la mano que aún sostenía a Tiberiu fueron cuanto éste obtuvo de respuesta por parte de su madre.

Sin embargo los ojos de Dubieta se entornaron, y cambiaron de dirección al instante, una rápida y fugaz mirada los cruzó con los de su Caballero. Y luego se fueron posando en cada uno de los presentes, empezando por su propia prima. No se le escapó ni un gesto, ni una actitud, ni la más imperceptible sombra de reacción. Sentimientos. Tan escondidos, tan ataviados.

Schaar siguió a Dubieta al Salón, como habían hecho la noche anterior, pero esta vez su ánimo era completamente distinto, y las primeras comunicaciones realizadas tras la entrada del Duque aún hicieron que el rostro del Caballero se ensombreciera más.

Por un breve momento intercambió una mirada de complicidad con Dubieta, aquello era lo que les había acongojado el día anterior, pero ¿qué habría pasado?. Sin perder un sólo gesto o movimiento de los presentes, Schaar se mantuvo atento el resto de velada, esperando salir de allí cuanto antes.

El rostro del Senescal se quedo lívido ante las palabras del Mayordomo... el chambelan Lorand muerto y una rápida mirada se dirigió hacia Radovina. El presentimiento de la noble había sido acertado después de todo y Lorand Tereki había fallecido. El Senescal tenía muchas preguntas rondando su cabeza, mas ahora no podía hacer mucho mas salvo seguir con el protocolo de la Corte. 

Poco a poco su rostro recuperó su expresión habitual y esperaba pacientemente a que finalizase la Corte para hablar con el mayordomo. Quería darle la enhorabuena y ya de paso hacerle ciertas preguntas.

La conmoción ante la noticia de la muerte de Lorand había sido mucho menor de lo que esperaba, pero Otto no quiso darle la menor importancia. Se encontraba rodeado de animales políticos, representantes de las familias Szantovich y Dravescu. Desde pequeños seguramente habían sido educados para guardar la compostura en la corte hasta en el peor de los momentos.

Tampoco le pasó desapercibida la mirada de Innya, incluso la sostuvo por un instante, pero no tardó en bajar la vista afligido.

Cuando su señor volvió a llamarle asintió y dio un paso al frente.

 - Zort de la noble casa Dravescu, ¿juráis fidelidad y obediencia al Duque Gyula Kadar aceptándolo como vuestro señor legítimo? ¿Juráis servirle y serle leal hasta el último de vuestros días?

Zort enterezó su espalda, hinfló su pecho, se adelató unos pasos hasta llegar ante el nuevo Chambelán, y se arrodilló.

- Chambelán Otto de Sajonia, teneis mi palabra. Yo, Zort Dravescu, "el Emisario", juro ante Dios y todos los presentes, total obediencia y fidelidad a mi Señor Duque Gyula Kadar.

El mayordomo, chambelán desde hacía escasos minutos, contempló extrañado cómo Zort Dravescu se acercaba para arrodillarse frente a él. Nunca nadie lo había hecho, nunca, y no creía que aquel fuera el mejor momento para hacerlo. Él no era más que un vocero, el juramento y arrodillamiento era para otro.

- “Detalles…”

Enarcó una ceja y miró de reojo al Duque sentado en su trono a escasos pasos de Otto, preguntándose cómo se lo tomaría él.

 - “Problemas, siempre problemas. Y a mí me toca solucionarlos…”- pensó, y con la misma rapidez dio con lo que creía que era una solución.

- Dios y todos los presentes somos testigos de vuestras palabras- respondió al noble mientras con parsimonia se alejaba de él para situarse de nuevo en un segundo plano, quedando así más lejos del señor arrodillado que el Duque.- Que vuestros actos hagan honor al juramento, Zort de la Casa Dravescu. Será un honor trabajar junto a vos.

No había quedado tan bien como habría quedado de haberse hecho bien desde el principio, ni tan bien cómo Otto hubiese deseado, perfecto; pero tal y como él lo había dejado el Duque podía pedirle que se pusiese en pie reafirmando su autoridad y a continuación tomar juramento al hijo.

Con una ceja levantada como única expresión permitida, Radovina asistió al juramento del noble, al... Duque.

¿Lo habrá hecho a posta? Si es así, es una actitud peligrosa, pero hábil. Es un modo sutil, o no tanto, de dar un buen bofetón al magyar que se ha sentado en el trono de nuestro país. Sin embargo, si su sumisión al nuevo Chambelán es sólo un descuido, y no ha sido intencionado, entonces es que ese anciano está más senil aún de lo que parece...

Tras contemplar la reacción de Otto, y su escapada al fondo, se permitió una leve sonrisa. Muy leve. El Chambelán no estaba senil, eso era evidente. Y tampoco el noble caballero hijo del Emisario, suponía. Pero eso se vería ahora...