Partida Rol por web

Iacobus miró a toda la pantomima de resurrección de la dama, con cierto aburrimiento. Definitivamente hubiera sido otra cosa si a la Basarab le hubiese tocado despertar en sus brazos, tal como hubiese sucedido si los acontecimientos se hubieran dado del modo en que iban a darse. Luego, otra pantomima, con el juramento de lealtad y esa cantidad de palabrería vacua relacionada, a la que su brevedad no la hacía de ningún modo ser buena. Apoyó en tierra la punta de la espada ajena, y recargó ambas manos sobre el pomo, relajando la postura. La armadura estaba bien, pero la libertad de movimientos no había quién la reemplazase.

¿Cómo? ¿Pero qué está diciendo?

El caballero de los Cárpatos, por una vez, se quedó sin saber si reírse, decir algo o qué. ¿Recompensar la qué con qué? Joder, aquello sí que era un delirio y no lo que decía el padre Adelmus. Sin embargo, sabía perfectamente a qué obedecía semejante asunto. Sobre todo el de Dubieta, aunque ella contaría con la senilidad de su esposo como ventaja para manipularlo. A él, en fin, poco le importaba, la parte de casamiento incluida. Lo cierto era que le remitía a épocas pasadas, muy pasadas, y muy buenas. Ah, sí que lo eran. Miró a Radovina, la dueña de los ojos rubíes, y sonrió de costado.

Permiso, bendición, ¿cuántos eufemismos más? Aunque me pregunto qué querrá decir con 'adecuadamente'.

Los recuerdos, las proyecciones, y repentinamente las ideas en su mente volatilizaron la orden. Habría que ver.

Madre, está muerta.

Y bien muerta, querida. Aunque ha sido una lástima.

- Vuestra confianza tendrá una adecuada recompensa, Duque, espero - dijo Iacobus, adelantándose unos pasos, para luego realizar un saludo de despedida con la cabeza - Aunque, como ya sabéis, más que palabras prefiero hablar por actos.

Por no decir que si tenía que hablar de lo que pensaba del matrimonio aquel y demás, tenía que empezar a reírse. En fin. Despidió una vez más al Duque, miró a Durius, observó a su futura esposa con ganas de reírse a carcajadas por la estupidez, y salió del Salón llevándose consigo la espada de Giorgina Basarab.

Mire a mi hermana, teniendo la misma mirada que ella cuando mi madre volvió con nosotros y note su lagrima.

Trague algo de saliva y no dije nada, me sentía demasiado culpable por la perdida de mi tía, pero no lo demostraría.

Miré al Caballero de los Cárpatos y la espada que portaba, antes de morder mis labios por dentro, tomar con mas fuerza de la mano a mi madre y comenzar a caminar mas rápido...

Deberéis aceptar cálices cuyo sabor amargo no os guste. Pero ello os hará más fuertes. Y nunca, recordad mis palabras, debéis olvidar. El perdón es un don cristiano y solo unos pocos pueden permitirse su lujo en nuestras tierras. Pero el olvido es la muerte. Recordadlo.

Nunca olvidaría esas palabras...NUNCA 

Inclina la cabeza ante las palabras del duque. No podía quejarse ante el ofrecimiento de su señor. Ya tenía una edad y eso comenzaba a notarse. La posibilidad de tener a alguien a su lado era reconfortante. Y mas cuando era una noble de alcurnia -caída en desgracia, cierto, pero noble al fin y al cabo-. Otra cosa era el pensamiento de la mujer ante tamaño ofrecimiento. No le sería muy agradable... pero, ¿que podía hacer que aceptar?- gracias, mi señor- es lo único que podía decir.

Lo que le entristecía en cierta manera era el casamiento de Radovina con el caballero de los Cárpatos. Consideraba una unión muy poco favorecedora para la muchacha. Claro que Iacobus debía andarse con cuidado. Esa mujer era de armas tomar. 

No tenía mucho que hacer, así que decidió ir hacia Dubieta Szantovich- mi señora, siento que haya presenciado toda esta... escena- cogió delicadamente su mano y le dio un rápido beso. Dios, ya no tenía edad para este tipo de cosas. Se sentía bastante ridículo, pero quería que la mujer se sintiese cómoda con él. Tanto por ella como por el pequeño. Al fin y al cabo, ella debía explicarle la situación al niño.

Miró hacia el muchacho y le sonrió- lo mismo va para ti, pequeño.

- La dama Svitlana Basarab de Polonia sale del Salón Principal acompañada por sus hijos Vikos y Veronika.

- Poco después sale el Caballero de los Cárpatos, portando una espada que no es suya.

Dubieta miró la escena con gran frialdad y serenidad. Cuando su hijo le preguntó si su padre había muerto así acarició el rostro del muchacho y esbozó una leve sonrisa.

- ​No, hijo, tu padre era un gran hombre y murió con honor  - no podía decirle otra cosa a su hijo y debía acostarlo ya.

Cuando el duque decidió su enlace con el Senescal Jensi se hizo un nudo en su garganta, realmente no quería hacerlo pero no le quedaba opción alguna. Con una falsa y perfecta sonrisa miró al duque.

- Será un placer, mi señor  - luego miró al senescal Jensi  - No se preocupe. Ahora debo acostar al niño - agarró la mano de su hijo y salió por la puerta, su hijo no debería estar despierto a esas horas de la noche.

Radovina mira al Caballero de los Cárpatos con una cierta timidez en la mirada al tiempo que se sonroja.

Con una elegante reverencia se despide del Duque.

- "Se hará como vos ordenéis, mi señor." -

Con decoro, se retira del Salón en dirección a su aposento.

- Todo el mundo sale del Salón, excepto los guerreros de sangre y el Caballero de Slobozia.

- "Acércate, Durius." -

- "Bien. ¿Has contactado ya con la Casa Danislav? Me han comentado que nos quedan muy pocas habitaciones de invitados. Y en estos momentos el Tesoro está casi arruinado. No tenemos recursos para hacer nuevas obras en el castillo.

De ser necesario, tal vez podríamos alojar invitados en tu mansión en la ciudad.

Bien, y ahora debo encomendarte una pequeña tarea. Ve con el Tercer Caballero de la Corte, Zuyla. Y ese Maestro tuyo, Maserrak. Debería de castigarlos por marcharse así del Salón de la Corte. Ese Zuyla es temperamental...

Imagino que los encontrarás en la capilla, donde sea que hayan llevado el cadáver de esa Basarab. Transmíteles mis órdenes: deberán velar el cuerpo de la difunta esta noche. Por la mañana la llevarán en un carro envuelta en un sudario y se la entregarán al Padre Adelmus en su Iglesia. Le explicarán al Padre que su pariente desenvainó su acero en insidiosa traición y que hubo de pagar con su vida. Que sean corteses y diplomáticos.

Tenía planes para ese Zuyla, pensaba desposarlo a él con la ex-Condesa Dubieta, pero esta noche me ha decepcionado. El Caballero de los Cárpatos, el Segundo Caballero de la Corte, ha resultado ser un súbdito mucho más leal y entregado.

También había pensado desposar a ese infeliz de Flaviu con la bella Radovina, pero finalmente he pensado que debía recompensar a los míos también. A los más leales.

Pienso que el Matavampyr puede ser útil, si lo controlamos bien. Dile a tu Chiquillo que lo someta con disimulo al Juramento de Sangre. Bastará con que le haga beber vino con algo de su sangre en tres ocasiones diferentes, en noches diferentes.

Si es verdad que es un matavampyr auténtico, una vez lo hayamos convertido en esclavo de sangre lo usaremos para rastrear y dar caza a los Guardianes de la Noche leales a la Casa Basarab que queden en la Tirsa de Balgrad. Ese es el elemento perturbador de incertidumbre que nos impide estar tranquilos con respecto a los Basarab.

Ve, mi fiel Durius, ve." -

Los pasos de los últimos en abandonar la estancia iban perdiéndose en la distancia, y tan solo restaba el hedor de la guardia del Duque mitigando el perfecto aroma de la sangre de Giorgina de Basarab. ¡Qué desperdicio!, se dijo Durius resistiendo la tentación de tomar aquella sangre entre sus manos y degustarla.

Ante la orden de Gyula, se acercó al mismo y escuchó atentamente cuanto este tenía que decirle. Cuando concluyó, guardó unos instantes de silencio, antes de hablar y pronunciarse.

-No mi señor Duque. Aún no he entrado en contacto con la casa Dansilav. El asunto de los Basarab era prioritario y prefería saber cómo concluiría antes de dar el siguiente paso. Hoy mismo enviaré una misiva a la Dama Danislav invitándola a vuestra corte. Respecto a la difunta, haré como ordenáis -dijo escuetamente. No tenía intención alguna ni de razonar ni de justificar el comportamiento de Maserrak o de Zuyla. Ambos conocían la corte y sus reglas. La responsabilidad de sus actos era solo suya y ante Gyula Kadar no había lugar al error, por buenas o malas que fueran las razones existentes tras un determinado comportamiento-. Y Valru procederá como señaláis, mi señor.

Durius se dispuso a retirarse. El Duque había hablado y señalado su partida. No obstante, antes de cruzar las puertas se detuvo un instante.

-Mi señor Duque, hay algo de lo que quisiera hablaros. Pido vuestro permiso para hacerlo. Afecta al Caballero de los Cárpatos y a vuestra decisión de desposar a la joven Szantovich.

Durius mira al Trono Ducal y sólo ve sombras.

Momentos después, el Duque vuelve a aparecer entre esa oscuridad. Su rostro refleja un cierto hastío.

- "Habla." -

-No es mi intención juzgar vuestra decisión acerca de tal enlace. Tan solo me veo en la necesidad de comunicaros ciertos aspectos en relación al Caballero de los Cárpatos. Durante nuestra entrevista con Blaatu Basarab no dudó en sacar su espada y batirse contra el primogénito de la casa. Tal hecho, al margen de su oportunidad o no, reveló algo que no he sabido juzgar oportunamente pero que quiero poner en vuestro conocimiento. La sangre y sus habilidades. Sin duda, vuestro conocimiento es superior al mío y es probable que cuanto os narre ya lo sepáis, mas... -dijo Durius-. Se derramó sangre por ambos lados. La del Basarab resultó embriagadora. La del Caballero de los Cárpatos hedía. Jamás he captado algo similar. Su olor era el de la corrupción, algo nauseabundo, una sangre que de ser tomada como alimento sería algo vano pues supondría la locura, el odio y la demencia a quien pretendiera consumirla. Iacobus Radoslav, el icor que corre por sus venas, su velocidad, su maestría con la espada. No, no es humano pese a su apariencia. Ignoro qué le trajo hasta vuestra Corte, mi señor, pero no es la lealtad lo que le mueve. No hacia vos, si me permitís la osadía. De algún modo, sospecho que sus querencias se inclinan por otros derroteros que no alcanzo a vislumbrar, aunque Coslana tal vez fuera la clave. Era cuanto tenía para deciros, mi señor Duque.

- "A nosotros también nos llaman los Guardianes de la Noche, los protectores secretos de Transilvania, la tierra madre, contra terrores ocultos que son peores que nosotros.

Sospecho desde hace tiempo que el Caballero de los Cárpatos es una manifestación del poder oscuro de la propia tierra de Transilvania. Algo contra lo que quizá nuestros antecesores combatieron.

En cualquier caso, lo prefiero como aliado que como enemigo. Especialmente cuando los Basarab pueden tener al menos a dos vampyr entre sus filas, uno de ellos un poderoso Koldun.

Sospecho además que otros enemigos acechan entre las sombras, como ese extraño esqueleto al que os enfrentasteis hace tres años. En aquel momento no pudiste derrotarlo pese a tener al Caballero de los Cárpatos de tu lado. ¿Qué hubiera sucedido de no haber estado él?

Es un recurso demasiado valioso como para desaprovecharlo, y su mayor integración en la Corte es una necesidad. No dudo de que es peligroso, como tampoco de que sabrás tenerlo vigilado como hasta ahora.

Es importante además que cultivemos aliados que nos puedan servir de contrapeso. Aliados como tal vez el Caballero Dravescu.

Puedes retirarte, mi buen Durius." -

La imagen del Duque se vuelve grisácea y se difumina con las sombras del trono hasta desaparecer.

Durius tiene la sensación de que ya no está en el salón.

Escuchó y calló. Y ante todo digirió aquella información que habría de profundizar. Sí, necesitaba más datos acerca de la naturaleza del Caballero de los Cárpatos, aunque ignoraba cuáles podrían ser las fuentes de las que mamar tal conocimiento. Tal vez Maserrak pudiera ayudarle en aquel extremo. 

Y tras la desaparición de Gyula, aparentemente desmaterializado lo cual le hacía acreedor de un poder del que él carecía, cruzó las puertas del salón para dirigirse a la capilla en la que supuestamente hallaría a Valru. 

- Durius sale del vacío Salón Principal.

FARKAS DELI:

- Te encuentras solo en el Salón Principal.

- El Duque y el resto de la Guardia de Sangre probablemente se hayan retirado ya a descansar.

- No te sientes cansado, estás habituado a la vida nocturna.

Farkas olfateó el aire. Hacía tiempo que se habían marchado todos de allí, pero como siempre él había sido el primero en llegar y el último en marcharse. Debía asegurarse que ningún intruso penetraba en aquel salón mientras duraban las audiencias del Duque, o que nadie intentaba colarse una vez terminadas estas para acercarse a los aposentos privados en los que reposaba.

Nada en el aire. Todo tranquilo aquí.

Se relajó durante un instante solamente. Y dio media vuelta haciendo tintinear su protección de mallas. Era bastante cómoda de vestir, aunque le restaba mucha movilidad en combate, que compensaba con una excelente protección cuando estaba en forma humana. Mientras se acercaba a los aposentos de su Señor rememoró todo lo que había acontecido aquella noche. Había sido una de esas noches algo movidas que la corte regalaba de vez en cuando.
La negativa de aquellos niños insolentes habían hecho correr la sangre y él había tenido que forzarse para no saltar a devorar el cadáver de la mujer muerta.

Podían habérmela guardado, o a alguno de esos niños estúpidos. Pensó con una sonrisa en su cara.

Algo parecido a una sonrisa se dibujó en su rostro al pensar eso, una sonrisa macabra. Al final el Duque había resuelto el asunto con su perfecta justicia y sabiduría y ya nadie más había tenido la desfachatez de contrariarle.

Necesito su sangre.

Aquello era lo que realmente deseaba, mucho más que devorar cualquier cuerpo humano. Con pasos ágiles recorrió la distancia hasta la puerta y entró en las estancias privadas de su Señor. Nadie podía osar entrar allí sin su permiso y el último que lo había hecho estaba muerto y listo para enterrar, al menos aquellas partes que habían quedado después del banquete que se había dado. La mayoría de sus compañeros preferían comer cadáveres putrefactos, eso era asqueroso, pero a él le gustaban frescos y recién muertos, con la sangre todavía bombeando por el cuerpo.
Dirigió una mirada a sus compañeros y en un leve susurro le dio la orden.

-Estad atentos, que nadie entre.

Después se acercó a la sala reservada para su Señor y susurró de nuevo hacia el interior como pretendiendo no molestar.

-Señor, todo está tranquilo. Seguiremos vigilando.

No osaría pedirle sangre. Él se la daría cuando fuera necesario.

El Duque sale de su estancia privada sonriente mientras enrrolla un mapa.

- "Bien, muy pronto regresaremos a nuestros dominios en la tundra magyar, pero mi fiel Farkas, me temo que tengo para ti una mala noticia...

No puedo confiar en nadie en esta Corte, ni siquiera en los que me son claramente leales, como Otto o Jensi, pues podrían ser manipulados fácilmente por las Szantovich.

El Capitán Zarak es fiel, pero tiene sus limitaciones. Necesitará apoyo en su labor de controlar el feudo de Transilvania y en concreto la Corte.

Durius, Iacobus, el Matavampyr, todos son elementos útiles, pero falibles. Necesitan la presencia de alguien fuerte que vele porque se mantengan en la senda de la rectitud." -

El Duque se rasga una vena de la muñeca izquierda con sus afilados colmillos y después vierte unas cuantas gotas de una sangre brillante de un rojo tan oscuro que es casi negro.

- "Tú, mi fiel Farkas, serás su guía." -

Farkas se quedó callado mientras escuchaba a su Señor y un montón de sensaciones se fueron acumulando en su interior, una lucha tan grande como cuando tenía que resistir al embrujo de la luna. Había pasado todo lo que recordaba de vida junto al Duque y ahora tenía que elegir entre separarse de él o desobedecerle. Dio un paso hacia el interior de la estancia y clavó una de sus rodillas en el suelo mientras agachaba la cabeza para hablar.

-Pero mi Señor. ¿Acaso le he fallado en algo? Siempre le he servido de la manera más leal, como usted se merece. No me separe de su lado.

Farkas quería seguir al lado del Duque y no podía soportar alejarse de él. El Duque sabía sus inquietudes, su lealtad y también su necesidad. Se rasgó la muñeca y Farkas se acercó a beber como había hecho tantas veces. La sangre del Duque lo calmó y le hizo someterse a su voluntad. Volvió a bajar la cabeza.

-Señor, haré lo que me ordenáis. Tan solo decid lo que esperáis de este humilde servidor y será hecho.

Farkas no sabía que podía hacer él allí sin la presencia de su Señor, pero estaba convencido que debía obedecer. Si el Duque necesitaba su presencia allí él se quedaría y cumpliría con las órdenes fueran las que fueran, incluso con su propia vida, pues le pertenecía a su Señor. Farkas no era un hombre de corte sino uno de acción, pero haría lo necesario para agradar al Duque.

- "Deseo que el feudo siga siendo seguro, y que ninguna conspiración o traición pueda arraigar.

Eres el jefe de la Guardia de Sangre y este es ahora tu territorio, y tú su guardián." -

FARKAS DELI:

- La necesidad de proteger el territorio es uno de los impulsos más poderosos en el alma de todo Hijo de la Luna.