Partida Rol por web

NOCHE CERRADA.

- El Mayordomo Otto se dirige a las puertas dobles del salón, esperando que Stolnic y los Dravescu le sigan.

Zuyla guardó silencio durante la conversación. Aquellos hombres, sin duda, eran unos valiosos recursos del duque, sabían mantener la calma a pesar de las circunstancias. Sin embargo, la explicación que el caballero quería escuchar no llegó a tener lugar, y Zuyla hubo de dejarlo pasar. No podía tensarse más la cuerda.

Quizá más adelante, cuando todo se haya calmado un poco.

Para entonces, la reunión parecía disolverse. El nuevo chambelán, Otto de Sajonia, les invitaba a él y a su padre, junto con el senescal Stolnic, a seguirle, y sería una descortesía no aceptar, amén de que los Dravescu estaban realmente cansados por el largo viaje.

Mis señoras, caballero, maestro Maserrak se despidió mientras se levantaba Me honra haber podido conocerlos a todos. Confío en que a partir de ahora, nuestra vida cotidiana nos convierta en algo más que conocidos, puesto que este es ahora mi hogar, y por tanto, son ustedes mi nueva familia. Que tengan buenas noches. terminó por decir, siguiendo al mayordomo.

La por el momento Cabeza de la Familia Szantovich en el Castillo, se levantó de la mesa, y saludó con un gesto simple y austero a los hombres que estaban abandonando el Salón sin más que palabras hueras. No se entretuvo en devolverlas, ni en otorgarlas sin sentido a su vez. La parquedad y la contención eran una respuesta lo bastante explícita.

En vez de todo eso se giró luego hacia los suyos, y entonces sí habló, con dulzura y suavidad.

-Caballero Schaar, por favor, tomad a mi dormido hijo Tiberiu en vuestros brazos, más fuertes que los míos, y acompañadnos a nuestros aposentos. El chico está rendido, y debe descansar. - Se dirigió entonces a su prima.- Y vos deberíais hacer lo mismo, mi querida Radovina. Vuestra corazonada cumplida trágicamente os debe haber dejado exhausta, con seguridad. A mi no me parece extraño que la hayáis tenido, pequeña. Sois una persona sensible y empática, algo que es muy valioso en una mujer, aunque aquí parezca una maldición, me temo... -su mano hizo un levísimo gesto hacia los hombres que estaban marchando: el Senescal, el Chambelán, los Dravescu.- Yo os entiendo, pero os aconsejo que olvidéis vuestro disgusto. Será lo mejor para vuestro espíritu ahora malherido.

-Sí, Mi Señora Dubieta, y apreciada prima. Tenéis razón, como siempre.

Radovina estaba abatida, y sola. También como siempre. Aunque Dubieta compartiera su situación, la que se había trastornado era ella. Y seguía estando sola ante los hombres que abiertamente la juzgaban, sola con su pena, sola con su sentimiento, con su corazonada, con su tristeza.

-Condesa. Caballeros...

Fue su única despedida.

Pero su mirada se entretuvo en Maserrak. Él le había mostrado otro carácter, se había mostrado comprensivo con ella, empático también, aunque... quizá, después de todo, se equivocaba.

Finalmente se adelantó, avanzó con determinación en su soledad manifiesta, y salió del Salón, antes, incluso, que nadie más lo hiciera.

Observé como la Dama Radovina Szantovich abandonaba el salón sin apenas detenerse a nada. Suponía que se sentía triste y abatida por aquella sensación que había experimentado. No había encontrado consuelo en los hombres que habían frenado su búsqueda con palabras, lo que había visto o sentido se había hecho realidad y no había podido hacer nada por evitarlo. Yo también me habría sentido así si hubiera pasado por lo mismo que ella...

- Buenas noches, Caballeros, Condesa - me despedí con un inclinación de cabeza.

Inmediatamente después apresuré el paso, marcando de nuevo mis pasos con un acompasado golpe de bastón, y salí del salón principal.

Tras cerrar las puertas aceleré aún más el paso para poder alcanzar a Radovina Szantovich, había algunas cosas que necesitaba explicarle y, por desgracia, no habíamos podido llegar a ese punto en la conversación que había tenido que ser interrumpida de forma abrupta.

- Espero que no te importe ir a tus aposentos por un camino ligeramente más largo - dije en cuanto me puse a su altura.- Debemos hablar de lo ocurrido, pues creo que sospechas tanto como yo que hay en este castillo quién se guarda mucho más de lo que cuenta.

Salí de allí como si saliera de un incendio, ahogada por los sucesos, sofocada por las dudas y bajo el peso de las miradas acusadoras. Apenas podía creer que aquellos hombres entendieran nada, sintieran nada, y, sin embargo, ejercían como jueces impunemente. Mis jueces.

Apenas había dado unos pasos cuando Maserrak me abordó. En ese momento yo jadeaba, casi corría. Me detuve en seco.

-Oh, menos mal... gracias. Te lo agradezco, en serio. No sabes, no puedes llegar a saber cómo me he sentido ahí dentro...

La mirada que le devolví era de verdadera compenetración. Quizá, después de todo, seguía acertando en mis intuiciones. Y la que había sentido acerca del Maestro, de mi aantiguo conocido reencontrado, era también verdad. Podía confiar en él.

Era el momento de irse de allí, como bien estaban haciendo la mayoría de las personas de la corte. Decidió seguir a Otto, junto con los dos Dravescu. 

Damas, caballeros, buenas noches- se despidió, mientras siguió al chambelan.

- Radovina y Maserrak salen del Salón Principal.

- Inmediatamente después, salen el Mayordomo, el Senescal y los dos Dravescu.

BIEN ENTRADA LA MADRUGADA.

Dubieta, seguida de Schaar con el pequeño Tiberiu a cuestas, se dirigen a sus habitaciones al mismo tiempo que el resto de caballeros.

Tras acabar de atender en el Salón, como le correspondía, Innya marchó la última de allí. Cerró las puertas después de haber apagado las velas y haberse cerciorado que todo estaba en orden.

Se dirigió luego a las cocinas, y de allí a las dependencias de la servidumbre. Si el Senescal o el Chambelán requerían algo de ella, sabrían donde encontrarla. Y si no, dormiría hasta la mañana siguiente como un bebé, como duerme aquel que tiene la conciencia tranquila...

- Dubieta Szantovich se dirige a las puertas dobles del salón, seguida por el Caballero Dvy, que lleva al pequeño Tiberiu en brazos.

- Innya da un repaso al salón y después se retira también.

- El Caballero Durius de Slobozia se dirige al Salón Principal seguido por los Mayordomos Otto y Valru.

Los seis guerreros de sangre observan silenciosamente a los recién llegados.

El Duque está sentado en el Trono Ducal, con un brazo apoyado en el apoyabrazos en actitud pensativa.

- El Senescal Stolnic entra en el Salón Principal.

La llegada del Senescal parece despertar de su ensimismamiento al Duque.

- "Mi buen Durius, has regresado." -

-Así es, mi señor -respondió Durius al tiempo que hacía una inclinación ante el Duque-. Acabamos de regresar de la Tirsa de Balgrad, de tierras de los Basarab, y nos hemos apresurado en venir a informaros. Nuestra entrevista con el Boyardo Blaatu ha sido productiva, si bien no del todo satisfactoria. Lamentablemente, no he podido traer conmigo a los infantes de la casa Basarab, si bien se trata tan solo de un aplazamiento en el cumplimiento de vuestras órdenes. El patriarca Basarab ha accedido a vuestra invitación, mi señor Duque, en su consideración de vasallo feudal vuestro si bien ha marcado ciertas condiciones a las que he accedido, dadas las dificultades de la negociación. Sus nietos viajarán a la Corte en los próximos días con su equipaje, carruajes y un séquito de sirvientes y guardias, requisito que consideraba inapelable dada su condición de miembros de la alta nobleza de Transilvania. En este sentido, mi señor, era su deseo de igualar a la casa de los Szantovich el que hablaba. Igualmente marcó la identidad de aquellos que habrían de acompañarles a la Corte. La madre de los dos niños, Svitlana, y su tía Giorgina. Condición sine qua non el poder recibir visitas de su padre y tíos. De igual modo, ha establecido que su tutor legal será su padrino, el Padre Adelmus Basarab -señaló Durius enumerando las condiciones fijadas por el viejo Basarab-. Igualmente se me ha exigido ser el valedor de la educación y el bienestar de sus nietos, que deberán ser tratados de modo acorde a su rango nobiliario y a su cuna. En este sentido exigió que se lo jurara, empeñando mi palabra de honor, señor Caballero de Slobozia. Finalmente, mi señor Duque, exigió... justicia -una breve pero marcada pausa fue el preludio de lo que había de decir-. Justicia para sus cinco hijos asesinados en las calles de Balgrad hace seis años e, igualmente, justicia también para mi hermano menor Garlu, su esposa Iovanna, y sus hijos Gorgo, Iakov y Sveta. Este último aspecto pudo ser resuelto de forma más o menos satisfactoria, pues era a mi hombre de armas, el sargento Dominik a quien achacaba la responsabilidad de dichas muertes. Sea como sea, ha sido declarado persona non grata por la casa Basarab y no debemos desestimar que cualquier encuentro entre miembros de esta familia y mi hombre puedan concluir con un derramamiento de sangre.

Durius miró al Duque directamente a los ojos. No había deseo ni interés en excusarse, pero sabía que Gyula Kadar hubiera preferido otro desarrollo de los hechos.

-Es todo, mi señor, si bien hay detalles menores que discutiré en privado con vos. Soy consciente de que la misión no ha sido un éxito absoluto y asumiré mi responsabilidad al respecto.