Partida Rol por web

DAMA RADOVINA:

- Te cuesta mucho interpretar a Durius, es de una frialdad inhumana a veces, casi reptiliana.

- Los otros tres parecen estar preocupados.

- Falta el Senescal. Puede que esté en sus aposentos, ¿pero cómo es que no ha ido a ver a su esposa estando recién casado?

Había entrado a paso lento, y observado a su alrededor, a las cuatro personas que quedaban en el Salón. Hubo una chispa de intriga en sus pupilas, aunque la reprimió para sí.

-Sí, buenas noches de nuevo. -Su tono era trémulo, y tanto podía deberse a que estuviera afectada por lo que había sucedido aquella aciaga noche, o al hecho de que iba ataviada sólo con una ligero camisón de dormir y la cercana madrugada era más bien fría.- Mi esposo me indica que hable sólo con Vos, Primer Caballero.

Su mirada no se movió de los ojos de Durius, aunque con un gesto casi imperceptible abarcó a los demás presentes.

DAMA RADOVINA:

- Tirada oculta y secreta de Astucia + Consciencia + Especialidad Intuición.

Sentí un pinchado en el corazón al ver entrar a Radovina en el salón. La tensión de mis manos aumentó, agarraba el bastón con una fuerza tal que pronto comenzarían a dolerme las manos.

"No... ella no, por favor... no la metáis en esto, por favor..." - pensé angustiado.

¿Por qué exponer aquella bella flor a marchitarse sin remedio?¿Acaso no era suficiente haber truncado su vida al casarse con ese bárbaro? Miraba a Radovina con una expresión que ni yo habría sido capaz de definir correctamente. Una mezcla de miedo, pena y agonía. Mis sentimientos luchaban por salir, quería gritar que la dejaran en paz, que ella no tenía porque participar de todo esto... pero todo se quedó en rabia reprimida y almacenada tras mis vidriosos ojos.

"Sé fuerte... por una vez en tu vida, resiste..." - debía autoconvencerme o estaba perdido.

Inspiré tan fuerte que creí que absorbería el aire de toda la habitación y aquella rabia reprimida desapareció, refugiándose en algún oscuro rincón de mi mente.

DAMA RADOVINA:

- Observas un punto concreto en el Salón Principal, y de repente tienes la certeza de que el Senescal murió en ese mismo lugar. Asesinado.

De pronto los ojos escarlata de la Dama Radovina se apartan de los de Durius, algo erráticos. Su mirada se pasea por el Salón, y se detiene en un punto concreto de éste.

Se detiene y se mantiene, fija, Radovina ensimismada, mientras su respiración se acelera, y su temblor aumenta...

-Está bien, Dama Radovina -dijo Durius a la joven desposada-. En ese caso, acompañadme -señaló a la mujer, haciendo un gesto para que lo acompañara hacia el fondo del salón, donde contarían con la necesaria privacidad-. ¿Os acontece algo, Dama Radovina? -preguntó ante el cambio operado en ella de forma tan repentina-. Os siento... agitada.

Radovina siguió al Señor Durius hasta donde éste consideró que ya no podrían ser oídos. La mirada de ella costó de moverse del punto concreto del Salón en que se había fijado, como si allí hubiese algo de lo que costara arrancarse. Pero, finalmente, y sin evitar un último estremecimiento, de nuevo volvió a su interlocutor.

-No más agitada ya, si no lo estáis Vos, Caballero. Todo está bien, si lo está para Vos.

Lo dijo en voz alta, pero luego siguió en un susurro, con la intención de que sólo lo escuchara el Primer Caballero. Aunque sus cejas levantadas y el gesto algo ladeado en dirección a los tres hombres que seguían allí dentro decían que no creía que aquello fuera lo que ella había pedido. Sin embargo, tampoco pareció importarle, ella había recibido una orden, y la había cumplido. A rajatabla.

-El Caballero de los Cárpatos desea que os muestre esto... -apartó algo la tela del camisón para mostrarle, entre sus pechos, lo que había allí escondido: la daga, con vestigios de sangre que se había limpiado a toda prisa, de Zort. Se cubrió enseguida, procurando que su gesto hubiera pasado desapercibido para los demás, al haberse colocado de espaldas justo en el momento de abrir su escote.- Me indica que me acompañéis a los aposentos de los nobles Dravescu. Oh, y algo... esperad. -Meditó un segundo, para estar segura de que repetía exactamente lo que para ella era un enigma. -Me dijo que "no fuerais sin traer todo lo que tenéis".

Si la respuesta de Radovina le satisfizo o no, fue imposible saberlo, pues la respuesta ofrecida por el secretario ducal fue un indiferente gesto de cabeza. Mas su mirada brilló bajo la luz de las antorchas al deslizarse sobre el objeto que la muchacha mostró acunado entre sus pechos. Satisfacción, comprensión y algo más, se revelaron en las verdes pupilas de Durius Tremere y ante la petición transmitida por la obediente esposa del que fuera el mensaje original de Iacobus, una sonrisa cargada de cinismo se dibujó en el normalmente impasible y serio rostro del secretario de Gyula Kadar.

-En ese caso, es necesario que no nos demoremos, Dama Radovina. El tiempo es un cruel enemigo que siempre juega en nuestra contra -fue la escueta contestación.

El intercambio de palabras fue breve antes de iniciar el camino que desandaba la distancia marcada para garantizar la necesaria y obligada privacidad exigida por Dama Radovina.

-Debo reunirme con el Segundo Caballero -dijo a los presentes-. Chambelán, se acerca el amanecer y ha sido una larga jornada. En unas horas os aguarda mucho trabajo y quizá, lo más conveniente es que os retirarais a descansar. Hablad con mi pequeño séquito de lacayos y organizadlos como estiméis conveniente. Maese Maserrak, me veo en la obligación de pedirle que continúe aquí, velando porque nadie entre antes de recibir nuevas instrucciones de mi parte de ser necesario. Os prometo que no prolongaré vuestra incómoda posición más allá de lo necesario. Capitán Ferenk, acompañadnos a Dama Radovina y a mí. Me temo que vuestra presencia va resultar necesaria allí a donde vamos. Dama Radovina -dijo haciendo un gesto que invitaba a la mujer a precederle en la salida, pues era ella quien debería guiarlos atravesando la puerta del salón, que aún permanecía abierta tras haberle sido franqueado el paso de la mano de Ferenk.

CHAMBELAN OTTO:

- Tirada oculta y secreta de Percepción + Consciencia.

Radovina asintió, y se dirigió a la puerta, apretando los brazos cruzados contra su pecho, como si se abrazara, temblando ligeramente.

Deshacer el camino sería atravesar el patio, y por tanto salir de nuevo al aire frío del amanecer cercano.

No dijo nada, sólo avanzó. Lo que tenía que decir ya lo había dicho, palabra por palabra.

OTTO:

- La Dama Radovina le muestra algo a Durius y le dice:

Me dijo que "no fuerais sin traer todo lo que tenéis".

- Durius responde entonces que más vale ponerse en marcha enseguida.

El Capitán parecía ensimismado, otra vez. La postura firme que por fin había recuperado se había derretido hasta dejarle con los hombros hundidos, cabizbajo. La boca abierta levemente y la mirada fija en un punto del suelo en el que ningún observador que no hubiera sido él hubiera encontrado nada interesante. Aunque, probablemente, se hubiera sentido impelido a echar un vistazo por la intensidad de la mirada de Ferenk.

Afortunadamente, la noche empezaba a clarear, y Durius tendría que terminar sus asuntos con premura, fuera lo que fuese que le había comunicado la Dama Radovina. No se sentía capaz de mantenerse en pie durante mucho más tiempo. Necesitaba un descanso que le ayudara a olvidar y poner en orden sus pensamientos desbocados. Suponiendo, por supuesto, que lograra siquiera ver el amanecer del nuevo día.

Ferenk levantó despacio la cabeza al escuchar su nombre, y dedicó un momento a cazar y poner en orden las palabras del Secretario, que revoloteaban por su cabeza como pajarillos.

—De acuerdo —dijo, asintiendo con la cabeza.

Se las arregló para recuperar la compstura, y salió del salón tras la Dama Radovina.

- El Secretario, el Capitán y la Dama Radovina salen del Salón Principal.

Maserrak y él quedaron a solas y en el ambiente flotó una vez más la amenaza de un silencio incómodo. Pero para Otto su presencia en el salón ya no era necesaria. Así que por mucho que deseara intercambiar miradas con Maserrak hasta el día del Juicio Final, había llegado el momento de marcharse y el Mayordomo no desaprovechó la oportunidad, aun dejando el salón como lo dejaba.

- "Oh, Dios..."

- No olvidéis cerrar la puerta, Maestro Maserrak. Que paséis una buena noche.

Pero qué buena noche iba a pasar. La noche ya casi había finalizado y si había una palabra que no podía llegar a describirla nunca jamás, esta era buena. Ni siquiera mala le hacía justicia, era aun peor.

Tanto que digerir en tan pocas horas…