Partida Rol por web

- El Duque Kadar y Durius de Slobozia salen del Salón de la Corte.

- El Chambelán sabe que es el momento adecuado para hacer sonar la campanilla y que los lacayos traigan la cena de la cocina.

Tras ver como parte el Duque, el Chambelan sabe que ha llegado el momento de que empiece la cena. Sin mas ceremonias saca una pequeña campana de uno de sus bolsillos y la hace tintinear suavemente. Es la señal para que sirvan la comida.
Aprovecharía la cena para hablar con los invitados. Quien sabe, quizás le dirían algo interesante.

El primer acto de la Gran Función había terminado. Los principales actores seguían allí, pero los directores habían salido. Ahora los que quedaban en el Salón se miraban más abiertamente, quizá midiéndose, quizá menos coartados por el peso de la presencia del Duque.

Radovina se acercó a Dubieta, su prima, con una expresión tranquila, aunque ni por asomo alegre.

-Tiberiu estará bien. Conocí al Maestro Maserrak, es un hombre culto, y recto.

Daba lo mismo, lo cierto es que, de algún modo, acababan de alinear a su pequeño en las filas del Duque. La joven se daba cuenta, y suponía lo que debía costar para una madre, y una como era Dubieta, dejar que su vástago se alejara de ella, de sus enseñanzas y de su protección.

Pero no añadió más, siguió sopesando al resto de presentes, esperando a que los caballeros se acercaran y les presentaran sus respetos, como la cortesía obligaba.

Dominik asiente a las palabras de su señor Durius y lo ve alejarse. Entonces, se acaricia el mentón, pensativo y observa a los presentes, especialmente a las dos damas recién llegadas y al caballero que las acompañaba. Tras esto, su mirada pasa al caballero Iacobus, que junto con su propio señor, son los grandes favorecidos de la noche.

Luego se gira y sale del gran salón, dispuesto a cumplir las órdenes de su señor.

Nubes negras se cernían sobre todas las imágenes de futuro que pasaban por la mente de Schaar. Él, que había soñado con tener un papel importante en otro Covasna, junto a Dubieta...

Su rostro con la mandíbula apretada y su mirada ida en sus pensamientos hacía pensar que el joven Caballero no paraba de intentar discernir su futuro tan lejos de lo que él dominaba. Llevaban ya bastante tiempo dependiendo de su habilidad con la espada, viajando de un sitio a otro siempre en compañía de Dubieta para que ahora todo cambiara de un plumazo.

- Quizás habría sido mejor intentar recuperar Covasna por la fuerza - pensaba pero, al ver la fragilidad que estaba demostrando Dubieta tras la separación de Tiberiu, desechó la idea al instante.

A él también le había afectado la separación del pequeño. Una cosa más que sumar al resto.

Intentando cambiar el semblante, llegó hasta Dubieta, que se encontraba acompañada de Radovina, a la que no había visto acercarse - Mi señora - saludó a ésta última - Aún no han puesto fecha a nuestro juicio y seguis manteniendo vuestros títulos, por lo que puedo suponer que no ha ido mal el encuentro - dijo intentando tomarse la cosa con un tono alegre, con poca convicción, aunque sabía que su juicio llegaría cuando seleccionaran consorte para su señora.

-Caballero Dvy. -Le saludó con una inclinación amistosa. Aunque en privado las formas no se guardaban tanto entre los componentes del pequeño núcleo Szantovich, y Schaar formaba parte importante de él aunque no por apellido, en público la cortesía seguía siendo la de casi extraños. -No ha ido mal decís, yo diría que ha ido bien para vos, sin duda.

No sonrió, sabiendo que en el caso de las mujeres, aún había mucho por saber. Los enlaces que el Duque tuviera en mente para ellas sería lo que decidiría la bondad o la maldad del futuro en su caso. Y, para qué engañarse, sus perspectivas no eran halagüeñas...

- La cena consiste en grandes hogazas de pan, varias cuñas de queso y un pollo asado para cuatro comensales. Todo ello regado con buen vino transilvano de la cosecha de Balgrad del Año 950.

Lorand aprovecha para acercarse a Dubieta- mi señora, permitidme decirle que es un verdadero honor teneros como nuevo miembro de nuestro Duque, tanto usted como a su hijo- mira hacia Radovina y el Caballero Schaar- lo mismo puedo decir de ambos- añade- desde luego, tener a gente de tanta importancia es un orgullo para nosotros.

Por otro lado, si necesitáis algo no dudéis en pedírmelo. Estaré sumamente encantado de ayudaros en todo lo que pueda.

-Os lo agradezco mucho, Chambelán. Es un placer también para mí hallarme en el Castillo, con tan gentiles atenciones. -Hizo un leve gesto hacia la comida que estaban trayendo. Parecía escasa, para tamaño Señor, pero nada en su actitud lo dio a entender.- Sólo quisiera asegurarme de que los hombres y mujeres de mi séquito, así como los caballos, han sido debidamente alojados. Necesitaré a mi doncella cerca de mis aposentos, pero no he tenido ocasión de hablar con el Mayordomo, aunque sé que esa es su tarea. Disculpad que os lo diga a Vos... sin duda estáis al corriente de todo lo que sucede bajo este imponente techo.

Miró directamente al Chambelán, y sus pupilas le sondearon. No se podía negar que era un hombre extrañamente atractivo, aunque ese atractivo tuviera un matiz... misterioso.

No debe, ejem... - tose ligeramente- preocuparse por su séquito, mi señora- responde, ya algo más tranquilo. No estaba acostumbrado a que unos ojos rojos le observaran de de aquella manera- están siendo atendidos por nuestros hombres, que saben perfectamente como hacer su trabajo -por la cuenta que les trae- piensa.

Daba por hecho que nuestro Mayordomo la habría alojado en una habitación donde pudiera estar cerca su doncella. Sino ha sido así no se preocupe. Hablaré con él y estará todo solucionado en un instante.

Valru decidió aprovechar el ligero revuelo organizado por los sirvientes al traer bandejas para marcharse del salón principal hacia las habitaciones de Durius, pues aún tenía trabajo que hacer. 

- Valru sale del Salón Principal sin mediar palabra.

- Los comensales van terminando de cenar y se está haciendo tarde.

Pero, ¿qué era aquello? Iacobus permaneció, impávido, mientras Flaviu desgranaba una respuesta que no le había pedido, y además, sazonaba su extensión con una alabanza insólita. Había que desconfiar de los que de una pregunta respondían un mundo, porque en un sinfín de palabras podía esconderse mucho más que un sosegado y parco silencio. Se notaba perfectamente por qué habían puesto a ese hombre a su servicio, y el caballero de los Cárpatos también entendía bien cuál era el trato que el Duque esperaba que le fuera dispensado a Krevcheski. La paciencia de Iacobus era algo que no merecía ser tentado, aunque pocos supieran qué venía una vez pasada la línea.

El caballero, una vez que Flaviu acabó su perorata, se echó a reír. Tenía una risa a caballo entre la ironía y la verdadera diversión, lo que hacía de ella un híbrido genuinamente extraño. Pero pegaba con él como si no hubiese otra risa que pudiera corresponder a su semblante.

- Cada quien maneja con destreza sus armas, por supuesto. Aprenderás a enfundar la tuya conmigo, es decir, a mantener tu lengua dentro de tu boca cuando te dirijas a mí. O tendré que desenfundar la mía, y veremos qué tal te desempeñas cuando tu interlocutor sólo habla con acciones.

Iacobus sonreía, y mientras el resto de la comitiva se ponía a hablar entre ellos, cada quien con sus intereses, él echó un vistazo y continuó. Hablaba en voz baja, también, pero no parecía tanto por no molestar a los demás o por esconderse como por una mera costumbre, o porque le divertía.

- No tienes que fingir que te agrada lo que ha sucedido. Cuanto menos finjas conmigo, mejor te irá. Recuérdalo, de ahora y por todo lo que dures. Yo no soy un cortesano, pero te aseguro que sé mejor que muchos cuándo me están mintiendo y cuándo intentan manipularme.

Los ojos del caballero se posaron en los de Flaviu. Tenía una mirada de iris tan oscuros que parecía ser una mirada al fondo de un abismo, si no fuera porque el brillo parecía llenar las sombras de fuego. Como toda oscuridad, daba miedo, y advertía sobre lo desconocido.

-Ah, mira. Han pedido la comida. Qué amable, ¿verdad? Un buen amo alimentando a sus bestias.

Otros caballeros se estaban ocupando de las damas. A él le tocaba ocuparse de Flaviu, lo que no se podía definir. Sin embargo, Iacobus no hizo intento alguno por acercarse a ninguna de las Szantovich. Lo más que hizo fue mirarlas, y con interés desapasionado, mientras comía tanto y tan variado como si fuera la última cena. Recién cuando terminó de hacerlo, habiéndolo hecho tan rápido como si algo le demandase una prisa insólita, se levantó y miró a Flaviu.

- A mí me da igual, pero mañana me han requerido para un viaje y, lo quieras o no, tendrás que acompañarme. Te recomiendo que bajes a los establos para asegurarte un caballo, y preguntes por el mío.

Iacobus caminó cerca de las espaldas de los demás comensales, y al llegar a Dubieta, la callada madre abnegada que acababa de vender su hijo al mejor postor que había encontrado, pareció inclinarse un momento hacia ella. Luego, posó los ojos sobre Radovina, sonrió y siguió su camino, hasta salir del salón principal.

- Irónico - susurró Iakov, tan bajo y suave que casi fue inexistente - Ahora eres tú quien ha vendido su alma.

Sonreía.

- Búscame.

La cena había transcurrido sin sobresaltos. Radovina había comido parcamente, como siempre solía. Se había servido una mínima porción de pollo, menor de la que le hubiera correspondido si se hubiera repartido a partes iguales, y un poco de queso.

Con sus maneras pulcras y comedidas, después que los comensales empezaron a levantarse y abandonar el Salón, ella se levantó a su vez, casi justo después de la partida y la ambigua sonrisa del Caballero de los Cárpatos.

-Señores, Condesa... me disculparéis, ha sido una agradable velada. Pero el cansancio del viaje me pesa. Me retiro a descansar, buenas noches.

Tras una inclinación cortés salió de allí, con destino a sus aposentos, donde esperaba que su doncella y su Ama de Llaves hubieran preparado sus cosas.

Poco a poco la cena estaba llegando a su fin. Él aún tenía trabajo por terminar, pero decidió esperar hasta que Dubieta decidiese marchar del salón. 

Que descanséis, mi señora- se despidió de Radovina con una ligera inclinación de cabeza.

- El Caballero Iacobus Radoslav abandona el Salón de la Corte.

- Poco después, Radovina Szantovich hace lo propio.

Schaar observó el pavoneo del caballero de los Cárpatos frente a su señora, y su amago de saludo, ¿o habría sido un reconocimiento real? La verdad es que le daba igual, ya que había tenido poco trato con él y aún debía mantener las distancias.

- ¿Te encuentras bien? Creo que es hora de ir a los aposentos a descansar - musitó de manera casi inaudible a Dubieta mientras despedía con un gesto de su cabeza a Radovina, que estaba haciendo eso mismo.

Erguida, firme a pesar de delicada, Dubieta se mantuvo como la dama que era durante toda la cena. Si la separación de su hijo había puesto en ella un peso sobre sus espaldas, sólo un ligero velo de sentimiento asomaba a sus ojos, tan sutil, que era difícil de adivinar si uno no lo esperaba ver en ellos.

Había mantenido una conversación cortés con los demás comensales, y algunas palabras en privado con el Caballero Schaar, y con su prima. Y cuando ésta se despidió, asintió sonriendo.

- También yo me voy a retirar a descansar. Efectivamente, el viaje ha sido largo, unas horas de sueño serán el mejor bálsamo para rehacer el cuerpo y el alma. ¿Queréis escoltarme hasta mis habitaciones, Caballero Dvy, por favor?

Se levantó, saludó con una inclinación al Chambelán, al noble Flaviu, y al Sargento, y salió del Salón emanando dignidad y belleza. No esperó a ver si Schaar la seguía. Ya lo sabía.