Partida Rol por web

- Con esfuerzo, Enrietta logra levantarse y salir de las cocinas.

OCTAVA HORA DESPUÉS DEL MEDIODÍA.

- Las puertas que conducen a las bodegas se abren de repente de un fuerte portazo.

- De ellas emerge un hombre muy pálido y con un temible aire salvaje, pero con un indiscutible porte noble. Lleva en brazos al Reverendo Padre Adelmus.

- El hombre mira con ojos fríos y crueles a las sirvientas presentes en la cocina, especialmente a Innya y a Elena.

Innya, arrodillada en el suelo seguía fregando para eliminar los restos de sangre y vino de las cocinas. Comprendía que Enrietta hubiera marchado presurosa a atender a Durius, o quizá a sacar a Mikail de los aposentos de su señor. No tardaron las puertas en abrirse de nuevo y la mujer alzó la cabeza creyendo que se trataría de la sirvienta personal de Durius pero se equivocaba de cabo a rabo.

En lugar de una mujer de cabellos claros y piel de un pálido que casi parecía enferma se encontraba en la puerta un hombre terrible pese a la evidente elegancia de su porte. No habría podido explicarlo pues no parecía ser algo físico lo que dotaba a ese hombre de una intimidatoria presencia.Cuando sus ojos, fríos y crueles como prácticamente ningunos otros que la sirvienta hubiera tenido la oportunidad de contemplar, se posaron en ella con silenciosa insistencia creyó que se le había parado el corazón. Al lado de esos ojos, las noches invernales de transilvania parecían calurosos veranos con risas y miel.

Tardó un momento en recordar que debía respirar y poco más en reparar en el hombre que llevaba en los brazos, interte, posiblemente inconsciente pese a ser en ese momento fiel imagen de la muerte.

-Cielo santo-murmuró en voz baja. Se incorporó con torpeza e hizo una tosca reverencia al noble-prepararé donde poner al padre, señor-musitó apresurada pero audible, incapaz de volver a mirar esos ojos de cazador implacable. No soportaría su presencia mucho tiempo pues su instinto solo le pedía salir corriendo lejos.-¿qué le ha pasado?-preguntó por saber si necesitaría vendas o algo, pese a que el padre no lucía ninguna herida, solo un herido demacrado como si le hubieran robado años de existencia.

Tomó uno de los jergones de paja y lo arrastró tendiendo una tela para que resultara menos incómodo para el hombre y retiró de en medio el cubo con el agua teñida de sangre y vino, aferrando el asa metálica con ambas manos y manteniéndose al margen a la espera de que ese terrible hombre diera alguna orden o algo que sirviera a la mujer para orientarse y saber qué hacer. Después de todo, ¿cuántas veces tenían algún noble en la zona del servicio?.

Mi vestido mojado, manchado con la sangre de la mujer que me ha cuidado, con el vino de la boda de la mujer que es lo que mas miedo me da en este mundo. No escucho nada de lo que pasa a mi alrededor, levanto la mano y me acaricio el rostro. Los labios, mi lengua acaricia la punta de mis dedos, esta salado.

Marianna, tengo hambre. Aun no he comido nada y tengo sed. Tengo que llevar el agua para que se bañe despues de la ceremonia. Me levanto y de mi falda caen algunas gotas de sangre al suelo.

Miro a la gente de la cocina con gesto ausente. ¿Donde esta Marianna? me vuelvo a llevar los dedos a los labios para volver a lamerlos. MIs mejillas se manchan con la sangre aun humeda. Me estremezco al ver esos ojos mientras doy un paso atras y miro al suelo...

- "Mujeres, si apreciáis en algo vuestras insignificantes vidas, no os mováis de aquí en lo que resta de noche." -

Con un elegante volteo de su andrajosa capa, el noble sale de las cocinas en dirección al patio, llevándose consigo al Padre Adelmus.

- Los seis Sargentos feudales al servicio de Dama Radovina entran corriendo en las Cocinas, agitados y asustados como si fueran simples criadas.

Innya no sabía como reaccionar, fascinada por el hombre de cabellos rubios y piel marmórea

-Elena... Mariana no está querida-musitó con ternura yendo a por la hermosa criada y abrazándola-Mariana no estará nunc...-sus palabras fueron ahogadas por la aparición de seis hombres. No hombres cualquieras, eran guardias hechos y derechos los que entraron como ratoncitos asustados.

-¡calma!¡Calma!-dijo la mujer-¡CALMA HE DICHO!-exigió ante tanto revuelo- ¿Qué ha pasado?, por Dios santo, ¿qué ocurre?

Los seis hombres no dicen nada de nada, se miran unos a otros y después corren a esconderse en la despensa.

Claro, estara aun en el salon con los preparativos de la comida replico mientras sonrio y muerdo el dedo ensangrentado con mis dientes. No veo nada, no se ni que pasa a mi alrededor.

Tengo que limpiarme, el vestido esta manchado. Mariana me  regañara si me ve asi. replico mientras me quito el vestido y lo dejo a un lado.
Necesito agua para limpiarme y para lavar el vestido

Innya no podía creer que seis hombres, guardias, nada más y nada menos, se hubieran escondido como ratoncitas en la despensa.

¿Qué narices ocurre en este sitio?, pensó al borde de un ataque de nervios. La suave voz de Elena la sacó de su pensamiento y le devolvió a la realidad. Debía hacerse cargo de ella, la miró y ahí estaba, tan dulce, enajenada quizá para siempre por el dolor con un dedo entre los labios.

La sirvienta abrazó a la muchacha cubriendo su desnudez con su propio cuerpo y notó como el calor de su cuerpo se esfumaba, viéndose envuelta por el frío crepuscular de Transilvania.

- Vas a coger frío - susurró, temerosa de que cualquiera entrara, viera a la mujer así e intentara forzarla. - Ven, cúbrete, ya me encargaré de limpiar yo tu ropa cuando limpie la mía.

Gracias, no se donde tengo otro vestido. replico mientras la miro y sonrio. Un leve estremecimiento
¿Podrias dejarme una manta? creo que tengo un poco de frio. 

Tal vez deberia ir a la habitacion de mi señora a ver si hay otro alli, o puede que este tambien para lavar con su ropa.

Sabes, eres la segunda mujer que me trata bien como Mariana

Sonrió afectada por el comentario de la muchacha y posó los labios en una de sus mejillas.

-Esta noche quédate aquí en las cocinas, no es seguro salir fuera-le recomendó tirando de ella hasta el jergón de paja que había preparado y, tomando la tela que lo cubría, la pasó sobre los hombros de Elena para cubrir su desnudez-Tu señora no necesitará que la atiendas, tiene muchas cosas que hacer como esposa-le explicó retirándole algunos mechones dorados del rostro para recogérselo tras una oreja.

-Voy a sacar esa carne de ahí y la voy a machacar para aprovecharla-dijo refiriéndose a las albóndigas de faisán-así tendrás algo de cenar-miró la cantidad de cerdos preparados y que no serían devorados.
Bueno, con eso ya veremos qué hacer.

Después fue a la despensa y golpeó la madera con los nudillos.
-¡No podéis estar ahí por siempre!-les dijo-¿Qué ocurre ahí fuera?-miró a Elena y señaló uno de los toscos cuchillos de media luna que se encontraban en las cocinas para que lo tomara para defenderse si era necesario.

- "¡Hay monstruos ahí fuera mujer! ¡Estás loca si no les temes!" -

-¿temer qué?-se exasperó la mujer golpeando la madera con la mano abierta.-El señor de los cabellos rubios ha ordenado que nos quedemos aquí...-pensó en voz alta alejándose de la puerta de la despensa para sentarse en un rincón. El temor de esos hombres se le estaba contagiando, llenándola de inquietud.

Quizá podría... no, no podía salir de las cocinas. Otto se lo había ordenado,y más tarde el hombre de ojos crueles también había ordenado que se estuvieran en las cocinas.

¿Era una orden o un aviso?, se preguntó intentando recordar cuáles fueron las palabras exactas. Entrelazó los dedos y repitió una vez más  una de esas oraciones cuya lengua no entendía pues su conocimiento estaba restringido solo al clero.

-Pater Noster, qui es in caelis, sanctificétur nomen Tuum, adveniat Regnum Tuum ,fiat volúntas tua,sicut in caelo et in terra. Panem nostrum otidiánum da nobis hódie,et dimitte nobis débita nostra, sicut et nos dimittímus debitóribus nostris; et ne nos indúcas in tentationem, sed libera nos a malo.

Me lamo los labios y sonrio asintiendo.

Debe estar muy bueno, nunca habia pensado en que comeria algo asi. Me levanto arreglando un poco la tela para que no se caiga y me acerco a donde estan las albondigas, cojo una y la acerco a mis labios para comerla.

Me rio ante la respuesta de los soldados.

No pasa nada fuera, solo es una boda, no es nada malo.

Ademas rezar no ayuda, Dios nunca nos escucha, si fuera si no pasarian cosas malas.

-Si no nos queda la fe, ¿qué nos queda, Elena? Todo debe arreglarse, Dios sabe que nos hará falta. -dijo al terminar su oración con cierta consternación al dirigirse a la criada. ¿Cómo era posible que dijera esas cosas? -Aunque solo sea una boda... no saldremos de aquí-después de todo, es lo que me han ordenado.-así que no tengas prisa por acabar, querida.

Nada, solo esperanza de poder arreglarlo nosotros mismos. Dios no existe, si existiera esos guardias no estarian aqui.

No hubiera ocurrido esta boda y cierro los ojos apretandolos fuertemente. No habria sangre las lagrimas surgen de mis labios de nuevo mezclandose con la sangre que hay en mis mejillas.

Los abro y como otra albondiga...La verdad es que no quiero salir de aqui, no se donde voy a ir

Se acercó hasta Elena y la rodeó con las brazos apoyando los labios en el cuero cabelludo de la chica, pasándole las manos por las manchadas mejillas, llevándose la sangre y las lágrimas con sus caricias.

-No tienes que preguntártelo, nos tienes a Pavetta y a Niziya, y a mí...-la arrulló intentando confortarla pese a que esa inquietud creciente se hizo más evidente por la preocupación por su familia. Ninguno había vuelto a las cocinas.