Partida Rol por web

Camino con cuidado, no tiene nadie que despertarse por mi.Cojo un cubo con agua y unos trapos antes de volver a salir

Estoy agotada, necesito dormir un poco, llevo en pie desde la madrugada. Tengo trabajo, luego vere si puedo dormir en un rincon de donde sea. 

Una vez la sirvienta Elena recogió de la cocina todo lo que necesitaba, volvió a abandonarla, en dirección a las estancias de invitados. 

El ruido de alguna puerta abriéndose y cerrándose junto al sonar de algunos calderos me sobresaltaron haciendo que saltara de mis silla donde sin quererlo me había quedado traspuesta. Me llevé la mano al pecho temerosa -¿Qué ha sido eso?- susurré para mí misma mientras miraba hacia la puerta de la habitación <¿Debería salir a ver?> me pregunté antes de dar un par de pasos hacia ella mientras tragaba saliva con dificultad a causa de los nervios. Entreabrí la puerta y eché un vistazo fuera pero aún estaba todo muy oscuro como para ver algo. Eché una mirada a mi hijo que aún dormía plácidamente y me dispuse a salir de la habitación para averiguar qué había sido aquel ruido.

AUN NO SE HA ESCUCHADO EL CANTO DEL GALLO.

PAVETTA:

- Te levantas y observas las cocinas, todo el mundo está durmiendo.

La noche había sido, en una sola palabra, horrible. Tanto despierta cómo dormida todo se unía en una horrible pesadilla. Mi mente enviaba imágenes una y otra vez de el ama de llaves, Marianna, y su mandíbula arrancada de cuajo seguidas de Elena llorando desconsolada y trastocada, confesándome algo que nos creó problemas a ambas. Después se me aparecía el Chambelán Otto de Sajonia, humillándome por un error de insubordinación que había cometido en un acto impulsivo propio de mi y mirándome con un odio que no le había visto antes. ¿Cuál sería mi castigo? ¿Qué le ocurriría a mí familia? ¿Pagarían ellos por algo que yo había hecho?

"No, no por favor... ¿Cómo pude ser tan incauta?"

Imaginaba a toda la familia siendo expulsada, por influencia de los señores a quién había ofendido, quedándonos sin ninguna posesión, mendigando y muriendo de hambre... O veía a mis pobres sobrinos siendo castigados a mi costa. 

"No, sólo me castigarán a mí..."

Pero el miedo, el cansancio y los sucesos de la noche no me dejaban tranquila. Me susurraban como espectros invisibles desde cada rincón, me decían que el castigo sería doloroso, que era una estúpida y por ello pagaría. Cuándo el amanecer llegó me descubrí acurrucada y abrazando mi propio cuerpo, con la espalda empapada de sudor frío. El sudor típico del miedo.

Me incorporé y me di cuenta de que mi cuerpo estaba acartonado. Seguramente había estado moviéndome en tensión durante la noche. Un escalofrío recorrió mi espalda sudorosa. Era un nuevo día, sí...pero ¿ahora qué?

Miré a mi alrededor para asegurarme de que toda mi familia está aquí, sana y salva, y dejé escapar un suspiro de alivio. No vi por ninguna parte a Elena. Pobre chiquilla... ¿Qué le habría ocurrido durante la noche? ¿La habría castigado su señora? ¿La habría torturado cómo me había sugerido que hacía con regularidad? Junté mis manos en un puño apretado y recé por la seguridad de la joven, por la de mi familia...y por la mía propia.

PRIMERO DE MAYO DEL AÑO DE NUESTRO SEÑOR DE NOVECIENTOS CINCUENTA Y OCHO.

AMANECER.

Había salido de la habitación por el ruido que había oído pero aparentemente no había nadie ni en los pasillos ni en las cocinas. Tal vez había sido mi imaginación o tal vez había sido alguna rata jugando entre los calderos. mientras estaba paseando por los pasillos y la cocina cantó el gallo y supe que el amanecer había llegado <bendito amanecer que aleja a las criaturas de la oscuridad> pensé para mis adentros mientras enlazaba las mano como si estuviera rezando <¿Debería volver a la habitación junto a Lindor? Podría despertarse en cualquier momento...> mientras pensaba eso comencé a andar de nuevo hacia la habitación donde habíamos intentado dormir tras lo ocurrido.

Una horrible criatura acababa de saltar sobre mí y devoraba mis tripas con una enorme sonrisa. Otros como él reían chirriantemente mientras devoraban a mis hijos. Notaba cómo la vida escapaba de mi cuerpo con cada bocado, apenas podía moverme, cuando de pronto, una última dentada en la yugular y...

Y desperté de un sobresalto. Me incorporé y quedé sentada en el suelo. El frío sudor recorría mi frente y también el resto de mi cuerpo, a chorros. Pero no hacía calor. Era puro miedo saliendo de mis poros. ¿Una pesadilla? Sí, debía ser eso. Pero, ¿fue todo una pesadilla? ¿Los sucesos de la noche anterior también? 

Recuperé un poco la compostura y empecé a respirar a ritmo normal. Estaba en la cocina, rodeada de los otros sirvientes. Busqué rápidamente con la mirada a mis familiares. Innya, Dagu y Visany estaban allí. Un suspiro dio fe de mi alivio. Mis hijos, mi vida, estaban a salvo. Mi cuñada era la única que parecía despierta en toda la cocina. Quise decir algo, pero las palabras se trabaron en mi garganta. No pude preguntar por los sucesos de la noche anterior, me quedé en silencio, observando a mis ya no tan niños. 

La imagen de Farkas transformándose en Hombre Lobo y destruyendo al Basarab viene a mi recuerdo con demasiada frecuencia mientras duermo el par de horas que quedan para el amanacer.

Finalmente abro los ojos y observo que mis tías y mi madre ya están en pie.

- Buen día. - digo desperezándome. Hay mucho por hacer. - añado una vez en pie mientras despierto al resto de sirvientes.

Realmente era cierto. El Salón debía ser limpiado y eso no iba a ser tarea fácil. Decido seguir siendo quien lleve las riendas del servicio hasta que se me ordene lo contrario.

- Innya, Gretta y tú preparad el desayuno. - digo. El resto desayunad rápido pues hay mucho que hacer.

- Voy a ver en que estado se encuentra el Salón Principal.

Dicho esto salgo al Patio para dirigirme al Salón Principal.

Me alegré de ver la madurez que había alcanzado mi hijo pequeño y la diligencia con la que nos dirigía a todos. Eché en falta algún gesto algo más cálido por su parte hacia mí, tal como Dagu había hecho la noche anterior, trayéndome al lecho. O al menos, alguna palabra dirigida a mí...

En cualquier caso, me levanté con las pocas fuerzas que tenía (desde luego, el sueño no había sido reparador y tenía la sensación de que los horrores de esa noche me acompañarían aún por largo tiempo en mis noches de vigilia: estaba agotada) e intenté ayudar con el desayuno, a pesar de no tener demasiada hambre. La carnicería de mi sueño me había cerrado el estómago.

-Buen día -saludé por fin al incorporarme. 

Poco a poco todos se habían ido levantando, y aunque estaban sanos y salvos, notaba en sus caras que sus noches habían sido tan aterradoras cómo la mía. Aún con mi cuerpo rodeado por mis propios brazos di un pequeño respingo cuando mi sobrino se puso al mando y empezó a organizarnos. Sí, estaba bien, alguien tenía que hacerlo y me temía que esa mañana yo estaba demasiado ausente para hacer algo coherente sin que me lo dijesen.

Me levanté intentando despegar la ropa sudada de mi espalda mientras iba a la cocina y me limpiaba las manos y la cara antes de empezar con el desayuno.

- Buen día - saludé en general con un tono cansado en mi voz.

Sin perder demasiado el tiempo empecé a coger lo necesario para preparar el desayuno y ponerme manos a la obra.

- Tras las bodas de ayer, hoy hay mucho trabajo que hacer en el castillo.

- Los sirvientes dedican la mayor parte de las horas diurnas a ello, yendo y viniendo entre las cocinas, el patio, el Salón Principal y diversos dormitorios.

- Transcurre la mayor parte del día.

HORAS ATRAS, MUY POCO ANTES DEL ALBA...

El lacayo Mikail, perteneciente al séquito personal del Primer Caballero, se presentó algo lívido en las cocinas y se llevó consigo a Innya y a Dagu: órdenes del Chambelán de la Corte.

VISANY:

- Te parece que fuiste el único que se dio cuenta de que el lacayo Mikail se llevaba a tu tía y a tu hermano mayor poco antes del alba.

- No hicieron mucho escándalo y Mikail no se los llevó a la fuerza. Aun así, te pareció extraño y ya te quedaste inquieto hasta el alba.

- Tengo muchas cosas que averiguar y cuanto antes obtenga respuestas mejor. - pienso mientras cruzo la puerta.