Partida Rol por web

4º día de la Vieja. Mes del Doncel. Año 242 D.D.

Segunda hora de la noche.

Lugar: Jardines.

Bajo las estrellas, lady Theana estaba pensativa. Sentía que estaba perdiéndose del gran cuadro de lo que estaba ocurriendo, y sólo podía ver uno que otro hilo del tapiz. Aquello le incomodaba, pero no podía hacer gran cosa, excepto meditar en cada una de las conversaciones que había mantenido esa tarde, así también como lo que había visto y percibido durante el torneo.

Fue de pronto que pudo darse cuenta que no era la única persona que al parecer buscaba la soledad de los jardines, quizás como ella para dar vueltas a una idea, o quizás con alguna otra intención en mente. -¿Haciendo preguntas a las estrellas, lord Guileon?- Preguntó con una sonrisa, haciéndose notar. -Disculpad, Ser Guileon.- Hizo una reverencia bajando la mirada, escondiendo a medias una sonrisa traviesa, pero pronto la controló. Para cuando volvió a levantar la cabeza, el toque travieso había desaparecido, y sólo estaba la pequeña sonrisa suave de la doncella. -Siento si os he interrumpido.-

Por aquellos días Guileon prefería la soledad de los jardines al atestado castillo de los Hawick, y si bien las enredaderas y las flores le traían recuerdos dolorosos, eran al menos preferibles a enfrentarse a la triste realidad.

Como la luna en el agua emergió el rostro de lady Thaena, y entonces dos almas que se encontraban sin buscarse se hicieron grata compañía.

—Una artista solo cuenta con las estrellas, mi Lady. Os felicito por vuestra estupenda canción. Os merecíais el premio, pero supongo que lo cortés era permitir que los Haffer ganaran algo, cosa para la cual el pequeño lord ha demostrado ser por completo inepto.

No intentó ocultar la sonrisa socarrona que acompañaba la burla, ni tampoco la primera sonrisa, más franca y amable, al reconocer el talento de la doncella.

—Las estrellas... no son mala compañía, lady Thaena. Pero vos estáis tan radiante que incluso las superáis. Venid, acercaos —le invitó el joven con un ademán.

—Estoy atravesando un camino solitario, mi Lady. Por favor, hacedme compañía. Y podéis tutearme. Aún no me acostumbro a eso de Ser Guileon —aseguró el caballero con un orgullo en la mirada que desmentía aquella afirmación.

La doncella realizó una pequeña reverencia y se acercó hasta situar sus pasos junto a Ser Guileon. -Gracias por vuestras palabras, aunque creo que de no haber ganado la maestre, vuestro consejero de seguro debería haberse llevado el premio. Mi canción no fue más que un pequeño regalo, la tonada de la alondra en la mañana deseando felicidad por la salida del sol, más no podía compararse a ninguno de los hábiles artistas con palabras más ingeniosas o...- Lo miró de reojo un momento. -Filosas.-

Dejó un segundo de silencio, antes de cambiar el tema con rapidez. -Me apena escuchar que consideráis vuestro camino uno solitario. ¿Habéis peleado con vuestro consejero? Espero no hayan sido mis palabras lo que hayan causado enemistad entre vosotros.- Preguntó, dudosa.

La expresión impasible en el rostro del muchacho se mudó al escuchar la referencia hacia el bardo.

—Ese bardo de los Siete Infiernos... alguien le ha ordenado abrir la boca... ¿Pero quién? No consigo entenderlo.

Su rostro se suavizó un tanto al recordar las estrofas de la canción. 

—Guileon el cantamañanas. La verdad es que no ha estado mal. Estoy seguro de que la hubiera disfrutado más si no hubiera tratado sobre mi persona —admitió permitiéndose una leve sonrisa— Pero, ¿habéis escuchado la tonada de lord Valder? Eso sí que ha sido particular. Creo poder afirmar que ha sido la peor de la jornada, sin embargo creo que su intención era transmitir un mensaje... un mensaje un tanto violento.

Con una ceja levantada, escrutó el rostro de lady Thaena.

—Os he visto juntos. Yo diría que no soy el único que sufre penas de amor en este predio —sugirió con picardía, antes de replicar sus interrogantes.

—¿Te refieres a Mawney? El no es mi consejero, sólo un viejo amigo. La verdad es que apenas he tenido oportunidad de coincidir con él desde el torneo —afirmó encogiéndose de hombros.

Lady Thaena se mordió el labio inferior un momento. -¿Y no pensáis que tal vez lord Mawney haya estado involucrado en la tonada del bardo?- Dijo, aunque muy bajo, como si temiera que oídos indiscretos les escucharan. -Yo os juro que de mi boca no ha escapado palabra alguna, y estoy segura que lady Bessa tampoco lo haría. Además, ante tal declaraciones, Lady Morna seguramente se vería más forzada a apartaros de su lado, puesto que no querría que estuvieseis cerca de mi señora y dar más veracidad a los rumores...- Era una idea a la que la doncella le había estado dando vueltas desde temprano. -Lord Mawney quiere que volváis con vuestra madre; ¿lo veis capaz de poneros en ridículo por vuestro propio bien?-

Sonrió al recordar la intervención del más joven de los Haffer, ciertamente había sido un despliegue de impulsividad. A las siguientes palabras, sin embargo, el rostro de lady Thaena enrojeció de forma notoria, apartando la mirada. -Lord Valder es un joven apuesto, y como habréis visto anoche con la señorita que servía las mesas, con mirada y sonrisa fácil para cualquier dama que se cruce en su camino.- Dijo, más no agregó nada más.

Esta vez fue ella quien arqueó las cejas confundida. -Es el consejero de vuestra madre, lo que le hace consejero de la Casa Vance, de la que seguís siendo justo heredero.- Dijo la doncella, con cierta curiosidad.

Guileon no pudo evitar arquear las cejas al escuchar las sospechas de la doncella.

—Mawney... —sopesó por unos instantes— No lo creo —afirmó lentamente— Pero lo que decís es sabio, lady Thaena. Quien fuera que ha hablado con el bardo tiene un gran interés en mi partida, y muy poca consideración hacia Lady Bessa.

¿Encajaba su viejo amigo en aquella descripción? Por la expresión dubitativa del joven, se podía inferir que no estaba tan seguro. Pero no tuvo tiempo para reflexionar más sobre el asunto, pues lady Thaena volvía a ser gala de una gran sabiduría.

—Lady Thaena... me alegro que seáis tan avispada. Ciertamente yo tampoco creo que lord Valder sea una opción que os convenga. Os merecéis alguien mejor.

La muchacha le estaba dando mucho en que pensar. Guileon no pudo evitar dirigirle una mirada curiosa ante las muestras de su perspicacia.

—Ah... sí, tenéis razón. Pero formalmente es el consejero de mi madre. La verdad es que cuando lo veo sólo recuerdo al chiquillo revoltoso que fue. Apenas conozco al hombre en que se ha convertido.

Se encogió de hombros y continuó caminando junto a la doncella en un taciturno silencio, cavilando sobre sus palabras.

—Mi Lady, ya veo que Lady Bessa es afortunada de teneros a su lado, pero hoy no quiero hablar de vuestra amiga. Necesito distraerme un poco. En verdad que os he afligido constantemente con mis deseos y preocupaciones, y sin embargo sé poco de vos. ¿Debo pensar qué no hay ningún lord que os arranque unos suspiros?

El muchacho mostró una media sonrisa algo impertinente. La verdad es que le gustaba hacer sonrojar a la doncella.

Lady Thaena no agregó más en cuanto a lord Mawney de trataba. Parecía que tanto Ser Guileon como ella no se encontraban en pocisión de hablar de tan misterioso hombre, pues mientras que ella no conocía gran cosa de él, lo que el joven que paseaba con ella sabía de su viejo amigo tenía muchos años de caducidad. Una tímida sonrisa se dibujó al escuchar los pequeños halagos a su sabiduría y perspicacia, humildemente considerando que no poseía de una ni de otra más que un fragmento.

Media sonrisa de curiosidad se dibujó en su rostro cuando él confesó que no tenía interés de hablar sobre su señora, algo que contradecía un poco lo que había dicho durante el torneo. Ciertamente, supuso, el joven Ser había tenido tiempo para reflexionar respecto a sus sentimientos. Le hizo gracia que tanto lady Bessa como Ser Guileon encontraran en ella una distracción para los pensamientos de su día. Aunque la pregunta la hizo ruborizarse una vez más, mirándolo acusadora. -Os gusta burlaros de mi.- Dijo, riendo brevemente y bajando los ojos. -He tenido muy poco contacto con lords hasta ahora como para poder aseguraros que alguno logre tal cosa.- Dijo, bajando la mirada, antes de mirarlo de reojo. -Curiosa manera que tenéis de distraeros, es más de señoritas el cotilleo en temas del corazón.- Sonrió divertida.

El joven caballero sonrió ante la defensa de su acompañante.

—Mi Lady, las damas y los señores no son tan diferentes en cuanto a tales asuntos. Lo único que cambia son las formas.

Lo cierto es que el tampoco había disfrutado de tiempo para conocer a demasiadas doncellas, algo que ambos tenían presente. El toque de queda de las noches del muchacho se había levantado sólo recientemente por gracia de Lady Morna.

—Cotilleos del corazón —repitió el caballero— Decidme, lady Thaena. ¿Qué sabéis sobre los cotilleos del corazón de lady Bessa?

Si bien afirmó no querer hablar del tema, el muchacho era un caso perdido. Mientras caminaban observaba a la doncella de reojo, con una expresión triste y menos exaltada que en su encuentro anterior.

Lady Thaena rió ante la respuesta del Ser, concediéndole vencedor con esa réplica. -En ese caso, espero no os moleste si luego os pregunto cuales son los modos en que los caballeros discutís estos temas.- Sonrió con un toque de travesura. -Si es que consideráis que una doncella no se escandalizaría de escucharlo.-

Su sonrisa se hizo comprensiva, a la vez suspiraba levemente. -El corazón de Lady Bessa es uno que cuido como un cristal, prístino y puro. Sé muchas cosas, Ser Guileon Vance.- Lo miró fijamente por unos segundos, antes de negar suavemente con la cabeza. -Os dije que os podría escuchar, milord. Más las confidencias que se me confían las guardo en mi pecho con celo, ay de mí revelaros algo que no está en mi mano hacer.-

Se mantuvo en silencio unos segundos más. -Habéis hecho amistad con Ser Clarinthe, según me pareció ver en las gradas.- Comentó con suave sonrisa.

El muchacho arqueó las cejas ante la petición de lady Thaena.

—Mi Lady, para enseñaros la manera en que los caballeros discurren sobre asuntos del amor, deberíamos primero conseguir sendas botellas de vino —propuso el joven— Como ya he dicho, lady Thaena, hay que cuidar las formas. ¿Nos robamos algo de las cocinas?

La pregunta fue acompañada por un guiño travieso en el rostro arrogante de Ser Guileon, que continuó caminando a un lado de la joven, pronto para rectificar el camino hacia las cocinas si ésta se decidía a aceptar la invitación.

—Valoro vuestro recato, mi Lady. No esperaba menos de vos. Sois una buena amiga.

Al parecer todo el mundo estaba intrigado por su relación con Ser Clarinthe Tully aquellos días. Rió por lo bajo antes de contestar.

—Ser Clarinthe tiene el carácter de una vieja mula, la destreza de un gatosombra y la fuerza de un jabalí. Es difícil dialogar con alguien así. Creo que nos batimos a duelo no menos de tres veces durante el torneo del bardo. Por suerte para mí, la joven declinó todas mis ofensivas. Curiosamente, creo que hemos hecho buenas migas —añadió encogiéndose de hombros.

La propuesta que le hizo el caballero hizo que la joven dejara escapar una carcajada, que se apresuró a cubrir con su mano libre. -De acuerdo. Más que no nos descubra la cocinera, o nos dejará sin desayuno en la mañana; y cazar con el estómago vacío sería terrible.- Le dijo divertida por la idea. -Os puedo acompañar solo unos sorbos, señor mío. A diferencia de damas como la maestre Hazzea, no tengo la resistencia a tales bebidas espirituosas, y ciertamente no quiero despertar arrepentida de alguna tontería el día de mañana.- Le confió.

Mientras tomaban rumbo en dirección a las cocinas, atendió lo que el hombre tenía que decir respecto a la Caballera de la Casa Tully. -Pareciera que es una dama de armas tomar, eso sin duda. Y ahora que compartís título, seguramente se den más oportunidades para conocerse ambos.- Dijo con una mirada disimulada en su dirección. Sin embargo no tardó de cambiar el tema de conversación. -¿Recordáis vuestro hogar, Ser Guileon?-

—Recordaré mejor mi hogar con un poco de vino en el cuerpo —musitó con una sonrisa, al tiempo que cogía unas pequeñas piedras de los márgenes del camino y las guardaba en su bolsillo.

El joven acusó de buen grado la respuesta afirmativa de lady Thaena. Realmente necesitaba distraerse, y agradecía su compañía. Al llegar a las cocinas susurró al oído de la dama.

—Yo me encargo de la cocinera. Vos buscad en la estantería del ala norte, donde guardan los vinos. Los buenos vinos. Los vinos del Rejo —añadió en un tono confidencial, al tiempo que abría los ojos significativamente más y más con cada nueva indicación, como si le confiara un gran secreto.

—Lady Brenda —el título era muy importante cuando se trataba de ablandar el generoso corazón de la cocinera— Me apetece un poco de vuestra sopa especial. ¿Ha quedado algún resto?

Sabía que el buen corazón de la cocinera haría que encontrarse cualquier cosa para complacer a Guileon, a quien había conocido desde pequeño. Tan pronto se fue, comprobó que la doncella se hiciese con las botellas.

—Acompañadme —le indicó, al tiempo que salían por el ala oeste de las cocinas en dirección a la izquierda. Al llegar a un pequeño recinto con varias puertas y unas escaleras de piedra, el muchacho comenzó a ascender. Lady Thaena sabía que aquellas escaleras llevaban a lo alto de una torre desolada, donde el maestre de los Hawick solía mantener a sus cuervos hasta que un buen día decidió que el ascenso se le hacía demasiado cansino. Desde entonces nadie la visitaba.

Cuando llegaron a lo alto de la torre, el muchacho indicó a la doncella que dejara las botellas sobre la mesa de madera, tras lo cual sirvió dos grandes copas, alzando la propia.

—Por el amor, lady Thaena. Y por los buenos recuerdos.

A Thaena le costó mantener la compostura para no soltar una risita nerviosa mientras realizaba el hurto de una de las botellas; era una chiquillada pero lo cierto era que le causaba la misma emoción que si de una peligrosa aventura se tratara. Al final había logrado dar con la botella sin que se rompiera por el camino, y esperó que Ser Guileon terminara de distraer a la cocinera para seguirlo hacia donde tuviera planeado ir. Subió la torre con curiosidad, pues no recordaba haber estado allí en muchos años, pero lo cierto era que la vista nocturna desde allí era sorprendente.

-Curioso lugar para evadir miradas indiscretas.- Dijo, dándole la espalda un momento para disfrutar de la visión del mar esmeralda que rodeaba el fuerte. Al volverse, vio que el hombre ya había servido las copas y tomó la que le ofrecía. -Amor y buenos recuerdos.- Repitió ella, llevando la copa a sus labios, aunque apenas mojándolos con el licor.

-¿Acostumbráis subir aquí?- Preguntó. -Parece un buen sitio para estar en soledad.-

Guileon saboreó el vino antes de contestar.

—Es un buen lugar para estar en soledad, mi Lady. Pero es un mejor lugar para estar en compañía —concluyó alzando una vez más su copa en dirección a lady Thaena.

Apuró un par de copas más, intercambiando pareceres con la doncella sobre los invitados de la boda. El vino había restaurado su ánimo y el muchacho por fin estaba listo para revelar la utilidad de las piedritas que había cogido en los jardines.

Tras limpiarse la comisura de los labios, se asomó a un extremo de la torre, mirando hacia abajo, donde varios de los invitados de la boda caminaban en pequeños grupos o de manera solitaria. Una sonrisa traviesa asomó en los labios de Guileon.

—Observad aquella vieja, lady Thaena —dijo al tiempo que sacaba un fino pañuelo de seda de Myr de su bolsillo y con la otra mano señalaba a un señora mayor encajada en un vestido verde cotorra.

Se acercó a uno de los extremos de la torre, sobre la cornisa exterior, y estiró el brazo, como buscando algo. Finalmente sacó un puñado de piedras, que dispuso sobre el muro, y comenzó a pasar el pañuelo de seda sobre una piedra particularmente redonda, como si la estuviera limpiando.

—¿A qué le emboco en medio del peinado? —le preguntó divertido— La he untado con excremento de cuervo.

Sin esperar a que la chica contestara, dejó caer el guijarro.

—Vos también lo podéis intentar. Si le das a alguien, os nombrare caballero, mi Lady —añadió con una expresión solemne en el rostro. Técnicamente, ahora que era caballero, tal cosa era posible— Ser Thaena Blanetree.

Por un momento, una pregunta bailó en los labios de la dama de compañía. ¿Cuantas veces habéis traido a Bessa aquí? Más la pregunta no llegó a salir de su boca. Thaena vio al hombre beber ávidamente de su copa, y hasta le ofreció la suya propia después de darle un par de pequeños sorbos más, para que el contenido de la misma no se perdiera. El alcohol parecía surtir en Ser Guileon el efecto de invocar la alegría y destensar los incordios, pues pronto la doncella pudo ver al joven Ser haciendo travesuras que le sacaron carcajadas.

-Sin duda sois un chiquillo, señor mío.- Dijo, al ver el juego que Guileon proponía. Luego de fruncir el ceño un poco, terminó por aceptar intentarlo. -Os advierto que mi puntería es pésima.- Aseguró al hombre, asomándose hacia la dirección en que se encontraban aquellos invitados, sintiéndose un poco avergonzada por si llegaba a golpear a alguien demasiado fuerte sin querer. Tomó entonces uno de los guijarros, apuntó como hacía cuando Bessa intentaba enseñarle a usar el arco, y dejó caer el objeto.

Cuando ya se habían sucedido numerosas tentativas fallidas, el muchacho resopló, frustrado.

—Hay mucho viento —se excusó el muchacho— Estas piedras son muy livianas —se lamentó, mientras ennumeraba un sin fin de otras razones para explicar su falta de puntería— Me gustaría comprobar si Mawney es capaz de hacerlo. Seguro que no —añadió, convencido— Por cierto, mi Lady, ¿Por qué desconfias tanto de Mawney? ¿Ha estado actuando raro últimamente?

Mientras conversaban, el muchacho continuó lanzando piedras al tiempo que chasqueaba la lengua tras cada fallo, lo cual era lo mismo que decir que chasequeaba la lengua constantemente.

—Lady Thaena, ya podéis desistir... si yo no he podido, dudo mucho que vos, una doncella sin práctica...

¡Pop! La piedra había caído sobre la cabeza de la elegante señora, al parecer ocasionando cierta conmoción varios metros por debajo de la torre.

—¡Por los Siete! ¡Que puntería, mi Lady! No me digáis que Lady Bessa os ha estado dando clases particulares.

Se dejo caer en el suelo, derrotado y con la espada sobre la pared de piedra, pero se incorporó rápidamente al recordar su promesa.

—Arrodillaos, mi Lady. Un caballero siempre cumple con sus promesas. Ha llegado la hora de vuestro nombramiento —dijo con una sonrisa al tiempo que procuraba desenvainar su espada con cierta dificultad.

La doncella se daba a la risa fácil, y aunque ninguno de los lanzamientos parecía acertar, no podía dejar de soltar una risita avergonzada. Miraba de reojo a Guileon mientras éste daba razones y justificaciones por la cual también estaba fallando. A su pregunta, lady Thaena se lo pensó un minuto. -Su amigo me resulta alguien muy misterioso, directo en sus palabras, y presiento que, o piensa muy poco lo que va a decir antes de hacerlo, o sabe exactamente como hacerlo para causar reacciones en aquello a quienes habla.- Dijo, antes de dibujar una sonrisa divertida. -Además, me prometió que bailaría conmigo, pero al final me dejó esperando. A veces puedo ser rencorosa.- Rió muy suavemente.

La última piedra la había dejado caer sin ver, pues había desviado la mirada hacia Ser Guileon mientras este daba por finalizado el juego. Cuando escuchó una expresión de sorpresa y enojo proveniente de abajo, la doncella se tapó la boca con las manos y se escondió, conteniendo las carcajadas. Vio entonces como el muchacho se ponía en pie, y esta vez no ocultó la risa.

-Tened cuidado, milord, no quisiera asistir a la boda con una oreja menos.- Aún divertida por la situación, se colocó frente a él, y se arrodilló, bajando la cabeza con humildad.

El muchacho arqueó las cejas al enterarse de las intenciones de Mawney con la doncella, e hizo lo que todo amigo debía hacer en tales circunstancias.

—Me temo que Mawney siempre ha sido un poco duro de entendederas, lady Thaena. Os pido que no toméis su descuido como una afrenta. Todo caballero con dos dedos de frente se sentiría honrado de bailar con vos.

Aguardó a que la chica recuperara la compostura antes de continuar con las formalidades. Guileon también estaba algo tentado, pero logro contenerse lo suficiente a efectos de ofrecer un semblante solemne para la ocasión. Fue entonces cuando se percató de la causa de sus dificultades al intentar sacar la espada: el arma no estaba allí, sino en sus aposentos, afortunadamente para el bienestar de ambos participantes.

—Demonios —murmuró visiblemente molesto, aunque pronto recuperó la sonrisa— No importa. Un Ser de verdad no necesita más que sus brazos para defender a los inocentes.

Tras quedarse en silencio durante unos instantes, comprobando que nadie subiera por las escaleras, el muchacho extendio el índice y el mayor, aopyando la mano opuesta sobre el codo del brazo que usaría para imitar una espada.

—En nombre de la Guerrera, os encomiendo ser valiente —empezó el muchacho, antes de cambiar el brazo al otro hombro de la doncella, donde sus dedos extendidos harían contacto imitando el filo de la espada—. En nombre del Padre, os encomiendo ser justa —dijo, volviendo a cambiar, tal y como haría después a cada frase—. En nombre de la Madre os encomiendo defender a los jóvenes y a los inocentes. En el nombre del Doncel, os encomiendo proteger a todos los indefensos.

—¡Levantaos, Thaena Blanetree! ¡Ser Thaena Blanetree! —añadió riéndose a carcajadas, mientras aguardaba que la doncella se incorporara al nivel de sus ojos.