Partida Rol por web

Cuando la encontró se detuvo. Lyonell observó a Gianna por unos segundos. Cruzó sus ojos con los suyos.

Cumpliría su promesa...

Quería que ella lo tuviera claro. No parecía culparla por nada de todo aquello. Y quizá ahora los Vance tendrían una oportunidad para mirar hacia delante y dejar el pasado atrás, como Gianna había querido.

-Estoy contigo, mi amor. Estoy aquí.- Pronunciaba suavemente Lisette, sintiendo por primera vez desde que estaba con Valder que era ella quién debía protegerlo a él y no al revés. El silencio de Lord Lyonell la llenaba de angustia, pues aún si era culpable de lo ocurrido, que no quisiera justificar sus actos podría significar que no quería involucrar a nadie más. Quizás estaba protegiendo a Lady Morna, quien parecía estar como su esposo por lo que iba a acontecer.

¿Había sido el asesinato, como había dicho Valder, una venganza del hombre por su amante? ¿Seguían siendo amantes Lady Hawick y Lord Haffer, o había sido sólo un encuentro hacía 19 años? La suma de los rumores sobre los soldados de Lady Tully en el exterior le hizo volver al día del torneo, recordando que había gran cantidad de soldados ese día. ¿Había algo más allí? ¿Era esto en realidad un gesto político?

Lisette no sabía qué hacer, sólo podía escuchar...

Se había quedado esperando. Se había sentido bien porque se había mentido a sí mismo. Pero sabía más cosas que cualquiera de los presentes. No todo era como lo estaban pintando. No había blancos y negros, cada persona de entre los presentes variaba en una escala de grises. Y desde luego había muchos más negros observando desde el parapeto que blancos. Y de corazón mucho más negro que el propio Lyonell.

¿Cómo iba a ser sincero si nadie le había preguntado en su momento? Y cuando lo hicieron la primera vez, nadie le creyó. Se tenían merecido lo que les ocurriera, pero ya era tarde para lamentar. Al menos podría cumplir unas cuantas promesas.

Se habían juntado la honestidad y la hipocresía, empezando por los Tully y continuando por los Haffer y el resto de casas nobles presentes.

Había sido infiel a sus principios, aunque nadie lo había comprendido. Ni lo habían intentado. Declarado culpable por su mirada...

Familia, Deber, Honor. Los tres pilares básicos. Tres pilares que se derrumbaban como un castillo de naipes. Por tratar de cumplir uno había incumplido los otros. Y se había convertido todo en un círculo vicioso.

Aún consciente de que Hazzea se había sentado a su lado, el primogénito ignoró por el momento sus palabras, mucho más pendiente de ver que Valder se encontrara bien y recuperara un poco el color. Fue recién cuando este se mostró dispuesto a ir hacia la ejecución, que Urthen encontró algo de calma. Con cuidado, lo ayudó a pararse y mientras caminaba junto a él y Thaena por si la fuerza le fallara a su hermano menor, se dirigió a la maestre.

Ya de pie frente al árbol donde ataron a su padre, el mayor de los Haffer no despegaba los ojos de Lord Lyonell. Se mantenía atento a su hermano, por supuesto, pero confiaba en los cuidados que le diera lady Thaena. Entendía la importancia de mostrar entereza ante la sentencia final. Aún así, su corazón se encogía de dolor en su pecho, latiendo a toda velocidad. Era su padre, después de todo, y nada de lo vivido antes de los festejos de la boda podría haberlo preparado para verlo acabar así.

Quedaos a mi lado, por favor - le pidió, viendo que la mujer dudaba de ello.

Valder y lady Thaena no necesitan de vuestra ayuda, maestre. Dejadlos estar. - respondió antes que nada, pues su hermano siempre iba primero. - ¿Por qué no lo ayudasteis? - preguntó frunciendo ligeramente el ceño. La había buscado para que ayudara a Valder, y si bien había ido a él, se había sentado a su lado a hablarle.

Por lo demás no debéis preocuparos. Ya está hecho. - suspiró, frunciendo los labios - Anoche hablé con mi padre y me cedió los derechos de la Casa frente al maestre Debian. Últimamente mi padre no estaba en su sano juicio y... - su mirada bajó un momento. Quizás podría haber hecho algo más para evitar todo esto, si tan solo lo hubiese sabido a tiempo. - Fue la única opción que se me ocurrió para salvar nuestra Casa y nuestro apellido. - volvió a subir la mirada - Renegociar condiciones, disculparme con los Tully y pagar el precio que sea necesario por las ofensas de mi padre. Es la única forma en que podíamos sobrevivir. No solo nosotros, sino que la gente a la que protegemos. Las otras opciones, una vez perdido el favor de los Tully y sus tratados comerciales, eran hambruna o guerra. No podíamos arriesgarnos a ninguno de los dos. - respiró profundo, posando sus ojos sobre la anciana - Solo falta que Lady Harriet lo apruebe y jurarle mi lealtad.

Lady Thaena había desviado la mirada hacia lord Urthen al escucharlo hablar, sintiéndose un poco incómoda de momentos puesto que la información que el heredero de los Haffer compartía en ese instante era algo que ella no conocía. Pero ahora era importante escucharlo, saber en lo que Valder y Urthen deberían pasar a partir de ese momento, y por tanto ella también.

Su mirada volvió al joven de los Haffer, sosteniéndolo, y manteniendo sus ojos apartados de lo que iba a ocurrir, no quería presenciar más muerte si podia evitarlo.

Valder había afirmado que quería estar presente en lo que estaba por venir, sentía que era su deber, que necesitaba estar delante. Pero, a pesar de esa determinación que lo llevaba hacia el patio, no era necesario ser muy perceptivo para notar que el chico estaba impactado y aterrado. Sus labios temblaron cuando intentó hablar en un par de ocasiones por el camino y terminó por apretarlos cuando se detuvieron. 

Respiró profundamente y apretó el brazo de lady Thaena con fuerza. Escuchaba a medias lo que lord Urthen le explicaba a la maestre Hazzea, pero al principio no reaccionó a ellas. Parecía que las palabras de su hermano tardaban algunos segundos en calar hasta su mente. A destiempo lo miró, comprendiendo la noticia, pero lo único que hizo fue asentir con la cabeza. 

Luego llevó sus ojos hacia lady Thaena, tenía las pupilas dilatadas por el susto y la angustia se podía leer con claridad en su mirada. 

—Lo último... yo... —Tragó saliva, tenía la garganta reseca, la voz estrangulada—. Lo... último que le dije... —Miró a lord Urthen también en ese momento, su respiración se agitaba—. Le dije... que no era nuestra familia. Estaba tan enfadado.

Finalmente dos gruesas lágrimas empezaron a caer por sus mejillas. 

La doncella sintió que su corazón se hacía un puño al ver al joven de los Haffer de esa manera. Llevó su manos a sus mejillas, pasando sus dedos sobre sus lágrimas, sus ojos fijos en los de él. -Valder, escúchame.- Le dijo con suavidad. -Estabas enfadado, y tu hermano lo ha dicho, Lord Lyonell no era el mismo. Te prometo que él sabe que lo que dijiste fue sólo por el enojo del momento.-

Se inclinó hacia él, y besó sobre sus lágrimas, ya sin importarle quien pudiera mirarlos o no. Valder le necesitaba en ese momento.

En la tensa espera de la situación, lady Thaena tenía su atención puesta en lord Valder. Escuchaba las palabras que lord Urthen compartía con ellos y con la maestre Hazzea. En un punto, la joven se inclinó y besó las mejillas del más joven de los Haffer.

- ¡¡¡PAREN ESTA LOCURAAAAA!!!!..... - chilló la anciana cogiéndose sus ropas y corriendo, cual jorobada viviendo en lo alto de una torre, y mostrando algo que a los demás jamás se les olvidaría... Sus pantorrillas..... - ¡¡¡¡PERO QUÉ TIPO DE SALVAJISMO E INFAMIAS!!!!....  ¡¡¡Yo represento a los Siete en este momento!!!... ¡¡¡Más ganas de matar a Lord Lyonell no le tiene nadie más que yo por su desprecio hacia mi persona!!!.... ¡¡¡Y hasta a mi me indigna esto!!!.... - le intenta quitar a Bessa el arco... ¿Podía ser Hazzea una señal de los Siete o una pobre loca que por algún extraño motivo procedía de aquella manera?

La maestre Hazzea no llegó a acercarse a la heredera de los Hawick antes de que la interceptasen. En cuanto empezó a gritar e intentar correr hacia lady Bessa, dos soldados Tully la detuvieron. Lady Harriet posó su ojo de hielo en ella durante un instante y luego hizo un gesto con la cabeza, suficiente para que se la llevasen de allí, en dirección al castillo.

- ¡¡¡¡HA SIDO EL CONSEJERO DE LOS VANCE!!!!!.... ¡¡¡ÉL CON SU VENENO E INFAMIAS!!!.... ¡¡¡¡¡LORD LYONEEEEEEEELL!!!!!.... A PESAR DE TOOOODOOOOO NUNCAAAA HE DEJADO DE AMAROOOOOOOSSSSSSSS.... - chilló con su voz cascada, atragantada y tosiendo -.... LADY BESSAAAAAAAA.... ES INOCENTEEEEEEE.... - y ahí dejó sembrada su semilla, percatándose de que era la primera vez que Hazzea estaba tan bien rodeada.

- Pero qué buenos mozos.... - dijo ya en dirección al castillo, siendo casi arrastrada -.... ¿Sabéis que esta ha sido mi fantasía durante mucho años?.... Encerrada por dos jóvenes ejemplares.... ¿Quién va a ser el primero en darme unos azotes?.... jijijijijiji.... - y si no la soltaban asustados los pobres guardias era que estaban muy bien entrenados en el ejercicio de su deber....

A los dos guardias les dio igual que chillase, que patalease o que intentase golpearlos. La apresaron con sus manos fuertes como tenazas y la llevaron a una sala pequeña donde los nobles que se habían acercado a ver la ejecución al patio habían dejado a los más pequeños, considerados tal vez demasiado jóvenes para asistir. Soldados Tully custodiaban el lugar, a ambos lados de la puerta. 

La más mayor de los presentes, aparte de Hazzea misma, era una niña de unos doce años, vestida de oscuro pero con una banda de los Mallister. En el momento en que dejaron allí a la anciana, estaba sentada en el suelo enseñando una cancioncilla a los otros. Al verla se puso de pie y se acercó. 

—¿Te has mareado? ¿Le han cortado la cabeza ya? —preguntó, mirándola con descaro y curiosidad.

- Ains pequeña.... ¿Cortar la cabeza?.... No, me temo que o te has enterado muy bien de la historia..... - dijo la anciana suspirando -... Eres de la casa Mallister... Es evidente que estás "Por encima del resto"... - dijo intentando agradar a la pequeña, recordando el lema de la familia.

- Ese juicio que se está llevando a cabo es algo peculiar... Lord Lyonell no debería estar sufriendo la ira de la señora de los Ríos... - dijo la maestre suspirando -... ¿Hay vino?.... ¿Quieres beber conmigo?.... - era joven pero qué diablos, ella tampoco solía beber.

La chiquilla frunció el ceño cuando la maestre dijo que no se había enterado bien, pero al escuchar que conocía el lema de su casa, sonrió. 

—Soy lady Althea —informó con orgullo—. Y no hay vino, pero tenemos mosto dulce, agua y leche de cabra. Hay pastelitos si quieres —agregó, señalando una mesa donde había varias bandejas con lo que había dicho. 

»¿Quieres que te cuente de dónde viene el lema de mi Casa? —ofreció, con tono altanero y mirando a la mujer con curiosidad—. No te preocupes por Lord Haffer. Si es inocente los Siete lo salvarán. 

- Es un placer conoceros Señora... - dijo la anciana haciendo una reverencia cascada hacia la niña -...Bonito nombre, precioso en realidad, se puede hacer rimas con él para que salgan bellas poesías.... 

"Y allí iba la joven Althea,

los caballeros no apartaban su mirada,

cualquiera que la vea

la compararía con un hada

por su piel nívea"

En realidad habría querido decir: Allí estaba Althea que cuando levanta la pata mea, pero seguramente a una lady aquello le parecería grotesco.

- Mosto dulce... Bien, bien... A veces es mejor vuestros salones que el de los adultos...¡¡¡y pastelitos!!!.... Ven jovencita ven, acompañadme que me voy a dar un gustazo... ¿Habéis visto que fuertes y apuestos eran los guardias?....jijiiji.... Oh... los Siete espero que lo salven, no me gustaría que se librara de mi presencia después de la muerte... - y es que en el fondo, no quería reconocerlo, pero le apreciaba. Siempre que no fuera contra los Hawick, intentaría ayudarle -...En el fondo estoy enamorada de él... - dijo la mujer contando el cotilleo a la joven, bueno era que corrieran los rumores -... Un día me metí en su cama, pero es un hombre honorable y claro..., me echó... Y contadme el lema de vuestra casa, bonita Lady...., contad, contad... me gustan las historias de las Casas Nobles y poderosas como la vuestra...

Al escuchar a la vieja loca Lady Gianna se llevó la mano a la frente y negó un par de veces. Luego miró al cielo como buscando alguna respuesta ahí, o tal vez, simplemente preguntándose... qué mal habría hecho ella para merecer aquello. La vieja no había hecho más que insultarla desde que había puesto un pie en Fuerte Floresta. Y por más que la había ignorado, ahí seguía  escupiendo bilis. 

No prestó más atención a la loca que se llevaban detenida y se dedicó a observar las reacciones a lo que acababa de suceder manteniéndose cerca de Guileon y Mawney.

Tan desconcertado como suponía cualquier otro estaría, Urthen vio a la maestre ceder ante un arranque de locura temporal cuyo origen repentino no se explicaba. La observó, estupefacto en un principio, para luego llevarse el índice y el pulgar al puente de la nariz y agachar la mirada. Normalmente ese gesto se lo reservaba para los dolores de cabeza que le diera su hermano, pero en estos días había encontrado varias causas más.

Pronto volvió a subir la mirada, atento a lo que pasaría con esta. Tras aquel escándalo no movió siquiera un músculo al ver que la apresaban, y sus ojos siguieron a la mujer durante el trayecto, exhalando con claro agobio al escucharla hablarle a los guardias como lo hacía. Entre lo de su padre, y la maestre que ahora casi agradecía que hubiese sido destituida de su Casa, lo que lo salvaba de disculparse por ella, al primogénito Haffer se le caía la cara de vergüenza. Mucho podía quererlos a ambos, pero simplemente no entendía como habían llegado a esto.

Aún así, sintiéndose responsable de alguna manera, posó su mirada en Lady Harriet e inclinó la cabeza en señal de disculpa por unos momentos, aunque no quiso decir nada para no interrumpir el proceso ni aumentar el escándalo.

Posando una mano en el hombro de Valder, le apretó afectuosamente para darle fuerzas, para luego seguir hablándole. Ahora mismo, lord Urthen necesitaba tanto a su hermano como este lo necesitaba a él.

Sus ojos bajaron a Lisette un momento al ver cuanto se esforzaba en consolar a su hermano. Ahora mismo agradecía más que nunca que se tuvieran el uno al otro, porque entre una y otra cosa, Valder la necesitaría más que nunca. Urthen encontraba un enorme alivio en saber que, si por lo que fuera él no pudiera estar ahí para cuidar de su hermano, había alguien que lo quería sobre todas las cosas y que sin duda lo cuidaría tanto o más de lo que lo habría hecho él.

Posó una mano en el hombro de Valder y lo apretó un poco con cariño, necesitando también él tenerlo cerca ante lo que estaban a punto de presenciar - No tenías como saber que esas serían tus últimas palabras hacia él cuando las elegiste, Valder. Él, en cambio, sí lo sabía. - miró a su padre con el ceño fruncido, pues a sus ojos, esa elección no había tenido perdón. Las últimas palabras que le había dedicado a él y a su hermano tras la sentencia no habían sido las de un padre afectuoso, sin duda, y si bien podía entender como podía creer que él se las había ganado, Valder no merecía que su padre hablara así de él bajo ningún concepto - Lord Lyonell sabe que lo queremos y él nos quiere a nosotros, digamos lo que digamos, y diga él lo que diga. No dudes nunca de eso.

Morna siguió la comitiva hacia los jardines. El perfume fragante, la hermosura de las rosas, eran caricias dolorosas para sus sentidos. Observó cómo ataban a Lord Lyonell, de nuevo con el pañuelo en la mano, manteniéndose erguida, a pesar de rota. Su rostro, mantenía una expresión tensa, mientras ocupaba su lugar, frente al condenado, y tras su hija. 

Ver el arco de su marido en manos de Bessa la hizo llevarse el pañuelo a los labios, mientras cerraba los ojos con fuerza. Era evidente que tragaba sus propios sollozos, sus propias lágrimas. Contuvo el aliento. La línea de su bien dibujada mandíbula se mantenía, marcada, mientras posaba las pupilas claras sobre Lord Lyonell. 

El exabrupto de Hazzea la hizo inspirar, hondo, provocando que aferrase el pañuelo, entre los dedos, hasta que sus nudillos lucieron pálidos y prietos. Exhaló, despacio, mientras los guardias apresaban a Hazzea. Y mientras se alejaba procuró mantenerse firme. Firme por el recuerdo de su esposo. Firme por su hija, Bessa, sin que, sin embargo, pudiese hacer nada por ocultar la profunda desazón que empañaba su mirada.