Partida Rol por web

El desconcierto que compartías con Benjamin era asolador. tardó unos segundos en retomar la conversación. Al hacerlo, intentó ser lo más contenido posible.

—No sé, jefe.. todo esto no sé qué decirte —no llegó a balbucearlo, pero la voz titubeaba. Pudiendo tratar temas más terrenales, Ben negó con la cabeza con el teléfono al oído —. No, no han cogido a nadie. Su novio sigue en paradero desconocido.. no hay muchas esperanzas de encontrarlo..

De nuevo se quedó en silencio, pensativo, a lo que añadió finalmente.

—Oye.. lo siento mucho, Adam.. si puedo hacer algo por ti.. solo pídemelo, ¿de acuerdo?

Adam tenía una mano sobre los ojos y rascándose la frente un poco suspiró tras un rato largo sentado, inclinado hacia delante en una silla de su casa.

—¿Eh? Ah, no.. gracias, Ben, solo ten cuidado, ¿Vale? América es un lugar peligroso a veces y no pensé que esto fuera a pasar tan... cerca, así que ten cuidado..

Tenía ahora muchas dudas sobre lo que hacer, por lo general se ocuparía la familia de Samantha y él sabía que ella no tenía muy buenas relaciones con ellos, ¿Debía hacer algo? Estaba muy lejos como para eso, dudas, dudas.

—Intentaré llamarte luego, ¿Vale? Ya sabes, ten.. ten cuidado, por favor. Adam tenía que hablar esto con alguien, así que en cuanto la casa se quedó sin invitados se sentó con su madre a hablar con ella.

—Ya.. ya me ha llamado Benjamin, madre.. parece..— se le anudaban las palabras. —.. Samantha ha sido asesinada..

Benjamin se despidió de ti aun consternado, pero asegurándote que tendría cuidado. No tuviste que esperar demasiado para tener la casa vacía de invitados, tu madre parecía intuir tu estado de ánimo, así que fue ella la primera que te abordó con preocupación. Cuando le revelaste el destino de Samantha, se llevó las manos a la boca con horror y, a continuación, se santiguó.

—Dios bendito —exclamó dándote un abrazo —. Lo siento, hijo. Sé que.. no era la mejor mujer.. y te trató mal, pero.. nadie merece ese destino. Nadie.. lo siento mucho, hijo.

La empatía de tu madre era enorme, siempre lo demostraba. Y aunque nunca había tragado a Samantha, sabías que su tristeza era genuina. Tras el reparador abrazo, se separó un poco mirándote a los ojos.

—¿Qué vas a hacer, Adam? —preguntó respirando profundamente —. ¿Benjamin está bien?

Adam abrazó a su madre con cariño para luego separarse de ella y seguir hablando.

—Está bien... le he dicho que tenga cuidado y en cuanto a lo que hacer... no lo tengo muy claro, estoy muy lejos de esa vida ahora, pero todo me parece muy raro... Ben dijo que había muerto hace una semana, y he recibido una llamada suya hoy... no sé si esto es una broma de mal gusto...— Adam se rascó la nuca mirando a su alrededor y de nuevo a su madre, sentándose luego en un sillón, inclinándose hacia delante y juntando sus manos.

—Debería volver, aunque solo sea para ver que Benjamin está bien, es un buen chico, no me gustaría que le pasara nada. Pero tú, madre... no puedo dejarte sola, confío en que si no estoy los vecinos estarán aquí para apoyarte.

La mujer te miró comprensiva, tomó tu mano con cuidado, con ambas manos como siempre lo había hecho desde que eras un chiquillo.

—Adam, te agradezco profundamente que vinieras. Y Dios sabe que gracias a ti, todo lo de tu padre ha sido más llevadero —sonrió con calidez —. Pero tú tienes tu vida, y no.. no quiero que la retengas por mi. Yo seguiré aquí, siempre seguiremos aquí. Sé que has nacido para hacer grandes cosas, hijo. Y yo, como tu madre, solo puedo sonreír y esperar para verte brillar.

Agata se sentó junto a ti, en el sofá adjunto, con una sonrisa calmada, dulce, porque al fin y al cabo, observaba lo más importante que tenía.

Adam sonrió a su madre y le dio un beso en la mano para después mirarla a los ojos.

—No te preocupes, madre, volveré tan pronto como pueda... debo hacer esto, no sé si Benjamin estará tan a salvo como creo que pueda estar, y algo me da en la nariz que pasa algo... no sé el qué.— Adam suspiró y se levantó del sillón, dispuesto a ayudar a su madre en el recoger la casa una vez más.

—Mañana iré al aeropuerto a ver si hay billetes para América. Adam estaba bastante decidido, tenía sus dudas y desde luego no tenía muchas ganas de abandonar a su madre, pero algo en la espalda le decía que todo esto podría ser peligroso para Benjamin si lo dejaba pasar y aún así, también parecía peligroso para él.

Chicago, cuatro días después

El viaje de vuelta a Estados Unidos no se demoró demasiado, después de hacer un par de escalas llegaste al aeropuerto de Chicago con una fría y nevada bienvenida. Hubo un momento que hasta temiste que el vuelo se cancelara a causa del mal tiempo, pero como la suerte sonrió al vuelo y pudisteis tomar tierra antes de que las cosas empeoraran. Una vez recogidas las maletas y con el jet lag golpeando tus sienes, te dispusiste a tomar un taxi para dirigirte a la casa-taller que ahora gestionaba Benjamin.

Había una inusual falta de taxis en la terminal, la ventisca había disuadido a los conductores de acercarse y el último autobús había salido. A tu lado había un hombre de etnia oriental, se movía nervioso y parecía también buscar un taxi. El último que quedaba aparcó delante vuestro.

—No vienen otros detrás de mi. Me temo que.. o comparten.. o uno va a tener que quedarse aqui esta noche —informó el taxista mirándoos alternativamente.

El oriental sonrió de forma desenfadada, mirándote con un encogimiento de hombros.

—Si el caballero no tiene problema, yo tampoco lo tendré —repuso con un acento que, indudablemente, lo hacia proceder del lejano oriente. No era norteamericano, eso seguro.

Adam llevaba ropa de abrigo con unos guantes y una maleta algo pesada con su ropa y algunos enseres importantes para el viaje, llevaba también un sombrero de lana y se frotaba a veces las manos por el frío. Cuando llegó a Chicago ya estaba un poco perdido por el hecho de todo lo que cambia una ciudad tan grande en el tiempo que llevas fuera.

Al llegar a la parada de taxis y ver que se estaba marchando el último autobús y solo quedaba un taxi, escuchando al chofer miró al hombre oriental y negó.

—No, no.. claro. No tengo problemas. Asintió un par de veces, dispuesto a montarse en el taxi después de dejar su maleta detrás y ya dentro, quitarse el sombrero y dijo la dirección a la que iba para luego mirar al hombre oriental viendo a donde iba él.

Con una reverencia formal, el oriental se metió dentro del taxi junto a ti. Te tendió la mano una vez dentro con una sonrisa afable.

—Me llamo Jackie Sun, encantado. Gracias por compartir el taxi —dijo con entusiasmo —. Los viajes acompañados son siempre los mejores, ¿no cree? —dicho esto, se volvió hacia el taxista, dando una dirección con la que te quedaste un poco patidifuso, era la misma calle donde tenías la casa-taller.

Adam miraba al oriental con cierta curiosidad aunque su cara decía poco, por el frío.

— Eh... si, claro. La compañía a veces hace, milagros— Adam no era mucho de hablar pero tampoco negaba conversaciones, era un hombre serio de pocas palabras. — Yo soy Adam. Adam Antoisel. Un placer.

Mientras hablaba con él y vio que iba al mismo lugar que él se quedó un poco extrañado, pero bueno, no es la coincidencia más rara del mundo. — Parece que vamos al mismo sitio.. y se rio un poco.

Con un encantado en los labios, tu acompañante soltó una sincera carcajada mirándote con curiosidad.

—¿De veras? ¡Que bueno! —asintiendo mientras daba una palmada —. ¿Y adónde va? Me dieron una dirección. Me dirijo a un taller del que me han hablado muy bien. Tengo un trabajo importante, y me han dicho que es el mejor —asintió convencido.

En ese momento pudiste reparar que Jackie Sun llevaba un maletín un poco alargado, rectangular, que palmeó cuando mencionó lo del trabajo importante. El hombre volvió su mirada hacia ti intrigado.

—A veces la vida nos sorprende con coincidencias asombrosas, ¿no cree?

Adam miraba a veces por la ventana mientras hablaba con Jackie Sun, girando la cabeza para hablar con él cuando tocaba.

Al ver su respuesta se sintió un poco sorprendido. — Oh, pues.. quizá vaya al taller Vulcan. Trabajé allí cuando, vivía por aquí. Voy también, para ver a mi aprendiz, ahora está regentando el lugar— Adam miró el maletín de soslayo y luego volvió a mirar al hombre.

— La vida y el azar son muy, extraños a veces, si. ¿Podría preguntarle de qé trata ese trabajo, si no es molestia? Gesticuló un poco con el rostro mostrando duda y curiosidad.

—¡Ese mismo! Un nombre la mar de evocador, sinceramente —sonrió ampliamente mientras te miraba con intriga —. Parece que el destino nos ha hilado, Adam. ¡Uno no debe obviar esta clase de acontecimientos! Las cosas siempre suceden por alguna razón.

Con ese convencimiento y entusiasmo, Jackie miró la caja y te la tendió con delicadeza. El respeto y cuidado que demostraba tu acompañante era inversamente proporcional a su actitud distendida.

—Se trata de algo muy valioso para mi, lleva roto.. ¡como miles de años! —bromeó soltando una carcajada, aunque tuviste una fugaz y vaga sensación de que parecía hasta hablar en serio —. Creí que no iba a necesitarlo más, pero.. —chasqueó la lengua —. Las cosas cambian.

Dejándote que examinaras la caja si querías, Jackie la acariciço sutilmente abriendo sus cierres. En su interior se reveló un bastón hermosamente decorado con filigranas doradas y grabados de dragón en su superficie, estaba partido por el centro, quedaba bastante claro qué quería que fuera reparado. El bastón tenía una apariencia antigua, pero parecía bien conservado, y un vistazo sutil te revelaba que era de sándalo rojo.

— No voy a negar que todo tiene un, por qué a veces. Sonreía también vagamente mientras Jackie le ofrecía presenciar lo que tenía en el maletín. Acercó la vista un poco y contemplaba como abría poco a poco el maletín hasta llegar a discernir su contenido.

— Parece algo muy antiguo, casi dinástico.— En ocasiones Adam había sido requerido para arreglar cosas antiguas como relojes o aceiteras de hojalata, pero nunca había visto algo tan antiguo. — Sándalo rojo. No he visto casi nunca esta madera, las veces que he tratado con ella fue en algunos viajes cuando perfeccionaba un poco la carpintería en Creta.

Dejando de lado la curiosidad con el que lo miraba, volvió un poco al hilo de la conversación mirando a Jackie. — ¿Necesitarlo?— Le parecía raro. — Bueno, seguro que entre Benjamin y yo podremos ver que hacer con él.

Tu acompañante parecía entusiasmado por tu respuesta, satisfecho con ver que reconocías el material y la valía del bastón. Pero había algo más, algo más en ti, cuando pasaste la mano por encima del artefacto sentiste un cosquilleo eléctrico en la punta de tus dedos y, de repente, tu cabeza se llenó de imágenes en las que un ¿hombre? muy parecido a Jackie, pero con aspecto de mono, cola incluida, manejaba aquel bastón con una maestría absoluta mientras combatía contra extrañas criaturas de pesadilla. Fue un destello fugaz, aturdidor, pero sin duda bastante real.

—¡Me encantan los viajes! ¿En qué sitios ha estado? —preguntó entusiasmado, aunque sus ojos, fijos en ti, casi parecían conscientes de lo que te había acabado de pasar —. Me alivia saber que vas a poder echarle un ojo.

—Sí, claro. Necesitarlo. ¿Para qué sirve un bastón si no? —dijo esto con absoluta naturalidad.

A estas el taxi llegó a vuestro destino, y Jackie salió del coche junto a ti, llevando consigo la caja. Nada había cambiado, todo parecía exactamente igual, y la tienda-taller seguía en el mismo lugar. Jackie se acercó al aparador, donde se podía ver el interior, y silbó largamente.

—Bonito taller, bonito taller —asintió —. Estoy deseando que empecéis con el bastón.

Adam se tocó un poco la cabeza al vislumbrar todas esas imágenes que desconocía en su totalidad, como si de un sueño se tratase que nunca había tenido, así que por un momento parecía aturdido y confuso. Tras separar sus dedos de la cabeza, volvió a mirar a Jackie oyendo su voz como un eco que lo llamaba a la realidad de esa visión.

— ¿E-Eh?.. Ah, bueno, he estado en algunas partes de Ohio y en Alemania pero..- parecía bastante aturdido como para contestar con naturalidad pero poco a poco fue recuperando el semblante.

Tras llegar a la calle del taller, Adam salió del taxi y cogió sus maletas de la parte de atrás del taxi, pagando además el mismo antes de marcharse.

— No lo veo con mucha forma de llevar un bastón, señor Sun, parece bastante ágil sin embargo.

Cuando Jackie se acercó al aparador y miró el taller, Adam lo miraba con nostalgia, no pensó que volvería a verlo, pero las circunstancias a veces llaman a la puerta. — Es un lugar cómodo en el que trabajar y en el que sentirse tranquilo.— Suspiró, nostálgico, para luego volver a mirar a Jackie y abrirle la puerta del taller para invitarlo a pasar.

— No se preocupe por su antigüedad, señor Sun. Lo dejaremos como nuevo. Hay que saber venderse bien para los negocios y Adam debe preservar las labores de su aprendiz ante todo.

Ibas a cruzar el umbral del taller, cuando Jackie te paró en seco poniéndote el brazo en medio. Las campanillas de la puerta sonaron hasta enmudecer, el local estaba en quietud, una quietud extraña e inusual a la que estabas acostumbrado. Tuviste una mala sensación.

—No suele gustarme decirlo, pero.. algo no anda bien —la voz de tu acompañante seguía siendo despreocupada, pero su mirada no decía eso, estaba muy atento a lo que sucedía. Una brisa helada se arrastró desde el suelo hasta ti, un frío que se abrió camino hasta los huesos y se alojó en ellos apretándolos.

—Dime, Adam. ¿Ves algo raro? —era una pregunta extraña, sin duda. Todo parecía normal, salvo el frío extraño, pero su pregunta hizo que te fijaras un poco más. Sí había algo raro, la puerta de la trastienda estaba abierta y, justo detrás, había una estantería volcada.

Jackie se movió con agilidad, sin separarse de ti si te movías, era enormemente expresivo y arrugó la nariz cada vez que parecía apreciar algo.

—Con cuidado.. no sé qué puede estar pasando, pero.. no bajes la guardia.

Estando a punto de entrar en al tienda, el brazo de Jackie le cortó el paso a Adam que lo miró extrañado, escuchando lo que tenía que decir. El lugar silencioso, extraño, pues siempre se podía escuchar si no el trabajo de fondo en el taller, a Benjamin recibiéndolo.

— ¿Eh? La sensación tardó en llegar a los huesos de Adam pero de notarlo tembló un poco, como sintiendo el agarre de la muerte sobre sus músculos.

— Ver algo raro.. Ben ya debería de estar aquí. Éste frío, no es propio de la época, no al menos tanto. Cuando vio la puerta de la trastienda abierta y la estantería volcada, el rostro de Adam se asustó un poco, caminando un poco más adentro del local, su intención era elevar la voz para llamar a Benjamin, pero viendo las circunstancias, prefirió hacerle caso a Jackie Sun y avanzar sutilmente, atento y dispuesto a encontrarse con lo que pudiera haber pasado allí.

Jackie te acompañó dando pasos sigilosos, como latidos junto a tu corazón. Y es que tu corazón empezó a acelerarse, pues a medida que avanzabas podías ver que el desastre no solo se limitaba a una estantería volcada, sino algo mucho más terrible. Tendido entre herramientas y materiales estaba Benjamin boca abajo, tu aprendiz tenía el cuello de forma innatural, como si se lo hubieran partido con un movimiento brusco.

Tu acompañante no hizo ningún gesto, siguió vigilante, y su mirada paseó por todos los rincones buscando una hipotética amenaza. Cuando juzgó que todo estaba aparentemente seguro, Jackie puso su mano sobre tu hombro.

—Lo lamento, amigo. Lo lamento —dijo con gravedad.

El corazón de Adam iba latiendo más fuerte contra más se acercaba a la zona del estropicio, hasta dar a parar con esa escena.

Sus ojos se quebraron un poco con un gesto muy sorpresivo y un fruncimiento de su ceño la mar de triste, no pudo evitar alargar sus manos hacia Benjamin como si quisiera cogerlo pero de la impotencia cayó sobre sus propias rodillas mientras lágrimas en sus ojos empezaban a formarse.

— ¿B-Ben?.. Adam apretó los puños, no era médico pero tenía bastante claro que Benjamin debía de estar muerto después de eso. Golpeó el suelo y saltaron sus emociones más latentes.

— ¡Por qué joder, por qué! ¡MALDITA SEA!.. S-Solo era un chico. en ese instante Adam no sabía si llamar a la policía o sentir un nefasto sentimiento de venganza y odio por el que fuera que había causado eso.