Partida Rol por web

Valle de silicona

San Francisco, primavera de 2023

Habías llegado lejos, y ahora quedaba asaltar las puertas del Cielo. ¡Te habían llamado de Framtide! Uno de los gigantes tecnológicos de Silicon Valley, en San Francisco. Tu perfil se lo habían disputado numerosas empresas del sector, habías podido elegir, pero finalmente te habías decantado por el gigante de origen sueco, pues era una compañía joven y con proyección. Te habían citado con una tal Tilda Agnesdotter para firmar esa misma mañana. Mientras te dirigías a la cita, sonó tu teléfono, se trataba de Farid, tu mentor.

—¡Malcolm, muchacho! —exclamó con su peculiar acento —. ¿Cómo estás? ¿Estás de camino? ¿Nervioso?

Finalmente lo había logrado. Sus numerosos esfuerzos, cientos de madrugadas estudiando, corriendo numerosas simulaciones y de quemarse decenas de veces con el cautín habían rendido frutos. ¡Y nada menos que Framtide! Una de las empresas con mayor proyección y una muy buena posición tanto en el Fortune como en el S&P 500 (bueno, vale, él la había escogido, pero precisamente por eso: su perfil era buscado por muchas empresas, aquello parecía un sueño hecho realidad). Su sueco no era muy bueno, y ya se había apuntado a varios cursos en línea tanto escritos como por videoconferencia, pues si quería hacer carrera ahí estaba seguro de que tenía que hablar el idioma de sus fundadores.

Llevaba un traje sencillo color gris claro, pero de buena confección y hecho a la medida, se lo había mandado a hacer justo para la entrevista. Una camisa blanca con botones del mismo color del traje, una corbata negra y también zapatos negros. La verdad esa dicha, se sentía nervioso, y esos nervios lo hacían sentir apretado también. ¿Acaso había tensado demasiado el nudo de la corbata? Se lo aflojó un poco, aunque luego se lo volvió a acomodar porque sentía que se veía informal. Llevaba también un portafolios, y dentro tenía otra copia de su CV, sus documentos de residencia e inmigración, las copias de sus tesis, los últimos resultados de los chequeos médicos que se había hecho y otros cuantos documentos que solían pedir en las entrevistas. Quería parecer preparado, y dispuesto a empezar lo antes posible.

Sus padres se lo habían tomado justo como él esperaba: su madre casi se había desmayado, y su padre le había felicitado muy vocalmente por el teléfono. Del único que aún no sabía nada era de Demitri. Había intentado llamarlo un par de veces, pero sonaba ocupado, y el mensaje que le envió aún no le llegaba. Ya se enteraría, suponía Malcolm, bien fuera por él o por sus padres. Su teléfono vibró mientras caminaba por la calle, y se lo sacó del bolsillo con rapidez pensando que pudiese ser Demitri, pero no era el caso. Sin embargo, Malcolm sonrió. Era Farid, su mentor y tutor de tesis también.

— ¡Buenos días, Profesor Singh! —le respondió, efusivo, pero también respetuoso. Nunca había podido dejar de llamarlo profesor—. Sí, ya voy de camino. Al final decidí salir más temprano por si pasaba cualquier cosa, ya sabe que los atascos y las filas del metro pueden hacerse interminables a veces —hablando de temprano, aprovechó parar mirar la hora en su reloj y asegurarse de que todavía iba con buen tiempo—. ¿Nervioso? Por supuesto, creo que hasta peor que la primera defensa de tesis, pero bueno... practiqué mucho para la entrevista y creo que lo tendré todo bajo control, si me dejan de temblar las piernas, claro —bromeó, y soltó un par de carcajadas un tanto nerviosas—. Tengo una cita con... Tilda Agnesdotter —sufrió un poco para recordar y luego para pronunciar el nombre—. ¿La conoce? ¿Ha escuchado hablar de ella?

Él se imaginaba a una típica mujer nórdica: alta, esbelta, de cabello rubio y atractiva. Sin embargo, el hecho de que, al parecer, tuviese un alto cargo en la empresa también hablaba mucho de su inteligencia.

Pudiste escuchar la risa afable de Farid al otro lado del aparato mientras te escuchaba.

—Lo harás bien, muchacho. No será peor que la presentación de tu tesis, ya lo verás —aseguró el profesor mientras atravesabas una extensa zona ajardinada frente la entrada del edificio de Framtide —. Recuerda que tener el control es una ilusión, no tienes nunca. Pero sí controlas cómo reaccionas a lo que sucede a tu alrededor. Sé flexible, adáptate, y todo saldrá bien —aconsejó.

El edificio de Framtide poseía un diseño vanguardista, pero también parecía evocar a un antiguo templo nórdico con su estructura basada en hormigón y metal pulido con formas redondeadas. Había un par de personal de seguridad que te miraron fijamente unos instantes, pero te dejaron acabar de hablar con Farid.

—No la conozco personalmente, pero forma parte del consejo de administración de Framtide. Es una mujer esquiva con los medios, pero dicen que es la autora de todas las operaciones de marketing y promoción de la empresa —explicó haciendo memoria, añadiendo con una sonrisa pícara que podías verla claramente en tu mente —. Y una mujer hermosa, según dicen.

Malcolm dejó salir un suspiro, hablar con Farid le tranquilizaba. Lo conocía desde hacía años, desde que empezó en el MIT, y lo había visto crecer. Si alguien como el decano creía en él, podía estar un poco más calmado.

— Eso espero, he... dejado de lado algunas otras oportunidades por Framtide, sería una pena que al final no quedara —hasta ahora no había pensado en el fracaso, pero agitó la cabeza de un lado a otro, intentando sacarse esos pensamientos de la cabeza—. Sí, sí... controlar el enemigo interior. Es más fácil decirlo que hacerlo, pero lo intentaré... alabado sea Bear Grylls y su sabiduría —bromeó al respecto de aquello último.

Malcolm se quedó viendo el edificio de la empresa sueca brevemente, pudiendo notar el parecido que tenía con algunos templos viejos de la vieja religión pagana, o las viejas costumbres, según se vea. La verdad era que resaltaba mucho, estaba ahí para ser imponente. Miró a los seguratas y se alejó un poco, tampoco quería que terminaran de escuchar la conversación.

— ¿Entonces es una mujer inteligente, poderosa, que forma parte de la alta administración, y además es hermosa? Vaya, ahora sí que me siento bien —soltó una risotada nerviosa, y volvió a aflojarse el nudo de la corbata un poco—. En cualquier caso, ya he llegado a la sucursal, y algo me dice que no les gusta que haya gente hablando por teléfono dentro de las instalaciones. Gracias por la llamada, Profesor Singh, de verdad me ha ayudado a calmarme un poco. Tan pronto salga y sepa algo más, seguro le llamo de nuevo —le dio tiempo al decano para despedirse y acabó por cortar la llamada.

El ingeniero volvió a acercarse al personal de seguridad, y se presentó.

— Buenos días, mi nombre es Malcolm Isauros. Tengo una cita con la Sra. Tilda Agnesdotter —ahora que lo pensaba, no sabía exactamente el puesto al que estaba optando, así que prefirió no decir nada al respecto. De todas formas con lo de la cita sería suficiente.

Con el profesor Singh deseándote lo mejor, entraste en la recepción de la sede de Framtide. Después de superar el control de seguridad, un joven recepcionista te recibió con una agradable sonrisa. Te pidió unos segundos para comprobar tu cita, y te tendió un pase temporal para acceder a las instalaciones de Framtide indicándote dónde debías ir. El despacho de Agnesdotter estaba en el ático, tomaste un ascensor que no te robó demasiado tiempo y, tras unos minutos de espera, la secretaria de Tilda te informó que entraras.

—Señor Isauros —te recibió con una sonrisa leve, pero con bastante seriedad, la prometida belleza rubia que te imaginabas. Se acercó a ti tendiéndote la mano —. Tilda Agnesdotter, encantada. Por favor, tome asiento. Confío que su viaje desde Boston haya sido tranquilo, ¿desea tomar algo?

Tu anfitriona se sentó al otro lado de la mesa de su despacho. La sala estaba rústicamente decorada, había, curiosamente, mucha madera para él omnipresente metal y hormigón del edificio corporativo. Los muebles parecían estar hechos de madera noble, ricamente tallados, una enorme ventana iluminaba todo el despacho y el cuadro de un árbol, ¿quizá un fresno?, presidía la estancia en un lugar privilegiado en la pared.

Malcolm agradeció con cordialidad tanto al recepcionista como a la secretaria de Agnesdotter, fijándose en cada detalle que podía de aquel gran edificio. Constantemente encontraba pequeños símbolos o formas que evocaban a la vieja religión, o como la había tildado el cristianismo: la religión pagana. Aquello era interesante y curioso a la vez, y esperaba tener la oportunidad de saber por qué una corporación de vanguardia había decidido integrar esos elementos a su infraestructura.

Al encontrarse frente a Tilda, Malcolm esbozó una sonrisa que pretendía ser simpática, aunque era evidente que estaba un poco nervioso por todo el asunto. Estrechó su mano con firmeza controlada, casi como si se la hubiera estrechado a un hombre. La mujer tenía toda la pinta de ser una mujer que se había hecho a sí misma, y seguía mereciendo todo el respeto.

— El placer es mío, Sra. Agnesdotter —le respondió con educación—. El viaje no tuvo contratiempos, muchas gracias por el interés —dejó ir su mano con delicadeza y se sentó instantes después que ella, abriendo el botón de su saco, como había visto en algún vídeo de etiqueta formal—. Agua estaría bien, si no es mucha molestia. Gracias por el ofrecimiento —la verdad sea dicha, le tenía poca tolerancia al alcohol.

Dicho esto, no pudo evitar dar una mirada de paso por la oficina. Le gustaba aquel estilo, en cierta forma le recordaba un poco a la casa que había tenido que dejar en Grecia, donde la madera siempre estaba presente. Aquello le hizo sentir un poco más cómodo, sus hombros se relajaron un ápice. Observó el cuadro durante un par de segundos y luego volvió a mirar a Tilda, con una sonrisa nerviosa.

— Disculpe, yo... bueno, me gusta mucho el estilo del lugar, y el cuadro es muy vistoso e imponente —se aclaró la garganta—. He de decir que estoy un poco impresionado de que Framtide se haya interesado en mi CV, pero creo que tanto la empresa como yo tomaríamos la decisión correcta al integrarme a su fuerza de trabajo —empezó su discurso de ventas—. Framtide es una empresa con una gran proyección.

Aunque no es que fueras un especialista en esos ámbitos, la decoració rápidamente la identificaste como de origen nórdica. Trisqueles, sanefas anudadas, incluso llegaste a identificar lo que tú dirías que eran las antiguas runas. Del cuadro no extrajiste gran cosa, pero mirarlo con detalle te reveló que tenía nueve ramas y unas profundas raíces, que a los pies del árbol había tres siluetas y en la copa un águila y en sus raíces una especie de serpiente bajo tierra. No pudiste ver más, pues Tilda robó tu atención.

—Me alegra oír eso —activó su teléfono y se inclinó —. Agua para el señor Isauros, por favor.

No tardó mucho en entrar la secreta de Agnesdotter con un vaso de agua que te ofreció cortésmente, una vez solos tu anfitriona te miró en silencio como si te analizara.

—Son recuerdos, buenos recuerdos del hogar —respondió un tanto lacónica —. Así es. Framtide en mi lengua materna significa futuro, y eso somos. El futuro. Estoy de acuerdo con eso, aunque conversemos un poco, ¿le apetece? —la mujer se levantó, se dirigió un pequeño armario lateral y sacó una botella de cerámica blanca, pequeña como si fuera un botellín de cerveza, y se sentó en su asiento de nuevo.

—En Framtide nos enorgullecemos de trabajar por un mejor futuro para la humanidad. Nuestras filiales se extienden por todo el mundo: alimentación, tecnología, desarrollo sostenible, armamento.. ¿en qué ramas estaría usted interesado en trabajar? —preguntó mirándote de forma casi implacable —. Tómese su tiempo, señor Isauros. Lo tenemos, todo el que necesite.

Malcolm contempló esos pequeños detalles, anotando mentalmente todo lo que veía. Al menos había sido bendecido con una buena retentiva. Se quedó estudiando el dibujo, pero entonces la voz de Tilda hizo que se enfocara en ella nuevamente. Claro, antes agradeció a la secretaria por el vaso de agua con gentileza.

— Un significado muy acorde a lo que representa esta empresa en la actualidad, tanto para mí como para el resto del mundo —concedió, tras aprender el significado de la palabra. Asintió luego de la pregunta—. Por supuesto —se recompuso un poco en el asiento, poniéndose ligeramente más serio, y acomodándose los lentes con el dedo anular.

Siguió los movimientos de la mujer cuando se levantó del asiento, era difícil quitarle la mirada de encima. Cuando Tilda se giró nuevamente hacia él, Malcolm se aseguró de estar mirando nuevamente el cuadro. Había algo que quería recordar, pero que su mente no le permitía. Sin embargo, cuando la mujer volvió a sentarse, centró su atención en ella, escuchando sus palabras con interés.

— La verdad no tengo que pensarlo mucho, Sra. Agnesdotter. Mi ambición es trabajar en el área tecnológica, en la parte de desarrollo de ser posible —confesó—. Mi mayor sueño es ayudar a la sociedad a superar sus más arduas dificultades y generar bienestar. Sé que suena un poco... idílico, pero estoy siendo sincero. Claro, también entiendo que la compañía no es un fondo de caridad, y que se debe dar respuesta a los accionistas que la respalda, así que los proyectos también tendrían su parte en el mercado.

—Por eso se encuentra aquí, señor Isauros —sonrió confiada —. Por esa visión idílica. Eso hacemos en Framtide. El futuro es ahora, es tópico, pero no por ello menos cierto.

La mujer sacó una tablet y te la acercó deslizándola sobre la mesa, su mirada era fiera, pero también poseía cierta calidez. Una sensación dual a la que no sabías cual determinar la verdadera personalidad de Tilda.

—Su contrato. 50.000 dolares anuales el primer año, que aumentarán después de este, seguro médico completo, residencia en Silicon Valley, etc.. Puede comprobarlo —todo que ofrecían era todo lo que habías soñado, no podías ponerle ni un pero a lo que leías —. Su gran oportunidad ya está aquí. ¿Alguna duda, señor Isauros?

Tilda te miró con atención, expectante a tu reacción.

Malcolm asintió a las palabras de la mujer con seguridad, mucha gente no solía preocuparse por el futuro más allá de unos pocos años, pero la verdad es que estar preparado siempre era lo mejor... al menos según él. El ingeniero le sostuvo brevemente la mirada a la mujer, había algo en ella que inspiraba respeto, casi que miedo, pero al mismo tiempo cierta cercanía.

Empezó a leer los datos de la tablet, asegurándose que concordaran con todo lo que ella decía, aunque tampoco tenía mucha razón para dudar de ella y de la empresa, Framtide podía cumplir con esos compromisos de sobra. Un salario de 4.000 $ mensuales era muchísimo más de lo que esperaba, y con eso podría ayudar a su familia con los gastos de la siempre presente hipoteca y otras cosas, aunque también tendría que pagarse un alquiler (se preguntaba si la empresa le daría un apartamento o ayudaría con el alquiler, pero eso quedaba para luego, no quería parecer imprudente a pesar de que tenía la necesidad de saberlo), pero seguramente sacando cuentas podría meterlo todo en un presupuesto bien ordenado.

Leyó todo por encima, asegurándose de no pasar nada importante por alto, y acabó asintiendo a la mujer.

— Tengo dos, de hecho —aunque en su rostro se veía una sonrisa a medias—. ¿Dónde tengo que firmar y cuándo empiezo?

Una revisión del contrato no te reveló nada distinto a lo que podías esperar: cláusulas de confidencialidad, derecho de la empresa sobre las patentes que desarrollaras, etc.. Nada que no hubieras visto antes, aunque había una cláusula un tanto curiosa llamada "Cláusula de Rescisión", que decía que si en algún momento decidías poner fin a tu relación con Framtide, la empresa se guardaba el derecho a exigirte a que no trabajaras con otras empresas del sector en Silicon Valley. Al margen de esto, todo estaba correcto, por lo que procediste a firmar.

—Ha tomado la decisión correcta, señor Isauros —recogió el contrato con una sutil sonrisa, y casi de inmediato alguien entró. Un hombre alto, hosco, con aspecto de ser de seguridad. Tenia unos cabellos pelirrojos intensos y una mirada intimidante, te llamaba la atención que llevaba guantes negros cuando la temperatura no lo acompañaba —. El señor Magnus te acompañará al laboratorio. Gracias de nuevo, señor Isauros. Bienvenido a Framtide.

Magnus se quedó esperando junto a la puerta, se cruzó de brazos sin decir nada, si querías preguntar algo más a Tilda, era el momento.

A Malcolm le pareció un poco extraño, y sobre todo intimidante, que Framtide quisiera evitar contractualmente que trabajara con otras empresas en caso de que aquello no funcionara (en especial por la apabullante cantidad de NDA que había firmado)... pero por otro lado, había escogido la trasnacional sueca con la intención de hacer vida y carrera ahí, así que en cierta forma aquella opción no estaba del todo sobre la mesa, por lo que acabó firmando y asintiendo a Tilda, pues pensaban lo mismo.

Al ver que llegaba alguien más a la sala, Malcolm se levantó de su asiento y extendió una mano hacia Tilda.

— Estoy seguro de ello, Sra. Agnesdotter —respondió él, con firmeza practicada—. Ha sido todo un placer, y muchas gracias por la oportunidad —de poder, estrecharía la mano de la mujer y luego se retiraría junto con el Sr. Magnus, aunque se detuvo a medio camino—. Ah, antes de que se me olvide. ¿Le molestaría indicarme el nombre del árbol que está en la pintura? Siento que lo he visto en algún lado, pero... no termino de recordarlo. Me parece bastante interesante.

Mientras tu guía esperaba, Tilda asintió mirando al árbol representado a su espalda, volvió los ojos hacia ti con una sonrisa muy leve, casi dirías que de compromiso.

—El fresno de los mundos, el Yggdrasil —respondió casi con respeto reverencial —. Nos veremos, señor Isauros —con estas palabras te despedía, y Magnus hizo un gesto para que lo siguieras.

El trayecto fue bastante silencioso, Magnus no parecía ser la clase de tipo que hablara demasiado y si se hubiera comunicado mediante gruñidos no te hubiera sorprendido. Tomasteis un ascensor que empezó a descender pisos, alcanzó los sótanos y siguió bajando hasta, contaste, unos cinco niveles. Una vez allí pudiste ver una inmensa sala de colores blancos separada por paredes prefrabricadas y decenas de personas pululando por ellas, tu guía te conminó a salir del ascensor y te llevó por el centro de aquellos numerosos laboratorios, al terminar le pasillo arribasteis a otro ascensor, que también tomasteis para un nuevo descenso.

Si quisiste comprobarlo, tu móvil no tenía cobertura y la actitud de Magnus era cada vez más inquietante, pues te miraba como un cordero en dirección al matadero. El ascensor descendió durante un minuto aproximadamente, y al abrirlo sentiste un pequeño shock al contemplar una especie de gruta que era totalmente ajena a la modernidad del edificio de Framtide, no tardarías mucho en llegar a vuestro destino, un bloque prefabricado custodiado por hombres armados. Magnus te señaló la puerta, se quedó a un par de metros del edificio.

—Es aquí, entra.

Malcolm asintió a Tilda, memorizando el nombre de aquel árbol. Yggdrassil le sonaba vagamente familiar, después de todo era un aficionado de la mitología, pero tendría que investigar más al respecto. Finalmente se despidió de la mujer y empezó a andar junto al tal Magnus.

Malcolm, hasta cierto punto, tampoco era muy conversador, así que al principio no se sintió demasiado tenso por el silencio. Más bien, aprovechó no tener que estar concentrándose en lo le decía su interlocutor para poder detallar los laboratorios por los que estaba pasando, y también la gente que estaba trabajando en ellos.

Cuando llegaron a un nuevo ascensor, Malcolm se aclaró la garganta, un poco nervioso, para llamar la atención de su guía.

— Construir estos sótanos debió haber sido bastante difícil, ¿eh? ¿Es por algún tema de radiación o simplemente para hacer más fácil el controlar el flujo de trabajadores? —preguntó, sin dejar de mirar como la pantalla del ascensor indicaba que cada vez descendían más.

Cuando finalmente llegaron al destino, y las puertas se abrieron, Malcolm dejó salir una especie de jadeo de impresión. Aquello era completamente diferente a lo que esperaba, parecía incluso antinatural, si tomamos en cuenta el edificio del que venía, aunque... habían descendido bastante. Los ojos del ingeniero volaron de un lado a otro, examinando todo lo que podía ver, incluidos los hombres armados. Tragó en seco y dio un paso adelante.

— ¿Quiénes sóis vosotros realmente? —entendía la necesidad de seguridad que tenían algunas empresas, pero aquello parecía excesivo. ¿Una contratista secreta del gobierno, quizás?

Quizá hubiera sido un panorama muy optimista, pero tampoco lo esperabas. Tu acompañante no te respondió, con el gesto fruncido y de pocos amigos. Aquel silencio era hasta incómodo, pues Magnus no se molestaba en disimular su actitud casi hostil hacia ti. Solo cuando preguntaste al dar ese paso en dirección al edificio subterráneo, te dijo.

—El futuro —te dio un empellón para acabar de convencerte de dar los pasos que tocaban darte. Magnus se quedó fuera, vigilante, y dentro pudiste ver un lujoso laboratorio como el de los pisos superiores, pero este parecía muy vacío y, en el centro, había una camilla con un inquietante surtido de ataduras para muñecas y tobillos.

El lugar estaba limpio, pero se apreciaba una mancha oscura donde la camilla. Antes de que te dieras cuenta, dos hombres armados te cogieron en volandas y te llevaron a la camilla. Quisiste pelear, deshacerte de ellos, pero era del todo imposible, aun removiéndote como un demonio, su fuerza no era de este mundo. Una vez atado, una desagradable voz aguda.

—¡Bien! ¡Bien! ¿Han traído un nuevo espíritu para Ratatösk? ¡Bien! ¡Bien! —a tu diestra apareció un tipo con bata blanca, aspecto de roedor y frotándose las manos. Te sonrió ampliamente, como si te vieras en una situación plenamente deseable —. ¡Muy buenas, recipiente! Ay.. ay.. Freya siempre los baja lozanos, ¿pero qué se le podrá hacer? Al menos hablado con la mujer más hermosa de los nueve mundos, ¿sí? 

Tanto la respuesta como el empujón dejaron descolocado a Malcolm, incluso llegando a necesitar un par de segundos para recomponerse antes de volver a mirar al sueco con el ceño fruncido. Consideró durante un instante reaccionar acorde, pero usualmente era mala idea enfrentarse a hombres armados.

— ¿El futuro? —preguntó, enarcando una ceja, aunque antes de poder decir nada más, el ingeniero fue sujetado por dos de los guardias.

Malcolm intentó liberarse, luchar, removerse, pero era inútil, y en poco tiempo se vio amarrado a aquella ominosa camilla. La voz que vino después hizo que el vello se le pusiera de punta. El ingeniero movió como pudo la cabeza, buscando el origen de aquella voz, hasta que aquel hombre entró en su rango de visión. Malcolm tragó en seco, intentando en vano liberarse.

— ¿Ratatösk? —el chico repitió aquel nombre, sin dejar de mirar al científico, incrédulo y asustado—. ¿Recipiente? ¿A qué te refieres? M-Mis padres saben que estoy aquí, y el profesor Singh también. Si algo me sucede, llamarán a la policía. Todavía podemos salir de esto sin necesidad de una demanda —intentaba sonar seguro, pero la verdad sea dicha, ahora mismo temía por su vida, y con razón. El rostro de aquel hombre inspiraba cualquier cosa menos confianza—. ¿F-Freya? ¿De qué estás hablando? —ahora mismo, lo único en lo que podía pensar era en salvar la vida.

La respuesta de Ratatösk fue una desagradable risa mientras comprobaba varios enseres médicos que estaban sobre las mesas, el hombre te hablaba dándote la espalda. Los que te habían llevado a la camilla, te ataron con correajes a la camilla.

—¿Y para qué se iban a preocupar de ti, recipiente? Oh.. que miedo.. que miedo.. tus padres, la policía.. ¡la mismísma Cacería Salvaje! —espetó con una risa desagradable —. No te has de lamentar, recipiente. Tu espíritu servirá para un propósito glorioso.. mayor que tú, tus padres, tu profesor Singh, que yo mismo...

Magnus terminó junto a la puerta de entrada de aquel macabro laboratorio, vigilante, con su mirada fija en ti. Sentías un miedo absoluto frente a esa mirada, casi parecía ser capaz de partirte con ella, pero tu mente atenazada por el miedo empezó a dirigirte la atención a distintos rincones de la estancia. Empezaste a alucinar, a contemplar diversos aparatos y a sentir, de forma instintiva, de lo que estaban hechos y dónde estaban sus puntos más débiles. Esta intuición terminó acabando en los correajes, sentiste una conexión inmediata con estos y supiste encontrar el ritmo y el punto de tensión para que cedieran.

—Lo peor del proceso es que te dolerá.. mucho.. a nadie le gusta que le arranquen el alma, ¿sabes?

Malcolm siguió luchando, en vano, contra sus captores, aunque sus fuerzas se vieron renovadas tan pronto paseó su mirada por el ominoso material quirúrgico que el desagradable hombre con rostro de rata revisaba. Ya encima de la camilla, el ingeniero intentó salir corriendo, pero las manazas de los seguratas lo mantuvieron firmemente contenido hasta que los correajes rodearon sus extremidades. A pesar de la futilidad de sus esfuerzos, el joven continuó retorciéndose.

Las palabras de Ratatösk no tenían sentido, ¿de qué carajo era él un recipiente? ¿La Cacería Salvaje? Eso le sonaba, pero no estaba seguro de dónde. Los ojos de Malcolm empezaron a ir de un lado a otro, buscando cualquier forma de escapar, de liberarse. Su mirada pronto se entrelazó con la de Magnus, y por un momento suplicó, pero era inútil. Entre tanto, el miedo que se acumulaba poco a poco en su interior se fue... ¿escapando?, de su cuerpo. La cabeza le daba vueltas, la sentía zumbar, pero al mismo tiempo, estaba ganando una especie de claridad más allá de sus sentidos. El ingeniero no sabía exactamente lo que estaba pasando, sólo que de alguna manera sabía el movimiento exacto que tenía que hacer para liberarse.

La verdad sea dicha, el chaval ni siquiera dudó. Ejerció con precisión manométrica la fuerza necesaria para hacer que los correajes cedieran, y tan pronto sintió sus extremidades libres, echó a correr hacia la puerta, asumiendo que nada ni nadie se lo impidiese.

En la sala te habían dejado a solas con aquella suerte de científico loco. Sus constantes balbuceos y aspecto de roedor eran desagradables, incluidas sus continuas risas por lo bajini, pero cuando te lograste liberar de los correajes soltó un grito de alarma.

—¿Dónde vas? ¡No huyas! ¡No huyas, recipiente! ¡No huyas de tu glorioso propósito! —sentiste que iba a emprender tu persecución, y ya echado a la carrera te sentiste cerca de la salida, pero nada más lejos de la realidad.

Ejerciendo una velocidad sobrenatural, el inquietante Ratatösk te cortó el paso armado con un bisturí. Seguía con su risa nerviosa, de demente, y ponía el bisturí delante de ti esgrimiéndolo como si fuera una suerte de daga.

—No te irás. No te irás. Freya no puede cabrearse con el bueno de Ratatösk. ¡Ni tampoco el Que Está Lleno de Odio! ¡Menos él! ¡Se comería al escualido Ratatösk! Y nadie quiere eso, y menos Ratatösk —el aspecto de roedor se había acentuado, sus ojos controlaban nerviosos tus movimientos, te tenía completamente cerrado el paso.

De nuevo, la misma sensación que tuviste con los correajes. Una miríada de posibilidades y sensaciones, en las que pudiste ser capaz de escudriñar las debilidades físicas de las cosas que te rodeaban, incluidas las del propio Ratatösk.

¿Glorioso propósito? ¿Morir en una celda subterránea mientras un científico enloquecido con cara de roedor llevaba a cabo experimentos y Dios sabe qué más en tu cuerpo? Definitivamente tenían conceptos diferentes de glorioso, y también de propósito.

Malcolm no supo exactamente si fue por su lamentable forma física, o si el tal Ratatösk era más de lo que parecía, pero la cuestión es que el científico no tardó demasiado en cortarle el paso, incluso cuando corría como alma que llevaba el diablo producto de la descarga de adrenalina que había tenido. El ingeniero miró de arriba a abajo al hombre con rostro de roedor, volviendo a sentir esa extraña familiaridad con sus "debilidades estructurales". 

— ¡¿Pero de qué carajo me estás hablando, tío?! ¡Esto no puede ser legal! ¡Una cosa es firmar un sinfín de NDAs, pero esto es otra cosa! —le espetó, nervioso y enfurecido a partes iguales.

La verdad sea dicha, Malcolm nunca se había visto envuelto en una pelea. Él no era así, prefería resolver las cosas hablando, negociando o... simplemente huyendo, que era lo que le hubiese gustado hacer en ese momento, pero a veces... tenías que hacer frente a algo, te gustase o no. Los ojos del ingeniero se enfocaron primero en el bisturí, pensando en desarmarlo, pero le resultaba imposible enfrentarse a alguien con esa velocidad. Sin embargo, ¿qué más podía hacer? El ingeniero tragó en seco.

Lo primero que hizo fue intentar atrapar la muñeca del científico que sostenía el bisturí, con la intención de luxarla y que así el hombre perdiera el agarre de la improvisada arma. Acto seguido, y tratando de aprovechar el agarre de la muñeca, tiró del hombre hacia él, para encontrar la cara interna de la rodilla del científico con la planta de su zapato, intentando hacer la suficiente fuerza como para dislocarla también. Esperaba poder dejarlo fuera de combate y escapar. No dudaría en salir corriendo nuevamente si su plan funcionaba, aunque sus movimientos eran más lentos de lo que le hubiese gustado, pues no tenía práctica en aquello, y dependía enteramente de aquel extraño sexto sentido que ahora tenía.