Partida Rol por web

Van Doren pasó un rato muy atareada pegando carteles. Allá donde los ponían generaban expectación, ya fuera por sus colores chillones o por la premisa sensual que ofrecían. En algún lugar los arrancaron nada más ponerlos ella, pero en otros generaron una respuesta positiva con codazos para llamar la atención de otros y sonrojado interés.

De un modo u otro, la pooka se encontró a sí misma Castro abajo colocando carteles cada dos o tres pasos y en los bares y tiendas que se lo permitían. Mientras colgaba un par en un callejón, una presencia oscura se apareció a dos pasos. Era grande, negra y blanca: un esqueleto envuelto en un sudario con largos dedos huesudos que intentaban tocarla... y arrancarle la vida.

Escuchó un estornudo. Dos tipos mugrientos y enfermos, con sarpullidos en la cara y legañas densas en los ojos, se aproximaban desde el otro lado...

Shyam se irguió entornando los ojos hacia la recién llegada, conteniendo el habitual gesto de llevarse la mano a la empuñadura. No había simpatía en sus formas, pero tampoco preocupación. Mantenía la fría cortesía que mandaba en aquellos casos, y tras un vistazo rápido a Calandra, entró. Agradeció el suave calor del interior frente al chaparrón de fuera.

-Gracias por vuestra hospitalidad, Lady Dahlia.

Calandra no estaba acostumbrado a tratar con sidhes, especialmente fuera de la casa Fiona, que era la única que conocía por el nombre. Se puso rígido y dejó que Shyam pasara primero, sin poder quitarse la sensación de que estaban entrando en una trampa.

Extendió las alas de nuevo y aleteó para sacudirse el agua de lluvia. Se mantuvo cerca de Shyam mientras iban hacia la biblioteca, en la que no recordaba haber puesto un pie más de tres veces.

-Al contrario: gracias a vosotros por venir. El feudo está muy triste sin sus habitantes -dijo la sidhe con ternura-. Lamento profundamente vuestro encontronazo con Lord Schazzenan.

En la biblioteca, vigiló por que nadie pusiera oído en la puerta y se inclinó hacia delante para confiarles algo con aire secreto:

-Es un gobernante joven e inexperto e imagino que podéis poneros en su lugar y comprender la arrogancia que eso suele conllevar. No se lo tengáis en cuenta.

Shyam le dedicó una sonrisa breve, comprensiva. Después miró a Garin para que empezara a buscar el famoso libro tras el que andaban.

-Es normal, es una responsabilidad muy grande. Pero no hemos venido para juzgar a nadie. Como ya he dicho antes -añadió llevándose una mano al pecho- es una decisión que tomaremos libremente cuando todo esto se haya calmado.

Como Calandra no quería hablar con la sidhe, ni que nadie le dijera que Silveth le estaba animando a hacer un golpe de estado y colocarse como barón, decidió que lo mejor era fingir que ayudaba a Garin a buscar el libro. Se acordó en el último momento de hacerle una reverencia de princesa antes de ponerse a rebuscar entre los libros.

Van Doren miró a un lado y a otro con el ceño fruncido y guardó los carteles en el bolso.

-Oh, gracias a dios. Necesitaba alguien que me pidiera que sacara el látigo -murmuró para si soltando el brazalete que tenía enroscado en el antebrazo.

Si se las veía mal huiría, pero le apetecía repartir un poco de leña después de los últimos acontecimientos, liberar tensiones. La pooka se encaró contra el más grande y chasqueó su arma, que ardió en llamas desde la punta hasta casi llegar al mango.

-Y sé que decidiréis correctamente -dijo la sidhe tirando del pomo de la puerta mientras se iba de la habitación-. Salid cuando gustéis.

El Fiona le dirigió una mirada significativa a Calandra y salió detrás de la baronesa.

Garin pasó un dedo ávido por los lomos de los libros en busca del que necesitaban. Con cada vez más urgencia, miró y remió la misma estantería antes de pasar a la siguiente con desesperación.

-¡No está! ¡El libro no está!

Van Doren sólo necesitó de tres segundos para darse cuenta de que se había metido en problemas. La pooka era dura y aguantaba las toxinas de manera envidiable gracias a su afinidad con las arañas, pero la cabeza empezó a darle vueltas al tiempo que le subía la temperatura corporal cuando uno de los tipos que se le acercaban le tosió junto a la cara. La cosa empeoró cuando el más lejano estornudó. Casi podía sentir los microbios reptándole por la piel, contagiándola de aquello.

-Disculpad, Lady Dahlia -interrumpió el sidhe con una profunda reverencia tras darle alcance-. Lamento no haberme presentado: soy Shyam ap Fiona,  serví fielmente a Lord Stevron durante su reinado. ¿Tenéis un momento?

No acostumbraba a darse tanta pompa a la hora de tratar con otros, pero debía reconocer que no se le daba del todo mal.

-¿Cómo que no está?

Se acercó a la estantería y buscó el libro, aunque era muy consciente de que no sabía qué estaba buscando. Apartó unos cuantos libros y se volvió hacia el sluagh. Recordaba haber calzado una mesa con un libro antes del viaje al Ensueño, y esperaba de verdad que el libro que buscaban no estuviera sujetando la mesa de la cocina.

-A ver, cálmate, loca, que vamos a hacer un poco de magia. ¿Cómo se llama el libro ese? ¿De qué color es?

La Eiluned se dio la vuelta con una sonrisa cortés.

-Ya sabía vuestro nombre, Sir. Oh, es cierto, no tenéis el título de caballero... Lo lamento, es la costumbre. Adelante, Shyam, preguntadme lo que deseéis.

Van Doren, como muchas otras veces, se preguntó para que narices se había gastado tanto dinero por un látigo con el que era incapaz de acertar a nada que no estuviera atado y amordazado. Cómprate un látigo, le dijeron, así podrás defenderte, le dijeron. Y sin embargo la pooka no deja de pensar que para que narices quiere pegarse con quimeras cuando puede estar tranquila cosiendo con los pies apoyados sobre algún desgraciado que le pague por ello.

No podía negar que era vistoso cuando lo desplegaba y des vez en cuando le gustaba aparentar que podía hacer destrozos con las llamas. Además de que era un complemento maravilloso (siempre le había gustado el cuero). Pero no, por mucho que le disgustase no era "esa mujer" fuera del Terciopelo.

La pooka agitó su ineficaz arma rezando porque las llamas distrajeran a las quimeras e intentó escabullirse por el costado del más grande.

-¡No lo sé! No tenía nombre, era... era gris. Y viejo. Y muy grueso. Sobre curación y protección. Por eso hice el hechizo, para intentar curar a Stevron, pero salió del revés y... -Garin se tapó el rostro con las manos-. ¡Soy un idiota! No hago nada a derechas, sólo causo problemas y por mi culpa han muerto esos pobres tipos...

Shyam le quitó importancia a la premeditada equivocación con un gesto airado.

-No tiene importancia. No sois la primera que se confunde -Guardó las manos a la espalda y se hizo a un lado, por si quería seguir caminando. De repente le surgió la idea de lo divertido que sería ver a Silveth en una batalla verbal con aquella dama. Sonrió más-. Lamento decir, por contra, que yo no había oído hablar de vos hasta la fecha, y me preguntaba cuál era vuestra relación con el difunto Barón. Y también con el joven Lord.

Lady Dahlia bajó hasta la sala del trono, donde la hoguera crepitaba mortecina. Despidió a Bernardette, que se escabulló para continuar sus quehaceres sin dejar de echarles un ojo.

-Lord Stevron, difunto barón... -Dahlia dejó escapar un suspiro y miró al fuego con los ojos tristes-. Es difícil creer que se haya ido, ¿verdad? Al menos a mí me cuesta imaginarlo. Lo conocí durante la Guerra, siendo ambos poco más que Infantiles. Me llenó de tristeza que abandonase nuestro bando, pero cuando el Duque lo convirtió en Barón no pude sino alegrarme por ver que su estrella continuaba, pese a todo. Y acabar así... Qué desastre. Qué desastre para la Estirpe y para los Fiona, que tanto aman...

Ladeó la cabeza como si estuviera olvidando un sueño.

-Perdonadme, Shyam, no quiero agobiaros con mi melancolía. Apuesto a que vos sentís la pérdida en mayor medida. Y ese sluagh que os acompañaba, Garin... Imagino que para todos es duro. El propio Lord Schazzenan está muy triste. Como podéis ver, el feudo sufre como su señor. Ha sido nuestro mutuo dolor el que me ha acercado a él. Nos encontramos en el funeral de Stevron y decidí venir aquí en calidad de protectora. Como antigua amiga de Stevron, no puedo hacer otra cosa. Vosotros habíais partido en un viaje al Ensueño y no teníamos muchas esperanzas de que volvierais. Un feudo sin vasallos que lo protejan y lo cuiden es un feudo en peligro. Lo comprendéis, ¿verdad?

Shyam guardó un respetuoso silencio quedándose varios pasos por detrás hasta que ella terminó de hablar, compartiendo un sentimiento doloroso que se reflejaba bien en ambos. Suspiró largamente antes de asentir, respetuoso.

-Por supuesto, mi lady. Tardamos demasiado... -dijo en alto, un reproche a su propia actuación-. Nadie lo lamenta más que nosotros.

Habían tenido la cura en sus manos, pero el tiempo se les había escurrido.

-Lord Stevron fue un buen gobernante, cercano y atento con sus vasallos. Seguro que se alegró de que estuvierais en su despedida. Es un cambio complicado, sobre todo para los que regresamos en vano, por lo que me alegra que alguien cercano se haya preocupado por el bienestar del Feudo en nuestra ausencia. Muchísimas gracias, al menos en mi nombre, por tamaño favor. Espero que las cosas se calmen pronto y podamos regresar a la normalidad lo antes posible.

Agarró a Garin de la muñeca para quitarle la mano de la cara.

-¡Garin! Arriba, maricón, que no es el momento. Ayúdame con esto, anda. Atento. -Se apartó de Garin y levantó los brazos en el aire-. Cher, Donna, Dolly, Diana, Grace. Bette, Carmen, Greta, Katharine, Marlene. Aquí hay un par de amigos de Dorothy necesitados de ayuda, y tal como están las cosas necesitamos un milagro, así que aquí estoy rezándole a un montonazo de diosas. Sé que este no es vuestro rollo, pero de verdad que necesitamos encontrar un pedazo de libro gris del año catapún, con un montón de cosas sobre protección y curación, o se va a morir un montonazo de gente. Así que, oh diosas, mandadme una señal. Por favor.