Partida Rol por web

Ni una palabra, pues. Ellos eran los visitantes. Se pasó tranquilamente a otra silla. Le resultaba gracioso ver cómo la tecnología les ponía nerviosos. Estaba claro que no habían sufrido la misma paranoia desde el otro lado: a un tecnomante le parecía natural que un objeto complejo hiciera cosas , pero sentir que un simple tatuaje, un osito de peluche, incluso una simple palabra, hicieran cosas potencialmente peligrosas en manos de los despiertos, eso era paranoia, y estaba tan acostumbrado a bregar con ella que ya casi ni la sentía.

Adoptó una actitud filosófica y comprensiva, y esperó a que ese mutismo lleno de paz que procuraba proyectar sirviera de algo.

Asentí con la cabeza a las quejas de la chica con aire distraído. Postureo del malo, tendría que practicar mucho para parecerse a las chicas de la escuela de Arte. Al final pasé de ella y me giré hacia la barra para ver si ya estaba mi birra. La pillé y le hice un gesto al camarero. 

—Gracias tío. 

No me molesté en preguntarle cuánto era, porque por la mañana había dicho que a la primera ronda invitaba él. Si hubiera sido gente maja no le habría tomado la palabra, pero con la tontería que tenían encima... pues me iba a tomar la birra gratis. 

Me separé de la barra y me fui hacia la mesa donde se había instalado Oliver.

La jodida gótica tenía su punto de gracia. Decía cosas que en su posición probablemente yo habría callado, y eso hacía que me causara cierta simpatía. Enfrentada a la antipatía que implicaba oponerse a mis objetivos, el equilibrio de lo que pensaba de ella era tan inestable como Oliver queriendo subir a una furgoneta.

Ante lo último que dijo me aseguré de que no hubiera más malentendidos y directamente dejé de mirar en la dirección de Oliver.

—Haced lo que queráis con él —enuncié bajando un poco la voz para no molestar—. Se lo merece. —Hice una pequeña pausa—. Pero era tu nombre el que preguntaba, no el del ligue de nuestro amigo.

Aiden se acercó hacia donde estabas Oliver, para verlo esforzándose* en pasarse a una silla de manera algo aparatosa y no cayendo al suelo por poco, mientras su acompañante no mueve un músculo para ayudarle. Cuando el joven se acerca, no recibe un saludo, sino una mirada fría.

-Movimientos lentos- susurra el hombre, y se puede ver que a través de la silla de ruedas tiene un arma que apunta hacia tu compañero. -Sentado junto a tu amigo- ordena. El sujeto tiene piel oscura y el pelo en rastas recogidas de forma ordenada. Unos lentes y una discreta corpulencia. En circunstancias normales, os hubiese costado verlo como alguien amenazador, pero ahora mismo, sus gestos serios y su mirada fría parecían describir una monomanía centrada exclusivamente en vosotros.

La chica se encogió de hombros lentamente. -El pellejo de tu amigo, no del mío- dijo tranquilamente. Se quedó mirándote un momento, cruzó una mirada con el barista y luego te volvió a mirar. Este último intentó decir algo, pero un dedo en alto hizo que se arrepintiese.

-Miro al espacio, exploro la tiniebla, y siento entonces que mi mente puebla, turba de ideas cual ningún otro mortal las tuvo antes y escucho con oídos anhelantes...- susurra la mujer, con cadencia singular, entre susurros y rimas adobadas de cierta mirada con un brillo de interés y otro de crueldad. No sonríe, sólo te mira fijamente, al tiempo que el barista casi parece contener la respiración.

El silencio de la barra es más fuerte que los murmullos del espectáculo a escasos metros, o del esfuerzo de Oliver por pararse de su silla de ruedas y hacerse en una mesa, o de las palabras de su acompañante, que ahora parece haber encontrado una nueva compañía en Aiden. Y tras esas palabras, la mujer no dice más, sino que espera muy atentamente tu reacción.

La sonrisa que dirigió a Aiden era tranquilizadora. Parecía decir: "esto es como pasar las aduanas, chaval, tú ten aplomo, no asustes a los polis y no acabarás encerrado en una habitación con un tío con guantes de látex buscando las drogas en tu ojete".

Esperaba que fuera solo esto. Esperaba que estos chicos entendieran que su barrera mental tenía que estar levantada por el bien de todos, y que tuvieran tiempo para darse cuenta de que la tecnocracia en pleno no tenía la zona acordonada, y que ellos no venían con ganas de bronca. Que eran, si eso era posible, más pringados que ellos.

El tío con el que estaba Oliver parecía majo... hasta que llegué junto a ellos y me di cuenta de que tenía un arma. Abrí los ojos como platos y creo que mi corazón se saltó un latido mientras mi mente me bombardeó con flashes rápidos del día de mi despertar, de un arma apuntando a Skyler, de la bala moviéndose en el aire, de la realidad deteniéndose.

Respiré despacio por la nariz, perdida la sonrisa y la viveza de mi mirada, y me senté en la silla junto a Oliver, que parecía tan tranquilo que pensé que debía tener un as en la manga o algún tipo de plan B. 

Puse la birra encima de la mesa y miré al tipo, serio. 

—No sé qué está pasando aquí, pero eso no es necesario, tío. Venimos en son de paz.

Necesita comprobar que todo está bien, Aiden. Dale su tiempo. Óliver tenía mucha práctica en pasarse de un sitio a otro, pero la silla diferente, la tensión, todo ello le dieron un aire de torpeza. ¿Pensará que tengo una silla biónica? pensó en medio de una histérica risa mental.

Reconoces aquel pasaje, aquella manera descriptiva y casi poética oscura. Era Poe, el cuervo, lo que la gótica estaba citando. Un poco cliché, pero no escapaba a tus conocimientos, aunque no sea precisamente lo que más leyeses últimamente.

Asentí con calma cuando habló del pellejo de mi amigo, La verdad es que no creía que le hiciesen nada a Oliver más allá de darle un susto o un pequeño y merecido escarmiento. Y se lo merecía. Así que haciendo como que no me importaba di un pequeño trago de mi tónica cuando ella empezó a recitar. Lo que faltaba.

La chica parecía una de esas adolescentes que no saben muy bien dónde están. Sólo que ya debía tener una edad y quizá dominase la magia. Y es que además tiraba sólo de tópicos. ¿El cuervo, en serio? En fin. Como no iba a ser tan idiota como para insultarla la miré, valorando durante un momento mi respuesta.

Sin embargo, aquello no parecía aleatorio. Esperaba que no lo fuese. Seguramente fuera su manera de responder a mi pregunta, así que decidí seguirle el rollo. Levanté el vaso como si supiera de qué hablaba, e hice un gesto con él, como si quisiera brindar a su salud.

—Y supongo que lo has escogido tú —le dije, agradeciendo la protección mental y apuntándome buscar en cuanto pudiera el poema en el teléfono—. Buena elección.

Hice una pequeña pausa. Pensé en decir algo más, algo que sonase místico, como que quizá el nombre la había escogido a ella, pero decidí no columpiarme más. Si no era una tarada, el que quedaría como un tarado sería yo. Hice un gesto hacia el público del espectáculo.

—Me sorprende que el sitio lo conozca tanta gente. Yo no había oído hablar de él antes. Está claro que sabéis manteneros en un buen perfil. Enhorabuena.

-Tú, tus chismes tecnológicos sobre la mesa también- dice el hombre sin inmutarse ante la queja de Aiden. -Móvil, portátiles, esas cosas- ordena, apuntando brevemente el arma en la dirección del tatuador. Acto seguido, observa con atención sus interacciones y se queda quieto y vigilante, sin sentarse, y con la suficiente ventaja.

No dice ni dirá más por el momento, salvo que vea algo de parte de vosotros que lo obligue a actuar. No os quitará la vista de encima, más que para intercalar alguna mirada en dirección a la barra, sin hacer algún gesto que pueda ser fácilmente leído. Aunque vuestra intuición sobrenatural os dice que no está con juegos y que hay más ojos sobre vosotros que solo los de aquel extraño.

El barista dejó escapar una media sonrisa en reacción a tu respuesta, la gótica se encogió de hombros sin responder.

Con tu cambio de tema, ella replicó -Y apenas escuchaste de nosotros, viniste a visitarnos con tus amigos- dice ella monotónica. Llevó el índice a su sien y levantó las cejas. -Marketing viral. Seguro que sabéis de eso bastante- comenta. El barista parece de mejor ánimo.

Aiden se une a la mesa de Oliver y el hombre que acompañaba al lisiado originalmente, se quedó de pie junto a ambos, como si estuviera montando guardia, vigilándolos detenidamente, e intercalando breves y esporádicas miradas en tu dirección. La gótica y el barista no parecían muy interesados en armar conversación, pero no se mostraban abiertamente groseros por el momento.

Oh, si, pensó, los chicos del vudú son tan pringados como nosotros. Aunque un pringado con una pistola, es un pringado a tener en cuenta, claro está. Pero ver cómo quitaba los chismes tecnológicos a Aiden casi le mata de la risa (histérica, una vez más). Sin embargo, se contuvo y mantuvo la cara de educado escepticismo.

A ver. Yo no tenía ningún problema con que comprobasen lo que fuese. Hasta me dejaría cachear o alguna mierda de esas, siempre que no se quedasen con la maría que llevaba encima. Con lo que sí tenía problemas era con la pistola. La presencia del cañón me inquietaba más de lo que querría reconocer y mi ceño se frunció mientras sacaba despacio el móvil del bolsillo y lo dejaba sobre la mesa. 

—Tío, se os va la olla de la hostia, ¿eh? 

Miré a Oliver y me pregunté si habría hecho algo para cabrearlos o es que eran así de serie. Bastante gilipollas me había parecido ya el camarero por la mañana y la gótica era graciosa, pero lo que se dice simpática... pues no. 

—¿Puedo beber? —pregunté haciendo un gesto hacia la birra, resignado a esperar y tenso por la pistola al mismo tiempo. Necesitaba un porro como nadie, pero algo me decía que no les iba a parecer bien que me pusiera a fumar allí.

El show transcurre de manera predecible y tras una hora de familiares muertos, de "os amo" atrasados, de "vivid vuestra vida al límite" venidos de un más allá que parecía lleno de escritores de horóscopos y autores de libros de auto-ayuda, finalmente el espectáculo termina con aplausos, exclamaciones de asombro y hasta lágrimas.

Durante ese mismo tiempo, el hombre del arma vigila a Andy y a Oliver, la gótica intercambia algunas frases con poca oportunidad de conversación con Evan, y el barista está más o menos atento a vuestros pedidos. Y mientras la clientela se divide entre quienes deciden quedarse y pedir algo de beber y los que saludan, abrazan y agradecen al maestro de ceremonias y luego se van, miradas estratégicas empiezan a recaer sobre vosotros.

El tío del sombrero de copa se acerca. La gótica le indica a Evan que se acomode con sus amigos, le sigue y se sienta en una mesa del lado de forma silenciosa y curiosa, y el barista, de pie, se acomoda también mientras parece estar dividiendo su atención entre vosotros y lo que dicen los clientes. 

-Ah nuestros illustres visiteurs, vaya que sabéis hacer una entrada. Silenciosa pero potente, abrumadora- dice mientras apoya ambas manos sobre la mesa y os mira con una media sonrisa. -Supongo que vuestro tiempo es importante, ¿no? el nuestro lo es, por supuesto, y lo hemos empleado bien hasta el momento. Así qué... ¿venís de parte de quien? ¿De qué división de la tecnocracia? ¿De qué capilla de las tradiciones? ¿O sois algo peor?- dice y luego antes de que podáis responder, continúa hablando.

-Pap-pap-pap. Os daré la palabra muy amablemente cuando termine de hablar. Y de verdad, de verdad espero que no séais portadores de malas noticias, aves de mal agüero y esas cosas. Acá no le hacemos mal a nadie- dice y luego se lleva la mano a la frente.

-Ah, pero de seguro queréis que me presente, aunque probablemente ya sabéis quien soy. Ezekiel, Ezekiel Black. Zeke para los amigos. Y estos son mis colegas.- Mientras dice esto, se quita el sombrero y hace una reverencia sarcástica. La gótica asiente, el barista sonríe tímidamente, el tío del arma os mira desaprobatoriamente -Diría que estamos a vuestro servicio, pero todavía no sabemos que hacéis aquí-

Y luego de una pausa añade, mientras extiende las palmas hacia vosotros -Ya podéis hablar-

¿Quién sería este payaso?

Lo pensó con toda claridad, su subconsciente encantado con la perspectiva de que alguien le leyera el pensamiento, y su parte más amable horrorizada con la perspectiva. Miró a sus camaradas, como pidiendo permiso. Luego, sin hacer mucho caso de lo que dijeran, volviendo al señor Black.

La entrada que hayamos hecho no ha sido parte de un espectáculo, señor Black, sino de algo demasiado necesario. Lo que aquí está... Sucediendo... Cuando hablaba, con su actitud y su mirada seguía las melodía del Mambo Nº5 (qué maravilla: de cuándo en cuando su pantalla de pensamientos obsesivos emitía alguna joya) ...es necesario y, para nosotros, un verdadero riesgo. Hizo ver que esperaba a que las mentes de sus oyentes le siguieran. Miró al tipo de la pistola, queriendo señalar lo que a él le parecía un verdadero riesgo. Lamento muy profundamente si les hemos perturbado en algo y, personalmente, estoy dispuesto a esperar a que comprueben veinte veces si hace falta que no hay un equipo de apoyo del NOM en las cercanías. Ni que nuestras intenciones son hostiles. ¿Y por qué es necesario? A corta distancia somos ciertamente fáciles de percibir, pero a poco que quien tiene oídos esté distraído con otra cosa... Esperaba que estuviera claro que aquella cosa monstruosa era una simple pantalla. Como el caparazón de una tortuga.

¿De parte de quién venimos? Creo que mis amigos ya se lo han dicho. A mi me parece algo maravilloso que tengan aquí su pequeña burbuja de realidad. No tengo nada en contra de las realidades invocadas por mis pares. Abrió las manos en un gesto teatral, mirando su cuerpo casi inútil. Lamento que me vean en mi pobre cuerpo de carne. Cualquiera pensaría que eso ya es suficiente mala educación, ¿no es cierto? Yo soy un Adepto. El señor Gibbs.