Partida Rol por web

Mover a tus contactos fue tarea compleja. Con lo poco que sabías de ellos, tenías que confiar en que sembrabas el farol adecuado y de que buscabas a alguien que parecía pertenecer a alguna división del gobierno que no operaba abiertamente. Algo así como el M16, pero aún más discreto, y apareciendo en circunstancias particulares, en casos extraños. Como creías que te había sucedido a ti.

¿El farol? Información. Después de todo, es eso lo que todo el mundo busca, y aunque tras varios favores, rumores, y al menos un capitán reacio con el contacto pero reacio a hacer de puente, lograste que te dieran una cita, muy a las diez de la noche, en un McDonalds, de todos los sitios. Te preguntabas si no habrías dado con algún bromista, o quizás habrías terminado con algún burócrata intermedio que nada tenía que ver con la Tecnocracia. Y sin embargo, decidiste acudir. No tenías nada que perder, más que tu tiempo.

Te tomó varios minutos darte cuenta del sujeto. Estaba en una mesa, a simple vista, y sin embargo no destacaba. Lo cual era curioso, siendo el único hombre solo, vestido de manera más o menos formal en medio de un McDonalds. De cerca, tenía un corte militar: hombros anchos, mandíbula apretada y unos ojos azules. Su cabello rubio daba señales de ir abandonando el color del trigo en favor de algo más blanquecino, y su piel parece mostrar un bronceado no muy fácil de obtener en Londres. Tenía camisa y corbata, pero en lugar de un abrigo de paño, usaba uno de cuero marrón. 

Tenía frente a él una caja de papas fritas y una malteada. Y cuando te vio lo suficientemente cerca, con un gesto de la mano te invitó a sentarte frente a él de forma casual, como si os conociérais de toda la vida.

-El nombre es Vincent- dijo el hombre con voz pausada mientras tomaba una papa por uno de los extremos y la sumergía lentamente en la malteada, casi hasta que el líquido cremoso tocara sus dedos. -Debo decir, es muy inusual que sucedan este tipo de cosas. Pero luego de ver su archivo, y encontrar que estuvo involucrado con el incidente MacIntosh...- saca la papa de la malteada y la pone frente a él, mientras una gota del dulce líquido comienza a escurrirse lentamente -...al menos por algunos días. Pensé que podría ser interesante-

El hombre te mira. Es la primera vez que lo haces y su mirada parece atravesarte por completo, como si no existieras allí. -¿Es eso de lo que quiere comentarme?- preguntó finalmente metiéndose la porción de comida a la boca. Y a pesar de su error, había algo en su mente, en su disposición que no te encajaba. A medida que habías perfeccionado tu manejo de la esfera de Mente, la gente se había hecho más fácil de leer. Sus pensamientos caóticos, sus ideas, sus emociones, todo siempre estaba a la superficie. Pero con Vincent... algo no estaba bien, algo te incomodaba: No podías percibir nada de eso en él.

Que me llevase varios minutos localizar al tipo ya fue un buen indicio. Lo miré de lejos, analizándolo, y luego traté de analizarlo con los ojos de mi mente. Al final me acerqué a él y tomé asiento en la misma mesa. Mi pedido era uno de esos wraps que eran casi una ensalada comprimida y un vaso de agua.

Al oír su nombre supuse que sería falso. Yo lo haría, desde luego, aunque en esta ocasión habría sido algo estúpido. Mis ojos se desviaron hacia lo que hacía con su patata, pero luego traté de centrarme en él. Me incomodaba un poco su inescrutabilidad, pero al mismo tiempo encendía mis expectativas.

—En realidad, aún no tengo muy claro qué sucedió en ese incidente, aunque algo sí puedo imaginar —enuncié antes de dar un breve sorbo de mi vaso—. ¿Habla del incidente de la explosión, o de lo sucedido en el juzgado?

-Hablemos de lo sucedido en el juzgado- dice aún masticando la patata, y tratando de sonreír un poco. -Su historial es interesante Evan. No parece muy de usted abandonar un caso en medio del juicio. Según el informe de ese día, sufriendo un síncope. Si me lo preguntan se ve usted en excelente estado de salud ahora- dice y toma la siguiente patata.

-¿Qué le dijo MacIntosh, Evan?- dispara nuevamente sin esperar, sin demasiados preludios. 

Me gustó oír que quería centrarse en lo del juzgado. Sabía que me la estaba jugando, y mucho. Pero también sabía que después de que alguien secuestrase a uno de nuestro grupo no podía seguir limitado a lo que Artemis y sus fabulosísimos colegas quisieran enseñarme. La realidad era mucho más de lo que ella decía. Quizá lo sabía y no quería compartir ese conocimiento. Quizá no tenía ni idea. Fuera cual fuera el caso, como se solía decir en las relaciones, debíamos empezara a ver a otras personas. Yo, al menos.

—Dijo que el espacio de mi cráneo era pequeño para contener mi mente. —Me quedé un instante en silencio, pensativo.

Valoré decirle también lo que había escrito en la nota, pero tras la recepción que me había dado Artemis quizá fuese una frase en clave para ella. Podía no servir de nada con Vincent o podría estar delatándola. Fuera cual fuera el caso, no ganaba nada.

—Ese mismo día alguien me dijo también que quien le daba la espalda a su propia inspiración y a su propio talento sólo merecería ser convertido en un paria —añadí después, sin probar aún la comida—. Es por eso que estoy aquí.

La mano de Vincent se detuvo repentinamente en el aire, sosteniendo precariamente la patata de un extremo con sus dedos a medio camino entre el plato y la boca, como si una fuerza invisible hubiese detenido su movimiento. Los ojos azules de Vincent parecen examinarte unos instantes y aunque sigues sin notar o percibir las ideas flotando superficialmente en su cabeza -como la mayoría de la gente- estaba claro que parecía estar pensando.

-Y entonces esperó... ¿cuántos meses? para buscar a través de las grietas del sistema para contactarme- enuncia tranquilamente, pero el hecho de que la comida que sostenía en su mano seguía sin reanudar su marcha te llenaba de cierta extraña y ridícula tensión. -Quizás quiera añadir más detalles, Evan. O ser más claro- enuncia. Y aunque, la intención en su tono es opaca y nebulosa, parece dirigirse a ti de manera algo transaccional.

-Dígame. ¿Cuál cree que es mi trabajo?- pregunta, dejando aquella incómoda sensación que hace rato no experimentabas, de no saber si se trata de una pregunta retórica o una real por parte de tu interlocutor.

Mis ojos se desviaron un instante hacia la patata antes de volver a mirar a aquel tipo. Luego, sin mover la cabeza, mis pupilas miraron alrededor con cierta discreción, interesado por ver si había alguien observando. Escuché sus palabras y tragué saliva. Era consciente de que me estaba metiendo en un lugar... Peliagudo. Sólo esperaba que no fuese una prueba de Artemis. O de Arcadius. Ese sí parecía capaz de planear algo como esto. Tragué saliva antes de contestar.

—No he esperado para contactarle —señalé—. Me he preparado antes de contactarle. Al menos, tanto como he sabido hasta el momento.

En ese punto me llevé la mano al cuello de la camisa y me coloqué la corbata, tomándome un instante antes de contestar.

—Desconozco cuál es exactamente su trabajo, pero le diré que el mío es mucho más sencillo desde el juicio de Macintosh. Es como si hubiera... Despertado.

Tomé aire antes de hablar, entrecruzando las manos sobre la mesa delante de mí.

—He oído hablar de los hombres de negro, y si la mitad de las cosas por las que dicen que se les debe temer es cierto, está claro que aún no estoy en el lado correcto de la línea.

La mención de la palabra "despertado" parece arrancar una reacción del rostro de Vincent. Hay un ápice de desagrado, que no tarda en disimular llevándose la patata detenida a la boca y masticando con algo más de ahinco. -¿Siente que estaba dormido, Evan?- pregunta con evidente sarcasmo, que seguro habrías sido capaz de notar aunque no hubieses pasado los últimos meses desarrollando un olfato para leer a las personas.

-Voy a ser muy franco con usted- dice Vincent, moviendo su comida a un lado, y entrecruzando los dedos de sus manos frente a sí. -Observe a su alrededor, Evan. Vivimos en un paraíso tecnológico. Desde su móvil puede usted llamar un vehículo que lo lleve a casa, pedir que le lleven de cena un plato típico de la India. Encender su televisor y ver lo que está sucediendo en Cuba o en México. Conectarse a su ordenador y pedir un libro desde América. Puede luego reservar un billete de avión y pasar vacaciones en la rivera francesa, o en los Himalayas o en donde usted quiera.- dice serenamente. Se encoge de hombros -Admito que no todo es perfecto, pero al menos usted y mucha gente pueden acceder al resultado de la visión y el trabajo de las mentes más brillantes de la humanidad. ¿No está de acuerdo?. Pues bien, mientras la humanidad avanza y florece, siempre hay... llamémosle obstáculos, que ponen en peligro todo lo que usted y la mayor parte del mundo dan por sentado- continúa hablando.

-Lea en los foros conspiranoicos de internet, y leerá de alienígenas y otras cosas. Pero la verdad es más compleja. Hay entidades, criaturas, fuerzas más allá de lo que el ciudadano común conoce, que no debería tener que conocer, que atentan contra los cimientos de nuestra civilización. Y peor aún, hay quienes quieren revertir todos los logros de la humanidad, volver a una época en que debías sacrificar a tus hijos al señor del castillo, rezarle a ángeles o a demonios, o morir de hambre porque enfadaste a los espíritus.- cuenta, mirándote a los ojos fijamente. -Mi trabajo es lidiar con todos esos obstáculos. De forma discreta y eficiente, de tal manera que Bob, el ciudadano del común, no tenga que saber que existo, que hago, o que su vida estuvo muy cerca de acabar por algún peligro incomprensible para su mente común- y se inclina un poco.

-Ahora Evan. ¿Qué cree que es lo que más le conviene a la humanidad... y, aún más importante, de qué lado cree que está usted?- pregunta y sus palabras tienen un tono casi amenazante.

Al notar el desagrado en la expresión de mi interlocutor anoté mentalmente que quizá ellos llamasen a lo que me había pasado de otra manera. Por eso cuando un momento después me preguntó si antes estaba dormido elevé las cejas sin llegar a asentir, en una expresión que intentaba denotar que los tiros iban por ahí, pero sin posicionarme como adepto de esa palabra.

Me eché un poco hacia adelante cuando el tipo dijo que iba a ser franco. Mi historial interrogando testigos me decía que ese era precisamente el momento en que uno empezaba a elaborar más las mentiras, o que incluso era una manera de ganar tiempo mientras las pensaba. Pero quizá con este tío no fuese así.

Conforme él iba hablando yo asentí un par de veces para que viera que le seguía. La verdad, la tecnología no era mi fuerte, pero al menos comprendía a qué se refería cuando hablaba. Y cuando dijo lo de los obstáculos no supe si hablaba de personas como Artemis o de otra cosa, pero intenté no mostrar que no tenía ni idea.

Vale. Cuando el tal Vincent siguió hablando asocié los ejemplos que ponía a Aiden y su mentora.

Las preguntas finales del tipo me dejaron pensando durante un instante. Si lo que decía era cierto, bueno... Ese era otro punto de vista. Uno que en ciertos aspectos me era más cercano.

—Creo que es ridículo que a día de hoy alguien pueda pensar que esas cosas sirven para algo —aseguré—. Y lo peor no es eso, sino que cuando cometan un error ni siquiera asumirán su culpa, sino que pensarán que es de esos entes ajenos.

—Lo que más le conviene a la humanidad está claro: avanzar —proseguí, tratando de buscar unas palabras que le valieran a mi interlocutor—. Su futuro no puede depender de lo que esa gente decida al levantarse por la mañana. Ni su presente tampoco. Yo sé que aún tengo mucho por aprender... —dije, lanzando la caña—. Pero algo que tengo claro es que no puede haber nueve explicaciones para un mismo fenómeno, y que todo lo que yo haga será únicamente responsabilidad mía.

-Me gusta como piensa, Evan- dice Vincent, volviendo a traer su comida frente a sí, para reanudar su ritual, y acabar con las patatas fritas que quedan. -Y si no, al menos se ha aprendido de memoria el diálogo correcto. Pronto lo sabremos- dijo mirándote con un toque desafiante, permaneciendo en medio de todo inescrutable.

-Dígame. ¿Qué es lo que quiere?- preguntó el hombre, esta vez sin mirarte, concentrándose en lo que tenía frente a sí, con cierta satisfacción. Una sonrisa apareció en su rostro, mostrando todos sus dientes, para luego borrarla con la siguiente instancia de poner en la malteada la patata y llevarla a la boca para masticarla encarnizadamente.

Me sentí satisfecho con la respuesta del supuesto Vincent. Aún no había probado mi comida y cada vez tenía menos intención de hacerlo, al menos en su presencia, de modo que me limité a asentir con esa especie de desafío. Con su pregunta me tomé un instante no para pensar, sino para decidir hasta qué punto ser sincero.

—Como individuo, prosperar —enuncié—. No le voy a mentir y decirle que deseo que la humanidad avance de manera altruista. Pero sí quiero ser mejor en lo que hago, tanto profesional como... Extracurricularmente. Y, desde luego, sin el enfoque adecuado uno sólo puede ponerse palos en sus propias ruedas. Y si en ese camino puedo colaborar, o al menos quitar piedras del camino de la humanidad, estaré encantado de hacerlo.

Hubo una parte que no dije, claro. La que hablaba de los riesgos que estaba o no dispuesto a correr, o del reconocimiento que esperaba lograr por algo así. Pero uno no podía llegar a una entrevista de trabajo hablando de sus siguientes ascensos, por supuesto.

El hombre rió de buena gana, aunque por detrás no podías percibir aquellos microgestos que anunciaban la gracia, aquellas expresiones que delataban que con quien hablabas iba a dar una carcajada y que habías logrado leer y detectar a medida que comprendías y sondeabas los misterios de la mente humana. No. Vincent rió de forma intempestiva y sorprendente, dejándote desorientado durante unos instantes. Recordando que muchas veces te habías sentido así. Antes de despertar.

-Sus amistades empiezan a influenciarlo- dice con una sonrisa en su rostro. -Puede usted lograr eso que quiere dedicando algunas horas a trabajo comunitario los fines de semana. Quizás dictar cursos de educación para ancianos, o abriendo un consultorio jurídico sin costo alguno para quienes no pueden pagar sus precios.- dice, entre sardónico e impaciente. 

-No más rodeos. No más razonamientos pseudo-filosóficos. No más respuestas de reina de belleza. ¿Qué es lo que quiere de mí... ? ¿De nosotros?- dice el hombre, mirándote directamente y una vez más, interrumpiendo toda actividad atento a tu respuesta.

La forma de reír del tipo me inquietó. No por la manera en sí, sino por lo inesperado. Aún así hice por mantenerle la mirada, y cuando él empezó a enumerar las cosas que podría hacer por la sociedad ya comencé a preparar mi respuesta. Sin embargo, cuando continuó de aquella manera, descarté las ideas que se me habían ocurrido. En lugar de eso apoyé ambas manos en la mesa y entrelacé los dedos, mirándolo a los ojos con determinación.

—Quiero dejar de jugar con los niños de parvulario que ni siquiera entienden por qué llueve cuando llueve —le dije—. Quiero formarme en condiciones. Quiero descubrir mi potencial, mi potencial real.

-¿Acaso dije que mi trabajo era ser consejero psicológico, Evan? ¿Maestro?- dice Vincent levemente irritado. -Bien, no más rodeos, no tengo el tiempo. Si lo que quiere es trabajar para nosotros, tendrá que quitarse esas ideas de su cabeza. Lo que quiera obtener, tendrá que ganárselo. Si tiene el talento y las agallas, el mundo, nuestro mundo, ganará un defensor. De lo contrario, siempre hay suficientes trabajos que sostienen todo lo que ve, y en los que también podría encajar bien- aclara el sujeto, algo menos paciente.

-La clave es, tener que ganárselo. Y me temo que he estado mucho tiempo en mi trabajo para saber que no puedo simplemente recibir con los brazos abiertos a todo aquel que venga a preguntarme. En especial, cuando se asocia con peligrosos elementos subversivos. ¿Estoy siendo claro?- no te da tiempo a responder -Así que necesitaré prueba de que lo que dice que quiere hacer es lo que en realidad quiere hacer. Deme la ubicación de alguno de los escondites de estos individuos peligrosos. No uno de los agujeros en los que sus dos o tres colegas más cercanos viven, no un pequeño restaurante con uno o dos terroristas. Uno grande, importante, en dónde estén líderes y células que representen un gran peligro. Luego, confirmaré su información, lanzaremos una rápida y quirúrgica operación para remover otro tumor de nuestra realidad, y entonces, y sólo entonces, sabremos, ambos, de qué lado está usted, verdaderamente.- dice mientras come la última patata.

Contuve mi molestia cuando respondió a mi determinación con irritación. Estaba claro que ese hombre no esperaba ser un maestro, o un mentor. Eso no tenía que repetirlo. 

Escuché lo que decía, lo que proponía... Y no me gustó demasiado. Podía usar las palabras que quisiera, presentar a los otros como elementos peligrosos... Pero estaba claro de lo que hablaba: de ser un topo. Bueno, no era nada tan grave. Sin embargo, había algo que me disgustaba sobremanera. Decía que no le valía con uno o dos cercanos, que quería elementos importantes. Bien... ¿Cómo iba a saber a quién consideraba él importante? Aiden y Oliver no lo eran, no podían serlo, pero... ¿Y nuestros mentores? ¿Eran lo suficientemente poderosos? Quizá. ¿Pero peligrosos, teniendo en cuenta que se caracterizaban por su inacción y por su miedo?

Me tomé un instante antes de asentir.

—De acuerdo —le dije—. Si sólo necesita eso, lo tendrá.