Partida Rol por web

El Cisma

Prólogo III: Culpable hasta que se demuestre lo contrario

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04/11/2015, 18:15
Seymour Mann

El fiscal se pone en pie. Mann es un hombre arrogante, no necesitabas los rumores de otros colegas para verificarlo. Sin embargo, la seguridad con que él mismo da inicio al caso es el tipo de actitudes que termina obnubilando y anulando las dudas en los jurados de manera rápida.

-Gracias, su señoría- comienza a hablar. Su tono es sereno, pero igualmente firme -La fiscalía se dispone a probar, más allá de la duda razonable, que Miles MacIntosh es culpable de los delitos de terrorismo en contra del Reino Unido y sus ciudadanos, su presencia en el lugar y sus motivos serán aclarados a través de la evidencia que me dispongo a proveer a la corte, demostrando que el acusado no sólo incurrió en el desafortunado acto que hirió a 12 personas, sino que destruyó varios negocios, y que sus intenciones iban a más- el fiscal se ajusta los lentes.

-La fiscalía procede a llamar a su primer testigo, el oficial James Holloway- anuncia ceremonioso, mientras el militar se levanta y pasa al estrado. 

Lo que sigue es la examinación al testigo, en un intercambio de preguntas y respuestas, se revelan detalles que ya conocías de antemano: La hora de la explosión (alrededor del mediodía), los efectos sobre las estructuras, los heridos y sus estados de salud, el tipo de explosivos empleados (según el informe de criminalística), el arresto de MacIntosh y la ausencia de coartada.

Notas de juego

Lo que sigue es el tedioso proceso del juicio xD. Normalmente la fiscalía llamará a sus testigos, los interrogará, luego tú podrás interrogarlos (cross-examination que se llama) y luego la fiscalía volverá a interrogarlos. Cuando la fiscalía presente testigos y pruebas, será tu turno, y se invierte el orden (interrogación, cross-examination, re-interrogación).

Por ahora, asume que la fiscalía pasará a un par de testigos visuales de los acontecimientos, re-describiendo lo sucedido y describiendo a MacIntosh mientras le observan fijamente.

Para la primera parte del juicio puedes emplear alguna de las siguientes tiradas a dif 7:

Inteligencia+Leyes si quieres permanecer en lo legal y tratar de exponer las falencias de los testigos de la fiscalía.

Manipulación+Leyes si lo que quieres es hacer ver agujeros y falencias legales en donde sea difícil verlas, para confundir algo al jurado. Es posible que el juez o el fiscal te pille y aclare la confusión. Esto te puede servir para usarlo en contra de tu defendido también.

Carisma+Leyes o Carisma+Expresión si quieres intercalar un discurso convincente y hacer ver que MacIntosh es inocente (que el caiga en gracia al jurado). En caso de usar expresión, tu dificultad baja a 5.

Manipulación+Subterfugio o Manipulación+Expresión para forzar las cosas y dejar intencionalmente huecos en tu defensa, parecer inseguro, y en general, trabajar para perder el juicio. En caso de usar expresión, tu dificultad baja a 5.

No has puesto tu especialización de Expresión o Atributos, asegúrate de ponerla. Recuerda que si gastas FdV, bajo el sistema que estoy usando no tienes un éxito automático, sino que tienes 3 dados extra para la tirada.

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12/11/2015, 19:23
Evan James Fisher

En el tiempo que tardó Mr. García en responder desde que formulé mi propuesta me sentí al mismo tiempo nervioso y excitado. No terminaba de gustarme participar en aquello, pero si aceptaba y las cosas salían como debían sí podía llegar a sacar algo interesante de todo esto.

Escuché sus palabras de vuelta, y algo en mi estómago cambió, llenándome de expectación ante la posibilidad de que aquello fuera cierto. Ninguna sonrisa se formó en mis labios, pero sí en la cara interior de mi rostro, donde nadie podía verla. No terminaba de atraerme la idea de perder el caso, y menos uno como aquel, pero si elegía los nombres adecuados quizá sí valiera la pena.

Lo último que dijo, aquello de la cara de MacIntosh, me llamó la atención. Sólo el hecho de que tuviera razón ya era extraño, pero lo era más todavía pensar en cómo podía él saberlo. Sin embargo unos minutos más tarde aquel detalle había perdido importancia: mi mente estaba ocupada eligiendo a los que sentía como mis víctimas directas.

Me tomé mi tiempo en escogerlas. Para hacerlo hice una lista de todas las personas que podrían interesarme en mayor o menor medida, desde mi hermano hasta el propio fiscal del caso. Jueces, políticos, periodistas... Hasta me planteé incluir como broma al propio García, pero aquello sería desperdiciar una oportunidad bien valiosa. Una vez la lista estuvo confeccionada fui tachando uno a uno a aquellos que me parecían poco interesantes o poco relevantes, y luego a aquellos de los que consideraba que menos información podría obtener. El primer nombre que taché fue el de Peter. Realmente no tenía ningún interés en conocer los trapos sucios de mi hermano. Y después continué hasta que sólo quedaron siete. Finalmente me encargué de que aquella lista acabase en la trituradora, y seguí valorando mis opciones hasta la propia mañana del juicio.

Preparar mi defensa fue más arduo para perder que para ganar. Aquel caso no tenía ni pies ni cabeza para la fiscalía: todo lo que tenían era circunstancial, sin un móvil claro y ni una sola prueba sólida. Ni siquiera terminaba de entender por qué íbamos a juicio tan rápido en lugar de dejar que la policía continuase investigando. En realidad ni siquiera me importaba si MacIntosh era culpable o inocente: nunca me había importado. Pero mientras que sembrar la duda razonable en el jurado habría sido realmente sencillo, hacer que lo culpasen sin que pareciera que estaba haciendo eso sería más complicado.

Aquella mañana me levanté temprano, como de costumbre, para repasar las notas sobre el caso. Toda mi rutina fue exactamente igual que cuando jugaba para ganar, con el detalle de que me tomé un momento para escribir la lista definitiva: los tres nombres de los actuales socios del antiguo buffete de mi abuelo, el de un abogado de la zona a quien no podía evitar considerar como competencia y el de una de los juezas más severas de la Corte.

Eldridge Abernathy.

Terrance Rowan.

Vernon Tillman.

Chester Christiansen.

Eleanore Temple.

 

Secretos y malas prácticas.

Confeccionada la lista la metí en un sobre y lo cerré con el autoadhesivo, guardándolo en mi maletín para cuando llegase el momento.

Tal y como solía hacer salí con tiempo suficiente como para llegar al juzgado con antelación. Saludar a unos y otros y conversar al menos unos breves minutos con quienes se encontrasen en los pasillos era un veinte por ciento de mi trabajo. En cuanto entré en la sala lo primero que hice fue echar un vistazo disimulado a los ocupantes, buscando a Mr. García y pasando por algo incluso al par de testigos que yo mismo había citado. Casi podía sentir el peso del sobre en mi maletín, como si me quemase aún a través del aire y del cuero.

Eché un vistazo al jurado mientras me dirigía a mi sitio, tomándome para leerlos uno a uno el tiempo suficiente como para no causar incomodidad o llamar la atención. Quizá era mi imaginación, pero en cierta forma daban la impresión de tener algo en común, aunque no conseguía dilucidar qué. Que el juez fuese Osborne y el fiscal Mann eran una buenas noticia: con un poco de suerte serían duros, y eso me pondría las cosas más fáciles. Casi era una pena desaprovechar una oportunidad como esta para liberar al presunto terrorista delante de sus narices.

Al ver llegar al fin a mi acusado no pude evitar volver a pensar en las palabras de Mr. García. Me mantuve imperturbable aún al ver su atuendo, pero no pude evitar condenarlo y alegrarme al mismo tiempo. Había que ser idiota para venir así a su propio juicio. No era sólo que pareciera un vagabundo, sino el punto extravagante que le daba aquel monóculo. Lo raro sería que no le condenasen nada más verle. Y eso no era lo único. En el fondo deseé poder darle al jurado la oportunidad de olerle. Me daba igual cómo, pero aquel hedor era un motivo tan bueno para condenarle como cualquier otro. O, al menos, tan bueno como las pruebas que el fiscal tenía, y bastante más desagradable.

En el momento en que el juez hizo su entrada, sin embargo, dejé todos aquellos pensamientos y mi atención se centró en él. Escuché su apertura del juicio, y de inmediato deseé que aunque su oferta fuera mero formalismo realmente guiase al jurado de una forma más intrusiva de lo que normalmente consideraba adecuado. Eso estaría bien. Así sólo tenía que hacerle ver que mi defendido era culpable. Sería más sencillo convencer a uno que a todos, al fin y al cabo. Al ver asentir al jurado los observé de nuevo durante un instante más, tratando de localizar con la mirada a quienes tuvieran más o menos medios, a quienes tuvieran familia y a quienes quisieran acabar pronto con aquel proceso.

Después de eso observé a Mann ponerse en pie, y me eché hacia adelante, escuchando cada una de sus palabras. El doble juego que tenía por delante era complicado, y si podía adivinar su estrategia pronto podría aprovecharla para dejarme. Sin embargo sus palabras no revelaron nada que no supiera ya. Además, era evidente que estaba construyendo castillos en el aire: ninguna de las cosas que prometía podía ser probada, más allá de la presencia del acusado en el lugar del atentado. Pero eso no le culpaba, ni mucho menos.

Finalmente me mantuve en silencio mientras Mann interrogaba a su testigo. Tomé alguna nota suelta, pero confiaba la mayor parte de esa labor a mi ayudante, y él ya debía estar en ello. Una vez llegó mi turno me puse en pie y, de una forma casi teatral, me tomé un instante para observar a mi defendido y al oficial Holloway. Luego, antes de hablar, me aseguré de que el sobre estaba donde debía, y finalmente proyecté mi voz por la sala.

- Oficial Holloway, - Lo llamé entonces, tomando aire para realizar la primera de mis preguntas. - según tengo entendido los informes de criminalística hablan de la potencia de la carga empleada en el atentado, pero ni siquiera es seguro qué explosivo fue utilizado. ¿Es eso cierto? - Pregunté, antes de proceder a la siguiente cuestión. - ¿Es cierto también que ni siquiera se han encontrado restos del explosivo después de la explosión? - Insistí después. - ¿Y cómo de frecuente es eso? - Añadí al final, dando por hecho cuál sería su respuesta*. - Según su experiencia profesional, una explosión de esa magnitud, ¿no suele ser detonada a distancia? Y por último, dígame una cosa... El acusado, el señor MacIntosh, ¿no fue encontrado inconsciente? ¿Puede explicar a los miembros del jurado cómo alguien se quedaría inconsciente después de detonar a distancia su propia bomba, y cómo limpiaría los remanentes después, aún a pesar de la explosión? - Pregunté, y tras aquella última frase dejé que el silencio llenase la sala. Yo mismo sabía que realmente aquellas cosas no significaban nada, pero a ojos de cualquiera estaba haciendo todo lo posible porque pareciese imposible que MacIntosh hiciera aquello, y eso era lo importante.

- Tiradas (1)

Motivo: Manipulación + Expresión + FdV

Tirada: 10d10

Dificultad: 5+

Resultado: 4, 9, 5, 6, 10, 2, 8, 9, 2, 1 (Suma: 56)

Exitos: 6

Notas de juego

 

*Si responde algo que no sea lo que espero, no seguiría con las preguntas tal y como están enumeradas aquí, pero lo he hecho así para avanzar.

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16/11/2015, 03:43
Oficial Holloway

El oficial Holloway tenía el inconfundible aspecto de un miembro de la fuerza estancado por muchos años en un cargo sin posibilidad de ascenso. Tendría cerca de treinta años, un cabello castaño cortado minuciosamente y una cara que seguro no le granjeaba muchos amigos en su primera impresión. Su rostro era enjuto, la piel de su cara marcaba una prominente estructura ósea, y sus facciones parecían sólo ser capaces de un limitado espectro de emociones. Llevaba el uniforme de la fuerza y se sentaba de manera recta, con los hombros erguidos y la frente en alto, haciendo gala de una dignidad innecesaria.

-Bueno. Nunca hay una completa precisión después de la investigación. Suelen haber porcentajes de confianza- dice el hombre demostrando que tenía poca intención de hacerte el caso.

-¿Y cuál es el porcentaje en este caso? - preguntas tratando de sacar más información

-Alrededor de un 55% en favor de una carga de mediano poder de A4- dice el hombre mirando por un instante hacia la fiscalía para devolverte la mirada. Su ceño fruncido y su rostro tenían una expresión de desagrado a la que no pocas veces te habías tenido que enfrentar en situaciones similares. La fiscalía también tenía sus maneras de "pulir" sus propios testigos.

-Depende del poder de la explosión, incineración y las condiciones. No es la regla, pero siempre hay excepciones. No encontramos ningún indicio material o restos de A4, pero la explosión se ajusta... a ese tipo de material- dice el hombre seriamente en respuesta a tu pregunta sobre la frecuencia de encontrar indicios tan incompletos.

-Puede ser detonada a distancia o en persona. Depende del Modus Operandi. Hay no pocos casos con el IRA realizando detonaciones remotas, y muchos más de atentados suicidas de islamistas radicales. Así que depende del motivo del atacante- explica. Las dos menciones realizadas hacen que algunos jurados se crucen un par de miradas con cierta inseguridad en sus ojos.

El hombre asintió a tu pregunta. -La hipótesis que maneja criminalística es simple. El sospechoso no tomó la distancia adecuada, cuando intentó volver al sitio, sufrió las consecuencias de la onda de la explosión desplomándose por unos segundos en el suelo.- explica el oficial mirando hacia el jurado. MacIntosh observa desde su lugar, no abre la boca para nada y parece estar concentrado en el juicio.

-¿Y qué dice la evaluación médica al respecto de la hipótesis de criminalística?- inquieres tratando de obtener más información de él.

-No...- comienza el hombre -no existe certeza a ciencia cierta de las causas de su desvanecimiento- la última declaración de Holloway desata una oleada de rumores en el jurado. El mismo oficial no parece muy contento de su afirmación, pero se le nota incapaz de mentir en el juicio. El juez se ve obligado a pedir orden, mientras das por terminadas tus preguntas. Era nuevamente turno de Mann para tratar de darle la vuelta a las cosas.

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16/11/2015, 05:57
Seymour Mann

El fiscal se levantó y con tranquilidad realizó la segunda parte de la interrogación. Mann se mostraba confiado y quizás hubiese razones de sobra para su exceso de seguridad, a pesar de lo difícil que sería probar nada. Sin embargo, logró con cierta facilidad distraer la atención del jurado sobre los agujeros que habías intentado señalar en el juicio.

-Inspector, ¿por qué sospecha criminalística del uso de C4?- pregunta nuevamente

-El patrón de daños materiales es consistente con el compuesto explosivo- responde el oficial como si estuviese recitando de memoria el informe. -La cantidad se estima en menos de 1kg- explica el oficial.

-¿Tiene criminalística evidencia de la manipulación del explosivo por parte del acusado?- pregunta Mann con aire suficiente.

-No- responde a secas el oficial.

-No más preguntas- dice dejando a los jurados con cierto aire serio, como si se preguntaran lo que habría logrado el fiscal con aquella línea de interrogación.

Acto seguido, Seymour Mann describe a la corte que su siguiente testigo puede dar testimonio visual de los movimientos de MacIntosh antes y de manera posterior a la explosión de Seven Sisters. Hay una nota de curiosidad en los ojos de algunos de los presentes, mientras que el juez parece bastante serio. Se adelanta al estrado entonces Mujab Kadar, un hombre de piel negra, alto y delgado, cuyo aspecto lo identifica como un posible inmigrante de Africa. El tono de su piel es tan oscuro, que el color de sus ojos parece tomar una coloración poco blanquecina. Lleva un chaquetón tres tallas más grandes, unos jeans desgastados y una gorra verde llevada al revés. Una barba recientemente arreglada bordea su mandíbula inferior hasta sus orejas, y una expresión de cansancio y de nerviosismo se hace evidente. Algo que suele suceder con quienes están muy poco familiarizados con aquellos procedimientos legales. Tras los formulismos usuales, el fiscal toma la palabra

-Por favor, descríbale a la corte lo que estaba haciendo el día del incidente, el 15 de Septiembre de 2013- solicita Mann.

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16/11/2015, 05:57
Mujab Kadar

-E-Estaba... estaba en mi tienda. En la calle diagonal a donde ocurrieron las explosiones, señoría- responde el hombre con un fuerte acento extranjero.

-No necesita dirigirse a mí como "señoría", Mr. Kadar- responde con serenidad y algo de amabilidad el fiscal. -Explíquenos un poco más en detalle su trabajo-

-Soy cajero en un supermercado de productos. Sí. Productos traídos de otros países.- dice

-Por favor, relátenos lo que pudo observar desde donde estaba- solicita el fiscal 

-Bu... bueno. Pues, estaba yo comiendo, como siempre, sí, en el local de al lado del mercado. Y estaba contra la ventana, sí. Y entonces sale de la nada este tío, ¿sí? el que está sentado allí. Tenía la misma gorra y la chaqueta, y caminaba muy raro, ¿sí?. Y el tío se movió hacia una de las... ¿cómo se llaman? los... baldes donde ponen plantas, ¿sí? y dejó allí una maleta, o una bolsa, o algo así. Y el tío empezó a caminar rápido. Y sentí que algo andaba mal, ¿sí? y de repente hubo una explosión. El vidrio se vino abajo y me fui de espaldas. Por fortuna no estaba tan cerca, pero me cortaron unos pedazos de vidrio aquí, ¿ve? lo ven ¿sí?- el hombre mostró algunas cortadas en el rostro. El fiscal sólo instó a no detenerse en su relato. -La gente gritó, pensamos que nos habían tirado una de esas bombas. Todo sonaba raro, y el tío este estaba corriendo pero hacia el otro lado, ¿sí? hacia el balde... y se cayó. Se quedó ahí tirado, hasta que llegaron las ambulancias y los policías y todos, ¿sí?. Pero era él, recuerdo su barba, y se vestía igual- dice el hombre mirando hacia MacIntosh, quien le devolvió la mirada con enigmática pasividad.

-Dígame, Mujab. ¿Había visto antes en alguna ocasión al acusado? ¿Solía frecuentar el sector?- preguntó Mann

-Nunca, señoría... digo... señor.- respondió apresuradamente -uno no se olvida de un rostro así, ¿sí?- 

-¿Pudo observar que estaba haciendo el acusado cuando se acercó a la maceta?- el testigo lo observó unos instantes como tratando de recordar el significado de la palabra

-La dejó ahí, pero buscó algo, eso parecía, ¿sí? y se le quedó atrás. Nadie le dijo nada, pero todo pasó en unos instantes, ¿sí?- respondió el hombre atropelladamente.

-¿Cuánto tiempo permanece usted en el sector?- continuó el fiscal friamente

-Todos los días, al menos 5 horas. Por la mañana o por la tarde, señor... señor- replica

-La fiscalía descansa- dice Mann lanzando una mirada a los jurados que parecen mirarse entre ellos. Luego el fiscal te dedica una mirada fría, indistinta y lejana.

Notas de juego

Tu turno. Otra tirada como las que listé en el otro post, para este interrogatorio.

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16/11/2015, 23:01
Evan James Fisher

Durante el interrogatorio con el oficial me sentí tranquilo y seguro. Casi me dio pena no estar jugando a ganar el caso, porque lo cierto era que me lo estaban poniendo en bandeja. Podría haber vapuleado a Mann y estar en casa antes de que se hiciera de noche. Habría sido tan sencillo presentar sus respuestas como la evidencia de que ni ellos sabían de qué acusar al pobre que estaba en el banquillo... Un cincuenta y cinco por ciento de probabilidad no era nada, y eso cualquier jurado lo vería con los ejemplos adecuados: ¿dejarían a su esposa si hubiera un cincuenta y cinco por ciento de que fuera infiel? ¿Dejarían que alguien encerrase en la cárcel a su hijo, con un cincuenta y cinco por ciento de que hubiera cometido un robo? Bien era cierto que no apostar porque la carga fuese la que el oficial decía no era apostar porque fuera inocente, pero muchos ni siquiera notarían la diferencia.

Acto seguido, cuando el hombre puso como ejemplos al IRA y a los islamistas radicales, casi tuve que contener una carcajada. Aquello era un completo sinsentido. Como él mismo había dicho unos querían suicidarse, los otros no. ¿En qué categoría dejaba este hombre a alguien que se quedaba inconsciente tras su atentado? ¿En un indeciso? Casi me daban ganas de decirle las cosas que debía callar para no acabar ganando sin querer.

Concluí aquel interrogatorio más ocupado en que pareciese que estaba trabajando en alguna dirección que haciéndolo realmente. Más que nada porque cada vez todo parecía más sencillo, y casi era un crimen no agarrar aquella manzana caramelizada. Finalmente me vi obligado a cambiar de tema, pasando a los motivos del desvanecimiento de mi cliente. Como si eso significase algo. Y tal y como era de esperar, aquello levantó más revuelo que las cosas que de verdad eran relevantes. Idiotas.

Posteriormente, al escuchar el interrogatorio al que Mann sometió al testigo, tuve ganas de marcharme yo mismo de la sala. Quise pensar durante un instante que él también estaba jugando a perder, porque de otro modo era, simplemente, idiota.

Cuando el fiscal presentó a su testigo contuve mi sonrisa. En otras condiciones, en un juicio por terrorismo, sería fácil desestimar a todo testigo que no fuera puramente inglés. Pero tendría que ver qué podía sacar de él. Lo observé de arriba a abajo, consciente de que ese era otro tipo que no había considerado adecuado arreglarse para venir a los tribunales. O quizá lo había hecho, lo que sería peor todavía. Al menos no era su propio juicio.

Una vez llegó mi turno le miré largamente, consciente de que tendría que hablar muy claro para que aquel tipo me entendiera. Carraspeé y me preparé para hablar. En situaciones como esta era sencillo saber qué preguntar y qué callar. Después de todo, por más que una semana tras otra los juicios fueran diferentes, todas las personas estaban cortadas por los mismos patrones. Y el de este hombre no era de los más complicados, precisamente.

- Bien, señor Kadar. - Comencé. - ¿Podría decirme de dónde es usted? - Enuncié, y esperé a escuchar su respuesta antes de proseguir. En realidad poco me importaba teniendo en cuenta cuál era mi objetivo.

- Si le he entendido bien, señor Kadar, usted pasa al menos cinco horas al día en sector, ¿no es cierto? - Continué. - Doy por hecho que durante ese tiempo usted además de comer, como estaba haciendo en el momento en que vio a mi defendido, hace muchas otras labores, ya que trabaja allí. Entonces, dígame... ¿Usted se pasa todo ese tiempo observando la calle? - Cuestioné con seguridad. - Es decir, imaginemos que yo pasase cada día por delante de su tienda media hora antes de su hora de la comida... ¿No podría suceder que lo hiciera durante toda una semana sin que usted me viera? - Expuse. - Así pues... ¿De verdad puede afirmar con total seguridad que el señor McIntosh no es un habitual del sector? - Pregunté, y dejé unos segundos para que respondiera.

Después de aquellas palabras salté hacia otro de los temas que me habían llamado la atención. No era el único, pues las lagunas eran tan grandes que uno podría nadar en ellas, pero sería demasiado evidente que no estaba haciendo mi trabajo en condiciones si no continuase por ahí.

- Ahora, por favor, recuérdeme cómo dice que pasaron las cosas... ¿Dice que él salió de la nada? Por favor, explíquese con más detalle y cuente de nuevo qué pasó a continuación. - Le pedí, y asentí conforme él lo volvía a relatar*. - Entonces, veamos... Mi defendido fue allí con un paquete que usted no sabe qué contenía. - Expuse. - Usted no miró dentro, ni tiene ningún tipo de visión de rayos x que le permita saber si aquello no sería, por ejemplo, una bolsa de excrementos. - Dije de manera rotunda. - Simplemente vio a alguien con una bolsa, y como hubo una explosión, usó sus prejuicios para concluir que era el hombre raro de la bolsa. - Expuse. - ¿Puede asegurar que no había nadie más allí? ¿Alguna persona bien vestida con un maletín? ¿Una estudiante con una mochila? - Propuse antes de negar con la cabeza y dirigirme directamente al jurado. - Señores del jurado, mucho me temo que la declaración de este testigo está totalmente sesgada. - Comenté antes de dirigirme una vez más al negro.

- Una cosa más, señor Kadar. - Anuncié. - En el momento en que la explosión sucedió usted cayó hacia atrás y los cristales le cortaron en la cara, ¿no es así? - Pregunté casi de manera retórica, aunque esperé a que él confirmara aquel dato. - Y tenemos que entender que usted, con la cara cortada, se levantó para seguir mirando hacia el acusado y vio cómo corría. - Señalé antes de asentir de manera exagerada. - Correr después de una explosión. Qué sospechoso. - Observé con ironía. - ¡Y caerse! - Añadí después, totalmente metido en mi papel, y a punto estuve de alzar las manos para acompañar mi voz. -¡Y desmayarse hasta que llegan las ambulancias! - Continué, y no reprimí una sonrisa antes de dejar que mi semblante se tornase totalmente serio. Negué entonces con la cabeza, con desaprobación evidente hacia el testigo y la fiscalía.

- No hay más preguntas.

- Tiradas (1)

Motivo: Manipulación + Expresión

Tirada: 7d10

Dificultad: 5+

Resultado: 5, 4, 1, 7, 6, 3, 9 (Suma: 35)

Exitos: 4

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27/11/2015, 01:39
Mujab Kadar

El hombre te observa con temor en sus ojos. Da una mirada al fiscal y a pesar de que parecía esperar una protesta, la fiscalía sólo asintió con tranquilidad. -Soy... soy de Nigeria, ¿sí?- responde con cautela -Pero... pero mis papeles están en regla. Estoy legalmente en el Reino Unido, ¿sí?- se apresura a añadir con nerviosismo.

Ante tu siguiente pregunta, asiente. Luego escucha tu pregunta con atención -Bueno... uno tiene que estar pendiente de quién entra, pero... pero yo estaba comiendo, no trabajando- dice mientras parece abrir los ojos nerviosamente observándote. Cuando terminas tu razonamiento abre la boca -Bueh... yo podría, quiero decir...- trata de decir, pero sus palabras son interrumpidas por una voz familiar que retumba con autoridad.

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27/11/2015, 01:50
Seymour Mann

-Señoría...- La voz del fiscal, la voz de Seymour Mann se escucha. Con una pronunciación impecable y con una aparente tranquilidad, propia del protocolo en dónde, hasta las protestas eran formuladas con cierta delicadeza aristocrática en la que Mann parecía saberse mover -... la línea de interrogación del señor Fisher está solicitando su opinión en el relato de los hechos al testigo- su voz resonó con cierta solemnidad. Todo el tiempo su vista se mantuvo al frente y sus ojos se centraron en Osborne, sin desviarse ni un momento para toparse con los tuyos.

El juez le observó fijamente. No era muy fácil de leer lo que pasaba por su mente, pero tenías la sensación de que estaba meditando cuidadosamente su decisión y evaluando con cierta meticulosidad la protesta de tu adversario legal.

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27/11/2015, 01:51
Juez Osborne

-Es de mi opinión que la corte debe saber con qué seguridad el testigo realiza sus afirmaciones- inicia el juez tras dejar unos instantes que el silencio se apoderara del juicio. Ni un susurro se escuchó durante este breve lapso de tiempo. -Por lo tanto, la pregunta de la defensa es, de cierta manera, relevante, señor Mann. Sin embargo, concuerdo con usted en que la defensa debe evitar solicitar la opinión del testigo. Si ha de hacer alguna afirmación sobre el testimonio, señor Fisher, declárelo como parte de su defensa, no lleve al testigo a decirlo por usted, por favor- dice el juez tratando de sonar conciliador. Un silencio sepulcral se mantuvo en el recinto.

-Por favor señor Kadar. Expónganos cómo está tan seguro que el acusado no era un habitual del sector- pregunta el juez con algo más de suavidad al testigo, alterando levemente tu pregunta inicial. 

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27/11/2015, 01:54
Mujab Kadar

-Sí... sí señoría. Bueno, es que hay un bar cerca y yo no vivo lejos de ahí, ¿sí?.-empieza a responder el hombre algo intimidado. -Así que paso mucho tiempo allí, ¿sí?. Y uno termina reconociendo la gente que vive allí, ¿sí? desde hace cuatro años, y a veces uno sabe quién es, de vista, aunque nunca haya hablado con esa persona. ¿sí?- trata de exponer, pero empieza lentamente a enredarse a medida que expone su justificación.

El hombre sigue pendiente a tus preguntas. -Quise... quise decir señoría- dice dirigiéndose a ti esta vez -que no vi de dónde vino, estaba caminando, ¿sí? y vino caminando por una calle hacia otra calle y le vi, ¿sí? pero no sé de dónde salió.

-Bue-bueno- dice el hombre mientras pones en duda que lo que observó fuese en efecto el artefacto en el maletín del sospechoso -¿pe-pero quién carga excrementos en su maleta? digo...- pero se ve interrumpido con tus propias conjeturas -no... no había nadie más tan cerca, allí quedó todo destruido, todo roto, cerca a dónde estaba el tío raro...- el testigo levanta la voz con algo de exasperación -... sólo él pasó y dejó su cosa y todo explotó, yo le vi, yo le vi- replica repetidamente.

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27/11/2015, 02:01
Narración

Ese instante de discusión, algo cambió. Primero el cambio fue sutil, apenas perceptible. Lo primero fue aquel estremecimiento frío que recorrió tu columna con la rapidez de un relámpago. Luego, cuando te levantaste a interrogar al testigo, empiezas a notar que algo no andaba bien. No sabías cómo ni por qué, pero la sensación se amontonaba en tu pecho y tu cabeza palpitaba con lentitud mientras observabas a Kadar.

Su respiración estaba agitada, y la podías medir y percibir con perfecta naturalidad. Su ritmo cardíaco había aumentado y los latidos de su corazón resonaban con increíble fuerza por toda la sala, tal era su intensidad, que empiezas a preguntarte si aquel palpitar no era perfectamente audible para todos los presentes. Luego sus pupilas parecían tener movimientos apenas notables, pero podías leer en ellos el aspecto ineludible de la falsedad de algunas de sus palabras. Había falsedad en sus palabras y de alguna manera difícil de comprender en este momento, eras capaz de sentirlo en los muy delicados cambios de pronunciación, en las vibraciones de su garganta, en sus signos vitales. El testigo estaba mintiendo.

Pronuncias la última pregunta, pero para entonces la entrada sensorial es demasiado para ti. Aquella sala parecía haber aumentado en dos o tres veces su tamaño. Los sonidos se desplazaban con una lentitud irritante a través del aire, deformados en sus componentes básicos, amortiguando toda comprensión que pudieses obtener de allí. Una gota de sudor resbala por tu frente; tu camisa te aprieta y la peluca te acalora. Los ojos de Kadar están sobre ti, cargados de miedo, de un miedo que puedes oler en el aire y a través de sus ojos, eres capaz de escuchar toda suerte de incomprensibles gimoteos, como si suaves susurros surgieran de allí mismo. Puedes ver su boca moviéndose, sabes que sus vocablos están flotando a través de la tensa y silenciosa atmósfera del juzgado, pero sólo las puedes escuchar como informes ruidos.

Pasan unos instantes, y cuando los ahogados zumbidos cesan, varias miradas están sobre ti. Miradas lejanas de los mismos actores que sabes están cerca. La mirada fría del juez que parece atravesarte con una pregunta. La mente hostil de Mann que a través de su mirada parece atacarte con cierta desconfianza. El miedo de los ojos de Kadar que ahora puedes sentir en el fondo de tu cabeza. Y la mirada de sorpresa de tu cliente, una mirada que resalta por sobre la reacción general, una mirada... de alguien que ha encontrado algo en el último lugar que esperaba.

Notas de juego

Puedes intentar hablar, pero tú no escucharás qué dices o cómo lo dices. 

Puedes asumir que no has alcanzado a decir "No hay más preguntas." y si prefieres, lo edito en tu mensaje

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03/12/2015, 01:07
Evan James Fisher

No evité una sonrisa de medio lado al escuchar cómo empezaba la declaración del nigeriano. Esto prometía. Una vez más maldije la idea de tener que perder aquel caso, y en el momento en que Mann reclamó acerca de mi línea de interrogatorio tuve que desear con fuerza que la protesta fuera admitida. Sin embargo no fue así. Era demasiado bueno hasta cuando quería ser malo. Acto seguido continué escuchando las palabras de Kadar, y cuando hizo aquella pregunta sobre quién podría llevar excrementos en su maleta no pude sino encogerme de hombros, levantando las palmas de ambas manos, para preguntar en voz alta.

—¿Y quién cargaría explosivos en su maleta?—dije, y por un momento esperé oír risas contenidas entre el público y jurado. Aquello era tan ridículo que me recordaba a uno de esos juicios de películas, y no podía sino lamentar no tener libertad para divertirme como me gustaría.

Sin embargo poco a poco iba haciéndome cada vez más consciente de una serie de sensaciones que no me gustaban nada. La certeza de que algo no estaba marchando bien, de que de alguna forma estaba alucinando. Por un momento me había parecido oír los latidos de un hombre que estaba a varios metros de mí, o percibir cómo sus pupilas cambiaban... Pero eso no podía ser. Y cuando aquella dosis de impacto sensorial se volvió aún más elevada sólo pude mirar alrededor, confundido, intentando que mi rostro no revelase nada de lo que estaba sintiendo por dentro. Sentirme oliendo el miedo de aquel desconocido casi fue demasiado, pero la incomodidad por mi propia indumentaria me molestaba más todavía.

Todo tuvo su colofón cuando me di cuenta de que no estaba escuchando al tipo. O, mejor dicho, de que ni siquiera le estaba oyendo. Emití un suspiro y cerré los ojos un instante, intentando centrarme, y al abrirlos y encontrarme con la mirada de la sala sobre mí no pude evitar fruncir el ceño, extrañado. ¿Qué narices miraban? ¿Por qué no estaban pendientes del testigo, que estaba mintiendo delante de ellos de una forma tan flagrante? El sudor que cubría mi piel era cada vez más frío, y de repente yo no podía sino sentirme fuera de lugar. Alcé una mano, intentando hablar directamente al juez. No sabía si pedirle unos minutos o, directamente, una ambulancia. En cualquier caso me tambaleé un poco, y al encontrar la mirada de McInstosh casi sentí ganas de increparle. No tenía claro qué me estaba pasando, pero sólo podía desear que terminase cuanto antes. Intenté dar un par de pasos de manera torpe, y hube de agarrarme a cualquier cosa para no acabar directamente en el suelo. En ese mismo instante traté de calmarme a mí mismo, pensando si aquello no sería un ataque de ansiedad, o de pánico, o de miedo a la derrota. Pero yo no estaba perdiendo. Estaba ganando. Estaba ganando una información que valía cien veces la victoria de aquel caso, sólo que eso nadie lo sabía.

Me costó, pero finalmente traté de balbucear pidiendo ayuda. Quizá sólo necesitase dormir un rato, o una ducha. No se me ocurría otra cosa. Fuese lo que fuese aquello el juicio había pasado a un segundo plano, y la lucha por mantenerme en pie aún cuando todo a mi alrededor parecía deformado se llevaba toda mi atención.

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03/12/2015, 01:58
Narración

El aire a tu alrededor se revolvía cargado de toda suerte de indescifrables olores, sonidos y sensaciones ahogadas. Cuando abres la boca e intentas hablar, las palabras que surgen parece gemidos cortos que cortan lentamente la realidad, perforando la capa de aire de la que eres consciente a tu alrededor, a manera de proyectiles que se extienden por todo el lugar, pero sin que logren provocar ninguna reacción. Tus pensamientos flotan con cierta lucidez, pero tu cuerpo parece empezar a hundirte en la maraña de sensaciones que experimentas sin motivo alguno.

Tu vista derrapa por el lugar y las ininteligibles palabras que vienen de una dirección que no puedes encontrar golpean tus oídos con fuerza. Encuentras el rostro de Mann, observándote severo. Captas su escepticismo con demasiada claridad: se siente como un zumbido molesto que taladra tu cabeza, cargado de desaprobación. Casi podrías leer sus deseos de poner en evidencia alguna especie de sucio truco. Luego estaba tu secretario, había extrañeza, se sentía como un rumor lejano, una duda que flotaba y te acariciaba como una brisa tímida. Luego saltas a los jurados y sientes como todo el lugar se estremece con demasiado fuerza, mientras recibes una sobrecarga sensorial: sonidos, olores, luces, todos chocan mezclando una amplia gama de sensaciones, pasando por la certeza, la desaprobación, el aburrimiento, el deseo de venganza... todos forman un torbellino que no puedes observar, pero que zarandea tu mente lanzándola hacia el juez.

El juez Osborne. Había duda, había una incógnita en la manera como abría la boca, en la manera como sus gestos se dirigen hacia ti. No era una lectura superficial, no era algo que deducías, era algo que sabías, algo que se transmitía a ti en aquel extraño instante y que llenaba tu cabeza de ideas que no podías ni sabrías como interpretar. Y luego, de nuevo, MacIntosh. Entonces permanece un silencio en tu interior. Te mira fijamente, pero no escuchas, no sientes, no percibes nada... y luego, un conjunto de sonidos toma forma como un eco artificial en tu cerebro.

"Tranquilícese. Pida un receso. Pronto."

Las palabras vinieron con una entonación suave, cargados de cierta premura. Tu mirada sigue fija en tu cliente y él sólo asiente de manera afirmativa, una vez, con una tranquilidad que te permite concentrar tus sentidos de nuevo en una voz gruesa, que retumba fuera de tu cabeza, una voz muy real, que te hace girarte.

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03/12/2015, 02:19
Juez Osborne

-¡Mr. Fisher!- pronuncia el Juez Osborne. Y tienes la impresión de que no es la primera vez que te llama -¡Mr. Fisher!. ¿Está usted bien? Mr. Fisher- el hombre cuestionaba con aire severo y captura tu mirada. De nuevo aquella sucesión de percepciones se reanuda a través de la ofuscación que hace vibrar tu piel, y hace que tus piernas tiemblen de manera imperceptible para los demás, pero clara para ti, como un reflejo automático.

-Alguacil, llame a alguien de la enfermería- dice dirigiéndose a uno de los oficiales cuya presencia en las esquinas de la sala pasa casi siempre desapercibida.

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10/12/2015, 02:36
Evan James Fisher

Al abrir la boca y escuchar mis inconexos balbuceos me sentí tambalearme, asustado. Nunca había vivido nada como aquello. Por encima de todas aquellas sensaciones estaba el miedo de no saber qué estaba sucediendo, de no tener claro cómo iba a acabar todo. No quería pensar en qué podía estar causando aquel episodio, y pensar en el futuro era demasiado lejano... Pero no me encontraba bien. Lo más extraño era que mi mente siguiera lúcida, como si estuviera encerrado en el cuerpo de alguien que se ha pasado con las drogas. ¿Acaso sería eso? ¿Había tomado algo en mal estado? ¿Y si la fiscalía había intentado drogarme para ganar el caso? Con lo débil que era la acusación pocas opciones más tenían, eso estaba claro.

Cuando mis ojos viajaron hacia el fiscal y le encontré así, tan lleno de desaprobación, no supe si tomarlo como una confirmación o como sólo un detalle más. A mi alrededor, mientras tanto, los estímulos eran demasiados y demasiado fuertes, y no tardé en llevar ambas manos a mis oídos, intentando parar aquel torrente de sensaciones. Apreté los ojos con fuerza, aunque eso significó sentirme mucho menos estable, y al volver a abrirlos me encontré directamente con los del juez.

Traté de explicarle con sólo una mirada que alguien me había drogado, que estaba teniendo algún tipo de alucinación, y tuve que hacer un esfuerzo por apartar aquella locura que sentía como una certeza. Era difícil separar lo que sabía de lo que sabía que podía saber ahora que ambas cosas se mezclaban. Como un instante después, cuando todo pareció callarse y me dio la impresión de sentir una voz en mi cabeza. Y mi cliente asintiendo a ella, como si no fuera todo parte de la misma locura.

Aquellas palabras dentro de mi cerebro no fueron más que el anuncio de la voz del juez. Este tuvo que llamarme una, dos y tres veces más para que mis ojos se enfocasen en él, entendiendo lo que debía querer de mí pero sin saber cómo debía reaccionar. Estaba acostumbrado a sentirme el centro de atención, pero no de aquella manera. En realidad en aquel momento sentía ganas de solicitar de inmediato algún tipo de análisis de sangre: tenía que darme prisa antes de que la droga se disipase. Una vez más, era extraño que mi mente funcionase tan bien en un cuerpo que sólo respondía a medias y de una forma terrible.

Traté de hablar una vez más. Las palabras tomaron forma en mi cabeza y viajaron hacia mi garganta, aunque ni yo mismo estaba seguro de si llegarían a ser pronunciadas. Necesito un médico, quise decir mientras mis piernas temblaban y me sentía como si una bañera entera de frío sudor me bañase. Un médico. Uno que sepa lo que hace, quise aclarar al pensar en lo horrible que sería que me examinase algún incompetente. Mis ojos fueron una vez más hacia el jurado, y luego hacia mi cliente. Me sentía caer en un agujero del que no conocía el fondo, y aquello no me gustaba nada.

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10/12/2015, 04:34
Narración

La duda de los presentes se fue transformando en temor. Era palpable en el ambiente, el aire tenía un aroma eléctrico, cargado de los estertores que -según piensan- preceden al pánico. Los pasos se mueven de manera rápida a tu alrededor, la dureza de Mann incluso parece agrietarse y los ojos nerviosos del testigo empiezan a punzarte a medida que su propia alarma crece y crece.

-Éste hombre necesita ayuda- dice una voz gruesa e imperativa. Se te antoja familiar, pero la verdad es que en este momento te es imposible ordenar o controlar tus entradas sensoriales y mucho menos hilar una idea clara. Pronto hay cierto gusto a sorpresa, y cierta indignación que emana del juez Osborne, a quien no estás viendo, pero sabes como se siente desde el estrado. Unos pasas se acercan hacia ti con gran rapidez -Hay que sacarle de la sala, darle aire para que respire- la voz de nuevo se expresa y hay una implícita aceptación de sus palabras, mientras tus ojos captan apenas que varios de los presentes se han puesto de pie.

-Oficial, acompáñelo al pasillo- la voz preocupada del juez se deja notar. Es entonces cuando giras a tu lado, encontrándote muy de cerca un rostro que debería estar varios metros atrás, en su posición. El rostro de tu excéntrico cliente mirándote muy detenidamente y sosteniéndote del brazo para evitar que caigas.

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10/12/2015, 04:43
Miles MacIntosh

-Escúchame bien hijo- susurra acercándose a ti. Hay algo en él que porta cierto rango. Su aroma es poco agradable, pero ahora se mezcla con una extraña tranquilidad muda, estando a tu lado, su presencia se revela ante ti como la suma de varios sonidos de los que normalmente no eres consciente: su corazón late de manera consistente y rítmica, su respiración se siente con la serenidad de una brisa marina, y sus manos, gruesas, parecen indicar que sabe exactamente lo que está haciendo. Pero su cabeza, lo que pase por su mente, es difuso y chocante, cargado de contradicciones que no entiendes.

-Vas a estar bien. Pero tienes que seguir mis instrucciones... - lo curioso era que, a pesar de que estabas completamente convencido de haber tratando con este hombre, no sólo eras incapaz de recordarlo hasta el momento en el que lo volviste a ver, sino que su voz no despertaba el más mínimo ápice de familiaridad -Cierra tus ojos y concéntrate. Bloquea al exterior. No quieres terminar causando un desastre justo aquí. Modula tu respiración, inhala, exhala, y te guiaré hacia afuera- sus instrucciones eran tan profesionales, en apariencia, como las de un médico. Su mano llega a tu cabeza y te quita la peluca que portas y cuya presencia habías ignorado hasta ahora.

Un segundo par de manos te toman del otro lado. -Por favor, dejadnos salid, dejadle afuera. Necesita aire, es todo- la voz del acusado se dirigió al público, ante la sorpresa de todos los presentes, quienes no sabían exactamente de qué se trataba sólo ello. No obstante, sólo una persona llenaba la habitación de duda y sospecha. La inconfundible presencia de Mann desde su puesto, cuya mirada parecía querer atravesarte y lograbas sentir sobre ti, aunque tú no le estuvieses viendo a él.

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17/12/2015, 00:08
Evan James Fisher

El mundo se había vuelto loco. O, más bien, mi mundo se había vuelto loco. Ahora empezaba a entender que los embudos que normalmente debían ser mis sentidos se habían roto, y ahora todo entraba con un caudal desproporcionado, uno que no estaba preparado para asumir. Lo que quiera que me hubieran hecho no creía que fuera una droga como las que normalmente se metían los yonkies y demás. Después de todo esta sensación era horrible: ¿quién iba a desperdiciar su vida por algo así? O quizá ellos estaban acostumbrados a esta parte, y lo mejor venía después. En cualquier caso alguien iba a tener que pagar por esto.

Las voces a mi alrededor son confusas, y aunque me habría gustado decirle cuatro cosas al fiscal ni siquiera llegué a intentarlo: no era una prioridad. Lo único importante ahora era recordar seguir respirando y tratar de cerrar ojos, oídos y todo lo demás.

Al encontrarme ante mi el rostro de mi defendido no pude evitar impresionarme, y di un par de pasos torpes hacia atrás, huyendo de él. Su voz sin embargo se me hace distinta a las demás, y a punto estoy de dejarme llevar por esa manera de hablar. Es evidente que sabe lo que está haciendo... Y quizá es eso justamente lo que me hace pensármelo dos veces. Él debe ser quien me ha drogado. Sus palabras, además, encajan a la perfección con lo que me está pasando... Y la verdad se presenta ante mí como única: si sabe tan bien lo que me pasa es porque ha sido él.

Ni siquiera tengo clara qué parte de mi convicción de él como culpable es por certeza, qué parte por intuir lo conveniente que le resulta todo esto y qué parte por estar yo mismo traicionándole, pero no me siento muy cómodo al irme con él o dejar que me preste ayuda. No por ética: que me socorra alguien a quien estoy clavando un puñal figurado me da igual, sino por el hecho de dejarme ir en brazos de quien con toda probabilidad ha planeado esto para huir de un juzgado.

Mi mente, aún más lúcida de lo que yo mismo podía creer, no termina de entender que le dejen moverse con tanta libertad, pero mis torpes movimientos son demasiado endebles para oponerme, y más cuando un segundo par de brazos pasa a ayudarle. Por un momento me pregunto si no estará secuestrándome igual que me ha drogado, y si e ese caso pedirá más rescate que su libertad.

Al final acabo por dejarme llevar. Lo único que quiero es salir de aquí, encerrarme en algún sitio con menos gente, menos ruidos y menos molestia. O ir a un hospital, y que me saquen lo que quiera que tenga en la sangre. Que el fiscal me odie por esto, que dude o que se sienta molesto es lo que menos me importa: de todas formas es un inútil. Y un gilipollas.

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17/12/2015, 16:51
Narración

El hombre te conduce hacia la salida. Es difícil no percibir que hay más gente detrás de ustedes que desde cerca se disponen a escoltarles. Sus pasos son ruidosos, evidentes, cargados de sus objetivos, temerosos de lo mismo que intentas leer en tu cliente: Que todo aquello sea una pantomima para garantizar el escape del excéntrico Miles MacIntosh. Todo resuena con duda, con miedo, con preocupación e incluso la voz del juez parece lejana, cargada de sus propias dudas, a punto de arrepentirse.

"Se levanta la sesión. ¡Alguacil, acompáñeles!" dice desde su lugar, mientras su intento de mantener la compostura parece casi cómico a la luz del simple hecho de que el acusado es quien conduce a su abogado de la defensa camino a la salida bajo cierto grado de conmoción general.

Ambos salen por la puerta y MacIntosh te hace caminar unos pasos más hasta hacerte sentar en lo que sabes es una de las bancas del pasillo del juzgado. Tus latidos resuenan con cierta fuerza, ayudándote a modular las respiraciones, una y otra vez, y a medida que estás lejos de la gente, o relativamente lejos, tu cabeza vuelve a ser tuya y el número de tareas que debe manejar, que debe manipular y leer se hace más pequeña. Está la tranquilidad de la ausencia de señal desde Miles y la hostilidad vigilante de alguien más muy cerca. Y a lo lejos, como un conjunto de voces que se funden detrás de una esquina, de susurros y comentarios, de mirones y chismosos, se agrupan todo lo que habías estado sintiendo de una manera u de otra en tu mente hasta hace contados instantes.

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17/12/2015, 17:07
Miles MacIntosh

-Muy bien hijo. ¿Te sientes mejor?- pregunta la voz de MacIntosh. La forma paternal de referirse a ti choca en cuanto la idea de que es más joven de lo que parece regresa a tu cabeza. -Creo que has elegido el peor momento para despertar. Así que tienes opciones muy limitadas- sus palabras están cargadas, por primera vez, con cierta premura contagiosa. Hay un espacio de silencio, en el que, con algo de tranquilidad ganada y un extraño cansancio, puedes entender aquellas palabras e incluso reaccionar.

-Necesitamos ir al baño. Algo de agua le viene bien- dice tu cliente, pero no parece estar diciéndotelo a ti. -Puede venir con nosotros, no nos vamos a escapar. Pero espérenos afuera, le viene bien estar lejos de tanta conmoción.- y de nuevo silencio. Hay hostilidad creciente a tu otro lado. -Joven, no hay ventanas en el baño, no me voy a escapar por allí. Entre más rápido se recupere mi abogado, más rápido podemos reanudar el juicio. ¿No es verdad?- y luego hay una duda y cierta resignación terca como respuesta.

Notas de juego

Puedes hablar con normalidad siempre que te mantengas cerrando los ojos y tratando de "controlar" tus entradas sensoriales.