Partida Rol por web

El Cisma

Prólogo III: Culpable hasta que se demuestre lo contrario

Cargando editor
24/12/2015, 01:03
Evan James Fisher

No pude - o no supe - hacer otra cosa que dejarme llevar hacia afuera. Bastante me costaba mantenerme en pie, como para intentar reunir la fuerza suficiente para hablar. Aquello era horrible, no me había encontrado peor en mi vida. Y lo peor no era saberme una herramienta de huida, o que alguien pudiera sospechar que esto estaba pactado de antemano: lo peor seguía siendo no saber qué iba a pasarme al instante siguiente.

Las palabras de mi cliente sólo consiguieron aumentar mi confusión, aunque no tarde en atribuirlas a algo que ya sabía. Estaba como una regadera. Tenía que estarlo para drogarme y pensar que le iba a servir de algo. Sin embargo hubo algo en ellas que me hizo querer darme prisa. Estaba claro que no podía continuar así, de modo que apreté mis oídos con fuerza y cerré los ojos, centrándome una vez más en respirar. Sólo en respirar. Mi pecho se encontraba tan alterado como mi pulso, pero aún así me obligué a tomar bocanadas tan profundas como fuera posible. Tenía que aprovechar ahora que mi MacIntosh estaba hablando con alguien para tratar de centrarme un poco sin que tirase de mí.

- No... - Alcancé a decir. Sólo imaginar cómo se me debía ver desde fuera me hacía sentir algo de vergüenza, pero no la suficiente como para que abriese ojos u oídos. Era consciente de que no iba a ser capaz de mantener la compostura de una manera digna: intentarlo sería aún más ridículo. - No va a conseguir nada haciéndome esto. - Le advertí. Probablemente, llegados a este punto, quisiera seguir con su plan de fuga fuera el que fuera, pero tenía que intentarlo.

Cargando editor
24/12/2015, 07:21
Miles MacIntosh

-Yo no estoy haciendo nada- responde el anciano a tu oído mientras te ayuda a caminar hacia el baño. Si bien la distancia entre la sala y los servicios no era exagerada, bajo tu actual condición, los metros que te separan se te antojan infinitos. Cada paso requiere gran concentración. -Es todo culpa tuya hijo. Eres de los iniciados con uno de los despertares más inoportunos que conozco.- comenta en un susurro. De cerca, sin que mires directamente, estás seguro que el guardia les sigue. La hostilidad permanece atrás y se comporta de manera más incisiva con cada intercambio de secretos que ocurre unidireccionalmente entre tu cliente y tú.

-Le estoy diciendo que todo estará bien. Joder, si tuviéseis enfermeros más rápidos, no tendría que estar haciendo yo su trabajo- responde Miles a alguna pregunta que no estás seguro de haber escuchado, pero que puedes deducir de su respuesta con relativa facilidad. Llegan a la puerta y con una leve presión, tu cliente la abre y te ayuda a entrar. El sitio está bastante limpio, demasiado blanco y brillante, casi deslumbrante. Vapores de una limpieza reciente se mezclan con el tufo a humedad desagradable que hacen en general de aquel lugar un sitio que exige un paso fugaz. Hay una hilera de lavamanos en una saliente perpendicular a un enorme espejo que cubre parte de la pared. Más al fondo, una hilera de 5 cubículos que aíslan a los inodoros, mientras que fuera, contra la pared al final de aquel largo pasillo que correspondía a los servicios, tres orinales descansaban intactos.

-Muy bien, hijo. Échate algo de agua fría en el rostro. Necesito que estés tranquilo, porque no tenemos mucho tiempo- anuncia el anciano al entrar, cuando la puerta cerrada se ha quedado detrás de ellos. Su actitud es imposible de leer. -Y no, no estoy tratando de fugarme.- dice con severidad. Y tras corroborar que el baño no tiene ninguna ventana o abertura de ventilación de tamaño considerable, parece una afirmación verídica. -Sin embargo, eres tú el que necesita salir de la corte pronto, recoger sus cosas y quizás tomar unas largas vacaciones. Vamos, que quien se debe escapar, eres tú- sentencia. Y aquella frase se asienta en tu cabeza, mientras tus sentidos y tu control empiezan a reconstruirse con relativa rapidez en aquel lugar, como si el estar aislado hubiese contribuido a tu recuperación. -Échate agua hijo, de verdad, te hará bien- reitera Miles.

Cargando editor
06/01/2016, 05:13
Evan James Fisher

Las primeras palabras de mi cliente me resultaron indescifrables. Lo más cuerdo que se me ocurría era que después de drogarme intentaba confundirme y, tras esa opción, la siguiente menos disparatada me parecía la de que fuera el integrante de una secta y estuviera tratando de meterme en ella. Palabras como despertar o iniciado me hacían sentir un poco nervioso, pero incluso eso era poco al lado de todo lo que estaba viviendo. El conjunto de sensaciones que da forma a esta nueva percepción del espacio es extraño, pero la idea de sentir cómo se encuentran los demás a mi alrededor se me hace al mismo tiempo natural y ajena. Sin embargo, aún en ese momento soy consciente de que todo eso no es más que una horrible alucinación: mi cerebro debe estar mezclando lo que sabe, lo que oye y lo que cree, dándome esta versión de la realidad tan distorsionada. Y todo por defender al tipo equivocado. Tendría que haber dejado el caso cuando el señor García vino a presionarme a mi despacho, de eso no había duda.

De nuevo me dejé llevar, confiando en que no podrá sacarme de los juzgados sin que alguien intervenga. La repugnante amalgama de olores que me cercó al entrar en el cuarto de baño hizo que fuera necesario contener más de una arcada, pero me esforcé en caminar hasta los lavabos.

Ni siquiera tuve claro por qué decidí hacerle caso, pero finalmente cedí. Abrí el grifo y me dispuse a lavarme la cara. Sin embargo antes volví a reunir las fuerzas suficientes para dedicarle unas palabras.

- Está usted como una regadera. - Le dije, señalando lo que me parecía evidente. Huir yo de los tribunales, recoger mis cosas, tomarme unas vacaciones... Aquello prácticamente confirmaba la teoría de la secta. Tras aquellas palabras puse mis manos sobre los bordes del lavabo y apreté tanto los dedos como los párpados, agobiado. - En cuanto me recupere haré que le encierren. - Expuse con seguridad. - Usted no es consciente de lo grave que es lo que está haciendo. - Dije antes de proceder a echarme agua por el rostro y por el cuello.

Cargando editor
06/01/2016, 20:54
Miles MacIntosh

Tus palabras no parecieron dar ninguna reacción predecible sobre el hombre. Quizás sólo lograron que frunciera el ceño, mientras te miraba severo. Aquello te hace recordar una expresión similar en tu abuelo, quién sólo realizaba aquel gesto de disgusto cuando algo le incomodaba sobremanera y que aquella molestia frecuentemente tenía lugar cuando tu padre estaba cerca. Era el mismo sentido, como si se preparase una reprimenda, con la diferencia de que aquel hombre, aquel extraño hombre y sus extrañas palabras no tenía ni de cerca la misma edad que hoy tendría Harold Fisher. 

-Hijo. ¿Te parece que estoy bromeando?- pregunta con tono paternalista -Lo que estoy haciendo es tratando de darte una mano. No te imaginas lo complicado que es encontrar a un buen samaritano en estos días.- parecía algo irritado a su manera, respirando con fuerza, proyectando esa imagen más difícil de leer que el resto. -Dime, ¿cuándo empezarás a creerme? ¿En cuánto toda la corte empiece a estallar en mareas de confeti? ¿o cuándo le derritas la cara al fiscal por idiota? a este paso, vas a terminar causando un desastre, uno grande y gordo, de los que atraen a un montón de hombres de negro. Y ni yo quiero tener que verme con ellos, ni tú quieres que te los presente.- dice mientras pone su espalda sobre la puerta de salida.

-Lo que estás experimentando es lo que se denomina... un Despertar. Es cuando tu mente se da cuenta que el espacio en tu cráneo es muy pequeño para contenerla y empieza a desbordarse, y descubre que no hay límites. El problema, es que suele venir con demasiados efectos secundarios.- dice mientras se quita el monóculo y comienza a limpiarlo lentamente. -Pude sentir el momento en el que tu avatar se encendió, como un espectáculo pirotécnico improvisado en medio de la sala. No debería tardar en manifestarse de alguna manera y créeme, nunca aparecen de manera tranquila por la puerta, te invitan a tomar el té y te explican que acaba de explotarte la testa y que no tienes salida- comenta sin mirarte. Luego vuelve a levantar su mirada.

-Te diré algo. Iré yo mismo de regreso a la sala, diré que no puedes seguir el juicio y me conseguiré el peor abogado de oficio que tengan. Con gusto dejaré que me pongan tras las rejas. Pero a cambio, tú tienes que pirarte de aquí. Pronto- ordenó el viejo.

Cargando editor
14/01/2016, 01:25
Evan James Fisher

Mantener mi concentración lo suficiente como para que los estímulos exteriores no me volvieran a inutilizar y escuchar al mismo tiempo las palabras de mi antiguo cliente era algo que me costaba sobremanera. Me sentía como si cuando él decía una frase yo aún estuviera asumiendo las palabras que había pronunciado tres segundos atrás. Aquello era frustrante, pero no tanto como no saber qué me estaba pasando.

Fue así como unos segundos más tarde de que él hablase de los hombres de negro sonreí con suspicacia ironía, sumando paranooia a los síntomas que MacIntosh había mostrado. Parecía tan convencido de las cosas que contaba que empezaba a pensar si él sabría que me había drogado. Seguro que había gente con dobles personalidad capaces de hacer cosas asombrosas. Aunque aquello no era mi problema.

Cuando llegó al final de su discurso en mi expresión corporal estaba claro que no había creído ni una palabra. Aunque sin duda aquella era una historia que daba para una novela, o una serie de televisión. - Debería invertir más tiempo en hacer con esas cosas algo productivo, y menos en estallar edificios y drogar gente. Quizá así sería nuestro nuevo Rowling. - Enuncié, saltándome por un instante todas las líneas de etiqueta y comportamiento a la hora de tratar a mi cliente. Pero aquello me superaba. Aunque una cosa estaba clara: quería librarme de él, poner tierra de por medio. Y si eso significaba fingir que aceptaba aquella esperpéntica oferta final, lo haría.

- Está bien. - Repuse después, incorporándome un poco y caminando con lentitud hacia la puerta. - Yo me voy, usted se va a la sala. - Enuncié. Dicho aquello me dirigí a la puerta, dando aquella increíble conversación por finalizada. Mi intención era asegurarme de que el guardia - o lo que fuera - que nos había acompañado siguiera en la puerta, y dedicarle unas breves palabras para asegurarme de que se lo llevaba de vuelta. De los compromisos de un acusado de volver por sí mismo a juicio lo mejor, evidentemente, era no fiarse.

Cargando editor
14/01/2016, 03:33
Miles MacIntosh

-¿Por qué siempre me tocan los testarudos?- se lamentó el anciano, aún obstaculizando la salida. Agachó la cabeza durante unos instantes, lanzando un resoplido de impaciencia antes de volver a mirarte. -Quiero te quede algo muy claro muchacho. Yo no te he drogado. Todo está en tu cabeza y yo estoy tratando de ayudarte. Bien podría hacer como si no me importase, pero joder, aún tengo corazón para estas malditas cosas. ¿me estás escuchando?- MacIntosh parecía empezar a mostrar señales visibles de irritación, mientras sus ojos parecían concentrarse en ti.

De repente, suspira abatido, interrumpe el contacto visual durante unos breves instantes y luego parece buscar algo en los bolsillos de su abrigo de aspecto militar. Finalmente parece hallar algo y saca la mano para revelar una servilleta arrugada y sucia en los bordes. Sonríe con satisfacción antes de mirarte nuevamente. -¿Tienes un bolígrafo?- pregunta con un tono algo más seco y con un pequeño tinte imperativo que parece molesto; mientras sostiene intensamente la mirada, casi sin pestañear. Por un instante, pareciera que hasta su olor se hace sugerente y la manera como se mantiene allí, desafiante, causa cierta extraña impresión sobre ti.

Le pasas un bolígrafo y tu cliente lo toma, mientras apoya la servilleta sobre la pared junto a la puerta de salida y empieza rápidamente a garabatear algunas palabras sobre la misma. En cuánto acaba, se gira con rapidez, su mirada parece fulminarte ahora como una flecha disparada a tus dos ojos al mismo tiempo. Su mano te agarra del brazo con firmeza al tiempo que un esfuerzo de su parte te hace retroceder unos centímetros. Luego habla con voz profunda y convincente -Hijo, en cuánto salgas de aquí, es aquí a donde vas a ir y es esto lo que vas a hacer. Es por tu propio bien y sólo estoy tratando de ayudarte. ¿Está claro?- dice sacudiendo frente a tu rostro la servilleta, mientras con un movimiento mecánico la tomas y la observas. -¿Está claro?- reitera el hombre. Hay algo en aquella escena que se te antoja inverosímil, sin embargo, la manera como habla con convicción y las cosas que anotó allí, incluso el contacto contigo, todo parece jugar con tus propias convicciones durante un instante.

-Dame gusto y me iré de regreso al juicio.- añade nuevamente esperando una confirmación definitiva de tu parte. -Y procura ir antes de que lo tuyo empeore más- finaliza frunciendo el ceño.

- Tiradas (1)

Tirada oculta

Motivo: Areté (Sugestión mental)

Tirada: 5d10

Dificultad: 5+

Resultado: 4, 5, 8, 9, 8 (Suma: 34)

Exitos: 4

Notas de juego

Lo escrito en la servilleta podría traducirse como "Sopla, sopla, viento invernal, pues daño nunca harás, como la ingratitud del hombre". Puedes hacer una tirada oculta de Inteligencia+Inglés a dificultad 8 para tratar de dilucidar algo más sobre ello.

Lo de arriba es una dirección. Una tirada oculta de Astucia+Callejeo a dificultad 6 te podría servir para identificar que tipo de área de Londres es (peligrosa, residencial, industrial, soho, etc).

Cargando editor
20/01/2016, 14:20
Evan James Fisher

Escuché las palabras de mi defendido, deseando únicamente que se callara y se apartase de la salida. Ojalá acabase en la cárcel por muchos, muchos años. Si no fuera porque es pondría mi profesionalidad en entredicho casi me daban ganas de no abandonar su caso y perder no disimuladamente, como hasta ahora, sino estrepitosamente. Era un demente que sólo merecía estar encerrado, y aunque parte de mi convicción con respecto a esas palabras podía venir dada por mi situación y mi frustración eso no lo hacía menos merecedor de una condena.

- Claro que estoy escuchando. - Dije a pesar de estar aún tapándome los oídos. En el momento en que me liberó de su mirada y pareció buscar algo evalué el espacio entre él y la pared, pensando en cómo sortearle para marcharme aprovechando ese momento. Sin embargo tal y como me encontraba no lo veía nada claro. Finalmente esa oportunidad espiró en cuando me volvió a mirar feliz con su servilleta sucia, tan contento como un tonto como un lápiz.

Opté por pasarle un bolígrafo cuando me lo pidió. Algo en él me decía que era lo mejor, y quise justificármelo pensando que así acabaríamos antes. Y finalmente, ya que intuía que no faltaba demasiado para que me dejase ir, esperé a ver qué tenía que escribir. Mientras tanto me sentía cada vez más impaciente, con ganas de volver a mi casa y a mi vida. Quizá únicamente necesitase reposo. Descanso. Que se me pasase lo que quiera que fuera esto. El hombre decía no haberme drogado, pero lo de la doble personalidad aún era una opción. O que mintiera. O que lo hubiera hecho alguna otra persona, incluso bajo petición suya. En cualquier caso aguardé hasta que hubo terminado, y en ese momento el instinto me hizo apartar el brazo en cuanto me lo agarró. ¿Por qué tenía que tocarme?

- Está claro. - Respondí a sus locuras, observando cómo agitaba la servilleta como un auténtico tarado. Y aunque por un momento me sentí tentado de mirar las cosas desde otro punto de vista, no iba a darle el gusto. No, al menos, mientras me tenía allí. Ni siquiera era un loco de esos que tienen encanto, o que dedican su vida de forma obsesiva a agradar a los demás, no. Este ponía cargas explosivas, huía de los juicios y me retenía en el baño para introducirme en una secta imaginaria. Y además resultaba un tanto intimidante. - Clarísimo. - Añadí mientras echaba un vistazo a lo que había escrito.

Una vez lo leí me costó no reírme. No es que me hiciera gracia, sino que por algún lado tenía que sacar el sarcasmo acumulado, aunque no parecía lo más recomendable. - Usted vuelva al juicio, yo me encargaré de esto. - Enuncié mientras alzaba la servilleta sucia.

- Tiradas (2)

Tirada oculta

Motivo: Inteligencia + Inglés

Tirada: 6d10

Dificultad: 8+

Resultado: 7, 2, 9, 4, 5, 6 (Suma: 33)

Exitos: 1

Tirada oculta

Motivo: Astucia + Callejeo

Tirada: 5d10

Dificultad: 6+

Resultado: 9, 4, 4, 3, 8 (Suma: 28)

Exitos: 2

Cargando editor
21/01/2016, 02:54
Narración

La frase que tu cliente escribió en aquella servilleta se te hace familiar. La recuerdas de algún lado y casi podrías decir que te suena a que viene de Shakespeare, el bardo inmortal. Sin embargo no estás seguro de en cuál de sus obras la has leído antes o si tiene algún significado o contexto particular. Lo segundo que llama tu atención es la dirección que aparece allí. Se trata de un sector residencial bastante agradable a la orilla del Támesis, uno de esos edificios elegantes relativamente recientes que se han venido valorizando a medida que la hermosa vista y los antiguos barrios portuarios fueron mutando en zonas de gran valor y atractivo para los residentes de Londres. Pensándolo un poco, no se te venía a la cabeza demasiadas cosas que censurar de aquel barrio, si es que correspondía al que creías que correspondía. Sólo había una forma de saberlo después de todo.

Miles MacIntosh no parecía muy contento con tus reacciones. Estira la mano para entregarte el bolígrafo, mientras no te quita la mirada de encima. -Por tu bien, hijo. No lo dejes de lado- es lo último que dice, para luego ser el primero en abrir la puerta del baño para salir. Allí alcanzas a ver al oficial, de brazos cruzados, seguramente esperando a que ambos saliesen de allí. Tu cliente se acerca a él -Momento de regresar- le dice el hombre quien mira de reojo hacia donde te encuentras tú.

Estás sólo por primera vez en algunas horas ya, dispuesto a salir, mientras todas las alarmantes señales que se habían manifestado a través de aquella incontrolable tensión y esas sensaciones indescriptibles parecían una molestia pasajera. Si bien tu cabeza palpitaba todavía con algo de cansancio, y si bien sentías que eras capaz de leer aquella mirada desconfiada del guardia, como si estuviese transmitiendo en voz alta y con poca discreción sus ideas de que estaban conspirando allí dentro, se te hacía más fácil descartarlo.

"[color=#0000ff]Así que perderás el caso"[/color]. El pensamiento se cruzó en tu cabeza. Sin embargo, la voz con que se escuchaba, la nitidez de las palabras y la autonomía con que se habían formado... era como si aquello no lo hubieses pensado tú, sino que alguien lo hubiese dicho desde detrás tuyo, y que aquellas palabras hubiesen entrado a tu cabeza con inusual facilidad.

Cargando editor
27/01/2016, 22:26
Evan James Fisher

Leer aquellas palabras y darme cuenta de que el sujeto había escrito citando a Shakespeare fue algo que no supe interpretar, aunque terminé por achacarlo a una parte más de su locura. Cuando me tendió el bolígrafo de vuelta mi primera reacción fue hacer un gesto ofreciéndole que se lo quedara. Sin embargo lo frené a tiempo: podía ser algo meramente simbólico, o quizá infantil, pero no quería que aquel hombre tuviera nada mío.

Tras tomar por tanto el bolígrafo y guardarlo me preparé para salir del cuarto de baño. Me lavé la cara, me miré al espejo y emití un suspiro, sin entender qué narices estaba pasando. No me gustaba tener las respuestas, y menos aún me gustaba la sensación de que estaban jugando conmigo. Al menos aquel torrente imparable de estímulos se había detenido. De momento.

Al abandonar el lavabo y salir de nuevo el pasillo pasó algo que me hizo mirar atrás. Era difícil discernir si aquello había sido un pensamiento o una voz, pero tenía claro que no había sido cosa mía. Perfecto: las alucinaciones habían evolucionado. Contrariado puse rumbo a la salida, deteniéndome un instante para buscar a MacIntosh con la mirada. Pensándolo bien era casi seguro que el caso estaba perdido. No había sido como esperaba, pero podía decirse que había cumplido con García.

Anduve casi por inercia hacia la salida. No me sentía muy bien, y tenía la sensación de que si no me tambaleaba era por tener bien interiorizado el movimiento de caminar. Era como si mi cabeza no fuera del todo mía, y no supiera cómo iba a sentirme al instante siguiente.

Ya en la calle me detuve un instante, dudando sobre pedir hora en el médico o llamar a Naida. Finalmente me decanté por esa última opción, y busqué el contacto mientras me metía en el primer taxi que viera libre. Una vez dentro le di la dirección de mi casa y me puse el cinturón de seguridad, recostándome en el asiento y cerrando los ojos un instante. Por un momento me sentí tentado de pedirle que pasara por Shad Thames, aunque fuera sólo para echar un vistazo, pero aquello sería reconocer que quizá el demente de mi cliente no lo era tanto, y esa posibilidad era totalmente inaceptable.

Cargando editor
28/01/2016, 00:55
Narración

El camino de salida estaba más o menos libre. Pudiste observar, mientras caminabas hacia la calle, como el guardia acompañaba a MacIntosh de regreso a la corte. O quizás la imagen era justamente lo contrario, y era MacIntosh quien en realidad parecía hacer de escolta al guardia. De cualquier manera aquella imagen se hunde atrás de ti, a medida que algunas personas parecen de observarte curiosamente. Algo no se siente bien, no se siente normal, y de alguna manera pareces notar algunas cosas nimias que normalmente cualquier ser humano ignoraría, pero que ahora se te antojan muy visibles, muy presentes. El aire frío de la calle llena pronto tus pulmones y una ráfaga helada golpea brúscamente tu cara, mientras el calor del edificio de los juzgados se desvanece como un recuerdo maltrecho en medio del bullicio atenuado de aquella calle de Londres.

No te toma demasiado trabajo conseguir uno de esos taxis negros tradicionales, pequeños y bulliciosos que por dentro son sorpresivamente acogedores. El conductor, es un hombre robusto cuyo acento cockney es tan fuerte, que sólo te bastan un par de palabras para identificarlo. Una vez le das la dirección, el hombre acelera, mientras la inercia y los bruscos movimientos el vehículo parecen arrullarte. Ni siquiera allí pareces ser capaz de descansar. Hay algo diferente, algo que no está presente (o quizás que estaba y ahora no), pero incluso tu cabeza parece procesar de manera anómala cada uno de los estímulos que recibes. Y allí estaba el hombre, pensando que seguro se cuidaba de no darte una o dos vueltas extra, por el aspecto de tinterillo que traías y el aire compungido. No es que lo hubiese dicho, pero aquella certeza existía en tu mente, como si en efecto todo lo que hiciese el conductor gritara aquella única interpretación. Y lejos de sentir palabras, lo que experimentabas era la intención.

Entonces lo viste. Tus ojos pasaron y miraron al retrovisor durante un instante y se devolvieron para corroborar aquella extraña visión. Allí, en el sitio en donde debiese aparecer tu rostro afligido y exhausto, tu traje y tus propias facciones, había un hombre anciano. Cejas espesas, nariz alargada y muy recta y cabello largo grisáceo alrededor de su cráneo. Tenía una barba en rizos, desordenada y blanquecina que ocultaba la expresión de su rostro y unos ojos penetrantes. Te toma unos instantes entender que aquella imagen ocupa el lugar en el que estás sentado, te devuelve la mirada con pasividad y, asombrosamente, no parece llamar la atención del taxista, quién de vez en cuando lanza miradas al retrovisor.

Cargando editor
04/02/2016, 01:40
Evan James Fisher

No fui capaz de relajarme ni siquiera en esos segundos con la cabeza recostada. Eran demasiadas cosas, y parecía que mi propio cerebro se hubiera vuelto loco. Desde allí dirigí sin pensarlo demasiado una mirada desconfiada hacia el taxista mientras me hacía consciente de que todas aquellas cosas sólo las había oído en mi cabeza.

—Vaya directo —le dije. Quizá me estuviera volviendo loco, pero esa locura me había servido para darme cuenta de lo que podía pasar si no aclaraba las cosas—. Tengo algo de prisa —añadí luego en tono seco.

Justo entonces, al encontrarme con aquellos ojos en el retrovisor, me quedé helado. Aquello sí era extraño. Escalofriante y extraño. Quise pensar que se trataba de algún tipo de broma y me tomé un instante para mirar a ambos lados, hacia atrás y de nuevo al retrovisor. Me estresaba más la idea de no saber qué me estaba pasando que la propia alucinación, y mis manos empezaron a temblar. Desesperado pulsé el botón de llamada mientras intentaba contactar con Naida. Y con el pulso exageradamente tembloroso me llevé el aparato al oído sin apartar los ojos del espejo. Había pasado por muchas emociones en la última hora. Primero había dominado la confusión, y después el enfado, pero cada vez sentía más y más miedo. Nunca había oído hablar de algo así, y las únicas opciones racionales tenían demasiadas lagunas. Claro que quizá ni siquiera podía fiarme de mi capacidad de raciocinio en esos momentos.

Cargando editor
04/02/2016, 03:39
Móvil

Del otro lado del espejo, ese desconocido cuya presencia no podías detectar en ningún lado, te miraba impasiblemente. Dándote la impresión de ser una figura venerable cuya aura se te hacía extrañamente familiar... sin que recuerdes haber visto nunca un rostro semejante o un aspecto tan arcaico como el de las vestimentas que llevaba aquel anciano que te había reemplazado en el espejo.

-Por supuesto- responde el taxista con seriedad y sientes como la inercia del auto aumenta al acelerar levemente mientras conduce por las nada vacías calles de Londres. El cielo está encapotado y amenaza con lluvia, lo cual parece ser el estado natural del clima en la capital inglesa. Puedes sentir el frío a través de las ventanas, puedes percibir a pesar de la distancia, los inicios de largas líneas de pensamientos y actitudes de todas las personas en la calle, como si sus ideas estuviesen dispuestas en enredados hilos de los que podrías percibir las puntas y que si te concentrabas, tenías la impresión de poder sumergirte en lecturas más profundas. Sin embargo, pasaban tan rápido, que al final sólo quedaba frente a ti era una sucesión de palabras en el aire a medio describir que llenaban tu cabeza de más y más información.

-¿Hola? ¿Evan, querido?- pregunta una voz femenina. Lentamente se va materializando en tu cabeza que se trata de Naida y parece probable que te hayas dejado distraer unos instantes, dejándola en silencio mientras se esforzaba por saludarte repetidamente. -¿Evan? ¿Estás allí? ¿Hola?- repite una vez más. Tu respiración modula cada segundo mientras el tiempo parece ser bastante maleable. El conductor está concentrado pensando en maldiciones mientras un bus rojo conduce con bastante más lentitud de la que es capaz de soportar estoicamente. En tu cabeza resuenan por momentos las palabras de MacIntosh, y en el retrovisor, todavía te observa aquel hombre de edad avanzada, que puedes notar al concentrarse un instante, ha pestañeado mientras te mira fijamente.

Cargando editor
11/02/2016, 02:00
Evan James Fisher

La mirada que me devolvía el viejo del retrovisor me resultaba totalmente incómoda. Hacía que llegase a sentirme mal, y no tardé exhalar todo el aire de mis pulmones y apartar la vista, deseando que se fuera. Me senté entonces contra la ventanilla del lado izquierdo, reuniendo en mi cuerpo todas esas malas sensaciones y aguantándolas como mejor podía.

Al otro lado del teléfono, la voz de Naida parecía responder. Sin embargo eran tantas las cosas que mi cabeza se imaginaba recibir, como elementos de las mentes de otra gente, que tardé unos segundos en contestar. Se me hacía difícil reaccionar a cualquier cosa. Me sentía como si yo no fuera yo, sino una sombra de mí mismo.

Traté entonces de recomponerme un poco. Reuní fuerzas para hablar, intentando aparentar la mayor normalidad posible,

—Hola, cariño —la saludé—. Estoy yendo para casa, no me encuentro muy bien —dije—. ¿Tú dónde estás? ¿Llegarás pronto? —pregunté. No me sentía ansioso o, más bien, no era consciente de lo ansioso que me sentía hasta ese momento. No es que necesitase que ella estuviera conmigo, ni mucho menos, pero sí quería a alguien de confianza cerca por si esto iba a peor. Alguien que pudiera llamar a un médico, o llevarme a uno, mientras yo sólo me centraba en cerrar los ojos o en atiborrarme a calmantes.

Cargando editor
12/02/2016, 03:40
Móvil

-¿Qué tienes?- dice ella, y por un momento la voz parece hacer que el tiempo se detenga al concentrarte en ti. -¿Te ha caído mal el almuerzo?- pregunta mientras escuchas un par de voces alrededor y ella contesta dando algunas órdenes mientras vuelve a ponerse al frente de la conversación. -¿Qué sientes, cariño?- pregunta para cerrar la serie de preguntas relativas a tu salud.

El taxi se detiene, mientras un embotellamiento hace la circulación mucho más lenta y mucho menos soportable. El taxista se concentra en la vía, dejando que su frustración flote en el aire al interior del vehículo, contagiándote de la impaciencia que parece fluir ante el reto que supone moverse por Londres a esa hora del día. Afuera, puedes percibir como cierta tensión va aumentando, alimentada por las ideas y molestias de las decenas de conductores y pasajeros que deben andar a velocidades imposiblemente bajas mientras las calles aledañas sólo aportan al estado caótico general que viene implícito con el constante movimiento de autos en la ciudad. 

-Estoy saliendo de la oficina Evan. Hoy tenemos la cena con los socios de Parker&Clayton. ¿Recuerdas ese trato que llevamos semanas tratando de negociar con ellos? Pues parece que quieren sellarlocon una invitación informal y posiblemente algunos tragos en la cabeza.- explica mientras la calidad de la comunicación baja, como si un golpe de aire estuviese llegando directamente al auricular de ella, produciendo un molesto ruido de fondo.

-Pero trataré de zafarme pronto de allí e ir a casa, si quieres. ¿Necesitas que lleve algo?- dice ella y puedes visualizar su sonrisa gigante de manera nítida en tu cabeza, mientras sostiene el móvil. Puedes verla caminar rodeada de algunos compañeros y alcanzas fácilmente a palpar su preocupación por ti. Al observar en el retrovisor, vuelves a estar tú, con tu rostro pálido y brillante de sudor, con un aspecto lamentable, como si estuvieses sofocándote un poco. Y en esta ocasión, ese tú reflejado, con aspecto cansado y enfermizo, si responde como una perfecta reflexión tuya.

Notas de juego

Salvo que quieras hacer algo extra-raro, puedes llegar a casa sin problema. Lo que quieras hacer a partir de allí, es decisión tuya.

Cargando editor
17/02/2016, 20:25
Evan James Fisher

Escuché las sucesivas preguntas de Naida, sin llegar a responder a ninguna. Poner en voz alta lo que me pasaba, convertirlo en definitivo y real, era algo que no me apetecía en absoluto. Sin embargo era algo que tendría que hacer tarde o temprano. Aunque si podía no ser en ese momento, en un taxi y a través del teléfono, mejor. Si podía ahorrármelo, incluso, hasta estar delante de un profesional, mejor todavía.

—No... No ha sido el almuerzo —le dije en respuesta a aquellas cuestiones, sin llegar a dar más detalles. ¿Qué iba a decirle? ¿Que mi propio cliente me había drogado?

Luego, en cuanto ella habló de la cena y todo lo demás, mastiqué sus palabras durante algunos segundos. Que me recordase en forma de pregunta el asunto de Parker&Clayton, como si creyese que lo necesitaba, me hizo sentir ligeramente molesto. Y no iba a reconocer que ni siquiera había pensado en ello. Pensándolo bien, quizá yo mismo estaba un poco susceptible por todo lo que estaba pasando.

Escuché el resto de sus palabras, pero lo cierto era que mi atención iba y venía, recuperándose un poco al final.

—No hace falta, no te preocupes —respondí, refiriéndome tanto a lo de irse antes como a lo de llevar algo. Fuera como fuera, ya me encargaría yo de lo que hiciera falta. Respiré aliviado en ese momento al ver que en el espejo volvía a ser yo mismo el que devolvía la mirada. Y con esa observación mi atención volvió a marcharse, alejándose de aquel teléfono.

—Cariño, no te preocupes, estaré bien —añadí tras varios segundos de silencio—. Ahora voy a colgar, nos vemos esta noche. Un beso —dije al final, esperando que no fuese necesario pedirle que cogiera un taxi si bebía.

Después de eso simplemente me quedé en el vehículo, esperando llegar a mi casa. Al detenerse pagué al taxista y bajé, tomándome un instante para asegurarme de que iba a poder permanecer en pie y caminar sin contratiempos. No había nada que pudiera o quisiera hacer más que meterme en la cama, enterrar la cabeza en la almohada, y esperar a que todo pasara. Y efectivamente eso fue lo que hice al principio. Sin embargo sentir que el tiempo avanzaba y yo no estaba haciendo nada para arreglar lo que quiera que me estuviera pasando me corroía por dentro.

Al final opté por descolgar el teléfono y buscar el número de cualquier clínica privada, una que aceptase enviar a alguien a casa a tomar una muestra de sangre y hacerme un reconocimiento médico. Si hacía falta moverme, ir al hospital o lo que fuera, ya me lo diría el propio médico.

Cargando editor
19/02/2016, 12:54
Narración

El estar solo parecía calmar a tu mente y reducir sustancialmente su velocidad. De repente todo era más controlable y la velocidad de tus pensamientos se reducía a niveles normales. No obstante, el vacío que implicaba la monotonía de tu hogar te causaba sentimientos encontrados. La solidez, tan rígida y estática existía allí como atenuando todo lo que experimentabas en el exterior, como un enorme rompeolas que cumplía la función de disminuir la fuerza con que el exterior se manifestaba a través de los pensamientos de los transeúntes. 

Al intentar descansar, es difícil lograr apagar tu cerebro y conciliar el sueño para reposar unos instantes. Tus ideas reptan por vida propia y las imágenes de lo sucedido en las últimas horas aparecen y desaparecer vertiginosamente. García, MacIntosh, el juicio. Todo estaba allí, conectado a través de elementos intangibles que seguían siendo bastante invisibles para ti.  "Es por tu propio bien y sólo estoy tratando de ayudarte" las palabras resonaban con una cualidad persistente, a manera de un eco insistente que estaba a la vuelta de cualquier línea de reflexión. Cerrar los ojos sólo hacía que los ecos de las mismas aumentaran en tono y requerías algo de concentración para desvanecer del todo la insistentes palabras.

Cuando optas por buscar ayuda privada, tus ojos se deslizan hacia el espejo*, vuelves entonces a encontrarte con la misma figura barbada del taxi. Mucho más amplia y definida, está posicionado como si se encontrara frente a la superficie reflectora, bloqueando la visibilidad. Sus ojos te observan fijamente, emanando cierta tranquilidad y sus atavíos continúan recordándote a una túnica amplia y cómoda. No dice nada en principio, pero a medida que pasan los instantes y tu respiración se convierte en el único ruido de fondo en el cuarto, puedes ver como él parpadea a su vez, y toma unos instantes antes de intervenir.

Notas de juego

¿En qué zona vives, aproximadamente?

*asumo que tendrás un espejo de tocador o similar en la habitación.

Cargando editor
19/02/2016, 13:16
Protágoras

-[color=#0000ff]Bien. Supongo que llamar a un médico es el paso lógico[/color]- comenta con curiosa familiaridad, mientras no hace ningún movimiento más allá del de mover los músculos absolutamente necesarios para pronunciar cada palabra. -[color=#0000ff]Aunque... quizás un médico te ayude a justificar por qué abandonaste tu caso[/color]- sus palabras eran claras y su voz, su acento, sus manerismos estáticos y serenos apelaban a ti, y no puedes sacudirte de la cabeza la impresión de que aquel anciano te recuerda a alguien.

-[color=#0000ff]Esto es una derrota para tus propios planes, Evan. No se puede llegar lejos si no se intenta caminar a pesar de la debilidad-[/color] continúa hablando, elevando un poco la voz, como si se tratase de un profesor dirigiéndose a su clase de derecho. -[color=#0000ff]Deja un amargo sabor ver a quien deja de lado lo importante con tanta liviandad, cuando es incapaz de reemplazar el valor de lo que había puesto en juego-[/color] y entrecierra los ojos, negando con cierta vehemencia lenta.

Cargando editor
25/02/2016, 00:46
Evan James Fisher

A pesar de que toda la tormenta sensorial ha menguado ni siquiera en mi cama puedo descansar. Las palabras del tarado de mi cliente vienen una y otra vez a mi cabeza, y no puedo evitar maldecirme, sintiéndome como si me hubiera obsesionado de alguna forma con él.

Era como si todo lo sucedido fuera una telaraña. No importaba lo que yo ahora pensase o intentase hacer: siempre tiraba de alguno de sus hilos. Y no me gustaba, no lo hacía en absoluto. Cada vez que lo hacía, además, de nuevo la voz de MacIntosh, como si me persiguiera. Antes le detestaba, ahora empezaba a odiarle. Ni siquiera en mi casa, ni siquiera en mi cabeza era capaz de dejarme en paz. Si ahora pudiera hablar con él estaría dispuesto incluso a golpearle con tal de que me dijera qué me había hecho exactamente.

Al menos ahora que las cosas se habían calmado empezaba a entender que ya sólo me quedaba la frustración. La frustración y esa idea recurrente. Pero al menos las alucinaciones habían disminuido hasta casi desaparecer. Sin embargo no me quedaría tranquilo hasta que un doctor no me lo confirmara.

Pero cuando al levantarme mis ojos vieron eso en el espejo mi sangre se heló. Creía que la peor parte había pasado, que ya podía despreocuparme un poco. Era evidente que me equivocaba. No era sólo que viera al anciano ahí, al otro lado del espejo, sino que también le oía.

Un escalofrío recorrió mis hombros y mi espalda en cuanto el hombre dijo las primeras palabras, erizando mi piel y dilatando mis pupilas. Tragué saliva. No me pregunté por qué decía lo que decía: era evidente que era yo mismo hablándome de las cosas que me preocupaban. Sin embargo debía ser una versión pedante e idiota de mí, pues las cosas que decía no tenían ningún sentido. Aunque tampoco es que se pudiera pedir más de una alucinación.

—Cállate —ordené marcando cada sílaba. Y al instante me sentí como un loco por estar hablándole a un espejo. ¿Habían empezado así los dementes que estaban ingresados en los psiquiátricos? ¿Había empezado así MacIntosh?

Cargando editor
26/02/2016, 02:22
Protágoras

El anciano pareció ofendido del otro lado con tu reacción. Sus ojos abiertos, su boca curvada, todo el gesto que ofrece, rayando en el escándalo, te recuerda al mismo que veías en los profesores de derecho cuando se encontraban frente a un grupo de estudiantes particularmente decepcionante. Eran el orgullo y cierta altivez que, al ser mal correspondidos, dan pie para un silencio incómodo en el que la mirada de desaprobación de aquel reflejo cayera sobre ti con el mismo peso con el que la de tus profesores más admirados e incluso tu mismo abuelo la hubiesen hecho. Había algo tremendamente familiar en aquel hombre barbado, algo que contrastaba con la extrañeza de toda la situación y que tan sólo remarcaba lo ridículo del hecho. Había un hombre anciano en tu espejo que te hablaba.

[color=#0000ff]-¿Es ese el trato que reservas para quien merece tu respeto?-[/color]pregunta mientras sus ojos parecen brillar transmitiendo una sensación desagradable, que no pareciese tener origen en el extraño mismo, sino en tu interior. -[color=#0000ff]Quizás la inexperiencia pese más al momento de tomar decisiones. Es una lástima Evan.-[/color] dice el hombre genuinamente apesadumbrado, mientras acaricia su barba, como pensativo. Todavía se le nota algo contrariado.

-[color=#0000ff]Me recuerdas a un estudiante que tuve alguna vez. Brillante, con un talento natural para el derecho[/color]- dice mientras su tono se consolida en un ejercicio de oratoria  -[color=#0000ff]Sin embargo, su ambición no le dejaba ver el camino. Sobra decir que aunque logró superarme en el uso de la dialéctica, su carrera terminó más bien joven y de forma poco honorable para un hombre de su talento.[/color]- comenta, mirando hacia algún punto fuera del espejo, del otro lado. Todo en él parece bastante sólido, como si aquella superficie no se tratase de un metal reflector, sino de una ventana a otro lugar de la habitación.

-[color=#0000ff]No. No suele ser una buena decisión rechazar un consejo y las palabras de la experiencia en un momento de necesidad. Después de todo, ¿quién dice que no puedan convertirse en la semilla para un brote de inspiración?[/color]- continúa explayándose.

Cargando editor
03/03/2016, 01:08
Evan James Fisher

Ver la ofensa y la desaprobación en esa figura al otro lado del espejo no me arrancó más que una expresión de escepticismo. De no ser porque se encontraba donde se encontraba quizá en el fondo me habría afectado algo, al menos un poco, aunque sólo fuera por el aire familiar del tipo, o por lo mucho que en alguna ocasión me recordaba a mi abuelo. Sin embargo no dejaba de ser una alucinación y, como tal, el peso que tenía sobre mis pensamientos no debía ser más del que quisiera darle. Y el que quería darle era inexistente.

Recibo su pregunta inicial y sus posteriores palabras, y lo único que hago es apartar la mirada. Por una mezcla de curiosidad y deseo inconfesable de ver hasta dónde puede llegar me quedo algunos segundos más escuchando lo que dice, pero al final no resulta más que basura acumulada encima de basura, palabras sin sentido y que nada tienen que ver conmigo. Y finalmente no respondo a la cuestión final. Ni a ninguna, de hecho. Demasiado caso le he hecho ya a algo que sólo está en mi cabeza. Además parece que el viejo sólo necesite una excusa para seguir hablando, y eso es lo último que necesito.

De modo que lo que hago es buscar con la mirada el teléfono, y dirigirme a buscarlo. No llego a decir nada en voz alta, no hasta que lo tenga en las manos y haya buscado el número de un buen doctor o clínica, tal y como estaba planeado.