Partida Rol por web

El corazón del Centinela

15. El ciclo de la vida

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21/01/2013, 22:31
Narrador

En cuanto el equipo le permitió largarse de aquel sitio buscó el primer vuelo que se dirigiera a Chicago para comprobar que Caroline estaba bien. Quería olvidarse de la reunión que había tenido con Stephanie Walker y pasar algo de tiempo con su hija para desconectar de toda la tensión que había vivido aquellos días. James, Enlace, Cable, Spencer, King, todo el equipo del Centinela... y la sombra del fallecido Brian Wayland que miraba todo lo que hacían como había hecho en vida.

Hacía una hora que había aterrizado en Chicago y estaba abriendo la puerta del edificio donde Caroline vivía con Peter. La joven había insistido muchísimo a la hora de mudarse a la ciudad que podía hacerlo en un piso sola, reprochándole a su madre que no sería muy diferente de como había vivido hasta el momento. Tras una pelea, Caroline había aceptado vivir junto a Peter: su madre no podía reprocharle que su tutor y ella se llevasen tan bien, pues había sido como el poli bueno en la película de su vida que le había dado siempre todas las atenciones sin dejar de ser estricto cuando debía.

Con un suspiro la mujer pulsó el botón del ascensor, observando cómo los números del marcador digital subían del 0 al 5. Era el ático de ese edificio, uno bastante pequeño para lo que solía haber a su alrededor. Un acto que a priori podría parecer arbitrario formaba parte del plan de Lana Rowen para asegurarse no sufrir disgustos: era totalmente imposible desde aquel lugar ver ninguno de los tejados de los edificios cercanos, todo con la intención de su historia no se repitiera en su hija. Aunque los comics eran un hecho, hizo caso a Peter: aquello era una moda más de la época. Con la existencia del Centinela en Betlam y la esporádica aparición de algún que otro justiciero enmascarado tanto en Chicago como en el resto de ciudades de Estados Unidos había proliferado la moda por el merchandising de aquel tipo. Hacía meses que había desaparecido El Juez, un justiciero de Chicago que se hizo bastante famoso durante los meses que estuvo en activo por sus rápidas respuestas y sus métodos expeditivos.

Mientras se abrían las puertas del ascensor Lana Rowen cogió las llaves y salió del habitáculo, para luego introducir la llave en la cerradura y girar. La puerta se abrió con un chasquido. Todo estaba a oscuras: era viernes de noche, aunque no era siquiera medianoche. Lana no había avisado de que iba a aparecer, ya que buscaba sorprender a la joven: Peter tampoco estaba en casa, pues había tenido que ir a Nueva York ese fin de semana por motivos laborales, así que la muchacha se había quedado a cargo.

Una ligera incomodidad y mal humor la recorrieron al ver la casa desierta. ¿Habría salido de fiesta aprovechando que estaba sola sin avisar ni nada por el estilo? Cálmate, le dijo su conciencia, pues no eran nada raras las veces que su hija se acostaba realmente pronto. Le encantaba dormir.

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21/01/2013, 23:16
Lana Rowen

Tras aquellos fatídicos días Lana se vio obligada a volar, algo que le ponía los nervios a flor de piel. El ajetreo del aeropuerto, las incómodas horas sentada en el mismo sitio y las largas esperas lograban que agonizara y se sintiera todavía más cansada, vieja y muerta por dentro. Por eso prefería moverse cuanto menos, aunque Caroline siempre era una buena razón para hacerlo. Era la única razón por la que se desvivía últimamente. Ella y el imbécil de su padre.

El viaje, aburrido y monótono, como era de esperar, no ayudó en absoluto. Su mente era una pesada losa que ni el mismísimo Hércules habría sido capaz de levantar. Con todos los problemas fluctuando le daba angustia pensar en comida e incluso cerrar los ojos, pues las imágenes de posibles futuros venideros la acosaban, y cada cual era peor y más terrorífico que el anterior, cerrando así un círculo vicioso de catástrofes laborales, sentimentales, familiares y espirituales. Atacada por todo, quería huir lo más lejos posible sin descuidar su inestable posición en Betlam. Además, el equipo -de saberlo- no aprobaría aquella escapada de no ser porque Spencer había tomado el mando eficientemente, permitiéndole respirar. Ese hombre era un santo, y Lana no se hacía una idea de cuánto le debía en realidad.

Tras vaciar una cajetilla de tabaco en las salas de espera y pedir varias tilas a las azafatas, Lana llegó hora y pico más tarde al piso de su tutor y su hija. Era un lugar céntrico sabiamente escogido, sobrio y elegante, como ella. Al entrar una pequeña decepción se sumó a la larga lista que ya tenía. Había esperado un recibimiento caluroso, no demasiado, sólo un abrazo y algún que otro mimo. Pero el lugar le resultó tan frío e inerte como su propia casa, el museo, o aquel tanque en el que la habían tenido encerrada. Últimamente le daba la sensación de que no encontraba su lugar en el mundo, o de que este huía de ella con persistencia y eficacia. Suspiró, agotada, y por un momento tuvo ganas de llorar. Se mordió la cara interior de la mejilla, reprimiéndose, y dio las luces caminando con cautela. Dejó la maleta de mano en algún lado y se deshizo de la chaqueta, haciendo oído. La casa estaba en absoluto silencio. Se frotó las manos nerviosamente y recorrió el largo pasillo hacia la habitación de su hija. Quizá estaba durmiendo.

-¿Caroline? -llamó con voz dulce, dando varios golpecitos suaves en la puerta. 

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22/01/2013, 01:40
Narrador

Al abrir la puerta Lana se encontró la habitación de Caroline en penumbra debido a la poca luz que entraba de las farolas de la calle, ya que las persianas estaban medio abiertas y descolocadas; la ventana corredera cerrada. La habitación de Caroline era ordenada y correcta, a diferencia de la de su casa de Betlam, más desordenada y que aún conservaba un par de pósteres de estrellas adolescentes que Caroline había colgado ahí cuando era algo más joven. Quizás fue por esa corrección por lo que le llamaron mucho la atención las cortinas, que no tardó en ir a recolocar.

Echando otro vistazo sus ojos fueron a parar a la cama. La colcha estaba arrugada, como si Caroline hubiera estado sentada en ella para luego dejarla sin arreglar, y su portátil estaba sobre ésta, con la pantalla encendida, unos auriculares con micrófono conectados y una ventana de Skype abierta. Al observar un poco mejor, se dió cuenta de que había una llamada en activo en aquel momento: el usuario al otro lado respondía al nick de 'AttorneyWright". El de su hija, arriba a la izquierda, rezaba "AceProsecutor"

En otra ventana, Caroline estaba descargando un archivo llamado "Miles_Edgeworth_Investigations.rar" mediante la web Megaupload. La descarga iba por el 63%.

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22/01/2013, 02:01
Lana Rowen

Sin duda alguna, Lana habría preferido encontrarse a su hija en la cama con cualquier chaval. Aquello habría sido quizá más impactante pero mucho menos doloroso. No tenía ni idea de qué iba todo aquello, pero en su mente sólo figuraba una posibilidad y era el gran temor de su vida: que Caroline siguiese sus pasos. Pero existía una verdad todavía peor que esa, y es que estuviese siguiendo los de su padre. Eso era algo que Lana jamás podría aguantar.

El exceso de información hizo que se le acelerase la respiración y empezase a entrarle pánico. Movió las manos de forma errática y se levantó de la cama para descubrir de inmediato que eso había sido una mala idea. Le temblaban las piernas y también toda su fortaleza. Se agarró al escritorio y trató de serenarse sin lograrlo demasiado. Eran esos momentos de desesperación cuando más necesitaba a alguien a su lado, y cuando siempre descubría que sólo se tenía a ella misma; que al final era la única en quien podía confiar. Reposó la espalda contra la pared y apretó las palmas contra los párpados tan fuerte que la presión casi dolía. No sabía cómo sobrellevar eso, pero sabía que había una forma y que debía encontrarla, porque Romy Shepard siempre lo había hecho. Y Romy Shepard era ella, aunque casi lo había olvidado.

El miedo pasó a ser ira; se sintió profundamente herida por todo aquello, cabreada con el gracioso que estuviese tejiendo aquella gran broma. Y cuando entraba en aquel estado de rabia quien asomaba las orejas solía ser la astuta de Felina. Tomó aire, lo retuvo unos segundos y lo expulsó lentamente. Repitió el ejercicio tres, cuatro y hasta cinco veces antes de volver a mirar la habitación. Tenía que hacer algo y acobardarse no era una opción.

De puntillas se acercó de nuevo al PC y clicó en el botón de Mute para que su micrófono dejara de emitir sonido. Después desenchufó los auriculares y se fue a la ventana para abrirla hasta la mitad. Si venía quería escucharla. Tomó asiento y, siendo una muy mala madre, se dispuso a rastrear el ordenador de su hija buscando primeramente en lo movimientos recientes.

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22/01/2013, 02:24
Narrador

El fondo de pantalla de la muchacha, de color negro y bastante aburrido no inspiró nada a su madre, que continuó buscando: allí había apenas 5 iconos. El historial de documentos del ordenador de Caroline mostraba varias canciones, alguna fotografía con algunos amigos y varios PDFs y Words de apuntes y resúmenes.

Abrió el navegador que había en el escritorio, Google Chrome, y buscó en el historial. Páginas web de noticias judiciales, la web online de su facultad y varias páginas de ocio y entretenimiento. Entre molesta y aliviada, Lana se dispuso a cerrar todo y cesar aquella pantomina cuando advirtió la presencia de algo que le llamó la atención.

Hizo doble click en uno de los iconos denominados VMWare y apareció "WXP" en un menú. Tras pulsar en él y luego en "Iniciar", empezó a cargar una máquina virtual que apareció en pantalla en unos segundos, como un sistema operativo que corría en ventana sobre el que Lana veía. El fondo de pantalla era un dibujo precioso que parecía envuelto en llamas. La carpeta que había en el escritorio llena de imágenes del mismo personaje: la mítica diosa de la justicia que en su mano derecha porta una espada y en la izquierda una balanza, con los ojos tapados por una venda y vestiduras de diosa griega.

Y junto a la imagen del fondo de pantalla: unas letras antiguas de color marrón rojizo, que impactaban a la mirada y rezaban:

JUSTICIA CIEGA

En ese momento, Lana escuchó como la puerta de casa se abría para luego cerrarse. Escuchó dos pasos y entonces las llaves que parecía tener aquella persona se cayeron el suelo.

- Tiradas (1)
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22/01/2013, 02:55
Lana Rowen

La mujer, lejos de sentirse aliviada, no supo cómo reaccionar ante aquel extraño personaje y sus palabras. El impacto general ya se le había pasado, y sin embargo volvía. Confusa, se vio sobresaltada por el sonido de la puerta. De inmediato su dedo fue al botón de apagar, el cual mantuvo pulsado hasta el ordenador se apagó. Alguien le había explicado alguna vez lo malo que era hacer eso, pero le dio igual. Se levantó, echó un vistazo a la ventana y salió de la habitación intentando poner cara de jugador profesional, algo que jamás había logrado y que sabía que no iba a conseguir en aquel momento.

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22/01/2013, 03:00
Caroline Rowen

No pudo dar un paso fuera de la habitación sin quedarse totalmente congelada.

- ¿Ma... mamá? - dijo la voz de una Caroline que estaba en aquel momento tanto o más asustada que su madre. Apenas podía distinguir nada y nisiquiera veía los ojos de su hija, pero su mano fue inconscientemente al interruptor, arrojando luz sobre todo aquello.

Lana se encontró frente a cuatro personas, a cada cual más extraña. Dos chicos y dos chicas. El primer chico, el de más a su izquierda de las tres personas tras Caroline parecía llevar el torso desnudo, pero Lana advirtió que llevaba una especie de camiseta térmica que copiaba bastante bien el color de la piel. Cubriendo sus hombros y sus piernas, dos partes de una semi toga rematadas por dos sandalias doradas y los pies vendados al completo, sin sangre alguna. Llevaba un arco al hombro y un carcaj con flechas a la espalda. La chica a su lado llevaba una especie de túnica con una hombrera metálica, un yelmo en la cabeza pero que dejaba visible todo su rostro y llevaba una vara larga que era tan alta como ella. La túnica de la joven le dejaba el pecho derecho al descubierto, pero no parecía avergonzada en absoluto por ello. Además, sandalias doradas y los pies vendados como su compañero.

El chico a la derecha del trío era un hombretón de casi dos metros de ancho como de largo, con dos brazos que rivalizaban con los que James y Horus habían tenido en sus buenos tiempos junto a una túnica que solo tapaba su tronco y un poco de sus piernas, también llevando sandalias y los pies vendados como los otros dos. Su pelo de un castaño rojizo y rizoso le tapaba parte de la cara.

Y frente a todos ellos, mirando a Lana con miedo, se encontraba Caroline, o eso creyó la mujer. Estaba mirando un calco del fondo de pantalla que había visto segundos antes en el ordenador. Una larga túnica con un cinturón dorado, unas sandalias doradas con los pies vendados, una espada en su mano derecha y una balanza dorada colgada de su brazo izquierdo, que medía un par de palmos de ancho. Su pelo estaba suelto y sus ojos estaban tapados por una venda: Lana juraría que era imposible ver con los ojos así pero su hija estaba mirando en su dirección fijamente, aunque no podía verle los ojos.

- Mamá, yo... - tanto ella como sus amigos se quedaron congelados en el sitio

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22/01/2013, 03:22
Lana Rowen

Lana observó la escena boquiabierta. Pestañeó, pero ellos seguían allí tan atónitos como ella. Quizá más. Repasó a cada uno de los jóvenes de arriba abajo, casi horrorizada, y a todos de izquierda a derecha no menos de tres veces. No parecían agotados o magullados. Estaban bien. Quiso aferrarse a esa esperanza locamente, del mismo modo en que una madre lucharía hasta el último segundo por la vida de sus hijos.

-Dime que venís de una fiesta de disfraces -fue lo único que pudo pronunciar con tono suplicante y desesperado que no auguraba nada bueno.

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22/01/2013, 03:32
Narrador

- ¡Claro! Y usted debe de ser la señora Rowen. - la chica del pecho descubierto dió dos pasos hacia adelante como tomando iniciativa y se puso junto a Lana, ofreciéndole su mano para saludarla - Yo soy Josephine, la mejor amiga de su hija. O eso me gusta pensar. -

El desparpajo de aquella muchacha liberó tensiones y Caroline se permitió sonreir ante aquello. Josephine rió y su hija avanzó un poco, carraspeando. - Nos invitaron a una fiesta y bueno, como no iba a haber nadie este finde en casa pues creí que podíamos dormir aquí por... por eso de que Eric se pudiera llevar los trajes luego a la tintorería de su madre. - el mastodonte que tenía por amigo giró la cabeza a Caroline un momento, y luego miró a Lana con un asentimiento, serio - Tranquila mamá, antes de que lo preguntes, nadie es novio de nadie aquí... -

- ¿Qué haces aquí? No te esperaba... -

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22/01/2013, 03:51
Lana Rowen

Lana cogió la mano de la joven y la estrechó con más bien poca seguridad. Sonrió, forzada, tratando de ser amable. Aquello era absurdo y paranoico. Durante un instante se preguntó cómo había podido creer que de verdad su hija se dedicaba a combatir el crimen, y al segundo siguiente toda la tensión acumulada se liberó dejándola para el arrastre. La pesadez del viaje, la intensidad de las emociones y constante impresión de que el mundo iba a caérsele encima empezaron a pasarle factura.

-Encantada -musitó, suspirando. Con las manos planchó la chaqueta del traje y volvió a sonreír-. Pues, mañana es mi cumpleaños y no me apetecía quedarme en Betlam con mi secretaria y la panda de buitres.

Cuando se dio cuenta reparó en lo triste que debía de sonar aquello frente a unos jóvenes. De hecho, sonaba triste con tan sólo recitarlo en su propia mente. De repente se sintió ridícula e insignificante, y vieja. Su hija tenía planes mucho más interesantes que quedarse con ella y salir a comer a algún lugar para acabar con alguna discusión absurda. probablemente ni se había acordado. Era normal Caroline era joven, guapa, lista, y tenía toda una vida por delante. Ella ya no. Ella era una sombra cuyo pasado permanecía enterrado, como su madre.

Lana juntó las palmas delante del pecho. Sonrió ampliamente.

-Lamento aguaros un poco la fiesta con mi presencia, pero os podéis quedar si queréis. No pasa nada, no me chivaré -dijo, animosa. Se rió. Acababa de hacer un chiste malísimo que le dio vergüenza a sí misma. Era hora de retirarse antes de dejar más en evidencia a Caroline. Se preguntó qué hora sería en Nueva York y si podría molestar a Peter. Y con molestar estaba claro que iba a ponerse a llorar de la histeria-. Y si no os importa, voy a ocupar ya la habitación de Peter. Es tardísimo y estoy cansada.

Avanzó para coger su maleta de mano y de paso le dio un beso a su hija en la mejilla.

-Ya hablamos mañana, cielo. Pasadlo bien.

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22/01/2013, 12:56
Caroline Rowen

Los cuatro agradecieron su amabilidad, sonriendo ante su broma y felicitándola por su cumpleaños de antemano, porque decían que iban a salir muy pronto por la mañana. Su hija le devolvió el beso y Lana se fue a su habitación mientras ellos cuatro se dirigían a la de Caroline.

Lana dejó sus cosas en la habitación de Peter y se acostó culpándose por estar tan paranoica respecto a su hija, pero aunque su cabeza no daba de dar vueltas, el cansancio hizo que cayera rendida en pocos minutos.

La mañana siguiente sus ojos de abrieron pronto, sobre las 10 de la mañana. Había dormido bastantantes horas, más de las habituales, pero la tensión del día anterior le había pasado factura y se sentía como si no hubiera descansado casi nada. Antes de salir fuera, afinó el oído por si Caroline estaba con sus amigos, pero al no escuchar absolutamente nada salió al salón. Se encontró a su hija sola, vestida normalmente, sentada en posición de loto con el portátil encima. Al verla llegar, lo dejó en el sofá en el que estaba y se acercó a su madre, abrazándola.

- Buenos días, mamá. Y feliz cumpleaños. - dijo dándole un fuerte beso en la mejilla, con una sonrisa. Parecía que esa noche no se hubiese encontrado con su madre vestida de improvisto como una diosa griega.

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22/01/2013, 14:23
Lana Rowen

La noche no fue un momento de descanso, aunque la falta de quehaceres a la mañana siguiente le permitió recuperar horas perdidas y presentar mejor aspecto. Al levantarse todavía se hacía preguntas absurdas y sin respuesta, y tenía una ligera y molesta presión en el pecho que se negaba a abandonarla. Pensó que con todo aquel ajetreo lo mejor sería pasarse por el médico a que le recetase algo. En aquella semana debía de haber envejecido no menos de diez años con toda la presión y los disgustos, y sabía que ahí no acababa todo.

Envuelta en una bata de seda salió en busca de café o algo que la activase. No era persona hasta que no se tomaba una buena taza, daba igual la hora a la que se levantase. Pensó que, seguramente, ese fuese uno de los vicios que le iban a quitar nada más pisar la consulta. Ese y el tabaco. Hizo una mueca, disgustada. Se vio a sí misma echando horas muertas con unas agujas de tejer, confeccionado largas bufandas coloridas que regalar por navidad. La idea le pareció repugnante, aunque tardó poco en esfumarse.

-Gracias, hija –dijo con una sonrisa, agradecida. Le devolvió el beso acompañado de una caricia en el pelo-. Voy a por café. ¿Has desayunado?

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22/01/2013, 14:35
Caroline Rowen

Su hija asintió. - Mira a ver si hay algo, pero no prometo nada. - le dijo para dejarla ir hasta allí, encogiéndose de hombros.

Con una mueca Lana se dirigió a la cocina y se encontró con que en la mesa había un vaso con un zumo de naranja (con un platito tapándolo, para que no se fueran las vitaminas), varias piezas de fruta, algo de bacon frito con huevos revueltos sobre una tostada con aceite y mantequilla, además de un termo de café junto a todo aquello. Al girarse instintivamente se encontró a Caroline apoyada en el marco de la puerta, con una sonrisa en los labios.

- No me des todas las gracias, mis amigos me ayudaron a prepararlo antes de irse. Ya sabes que la cocina no es mi fuerte... -

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22/01/2013, 14:44
Lana Rowen

Lana sonrió al ver el desayuno, y lamentó no tener estómago para catar todo aquello. Tuvo la ligera sensación, además, de que aquello ya lo había vivido antes. ¿James? No supo decirlo.

-Te viene de familia -contestó estrechándola entre sus brazos-. Dales las gracias de mi parte cuando los veas. Y siento no haberte avisado. Debería haberlo hecho.

Con ojos golosos se sentó en la mesa, dándole un largo trago al zumo lo primero. Después se sirvió una taza de café al que sólo le añadió un par de cucharadas de azúcar y le dio un mordisco a la tostada. Miró a su hija y le hizo un gesto para que se sentara.

-Come si quieres, que yo no me lo voy a terminar.

Como a toda madre, a Lana le preocupaba en exceso la alimentación de Caroline. Agradecía que Peter estuviese con ella desde lo más profundo de su alma, porque si se acercaba al estilo de vida errática y descuidada que ella había llevado se habría sentido un auténtico fracaso. Desde que había adoptado su nueva identidad, Lana se había encargado de que una asistenta o asistente mantuviese la casa limpia y preparase las comidas pertinentes de aquel día. Estaba segura de que sin dicha persona volvería a las montañas de cajas apiladas en el cubo de basura.

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23/01/2013, 02:12
Lana Rowen

Caroline se sentó frente a Lana cogiendo una pera que había en la mesa y empezando a darle bocados pequeñitos, sin dejar de mirar a su madre. Los sentidos de Lana se pusieron alerta al instante: reconocía esa mirada.

- ¿Por qué pusiste esa cara cuando llegamos ayer? - preguntó con curiosidad, consciente de que tras ello había algo más.

Su madre le devolvió una mirada larga cargada de dudas y temor. Suspiró. No había ido allí por nada; era hora de encarar la realidad y dejarle ver qué era todo lo que ocultaba su pasado.

Se recostó en la silla y miró la superficie fluctuante del café:

-Quizá sea hora de que sepas unas cuantas cosas... -musitó. Tomó aire-. Este mismo día, cuando cumplí trece años, tu abuela me echó a la calle. Vivíamos en uno de los peores barrios de Betlam. No teníamos dinero y ella... Margaret era prostituta. Era lo único que sabía hacer y no quería que yo acabase igual. Así que me echó a la calle con lo puesto y no me volvió a abrir la puerta. No la vi más hasta que murió en el 73, en su funeral.

Caroline dejó de masticar y miró a su madre largamente. Su rostro se oscureció. Era difícil de deducir qué había detrás: su pequeña, ya no tan pequeña, había adquirido la capacidad de James de convertirse en un muro a ojos de los demás.

- ...pero... pero eso es horrible... ¿por qué hizo eso? ¿Era una mala persona? - preguntó ella con un tono que sonó como si la joven universitaria volviese a tener 12 años.

Lana ladeó la cabeza.

-Yo no diría que era una mala persona -le dio un trago al café-. Era una persona desesperada, atrapada en los bajos fondos de la ciudad. Una persona que no sabía qué hacer con su vida ni cómo mantener a su hija alejada de esa vida.

Le había llevado mucho tiempo comprender eso, pero una vez hecho dolía menos.

-Fue lo mejor que pudo hacer por mí -Era difícil de creer pero era cierto-. Yo no la culpo, cariño. A veces nadie tiene la culpa de cómo salen las cosas

La chica la mirí, muda. Únicamente suspiró cerrando los ojos un instante.

- Si tú no la culpas, entonces yo tampoco - dijo únicamente - Sigue, por favor.

-De repente estaba en la calle. Recuerdo muy poco de esos días a excepción del miedo y el hambre -Se llevó una mano al bolsillo de la bata, sacando el paquete de tabaco para encenderse uno -Ni se te ocurra mencionarlo -Le advirtió, señalándola con el dedo. Después siguió hablando-. No sé si alguna vez leíste sobre una banda de niñas que operaban en los 60s. La Banda de la Piruleta. Yo pertenecía a esa... banda. Familia, más bien. Fueron quienes me sacaron de la calle.

Caroline negó con la cabeza, pero se permitió una ligera sonrisa.

- ¿La banda de la Piruleta? La fiebre hortera de los 60... ¿Banda de niñas? ¿Cómo que una banda? ¿Acaso robábais? - dijo con sorna.

-Sí. Robábamos a la gente rica de Betlam. Generalmente obras de arte. A cambio, nuestro tutor, el Príncipe de los Dulces, nos daba una educación, nos entrenaba y nos dio algo que nadie nunca nos había dado. Esperanza -Lana dio una calada honda y suspiró-. La prensa decía que nos usaba, que abusaba de nosotras y más cerdadas. Era todo mentira. El Príncipe fue un padre para nosotras. Un hermano mayor, un tutor. Alguien que nos enseñó que el podía ser hermoso. En el 66 incautaron la banda y él fue a la cárcel. Yo lo saqué veinte años después, y ahora es tu padrino.

Caroline abrió los ojos y la pera se le escapó de las manos, rebotando contra la mesa y precipitándose contra el suelo. Se agachó con prisas a cogerla y se golpeó la frente contra la mesa. - ¡Ay! ¿Pero qué...? - cogió la fruta y volvió a sentarse, con la boca abierta.

- ¿Que robábais obras de arte? Y que... oh, Dios mío. ¿Que Peter era un ladrón? Y... - su hija pareció empezar a hiperventilar y a mover erráticamente las manos como había hecho Lana la noche anterior. Tuvo que levantarse y andar un poco por allí para asimilar todo aquello. - Madre mía... pero... ¿me estás tomando el pelo? Es eso, ¿verdad? -

Lana se levantó también, asustada. La siguió con las manos en alto, como si tuviese intención de detenerla. No llegó a hacerlo, temiendo que gritase o algo si lo intentaba.

-Hija, tranquila. Siéntate, anda. Siéntate y respira -pidió, aunque más bien sonó a una orden cálida-. Voy a hacerte una tila. O algo.

Si se asustaba con eso, no quería llegar al momento de la confesión de Felina. Y peor, la de que el Centinela era su padre.
Cuando Caroline volvió a sentarse y Lana se aseguró de que hubo dado varios tragos a la tila, le explicó brevemente en qué consistía la banda, lo que hacían y cómo operaban. Se fue por otros derroteros para que se calmara, esperando  que entendiese que, sí, habían sido delincuentes pero eso había ayudado a que pudiese salir adelante sintiendo el calor y el confort de una familia.

-Cuando la banda fue desarticulada fui, creo, una persona normal. Tuvo un trabajo y algunos años de paz pero... -Frunció el ceño-. Tienes que tener los contactos y la suerte oportuna para subir un maldito escalafón en esta sociedad. Yo nunca tuve de eso. Nadie más que Peter me ayudó, por eso me esmeré en sacarle de la cárcel.

En el 73 murió tu abuela. Me lo notificaron por carta y ni siquiera tuve el dinero para ofrecerle un funeral adecuado. Me dolió en el alma tener que recurrir a la beneficiecia, pedirle ayuda al estado que me había dejado en la estacada. Así que... ese día tomé una decisión. Yo no iba a acabar como mi madre, no iba a pasar hambruna ni desesperación. No iba a ser una don nadie que al morir no fuese recordada. Tomé una decisión que me cambió la vida e hice lo único que siempre había sabido hacer: robar.

Lana hizo una pausa y aplastó el cigarrillo contra el cenicero. Miró a su hija, directamente.

-Y para robar, me vestí de traje y me hice la ladrona de guante blanco más famosa de Betlam -Lana sonrió-. Felina.

Su hija torció el gesto ante la historia de su abuela, soltando varios suspiros en el proceso. Llevó su mano a la de su madre, estrechándola en aquella parte para darle ánimos. - Ahora entiendo por qué Peter y tú os lleváis así... la verdad es que todo eso sólo hace que lo quiera más. - sonrió un poco más - Me alegro de que le encontraras, mamá, aunque no deje de sorprenderme por... bueno, por todo esto.

Entonces Lana continuó con la historia. A cada palabra, Caroline se inclinaba más hacia adelante, tensa, esperando la revelación.

Caroline parpadeó, perpleja. Su ceño se frunció poco a poco, mirando a su madre largamente. Al fin, tras varios segundos, habló. - ¿Quién? - preguntó, ladeando la cabeza

-Felina -repitió-. La mitad de las obras del museo las robé yo de otros sitios. Peter mi inculcó un amor por el arte que fue lo que me dio un objetivo en la vida. Nunca robé por encargo, y casi todo lo que cogía lo hacía por su incalculable valor sentimental. También hice robos para mantener mi economía, de lo que menos.

Caroline sonrió, recostándose en la silla de la mesa. - Es cierto, me hablaste de ello hace años... las obras de arte desaparecieron durante un tiempo hasta que un policía las encontró y fueron donadas al museo. Supongo que nunca desaparecieron para ti. - le dió otro gran mordisco a la pera para masticar y tragar - Todo esto es... increíble. ¿Conociste a Marcus King en persona?

Romy sonrió, embargada por la emoción y los recuerdos.

-Sí, le conocí como Horus y le conozco como Marcus King. También a otros Vigilantes como Polecat, Iris... El Centinela. Y algunos villanos también. Yo no andaba ni con unos ni con otros. Estaba en el limbo, supongo -Le dio un trago largo al café-. No era lo suficientemente mala como pasa ser considerada Villana ni lo suficientemente buena como para patrullar Betlam. Eran buenos tiempos.

Su hija silbó, sorprendida. Apoyó la cabeza en su mano mirando a su madre a los ojos. - Aun así no pienses que estaba bien lo que hiciste... Molas mucho, mamá, pero eso que hacías era ilegal. Sabiendo todo lo que robaste, de haberte pillado dudo que te hubieran sacado hasta que fueras una vieja arrugada y decrépita que no pudiera ni sostenerse en pie. Los millonarios excéntricos tienen mucho aprecio por obras como esa y ya sabes que pueden hacer maravillas para moldear la justicia a su favor, muy a mi pesar... -

Volvió a sonreír más ampliamente.

-Pudieron hacerlo, pero no lo hicieron -dijo, más para sí misma que para su hija-. Nunca fui una experta en seguridad electrónica ni nada de eso, pero fui capaz de burlar todos los sistemas que había. Si no sabían cuidar lo suyo no merecían tenerlo. O al menos eso es lo que pensaba entonces.

La expresión de la muchacha se volvió severa. - ¿Y si a mi un día volviendo de clase me atracaran a punta de pistola, eh mamá? ¿Me merezco que me roben por no saber esquivar las balas? -

La sonrisa de Lana se borró.

-¿Me merecía yo que mi madre me echara a la calle y que la beneficiencia no me acogiese porque no era huérfana? -inquirió-. No digo que estuviera bien, pero era lo que hacía y gracias a lo que tú estás en este mundo viviendo tan ricamente. Y nunca maté a nadie por conseguir algo.

Caroline bufó, relajó su tono pero no se dejó amedrentar. - Ya, y lo que pasaste no se lo deseo a nadie, pero tampoco te da derecho a nada. Mira, no critico lo que hiciste con Peter, eso... no está bien, pero es aceptable dado que no tenías otra manera. Pero después... ¡ahí tuviste que hacer amigas! Seguro que entre todas las que érais había algo que pudiérais hacer. Con vuestras habilidades podríais haber trabajado de algo, o hacer un negocio, o lo que sea. Estamos en América, esto es el país de las oportunidades. Siento mucho que pasaras todo eso, de verdad... pero no estoy de acuerdo, aunque pueda vivir así gracias a esto. Preferiría vivir en una casa mucho más pequeña y poder decir que mi madre se ganó la vida honradamente. -

-Para el mundo, tu madre se ganó la vida honradamente. Y así seguirá siendo hasta que me muera -sentenció-. Si crees que puedes ganarte la vida así de fácil, te animo a que salgas ahí fuera con un apellido que no es conocido y lo intentes. Algún día verás que cuando te bajas de esta esfera, lo que hay allí abajo es miseria.

Carol la miró con pena - Quizás, mamá. Pero yo ahora sé que no fue así... - y no añadió nada más, clavando su vista en el termo de café.

Lana la miró largamente unos instantes sin decir nada. Entonces cogió su taza de café, la rellenó y salió de allí.

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23/01/2013, 17:52
Lana Rowen

Lana pasó la mañana fuera tras decirle a su hija que volvería a mediodía y traería comida caliente. No entendía muy bien qué había ido mal con toda aquella conversación. En realidad sí lo sabía, pero no quería admitir que la causa de su orgullo era a su vez la mayor decepción para su hija. Ya no estaba segura de querer contarle la verdad sobre el justiciero y su relación con él porque, si las cosas seguían en aquella línea, cuando James reapareciese lo haría también estruendosamente en su vida. Caroline le conocería, sabría de dónde había sacado ese carácter férreo y determinado, y que tenía un padre honrado y también una madre ladrona. No podía competir contra eso, o al menos ella creía que no.

Regresó a la hora acordada con comida japonesa del que habían considerado el mejor restaurante de ese tipo en Chicago. Le sorprendió en cierto modo darse cuenta de que Caroline la trataba normalmente, lo que ayudó a que la comida resultase agradable. Aprovechó para hacer de madre y preguntarle por estudios, amigos y también chicos. Después, cuando el café estuvo hirviendo en la cafetera, su madre le dijo:

-¿Podemos hablar un rato?

Dejó que atendiese sus asuntos mientras servía varias tazas y recogía la mesa. Se trasladó al salón y cogió fuerzas para abordar de nuevo el tema, esta vez desde una nueva perspectiva. Se cogió las manos, nerviosa, y empezó a hablar de forma pausada y tranquila.

-Caroline, sé que lo que hice no está bien y me hubiese gustado encontrar otra forma de llegar a donde estoy. Lo intenté durante siete años, de verdad, pero no había mucho que una chica de menos de veinte sin estudios pudiese hacer... al menos legalmente y sin rebajarse. -Hizo una pausa apartando recuerdos innecesarios-. Empecé por necesidad, y luego seguí por capricho. No debería haberlo hecho, pero lograr hacer algo y superarme me hacía sentir viva. Me gustaban los retos. Me gustaba llevar antifaz y ser alguien. No... lo veía tan malo, aunque lo fuera. -Se dio cuenta de que se estaba desviando, así que trató de reconducir la conversación-.  Lo que quiero decir es que no estuvo bien, pero no me arrepiento de haber sido Felina porque gracias a ese traje fui alguien, y es la razón por la que hoy tengo a mi lado la cosa que más me importa en esta vida. Tú. Si me dieran la oportunidad de retroceder y haber hecho las cosas algo mejor para que te sintieras orgullosa, lo haría.

 

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23/01/2013, 18:40
Caroline Rowen

Caroline respondió a prácticamente todas las preguntas sobre su vida, haciendo más incapié en otra y pasando de puntillas las partes más sentimentales de su vida aunque con el buen humor suficiente para que su madre intuyera que su corazón no estaba del todo vacío.

Mientras Romy preparaba el café su hija salió al salón y cuando Lana se sentó para hablar con ella, Caroline se puso a su lado y pasó sus piernas por encima de las de Lana, quedando a lo largo del sofá. Escuchó atentamente a su madre sin interrumpirla mientras movía los dedos de sus pies desnudos con una humeante taza de café en sus manos. Al terminar su pequeño monólogo, lanzó un quedo suspiro pero sonrió levemente.

- Escucha mamá, quizás ayer fui algo directa y lo siento, pero lo que me molestó y me molesta es que digas cosas como que 'si no lo cuidaban merecían perderlo' y que estuvieras tan orgullosa de haber llegado tan arriba usando métodos no muy diferentes a los de la gente que tanto criticas hoy en día por tu trabajo. Te quiero, mamá, y entiendo que tuvieras que recurrir a todo aquello para no pasar hambre. Me imagino que... cuando ves que vales para todo eso y sales impune es difícil parar. No te culpo por ello. - su hija llevó una de sus manos a las de Lana y las apretó ligeramente, sonriéndole algo más - Estoy muy orgullosa de tenerte como madre, sólo deseo que no te conviertas en uno... de ellos. No lo eres y no quiero que lo seas, es lo único que me preocupa en ese aspecto.

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23/01/2013, 18:58
Lana Rowen

-He hecho demasiadas cosas buenas y honorables en mi vida como para dejarme influenciar por eso -rezongó, haciendo una mueca. Chascó la lengua-. Jamás me volvería un buitre. Tu padre se encargó de ello.

Su padre era la última incógnita de todo aquello, y la razón principal por la que había permanecido tantos años en silencio. La razón por la que las cosas habían sido así y no de otra manera. Miró a Caroline, seria.

-¿Quieres saber quién era tu padre? -preguntó con miedo.

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24/01/2013, 13:15
Caroline Rowen

La hija de Lana asintió a las primeras palabras de su madre, satisfecha. Creía que la conversación había finalizado cuando la mujer le hizo aquella pregunta fatal. El rostro de Caroline se quedó rígido durante unos segundos, como si luchara una batalla interna. Intonces suspiró profundamente y se dejó caer hacia atrás, apoyando la cabeza en el reposabrazos.

- Sinceramente... no lo sé. Sabiendo todo lo que te ha hecho pasar, no sé si quiero conocer a alguien así. Por otro lado... es mi padre. Obviamente quiero saber si era una persona cedente, un drogadicto o yo qué se. - su hija bufó soltando aire por la nariz: era obvio que aquel tema la perturbaba mucho. - Sí, creo que me gustaría saberlo y quitarme ese peso de encima. -

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24/01/2013, 14:48
Lana Rowen

Lana enarcó una ceja ligeramente escandalizada ante la mención de un drogadicto.

-Tu padre era un hombre decente -aclaró de primeras y sin titubeos, mirándola de reojo. Eso era indiscutible-. Era un justiciero de traje, una persona de honor. Desde el primer momento se dio cuenta de que no iba a hacer daño, que no era exactamente una Villana, y en vez de internarme en Lighthouse Rock trató de reformarme. A veces colaboré con él y con otros Vigilantes para detener a gente.

De pronto se calló. Volvió el rostro hacia su hija con una expresión indescifrable cargada de pesadez. No estaba segura de cómo decírselo o si de verdad quería hacerlo.

-Se llama James y en su juventud encarnó a la figura más emblemática de Betlam: el Centinela.