Partida Rol por web

Fedora había hablado con Maus, uno de sus contactos en el mundo cibernético (que hacía las veces de contacto del Centinela). Ella le había dicho que Maus sabía dónde podrían encontrar a Enlace y les dió unas cuantas direcciones. Contradiciendo el dicho popular la vencida llegó a la segunda, en un pequeño parque junto a una serie de apartamentos.

El tipo estaba sentando en uno de los bancos del parque con un portátil sobre las rodillas, tecleando en él. No tenía la apariencia de friki estandar de los ordenadores que Sanders se esperaba tras conocer a Cable y Fedora: Enlace parecía un tipo bastante normal a priori.

A Troy no le gustaba investigar, y no creía que fuera a llegar a gustarle nunca. Le parecía un desperdicio de su tiempo y energía, y sabía que Fedora podría haberle encontrado e interrogado sin levantarse de la silla. Pero por una vez se alegraba, porque no tenía ganas de estar en el centro de mando mirándose el ombligo y escuchando a Spencer.

Aún así, Enlace estaba a punto de descubrir otro motivo por el que a Troy no le gustaba investigar: se le daba tremendamente mal tratar con la gente.

El centinela se acercó con paso firme, se sentó en el banco y se preparó para detenerle si intentaba salir por patas.

-¿Enlace?

El tipo estaba sacando un cigarrillo del paquete de tabaco cuando Troy se sentó a su lado. Sanders sintió cómo su cuerpo se tensaba, pero no se movió del lugar. Únicamente le dedicó una mirada cauta y tensa, como si estudiara a Número 8.

- ¿De qué hablas? - preguntó, haciéndose un poco el loco

-Eres Enlace -respondió, a medio camino entre la pregunta y la afirmación.

El hacker frunció el ceño y suspiró con resignación, sopesando sus opciones. No podría correr demasiado antes de que un tipo con una musculatura como la de Sanders le diera caza, así que bajó un poco los hombros.

- ¿Y qué si lo fuera? ¿Qué quieres? -

-Me envía la mujer con la que ha contactado hace poco. Sobre un hombre llamado Goldfield. He venido para averiguar quién eres, cuál es tu interés en todo esto y qué más sabes. Mediante cualquier método a mi alcance.

El hombre miró a Troy como si estuviera mal de la azotea. Alzando una ceja volvió la mirada a su ordenador, girándolo un poco para que el hombre no lo viera y comenzando a teclear.

- Y yo soy la Reina de Inglaterra. Piérdete... algunos tenemos que trabajar. - dijo con un tono de voz bastante diferente, algo más grave y serio

Agarró la pantalla y le arrancó el ordenador del regazo de un tirón. Estuvo a punto de escurrírsele entre los dedos, pero lo sujetó con la otra mano y lo cerró un poco, lo suficiente para poder agarrarlo cómodamente. Sin perder un momento, tiró aquel aparato lo más lejos que pudo y se volvió otra vez hacia Enlace, preparado para arrearle si hacía ademán de levantarse.

-Parece que ya no tienes trabajo. Qué suerte tengo, ¿no? -dijo, amenazándole con la mirada y con la voz.

Cuando su ordenador tocó el suelo, Enlace miró apretando los dientes a Troy y se dispuso sin mediar palabra a propinarle un codazo en la cara, gruñiendo.

Mientras se levantaba proyectó el codo hacia la cara de Número 8. El golpe acertó de lleno en la cara del hombre que no pudo reaccionar a tiempo. Notó como la nariz empezaba a brotar sangre y la vista se le nubló un instante. ¿De dónde sacaba tanta fuerza aquel subnormal? Jamás se lo habría esperado.

El dolor y la sorpresa le impedían pensar, pero había estado en suficientes peleas para contar conque sus instintos supieran lo que tenía que hacer. Y aún así, le fallaron. Sin dejar de ver estrellas por todas partes, Troy intentó alejarle de una patada para ganar suficiente espacio para levantarse y recuperarse.

El hacker apretó los dientes y avanzó agachándose con la intención de trabajar el estómago de Troy Sanders con los puños esquivando con facilidad el anterior golpe del Centinela sin traje. Aquel tipo, aunque alto, no parecía tan fuerte y rápido como estaba resultando ser. Otra vez lo tuvo que aprender Número 8 cuando sintió un contundente dolor en el estómago, seguido de otro golpe al pómulo. Sólo las veces que se había enfrentado a Troll se había sentido luchando contra alguien más fuerte que Enlace. La fuerza de sus golpes le recordaba a la dureza de los de Bates cuando ambos entrenaban.

Cuando llevaba el traje, el casco se encargaba de modular sus gritos por él. Sin él, Troy expresó su dolor audible y lastimeramente, pero eso no le detuvo. Medio a ciegas, a causa del dolor y la sangre, se las ingenió para apartarse del camino de Enlace y retorcerle el brazo por detrás de la espalda pra obligarle a arrodillarse. Siguió retorciendo, hasta que se rindiese o hasta que le rompiera el brazo, lo que sucediera primero.

-¡WONG! -gritó, duchando de saliva rojiza a Enlace.

Mark se había quedado helado por la sorpresa. No porque no esperara resistencia, si no por el hecho de que parecía increíble que aquel tío estuviese alcanzando a Troy y lo que era aún más impactante, que los golpes parecían estar tiendo un efecto contundente. Todo pasó tan deprisa que sólo cuando escuchó su nombre supo reaccionar; o mejor dicho, su puño reaccionó. Sus nudillos hicieron un ruido desagradable al impactar con la cara del hombre que, incapaz de defenderse o cubrirse, recibió el golpe de pleno y quedó inconsciente. Mark abrió y cerró el puño, y miró a Troy:

-Lo siento, siento no haber reaccionado antes... la próxima vez no me confiaré. Deberíamos atarlo antes de que se espabile.

Soltó a Enlace, confiado en que al menos estaría inconsciente el tiempo suficiente para dejarle respirar un momento.

-Bueno, pues hazlo mientras yo me cuento los dientes -dijo de malos modos. Aquella paliza le iba a doler durante semanas-. Voy a acercar la furgoneta. Nos lo llevamos. Y coge su ordenador para Fedora.

No sabía cómo iba a conducir, porque empezaba a hinchársele el lado derecho de la cara y ya casi no veía por ese ojo. Pero iba a tener que apañárselas. Antes de que se desangrase o se desmayase y tirase la furgoneta por un puente.

Aunque les cayeron varias miradas desconfiadas y contaban con que alguien llamara a la policía, Fedora ya estaba atenta a esas posibles llamadas para que no llegaran a ninguna parte. Tras subirlo a la centivan se dirigieron raudos de nuevo a la guarida del Equipo. Allí se encontraban todos (exceptuando, obviamente, a Goldfield). Por lo visto hacía unas horas que Bates se había enfrentado a un tipo llamado Milo Gorky, aquel que había alquilado el almacén donde se habían guardado los explosivos usados por Mayhem.

El tipo había acabado confesando que un tipo pintado de rojo le había contratado, dándole un número de teléfono de contacto.

Sanders tiró a Enlace dentro del ascensor y pidió a Wong que le bajase a la sala donde habían interrogado a la señora Shepard. Estaba destrozado y no veía por el ojo derecho. Le recordaba a sus primeros tiempos siendo el Juez, cuando aún no se había acostumbrado a no contar con protecciones en la cara. Se arrastró a la enfermería y se dejó caer encima de una camilla entre gemidos y lamentos, sin fuerzas para abrir el botiquín.

-Que alguien me arregle la cara, por favor -suplicó a través del sistema de comunicaciones del equipo con un balbuceó incomprensible-. Ese tío me ha dado una buena tunda.

Brenda Farrel no tardó en aparecer con la cara de preocupación que tendría una madre ante sus hijos. Por la mente de Troy pensó que si al final ella obtuviera la custodia de los suyos no iría con esa cara por la vida y automáticamente se sintió mal por ese pensamiento.

- Por Dios, Troy. ¿No se suponía que se trataba de un simple hacker? - preguntó Móvil 2 con gesto torcido mientras abría el botiquín y comenzaba a limpiar sus heridas. No tardó en aplicarle una pomada antiséptica y en darle unos antinflamatorios en comprimidos. - Déjalo reposar y mañana estará mejor. Ahora deja de quejarte. -

Troy solía sentirse un poco confuso y a la defensiva ante las mujeres maternales. No recordaba mucho de la suya, aparte del incendio. Un día le había dicho que cuando creciera quería casarse con Fred Astaire, y se había despertado dolorido por la paliza que le había propinado su madre y medio asfixiado por el humo. Troy había crecido desconfiando del amor de las madres.

Aún así, había algo en Farrel que le inspiraba ternura, y cuando respondió lo hizo con menos dureza de lo habitual.

-Ya, nadie me pasó la circular de que ahora les regalan micromisiles a los hackers. -Se levantó y se hizo con una bolsa de gel frío para evitar que se le hinchase mucho la cara-. Gracias, Farrel.

Se puso en camino hacia el ascensor. En otras circunstancias no hubiera querido que un prisionero le viera con la cara rota y aplicándose frío para la hinchazón, pero con la paliza que le había dado Enlace, que le aspasen si iba a dejar que Bates se encargase de interrogarle. Ya era personal.