Partida Rol por web

Fue la comisaria Burke en persona, acompañada por supuesto de buena parte de sus aprendices, la que os puso en pie aquel día, con la delicadeza habitual (consistente en puntapies e improperios varios). Habían pasado apenas seis días desde aquel primer ataque, y las heridas habían sanado en su mayor parte.

-¡En pie y a formar, escoria!-exclamó la mujer-¡en cinco minutos, os quiero a todos formando con vuestro equipo fuera, el que no esté, va a ir a luchar con un palillo para dientes! ¡Andando!

Los legionarios no tardaron mucho en obedecer, pues sabían que aquella amenaza no era una metáfora, y en anteriores conflictos alguno había tenido que ir al combate equipado solo con algo ridículo e inútil, a veces sin ropa siquiera, solo para morir aún más indignamente. Tras eso, se os hizo desfilar todo lo ordenadamente que era posible en vuestro caso hasta una "plaza" con capacidad para cientos de hombres, donde os encontrasteis con representantes de otros regimientos desplegados. 

A los pocos minutos, desde una balconada pudo verse aparecer a todo el alto mando. Algunos tenían signos de haber sido tratados, probablemente consecuencia de aquel impacto afortunado al búnker de mando, pero todos parecían bastante enteros y dispuestos, al menos así se apreciaba desde la distancia.

-¡Soldados del Imperio!-saludó el Lord General, con su voz amplificada a través de varios dispositivos vox fijos situados en postes por toda la plaza-ha llegado el momento de actuar. Ya hemos comprobado como ataca el enemigo, y ahora esos traidores comprobaran como asaltan posiciones los hombres y mujeres fieles al Dios Emperador. En el día de hoy, cruzaréis la tierra de nadie y combatiréis para tomar las líneas enemigas. No os engañaré, no será fácil. Puede que muchos no sobreviváis. Pero, si os mantenéis firmes en vuestra fe al Dios Emperador de la Humanidad, y actuáis de manera disciplinada, vuestro sacrificio no será en vano. ¡Recordad este día, pues hoy damos los primeros pasos hacia la victoria! ¡Por Sélica IV! ¡Por el Imperio!

Con esas aclamaciones finales, coreadas por la mayoría de los presentes, terminó la comunicación, tras lo que cada regimiento fue conducido a sus posiciones en primera línea para iniciar el asalto. 

Arthur se levantó alegremente. Se habría alistado antes si le hubieran dicho que chicas bonitas vendrían a despertarle cada mañana. ¡Y ahí seguía su ropa y sus cosas! No dejaba de maravillarle lo distinto que era ese mundo del planeta natal. Je, panda de primos.

Tomó el fusil de fusión con reverencia y se abrochó las pesadas botas. Para su suerte, nunca se quitaba el equipo para dormir. Dió un codazo a su compañero.

- Nos vamos de excursión, novato- indicó,- ya puedes dejarnos bien joder.

No se tardó mucho en explicar las órdenes: las fuerzas imperiales se volcarían en tomar una sección concreta de trinchera, la zona central, si es que conseguían llegar. Se rumoreaba que los escaneos orbitales habían tenido problemas últimamente para distinguir lo que había al otro lado de la tierra de nadie, aunque nada de eso estaba confirmado, y había toda clase de teorías al respecto.

De todos modos, eso poco importaba ahora. Era el momento de avanzar, y empezaron a hacerlo, caminando a buen paso a través del barro y los restos. 

Los legionarios siguieron avanzando, no muy lejos del resto de fuerzas imperiales, a las que se podía ver asomar de vez en cuando tras elevaciones fangosas, o cúmulos de niebla o humo aquí y allá. La buena vista de Arthur también evitó algunos problemas, como algún campo de minas, o cráter lleno de alambre de espino que podría provocar algunas heridas a sus compañeros legionarios. 

Sin embargo, eso era lo más agradable que había para ver. Aquí y allá, en los cráteres, se podían encontrar cadáveres de soldados, y no pocos. En distintos estados de descomposición, y que parecían haber sufrido distintas muertes, algunos por disparos, otros por golpes... Y seguramente, alguno de ellos víctima del hambre o la sed, aislado en tierra de nadie. 

Por si eso fuera poco, algo no estaba del todo bien más adelante, en la zona hacia la que avanzaban. No era fácil de describir, pero de algún modo, había "saltos" o "errores" en la realidad, además de una serie de ominosas luces de un verde pálido, que surgían tan rápido como volvían a desaparecer, a veces moviéndose, otras quietas.

Arthur sigue avanzando, maldiciendose por no haber vendido su formulario de petición de equipo por una caja de puros... o mejor, una botella de malteado irlandiano. Si joder, al menos podría morir como sus antepasados, feliz y borracho como una puta cuba.

En fin, tendría que conformarse con fundir las trincheras.

Seguís avanzando por tierra de nadie, y cambiando ligeramente el rumbo. El plan era formar un frente coordinado, con apoyo de varios regimientos complementándose entre sí, así que pronto la distancia entre las distintas unidades imperiales se acortó. Los penales marcharían al frente, distribuidos usando su gran número para ejercer de pantalla frente a posibles ataques. El resto detrás, especialmente los acechadunas.

Aquí y allá, algún blindado avanzaba junto a las formaciones, principalmente Leman Russ y Hellhounds. No es que estuvieran jugándose todo a una carta, pero desde luego aquel asalto no iba mal provisto… Incluso tenía posibilidades.

Sin embargo, las luces verdes que algunos vieron pronto fueron visibles para todos, como siniestros fuegos fatuos que parecían asomar brevemente aquí y allá. El terreno era más fangoso, el hedor era casi asfixiante y cierta neblina fétida parecía emerger del suelo, casi como el aliento pútrido de un cadáver. En esas condiciones avanzaban cuando escucharon algo. Lejana, como si procediera de un punto imposiblemente distante… Era una voz, una voz gargajeante y húmeda.

-Ilusos… Necios e ignorantes… Seguís a un cadáver muerto y marchito… No puede salvaros, este planeta ya ha sido salvado… Ya se ha decretado un nuevo maestro para los Selicanos. ¡Él nos salvará! ¡En la muerte y el renacimiento viviremos para siempre! Así que venid… Venid y moriréis. Y en la muerte viviréis para siempre… Pues su amabilidad no conoce límites, y a todos concede sus regalos… Bendito sea Nurgh-leth… Bendito sea…

Seguisteis avanzando, con el eco de las últimas palabras de aquella voz, obligados a juntaros más por las condiciones del terreno. Sin embargo, apenas un par de minutos después, los ecos malignos dieron paso de nuevo a la voz.

-Eso es… ¡Eso es! ¡Habéis venido!-dijo con auténtica alegría-me alegro de que os unáis a nosotros. Me alegro de que elijáis ser partícipes de sus grandes bendiciones… En la muerte encontraréis vida… Y en la vida, encontraréis muerte. ¡Bienvenidos al ciclo del renacimiento!-exclamó finalmente. Y con aquellas últimas palabras, la luz verde se intensificó, para luego desaparecer.

Durante unos largos segundos no ocurrió nada, y buena parte de los guardias presentes esperaban que siguiera así. Sin embargo, los Poderes Ruinosos parecían haber tomado tierra en aquel planeta, y pronto el suelo se estremeció. Al principio levemente, aumentando después, con burbujas y chorros de neblina saliendo del suelo pantanoso. Y, por desgracia para las fuerzas imperiales, no fue lo único que surgió.

Desde dentro de los cráteres, de entre el barro, del agua lodosa, de los restos de anteriores trincheras… De todos lados, se alzaron al cielo unas manos cadavéricas, manoteando para salir y dejar paso al resto de sus cuerpos. Los muertos se alzaron, por todas partes, a miles… Con una conciencia maligna brillando verdosamente en sus ojos muertos, descompuestos, pero animados con un siniestro propósito y aún más siniestro poder. Por los gritos que llegaban de detrás, parece que la retaguardia también se había visto sorprendida por aquel alzamiento masivo y repentino.

Ahora se trataba de matar o morir… Si es que aquellas cosas podían morir.

Pero qué mierdas... -¡por las bragas de la santa! -murmuro quizás demasiado alto -las luces... La voz... El olor nauseabundo... Había estado en letrinas donde olía mejor que ese lugar. ¿Dónde coño estaba el enemigo? Sólo habia cuerpos de camaradas y enemigos caídos. Pero ni un solo disparo... Nada.
Y nada la había preparado para lo que pasó a continuación. Toda su vida de bravuconería se vino abajo como un castillo de naipes.¿se podía matar a lo que ya estaba muerto? ¿habian acaso drogado mis raciones?
Intento ponerme en posición de ataque, cuchillo y pistola en mano (si las tiradas de dado me lo permiten claro...)

Sin mediar palabra, Arthur cae al suelo convulsionando.

Al surgimiento de los zombies le siguió el caos: gritos de pánico, desvanecimientos, incluso un par de unidades, una de acechadunas y otra de lanceros, se rieron histéricamente mientras disparaban como locos, alcanzando a otra unidad de zapadores. Sin embargo, en medio de los actos de terror y locura, también hubo espacio para el heroísmo. Aunque solo fuera por aquellos primeros segundos, las fuerzas de Konig se ganaron una mención por la forma en que segaron no muertos con sus blindados, allanando en mucho el camino. 

Los krieg en general demostraron de que pasta estaban hechos, y con la plegaria del sacrificio recitada a gritos, se lanzaron a por los zombies o dispararon contra ellos desde sus posiciones. 

Mención especial merecían también el grupo del 13º, así como una de las unidades de zapadores y otra de acechadunas, que causaron auténticas carnicerías entre las hordas no muertas. 

Aún con todo, más que los zombies, el miedo era su mayor enemigo. El frente de batalla corría el riesgo de romperse, y de hecho algunos soldados intentaron desertar. Por suerte para todos, el Emperador había velado por ellos, en forma del sagrado comisariado, y pronto estos rectos hombres y mujeres actuaron. Varias ejecuciones sumarias, así como amenazas retransmitidas por todos los canales respecto a lo que ocurriría si veían a alguien flaquear, consiguieron que las fuerzas imperiales que no estaban incapacitadas en aquel momento recobraran algo parecido a un aire marcial y profesional. 

Un acceso de nauseas me sobreviene y caigo a cuatro patas vomitando como una cría. La situación es demasiado tensa y horripilante. El olor de los cuerpos en descomposición no era tan acentuado antes de comenzar a moverse. Ahora, de sus heridas abiertas fluian líquidos viscosos, sus movimientos iban acompañados de ruidos de succión ¿Y por el Santisimo Emperador... eran tantos!

Intento no vomitar mis tripas y sólo el contenido de mi estomago en el campo de batalla. Intento detener la próxima arcada pero lo único que consigo es provocarme más.

¡Santo Emperador!

Pipeboy, seguramente lamentandose por su suerte una vez más y pensando que Arthur tendría una enfermedad congenita sin tratar, se agachó junto a su compañero e intentó pensar que se hacía en esos casos. ¿Había que ponerlo de lado? ¿Intentar que no se tragara la lengua? ¿Despertarlo podía hacerlo explotar? No conseguía recordarlo.

Por su parte, la mente de Arthur había viajado a un lugar muy especial de sus recuerdos. La visión de las criaturas putrefactas levantandose de su eterno descanso y avanzando hacía ellos con intenciones homicidas le había recordado a Moopsie, su segunda novia. Claro que los zombis tenían los dientes mejor. Los recuerdos de las discusiones eternas con esa voz que conseguía alcanzar el timbre de un taladro de dentista y su mismo efecto en el cerebro de Arthur le hizo caer redondo al suelo.

Por suerte, toda una vida de yacer en el barro rodeado de gente potando o directamente en descomposición habían preparadoa Arthur para aquella situación y, pasado el shock inicial, se recuperó enseguida. Con un furor renovado y un nuevo y reencontrado odio, aun en el suelo, arrancó una granada de su cinturón, le sacó la anilla, y la arrojó al tumulto de Moopsies.

- ¡Muerete de una vez, puta!- gritó, con espuma en las comisuras de sus labios.

Aunque pareciera mentira, aquellas cosas podían caer. Aquí y allá se iban abriendo huecos donde las apelotonadas multitudes de cadáveres semidescompuestos caían, destrozadas por disparos y explosivos. No todo estaba perdido, y los ánimos aumentaban algo conforme se incrementaban las muertes de enemigos. Por supuesto, no se iban sin cobrarse ningún coste en vidas en muchas ocasiones, y el fuego amigo, esta vez involuntario, también se cobró algunas vidas imperiales. El incidente más grave en ese sentido tuvo que ver con la profusión de disparos láser por parte de los krieg en la zona central de las líneas imperiales, que le costó al "¡Arde, zorra, arde!" recibir un duro castigo en su retaguardia, empezando a soltar humo. Algunos se temieron lo peor, pero a juzgar por como la tripulación siguió disparando, no parecía que fuera a estallar en breve... O eso, o sus tripulantes estaban totalmente desquiciados, cosa que no sería extraña con tal nombre. 

Maldita fuesen mis entrañas. Las explosiones se sucedían a mi alrededor. Escuchaba como de fondo disparos de carabinas láser y otras armas más pesadas. Entre arcada y arcada, los ojos cubiertos de lágrimas me permitían ver cadáveres andantes explotando, salpicando de carne putrefacta, entrañas y sangre coagulada todo a su alrededor, incluyéndome a mí. A veces me veía a mi misma reZando al santo Emperador por que fuese solo barro del terreno lo que notaba caía sobre mi.
Esperaba que mi compañero estuviese dándome fuego de cobertura. Pero poco importaba mientras siguiese a cuatro patas, vomitando.
Otra nueva arcada y vuelvo a cerrar los ojos. Las lágrimas dejan un surco limpio en mi rostro manchado por la batalla.

Pasado su susto inicial al comprobar que, al contrario que la Moopsie original, Arthur si podía destruir a esas cosas, se calmó un poco. Se lenvantó con la ayuda de Pipeboy, todavía con el susto en el cuerpo, y sacó otra granada de fragmentación de su cinturón.

- Preparate para darme tus granadas de fragmentación, chaval, vamos a convertir esos idiotas en puré, joder- masculló entre dientes, antes de escupir al suelo. Desvió la mirada hacia Eve,- ¡Me cago en la puta novata, un poco de entereza joder!- se quejó.