Partida Rol por web

La retirada seguía, y parecía que los imperiales iban a sacar gran parte de las fuerzas que les quedaban, si no todas, de aquel maldito lugar. Sin embargo, la gran aberración demoníaca aún tenía un último regalo para ellos. Sus porcinos y putrefactos globos oculares se centraron en uno de los que quedaba aguantando, quizás demasiado valiente para su propio bien, quizás demasiado estúpido, o simplemente en shock por todo aquello. 

Sea como fuere, aquel sargento de los kasrkin iba a conocer una muerte horrible. Agitó una de sus rechonchas y putrefactas manos de un modo perezoso, y entonces uno de los charcos de agua putrefacta y estancada que había alrededor salpicó a Brick. Algo que podría haber parecido inocuo, si un par de segundos después, el cadiano no hubiera empezado a gritar de dolor. Los más cercanos a él pudieron apreciar como en las zonas donde le había alcanzado aquel agua repulsiva la armadura y los tejidos del uniforme iban desapareciendo, así como la piel, carne y hueso... Todo se iba descomponiendo a un ritmo muy acelerado, y poco a poco el guardia imperial empezó a perder altura, mientras sus pies, y a continuación los tobillos, las piernas, iban siendo parte del charco de putrefacción en el que se estaba convirtiendo.

Pero, pese a aquella tortura, no recibió el misericorde toque de la inconsciencia. Quizás fuera especialmente duro, o quizás fuera obra de la malvada voluntad que obraba aquello, pero Brick siguió gritando mientras se deshacía, y siguió gritando más allá de lo humanamente posible cuando sus pulmones pasaron a formar parte de los restos líquidos. Solo cuando su cara se "hundió" en el charco, se ahogó el grito de dolor con un sonido burbujeante. 

Empiezo a tirar de uno de los soldados, arrastrándolo por el suelo, mientras observo el campo de batalla, atenta a cualquier peligro.

De refilón, puedo ver una pequeña refriega entre un comisario y otro soldado, aunque los temblores de mis manos aun no han cesado, no puedo evitar agitar la cabeza desaprobando su actuación, el Emperador no verá ese acto con buenos ojos.

Mis botas se hunden en la tierra mientras sigo tirando del brazo de aquel hombre, si por mí fuera los habría abandonado, pero los soldados de Krieg parecía que querían hacer un trabajo impecable y así estaba siendo, no podía sino sentir respeto por ese silencioso regimiento.

La retirada ya estaba casi finalizada, y solo unos pocos rezagados quedaban detrás. Era el momento de terminar de una vez la evacuación de aquel maldito campo de batalla, y acudir al punto Fénix, si es que aún estaban a tiempo de hacer tal cosa. La mayoría de los blindados, buena parte de las tropas y de los especialistas ya se habían retirado. Sin duda pronto aquellos que no lo lograran serían dejados atrás.

Mis botas se iban hundiendo en el barro, mientras el soldado del que tiraba iba abriendo un pequeño surco en la tierra. Sigo tirando del  Fezzornita, cada paso que doy nos acerca más al punto de retirada, el resto de los hombres de Krieg, sigue cargando con silencio paso al resto del batallón, su dedicación es sorprendente.

Solo quedaba esperar que sacar a todos estos hombres tuviera su recompensa y no nos perjudicara en el alcance de la posición Fénix. 

Ya esta, lo estaban logrando. La mayoría de ellos, al menos, pues los legionarios catatónicos parecían haber sido abandonados a su suerte, así como algún otro iluminado que no se estaba moviendo lo más mínimo, probablemente debido al shock ocasionado por aquella aparición demoníaca. Ahora quedaba lo fácil, llegar al punto Fénix. O, quizás, no tan fácil. 

Cada vez veía la salida a esta batalla, era por la puerta de atrás y tras una derrota, pero sin duda esto nos daría la fuerza para asestar el siguiente golpe. Seguí llevando al soldado, pronto habríamos salido de aquí y el catatónico guerrero había tenido la suerte de que los Krieg quisieran ayudarlos, yo no pensaba exactamente igual.

Avance más y más, con el objetivo de una retirada y tal vez una evacuación, eso no estaría nada mal.

Los krieg se habían alejado apenas unos metros de aquel lugar maldito antes de que se desatara el infierno...

Podía sentir los temblores que causaban las enormes explosiones de la artillería, su ensordecedor sonido me recorría todo el cuerpo, haciéndolo vibrar. En esta situación solo podía suponer que la dirección contraria a donde se dirigía el bombardeo era una de las más correctas.

Aun así, intenté orientarme, la posición Fénix, ese era nuestro verdadero destino.