Partida Rol por web

Esta vez, aunque no derribaron a ningún zombie, los disparos de Cedric y sobre todo de Nicodemus castigaron duramente a uno de ellos. Esto, sumado al hecho de que no parecían estar bajando más no muertos, era una débil señal de esperanza. Quizás después de todo lograran aguantar allí abajo. 

Aquellos seres estaban apiñados. Y eran lentos, además de no mostrar mucha inteligencia. Así que la idea era sencilla: había que matarlos. La cabeza del pobre médico, que hasta ahora se había centrado en pasar miedo y fallar sus disparos, razonó que necesitaba una alternativa viable que terminara aquello con un golpe seco. Como todos los acechadunas, necesitaba moverse y dejar aquella posición estática.

Sujetó el rifle láser con la mano derecha, y arrancó del chaleco una de las granadas de fragmentación, lanzándola rodando entre aquellas criaturas. - ¡FUEGO EN EL AGUJERO! - gritó, cubriendose acto seguido.

La granada voló por el aire ante la mirada aterrada y asombrada de muchos... O ebria, en el caso de los penales. A pesar de ir mal encaminada, aterrizó casi a los pies de uno de los muertos, estallando con un sonido que retumbó en todo el interior del sótano, siendo bastante molesto para los presentes, aunque por suerte no dañino. Por desgracia, para los zombies tampoco parecía haber supuesto diferencia alguna...

¡La granada apenas les había hecho nada! A punto estuvo de tomar la segunda y repetir el gesto, pero dado el éxito de la primera, no actuó de tal manera. Quizás, lo más útil sería volver al codex imperial y hacer uso del arma reglamentaria, el rifle láser. Apoyó el arma en la camilla que había tirado al suelo y apuntó, disparando, y esta vez, dándole a su objetivo por primera vez en mucho, mucho tiempo.

Cuando voló la granada, aparte de maldecir para sus adentros, lo que hizo fue encogerse, prepararse para saltar si era necesario y seguir manteniendo la vista en el territorio mutante para no perder la vida.

Sin embargo, nada de eso resultó necesario. Lo cual fue un alivio.

WLAMMO!!

El escopetazo volvió a concentrarse sobre el cuerpo del zombi, como dando la señal a todos los demás para que reanudaran los disparos, y su compañero WLAMMO!!! lo acompañó segundos después. La armadura seguía asimilando la mayoría de los golpes, pero la muralla de disparos mantenía a los mutantes lentos en su lugar y la pura energía kinética les iba licuando los huesos y tendones lentamente a cada golpe.

-¡¿¿QUIÉN DEMONIOS ESTÁ LANZANDO GRANADAS EN UN ESPACIO CERRADO!!??? ¡¡¡¿¿¿DELANTE DE LA ÚNICA SALIDA EN LA HABITACIÓN???!!! ¿¿¿¡¡CONTRA EL OBJETIVO QUE ESTÁMOS TRATANDO DE DISTANCIAR Y MANTENER EN CUARENTENA PARA QUE NO CONTAMINE LA ESTANCIA!!??? ¡¡¡COMO VEA UNA SOLA PUTA GRANADA VOLANDO VOY A SERVIR VUESTROS MALDITOS OJETES DE SOLDADO PARA CENARRRR!!!

Gritó para que se le oyera por encima del griterío láser en aquellos momentos, impulsado por la fuerza imperatiorial que le daba el poder dirigirle improperios a alguien por realizar subnormalidades, auténtico motor vital de un medicae decente.

Esta vez, las fuerzas imperiales no superaron con sus armas la infame combinación de carne mutada por el Archienemigo y la mejor armadura de infantería de la Galaxia, de acuerdo al Manual de Infantería... Que visto lo visto, seguramente no andaba muy desencaminado. Por suerte, los zombies eran lentos, y no habían disparado.

Por desgracia, eran constantes en su avance, y seguían moviéndose, motivados por su antinatural hambre de carne humana y la cruel hechicería que los había transformado. 

A él lo de tirar una granada para destrozar a un enemigo que no parecía caer le parecía una gran idea. Aun así, cabía hacer mención de que esta era la primera vez que hacía trabajo de campo, él siempre había sido alguien de base, guardia y trabajo de enfermería. Así que podía ser, no lo descartaba, que su genial idea de las granadas no fuera tan buena.

Aun así, no había roto nada. Así que tampoco pasaba nada especialmente. A aquello se juntaba que, entre lo que gritaba aquel tipo, los nervios y el no haber disparado el rifle más de cuatro ocasiones, la situación no fuera muy propicia para él. Lo cueno era que como él nunca abría la boca, si no lo hacía ahora tampoco nadie lo notaría. Pasar desapercibido era su especialidad. Eso, y ayudar a la gente en la enfermería.

Quizás fuera buen momento para que se le diera bien disparar.

Así que ignorando su entorno, se centró en uno de los objetivos y abrió fuego nuevamente, haciendo blanco.

Estaba claro que aquella táctica no funcionaba, y temiendo por la vida de todos, tuve una idea.

Le dije al viejo que siguiera disparando, mientras yo me disponía a cometer una locura.

Ya casi los tenían encima. Más les valía ponerse las pilas, o acabarían de cena de zombie de plaga antes de poder decir "el Emperador protege". A esta distancia casi podían ver los blancos ojos sin vida a través de sus visores, o podrían si las máscaras de Krieg no fuesen tan opacas como las relaciones del regimiento hacia el exterior. Sin embargo, a esta distancia, sus disparos difícilmente fallarían. Quizás y solo quizás, podían tener una oportunidad. 

¡Le había dado! ¡Lo había destrozado! ¡Lo juraba por el Emperador! ¡No! ¡Lo juraba por el emperador y por las dunas de Caldeum! Y aun así, seguía avanzando. Aquello le hizo rechinar los dientes, ver como apesar de los disparos y los daños, seguían avanzando solo le hacía tener más claro que aquellos impíos seres debían morir en nombre del Emperador Inmortal. Tomó su arma y volvió a disparar, pero esta vez con mucho menos éxito que la anterior ocasión.

La estrategia de mantenerlos a raya había resultado un fallo: aquellos mutantes lentos que habían sido compañeros en algún momento estaban impíamente protegidos de las balas, haciendo falta cargadores para poder detenerlos. Las armaduras que llevaban tampoco ayudaban.

-...

Las criaturas estaban cerca. DEMASIADO CERCA. Pero en su caso, aquello era para lo que estaban especializados: confiaba en que el sellado de su caparazón mantuviese la putrefacción que las cosas transmitían lo bastante como para poder reventarlos sin miedo. Durante años le había servido bien...

BLAM! BLAM!

Igual que sus disparos, que impactaron en el muerto viviente con suficiente fuiera, quizá no para matarlo, pero sí para detenerlo por unos segundos. Empezó a trastabillar un poco y Nicodemus contuvo el aliento, los dientres apretados, para que la cosa cayera de una vez y no pudiese sobreponerse a sus heridas. No te levantes, musitó entre sí de forma muda. No te levantes, hijo de puta traidor...

BLAMMMMM!

Descargó un último tiro en la cara de la criatura cuando se levantaba para volver a la carga. O para suplicar. Quién sabía, o quería saberlo. Él no.
 

Con paciencia, intentando visualizar el plan antes de ejecutarlo, esperé a que las criaturas sigueran avanzando con la idea de poder moverme detrás de ellas.

Aún no tenía claro si aprovecharía para dispararles, o para escapar de la enfermería y pedir ayuda.

Y de repente, el Martillo del Emperador entró en acción. Nicodemus, disparando como un condenado, casi volatilizó al krieg que se encontraba herido, mientras que la tormenta de disparos láser de los penales encontró su objetivo en otro de los zombies, calcinando lo que sea que tuvieran en el interior y logrando que dejara de moverse en el acto. Las tornas habían cambiado, el Emperador protegía y un solo enemigo se interponía entre ellos y las escaleras, así como amenazaba la seguridad de la enfermería. 

Ví mi oportunidad. Sólo quedaba uno en pie, y le tenía a tiro desde mi posición. Aún con los oídos molestos y con miedo de perder el equilibro por la presión provocada por la explosión, me acerqué un poco, apunté y disparé.