Partida Rol por web

Aquel día hacía exactamente una semana de la llegada de las fuerzas de la Guardia Imperial al planeta, junto con la delegación inquisitorial. Una semana de tranquilidad, que las huestes extraplanetarias habían aprovechado para acomodarse a sus nuevos puestos y conocer algo más sobre aquel lugar, mientras que los nativos de Sélica IV habían empezado a tener algún trato, más agradable o menos, con estos extranjeros.

A través de los canales de radio podía escucharse un comunicado de los mandos, retransmitido por el Lord General Marius Hephaestus en persona.

-Me complace comunicar a todos los soldados que se da por finalizada la incorporación de tropas a las trincheras, todas las secciones tienen sus regimientos asignados, y el equipo básico con ellos, por lo que podemos dar por concluida la fase de despliegue y aclimatación a este nuevo escenario bélico. Así mismo, el Departamento Munitorum está reacondicionando trenes desde nuestros lugares de aterrizaje para poder entregar equipo desde las naves en órbita más rápidamente…

Sin embargo, mientras este mensaje tenía lugar, algunos soldados perspicaces empezaron a escuchar algo. Una especie de silbido agudo, muy bajo al principio, que solo podía significar una cosa.

-¡Bombardeo!

Avisaron algunos, apenas dos segundos antes de que, alrededor de un kilómetro tras su posición, el búnker de mando desde el que se transmitía el mensaje recibiera un impacto directo de un obús de gran calibre, cortándose bruscamente la comunicación con un gran estruendo. Sin embargo, ese fue sólo el primer proyectil en caer…

El disparo se queda muy corto, y finalmente impacta a más de 20 metros de distancia de la línea de trincheras.

El cadete se agachó, como todos, cuando escuchó aquel silbido, sin embargo cayó muy lejos de la trinchera, y no tardó en volver a incorporarse.

-¡Arriba todos, perros!-dijo, chascando su látigo-y preparaos, en seguida aparecerán esos cabrones y no quiero que dejéis uno vivo. 

Arthur había nacido en Irlandia, la perla verde del Emperador. El planeta esmeralda. Un planeta cubierto de pastos, miseria y gente que pasaba hambre. Su mayor exportación... bueno, los irlandianos. Un atajo de furiosos, belicosos y beodos pelirrojos incapaces de acatar la mínima disciplina.

Serían buenos soldados si no fueran tan desordenados, suele ser el comentario más común.

Así, Arthur nació lejos de la verde Irlandia. En un planeta sin gracia alguna llamado Fruncis Prime IV donde su familia regenetaba una licorería/local de apuestas clandestinas. Creció teniendo una relación ínitma y violenta con las corruptas autoridades locales y consiguió, de forma bastante sorprendente, tocar lo bastante las narices para atraer la atención de los arbitres lo suficiente para ser mandado a Penitencia.

Arthur siempre había sido un tipo con suerte.

Si ser un mataón de la mafia ya era una fiesta continua, Penitencia fue un regalo. Peleas continuas, palizas, violencia garantizada y muy pocas barreras. Justo lo que más amaba en el mundo el irlandiano. Y cuando creía que la cosa no podía mejorar, llegó el reclutamiento. Arthur esperó a la batida en el punto de control y dejó al reclutador que le puso el collar explosivo y le pegó una paliza con la desagradable sensación de que a aquel puto loco que sonreía escupiendo sangre le había hecho un favor.

Sélica sería su cielo. Su visión del cielo. Cuando sus compañeros se agacharon, él se quedó de pie para ver caer el primer obus, cuya onda expansiva lo regó de tierra. Aulló de placer. Pegó una patada al preso de su lado.

- Vamos, chaval, levantate- gruñó, eufórico.- ¿¡Eso es todo lo que tenéis gilipollas!?- gritó al vacío neblinoso.- ¡Venid a comerme la polla hijos de puta! ¡Las tropas del Emperador os darán por el culo!

Por supuesto, aquello no había terminado aún. Otra tanda de disparos se dirigió a la línea de trincheras, tras casi un minuto de paz relativa, sin duda destinados a recargar las armas e intentar corregir los tiros desviados. 

Esta vez el disparo se pasó de largo, adentrándose más de 30 metros en la línea de trincheras antes de estallar con gran estruendo, además de por supuesto pillar a algunos penales, a juzgar por los gritos, y las explosiones más pequeñas pero repentinas de sus collares explosivos, como petardos al lado del obús que les había costado la vida y hecho activarse. 

Pipeboy volvió a levantarse, sin demasiado convencimiento. Sabía que era gafe, y solo era cuestión de tiempo de que le tocara a él ser alcanzado por uno de aquellos proyectiles. 

En ese momento, las radios vuelven a chasquear y activarse. Se escuchan algunas toses, acompañadas de algunas palabras que no se oyen muy bien debido a la distancia de su emisor respecto al micrófono, pero que suenan a algo así como "... Hijos de puta..." y "... sacad a este inútil despojo de aquí...". Tras eso, las toses se acercan más al aparato, y tras un breve ruido de manipulación, se oyen un par más, precediendo la voz del Lord General Marius Hephaestus.

-¡Soldados, preparaos para recibir a esos bastardos! ¡Acabad con todo lo que se acerque a nuestras posiciones!

- ¡Otra vez joder!- gritó el irlandiano, insatisfecho.- ¡Venid aquí y me lo contáis, mamones! ¡Os cortaré en pedazos tan pequeños que vuestra madre tendrá que montar vuestra tumba en una tienda de puzzles, hijos de puta!

La palabras del general hicieron que Arthur sacara su pistola y comprobara, una vez más, que estaba cargada.

- ¡Venga hombre!- le recriminó a Pipeboy, que justo se levantaba a su lado.- Promesas promesas... a ver si llegan esos traidores ya, joder. Estate atento, chaval.

De nuevo los proyectiles silbaron, tras casi otro minuto. ¿Es que los traidores tenían pensado acabar con ellos a base de un gasto endemoniado de munición? Sin embargo, para los oídos más afinados aquel ataque no sonaba igual. Los proyectiles eran distintos...

Esta vez acierta de lleno, pero resulta ser un proyectil de humo. Rápidamente, una espesa nube sale del mismo, obstaculizando la visión en el radio en el que se extiende. Sin embargo, desde algunos puntos, se puede apreciar como aparecen los primeros enemigos en la distancia, una avanzadilla de diez milicianos traidores, portando rifles láser marcados con símbolos abominables. 

-¡Acabad con ellos!-grita uno de ellos, mientras el resto gritan otra serie de obscenidades y gritos de batalla. 

Sin embargo, de algún modo, un sonido se impone por encima de esos gritos. Puede que haya quedado alguna comunicación abierta, o quizás es simplemente el poder de varios cientos de gargantas humanas gritando al unísono, pero se puede escuchar claramente a esos soldados recitar, soldados que solo pueden ser de Krieg a juzgar por lo que proclaman, la línea final de la Letanía del Sacrificio.

-¡EN VIDA, GUERRA. EN MUERTE, PAZ. EN VIDA, VERGÜENZA. EN MUERTE, EXPIACIÓN! 

- Venga, venga, venga, venga- murmura, nervioso, el irlandiano, mientras siguen los sonidos de los agonizantes del bombardeo se reproducen a su alrededor.- ¡No tenemos todo el día, joder!- grita, al otro lado de la trinchera, justo antes de que caiga una granada de humo.- Oh, genial- se queja, poniendo los ojos en blanco.- ¡Venid aquí y plantad cara como el emperador manda, mierda!- grita otra vez,- putos cobardes traidores- añade, más para si que para otra cosa,- vamos chaval, busquemos un ángulo mejor.

Casi arrastrando a Pipeboy, Arthur se recoloca en la trinchera mientras esperan a que aparezca el enemigo para poder ver más allá del humo.- Tu en el rincón, mequetrefe- le señala, indicándole la esquina de la trinchera.- Y no hagas tonterías- le advierte. Aparta a los dos ocupantes de la misma para meterse en medio.- ¡Dejad paso, joder!- Les escupe a los ocupantes de la trinchera.- Quedaos o daos el piro, me importa una mierda, pero no me toquéis los cojones- les advierte.- No me seáis mamones.

A la que Arthur tuvo un solo traidor en el campo visual, apunta y dispara, fallando por bastante.

- ¡Ya era puta hora, joder!- exclama, lleno de júbilo,

Los traidores de vanguardia se lanzan a la carrera, mientras en la distancia puede apreciarse como un contingente de fuerzas bastante más notable, agrupadas por algún tipo de escuadras o grupos de combate o lo que sea que tengan esos traidores, aparece avanzando. 

Ante los gritos de Mitchells, son recibidos con una verdadera tormenta de disparos láser, con todos los presos vociferando y aullando mientras disparan en semiautomático sus pistolas. Sin embargo, solo uno de ellos logra alcanzar de algún modo a un traidor, y ni siquiera de manera letal. 

- ¡Seréis paquetes!- se queja McKnife, mientras se mantiene en su sitio a base de codazos.- ¡Os enseñaré como se hace, joder!- declara, antes de disparar de nuevo, perdiendo el haz láser entre la niebla.- ¡Mierda!- exclama frustrado.- ¡Eh, gilipollas!- grita a los asaltantes que siguen acercandose.- ¡Un poco más cerca, capullos! ¡Vuestra mariconería nos está haciendo perder un huevo de munición joder!

Los traidores siguieron avanzando a la carrera, como si estuvieran locos, sin responder por el momento al fuego que llovía sobre ellos. Aunque a decir verdad, los penales tampoco estaban teniendo mucha puntería. Solo tres de ellos lograron acertar a algo, y aunque uno logró derribar con los dos disparos a su objetivo, los otros dos traidores heridos siguieron en pie. 

-¡Vamos, escoria!-bramó Mitchells, desde su posición algo retrasada-¡os han dado esas puñeteras pistolas por algo! ¡O acertáis a los traidores, o al próximo combate iréis armados con palos de escoba, panda de criminales inútiles!

- Venga, joder- se queja Arthur sin dejar de disparar con pésima puntería,- ¡Asco de engendros traidores, venid aquí para que os pueda reventar a hostias como el emperador manda, mierda!

Mitchells abrió fuego con poca puntería, no logrando impedir que los traidores que habían corrido como locos ejecutaran su plan: granadas. Avanzando unos pocos pasos más, dejaron volar varias granadas hacia las trincheras, causando destrozos buena parte de ellas... Salvo una, que aterrizó a los pies de un legionario penal, para quedarse ahí. Puede que el Emperador no les hubiera abandonado del todo. 

Por contra, los legionarios abrieron fuego, abatiendo esta vez a varios de aquellos traidores.