Partida Rol por web

-En fin, un placer hablar contigo, Lankus.
Voy a ir a dar una vuelta antes de recogerme del todo a ver si averiguo algo. Te dejo trabajar con tus nuevos clientes.

Phenios recoje sus cosas, entre las que destaca un carcaj pero ningún arco, y se marcha por donde acaban de entrar los demás.

Miro el gentiod esconfiado, demasiada gente para mi gusto y para los fines por los que habia ido a parar a la taberna. Con la mirada busca algun sitio en el que sentarse tranquilamente, para tomar algo solo y a la vez tener algo de intimidad por si queria hablar con el tabernero acerca de sus intereses, esperando que el tabernero le atendiese en privado.

Pocos son los que ahora mismo se encuentran en la Cabra de Mimbre, aunque todos los que se encuentran allí parecen resultar forasteros como vosotros.
La taberna está dirigida por un hombre robusto como un oso, mide casi dos metros y se encuentra hablando con un elfo gris

El tabernero alza la vista cuando se despide del Elfo gris y observa como habéis entrado todos.

- ¡Vaya, cuánta gente nueva está viniendo a Tormentos Cristalinos ultimamente! exclama el hombre cuando os ve. Es un placer servirles, tenemos una rica aguamiel  y una amplia variedad de vinos. Nuestra sugerencia del día es la sopa de fideos, el cordero asado y de postre el helado de chocolate. Todo ello por un módico precio de 4 piezas de plata. Si además tomáis hoy una habitación os dejo todo por 1 pieza de oro.

Llamo la atencion del tabernero para que me atienda, una vez a mi lado le pido la sugerencia del dia, en el fondo me daba lo mismo lo que me trajera, pero queria algo solido, caliente y un sitio donde dormir, por lo que tambien le pedi pasar la noche. Le pago con la moneda de oro, mirando la bolsa donde las llevaba, cada vez quedaban menos. Cuando vuelve con la comida, antes de que se valla le paro para preguntarle, en voz algo baja por si tenian que tratar algun tema comprometido - Una cosa que queria comentarle jefe, ¿sabe por donde podria encontrar gente que este interesada en ofrecerme algunos trabajitos? Si prolongo mi estancia aqui vendria bien tener algo mas de liquidez economica - Digo sonriendo esperando la respuesta del tabernero mientras juego con el cuchillo de la comida.

Como aventurero muchas veces dejó mucho que desear, pero como vagabundo siempre dio bien la talla. Sus pasos le guiaron a través de la ciudad, en un último paseo antes de acostarse, maravillándose por los canales y riachuelos de la ciudad, de como las gentes de allí hacían su vida.

Sin darse cuenta de como, sus piernas ágiles y firmes lo plantaron delante de una capilla decorada con motivos florales y silvanos.

-Ya que estoy aquí podría hacer unas preguntas...

Últimamente no hace más que venir aventureros buscando trabajo dice Lankus mirando al muchacho que está sentado comiendo el menú del día. Parece que todos los que llegan aquí andan escasos de fondos y me preguntan a mi por algún trabajo en la ciudad. Hace unas horas mandé un trabajito a unos aventureros que llegaron. 

De pronto el hombretón alza la vista y ve entrar a tres personas más. Les señala y le dice a Mirlat. - Mira, justamente fue a esos a los que les mandé la misión, quizá si hablas con ellos puedas echarles una mano.

Los busco con la mirada, entre el gentio costaba encontrar aquellos con los que habia señalado, si bien habia bastante gente cruzandose por el medio y podria haberse referido a alguno de ellos...

Aire entró en la Cabra de Mimbre sin esperar que nadie le abriera la puerta, y se puso a dar vueltas sobre sí misma.

¿Has visto, mi querido Aristóteles, lo bien que bailo? Tú nunca podrás hacerlo así, claro, no eres ninguna diosa como yo... Pero a lo mejor te permito un deseo cuando sea el momento. ¡Bailaremos juntos!

El semigigante entró detrás de Aire y de Brand, riéndose sonoramente, las payasadas de la joven mujer le estaban dejando sin aliento, algo que el misterioso acompañante no parecía compartir, al menos era sensato, seguramente era lo que le hacía falta al grupo. ¡Vamos a cenar, me muero de hambre!

La taberna no se veía tan mal desde adentro. Zarus invita con su mirada a que su compañera se anime a entrar -Vamos, seguro que la comida esta en mejores condiciones que el edificio- dice en tono de chiste y con una de sus ya acostumbradas sonrisas de agrado.

Se acerca lentamente a barra, El tabernero lanza un par de comentarios sobre precios y el menú, -Una pieza de oro por noche!- Simulo desfallecer por un segundo, un poco sobreactuado tal vez -Apenas y podría pasar una noche si gasto eso, ¿Tendreis por casualidad algo un poco mas comodo para los bolsillos? mirad que apenas y recién llegamos a la ciudad y el tiempo para conseguir trabajo ha sido escaso- dice mirando al tabernero con toda la humildad del caso.

-Bueno, pero primero lo primero, puedes hacerme el favor de tomar mi orden? la verdad me gustaría comerme todo lo que enunciaste en el menú, pero debo de conformarme con una sopa de fideos por ahora, Layla ¿Deseas algo en especial?-

Durante un instante, Layla se quedó bajo el dintel de la puerta de entrada observando la posada. Asintió con un leve gesto de cabeza a su compañero. Al menos aquel lugar era más sencillo, y no era tan ostentoso como el anterior al que fueron. Se bajó la capucha, dejando al descubierto su suave rostro. 

Caminaron hacia la barra, la joven mantenía su cabeza erguida, orgullosa, mientras pasaban entre las mesas. Clavó sus ojos grises en el rostro del hombre que les atendió.

- Sí, una sopa de fideos estará bien... - Comentó, aunque un leve quejido de su estómago contradijo su afirmación. La joven había escuchado en qué consistía el menú, pero no disponía de dinero y tenía que conformarse con poco. 

Escuchó como nuevamente se abría la puerta, se giró levemente, mirando de soslayo. Tan sólo fue un rápido vistazo, no le sonaba de haberlos visto anteriormente, así que más relajada se volvió nuevamente a Zarus.

- Sentémonos en alguna mesa mientras esperamos a que nos sirvan... - Le propuso y acto seguido se encaminó hacia una de las mesas vacías.

Zarus dio por aceptada la sugerencia de Layla, solo espero unos pocos segundos para ver si el tabernero mencionaba algo sobre un mejor arreglo para pactar el precio de las habitaciones.

La entrada de nuevos visitantes de la taberna le retuvieron otros segundo, el actuar tan llamativo de aquella mujer y el porte brusco de aquel hombretón no eran faciles de pasar por alto.

El tabernero pareció estar en conversación con uno de los clientes que se encontraba disfrutando de su comida. Algo sobre trabajo y misiones le resono en el oido, al señalar a aquellos tres que iban entrando, le fue seguro que no debían ser gente del montón.

La posada no parecia tan concurrida como en la ultima visita pero aun asi la gente que se relajaba alli , se giro para mirar a la escentrica mujer que danzaba como si estuviera poseida. Caminamos por la sala hasta una mesa y despues de sentarme hago un gesto al posadero para que se acerque a tomarnos nota. 

Por favor mi señora tome asiento comamos algo. Mañana nos espera un dia muy largo.

Aire empezó a cantar:

Un pajarito me dijo un secretitooo, un pajarito me dijo un secretitooo. ¿Y qué secretito me dijo el pajaritooo? 

Se calló de golpe y, enfadada, empezó a gritar

¡No, mi querido Aristóteles, no! ¡No te voy a decir el secreto que me dijo el pajarito! ¡Eres un cotilla! ¡Un día te vas a enterar, te comerá un gran lobo por ser tan cotilla! Eso decía mi madre... Un lobo se come a los cotillas. ¡Ja! ¡A ti te comerá una ballena!

Layla tomó asiento tras quitarse la vieja capa que cubría sus vestimentas. Dejó a la vista una suave armadura de cuero, con pequeñas tachuelas, que había visto mejores tiempos. Bajo ella se podía ver que llevaba una camisa que en algún momento debió ser blanca, y ahora parecía tener un tono grisáceo. Era larga, ya que los faldones sobresalían por debajo de la armadura. Unos pantalones ajustados y unas botas, gastadas, de caña alta, completaban el atuendo de la joven. 

El rostro de Layla se veía cansado y algo ojeroso. Apoyó los codos en la mesa y esperó a que le sirvieran el plato de sopa que había pedido. Bajo aquel gesto malhumorado que normalmente se marcaba en sus facciones, se podía adivinar una joven hermosa de rasgos suaves. Pero no hacía nada para resaltarlo, siempre había preferido pasar desapercibida y evitar los problemas que podían causarle gente como el gordo de aquella mañana.

Cerca de ellos se había sentado el extraño grupo que acababa de entrar. La joven que iba con ellos empezó a cantar una extraña canción, para acto seguido empezar a gritar. Layla dio un respingo. No esperaba aquel súbito cambio de humor, y no pudo evitar quedarse mirándola fijamente. En sus grisáceos ojos se podía ver dibujado el asombro que aquella muchacha le había causado. 

Apartó la mirada y se dirigió a su compañero de mesa. - Mañana buscaré alguna actividad en la ciudad. Mientras no encuentre a mi hermano necesitaré conseguir algo de dinero... - Le dijo bajando la voz. Y clavando sus ojos en los de Zarus. Suspiró y apartó la mirada. - Gracias por haberme ayudado hoy... No quiero ser más una carga para ti. Viniste a la ciudad con algún motivo, y seguro que te estoy retrasando en tus planes... - Terminó diciendo y así liberándose de lo que hacía rato la preocupaba...

¡Oh, hola! dijo cuando se dio cuenta de que una mujer la miraba No hagas caso de mi querido Aristóteles, a veces es muy tozudo y tono... Sí, mi querido Aristóteles, hablo de ti dijo Aire mirando a su sapo.

Te va el color azul fuego del fenix dorado. Hazte con algo en ese color e irás a la última moda. ¡Sí! ¡Hay que ir a la moda!

Lalalalalalala y siguió cantando

Graak se sentó junto a sus compañeros en la mesa mientras escuchaba la tonadilla de Aire, sin embargo sus ojos estaban observando a los parroquianos, parecía estar lleno de extranjeros, extranjeros sin dinero como él, no tardó en darse cuenta de la atención que suscitaba aire con su excéntrico comportamiento, al menos de aquella manera las miradas se dividirían en dos personas y no solo en el semigigante. Brand, ya sabes dónde tenemos que ir mañana, y tienes pinta de saber de todo un poco, o por lo menos de haber viajado bastante, tengo entendido que esta llena de fuegos fatuos y de brozas movedizas, pero yo nunca había oído hablar de ese tipo de criaturas, tal vez tú puedas iluminarme.

Layla volvió a mirar cuando se dio cuenta de que la muchacha le hablaba a ella. Ahora que la miraba más detenidamente pudo observar que no hablaba sola, como había creído en un principio, si no que conversaba con un pequeño sapo que tenía como compañero. 

Enarcó una ceja cuando le aconsejó sobre moda. Era un tema que a ella nunca le había interesado, ni nunca había tenido tiempo como para preocuparse. Sonrió de forma esquiva mientras negaba con la cabeza. Además, ¿de qué color hablaba? 

- No me interesa la moda... - Fue su escueta respuesta. Se volvió al ver como el camarero les servía sendos platos de sopa humeante. Su estómago pareció celebrar el alimento con un retortijón ya que era lo primero que le metía en todo el día. Layla cogió la cuchara y empezó a comerse la sopa, intentando escuchar la conversación que mantenía el semigigante con su compañero.