Partida Rol por web

- Bien. - Respondió el joven, afilando aún más su sonrisa. - Entonces uno de los nuestros os acompañará y se asegurará de que no os dejéis nada. Avisadnos antes de ir.

Tras esas palabras alternó la mirada entre tú y Deirdre una vez más antes de ponerse en pie y colocarse la ropa. - Si eso es todo, tengo otros asuntos que atender. - Hizo una pequeña inclinación acompañada de una floritura de la mano. - Tendréis noticias nuestras. 

Al enderezarse, se giró hacia la puerta y con esas palabras como única despedida se dispuso a marcharse.

Todavía con las uñas medioclavadas en el brazo de ami-son a causa de la grima por la risa de ese ser, levanté los ojos hacia los Ángeles que parecían haber bajada a limpiar el caos que mis inconscientes y escépticos rezos habían causado.

- Lo siento.- me disculpe liberando ese brazo con repentino sumo cuidado, como si soltase un arma en son de paz a medio conflicto, o un bollo ajeno medio comer sin permiso - Solo quería que se callase, no pensé... No sabía que... - titubeé en la explicación mostrando mis palmas - No creía que de verdad existieran los demonios, ni vosotros, ni que fueran a escucharme ¡oh vamos, ni siquiera es un oso! Ella se lo ha buscado, ella, ella sola. - terminé de excusarme para mi misma mientras reculaba discretamente alternando la mirada entre los Ángeles y el cuello del demonio por el que había liberado esa risa.

En cuanto la chica pegó un grito al bicho, di un respingo en el sitio, sintiéndome como si la riña fuera hacia mi y en cuanto procesé sus palabras busqué a mi alrededor alguna piedra, adoquín, o bolso de un recién cadáver rubio que agarrar por sí en un futuro tenía que convertir en proyectil informativo de "no te me acerques".

En cuanto el chico salió por la puerta, Deirdre se movió, dando un pequeño respingo, como si el sonido de la puerta al cerrarse la hubiera sacado de su ensimismamiento. 

La directora del Instituto se giró para mirarte y frunció muy levemente el ceño mientras ladeaba la cabeza.

- Ese chico no tiene ni idea de dónde está Glanmore. - Te dijo con seriedad. - Debe estar pasando algo grave. Dile a mi marido que venga, por favor, Émille.

El engendro abrió y cerró las pinzas, alternando su mirada entre los recién llegados y Sun-yun. Entonces de su garganta salió un sonido chirriante con el que parecía formar palabras. - Neeeeephiiiiliiiim. Ricosssss neeeephiiiiliiiiim... 

Pareció considerar que a pesar de que Sun-yun era la víctima más accesible, Alice sería la que debía eliminar primero, así que sin dudar todas sus patas empezaron a moverse, encaminándose hacia la rubia con toda la intención de usar sus pinzas con ella.

La chica rubia apartó la mirada del monstruo cuando Sun-yun se dirigió a ella y Ethan. Pestañeó con incredulidad y chasqueó la lengua antes de hablar.

- No me lo puedo creer. - Murmuró, antes de hacerle un gesto con la cabeza a Ethan. - La chica puede vernos. - Añadió, hablando como si fuese una obviedad antes de darle una orden al chico con la voz de quien está acostumbrado a ser obedecido. - Encárgate de que no se vaya. 

No se detuvo a comprobar si Ethan había aceptado su orden, sencillamente dio por hecho que así sería, y tampoco se molestó en responder a las palabras de Sun-yun. Directamente blandió su guadaña y se lanzó corriendo hacia el engendro, con la intención de tirarse al suelo para esquivar posibles ataques y rebanar algunas de sus múltiples patas.

Llegué corriendo detrás de Alice. La chica era muy rápida. Con un rápido vistazo evalué la escena y un escalofrío recorrió mi espalda al ver aquel cuerpo descabezado. Me habría resultado difícil apartar la mirada de aquel grotesco espectáculo de no ser por la abominación que se erguía frente a nosotros. Por primera vez en mi vida agradecí estar en compañía de Alice.

Ver que la chica se dirigía a nosotros no me resultó tan chocante como a Alcie. No estaba acostumbrado aún a todo aquello y, con aquel enorme bicho ante nosotros, no había pensado que la chica oriental no debería haberse percatado de nuestra presencia. Sin embargo, cuando mi compañera me lo resaltó asentí, clavando mi vista en la chica. ¿Y tú quien eres? Parecía decir mi mirada. 

Al ver que el bicho se disponía a atacar a Alice y escuchar las órdenes de esta, asentí con la cabeza. De acuerdo. Si necesitas mi ayuda hazme una seña. Dije mientras me apartaba para evitar que aquel bicho centrase su atención en mí. Corrí hacia la chica rodeando al bicho y a Alice. No me habría gustado llevarme un ataque del bicho por error aunque.... sí, me daba más miedo Alice.

Si llegaba donde ella trataría de apartarla de la batalla. No quería verse en medio de esas dos bestias y yo tampoco.

Alice se movió muy rápido y aprovechó su carrera para dejarse caer en el último tramo, deslizando por el suelo para pasar por debajo del engendro. En su paso, movió horizontalmente la guadaña, rebanando una de las patas del bicho, de la que empezó a salir un líquido amarillento y maloliente que burbujeaba al caer al suelo. 

Las pinzas del engendro se cerraron en el aire, apresando tan sólo la estela de Alice, demasiado tarde como para rozarle si quiera un cabello.

Mientras tanto, Ethan corrió a toda velocidad hasta alcanzar a Sun-yun, que apenas llegó a hacerse con el bolso del cadáver antes de que el muchacho rubio la apartase varios metros, alejándola de Alice y el demonio.

Fue entonces cuando visteis a dos chicos más que se acercaban corriendo. Ethan pudo reconocer en ellos a Carlo y Andrea. Para Sun-yun tan sólo eran dos chicos, vestidos con ropa normal y corriente. En cuanto se acercaron a vosotros, en la mano de uno de ellos -el más atractivo de los dos- se materializó una espada corta, aparentemente de la nada.

Carlo corrió y corrió. Lo hacía rápido y te costaba un poco seguirle el ritmo, pero conseguiste no perderlo de vista. Habíais pasado un par de manzanas cuando encontrasteis un grupo de gente que corría en dirección contraria, huyendo de algo. 

Estabais muy cerca del Shakespeare Globe cuando viste a Carlo detenerse delante de ti, se trataba de un teatro a orillas del Támesis que al parecer había sido construido como una réplica exacta de aquel otro en el que el famoso dramaturgo inglés había representado sus obras. 

Fue entonces cuando lo viste. En medio de la calle, delante de Alice, se erguía un ser enorme que parecía salido de las peores pesadillas de un guionista de telefilms de serie b. Parecía una especie de araña gigante con ocho patas y ocho brazos, que terminaban en pinzas con colmillos. Su cabeza tenía tres pares de ojos y sus fauces goteaban un líquido granate y denso que tenía todo el aspecto de ser sangre.

La chica se estaba incorporando del suelo tras él junto a un cuerpo descabezado. Del cuello abierto de ese cuerpo la sangre brotaba a borbotones. Alice tenía la guadaña en la mano y junto al bicho podías ver una pata cercenada de la que brotaba un líquido amarillento y maloliente que burbujeaba al caer al suelo. 

Cerca de ellos pudiste ver a Ethan junto a una chica oriental cuya ropa y rostro estaban manchados de sangre y que tenía un bolso en las manos que en algún momento fue blanco. Su expresión de horror y las miradas que os echaba te dejaron claro de inmediato que podía veros a todos.

El engendro tenía sus seis ojos clavados en Alice y casi podrías haber jurado que en su boca arrugada y retorcida se dibujaba una sonrisa amenazadora.

En la mano de Carlo se materializó de la nada una de sus espadas cortas y tu amigo silbó por lo bajo, impresionado y divertido al mismo tiempo. Estaba listo para atacar.

El chico que ahora estaba armado tenía una sonrisa divertida en los labios, como si toda la situación le resultase excitante y estimulante. Sus ojos brillaban con la adrenalina previa al combate. Movió un poco la mano que tenía libre y en ella se materializó otra espada, gemela a la anterior. 

Con ambas manos armadas, lanzó un grito en dirección a la rubia de la guadaña. 

- ¡Eh, Alice! ¡Deja un poco para los demás! - Con esas palabras una pequeña turbulencia en el aire que lo rodeaba se hizo visible durante un instante tan breve que podría haber sido producto de la imaginación.

Alice se levantó de inmediato en cuanto terminó de pasar por debajo del demonio. Su mirada altiva se desvió tan sólo un instante hacia los recién llegados y se permitió el lujo de esbozar una sonrisa de medio lado, afilada. 

- ¡Si quieres algo tendrás que cogerlo! - Respondió antes de moverse otra vez, disponiéndose a atacar con la guadaña en un barrido horizontal, de nuevo hacia las patas del engendro.

"Que no se vaya." había declarado ese celestial, pero no fue hasta la respuesta del otro Ángel que percibí que quién no debía marcharse era yo - ¿Que no se vaya? ¡Los cojones! - rebatió esa oferta que no le había sido realmente emitida.

Recogió el bolso de Ami-Son, con la prisa de un carroñero y antes siquiera de poder agitarlo como la honda que esperaba que fuera, el alguacil de ángel enguadañado me apartó de ese combate que si acabada desembocando en mi juicio negaría haber provocado.

Fue entonces, cuando volví a fijarme en el rostro de ese chico y el calor de mi cuerpo se acumuló en mis mejillas, ruborizándome como jamás lo había hecho desde los quince años. ¿Tanto me gustaba ese personaje como para darle su rostro a un Ángel?

- ¡Mike!- gritaron cada molécula de mi cuerpo salvo las propias que activaban mi voz y tras una breve pausa que enfrió todo mi cuerpo en un escalofrío mis ojos se clavaron en su rostro y mi mano derecha retorció el pellejo del antebrazo izquierdo - No sueño,- celebré apretando los labios para reprimir una queja por la autoagresión y un grito histérico de fan sonó en mi cabeza antes de que la sangre coreana sacase el látigo para centrar mi mente en salvar el culo. - Se han metido en tu cuerpo, ¿verdad? Esperaban que me fiara de tu palabra por ser quién eres ¿verdad? Esa quiere sacrificarme por haber invocado a los demonios ¿verdad?

- Puedo purificarme, sé hacerlo, lo ju...- tragué saliva y el final de esa palabra temiendo que caldeara más los ánimos de mis juzgadores.

Di medio paso atrás apretando con fuerza la correa del bolso de Aly entre mis dedos, en parte porqué sentía que aquello era el único pedacito de realidad que me mantendría atada a mi cordura, y en parte por la sensación de estar armada por más que nada pudiera hacer contra esas armas de filo que Dios enviaba a sus guerreros.

- Yo me largo. - se dijo a sí misma - ¡Pero ya!- dio otro paso atrás preparando su guardia por si ese ser con cara de Mike intentaba pararla, demostrarle que dieciséis años de hapkido y un cinturón negro apoyaban su retirada.

Tras asegurarme de que la carnicería quedaba lo suficientemente lejos de la chica y, sobre todo, de mí, me detuve. ¿En serio? ¿Los malditos italianos? Chasqueé la lengua antes de volver a centrar mi atención en la chica que debía estar aterrada. No pude evitar acordarme de mí patético intento de huida cuando los demás descubrieron que podía verles. No pensaba permitir que la chica acabase igual que yo. Ella me daba bastante igual en realidad, pero sería darle la razón a Emille y no pensaba permitirlo.

Alcé las cejas con sorpresa cuando la chica se puso a hablar de purificarse. Por lo que había dicho desde que llegamos parecía como si creyese que todo aquello era su culpa. ¿Porqué? Igual no era una chica inocente al fin y al cabo. Aún así parecía completamente indefensa agarrando aquel bolso que acababa de robar del cuerpo.

¿Acabas de robarle el bolso a un muerto? Pregunté, incrédulo, mirando aquel objeto que la chica planeaba usar como arma. Bueno, sigue siendo mejor que un paraguas abierto, supongo. Al ver que la chica intentaba alejarse di varios pasos hacia ella, en guardia, por si me pretendía atizar. Valoré la idea de sacar el florete, pero decidí no hacerlo. Eso solo la asustaría aún más.

Tranquila. Estamos aquí para ayudarte. Le dije, alzando los brazos en gesto pacífico. Ese demonio es el malo, no nosotros. Valoré lo que decirle para que no saliese corriendo. Empezaba a entender a Emille, no era fácil. Aunque lo cierto era que él no lo había intentado siquiera. 

Me llamo Ethan Evans. Le dije, intentando mostrarme cordial. Hablaba apresuradamente para intentar mantener la atención de la chica en mí y no es la pelea. Ella es Alice Herondale. Se supone que no debería vernos... Que nos veas significa que eres especial. Necesito que te quedes conmigo, hay más cosas como esa ahí fuera y si te vas tal vez no podamos llegar a tiempo la próxima vez. Añadí, tendiéndole la mano.

Si salía corriendo trataría de agarrarla para que no se fuera. No quería hacerle daño, pero no podía permitir que se me escapase. Sería el hazmerreír del instituto.

Una sonrisa afilada apareció en mi rostro mientras aquel gilipollas se despedía, y a punto estuve de hacer una reverencia sólo para demostrar lo mucho que me importaban sus palabras. Sin embargo con Deirdre delante no pareció la mejor idea. De modo que simplemente le acompañé a la puerta y emití un resoplido en cuanto abandonó el despacho.

Al escuchar las palabras de la directora la miré durante un instante. - Yo había pensado lo mismo. - Exageré. Y no tardé en seguir su orden, abandonando el despacho para buscar a Gareth y pedirle que se reuniera con nosotros.

Encontraste a Gareth en las escaleras, descendiendo hacia el pasillo donde se encontraban el despacho de Deirdre y su propia habitación. Llevaba el ceño levemente fruncido por la preocupación y al verte, se acentuó. 

- ¿Ha pasado algo? - Te preguntó, escrutándote con seriedad, con un tono que te hacía pensar que no se esperaba que la reunión hubiese terminado tan pronto y sin él.

Al ver a Gareth detuve mis pasos, esperando que fuera él quien me diera alcance para volver. Su pregunta no me pilló por sorpresa: tenía que ser evidente que algo había sucedido.

- El brujo no tenía poder ni potestad para hablar en nombre de nadie, así que se ha ido en cuanto se le ha informado de la situación. - Expuse. - Además, es muy reacio a trabajar con nosotros y ha reclamado la casa de Callepsia como territorio de los brujos para que no volvamos por allí. Creo que en realidad sólo venía a eso. - Expuse.

- Le he dicho que iríamos a por las cosas de Nora entonces para poder acceder allí una vez más e investigar lo que podamos habernos dejado, pero será con una niñera de los suyos. - Comenté antes de detener mis pasos. - Pero Gareth, hay algo más importante. Ese tío no venía de parte de Peakes. Hablaba como si no tuviera ni idea de dónde estuviera. No sé si están en medio de una lucha de poder y no hubiera nada oficial sobre quién manda ahora, si el Brujo Supremo ha desaparecido, o si está muerto. Lo que está claro es que no van a mover un dedo por ayudarnos.

Gareth suspiró con hastío sin cortarse porque estuvieras delante. Se pasó la mano por la cabeza y después tomó aire despacio antes de hablar.

- Me tienen harto con tantas tonterías. - Confesó y por su tono de voz te parecía que efectivamente estaba harto. - Bien, entonces tendremos que enviar a varios nephilim a investigar por última vez y alguno de ellos tendrá que encargarse de entretener al brujo que manden para acompañarlos. 

Hizo una pausa y su ceño se frunció aún más. - Si algo le ha pasado a Glanmore deberían habernos informado. El Consejo debe saber quiénes son los representantes de los Subterráneos en cada zona. 

Antes de entrar de nuevo en el despacho se giró hacia ti y su expresión se suavizó un poco. - Gracias por encargarte de todo, Émille. Ahora supongo que Deirdre y yo tendremos que decidir qué rumbo tomaremos. Ethan y Alice se han encontrado un demonio bien grande en el centro. Le he pedido a Stuart y Derian que se preparen para ir a echarles una mano. Saldrán en unos minutos. Si te apetece puedes ir con ellos. O puedes empezar a investigar discretamente entre los Subterráneos, a ver si descubres qué le ha pasado a Glanmore. 

Era evidente que con estas palabras se estaba despidiendo y que no esperaba que entrases con él al despacho. Sin embargo, esperó tu respuesta antes de entrar él mismo.

Escuché las palabras de mi mentor, y tuve que contener la sonrisa que por un instante amenazó con aparecer en mi rostro. Pues no te queda nada... Pensé, sabiendo que hoy tendría noticias de todo lo de Andrea. La verdad era que no nos convenía tener un pervertido fastidiando y molestando precisamente ahora.

- Creo que es mejor dejar lo de recabar información sobre Peakes para después de lo de la casa de Nora. - Respondí. - Si se por indagar se enteran de que sospechamos algo, a lo mejor nos ponen impedimentos o más dificultades a la hora de investigar cuando vayamos. - Expliqué. - Me paso por el taller y voy con ellos. - Anuncié, aunque antes de marcharme le hice un gesto amistoso. - Si necesitas cualquier cosa llámame. - Me ofrecí antes de darme la vuelta y comenzar a alejarme.

Gareth te hizo un gesto de despedida y se metió en el despacho de Deirdre. 

Amber estaba en el taller, inclinada sobre una de las mesas de trabajo con una estela en la mano. Parecía estar absolutamente concentrada en el dibujo de una runa sobre el filo de un arma. Ni siquiera se movió cuando entraste y pasaron varios segundos hasta que terminó la runa y la contempló de cerca con los ojos entrecerrados antes de asentir levemente, satisfecha con el resultado.

Entonces se levantó y se giró. - Ey, Émille. - Sonrió al ver que eras tú. - ¿Cómo va eso? Estaba probando algunas cosas para lo que comentamos el otro día.

-Su nombre era Aly Ami-son.- espeté con un repentino dolor emocional por la muerte de algo que se asemejaba a una amiga como si oírlo de voz ajena lo hubiese convertido en real - No es el bolso de un muerto, ¡es el bolso de mi amiga! - abronqué y sollocé las últimas palabras y al sentir mis ojos humedecidos, me palpé lagrimal y ojeras sorprendida. - No.- me regañé - Sun Buabua xi kome Sun. Sun bua aj, sayonara Daddy xart.- me recitó mi memoria con la fuerte voz de mi padre. Las siguientes promesas de cara de Mike todavía tensaron más mi cuerpo pero me llevaron a alzar los ojos hacia el combate cuando se inventó los otros nombres - ¿Ayudarme? Sí, ayudarme a desaparecer. Puto cara de Mike, ni su nombre te sabes. Manda cojones, joder, ¡manda cojones! - La-la gente gritaba, Mike. "Asesino", decían, " asesino". No estoy loca, ellos lo han visto...- tartamudeé con fingida congoja - Especial tu madre, o el pedazo de nube que te parió, seguro que te quedaste atascado y así de mongolo saliste. Pues claro que hay más, el infierno es descomunalmente grande, y como tu amiga se me acerque haré que venga otro. Haré que venga otro y la ensarte con sus uñas.