Partida Rol por web

Irina volvió al pasillo del anciano y metió la cabeza en la primera puerta de la izquierda, dispuesta ya a encontrarse cualquier cosa.

La verdad era que Vjelkus sabía ser convincente cuando se lo proponía, así que Ivalic no tuvo más remedio que claudicar.

-Estaaa bien. Parriwimple y tu no sois novios... ¿Me darás la flecha ahora? Preguntó ilusionado mientras se volvía hacia el gigantón. Y no Parriwimple, a tu cuerpo no le pasaba nada, era magia que nos obligaba a todos a bailar. Creo que es un hechizo, y no hace falta que hubiera dos duendes, uno solo podría ser capaz de hacernos bailar y disparar las miniflechas antes de irse.

Tras dar su opinión sobre lo que pensaba que había pasado y comprobar que no parecía haber mucho peligro alrededor decidió seguir al resto del grupo en busca de Ludovico, hasta que se encontraron con un gran risco.

-Puede que Ludovico usara su magia para ocultarse del vampiro... Iré a mirar el risco con detenimiento Señora Helene. Parriwimple ¿Vienes conmigo? Cuatro ojos siempre ven mejor que dos.

Obediente siguió las instrucciones de la Señora Helene y se dirigió hacia el risco con intención de examinarlo a conciencia.

Parriwimple mira primero a Helene y luego a Urik, preguntando finalmente a algún punto indeterminado entre ambos.

- ¿Parriwimple acompañar Ivalic? Parriwimple no querer Ivalic pasar nada malo, y amigo ser pequeño y poder hacerle daño.

Irina volvió al dormitorio del viejo con síndrome de diógenes y atravesó la pared opuesta para llegar a unas cocinas sucias. La segunda y tercera puertas de la izquierda daban ambas a aquella gran habitación. Un caldero se mantiene burbujeante en el centro de la estancia. Los olores son de carne podrida, y algo puede que tenga que ver el zombi que hay junto a la marmita, y que juega metiendo la mano en el verde mejunje.

Ignorándose mutuamente, Irina deja al zombi de la cocina, cruza el pasillo en el que sigue divagando el viejo Cyrus, y explora la puerta de la derecha... un pequeño recibidor con unas escaleras de caracol que suben. Todo normal...

GROROROAAAAAR

Irina se sobresalta por la presencia de un troll que estaba oculto a la vista en un pequeño anexo al recibidor con forma de "T". El troll no hace ademán de atacarla, pero realiza sonoros rugidos que pueden alertar a las fuerzas de Strahd...

¿Qué te ocurre, pequeñín?-dice la voz del anciano desde el pasillo, al otro lado de la puerta que Irina atravesó-Solo hace un par de horas desde la última vez que te di de mi guiso.

El sonido de un juego de llaves tintineando, y tras ello el viejo Cyrus empieza a probar las llaves en la cerradura intentando recordar cual es la buena.

Vjelkus se dió por satisfecho y dió la tonta flechita a Ivalic. Si tanto la quería, para él. Total... no tiene un arco lo suficientemente diminuto como para poder dispararla, ni unas manos tan pequeñas que puedan sujetar un arco enano. En silencio ayudó a su madre a buscar ramas. En unos minutos habían reunido más de las que Herr Urik era capaz de tallar con la poco adecuada, y desproporcionada para esta tarea, espada de Ashlyn.

No había terminado de afilar la primera estaca cuando Parriwimple e Ivalic regresaron de detrás del risco. Ivalic había estado llamando desgañitándose a grito pelado desde el otro lado para que viniesen a ver, pero por algún motivo no le salía la voz. Curiosamente, desde este lado sí era capaz de hablar con normalidad.

Pues resulta que detrás del risco hay una explanada, por donde siguen las huellas del carro internándose más en el bosque. También hay maceteros con plantas silvestres muy olorosas. Y luego está el tema de que en esa zona no se hace ruido al andar ni al hablar, como si estuviesen en un área mágica de silencio. Conclusión: no te pueden ver por el tamaño del risco, no te pueden oler por el aroma de las plantas silvestres y no pueden oír el relinchar de tus caballos porque nada allí produce sonido.

Sonrío al descubrimiento de Ivalic. Puede que estemos tras la pista correcta después de todo.

Helene se dejó maravillar por aquel extraño jardín o como fuera que pudiera calificarse aquella explanada hecha de silencio y maceteros. La fragancia de las plantas era tal que parecía cubrir cualquier otro olor, lo cual le pareció tan adecuado y útil que no perdió el tiempo y se dedicó a ramplar con cuantas plantas pudo metiéndolas en su zurrón. Aún recordaba al perro de la rubia tetona. Habría otros cuyo olfato quizá pudieran confundir con aquellas flores en un futuro que esperaba próximo.

Dado que era imposible hablar, gesticuló para qiue los demás hicieran tres cuartos de lo mismo.

De otra parte estaba el tema del silencio. Aquello hablaba de magia, una magia en la que la música que habían oído hacía unos momentos no podría escucharse. ¿Tendrían relación ambos hechos? ¿Acaso se trataba de vecinos mal avenidos? Helene elucubró que fuera quien fuera el que habitara en las inmediaciones debía oler bastante mal y que no le gustaba bailar al son de la música del instrumento mágico de su vecino o vecinos.

Y todo ello, mientras procuraba no perder de vista las rodadas del carro de Ludovico.

Me mantengo alerto ante todo lo que nos rodea. Es sorprendente este lugar, tal vez se trate de un reducto feérico, druídico, o de algo similar.

Veo que Frau Helene no recuerda que el perro de Madame Montarri mordió el polvo, pero aún así le hago caso y recojo algunas plantas en uno de los sacos que lleva Parriwimple en el petate.

Aquel oasis para los sentidos, literalmente hablando, era el lugar perfecto para tirarse un sonoro y oloroso pedo, como uno de los cinco viajeros (no diremos cual) tuvo la oportunidad de experimentar en total anonimato. Arrancaron las hierbas aromáticas en silencio, como no podía ser de otra forma, y las metían, con algo de tierra atrapada entre las raíces, en donde podían. Esto es importante, porque si algún día Strahd los convierte a todos en vampiros y los entierra aquí, necesitarán tierra del lugar en el que fueron enterrados para poner en su ataúd y descansar en paz. De vez en cuando giraban la vista y miraban por encima del hombro para asegurarse de que el parlanchín Ivalic no había sido secuestrado, porque jamás volverán a disfrutar de su mutismo como en esta ocasión.

Prosiguieron bosque a través, siguiendo las sendas dejadas por las ruedas de carromato, hasta la siguiente defensa de los dominios de Ludovico: un imponente e impenetrable... riachuelo. Imponente, porque no se puede poner como si de una prenda de vestir se tratase. Impenetrable, tan solo para los vampiros, que no pueden atravesar corrientes de agua. En el líquido transparente había un par de tablas hundidas para pasar con el carromato sin que las ruedas se trabasen en los cantos rodados que formaban el fondo. Todo muy bien pensado, como si aquellos detalles se hubiesen perfeccionado con el tiempo, aprendiendo de cada traspiés, de cada error, de cada compañero muerto en aquel lugar...

Desde este lado del riachuelo se divisaba en el otro lado del meandro, gracias a la luz de la luna, a uno de los caballos de Ludovico atado a un delgado árbol. La vegetación era baja, y no había lugar para ocultar el carro, o al otro rocín que habitualmente tiraba de él, aunque siempre podrían encontrar a un Ludovico oculto entre los matojos, tirado sobre una manta, durmiendo tranquilamente como si hace un par de horas no hubiese estado luchando a muerte contra Kavan el Siniestro.

Más allá de la explanada que había tras el meandro, el terreno ascendía en un pequeño repecho coronado por una formación rocosa cuyas voluptuosidades podrían ocultar la entrada a una cueva. Y más allá, todavía más allá, un banco de niebla alto y denso como un muro: las peligrosas Brumas de Ravenloft. Circundaban Barovia, manteníendola aislada de otros reinos, y solo los gitanos vistani podían internarse sin temor a perderse. Si Ludovico, el medio gitano, el giorgiotto, tenía también esa habilidad por herencia, seguirlo por las Brumas sería imposible.

Si volvemos ahora al pueblo, llegaremos a tiempo para el desayuno.

Observo a Vjelkus, probable autor del oloroso pedo que nos siguió durante parte del trayecto hasta este lugar. Hemos podido oírle con claridad, lo que indica que hemos salido de la zona de exclusión del silencio mágico.

Llamo a voces a Ludovico:

- "¡¡Ludovicoooo!! ¡Ludovicoo! ¡Somos nosotros, hemos venido a ayudarte!" -

Observo si hay respuesta o reacción a la llamada.

Ivalic estaba contento por conseguir la mini flecha, era como una especie de trofeo que podría enseñar a sus amigos en el pueblo.

¿Se podrá disparar con el tirachinas? Tengo que probar más tarde, sería superguay.

En compañía de Parriwimple se fue a explorar detrás del risco. Allí había una explanada muy extraña, con unas macetas y por donde continuaban las huellas del carro de Ludovico, pero lo que más fascinaba a Ivalic es que allí nada producía sonido. Lo comprobó cuando intentó llamar a los otros para que fuesen y nadie le había escuchado.
Cuando los demás fueron y la Señora Helene les indicó que arrancaran las flores olorosas de las macetas Ivalic pensó que le había entendido mal, esas cosas pasaban cuando no se podía hablar, pero cuando la vio que ella misma las iba arrancado y que Herr Urik también colaboraba se puso manos a la obra.

Seguro que mi madre me echaba la bronca por arrancar las flores de las macetas, el que las plantó no va a estar nada contento. ¡Pero como los mayores nos dejan podemos hacer el gamberro!

Tras aquello siguieron caminando en busca de Ludovico, aún hubieron de pasar un riachuelo, fácil para ellos pero no tanto para un vampiro. El vistani era muy listo, de eso no cabía la menor duda e Ivalic estaba convencido que con él aprendería muchos trucos alucinantes.

-¡Uno de los caballos de Ludovico! ¡No puede estar muy lejos! Ivalic miró con desconfianza a la lejana niebla mágica que rodeaban el territorio de Barovia. No sabía si Ludovico podía atravesarla, pero estaba claro que ellos no. Solo podrían buscarlo en el terreno que quedaba. Quizás entre los arbustos o un poco más adelante entre las rocas. Si se dejó un caballo es que no se fue lejos. ¿Puede un solo caballo tirar de un carro tan pesado? Creo que lo dejó aquí para que pudiéramos seguirle la pista. ¡Ya se como! ¡Ven Parriwimple! Ivalic se acercó al caballo con mucho cuidado, no quería terminar de nuevo boca abajo en otra de las trampas de Ludovico y lo palpó para asegurarse que no era otra de las ilusiones de su amigo. Ahora lo desataremos y tu lo cogerás de sus riendas, los caballos siempre van con sus amos, si Ludovico está cerca nos llevará con él.

- "Bien pensado, Ivalic." - Sonrío ante la iniciativa del avispado niño.

Ivalic cruzó el riachuelo por encima de uno de los dos tablones preparados para las ruedas del carro, de modo que el agua no le llegase por encima del tobillo. El tablón se combó por el peso del niño, y...

A unas cuantas yardas de allí, Ludovico dormía. La llamada de Herr Urik desde el otro lado del arroyo le despertó, pero no le desperezó. Confuso en sus primeras horas de consciencia, tardó en identificar la voz de Herr Urik, y las terribles consecuencias que acarreaba.

Nononononono...-masculló, saliéndose del saco de dormir a toda prisa.

Bajo el tablón, el cepo de osos descansaba en el fondo del río. Cuando el centro del tablón bajó lo suficiente para tocar el disparador en el centro de la trampa, las dos fauces de hierro se cerraron reventando el tablón y clavando sus bordes dentados en la carne de la pierna de Ivalic.

¡ZAS!

El consecuente berrido de Ivalic al sentir el dolor de su pierna terminó por espabilar a Ludovico, que salió de detrás de uno de los riscos de la formación rocosa que, como un sombrero burlón de bufón, coronaba el repecho.

¡¿Pero qué estáis haciendo aquí?! ¡La pierna! ¡Sacadle la pierna del cepo!

Ludovico bajaba renqueante, por culpa de sus heridas con Kavan el Siniestro, por el terraplén de tierra hacia el meandro del río.

Salgo de allí rápidamente para que el viejo no me detecte y me escondo hasta que deje de escuchar los gruñidos del troll.

Por muy cuidadoso que había intentado ser Ivalic no pudo detectar la trampa para osos tan bien camuflada bajo los tablones del río. Apenas pudo poner cara de espanto cuando la madera crugió y se destrozó alrededor de su pierna para cambiar de inmediato a una de tremendo dolor.

-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAUUUUUUUUUUU! ¡ME DUELE MUCHOOOO! ¡ME VA A DEJAR SIN PIERNA! ¡QUE ALGUIEN ME AYUDE POR FAVOOOOORRRR!

Aunque el dolor le hubiera dejado él no podía liberarse a si mismo, así que lo mejor era pedir auxilio mientras unos gordos lagrimones salían de sus ojos.

-¡ME DUELEEEEE! ¡ME DUELEEEE!

Parriwimple corre hacia Ivalic y se agacha, intentando abrir el cepo, aprovechando la ayuda de quienes puedan ayudarle, y poniendo a funcionar sus músculos con toda su fuerza. Sin embargo... Parriwimple se puso demasiado nervioso. 

Y surgió el desastre.

Espantado por lo que acaba de ocurrir, y preocupadísimo por Ivalic trato de ayudar lo mejor que puedo, aunque creo que Parriwimple está incluso más nervioso que yo, que ya es mucho decir.

El fantasma de Irina mantiene la calma, y se oculta en el interior de una pared. Tras dejar un tiempo prudencial para asegurarse de no coincidir con Cyrus, vuelve a asomar la cabeza. El lugar sigue a oscuras, y la puerta está cerrada. El troll vuelve a sobreexcitarse y a emitir sonidos guturales como un perro guardián.