Partida Rol por web

Nueva York, 12 de noviembre de 2037, 13.30 pm.

Cuatro pares de ojos contemplaban a la mujer que estaba examinando detenidamente al bebé sobre una mesa en la sala común. Karina había llegado hacía menos de media hora y, tras saludar a los que conocía y presentarse a los que no, se había puesto directamente manos a la obra. Se había mostrado hasta el momento como una mujer con buen humor y las ideas claras. 

A esas alturas ya había estudiado sus uñas y sus manitas, observado sus pupilas y el bajo de sus párpados, palpado su cabeza y su estómago y le había dado vueltas en uno y otro sentido manejándolo con la seguridad de quien ha hecho algo así en muchas ocasiones. El crío había emitido algún sonido de protesta al principio, pero a esas alturas se reía con cada movimiento.

Desde la cocina se podían escuchar los sonidos de Skyler, que había decidido encargarse de la comida «para conseguir algo con sabor». Había rechazado cualquier intento de ayuda y apenas había cruzado medio saludo con la visitante antes de encerrarse en la cocina. 

En ese momento Karina tapó a la criatura con la manta y le reajusto el pañal que le había aflojado para el examen. Se giró hacia los cuatro que la miraban y les sonrió.

—Está sano sanísimo —aseguró—. Muy bien alimentado y cuidado. Está limpio también. Es raro que lo hayan abandonado en tan buenas condiciones, pero no lo había visto antes.

Se encogió de hombros y caminó hasta tenderle el bebé directamente a Kane, envuelto en la manta malva. 

—No soy médico —advirtió entonces—, pero si tenéis alguna duda quizá pueda resolverla.

Kane había recibido a Karina con un saludo somero, no le era una desconocida, pero tampoco eran viejos amigos. La acompañó hasta el lugar donde estaba el bebé, la verdad es que no le salía ninguna pregunta, pero la puso al día de lo que debía saber cuando preguntó. Durante el examen no intervino, solo observó desde un rincón, aunque en su mirada se reflejaba genuino interés por el estado del infante.

Eso es bueno.. dijo Kane remarcando lo obvio, aunque tomó el bebé con algo de apuro, no se esperaba que lo fuera a recibir él. Y lo hace todo más extraño. admitió el pistolero acomodando el niño en sus brazos, una mirada furtiva de Kane al bebé hizo que se suavizara su rostro. Creo que las dudas que tengo ahora.. no las vas a resolver tú, Karina. bufó un tanto, movió la cabeza fastidiado. En cualquier caso, gracias por venir. asintió con sinceridad.

Miró de soslayo a los demás presentes, por si tenían algo que preguntar o añadir.

Como no conocía a la mujer Cassandra se mantuvo en segundo plano, aunque de haberla conocido no es que su actitud hubiese cambiado mucho, la saludó cuando se la presentaron con un "Hola" que apenas salió del interior de su capucha y esperó con los brazos cruzados y apoyada en la pared mientras el bebé era examinado. El veredicto sobre su estado no sorprendió a la joven, saltaba a la vista que estaba bien, pero sí que coincidió con la rareza que suponía y así lo evidenció el movimiento de su cabeza.

Dirigió una fugaz mirada a su hermana, apenas unas décimas de segundo, y con la diestra se puso a toquetear distraidamente el reloj que se entreveia debajo de las mangas de su muñeca izquierda. Como decía Kane, las preguntas que les acuciaban no eran de índole médica, al menos de momento.

Trish presenció con expectación todo el reconocimiento médico que su nueva amiga —si es que no era muy pronto para llamarla así— hizo al bebé. Miraba la situación con un ojo analítico, queriendo aprender, y en alguna ocasión dio un paso adelante para preguntarle qué estaba buscando exactamente, sobre todo cuando le examinó las pupilas y le palpó la tripa. Por el momento un bebé seguía siendo como una máquina pequeña, pero bastante más impredecible. Trish sabía que aquello sólo sería así hasta que empezase a entenderla.

Una vez la mujer terminó su examen y dio su veredicto, Trish no tomó ninguna de aquellas cosas como un cumplido. No habían tenido tiempo de ejercer una influencia real en el crío. Sí le pareció extraño, por supuesto, pero tanto Karina como Kane pusieron ya sus dudas en voz alta.

En el momento en que su hermana la miró Trish le devolvió la mirada. Luego dirigió sus ojos a Karina con una pequeña sonrisa.

—Yo sí tengo tres o cuatro preguntas —dijo. No se las había apuntado, ni mucho menos, aunque sí eran cosas a las que le había dado un par de vueltas—. ¿Esperamos a que llore para alimentarlo, o lo hacemos cada no-sé-cuántas horas? —Probablemente aquello habría podido preguntárselo a cualquiera de los que habían sido padres. Nick, por ejemplo... Y quizá ninguno más de los que vivían con ella. Pero Nick no estaba allí, y Karina parecía saber de aquello—. ¿Le dejamos que duerma todo lo que quiera, o si se pasa lo despertamos por si se muere? —A pesar de lo pesimista que parecía aquella pregunta la muchacha no parecía intranquila al respecto. Entonces la miró de manera un poco diferente, más cómplice, antes de hacer su última pregunta—. Y... Te quedas a comer, ¿no? Skyler se lo ha estado currando.

Robin estaba un poco inquieto con aquella comida, no le gustaba la idea de dejar que Skyler se encargara de "dar sabor" aquello implicaba imaginársela paseándose libremente por el almacén, algo que podría protagonizar sus pesadillas. La quería, su madre sabía cuanto, pero no confiaba en su criterio económico.

Escuchó, ligeramente descentrado, las noticias acerca del bebé a las que respondió con una sonrisa tranquila que ahorraba un suspiro que todavía no podía encontrar para ese Morris.

En el fondo sentía que Karina no había aclarado mucho pero siempre era bueno que más de uno confirmara que el color rosado del enano era sano, sanísimo. Tal vez si Nick hubiese estado se lo hubiese currado un poco más, pero su padrino había preferido pasar del cardamomo y dejarse secuestrar.

— Qué pena... —pensó con malicia y se disculpó al instante — ¿Pero qué pasa contigo? —se reprochó mientras otra linea de pensamiento empezaba a justificarse y unos pensamientos más fuertes lo pisaban todo para no entrar a analizarse en aquel momento.

Las preguntas de Trish le hicieron sonreír con gracia. Le parecía tan mona en aquel momento que no le hubiese parecido extraño que viniese el tiempo en persona a reclamarle años.

Se apartó sin decir palabra, no era ahí dónde le necesitaban, era en la cocina, dijera lo que dijese su prima; especialmente si le había metido mucha mano a las especies. Por lo que tomó la puerta como una sombra y corrió a la cocina.

La mujer le sonrió a Kane tras dejar el bebé en sus brazos y asintió con la cabeza sin dedicar más que una mirada fugaz al pelirrojo que se marchaba. 

—No hay de qué. Sé un poco de estas cosas —dijo al volver a mirar al pistolero, sin llegar a concretar más a qué se refería exactamente.

Se apoyó en el borde de la mesa con naturalidad mientras escuchaba las preguntas de Trish y con la segunda de ellas emitió una breve carcajada. 

—A ver... Lo primero es que no te preocupes mucho. Lo haréis bien. —Se cruzó de brazos al seguir hablando—. Con el tamaño que tiene deberíais darle de comer unas cinco veces al día, así que cada cuatro horas y media o cinco. En el bote que os vendí viene una tabla que os servirá de guía. Pero si le dais a demanda también está bien. Él llorará cuando tenga hambre y no le va a pasar nada porque no sigáis un horario. 

Ladeó el rostro para contemplar al hombre con el bebé en brazos y su sonrisa se acentuó un tanto cuando siguió hablando. 

—Puede dormir lo que quiera. Lo normal sería que durmiese tres veces al día, por la mañana, por la tarde y por la noche. En total no sé... Unas quince horas o así. Existe el riesgo de muerte súbita hasta que cumpla un año, pero desde luego no se va a morir por dormir mucho. Así que dejadle que duerma lo que necesite. —Hizo una breve pausa para hacer un comentario señalando a Kane con la barbilla—. Te queda bien. 

Después volvió a mirar a Trish y dio una palmada silenciosa sobre sus propios muslos.

—Claro que me quedo. Tengo curiosidad por probar la cocina de los morris. 

«Los morris», así era como muchos conocían en el barrio a los habitantes del centro de salud desde hacía ya tanto tiempo que sería inútil intentar liberarse de ese apodo. Una identidad que en ocasiones abría puertas, pero que también les dificultaba pasar desapercibidos, como si llevasen una etiqueta identificativa informando de que no estaban solos en el mundo, con todo lo que eso acarreaba. 

Kane dejó que Trish lanzara su alud de preguntas, tan proverbial como los silencios de Cassandra. Acunaba al bebé mientras escuchaba la respuesta de Karina, se sentía algo tenso en esa situación, pero poco a poco se fue diluyendo como un azucarillo. Algo que contaba la mujer reverberaba en un eco en sus recuerdos, una familiaridad lejana que se desperezaba un poco a pesar de los esfuerzos del pistolero por mantenerlo aletargado.

Gracias, supongo. respondió con una sonrisa, aunque con extrañeza a Karina ante el cumplido, volvió la mirada al bebé quedándose de esa guisa unos instantes antes de volver a la realidad inmediata. Asintió conforme ante las intenciones de Karina por quedarse a comer, era lo menos que podían ofrecer por venir a ver al niño.

Se sentó en una de las sillas con el pequeño en brazos, acunándolo de forma que se quedara dormido, al fin y al cabo no hacia mucho que había comido, esperaba que el cansancio hiciera mella en este. Miraba a las presentes con tranquilidad, repitiendo el ciclo de suaves vaivenes para dormirlo.

¿Va todo bien por la zona? se decidió a preguntar, una vieja costumbre que afloraba como otras.

Al oír reír a aquella mujer Trish dibujó una sonrisa natural. No era la primera vez que Karina reía con ella, ni mucho menos, aunque la muchacha sabía que en aquella ocasión quizá había pecado de inocente.

La seguridad con la que su interlocutora dijo que lo haría bien hizo que Trish sintiera un ligero alivio. No se conocían mucho, así que eso debía significar que no era tan difícil. Escuchó lo que ella dijo después con atención, asintiendo a lo de la tabla. Finalmente, cuando siguió explicando lo de las horas de sueño, la chica se sorprendió de que se esperase que el bebé durmiera unas quince horas. No era sólo que eso le convirtiera en una compañía mucho más aburrida de lo que pensaba, sino que iba totalmente en contra de la imagen que tenía ella de los críos, a los que siempre había imaginado llorando sin parar.

—Entiendo —concluyó, lista para pasar a otra cosa—. Me he estudiado la tabla, pero no sabía si los seis biberones diarios eran repartidos en tres comidas, o en todo el día.

Con esas palabras Trish dio un paso a un lado y extendió la mano para señalar la mesa donde comerían.

—Siéntate donde quieras —la invitó—. Nosotros nos encargamos de todo.

Apenas había dado un par de pasos, dibujando una pequeña sonrisa al darse cuenta de las miradas que ella le echaba a Kane, cuando detuvo sus pasos.

—Oye, ¿y cuándo le empiezan a salir los dientes? —preguntó—. Se supone que duele un montón, ¿no? ¿Hay algún ejercicio para hacer con él o algo para que camine pronto?

—Cinco —corrigió Karina las palabras de Trish sobre los biberones.

Luego siguieron el gesto de la mano de la chica hacia la mesa, aunque no se movió por el momento. Volvió a mirarla cuando llegaron nuevas preguntas y sonrió divertida. 

—Los dientes empezarán a salir entre los cuatro y los ocho meses y le dolerá mucho. Para aliviarles podéis mojar un paño pequeño en agua fría y dejar que lo muerda, o si tenéis clavo en el huerto podéis hacer una infusión con él y usarlo para frotarle las encías. 

Hablaba tranquila, como si nada de todo eso le pareciese un gran problema para los habitantes del refugio. 

—En andar tardará más. Hasta el año o año y medio. Y no deberíais forzarle a que lo haga antes, él mismo se pondrá de pie cuando sus piernas estén preparadas. Sólo tened cuidado de dejarle lugares a su altura a los que pueda agarrarse. 

Hizo una pausa en la que se sopló un mechón de la frente y su mirada volvió hacia Kane reflejando cierta ternura al verlo con el bebé.  

—De todas formas puedo pasarme alguna otra vez a echarle un ojo.

Ajeno a la conversación acerca de la cantidad de biberones que debía tomar el crío, Kane siguió acunándolo entre sus brazos con más intuición que habilidad. En cierto modo aquello que contaba Karina le sonaba, como de un sueño lejano que regresaba al recibir los estímulos adecuados. Eso le ponia rígido, algo inquieto, pero procuró que esa sensación no fuera transmitida al bebé.

Te lo agradeceríamos, Karina. respondió sereno mientras él sí buscó sentarse en la mesa. Aunque esperamos encontrar a sus padres pronto. añadió convencido de ello o, en su defecto, con la esperanza de ello.

Miró al niño de nuevo, acogido entre sus brazos, de nuevo atorado por emociones contrapuestas que le provocaba aquello.

—Cinco —aceptó Trish con una sonrisa, consciente de que aquel error iba un poco en contra de la idea de que se había estudiado la tabla. En realidad el problema iba más por no saber exactamente la edad del crío, pero visto el control que tenía Karina sobre el tema aquel podía ser un buen momento para salir de dudas.

Al ver la sonrisa de la mujer la muchacha no se planteó nada más allá de pensar que se habían caído bien. Tomó nota mental de todo lo que dijo, asintiendo, y se imaginó que para la supuesta infusión de clavo era probable que tuvieran que negociar con Robin.

Al final, cuando ella se ofreció a volver y Kane se mostró agradecido, Trish se sintió satisfecha. No sabía hasta qué punto el pistolero sería un apoyo si algo así entraba a debate, pero desde luego era mejor eso a que rechazase la idea directamente, y  ella Karina le daba cierta confianza.

—La verdad es que no tengo ni idea de cuánto tiempo puede tener —reconoció—. Para mí podrían ser tres meses o tres semanas, ni idea —insistió antes de hacer una pausa—. Y bueno, lo de sus padres... —Trish se encogió de hombros—. Se supone que Jimmy está en ello, pero si te enteras de algo avísanos, por favor.

Cassandra se mantuvo callada, ya su hermana hablaba por las dos, sus ojos iban y venían por las caras de los que iban hablando hasta que se le ocurrió una pregunta. Le pareció tonta y calló, pero después de otro intercambio de preguntas y respuestas al fin se decidió. 

-Oye Karina, -empezó para llamar la atención de la mujer -¿crees que los bebés reconocen a sus madres? No sé... su voz, o su olor, o algo así. 

Se había adelantado un paso, lo suficiente para entrar en la conversación pero lo mínimo para salir de ella sin ser vista.

—Eso sería lo mejor —respondió a la esperanza de Kane sobre los padres de la criatura y luego llevó su mirada hacia Trish, con un asentimiento—. Jimmy sabe lo que se hace. Ese chico no da nada gratis, pero es jodidamente bueno en lo suyo. 

Giró un poco sobre sí misma para ver mejor al pistolero con el bebé en brazos y ladeó un poco la cabeza. En ese momento el crío tenía los ojos bien abiertos clavados en el hombre y estiraba los deditos para tocar su mejilla, con los labios dibujando una «o» pequeña y redonda.

—Yo le echo unas ocho o nueve semanas. Es chiquitajo, pero parece muy espabilado. Como mucho diez semanas, no más. 

Cuando Cass dejó libre su voz, Karina esbozó una media sonrisa mientras la buscaba con la mirada, como si ya casi hubiese olvidado que la buscadora estaba allí. Su pregunta la hizo respirar profundamente y abandonó el apoyo de la mesa para sentarse en una silla, enfrente de Kane, antes de responder.

—Supongo que eso puede ser discutible, pero yo creo que sí —dijo finalmente—. Creo que los bebés reconocen el olor y la voz de su madre. Que reaccionan a ella de forma diferente al resto de personas. —Miró hacia el bebé y su sonrisa se volvió divertida—. ¿Por qué? ¿Vais a usarlo para rastrear a la madre?

Una risa ligera salió de las profundidades de la capucha.

-Con correa y desde el último sitio conocido. Rastreador, Rast...  es un buen nombre -dijo antes de recuperar la seriedad -Algo parecido, por si al acercarse a alguien tiene alguna reacción rara.

Cassandra miró hacia la puerta, hacía un rato que Robin se había ido y ni él ni Skyler llegaban con la comida.

Kane se mantuvo en silencio, perdiendo la tensión por momentos, aunque siempre presente en sus músculos. Al parecer el bebé ignoraba esa tensión del pistolero, pues se entretenía con él, y Kane respondía ocasionalmente con más seriedad que monerías, como si le costara interactuar directamente con el niño.

Un hijo debe estar con sus padres. dijo sentido, con la mirada algo difusa en emociones rotas, pero que enseguida se esforzó en blindar. Esperemos que los encuentre.

Escuchó la conversación entre Karina y Cassandra acerca del rastreador ideal que sería un bebé con facultades perrunas, aquello logró robarle una fugaz sonrisa al pistolero, algo de buen humor no iba mal.

¿Vosotras creéis que un bebé, un niño, podría reconocer siempre a sus padres? se preguntó intrigado, como una pátina de inocencia inusual en el ánimo de Kane.

Al escuchar lo que Karina dijo sobre Jimmy Trish cambió el peso de pierna, esperando que nadie le preguntase qué había había pedido el chico a cambio de la información. Llevó sus ojos hacia Kane al mismo tiempo que lo hizo aquella mujer y observó al bebé mientras ella hablaba. Siempre le había resultado extraño que la gente hablase en semanas de los críos. No era que le molestase, ni mucho menos, era más una sensación cerca de la curiosidad.

Suponía que ocho o nueve semanas no estaba mal. Seguro que eso hacía más difícil que se muriera de repente y sin avisar.

Acto seguido, al escuchar hablar a su hermana, la muchacha prestó atención. Aquello era interesante. Se imaginó yendo puerta por puerta con el crío, probablemente como todos, pero la verdad es que era más probable que no necesitasen llevar al bebé para algo así. Finalmente asintió a las palabras de Kane.

—A lo mejor no saber que son sus padres, pero yo creo que algo sí queda —comentó desviando un momento los ojos hacia su hermana—. Si los separan al nacer a lo mejor no, pero si está con ellos ocho semanas, por ejemplo —Dibujó una sonrisa haciendo un gesto hacia aquel crío—, creo que sus voces y sus olores se le quedan grabadas para siempre. A lo mejor si se encuentran diez años más tarde le dan buen rollo y nada más, por ejemplo.

—También creo —añadió después— que normalmente es más fácil con la madre que con el padre. Seguro que son muchas horas dándole pecho, y así.

Después de esas palabras dirigió su vista hacia el lugar por el que se había ido Robin.

—Voy a por la comida, seguro que ya está.

Un brillo de curiosidad apareció en los ojos de la mujer cuando llegó la pregunta de Kane. Lo miró con una pequeña sonrisa, como si la intrigase saber qué había provocado ese retazo de inocencia en su dureza, pero si deseó hacer alguna pregunta a su vez, debió pensar que no era apropiado, pues se calló mientras Trish hablaba y luego apartó su mirada del pistolero antes tomar la palabra. 

—Yo creo que sí —sentenció, colocando el brazo doblado sobre el respaldo de su silla—. Puede que no se sepa con la cabeza, pero algo así se tiene que sentir en las tripas. 

Karina parecía cómoda, tanto con la compañía como con la conversación. Y al escuchar que Trish iría a por la comida se giró un poco buscándola con la mirada. 

—¿Te ayudo? —ofreció con naturalidad, sin que pareciese cortarse por estar en casa ajena.

Casandra no dijo nada pero asintió a las palabras de su hermana, aunque desde donde estaba posiblemente no le viesen hacerlo, y cuando dijo de ir a por la comida adelantó un pie para acompañarla. Robin y Skyler estaban tardando mucho. 

-Gracias Karina ya voy yo, qué anfitriones seríamos si te dejase.

El tono de la buscadora era medio en broma, pero negaba con la mano y salía en pos de Trish sin dejar tiempo a responder. Atrás quedaban el pistolero, el bebé y la invitada.

A Trish le gustó ver que las tres estaban de acuerdo. Racionalmente sabía que eso no tenía por qué significar que tenían razón, por supuesto, pero aquella idea era mucho mas bonita que la alternativa.

La muchacha negó con la cabeza cuando Karina le ofreció su ayuda, y con la intervención de Cass asintió.

—No tardamos —prometió con una sonrisa, a pesar de que no le habría importado dejar a aquellos que se quedaban unos minutos a solas.

Apenas un poco más tarde la chica de pelo azul volvió empujando una camilla en la que llevaba platos, cubiertos y vasos para cuatro, además de una jarra de agua y la olla con la sopa de verduras.

—Se han ido y lo han dejado allí —comentó una vez estuvo de vuelta—. La verdad es que no huele mal.

Tras llevar la camilla al lado de la mesa Trish empezó a distribuir las cosas.

—¿Qué tal se ha dado la mañana en el Jackie? —preguntó entonces—. Con este frío la gente no compra menos, ¿no?

Kane se mostró taciturno ante las respuestas recibidas, enseguida volvió a su habitual semblante serio, vencido momentáneamente por algunos recuerdos que se resistían a desaparecer desde que, a primera hora de la mañana, encontró al bebé.

—Bueno, supongo que.. todo depende de las circunstancias —se blindó de nuevo, pero miró al bebé en brazos y no pudo esconder una sonrisa sincera que brotó en su rostro, aunque había huellas de tristeza en ella. Movió la cabeza, y ya no había rastro de esa melancolía.

—Gracias —asintió a las hermanas que se iban dispuestas a preparar la comida. Miró a Karina, a la que tenía enfrente, mientras mecía al bebé a tempo lento —. Parece que.. se te dan bien los niños —realmente no sabía que decir, pero tampoco pretendía quedarse en silencio todo el rato.