Partida Rol por web

Nueva York, 13 de noviembre de 2037, 19.45.

Conector. Así llamaba Cass a su escondrijo incluso antes de que el Major Morris fuese restaurado como refugio. Un rincón pequeño y oscuro, que milagrosamente todavía conservaba intacto el router que en otros tiempos había distribuido internet por todo el edificio. Una mesa, una silla y un par de cojines grandes y sucios formaban todo el mobiliario del pequeño cuarto, pero debajo de esa mesa estaba aquello que lo hacía valioso: la conexión a la red. 

Y allí fue donde se dirigieron las dos hermanas una vez hubieron dejado los platos en la cocina. 

Cassandra fue con su hermana a la cocina para dejar los platos, en un momento los lavó ambos junto con las cucharas y los dejó escurriéndose, se secó las manos con el trozo de tela que había para ese menester y por fin miró a Trish.

-Voy a Conector, a ver si hay algo. -no especificó de qué, pero era obvio que gran parte de la búsqueda de ese día estaría centrada en lo que había pasado en Queens. 

No hacía falta que la invitase, la joven sabía que donde estuviese su hermana era bienvenida, siempre, sin importar el lugar ni la hora.

Con pasos ágiles y silenciosos la morena subió a su cuarto a por el portátil y bajó en un momento, el camino le era tan conocido que podía hacerlo a oscuras, cuando entró en la pequeña sala trasera vio a Trish esperándola. Con un asentimiento, sin ninguna otra palabra, Cass se dispuso a hacer las conexiones y comprobaciones habituales, siempre había tenido mucho cuidado de no dejar un rastro que señalase al Morris y en ese momento las precauciones eran más necesarias que nunca.

Cuando acabó se tomó un instante delante de la pantalla vacía, ordenando sus pensamientos y dejando a un lado sus sentimientos pues no podía dejar traslucir en sus mensajes ninguno de ellos. Tenía que ser Gabriel, buscador de información y de todo aquello que le pagasen, nada personal sólo negocios.

Mientras su hermana lavaba los platos Trish se quedó observando. Podía parecer pensativa, pero en aquella ocasión sus pensamientos no tenían forma de palabras, sino de sensaciones. Aún no terminaba de asumir cómo había cambiado todo en sólo unas horas. Lo que le había pasado a Nick, la charla con Robin, la certeza de que podría llegar allí adonde quería ir con sólo atravesar esa puerta... Y esa forma de todos de hablar de lo que tenía o no tenía que pasar como si de verdad hubiera algo establecido.

Normalmente Trish no habría creído ninguna de esas palabras, pero una de las voces que se habían alzado era la de Cass... Y eso lo cambiaba todo. Además de lo que ella misma había sentido y que todavía no había sido capaz de poner en palabras ni para sí misma.

Para cuando Cass acabó con los platos Trish le devolvió la mirada y asintió. La siguió al principio, pero al ver que aceleraba el paso para ir a por el portátil decidió esperarla directamente delante de lo que ella llamaba Conector. La esperó para entrar, y una vez que lo hizo se sentó en silencio en uno de los cojines. Dejó que su hermana se centrase en el ordenador, dándole un par de minutos antes de hablar.

—Me gustaría saber cómo lo he hecho —dijo al final. No creyó necesario explicar a qué se refería—. Se supone que algo así no es posible.

Los dedos de Cass empezaron a moverse sobre las teclas a toda velocidad tras ese instante de concentración. La buscadora sabía dónde buscar, a quién preguntar, y no tardó en encontrar lo que buscaba.

Por lo que decían otros buscadores se había incendiado un parque natural en Queens, justo en el borde con Long Island, y a esas horas todavía seguía quemándose. Había algún que otro llamamiento a organizarse para intentar apagar el fuego, pero esos mensajes se perdían entre el aluvión de gente intentando averiguar qué había pasado. Al fin y al cabo aquel era territorio de las Tres Cruces y seguramente ellos serían los únicos en todo Nueva York con logística suficiente para intervenir... si es que les interesaba hacerlo para salvar un bosque. 

De los comentarios Cass pudo extraer que la gente consideraba difícil que el fuego se propagase más allá. Al fin y al cabo el parque Eisenhower estaba rodeado por una carretera en todos los costados y las llamas se detendrían al llegar al asfalto. 

Algunos lanzaban a la red sus dudas sobre si el incendio habría sido provocado, pero nadie parecía tener la respuesta a esa pregunta, Cass no encontró ninguna referencia a la gente vestida de militar ni a sus jeeps. Lo que sí encontró fue un mensaje de un tal «ScoobyDumb» que aseguraba conocer a la gente que vivía en el campamento Unhood, en el interior del parque. El buscador o la buscadora detrás de ese seudónimo tan sólo trataba de averiguar si había habido supervivientes y en caso afirmativo, decía que quería ponerse en contacto con ellos. 

Cassandra estuvo un momento pulsando y leyendo, hasta que llegó la pregunta de su hermana, la miró un instante, volvió a teclear y dejó el portátil al alcance de su mano y sus ojos, pero a un lado.

-Se suponía que los alados no existían. -dijo como primera contestación, sus ojos miraban fijamente a Trish, había una ternura que sólo se dejaba ver en esos instantes a solas -No le des vueltas a eso, se las he dado yo por todos lados y... sólo da dolor de cabeza. Lo que importa es que lo puedes hacer y es mejor que aprendas a controlarlo -parecía que iba a decir algo más, pero se quedó callada de repente.

Su mirada se desvió hacia un lado, pensativa. Ella misma hacía pocas horas había sentido que podía hacer... algo, de hecho juraría que lo había hecho, aunque no había surtido ningún efecto. Tendría que encontrar el momento de saber qué había pasado, no le gustaba nada perder el control y eso había sucedido, entre otras cosas.

-Sólo puedo decirte como lo hago yo, no sé si te servirá a ti, convierto lo que quiero hacer en un deseo, uno muy profundo. Parece que tanto que acabo por visualizarlo. 

Un movimiento en la pantalla atrajo su atención y, tras una mirada a la peliazul por si tenía otra pregunta urgente, dirigió sus ojos al trozo de plástico para leer. Una ceja se alzó en el rostro pálido, en realidad la única que se veía, y la expresión que reflejó fue de escepticismo.

Trish guardó silencio mientras su hermana hablaba, llevando los ojos hacia ella aunque esta estuviese mirando la pantalla. Sí, sabía que los alados tampoco debían existir... Pero eso ya lo había pensado ella decenas de veces y de nada le habla servido. Por otro lado, la muchacha tenía la necesidad de comprender qué era lo que sucedía realmente cuando dos puntos del espacio que no tenían nada que ver se conectaban de esa forma, ya fueran puertas o mentes. Quizá a Cassandra le bastase con aceptar, pero Trish necesitaba entender. Lo había intentando sin éxito durante años... Pero ahora era distinto. Ahora tenía la certeza de que aquello había sido cosa de ella.

La muchacha se sorprendió un poco al oír que su hermana seguía hablando. Había creído que lo dejaría ahí, después de todo. Sin embargo... Lo que dijo no tenía ningún sentido científico, ni racional siquiera, y aún así se parecía bastante a lo que le había sucedido a ella.

El ceño de Trish se frunció un poco, dándole vueltas a lo que algo así podía significar e implicar. No para la comunidad científica, pues las únicas comunidades que conocía eran las que trataban de sobrevivir juntas, sino para su propia vida y los que la rodeaban.

No llegó a ninguna conclusión, aunque sí se propuso hacer ciertas pruebas.

—Entonces... —enunció al recordar lo que había explicado en la cena—. ¿Tú no siempre lo has controlado, pero a veces sí? ¿Cómo va eso? —Aquello quizá fuera otra similitud entre lo que ambas experimentaban.

Tras llegar a su conclusión —que no concluía nada más que el hecho de que le faltaban datos— frunció un poco el ceño al ver que Cass se quedaba callada y mirando la pantalla, leyendo sin teclear. Trish se incorporó un poco, dispuesta a leer por encima del hombro de su hermana lo que hubiera en aquella pantalla.

Al sentir el movimiento de su hermana Cassandra dejó que leyese la última información que había recibido. Parecía que un buscador llamado ScoobyDumb conocía a gente del campamento de los Titans y buscaba a supervivientes... para ponerse en contacto con ellos.

-Al principio no lo controlaba y creía que eran sueños, -respondió a la pregunta de Trish -muy vívidos y duraderos pero sólo sueños, pero cuando hubo un momento en que la posibilidad de lo soñado se hiciese realidad, dudé. Y cuando al fin pasó lo que había "soñado"... empecé a tratar de controlarlos y a intentar aprovecharlos. -se encogió un poco de hombros y negó con la cabeza, dando a entender que no siempre conseguía lo segundo, luego cambió de tema señalando la pantalla con el mentón -No me creo al ScoobyDumb este. Me huele a anzuelo de los de negro para encontrar a quien se les haya escapado, no han encontrado lo que buscaban y quien les pague no estará contento.

Esta reacción era la normal de la buscadora, aderezada con la alerta de las últimas noticias el resultado era que no se fiaba ni de su sombra, por eso lo compartía con Trish que siempre suavizaba sus apreciaciones paranoicas. Pero quizás en esta ocasión la morena tenía razón. 

En cuanto sus ojos estuvieron más o menos a la altura de la pantalla Trish leyó lo que allí había escrito. Empezaba a darle vueltas cuando su hermana comenzó a hablar y ella la escuchó con atención, consciente de que lo que decía era importante. Y aunque Cassandra cambió de tema la muchacha de pelo azul se quedó con lo de los sueños en la cabeza, tratando de conectar los puntos que uniesen lo que le pasaba a Cass con lo que le había sucedido a ella. Tenía que estar relacionado... Pero no tenía ni idea de cómo.

Finalmente, cuando Cassandra acabó de hablar, Trish la miró durante un instante. Estaban tratando dos temas... Y le costaba centrarse en cualquiera de ellos. De modo que tuvo que hacer un intento consciente por elegir. Cerró los ojos, exhaló lentamente... Y decidió que de los sueños y las cosas raras podían hablar más adelante. Además, su hermana era la primera que había dejado ese tema.

—¿Crees que les paga alguien? —preguntó después, abriendo los ojos de nuevo y demostrando con su expresión que ni siquiera se había planteado esa posibilidad—. Y si eso fuera cierto, ¿crees que les pagaban por encontrar la cruz, o por...? —No llegó a decirlo—. No sé... Si fuera así, ¿por qué iban a prenderle fuego a su refugio? Aunque... Pudo ser un accidente, claro.

Trish volvió a llevar la vista a la pantalla mientras su interior empezaba a adquirir cierta resolución.

—Tenemos que encontrar la forma de tirarle de la lengua a ese tío. ¿Cómo de temerario sería decirle que también buscamos supervivientes, o preguntarle qué ha pasado? Él no tiene forma de saber quién eres tú o dónde estás, ¿no?

Mientras las dos hermanas estaban hablando de repente empezó a sonar el llanto del bebé. A pesar de estar en la sala común sus berridos se extendían por los pasillos del Morris, reverberando hasta llegar a todos los rincones.

El llanto del bebé irrumpió en la estancia, que se separaba del pasillo por una tela en el quicio de la puerta, con fuerza y decisión, como si su emisor estuviese dispuesto a llamar a todos los habitantes del Morris a su presencia. La cabeza y los ojos de Cassandra se desviaron un momento de la cara de su hermana, donde se habían posado mientras escuchaba sus palabras, para luego volver a su rostro esperando que el "ataque" a sus oídos no durase mucho.

-Si no les pagasen ¿porqué iban a buscar nada? Unos tipos así sólo mueven el culo si hay beneficio, y no hay ningún beneficio en hacer... lo que han hecho. -todavía no podía decirlo en voz alta, quizás pasase mucho tiempo hasta que lo lograse sin sentir esa vorágine de sentimientos en su interior, prefería tratar de distanciarse y hacer como si no hubiese perdido a nadie -Las mafias quieren tener a gente a sus pies, las personas son recursos que pueden utilizar a su antojo, menos gente no es bueno para su negocio. -luego negó con la cabeza a su siguiente tanda de preguntas -Tomo todas las precauciones que sé, encontrarnos dependerá de lo bueno que sea*. Pero como buscador podemos pedirle la información que él tenga de la gente que busca, a cambio de hacer correr la voz y una comisión en caso de encontrar a alguien.

No estaba convencida de hacer aquello, su vena ya de por sí paranoica se había acentuado con aquella "visión compartida" y se preguntaba cuánta más gente podía haber recibido "eso", esa sensación de urgencia, de inevitabilidad, de catástrofe.

Los ojos de Trish también se dirigieron hacia la puerta al escuchar el llanto del bebé. Esperó unos segundos, pendiente de si oía pasos que llevasen al crío en caso de que este no parase de llorar, y siguió pendiente mientras escuchaba a su hermana.

Aquello le sentaba bien: una distracción. Tenía la suficiente relación con Nick para que le resultase interesante, y tantas lagunas por completar que darle vueltas era interesante. Y útil.

La muchacha de pelo azul reflexionó un poco mientras su hermana hablaba, y cuando esta terminó contestó casi de inmediato.

—¿Crees que alguien les paga por esa maldita cruz? —preguntó antes de dar su opinión—. En realidad no sabemos nada. Quizá Cratos había cabreado a alguien de una mafia importante, o de una banda, vete a saber. Por lo que sé ese tío debe ser de lo peor. O a lo mejor les pagaban, pero por asaltar Unhood y no tiene nada que ver con lo de la cruz esa. En cualquier caso... —Llevó sus ojos a la pantalla—. Eso es lo mejor que tenemos hasta ahora. —Puso una mano en el hombro de su hermana—. Venga, inténtalo. Eres la mejor, así que no te localizará ni de coña.

Cuando Trish cuestionó si los motivos del ataque eran debidos a la cruz de la que habían hablado Robin y Clem, Cassandra miró a su hermana como si le hubiese salido un tercer ojo en la frente, o algo por el estilo. Sus cejas se elevaron escuchando las otras posibilidades que proponía y acabó negando y sonriendo tristemente cuando alabó su pericia.

-Lo que dices sobre Cratos podría ser posible si no fuese por... los avisos. Que al mismo tiempo que sucedía el ataque yo lo haya visto y en el mismo momento Clem también, no es casualidad. Podemos llamarlo como nuestras creencias nos pidan, pero sabiendo que lo que creíamos mitos imposibles son verdad, no podemos decir que ha sido simple casualidad. -miró los claros ojos y levantó la mano para echar hacia atrás el pelo azul con ternura -¿Ves que esos energúmenos de negro puedan saber lo que hacer con la cruz? Porque yo no los veo ni muy estudiosos, ni muy religiosos para que les pueda interesar un objeto así. 

Se calló de repente, como si en su mente hubiese mucho más pero ese no fuese el momento de decirlo, o al menos hubiese algo más urgente.

-Pero tienes razón, esto es nuestra única pista. -se pasó la lengua por los labios humedeciéndolos mientras tamborileaba la carcasa del portátil con las yemas de los dedos -Veamos, si empiezo preguntando por la pasta alejaré cualquier sospecha de interés personal...

Comenzó a hablar en voz alta y a teclear el mensaje que pensaba enviar.

-Algunos nombres y descripciones de esa gente que buscas serían de ayuda, y ¿qué pago hay para quién propicie ese feliz reencuentro? 

-¿Demasiado directo? -preguntó a su hermana enseñándole el texto mientras en una pantalla anexa comenzaba a introducir comandos para hacer irrastreable su ubicación.

Pasaron algunos minutos en los que el bebé parecía calmarse sólo durante algunos segundos para luego volver a berrear con más fuerza, hasta que, finalmente, terminó por callarse y la calma volvió a reinar en los pasillos del refugio.

Trish tardó un instante en comprender a qué se refería su hermana con lo de los avisos. Sin embargo, cuando lo entendió su piel se erizó. Normalmente no habría creído en nada así. Pero la sensación de predestinación que había notado ese día no se le había terminado de quitar de la cabeza. Además, si no tenía motivos para dudar de su hermana, tampoco debería tenerlos para dudar de la palabra de Clementine, aunque sí convenía extraerle las capas superiores de polvo con las que impregnaba cualquier cosa de una fe irracional.

Con la pregunta de su hermana Trish se encogió de hombros.

—Yo no los veo estudiosos, ni los dejo de ver —comentó como si ante eso poco pudiera decir. La explicación era sencilla—. Yo no los he visto.

Después de ese comentario Trish prestó atención al mensaje de la pantalla. Trató de ponerse en el lugar de la persona que lo recibiera. En realidad no tenían ninguna confirmación de que fuese quien andaba tras la cruz y no, por ejemplo, el nuevo novio de Alec.

—Qué va —respondió la muchacha—. Está perfecto.

Trish se quedó un instante más mirando el monitor.

—Pregúntale si también busca información de los atacantes —añadió—. Si nos dice que esa ya la tiene, por ejemplo, a lo mejor le podemos sacar algo.

-Cierto- pensó la buscadora ante la contestación de su hermana referente a los atacantes, como respuesta le dio un asentimiento de cabeza y un encogimiento de hombros a modo de disculpa mientras seguía tecleando. En realidad se dijo que no hacía falta verlos para saber cómo eran: bastaba visualizar a Morgana, pero en bruto.

-Vaaale. -dijo a su propuesta.

Con los comandos de encriptación de dirección y enrutamiento por varios servidores ya escritos, se puso de nuevo con la pantalla del mensaje para hacer el añadido sugerido.

-Algunos nombres y descripciones de esa gente que buscas serían de ayuda, y ¿qué pago hay para quién propicie ese feliz reencuentro? ¿Tienes idea de lo que ha pasado realmente? Se leen historias de todo tipo.

-Qué tal -preguntó mientras ella volvía a leer la programación que había preparado, esperaba que fuese suficiente, si por su culpa llegasen hasta el Morris y Trish... 

Trish volvió a poner los ojos sobre la pantalla cuando su hermana siguió escribiendo. Vio lo que añadía y lo valoró durante un instante. Era bastante diferente de lo que ella había imaginado, pero igualmente asintió. Además, Cassandra tenía más práctica en tratar con todo ese tipo de gente. Sabía mucho mejor cómo se cocinaba algo como aquello.

—Guay —dijo en respuesta, esperando a que la otra enviase aquel mensaje. Luego se quedó unos segundos mirando la pantalla antes de mirarla a ella.

—Venga, mándalo.

Al volver a hablar la actitud de la muchacha era ligeramente distinta, más decidida, como si hubiera decidido que juntas pillarían a quien estuviera detrás de aquellas letras.

—¿Ya has intentado rastrearlo tú a él?

El apoyo incondicional de Trish era una fuente inagotable de energía positiva para la buscadora, por lo que con una sonrisa de convencimiento le dio al "Enter".

-Enviando...

La siguiente pregunta de su hermana hizo que una ceja se alzase en su rostro, sopesando la propuesta durante un momento, y de inmediato se sumergiese en el teclado. Partió la pantalla en dos ventanas, una con la conversación y otra para rastrear el origen de la señal, y comenzó a teclear una amalgama de palabras que no lo eran. Al menos no estaban en el idioma que hablaban.

-Tú estate pendiente de si responde, yo voy a ver si_^iii ssssaco algo.

Era un día triste, desde luego. La tristeza aún latía en el pecho de Trish. No como lo hacía su corazón, sino de una forma más suave y constante, amoldándose a su forma para permanecer con ella cuanto más tiempo, mejor. También notaba aún el rastro de la preocupación y el agobio en la garganta, como si el cansancio de pedalear a toda prisa hubiera dejado una secuela difícil de describir. Sin embargo estar allí con Cass le ayudaba a mirar hacia adelante. Al menos se sentía como si estuvieran haciendo algo, no como los que se habían quedado hablando sobre Nick en la sala común. Ya habría tiempo para hablar. Esa noche no.

Con las palabras de su hermana asintió y echó un ojo a la ventana que le correspondía. Sin embargo, no tardó en desviar los ojos hacia esa en la que ella escribía, queriendo encontrarle lógica a aquel código. De ahí en adelante estuvo atenta a las dos, alternando sin prisa y sin interrumpir a Cassandra.

Los dedos de Cass se movieron con habilidad por el teclado, manejando su programa de rastreo en busca del origen del mensaje de la persona que se escondía tras el nick de ScoobyDumb. Lo primero que pudo concluir fue que él o ella se había ocupado de esconder su ubicación, como había hecho ella misma. No todos los buscadores tenían esa capacidad, pero no era la primera vez que encontraba gente que utilizaba programas para ocultarse, ella misma lo hacía. Omega lo hacía, hasta que directamente había desaparecido de la red. 

Pasó algunos minutos intentando romper sus defensas y en algún momento pensó que lo había logrado, sólo para volver a encontrarse en otro punto muerto. Sin embargo, al final llegó a estar bastante segura de que, fuese quien fuese, no estaba operando desde Queens.