Partida Rol por web

El lugar que Macbeth había bautizado como Trafalgar Tavern había sido mucho tiempo atrás una cafetería de instituto, reconvertida ahora en taberna. Se encontraba en la planta baja del Instituto Gregorio Luperon y tenía dos entradas, una directa desde la calle, en una fachada lateral, y la otra desde el interior del instituto. 

El suelo de madera aún se combaba en la zona que sufrió una inundación el diciembre anterior, la misma que alguien aprovechó para romper el cristal de una de las ventanas, por cuyo hueco dentado se colaría desde entonces el frío, más acusado en invierno. Ese mismo suelo se mostraba reseco y desgastado en el centro y de las paredes todavía colgaban algunos pósters reciclados, con citas literarias, sacados de la biblioteca del centro hacía años y casi ilegibles ya a aquellas alturas. 

Nueva York, 13 de noviembre de 2037, 22.30.

El ambiente en el garito estaba animado cuando Trish entró. Tras la barra estaba Macbeth, camarero, dueño y mecenas del Trafalgar Tavern. Acodada en un extremo de ella alcanzó a ver a Bonnie, todavía lo bastante sobria como para estar soltándole el rollo a un par de jóvenes del grupo de McAvoy. 

Había por allí más rostros conocidos para la inventora. Estaba William, charlando con Chloe en una de las mesas del fondo, y también estaba la chica simpática que había conocido horas atrás, Lisa, cuando todos sus problemas se relacionaban con el bebé. Ella estaba con otros dos que parecían también formar parte del grupo que tenía su refugio sobre el bar. 

Pero también había gente ajena a los McAvoy allí. En una de las mesas un grupo estaba jugando a los dados y entre ellos Trish reconoció a Dauntay, del grupo de Madre Laura. Y al fijarse en otra pudo reconocer a Jimmy, que parecía estar haciendo algún tipo de negocio con una mujer. 

El breve paseo hasta el Trafalgar hizo que Trish empezase a darle vueltas a todo. Salió del Morris con ganas de desconectar y llegó al sitio taciturna y callada. Entró, y aunque su primera idea era sentarse en una esquina a beber y estar sola pronto se dio cuenta de que eso iba a ser más difícil de lo que pensaba. ¿Que si quería la dejarían en paz? Seguro. Pero al repasar el sitio con la mirada tomó conciencia de que al menos Jimmy querría saber qué pasaba con lo suyo, de que ella querría preguntarle a Dauntay por Axel y de que tendría que encontrar cómo hablar con Macbeth.

Al final eran demasiadas cosas, así que empezó por lo más sencillo. Sin saludar a nadie se acercó a la barra, se sentó e hizo un gesto con la barbilla al dueño.

—Eh, Mac —enunció con un tono casi monocorde—. Ponme una birra, porfa. —En ese momento decidió poner las cosas por delante—. No te la pagaré ahora.

—¿Qué hay, Trish? 

Tras el saludo, Macbeth asintió con la cabeza aceptando que la joven le pagase en otro momento, y se fue hacia una puerta que había tras la barra. Apenas un momento después volvió con una jarra llena hasta el borde con una cerveza dorada y espesa. Si bien el líquido no llegaba a estar frío del todo, la jarra parecía recién sacada del exterior, suficiente para refrescar su contenido. 

La puso sobre la barra y contempló a la muchacha con el ceño ligeramente fruncido.

—Dime, ¿sabes algo de Clementine? Tenía que haber venido hoy a tocar y no se ha presentado. ¿Le ha pasado algo?

Trish no contestó a lo primero que le dijo el dueño de la taberna. Esperó con la mirada en la barra, y cuando el sitio en el que estaban sus ojos fue ocupado por una cerveza acercó las dos manos a la jarra. Notó su temperatura y aunque traía el frío de fuera no apartó su piel. Se imaginó el frío extendiéndose por sus brazos mientras Macbeth hablaba, y ya veía en su cabeza sus codos inmóviles y congelados cuando este acabó. Trish torció la boca y tardó en contestar. En lugar de responder de inmediato dobló sus codos de hielo y empezó a beber de la jarra. Bebió y bebió hasta que vació la mitad del contenido. Luego la dejó sobre la barra sin apartar la mirada de ella. Y para ese momento no tuvo en cuenta ninguna de las advertencias de Morgana. No es que las olvidase, sino que, bueno... Le dieron igual.

—Estaba haciendo una misa porque Nick ha muerto.

Desde el otro lado de la barra Trish pudo notar cómo las pupilas de Macbeth se contraían al escuchar su respuesta y el color de su rostro palidecía un poco de modo que la cicatriz que cruzaba su mejilla resaltase más. El hombre pestañeó, asimilando esa información sin apartar los ojos de la muchacha, escrutando su cara, fijándose en la rojez de sus ojos y en la ligera curva que tiraba de las comisuras de sus labios hacia abajo. Finalmente, apoyó una mano en la barra y se pasó una mano por los finos y pálidos cabellos. Luego resopló una maldición entre dientes antes de volver a hablar en voz alta.

—¿Cómo ha sido, Trish? ¿Qué ha pasado? —parecía saber lo que iba a escuchar pero necesitar oírlo de todas formas—. ¿Cuándo?

Tras dar aquella noticia Trish se desinfló en un suspiro. No llegó a levantar la mirada de la barra, como si no pudiese encontrar fuera de ella, de la jarra o de la cerveza algo más interesante. Sí miró al hombre al oír sus preguntas y se echó un poco hacia atrás. Se sentía cansada y desanimada, y por un momento se arrepintió de haber dicho nada. ¿Quería hablar de ello? Realmente no. ¿Macbeth estaba mejor antes de saberlo? Desde luego que sí. Pero sabía que ir allí y no contarlo no estaba bien, aunque en ese momento fuese demasiado ciega para entender por qué.

—Acompañó a Robin esta mañana a ver a su familia —explicó—. Unos tíos atacaron Unhood y le pegaron un tiro. —Volvió a echarse hacia adelante, apoyando los codos en la barra al tiempo que recordaba una vez más las palabras de Morgana—. No se lo digas a la gente aún, ¿vale? Aún no sabemos qué vamos a hacer. —A pesar de estar haciendo esa advertencia Trish no se molestó en mirar alrededor y comprobar si alguien les estaba escuchando. 

El hombre asintió despacio con la cabeza, aún con los ojos fijos en la muchacha, como si con ese gesto pudiese asimilar mejor la mala noticia que Trish había dejado caer sobre la barra sin cuidado alguno. Pasaron dos segundos de silencio después de esa última petición, en los que Macbeth parecía estar dándole vueltas a algo, o tal vez evaluando a Trish. Finalmente apartó su mirada de ella y pasó un paño por la barra, a pesar de que ya estaba limpia. 

—Hay... gente, Trish —dijo entonces, con un tono cauto—. Nick tenía amigos que tú no conoces. —Hizo una pausa y él sí que miró alrededor antes de seguir hablando—. No hablo de Dima o los otros mafiosos. Hablo de que Nick tenía intereses que mantenía en secreto... Deben saber lo que ha pasado, no porque vayan a utilizar esa información, sino porque entre esa gente hay personas que apreciaban de verdad a Nick, que se preocupaban por él. —Se detuvo de nuevo y contempló a la joven con ojos valorativos antes de añadir algo más—. Si él no te ha contado nada de la Hermandad, no debería ser yo quien lo hiciese. Pero no te voy a mentir y decirte que voy a guardar su muerte en secreto.

En el momento en que Trish escuchó que había gente de inmediato creyó que Macbeth se refería a que había gente escuchando. Levantó la mirada justo mientras él seguía hablando y su ceño se frunció. Y cuanto más hablaba el tipo menos entendía la muchacha. ¿Es que acaso hablaba de otro Nick? Un rato atrás Clementine le iba con sus santos ovarios a decirle que Nick era creyente, ¿y luego eso?

La mandíbula de Trish se apretó. No solía estar enfadada, pero en ese momento se sentía como si llevase toda una vida así. Trish no le había pedido tanto al tipo: sólo una cerveza y que tuviera la boca cerrada. Y le venía con a saber qué historia de que Nick estaba en un hermandad secreta o algo así. Estaba claro que Nick, su Nick, no había sido tan suyo como creía. Ella siempre había pensado que habían sido ellos dos contra el mundo, ellos dos montando el Morris, ya con Cass al lado, ellos dos sacándolo todo adelante... Pero estaba claro que no eran el equipo que había pensado. Y ante eso Trish sólo pudo ersponder a Macbeth de una manera.

—Pues que les den bien por el culo, y a ti al primero.

En ese momento se recordó a Morgana... Y ni siquiera le importó. Joder, ¿es que ni siquiera podía haberle dejado cinco putos minutos en paz fuera del Morris, tomándose una cerveza tranquila, antes de irle con esa mierda?

Las mandíbulas del camarero se tensaron un poco con la respuesta de Trish, pero en su mirada había cierta comprensión hacia el enfado que bullía en el pecho de la chica, como si pudiera reconocer ese fuego en él mismo. Negó levemente con la cabeza y luego enderezó la espalda, separándose así un poco de ella antes de hablar de nuevo con naturalidad, como si ella no acabase de decir aquello.

—Toma lo que quieras, esta noche invita la casa —señaló, haciendo un gesto hacia la jarra que sostenía la chica—. Considéralo mi brindis por Nick. Y si en algún momento quieres hablar de ello, ya sabes dónde estoy. 

El antiguo profesor dejaba con esas palabras una mano conciliadora tendida hacia la muchacha y también la puerta abierta para el futuro, dejándola al mismo tiempo el espacio que parecía necesitar en ese momento. Le mantuvo todavía la mirada un instante más y luego se apartó de ella para acercarse a Bonnie, que hacía aspavientos al final de la barra. 

Apenas habían pasado unos segundos desde que Macbeth se había alejado de Trish cuando la chica notó que alguien se colocaba a su lado en la barra. Se trataba de Jimmy, que giró sobre sí mismo para apoyar los codos en la barra y mirarla de frente. 

—Eh, ¿qué hace una chica tan interesante como tú en un antro como este? —bromeaba, todo en él lo decía: su sonrisa que se ladeaba, encantadora y divertida, el brillo de sus ojos, su postura indolente. Sin embargo, al ver la expresión de Trish su sonrisa vaciló por un instante y su mirada se volvió más penetrante al escrutar su rostro.

Con los labios apretados tras hablar, Trish volvió a bajar la mirada por no mirar a aquel hombre. Se sentía engañada, pero ni siquiera podía enfadarse con quien durante años la había hecho sentir especial. Quien la había hecho creer que formaban un equipo, para lo bueno y para lo malo. Quien se había muerto así, sin avisar, sin responder siquiera a una llamada mental que había llegado demasiado tarde.

A punto estuvo la muchacha de responder algo fuera de lugar a lo que dijo el camarero. Sin embargo guardó silencio con los puños apretados, conteniendo las ganas de marcharse de allí en ese mismo instante. Tomó aire, lo exhaló... Y cuando sintió a alguien a su lado levantó los ojos en esa dirección para mandarlo a la mierda sólo por colocarse allí. ¿Es que no podían dejarla sola y en paz, joder?

Sin embargo, las palabras de rechazo se le atragantaron al ver de quién se trataba. Escuchó su broma y aunque su enfado no descendió ni un ápice no terminó de trasladarse a su nuevo interlocutor.

—Beber gratis —resumió con un tono áspero y amargo, aunque con su hostilidad rebajada. Dio un trago como para demostrar aquellas palabras antes de añadir algo más—. Déjame sola, Jimmy. No es un buen momento.

El chico cambió un poco su postura al escuchar la respuesta de Trish. Giró de nuevo hasta quedar junto a ella, con los antebrazos apoyados en la barra, y desde ahí la miró, estudiando su rostro mientras su expresión se iba volviendo un poco más seria.

—Si no es un buen momento, peor lo será si te quedas sola —aseguró finalmente, encogiéndose de hombros—. Puedes contarme qué ha pasado, si quieres. O insultarme si eso te hace sentir mejor. Además, así puedes invitar gratis, ¿no? —dijo, haciendo el amago de cogerle la jarra para dar un trago él también. Le sonrió con esa pequeña broma, una sonrisa más de ánimo que de diversión.

En el momento en que Trish oyó lo que respondió Jimmy a punto estuvo de replicarle y echarlo directamente de allí. En parte porque necesitaba llevar la contraria a él y a todos. Llevársela a un mundo que le había quitado algo tan preciado como lo era Nick. Sin embargo, había algo en Jimmy que hacía que le prefiriese en el taburete de al lado, aunque fuese en silencio.

Pero después de lo de Macbeth era imposible no tener puestas las gafas de la desconfianza y mirarlo todo con recelo. La brecha que estaba a punto de abrirse en la armadura de cabreo que Trish se había puesto se cerró de golpe con lo siguiente que dijo el chico.

—Sí, claro —respondió al tiempo que apartaba la jarra de su alcance—. Contarte lo que ha pasado, para que puedas vender luego la información por ahí —dijo, acogiéndose sin pensarlo a lo segundo que él le había ofrecido.

Miró al frente unos segundos, apretando un poco los labios.

—Dime una cosa —enunció luego, cambiando por completo de tema—. Llevamos años aquí y nunca te había visto, y de repente no sólo estás en todas partes, sino que todo el mundo te conoce y da buenas referencias de ti. —Hizo un gesto con la barbilla—. ¿De dónde coño has salido, Jimmy?

Es sus palabras había algo que Trish no decía, claro. No se había parado a darle vueltas, pero la gente iba y venía, eso era lo de menos. Nick era un ejemplo más de una larga lista que incluía también a otros que se habían ido por propia voluntad. Eso era lo que quería saber realmente, si Jimmy era un residente habitual... O estaba sólo de paso.

La sonrisa del chico se amplió con aquellas primeras palabras de Trish. Se encogió de hombros con un gesto gracioso como respuesta, sin llegar a negarlas, pero tampoco confirmarlas. Luego se la quedó mirando, hasta que continuó hablando, y cuando terminó, su sonrisa se afiló y un brillo pasó por su mirada. 

—¿Me preguntas por mi vida para vender luego la información por ahí? —le preguntó, bromeando.

Después hizo un gesto hacia Macbeth señalando la jarra de la muchacha y finalmente llevó sus ojos de nuevo hacia la mirada azul de Trish y siguió hablando

—Supongo que se podría decir que me muevo rápido —dijo, algo más serio—. Pasé mucho tiempo en el Bronx, si eso es lo que me preguntas y en realidad cuando me fui de allí pensaba que volvería pronto... pero esto me gusta. Sugar Hill, quiero decir. Tampoco es que vaya a estarme quieto, eso es peligroso —aclaró, con un ligero encogimiento de hombros—, hay que estar siempre ágil. Pero voy y vengo. Puede que me quede por aquí molestándote una temporada.

No parecía que lo estuviera diciendo todo. Y en realidad no es que estuviera respondiendo del todo a lo que ella le había preguntado, sino más bien contándole lo que le apetecía. Pero al mencionar el Bronx Trish notó una inflexión en su voz que le hizo pensar que ese lugar le importaba de alguna manera que se guardaba para sí. 

Con las primeras palabras de Jimmy Trish alzó una ceja, admirándolo un poco más de lo que lo odiaba por aquella respuesta. Luego negó con la cabeza y miró al frente, dispuesta a dar un trago de su bebida y a dejar el tema cuando él siguió hablando.

Para cuando terminó de hablar ella se encogió de hombros.

—A no ser que yo me vaya antes —respondió medio en broma, aunque esa idea cada vez pasaba más por su cabeza.

—Claro que te gusta Sugar Hill, todos los que estamos aquí somos la caña —añadió después—. Zona segura, y bastante bien surtidos para pagar por los cotilleos. Además, con el Bronx lleno de mafia seguro que todos pagan más por la información, pero también están más dispuestos a pegarte un tiro.

En ese punto sí que dio un trago a su cerveza.

—¿Conoces a Ivan? —preguntó. Si él podía lucirse un poco y tirarse el moco, ella también—. ¿Te mola su brazo?

La sonrisa de Jimmy se afiló con aquella primera respuesta de Trish, pero no llegó a responder a la pulla con nada más que un encogimiento desenfadados de hombros. Y mientras los dos jóvenes hablaban Macbeth se acercó para poner delante de Jimmy una jarra de cerveza como la de Trish. El chico esperó hasta que el camarero se alejó de nuevo para responder. 

—¿Ivan? ¿Ivan Estrella? Si dices ese, lo he visto un par de veces. Tiene un brazo así como robótico, parece salido de Blade Runner o algo así —mencionó, haciendo una de esas referencias que a la joven se le escapaban pero que había oído a Nick más de una vez—. ¿Por qué? No me vayas a decir ahora que es tu novio o algo —bromeó, cogiendo la jarra para dar un trago.

Trish asintió ante la pregunta de Jimmy. Había dicho lo de Ivan nada más así, a secas, consciente de que lo del brazo diría tanto como su apellido. Al menos si el chico lo conocía. Sin embargo, al oír aquella mención a la mierda de película esa los ojos de la chica pasaron de Jimmy de nuevo a la barra, más grises que en los últimos minutos.

Se tomó sólo unos segundos, lo justo para respirar y acompañar a Jimmy en su trago con retraso. Luego dejó la jarra de nuevo en la barra y se giró hacia él, encarándolo para que fuera más sencillo dejar atrás todo aquello en lo que no quería pensar.

—No, es mi padre —mintió descaradamente antes de entrecerrar los ojos y mirarle con gesto amenazante—. Es súper protector. Cualquiera que se acerque a su hija más vale que tenga cuidado, porque no sabes las cosas que puede hacer con ese brazo hecho por los dioses. —Hizo una pausa antes de encogerse de hombros—. Bueno, y por mí.

Después de decir aquello se sintió un poco rara. No estaba muy acostumbrada a presumir, ni a chulear. Por no estar, no lo estaba tampoco a ligar, quizá de ahí que estuviera pasándose de idiota. De modo que intentó reencauzar el tema y que no pareciera que buscaba sólo halagos.

—Así que pasé una temporada por allí. Lo mismo fuimos vecinos, y no lo sabes.

Jimmy se rió abiertamente cuando Trish afirmó ser la hija del jefe de la Bratva. El brillo de sus ojos se acentuó y una sonrisa divertida persistió en sus labios aún cuando la muchacha siguió hablando. Cuando se atribuyó la creación del brazo, el chico se mostró debidamente impresionado, pero con lo último que agregó Trish, la sonrisa regresó y se ladeó con cierta picardía.

—Créeme, Trish —empezó. Su tono se volvió más cálido y se acercó un poco a la joven, como si quisiera contarle una confidencia—. Si hubiéramos sido vecinos, lo habría sabido. No me habrías pasado desapercibida.

Tras esas palabras recuperó su postura y dio otro trago a la cerveza de su jarra antes de volver a mirarla y acodarse sobre la barra, con el cuerpo encarado hacia ella.

—¿En serio hiciste tú el brazo ese? Había oído que eres una manitas, pero eso son palabras mayores, ¿no? ¿Te costó mucho? ¿Cómo aprendiste a hacer esas cosas?