Partida Rol por web

El chico no volvió a tratar de sujetarla una vez ella se soltó y dejó de gritar. Su atención viajó de regreso hacia Trish él sí que esbozó una sonrisa con aquel «sorpresa». Se acercó a ella y extendió el brazo hasta que una de sus manos acarició la mejilla de la muchacha. Tenía sus ojos clavados en los de Trish, como si buceando en su mirada pudiera comprender el milagro que acababa de vivir.

—Sabía que eras increíble, pero esto... Ha sido... —Resopló. No parecía una persona que soliese quedarse sin palabras, pero en aquel momento no las encontraba—. Joder, Trish —concluyó—. Nos has salvado. 

Por un instante sus ojos volaron hasta los labios de la inventora y rozó su cuello con la punta de los dedos. Su sonrisa se ladeó anticipando una broma cuando volvió a mirarla a los ojos. Jimmy recuperaba el humor mucho más rápido de lo que podría esperarse después de lo vivido. 

—Pero no te lo vayas a creer demasiado, ¿eh? Estaba a punto de salvarte yo a ti. 

Mientras poco a poco iba dejando de llorar, mientras la tranquilidad empezaba a extenderse a sus hombros, Trish escuchó las breves palabras de aquella chica y no supo qué decirle. Ese agradecimiento le recordó más a lo que la mujer había dejado atrás y por un momento sintió ganas de disculparse de nuevo. El gesto de Jimmy, sin embargo, interrumpió las palabras que podrían haber salido de boca de la muchacha. Lo miró por un instante, sorprendida con aquella especie de muestra de cariño que seguramente sólo vendría de la euforia de seguir vivo. Escuchó lo que decía... Y se sintió un poco abrumada. Era cierto, los había salvado. Y aún no sabía ni cómo había funcionado aquello.

La última broma, sin embargo, suavizó un poco las cosas. Dedicó al chico una sonrisa, agradecida de que normalizase en lo posible lo que acababa de suceder, y volvió a encogerse de hombros.

—Ya lo supongo —le dijo, forzándose a seguir con la broma—. Por eso lo hice: no quería dejar que te lucieras.

En ese momento miró alrededor. No necesitaba ubicarse, sabía exactamente dónde estaban, pero aún así se le hacía extraño.

—Estamos en el City Hall —informó entonces a la mujer, aún con una disculpa en la voz. Luego señaló a un lado—. Ahí está Broadway, y por ahí —señaló hacia el otro— se llega a Brooklyn.

En ese momento se sintió un poco ridícula. Probablemente sabía de sobra dónde estaba, y a saber cuánto la había desviado Trish de su camino... O si podría llegar a salvo a su destino, y más si se iba sola.

—Me llamo Trish —enunció tendiéndole la mano. Ni siquiera se pensó consultar sus siguientes palabras con Jimmy, aunque sí le dedicó una mirada mientras las pronunciaba antes de volver a ella—. Si vas a algún sitio aquí cerca, podemos acompañarte.

La chica llevó sus ojos hacia Trish cuando se dirigió a ella de nuevo, aunque parecía moverlos con cierto retraso, como si estuviera aún procesando lo que acababa de vivir. Su ceño se frunció cuando la inventora explicó dónde estaban y negó con la cabeza.

—Lo has hecho tú —dijo, y no era una pregunta sino una afirmación—. Tú nos has traído y Ellie se soltó y por eso se quedó allí con... con... ¡Oh, mierda! ¿Qué era esa cosa? ¿Y cómo hemos llegado aquí?

Los labios le temblaban y también la mano cuando cogió la de Trish por pura inercia, sin que pareciese muy consciente de ese gesto. 

—Monique —dijo, presentándose a destiempo, cuando la muchacha ya había hecho su ofrecimiento. Se pasó una mano por el pelo, despeinándose, y resopló—. Uf, no, no. Íbamos a... —dejó la frase en el aire y resopló de nuevo—. Uf. El City Hall. Da igual. Puedo quedarme por aquí, no os preocupéis por mí. Creo que iré a la estación de Chambers —dijo entonces, como si lo decidiese en el momento de decirlo— y les avisaré de... del bicho ese.

Su mirada volvió atrás y respiró profundo antes de volver a mirar a Trish.

—Gracias por sacarme. En serio. 

Jimmy se giró para mirar también a la mujer cuando Trish se dirigió a ella y cambió el peso de pierna, colgando el pulgar de la trabilla del pantalón. Aún le brillaban los ojos más de lo normal y podía leerse la euforia en su rostro, pero parecía sin duda mucho más tranquilo de lo que estaba la mujer, mostrando una rápida capacidad de adaptación. 

Dio un paso hasta colocarse al lado de Trish y pasó un brazo por los hombros de la chica, en un apretón con que parecía darle su apoyo. Asintió al ofrecimiento de la inventora cuando sintió su mirada sobre él y luego escuchó la respuesta de la chica.

—Puede que no te crean —le advirtió, torciendo la boca por un momento—. Pero si está Anne dile que Jimmy también lo vio. Mañana me pasaré y corroboraré tu historia. 

La chica asintió con la cabeza y empezó a moverse para alejarse de ellos. Su caminar era algo errático, pero al menos iba en la dirección correcta. Jimmy la contempló algunos pasos y luego miró a Trish. La sonrisa volvió a sus labios en cuanto sus ojos se cruzaron y enarcó las cejas con gracia.

—Mira lo que has hecho —la acusó, con una fingida indignación—. Ahora nos va a tocar caminar.

Cuando la chica ante ella empezó a procesar que aquello había sido cosa de Trish, ella se quedó expectante. Lo mismo había sucedido no hacía tanto tiempo con Robin, o con Hope, a la que tampoco conocía demasiado... En cualquier caso, Trish no sabía muy bien cómo debía actuar en aquellas situaciones. Era buena en lo suyo, pero no estaba acostumbrada a ser un bicho tan raro. Aún así... Hubo algo de lo que dijo que la hizo pensar. Eso de que la otra se había soltado... Trish ni siquiera era consciente del todo de lo que había sucedido ni comprendía todos los detalles de cómo funcionaba lo que había hecho. Pero desde luego si soltarla o no era tan relevante, era algo a tener en cuenta en el futuro.

En cualquier caso, cuando su interlocutora se presentó ella asintió levemente, torciendo un poco la boca luego al ver que quizá la había dejado demasiado lejos de su destino. Su gesto, sin embargo, se relajó con el agradecimiento de Monique.

La inventora tardó unos segundos en decir algo más. Se sentía como una idiota, pero el gesto de Jimmy rodeando sus hombros fue suficiente para distraerla y por un momento se sintió tentada de tomar su mano. Mientras tanto vio a la otra empezar a caminar, y cuando quiso darse cuenta tenía a Jimmy sonriéndole cerca y hablándole de ese modo.

—Vaya, perdona —dijo respondiendo a su indignación fingida con una propia, mientras una sonrisa se deslizaba por sus labios—. La próxima vez te pido la dirección exacta.

Entonces se dio cuenta de algo. Su primer impulso fue alzar la voz para llamar a la chica que se iba, pero se dijo que no era buena idea. Dio algunos pasos en su dirección, llamándola en uno de esos susurros pronunciados en voz un poco más alta. Al momento, al sentir sus hombros desnudos a pesar de la ropa, sintió una punzada de arrepentimiento, pero aquello quizá fuese importante.

—¡Eh, Monique! —enunció, apretando un poco el paso para alcanzarla—. Tengo que pedirte algo —le dijo, guardando un instante de silencio para que ella pudiera asentar esa idea—. ¿Podrías no contarle a nadie lo mío? No quiero tener jaleos con nadie, la verdad, y como esto se sepa... —Se encogió de hombros—. Ya me entiendes.

Jimmy se rió, a todas luces le divertía el juego de pullas que se traía con Trish, y luego la siguió con la mirada cuando ella escapó una vez más de él para correr en pos de la mujer. 

Esta se había girado al escuchar su nombre y se detuvo al ver que Trish se acercaba a ella con prisa. Frunció un poco el ceño en un primer momento al escuchar que la muchacha quería pedirle algo, pero en cuanto escuchó de qué se trataba, esa arruga se relajó y negó con la cabeza. 

—Tranquila —dijo—. No diré nada de ti. Tampoco creo que nadie fuese a creérselo si lo contase. Antes pensarían que estaba colocada. 

Para ese momento Jimmy se acercaba, con las manos en los bolsillos de la sudadera. Al llegar a la altura de Trish las miró a ambas. Monique asentía con la cabeza a modo de despedida y se disponía de nuevo a marcharse. Y Jimmy aprovechó ese momento para intervenir. 

—¿Vamos? —le preguntó a Trish—. Nos queda una buena caminata hasta Red Hook.

—Gracias —respondió Trish a la chica antes de dar un paso atrás. Luego hizo un gesto de despedida con la mano—. Nos vemos.

Después de eso se giró hacia Jimmy.

—Vamos —enunció, echando a andar de inmediato. Trató de hacerse una idea de cuánto tiempo tardarían en llegar, y aunque se sintió tentada de lanzar una nueva pulla al chico acabó por negar con la cabeza—. Creo que no voy a volver a coger el metro en la vida.

Lo cierto era que en aquel momento Trish ni siquiera tenía ganas de seguir con aquel trabajo, fuera el que fuera. Si alguien le hubiera preguntado, probablemente habría preferido volverse al Morris. O caminar por Sugar Hill sin rumbo, pero en un entorno más o menos seguro. Y no es que no le apeteciera cumplir con lo que Jimmy hubiera prometido, sino que sabía que le iba a costar centrarse. La imagen de aquel gusano —y aún más, el olor— seguía presente en su cabeza, y probablemente lo estaría mucho tiempo.

—¿Habías oído alguna vez sobre algo así?

En cuanto se pusieron en marcha Jimmy recuperó esa forma de moverse que Trish ya le había visto un rato atrás, caminando junto a las paredes de los edificios y mirando alrededor cada pocos pasos. La muchacha aún tenía la adrenalina recorriéndola bajo la piel, pero comenzaba a notar el frío que se extendía por la ciudad. Jimmy caminó en silencio hasta que Trish lanzó su pregunta y entonces la miró, sin sonrisas burlonas. Parecía tomarse sus dudas en serio. 

—Oído... se oyen muchas cosas —dijo, con un ligero encogimiento de hombros—. Había oído historias, claro, de los zombis del SoHo, y de monstruos y criaturas que viven en las sombras... pero no sé. —Hizo una pausa y su mano buscó la de Trish, para sostenerla mientras caminaban—. Nunca me lo había tragado, ¿sabes? Pensaba que sólo eran tarados intentando asimilar sus mierdas. 

Dio varios pasos en silencio y luego ladeó el rostro para mirarla de nuevo. 

—¿Y tú qué? —La señaló con la barbilla al devolverle la pregunta. No especificó, pero parecía referirse a algo más que a si ella había escuchado hablar de criaturas. Parecía estar invitándola a hablar de lo que había hecho ella.

Mientras seguían caminando Trish tiró un poco de sus mangas, haciendo que llegaran hasta sus nudillos y cubrieran parte de su pulgar. Miraba a Jimmy, dudando sobre si debería o no decir algo más sobre lo sucedido y esperando su respuesta. Al escuchar que él sí había oído cosas prestó atención mientras su ceño se fruncía un poco, más aún al oír aquello de los zombis y demás. Estaba claro que no era lo mismo. Trish ya no estaba para descartar nada, pero si tuviera que apostar habría dicho que aquello no eran más que cuentos... Al menos hasta que se paraba a pensarlo. Sucedían muchas cosas extrañas últimamente. Demasiadas. ¿Y si lo que llamaban zombis era algo como lo que le pasaba a ella al hablar a la cabeza de Robin, o al cambiar de puerta? ¿Y si había algo de verdad?

Los ojos de la muchacha se fueron hacia el asfalto mientras seguía caminando. Cada vez que creía que empezaba a entender el mundo, este le daba una bofetada de irrealidad tan sólida que podía matarla. Cuando la pregunta de Jimmy llegó esta le sacó de sus pensamientos.

—¿Yo? —preguntó, más por la sorpresa que por otra cosa. Lo miró un par de segundos antes de proseguir—. Yo no había oído nada de eso.

Después de eso volvió a llevar su vista al frente.

—Y como cuentes por ahí algo de lo mío, ya sabes que no hay sitio donde al que no pueda llegar si te escondes —lo amenazó bromeando, queriendo quitar algo de hierro al asunto. Luego suspiró—. Si lo que me preguntas es cómo lo hago, no tengo ni idea. Es como si hubiera un par de engranajes que se salieran de su sitio un momento, conectando dos sitios que están lejos, y por un momento estuvieran a un paso. Me ha salido algunas veces —prosiguió—, aunque hasta hace un par de días no había llevado a nadie conmigo. Si te digo la verdad, ni siquiera estaba segura al cien por cien de que fuese a salir bien. —Se encogió de hombros—. Supongo que hemos tenido suerte.

Entonces se dio cuenta de que la información de Jimmy podía serle más útil de lo que normalmente esperaba. No se planteó hablarle de Cass, o de Clem, o de Daniel, pero...

—¿De algo como eso habías oído?

El rostro del chico abandonó la seriedad al recibir la sonrisa de Trish. Sus labios se curvaron en respuesta y recolocó la mano para enredar sus dedos en los de la muchacha mientras caminaban. Escuchó con atención lo que ella iba explicando, contemplando su perfil, hasta que con aquel encogimiento de hombros, fue él quien llevó la vista al frente. 

La pregunta de Trish no recibió una respuesta inmediata. La chica pudo ver cómo Jimmy emitía un leve suspiro y notar cómo sus dedos se tensaban una pizca. Sacó la mano que tenía libre del bolsillo de la sudadera y se la pasó por el pelo, despeinándoselo en un gesto capaz de derretir a cualquiera. 

—He oído algo así —dijo al fin, aunque parecía por su tono de voz que no tenía intención de ahondar demasiado en ello—. Y sé que es peligroso que lo uses tan abiertamente. Si alguna de las cabezas de las mafias se enterase de lo que puedes hacer... bueno, te lo puedes imaginar. Has sido muy generosa con esas mujeres del metro, pero deberías tener más cuidado. —Estaba... ¿riñéndola? Desde luego eso es lo que parecía por su tono—. Si ayudas a alguien que se vaya de la lengua...

Dejó la frase en el aire durante el tiempo que dura una respiración y ladeó el rostro para mirarla. Por un momento sus ojos la contemplaron calculadores, como si estuviera valorando las posibilidades que se abrían para la inventora y poniéndoles precio, pero fue apenas un instante fugaz antes de que sacudiese la cabeza, como si quisiera sacarse esas ideas de encima. Y entonces la señaló con la barbilla al lanzarle un par de preguntas.

—¿Puedes ir a cualquier sitio? ¿O tienes que conocerlo? ¿Y qué pasa si la puerta está cerrada con llave? —Hizo una pausa y alzó ambas cejas—. Trish. ¿Eres consciente de las cosas que podrías llegar a hacer si lo dominaras? 

Trish no sabía cómo, pero de repente habían pasado de estar separados una vez más a estar caminando agarrados y con los dedos enredados. Por un momento miró a Jimmy, consciente de lo muy experimentado que él debía ser en ese tipo de cosas. Se notaba a leguas que sabía qué hacer y cómo, y ella a su lado se sentía... Como una niña, al menos en ese sentido. Aunque era imposible ver cómo hacía esas cosas que hacía, como cuando se despeinaba de esa forma, y no querer quedarse a su lado.

A la muchacha de pelo azul le extrañó un poco que él dijera haber oído algo así y no explicase nada más al respecto, pero aplazó sus preguntas para escucharle. Sintió ganas de protestar un poco más tarde, cuando él pareció estar riñéndola por haber salvado a alguien. Entendía lo que decía y por qué, pero sabía que si se viera de nuevo en la misma situación lo único que cambiaría es que se aseguraría de que la otra no se soltase.

Poco después, cuando él la miró de ese modo entre su explicación y sus preguntas, ella interpretó su mirada como si estuviera estudiándola, cosa que le hizo sentir un poco avergonzada. Sin embargo, en ningún momento se había amilanado, ni siquiera cuando estaban negociando en la mesa de la sala común del Morris y ella se había tirado el farol de cómo había conseguido información sobre Lis. Al final, sin embargo, sonreírle fue inevitable.

—Sí, claro —enunció—. Podría llevar a Mogarna al cuarto de baño de Dima mientras él está cagando, y llevármela antes de que entren cuando oigan un disparo —dijo como ejemplo improvisado—. Pero creo que no es tan sencillo. Hasta ahora, ni siquiera me ha funcionado siempre... Aunque sí siempre que lo he necesitado.

Después de eso dio un par de pasos en silencio, pensando en lo que él le había preguntado.

—En realidad no sé muy bien cómo funciona —contestó después—. Pero sí he ido a un sitio que no conocía, aunque es mucho más complicado. —Luego lo miró directamente a los ojos, levantando un poco su mano para sujetar mejor los dedos de él—. ¿Qué cosas crees tú que podría hacer?

La seriedad de Jimmy se esfumó en una carcajada en cuanto Trish expuso su ejemplo. Y aún reverberaban los ecos de la risa en su garganta cuando negó con la cabeza mirándola. «Eres increíble», decían sus ojos con claridad cuando la risa se retuvo en una sonrisa que apretó sus mejillas.

—Podrías hacer lo que te diera la gana —respondió, apretando más sus dedos como si así pudiera transmitir esa idea a través de la unión de sus manos—. Conseguir... cualquier cosa... guardada en cualquier lugar. Con la ayuda de un buscador que te cubriese los pasos podrías convertirte en una ladrona de élite. Podrías vivir como quisieras. Como una reina. Oh, vamos. —Alzó las cejas, anticipando que venía algo grande—. Podrías colarte en el Empire State y llevar un ejército justo al lugar donde descansa el alado de mierda que lo domina todo. 

Hizo una pausa. Se la quedó mirando, dubitativo, como si dudase si decir algo o no. Sus ojos clavados en los de ella, incluso se ralentizó su caminar. Y, cuando siguió hablando, su tono se había vuelto más íntimo y las palabras salieron de su garganta como a regañadientes.

—O podrías ayudarme a rescatar a mi hermana.

Trish sonrió algo más al escuchar reír a Jimmy, uniéndose al final a su carcajada con su propia risa. Sin embargo, la suya tenía una ligera timidez. Hablando abiertamente de aquello se sentía... Expuesta. Pensó si no debería contarle también que aquello no era lo único que podía hacer, pero tras empezar a oírle hablar se apartó esa idea de la cabeza. Las aplicaciones que él encontraba a lo que ella hacía estaban bien, desde luego, pero desde que había ido a buscar a Robin ella sentía que había algo más que eso. Que tenía que cumplir un destino, y desde luego ese no era vivir como una reina.

Le habría gustado negar que aquellas cosas le interesasen. Y es que tras criarse como se había criado, tras vivir con el Relojero, no valoraba los lujos tanto como otros. Aunque sí le habría gustado sentirse segura. Pero estaba convencida de que si acababan con aquel alado, por ejemplo, otro ocuparía su lugar. No serviría de nada.

Miró a Jimmy para explicarle eso último, cuando él dijo aquella última frase que hizo que ella detuviera sus pasos. Tragó saliva, sintiendo cómo la piel de su nuca y de sus brazos se erizaba y se apartó de debajo de sus hombros para quedar frente a él, desenlazando los dedos pero sin soltar su mano. Lo miró a los ojos un instante, confusa. La imagen que tenía de Jimmy no era de alguien con una hermana presa, secuestrada, o lo que quiera que fuese que estaba diciendo. La imagen que tenía era de un chico sin problemas, capaz de solucionarlo todo, de enterarse de todo... Aunque estaba claro que esa era precisamente la imagen que él quería proyectar. Trish sabía que en ese mundo todos tenían mierda encima, pero no se había parado a pensar en que él pudiera estar pasando por algo así.

—Explícate —le pidió con un susurro, sintiendo el impulso de llevar una mano a la mejilla de él, pero conteniéndolo—. ¿Dónde está?

El chico cambió el peso de una pierna a la otra bajo la mirada escrutadora de Trish. Sus ojos hablaron por un brevísimo instante de una fragilidad oculta tras la seguridad desenfadada con la que Jimmy pisaba el mundo. Sus párpados se entrecerraron y Trish pudo notar cómo cogía aire despacio. Tras ese escaso momento que desvelaba que era humano, Jimmy pestañeó y sus labios se curvaron en media sonrisa. 

—Eres muy dulce, Trish —susurró, alzando sus dedos para acariciar su mejilla con el dorso—. Pero no te pares aquí.

Tiró un poco de su mano para que se pusiera en movimiento de nuevo a su lado. Algunas sombras los sobrevolaron en dirección al Empire State, desvelando que había movimiento aquella noche entre los alados. Jimmy tardó varios pasos en hablar de nuevo.

—La tiene la Reina Roja. Pero vamos paso a paso, ¿vale? —propuso entonces—. No puedo pensar en Val esta noche. Tenemos un trabajo entre manos y acabamos de escapar de un gusano gigante usando una puerta mágica. —Vació sus pulmones en un suspiro y aligeró su tono después, bromeando—. Además, te veo capaz de querer ayudarme gratis y eso no puede ser.

Trish estaba preparada para dos cosas: que Jimmy contestase a su pregunta, o que se negara a hacerlo. Pero no estaba preparada para oír cómo él decía que era «dulce». No recordaba que nadie la hubiera llamado así, nunca. Quizá se equivocaba, claro, pero al menos en ese momento se sintió como si de repente todo aquello de Jimmy fuese mucho más consistente, mucho más real, y más aún con la mano del chico en su mejilla.

Ponerse de nuevo en movimiento sirvió para disimular su vergüenza, su forma de no saber adónde mirar y al mismo tiempo querer mirarlo sólo a él, su temor. Y también su sensación de no tener que estar pensando en todas esas cosas mientras tenían un trabajo entre manos y el asunto de la hermana de él.

Después de los primeros pasos Trish volvió a mirarlo, escuchando lo que Jimmy explicaba. «No te preocupes», se dijo, «Pensaré en ella por los dos». Mientras seguían caminando la muchacha empezó a atar cabos, preguntándose si aquello no tendría que ver con el deseo del chico de visitar a Dima con una recomendación.

—¿Ayudarte gratis? —preguntó la chica acto seguido frunciendo el ceño, como si estuviera diciendo un disparate—. ¿Lo dices por lo de Monique? Qué va —aseguró, haciendo un gesto con la mano para descartar aquella idea—. La ayudaría gratis a ella. Tú estarías en deuda conmigo al menos hasta que secuestrasen a la mía.

Trish hablaba de aquello con sencillez, como si las cosas fueran verdaderamente simples.

—Ni siquiera estaba segura de que la Reina Roja existiera —comentó después, llevando su vista hacia el cielo un instante.

El chico se rió por lo bajo con la respuesta de Trish. Tras aquel momento de vulnerabilidad había recuperado su aire seguro y atrevido. Pero con el último comentario de la muchacha, su ceño se frunció un poco y negó con la cabeza.

—Pues existe, ya te digo yo que esa cabrona existe —afirmó sin ápice alguno de duda—. Creía que te codeabas con todos los capos, pero al final va a resultar que no sabes nada, Trish Nieve. —Soltaba así de nuevo una de esas bromas recurrentes en Nick que provenían de un mundo que ella nunca había llegado a conocer... Y que a Jimmy debería quedarle igual de lejano. 

Caminó algunos pasos antes de que su voz de nuevo adoptara el tono de una confidencia y sus ojos buscasen los de Trish con cierta intensidad. 

—Val es como tú. —Dejó un par de segundos para que esa idea calase en la mente de ella y luego siguió hablando—. Por eso quiero que tengas cuidado con lo que haces y delante de quién. Podrías acabar formando parte de la colección de freaks de la Zorra Roja.

La broma de Nick en boca de otro una vez más produjo una sensación agridulce en Trish. Bajó la mirada, pensativa, y dio algunos pasos más antes de disponerse a contestar. Cuando lo miró para hacerlo, sin embargo, y sus ojos se cruzaron, no pudo sino seguir escuchándole.

Aquella advertencia fue... Inesperada. Trish ni siquiera tenía claro hasta unos días atrás que hubiera otros como ella. Quizá podía contar a Dan... Pero no mucho más. Había sido una sorpresa lo de Cassandra, y luego lo de Clem, pero lo que contaba Jimmy era algo muy distinto. De repente ya no tenía ganas de salvar sólo a la hermana del conseguidor, sino a todos los que hubiera allí.

—Yo es que sólo me codeo con los que son buena gente —dijo, apartando un momento de su cabeza la idea que más curiosidad le daba—. ¿Cuánto tiempo lleva Val allí? ¿Qué puede... Ya sabes, hacer? —La siguiente pregunta la guardó durante unos segundos en la garganta, pero al final acabó por salir—. ¿Y tú?

Aquella pregunta era más importante de lo que parecía. Si Cass y ella eran freaks, como había dicho él, quizá había un componente genético. Y si era así, eso podía abrir un montón de caminos en los que hasta el momento ni había pensado.

Jimmy se rió por lo bajo y pasó un brazo por encima de los hombros de Trish. 

—Demasiadas preguntas —respondió, levantada de nuevo su máscara desenfadada—. ¿Estás tratando de sonsacarme información para luego venderla? —bromeó, sin dejar de caminar—. ¿Es eso, Trish?

Detuvo sus pasos un par de manzanas antes de llegar al puente que los llevaría a Brooklyn. 

—Ahora vamos a entrar en terreno peliagudo, así que iremos con cien ojos y sin hacer ruido.

Se la quedó mirando y extendió las manos para colocarle la capucha de modo que sus cabellos azules no llamasen la atención. Sonrió con aire divertido y al apartarse aprovechó para pasearle los dedos por la cara, con toda la intención de chincharla. Para cuando se apartó de verdad la miró con un aire de fingida seriedad.

—Venga, deja de jugar —le dijo, como si hubiera sido ella—. Si nos cruzamos con alguien, deja que hable yo. He traído para los peajes. 

Trish se contuvo de protestar al oír la respuesta de Jimmy. Por algún motivo, cuanto más le conocía más creía que nunca eran demasiadas preguntas. Acababa de descubrir que había más debajo de la coraza del despreocupado Jimmy, y ahora le quitaba las posibles respuestas. No le pareció mal, ni mucho menos, pero sí hizo que tuviera aún más ganas de saber qué estaba pasando. No dijo nada para contestar a sus preguntas, aunque sí dibujó una media sonrisa mientras negaba con la cabeza.

Un poco después, cuando él se detuvo para darle esas indicaciones, ella se lo quedó mirando como si de repente le tratase como una cría. Quizá no siempre lo aparentase, pero por muy redundante que sonase había sobrevivido toda su vida... Una época fue yendo forzada de un grupo a otro, pero con los años había aprendido. Se dejó poner la capucha y en ese momento se quedó mirando al chico a los ojos, atenta... Al menos hasta que él empezó a hacer el idiota. Ella le apartó la mano de un manotazo, aprovechando para sujetársela un instante y luego caminar a metro y medio a un lado de él y medio por detrás.

Que Jimmy hubiese llevado para los peajes podía significar dos cosas. O bien que tenía ese plan b, por si no podían o no querían subir al metro, o que siempre llevaba encima para pagar, por si acaso.

—Todo tuyo —respondió, empezando ya a caminar. Había otra cosa que le rondaba la cabeza, además de todo lo sucedido. El pelo azul no era un engorro, desde luego, era fácil solucionar lo llamativo que resultaba... Pero quizá era ya hora de cambiar.