Partida Rol por web

Nueva York, lunes 16 de noviembre de 2037, 12.40.

Las tres mujeres recorrieron varias calles, alejándose de la consulta de Nicolás, para llegar a una zona que parecía más deshabitada, en la que las fachadas estaban menos cuidadas. 

Morgana las guió hasta tomar la que había sido tiempo atrás la 117 St y avanzó hasta detenerse delante de un edificio grande que de algún modo desentonaba en aquella calle estrecha. No había lugar a dudas, aquel sitio debía haber sido una iglesia católica, simulando en su construcción con arcadas y columnas los templos de Europa, cuando Europa era el Viejo Mundo. La piedra, blanca en su origen, tenía en ese momento una tonalidad grisácea y la madera de las puertas estaba desvencijada y carcomida por el tiempo. Las cristaleras estaban rotas en muchos lugares y la verja que antecedía la breve escalinata parecía oxidada. 

Aquella iglesia no había sido bien tratada por la caída que había sufrido la ciudad en las últimas décadas, pero a pesar de eso aún conservaba cierto aire imponente, como si pudiera respirarse en el aire que la rodeaba la majestuosidad que debía haber poseído antaño. 

Al abrir la verja ésta emitió un sonido agudo y chirriante que se metía hasta el tímpano. Tuvieron que subir algunos peldaños para pasar al interior de aquel edificio abandonado. 

Dentro olía a humedad, a un moho antiguo que dejaba un sabor acre y pegajoso en el paladar. Lo que en otros tiempos debía haber sido un templo lujoso era a esas alturas ya sólo la sombra de la sombra de su esplendor. El suelo era de piedra y estaba cubierto de polvo. Las paredes salpicadas de grafitis aquí y allá. Pero hasta la pintura de los grafitis parecía vieja, desubicada. Si un día hubo retablos en las paredes, filas de bancos de madera, crucifijos o estatuas de santos, ya no quedaba ni rastro de ellos. Tan sólo las paredes y las columnas de un lugar que parecía más que vacío, desnudo, despojado. 

Al fondo estaba la arcada mayor, donde un altar de piedra resistía los envites del tiempo con un estoicismo que le faltaba al resto del lugar. Su superficie estaba adornada con molduras llenas de polvo, que representaban las intrincadas siluetas de rosas de tallos espinosos entrelazándose en las esquinas.

No parecía haber nadie allí, aparte de las tres viajeras. Dentro hacía más frío que fuera y volutas de vaho abandonaban sus labios al respirar entre aquel silencio denso que parecía envolverlo todo. Tan sólo un goteo lejano delataba la presencia de alguna gotera. 

Cuando Trish partió con sus compañeras hacia la iglesia lo hizo en silencio, taciturna. Seguía enfadada. Pero conforme los minutos pasaban se encontraba más triste que cabreada. Le daba vueltas a lo sucedido sin sacar nada más en claro, pero no se sentía a gusto con cómo había actuado nadie, ella incluida.

La muchacha tardó un par de calles en decir una sola palabra. El tic, tac de dentro de su cabeza se había quedado un poco atrás, en las maneras de Daniel y en sus palabras. No se sentía capaz de darle la razón al chico aunque, desde luego, tampoco a la militar. Sin embargo, acabó por dedicar a esta una pregunta escueta.

—¿Te duele mucho?

Se arrepintió al instante tras esa pregunta, haciéndose consciente de que era exactamente lo mismo que le había preguntado a Dan un rato atrás, y deseó que Morgana no se diera cuenta.

Cassandra lamentó que los dos jóvenes no las acompañaran, más cuando vio que la dirección que tomaban no las desviaba mucho de la ruta de vuelta al Morris, pero Daniel se veía demasiado afectado emocionalmente por lo que había pasado y era mejor así. Quizás el golpe en la cabeza era peor de lo que parecía o quizás la situación había despertado viejos fantasmas del pasado, fuera como fuese ya hablaría con él cuando se calmase, ahora tenía que centrarse en el camino y en sus compañeras.

Miró a su hermana y fue notando como la tensión de sus hombros daba paso a un abatimiento, quiso decirle algo, pero bien sabía que la peliazul hablaría cuando hubiese digerido lo que le rondaba y que eso sería un tiempo mucho más corto que si fuese ella misma quien estuviese en la misma situación.

Entonces le dedicó una mirada profunda a la ex militar, trataba de encontrar algo que decir que no soltase a la bestia herida que se encontraba dentro de ese pecho tan duro, cuando las palabras que salieron de los labios de Trish sorprendieron a la buscadora. Ella hubiese querido añadir algo más personal, mas profundo, pero no estaba segura que fuese un buen momento, cerró la boca y esperó por la respuesta. Ya trataría de hablar a solas con Morgana, así nadie más que ella podría salir herida de ese encuentro y era un riesgo que asumía.

El paseo fue en silencio y eso era lo mejor que podía pasar ahora mismo entre las tres. Daba por hecho que Cass no abriría la boca hasta la iglesia, y entonces lo haría para preguntar sobre la misma, con su actitud directa, racional y pragmática de siempre. Sintió su mirada sobre ella, pero ni una ni otra abrieron la boca. Sin embargo  casi temía que Trish lo rompiese para contar a su hermana el encuentro con Anabela. O para, quizás, disculparse con Morgana si sentía la necesidad de ello. O simplemente para habla de nuevo sobre el grupo, el destino y el futuro. Agradeció que mantuviese el pico cerrado. 

Hasta que tuvo que preguntar.

-Me duele mucho no haberle arrancado la cabeza a ese maricón de mierda amigo tuyo. Pero estoy bien, gracias, Peliazul. -No se contuvo en la respuesta sin pasar por la censura de lo correcto o incorrecto, teñida de rabia, mordaz, visceral.- Pero puedes estar tranquila, tú, tu hermana. Todos. No voy a devolvérsela. No voy a devolvérsela si no se interpone más en mi maldito camino. 

Siguió caminando, apretando los dientes- Ha quedado claro que somos una familia. Que el puto destino, que el ciego y su puta madre, que el universo y la madre que lo parió nos quiere unidos. Un maldita broma a la que debemos encontrar el sentido.

Cassandra escuchó la respuesta de la ex militar y no pudo evitar preguntar, sabía que se debería haber mordido la lengua pero esta vez ella fue mas rápida que su cerebro.

-¿Si no se interpone más? -ya estaba dicho, ahora quedaba aguantar el chaparrón -¿Qué ha pasado Morgana?

Y es que la buscadora sentía que había más en esa historia, que no habían contado todo, y si se suponía que debía dirimir disputas, intentar apaciguar ánimos o cualquier otra cosa de las que hacía Nick, debería tener todos los datos. Además de que ella sin datos no era nada.

El inicio de la respuesta de Morgana hizo que Trish buscara el suelo con la mirada. Le dolía oír cómo hablaba de Daniel, por supuesto. Y sintió ganas de tener el tacto para explicarle que no debía hacerlo sin provocar más enfados, rabia ni bloquear la conversación. Pero Trish sabía que no tenía esa habilidad, de modo que permaneció en silencio mientras la militar seguía hablando.

Para cuando la mujer concluyó, Trish se tomó un instante para pensar.

—Me vale con eso —enunció. No se sentía satisfecha, pero debía conformarse.

Sin dejar de caminar echó un vistazo a su hermana, y luego evitó mirar directamente a Morgana. Quizá Cass tuviera más suerte, y no recibiera sólo un resumen de media frase como le había pasado a ella.

-Te tiene que valer, Peliazul. -Hubiese seguido con algo más borde. Se contuvo, por esa vocecita que le sugería en su cabeza, "Es familia, es tu grupo, tu gente, frena un poco. Frena del todo". Sí, Morgana iba a intentar detener su locomotora demoledora.

Anduvo esos pocos pasos para serenarse. Sus emociones subían y bajaban en picos de intensidad abrumadora incluso para ella. La estaban desbordando. No era solo lo sucedido esta mañana. Fue lo de ayer. Fue lo que aconteció hace unos días. Era lo que podía pasar en esta semana. Se veía inmersa entre dos frentes con lealtades enfrentadas. Sacudió la cabeza apartando suposiciones e inquietudes.

-¡Coño! -soltó en un grito- Ya lo he contado. No me repito. El maldito informe se explica una vez. ¿No estabas escuchando, Cass? ¿Demasiado ocupada debajo de tu puta capucha? ¿Haciéndote una paja mental en tu mundo de colores oscuros y sombríos? -la miro unos segundos, ojos brillantes, sonrisa torva, expresión en conjunto sarcástica y de burla. Su tono adoptó el de una vocecita casi infantil- Pues vas y que te lo cuente ese niñato. ¿Queda claro? Me tocó los huevos y eso no se lo dejo hacer ni a mi puta madre, ¿vale? Me harté. Ahora ha visto mi cara más desagradable. Te tiene que valer a ti también -repitió. 

Cassandra escuchó la perorata de la ex militar mirando sus ojos, en la cara pálida de la buscadora la primera mueca de preocupación dio paso a una de sorpresa y luego a una de incredulidad, al fin sus cejas se fruncieron como si estuviese enfadada y por último una carcajada salió de las profundidades del pecho de la chica.

-Mundo de colores oscuros y sombríos... -dijo todavía con una sonrisa cuando los ecos de su risa se agotaron, entonces recuperó su expresión más seria -Me vale. Luego no digas que no tuviste oportunidad de explayarte en tu defensa, o acusación.

A pesar de su seriedad, el gesto de su rostro indicaba que todavía su interior se reía con los comentarios mordaces de Morgana sobre su persona.

Trish no respondió a lo que le dijo Morgana, ni tan siquiera asintió. Siguió caminando, decidida a no hacer enfadar al dragón. Suficiente había visto de ella un rato atrás como para presionar demasiado.

No se sorprendió cuando en respuesta a su hermana la militar levantó la voz. Bueno, mejor la voz que la mano. Aunque a decir verdad, no era capaz de imaginarse a Morgana pegando a Cass, o a Robin. Más adelante tendría que darle un par de vueltas a aquello. En otro tiempo quizá habría sido tan ingenua de preguntárselo directamente a la mujer, pero eso podía ser tan contraproducente como poco revelador.

Tras aquel grito, Trish escuchó toda aquella sucesión de pullas hacia su hermana, y decidió no intervenir. Sonrió de medio lado, eso sí, al oír cómo Cassandra se las había tomado, pero algo en su nuca se erizó al oír lo que acabó diciendo. Esperaba que Morgana no se tomase eso como una advertencia, una amenaza... O como que estaba siendo juzgada en ese momento. Así pues, decidió cambiar de tema recurriendo a algo que probablemente entendieran las tres: el humor. Ácido, corrosivo incluso si Dan estuviera delante.

—En realidad los huevos se los tocaste tú a él —dijo la muchacha. Y al momento sintió una punzada de culpa por bromear con aquello, con la posición de indefensión del chico, así que decidió no seguir demasiado por ahí. Sólo añadió una palabra más con una media sonrisa—. Literalmente.

Morgana se humedeció los labios, entrecerró la mirada turbia observando a Cass mientras se reía. ¿De ella, de lo que dijo? Se la soplaba. Optó por encogerse de hombros, “todo el mundo tiene derecho a reírse con la ironía y el sarcasmo”.

-Deberías reírte más a menudo –Morgana incluso extendió su típica sonrisa torcida, amenazadora, pero que allí adquiría un tono más bien de humor negro y guasa. Un gesto que se congeló en su cara ante la frase cargada de un propósito de intimidación o advertencia.

Morgana dio unos pasos más, asintiendo al intento evidente de Trish de desviar su atención- Oh, vaya, recuérdame de contarle ese pedazo de chiste a tu amiguito- Soltó con toda la mala leche del mundo, paladeando el placer malsano que le causaba provocar a Trih y darle donde más le doliese. Se detuvo y se giró hacia las dos, enfocando de forma directa y penetrante a Cass.

-Aclárame eso, ¿me estás desafiando a algo? ¿Tú crees que tengo que explayarme en explicaciones contigo o con cualquiera en esta puta ciudad? ¿Defensa, acusación? ¿Te escuchas a ti misma? Ahora soy yo la que debería de mearme de risa en tu puta cara. –Se mordió el labio- Pretendes hacer un juicio con todos reunidos. Eso es, ¿no? ¿O pillarme a solas para que te lo cuente, en plan jefa mamá? Tía, hazte mirar la cabeza por un loquero, estás como una puta cabra.

Al oír la respuesta que Morgana le dio Trish la miró un instante. ¿Quería que Dan se enterase de la broma que había hecho? No, y menos por Morgana. El chico que había conocido tiempo atrás probablemente no le hubiera dado importancia, pero Daniel había demostrado estar especialmente sensible... Y Trish ni siquiera sabía por qué. En cualquier caso, no le pidió a Morgana que no dijese nada, porque aquello sería como suplicarle lo contrario. Lo que sí hizo fue entrecerrar los ojos, mirándola como si le estuviera perdonando la vida... Y esperando que aquello también se lo tomase a coña.

Pero al oír cómo la militar seguía hablando quedó claro que Morgana sí había dado valor a las palabras de Cassandra. Trish suspiró bajando un momento la mirada. Entendía la reacción de la mujer, esa vez sí la entendía.

—Nadie va a juzgar a nadie —aseguró, mirando ya a la iglesia mientras se acercaban.

Cassandra negó con la cabeza, en su rostro una expresión de tristeza pero también de resolución.

-No Morgana, no quiero atacarte de ninguna de forma, nunca ha sido esa mi intención. Si me preocupo por ti, me alejas, si intento hacer broma, me insultas... si pretendo ayudarte, lo tomas como una ofensa. Cuando quieras, aquí estaré.

Y la buscadora siguió caminando, mirando la estructura en la que se iban a meter, sopesando los peligros de derrumbamiento de un edificio tan antiguo y llegando a la conclusión de que antes se caía media ciudad que aquel edifico con aires místicos.

Le empezaba a arder la herida del costado. Y las del brazo y la mejilla y la boca. Solo era su imaginación. Cerró los ojos, unos segundos, apretó por enésima vez las mandíbulas y luego dejó escapar el aire.

Esta vez no hizo mucho caso de la mirada furiosa que la peliazul le dedicó con tanto cariño- No lo haré si me miras así- fue cuento dijo con aire distraído moteado de un humor que pretendía imitar al de Trish.

Cass era otro tema. No se entendían desde días atrás, desde la muerte de Nick. Chocaban constantemente. Cuando Morgana intentaba acercarse, Cass se alejaba, la repelía. Y a la inversa sucedía lo mismo. Unos minutos antes Morgana estaba dispuesta a colaborar con ella, después de las confesiones mutuas. Decidió no dejarla sola en la cripta. Y ahora retrocedían el camino andado.

-Será que no entiendo tu humor inteligente y sofisticado.-se pintó la boca de sonrisa aviesa y desagradable- No te hagas la mártir, Buscadora. Ese rollo se lo cuentas al gilipollas que se lo crea. -La militar no sabía cuando callar o ceder.

Morga se creía con la verdad, no veía más allá de sus razones y motivos. No confiaba en su amiga como antes, y eso les estaba pasando factura. Con todo, determinada a demostrar que podía colaborar como dijo anteriormente, no añadió nada más de todo cuanto se le atascaba en la garganta, se limitó a seguirla hacia en interior de la iglesia, recargando su mala hostia y extrayendo su cuchillo de la vaina y sujetando la linterna en la otra mano.

Cassandra hizo caso omiso de las palabras de la ex militar, al menos aparentemente, la siguió al interior de la iglesia mirando a su alrededor y al ver que ella sacaba una linterna para ver en la semioscuridad hizo mismo. Se descolgó la mochila de un asa y, abriendo las cuerdas que la mantenían cerrada, metió la mano para sacar su propia fuente de iluminación. Volvió a colgarse el equipaje a la espalda y encendió el aparato alumbrando las zonas oscuras.

No se puso a explorar como hubiese hecho de ser otras las circunstancias, había ido para hacer algo muy concreto y el corazón de la joven comenzó a acelerarse en su pecho. Estaba segura de la decisión que había tomado, pero hacerlo con público hostil no es que fuese de su agrado.

La buscadora iría hasta las inscripciones y usaría su poder para intentar saber más de lo que significaban o de quien las había hecho.

La respuesta que Morgana le dio a Trish le hizo pensar que había hecho bien en llevar la conversación por ahí... Más o menos. Seguía sintiéndose un poco culpable por toda la situación, pero al menos no lo estaba empeorando. O eso creía.

Ya entrando en la iglesia, la muchacha se puso alerta cuando la verja emitió aquel sonido y se agachó un poco, caminando de ahí en adelante con pasos más flexibles. Sus pupilas estaban dilatadas y sus ojos atentos.

Al pasar al interior y oler esa mezcla de aromas Trish arrugó un poco la nariz. Siguió la visión de las linternas de sus dos compañeras y caminó por el lugar, mirando las pintadas con cuidado para finalmente fijarse en el altar. Caminó hacia él despacio, observándolo todo.

—Da un poco de mal rollo, ¿eh? —comentó, sin miedo a reconocer que certía sienta aprensión.

Después se giró hacia Morgana.

—¿Por dónde es?

Sin más dilación Morgana se adentró en la iglesia, enfocando con la linterna y empuñando el cuchillo, observando a su alrededor, escudriñando entre las sombras y más allá del haz de luz. No quería sorpresas.

-¿Mal rollo? Lo que da mal rollo es una reunión en el Morris –se burlo con una risilla cínica- Por aquí.

Llegó a la arcada mayor. Comprobó que el viejo altar de piedra se encontraba en su posición original, entonces se agachó frente a él. Sus dedos se deslizaron suaves y cautelosos por el polvoriento relieve, buscando la forma de activar el sistema.

-Clem encontró aquí el resorte, el puto altar se movió un poco y dejó al descubierto una estrecha escalera que desciende a la cripta Nosotros no vimos exactamente dónde está el truco.

Clic

El sonido de un resorte respondió al toqueteo de Morgana, que notó cómo una de las molduras del altar se movía bajo sus dedos. El altar entero se movió un poco desvelando una rendija en el suelo. Parecía estar atascado, seguramente por obra del tiempo, el polvo y la humedad, pero ahí parecía haber una trampilla que descendía. Con un empujón de la mano el mecanismo que abría la trampilla terminó de abrirse entre sonidos chirriantes y la rendija se convirtió en una abertura de un metro cuadrado. 

Los haces de de las linternas iluminaron unos peldaños de piedra que descendían hacia abajo, introduciéndose en el interior de la tierra. No se llegaba a ver el final, pero el olor a humedad y a polvo se hizo más fuerte, invadiendo de forma molesta sus fosas nasales.

El mismo olor a viejo, a polvo y aire mohoso saturado de encierro y años, aunque mucho menor que la otra vez. La cripta se había ventilado en cierta medida. Necesitaría una dosis más grande de aire limpio para refrescarse el desagradable tufo a rancio.

Enfocó con la linterna- Solo son unos pocos escalones. Muy estrechos. Cuidado, resbalan un poco.- Inició el descenso la primera guiando a sus dos compañeras.

Cassandra siguió a la ex militar en silencio, sus ojos escaneaban el lugar pero sus labios permanecían sellados, el mecanismo tan simple y a la vez tan oculto del altar logró que una de las cejas de la buscadora se alzara, luego fueron sus oídos y su nariz los que se encogieron ante los chirridos, el polvo y la humedad.

Cuando Morgana inició el descenso la morena la siguió después de dar un vistazo a su hermana para asegurarse que las seguía, no estaba segura que dejar la parte de arriba sin vigilancia fuese buena idea, pero eran sólo tres y no podían hacer otra cosa. Esperaba que nadie entrase en la iglesia mientras estaban allá abajo. Hizo caso de Morga y fue bajando despacio, iluminando justo debajo de sus pies para que el haz de luz le llegase a los peldaños detrás de ella y así Trish no tuviera ningún problema.