Partida Rol por web

Arrastrándose por los suelos de la clase de Duelo, sorteando cajas, saltando por encima de contendientes y surcando los aires cuando se tiraban en plancha, las crías consiguieron reunirse en un punto intermedio de encuentro. Arrejuntaron todas las cajas de alrededor para conformar un fuerte cuasi-inexpugnable -al fin y al cabo eran cajas de cartón- y se escondieron para planear su curso de acción.

Pero sus proyectos de ataque se vieron truncados al recordar como había aparecido Anthony la semana anterior a la fiesta. Se rieron al pensar en su traje de gala y su peculiar hedor. Habían estado toda la semana anterior pensando en cancioncillas sencillas y graciosas.

Antón era un gnomo muy jovial, usaba su orinal como perfume estival. Un día las hadas le invitaron a un fiesta: Venid naturales, fue su etiqueta. Antón tan sesudo, se echó su fragancia y llegó desnudo, cantaron las pequeñas. De sus creaciones, esa era la más graciosa que habían apuntado en su diario. No sabían si alguien más las habría escuchado, pero ambas se rieron.

Erzsébet se asomó por el parapeto de su castillo en miniatura. La clase se alarga, murmuró.

Agáchate, tiró Orsolya de su hermana para volver a ponerla a buen recaudo.

Lincoln llegó tranquilamente junto a Kendra y a Asterope mientras se rascaba la cabeza, entró a su segunda clase de duelo, sonrió al ver que le había tocado con los Huffies y justo cuando se disponia a buscar un posible adversario, Matthew se atrevió a decir su nombre y encima a lanzarle un hechizo, Linc no pudo hacer otra cosa que tirar rápidamente la mochila al suelo, sin tiempo a reaccionar y correr a esconderse tras una caja que había a su derecha "¡No me da tiempo!" pensaba mientras Matt ya estaba formulando el hechizo, el Slytherin ni se paró en su carrera -¡Fulminis Finite!- Movió la varita hacia arriba mientras corría, con cara de enfado y el hechizo de sonrisitas desapareció en el aire.

Linc estaba de rodillas tras la caja, salió de un salto hacia la izquierda y dijo con un tono seco -Eleccella Fulminis Matthew- Un rayo salió disparado de su varita dirección a su rival, en ese mismo momento Lincoln mostró cara de preocupación, pues por culpa de no haber podido prepararse como era debido había hecho un hechizo mediocre y sin duda alguna, no impactaría sobre Matthew.

Su hechizo no impactó en su objetivo, pero Lincoln se la quería devolver. Matthew sonrió y se preparó para lanzar el conjuro que les había enseñado el profesor.

-Fulminis Finite- su varita reaccionó al hechizo que le lanzaron, haciendo que no le provocara ningún daño, esfumándose igual que vino- tendrá que ser otro día.

Sin perder la sonrisa, esperó las notas del profesor, o que otro alumno le lanzara el hechizo.

Ya cubierto de nuevo con las cajas, Árpád veía cómo todos sus compañeros parecían inmersos en la batalla. Los rayos iban y venían, y el escozor del impacto recibido unos minutos antes se le iba pasando poco a poco. En cuanto vio su oportunidad volvió a asomarse, buscando un objetivo con la mirada. Sin embargo la presión ante la idea de volver a quedarse paralizado le pudo, y volvió a esconderse, aferrado con fuerza a su varita.

Aún así se decidió a contar hasta veinte. Una vez hubiera terminado atacaría a quien estuviera a tiro, sí o sí.

Asterope no se sintió sorprendida cuando Orsolya paró su hechizo, pues había sido bastante debilucho. Volvió a meterse tras las cajas para evitar meterse entre los rayos de sus compañeros y acabar con la cabeza frita. Aun así, no pudo resistirse a echar un vistazo para comprobar qué tal lo estaban haciendo los demás.

En general, la gente tenía una defensa excelente. Casi todos lograron parar los conjuros de su contrincante. Y su casa lo estaba haciendo estupendamente, aunque parecía que Kendra había tenido algún problema con su Eleccella. Pero sabía que lo recuperaría tan rápido como ella recuperó el Crystallus.

Y Aiden no ha venido. ¿Dónde estará? Tampoco apareció en el desayuno. Eso no era propio de su compañero, que nunca se perdería una clase. ¿Estará enfermo? ¿Se habrá quedado dormido? Luego pregunto a los chicos, ellos sabrán.

Fue entonces cuando escuchó algo detrás de unas cajas. No pudo entender bien las palabras, entre tanto rayo, pero estaba segura de que era una cancioncilla, pues creía distinguir una melodía. Alguien se está empezando a aburrir. Cuando comprobaba la hora, le pareció entender no-sé-qué de alguien desnudo. Asomó la cabeza lentamente, con una expresión de asombro e incredulidad. Dirigió la mirada hacia el lugar de donde procedía esa supuesta canción y distinguió dos cabezas castañas.

Neil seguía en el mismo lugar, desde el que había atacado a Max, igual demasiado lejos del meollo de la clase porque nadie le había atacado aún, se encogió de hombros, la clase se le estaba haciendo algo larga. Lástima estar tan lejos de la mochila y no poder coger un libro para ojearlo.

Al acabar de contar, cuando Árpád se asomó, vio la cabeza de Asterope sobresalir de entre unas cajas. Parecía estar mirando adonde se encontraban las gemelas.

Sin dudar, se preparó para lanzar un nuevo hechizo.

- ¡Eleccella Fulminis Asterope! - Gritó. Sin embargo, al ver que no conseguía realizar el hechizo, volvió a ocultarse tan rápido como pudo.

Justo al segundo de asomarse, vio salir otra cabeza por el rabillo del ojo. Se giró rápidamente para ver a Árpád apuntándole con su varita, gritar su nombre y... nada salió. 

Asterope había reaccionado tan rápido que, casi al tiempo de escuchar el grito del Hufflepuff, ya estaba levantando su varita para pronunciar el mismo conjuro un segundo después. ¡Eleccella Fulminis Árpád! Aunque el chico estaba volviendo a su anterior escondite, gracias a la velocidad de la pequeña serpiente, el rayo ya estaba dirigiéndose a él.

Aunque no quería hacerle mucho daño, puesto que ya había salido herido antes, por haber intentado atacarla por la espalda esperaba que, al menos, impactara en él.

Al ver el rayo que se dirigía hacia él en esta ocasión Árpád trató de reaccionar con más presteza.

- ¡Fulminis Finite! - Exclamó con un movimiento de su varita, antes de terminar de volver a su escondite. Un instante después volvió a asomarse con una pequeña risilla, lo justo para sacarle la lengua a Asterope. Sin embargo no tardó más que un instante en volver a alzar la varita. El conjuro anterior no le había salido, pero las cosas no quedarían así.

- ¡Eleccella Fulminis Asterope! - Gritó de nuevo. Y esta vez sonrió con satisfacción al ver cómo el ataque salía a toda velocidad en dirección a la chica.

Cuando todos los alumnos estaban preparados y dispuestos para empezar su primera clase, el profesor gritó ¡Dispersaros! Kendra fue la primera que reaccionó. ¡Así me gusta, la rapidez y la velocidad también se premian en esta clase, así que comenzaremos con 10 puntos extras para ti, Kendra!

Luego contempló como Ludmila tomaba como objetivo a Árpád y tras comprobar los gestos de la chica, gritó: ¡Buen golpe, extraordinario! ¡50 puntos para ti! Y entonces rápidamente se marchó hacia el chico para contemplar su estado. ¡Oh, Árpád! Creo que debemos llevarte a la enfermería de inmediato. Aunque hay que reconocer que tu conjuro también ha sido un éxito, ¡10 puntos también para ti!

Después alzó su rostro para contemplar el resto del duelo, vio como las dos gemelas, atacaban a las otras dos chicas de Slytherin que restaban, y tras ver todos aquellos rayos sobrevolar la sala, el profesor Knower aplaudió ante los conjuros y sus defensas y gritó: ¡10 puntos para cada vosotras tres! ¡y bien mericidos, si señoras! Aunque tú... dijo señalando a Kendra, tu conjuro lo has dicho mal, has pronunciado "IEleccella y es simplemente Eleccella". Ten mucho cuidado, pues recitar mal las palabras pueden conllevar grandes peligros.

Luego vio como Max se subía a lo alto de la torre de cajas, y como Neil lo hacía objetivo aunque no lograba conseguir dañarle, no está mal, Neil, 10 puntos para ti, y entonces vio a Maxwell que hacía francamente mal los movimientos y fallaba sin obtener resultado alguno ¡oh, esos no son los gestos! ¡Mira! Le gritó para que le escuchara bien desde allí arriba y se los repitió más lentamente. ¿Así, lo entiendes?

Tras aquello continuó observando al resto y vio como Matt atacaba a Linc con el mismo éxito que sus compañeros. ¡10 puntos más! Y un extra de 10 puntos por esa fantástica defensa. Y Anthony también tomó como objetivo al chico de la torre, lanzando con gran éxito un nuevo conjuro. ¡10 puntos para ti, Anthony! Pero entonces Maxwell hizo algo que el profesor Knower no se esperaba, lanzó un conjuro distinto al de esa clase. Aquello no era a lo que habían venido, y temiendo que aquel duelo se transformase en una afrenta personal, el Maestro Duelista conjuró una mano en lo alto de la sala que agarró por la túnica a Maxwell y lo bajó de aquel parapeto para dejarlo bien cerca de él. ¿A qué ha venido eso, jovencito? ¡En esta clase hemos venido a estudiar, y no a pelear! Los conjuros que no pertenecen a esta clase no están permitidos, ni aquí, ni en ninguna otra. Así que no me queda más remedio que censurarte con 50 puntos por este ataque sin sentido. No olvides a qué hemos venido aquí. Masculló molesto mientras su cara se tornaba roja de enfado. Y ahora, vámonos a la enfermería junto con Árpád. Buen trabajo al resto. Dijo concluyendo la clase.

El profesor, francamente enfadado, se marchó de allí junto a Árpád y con una mano mágica que llevaba colgando a Maxwell. Los tres se marcharon de allí sin decir nada más, directos a la enfermería.

Definitivamente este año los tejones no ganaremos la copa de las casas. Pensó Neil encogiéndose de hombros. En realidad no le importaba, desde el primer día había estado en contra de las casas. Pero ahora, tiempo después, le había cogido carillo a la Madriguera* y agradecía no tener que compartir habitación con las culebras. En fin, podría ser peor...

Empezó a recoger sus cosas mientras el profesor iba con sus dos compañeros de cuarto y no pudo evitar sonreír al ver como se llevaba Maxwell como castigo.

Se acercó a los demás de la clase y les preguntó:
Bueno, ¿que vais a hacer ahora?

Neil tenía que ir a la biblioteca a devolver el libro. Y seguía mosqueado por como se había comportado London aquella mañana, así que le apetecía desconectar un poco.

Miré satisfecho cómo castigaban a Maxwell y no pude evitar reírme a carcajadas. ¿Qué había peor que ser derrotado en un duelo y luego castigado por el profesor. Ahí se veía la esencia de hufflepuff. Recibí los puntos con orgullo y mientras se marchaba Maxwell hice un gesto de "adios" con la mano. A Anthony se le respetaba. Acto seguido me reuní con la gente de mi clase.- Buena iniciativa Kendra, y vosotros también lo habéis hecho muy bien.- Creo que era la primera clase en la que ganábamos tantos puntos.- Demostremos a esa escoria quienes somos.- Dije sonriendo.- En la próxima clase con ellos más.- Se me veía motivado.

La clase parecía haberse alargado tanto que en los últimos compases de la batalla, las crías habían acabado por quedarse dormidas de puro aburrimiento.

Cuando al fin acabó Duelo -cosa que las gemelas nunca habrían creído posible- las pequeñas se levantaron de un salto y sacudieron el polvo inexistente que se había quedado pegado en sus trajes mágicos de duelo. Chocaron esos cinco porque esta vez no habían salido heridas, al igual que la semana pasada. Y no solo eso, sino que además habían sacado el conjuro sin problemas.

Se rieron sin avergonzarse demasiado del castigo a Maxwell. Ahora ya sabían que no debían usar otros hechizos en clase que no fuera el que tocase en ese momento. Y "debían" era claramente la palabra, porque si tenían que hacerlo, lo harían.

¡Bien hecho Max!, le animó Erzsébet que desde el primer momento había dejado de lado la supuesta importancia de los puntos. Al ver como se le llevaban como un gatito agarrado por el pescuezo por su madre, las crías prorrumpieron en aplausos. ¡Ya sabes volar!, gritó Orsolya según se marchaba el chico, acompañado por Árpád que había sido el otro alumno herido de la clase. Nos vemos en la comida, se despidieron de los dos.

Si iban a la enfermería, no podrían ayudarles con sus hechizos, así que tendrían que esperarse a la tarde.

Cuando finalmente se fijaron en las culebrillas, las chicas volvieron a reírse alborozadas. Anthony parecía un pavo hinchado, y eso les recordó a otro Slytherin. Estaba claro que el animal de aquella casa debía ser un pavo, pero aún no habían decidido si uno vivo de esos que hacían aquel sonido tan gracioso, parecida a la risa de Anthon Thony, Russian Pie, o el de un pavo de esos rellenos que se metían en el horno.

Nosotras nos vamos a ir al puente zigzagueante que lleva al reloj solar, contestó Erzsébet a Neil. Aún no tenían claro si repasarían la materia de la recuperación de la tarde o se dedicarían a idear alguna forma de divertirse. No invitaron al chico de palabra, porque en un principio ninguno de los planes de las crías era privado. Quien quisiera unirse a ellas, bienvenido era y mejor aún se lo pasaría.

¡Buen trabajo!, felicitaron a los Slytherin. Se hubieran ofrecido a ayudar a Kendra con el hechizo, pero según habían escuchado por ahí... Seguro que había alguien muy dispuesto, pero que muy dispuesto a ayudarla.

Pensaba que ya se iban a tranquilizar las cosas, cuando Árpád, que había conseguido defenderse de su hechizo, volvió a lanzarle otro. Le pilló un tanto desprevenida, pero pudo levantar rápidamente su varita. Fulminis Finite. Justo cuando el rayo desaparecía, el profesor Knower daba por terminada la clase. Y menos mal, porque había acabado tan cansada como si se hubiera pasado dos semanas enteras corriendo por ahí lanzando hechizos.

Mientras se acercaban a escuchar el resultado, habló con Árpád. Le has cogido el gusto a atacarme, ¿eh? No lo decía a malas, por supuesto, sino sonriéndole. Le había parecido interesante ese pequeño duelo entre el tejón y ella. Era el único Hufflepuff al que conocía un poquito y le había caído bastante bien, a pesar de que la había llamado "Astro" al terminar la fiesta. Algo que la niña no olvidaba, aunque hubiera pasado ya una semana. Viendo la energía que has mostrado conmigo, no estarás muy herido de antes, ¿no? Lo cual era un milagro, porque los hechizos de Ludmila siempre eran muy potentes.

Cuando todos los puntos se repartieron (y quitaron), Asterope miró cómo se llevaban a Max. No sabía que no se podían lanzar en clase otros conjuros... Ufff, menos mal que no he sido yo. Se acercó a sus compañeros. ¡Bien hecho todos! Kendra, no te preocupes. Yo a veces también me trabo con la lengua, son cosas que pasan. Ya que nos íbamos a quedar ahora a practicar Anthony, tú y yo, te ayudamos con este.

Cuando las gemelas les dieron la enhorabuena, ella también las felicitó. Buen trabajo Orsolya. Asterope había elegido bien a su contrincante inicial, pues esa gemela parecía que tenía unas habilidades para duelo parecidas a las suyas. Miró a su hermana y estuvo a punto de preguntarle cómo se llamaba. No se había quedado aún con su nombre y, entre tanto barullo, no había podido escuchar a Kendra pronunciarlo durante el duelo. Aunque sabía que empezaba por E. Buen trabajo tú también. Decidió que quedaría muy mal hacerle esa pregunta después de casi un mes de curso. Ya se lo escucharía a otra persona.

Y... bonitos trajes. Parecen cómodos. Claramente eran trajes especiales de duelo, pero llamaban demasiado la atención en clase. Quería decirles algo sobre la canción del desnudo que había escuchado antes, pero acabó callando.

Asentí con la cabeza.- A pesar de que este hechizo lo he bordado me queda por practicar el de la clase anterior... el... ¿Cómo era?.- No me acordaba del hechizo que habíamos hecho en la anterior clase. Me rasqué la cabeza...- Bueno, ya me vendrá a la cabeza.- Dije encogiéndome de hombros. Había que ayudar también a Kendra, aunque su interés por el gryffindor no me hiciera ni pizca de gracia.

Kendra estaba, sencillamente, furiosa. Conocía el conjuro, lo había ejecutado bien, se había defendido perfectamente y había sido la más rápida de toda la clase. ¿Como era posible que se le hubiera podido colar aquella I en la pronunciacion?

No respondió a nadie. No es que estuviera enfadada con el resto. Estaba furiosa consigo misma. Sabía que estaba por encima de todo aquello y, sin embargo, no habia podido demostrarlo. Además, estaba aquella actitud de los Hufflepuff que tanto estaba consiguiendo cabrearla. ¿A qué había venido la cancioncita de las gemelas? ¿Y aquellos ataques por la espalda? Menos mal que, en teoría, eran las serpientes quienes no eran de fiar. Hasta ahora, los tejones habían demostrado tener mucha más malicia que ellos, al menos en el trato con el resto.

Con el ceño fruncido y llena de rabia se giró hacia uno de aquellos muñecos de entrenamiento. No necesitaba ayuda. Podía hacerlo perfectamente sola, como lo había hecho todo hasta entonces.

-¡Eleccella Fulminis Muñeco! - su voz resonó, potente y llena de rabia en toda la estancia, dejando claro que Kendra no estaba para tonterías.

El hechizo salió limpiamente, sin problemas, e impactó contra el muñeco, provocando un tenue resplandor.

Y, acto seguido, Kendra bajó la varita, dirigiéndose hacia una de las esquinas de la clase, alejada del resto, donde dejó caer su mochila, sentándose, con las piernas recogidas. Estaba furiosa. Necesitaba tranquilizarse.

Y esta vez, pese a la actitud arrogante y suficiente, no sonrió.

Árpád observó cómo Asterope se defendía de su conjuro sin mucha dificultad y se preparó por si ella fuera a devolverle el golpe. Sin embargo el profesor intervino, poniendo fin a la clase.

Cuando ella se acercó él se encogió de hombros, con una pequeña sonrisa. - No sé por qué lo dices. - Le contestó. - Lo primero era sólo un amago. - Dijo después, a pesar de que los dos sabían que no era cierto.

Luego, cuando el profesor comenzó el reparto de puntos, se alegró al ver que reconocía su trabajo. Sin embargo se sintió abatido ante la tremenda bajada de puntos que habían recibido por Maxwell. Aún así no dijo nada. Era consciente de que para los otros la Copa de la Casa no era nada importante, y probablemente quedaría en ridículo si tratase de explicarles lo contrario.

Pero lo que verdaderamente le sentó mal fueron las carcajadas de Anthony. Árpád no había hablado directamente con el chico nunca, - o eso creía - pero cada vez le gustaba menos. Pero ahora no era momento de decir nada: la enfermería le reclamaba.

- Hasta luego, chicos, espero que nos de tiempo de vernos en la comida. - Le dijo a los presentes. Le habría gustado apuntarse al plan de las gemelas, pero ya se uniría a ellas después si terminaba rápido.

Linc vio como solo recibía 10 tristes puntos y mirando a sus compañeros dijo simplemente -Nos vemos en el comedor- Se alejó de ellos y desapareció por la puerta, no parecía muy centrado, estaba ausente y pensativo, llevaba así unos días y no parecía mejorar, algo le pasaba por la cabeza y pronto tendría que tomar la decisión de actuar o olvidarlo.

Mientras se dirigía a la puerta recogió su mochila en el último momento y se la colocó en un hombro, iba tan pensativo que por poco se olvida de ella, guardó su varita y se metió la mano que no sujetaba la mochila en el bolsillo.

Kendra enfadada y Linc pensativo... algo me olía mal- ¿Qué le pasa a ese?.- Dije señalando a Linc mientras dejaba la clase.- ¿Está conspirando contra alguien?.- No estaba informado sobre cuáles eran sus planes, pero viniendo de Linc no esperaba que fueran muy buenos.

Aunque se había ofrecido a ayudar a Kendra, su amiga apenas la escuchó. Se le notaba muy cabreada y, con gran furia, atacó a uno de los muñecos de la clase. Cuando se alejó, Asterope no sabía si acercarse a ella, porque daba miedo. Decidió dejarla unos minutos sola, que se tranquilizara, y luego hablar con ella.

Pero no era la única que estaba rara. Linc, sin casi decir nada, se largó de la clase. ¿Y a este qué mosca le ha picado? Tendré que hablar también con él... Era extraño ver cómo una persona tan desapegada y asocial como Asterope se encontrara ahora haciendo planes para reconfortar y calmar a sus amigos. Pues ni idea de qué le pasa, respondió a Anthony, que preguntó por él.

Así que se dirigió al ruso. ¿Qué me dices? ¿Practicamos el Crystallus un poco antes de irnos? Un duelo entre tú y yo, a ver qué tal nos sale. Yo lo conseguí el otro día, así que puedo ayudarte. Aunque habiéndote visto ahora, no parece que necesites mucha ayuda en duelo.

Se alejó un poco de él y, cuando lo tuvo a cierta distancia, alzó su varita y pronunció ese hechizo con el que tan mal lo había pasado hacía una semana. ¡Cystallus Fulminis Anthony! Aunque no era un rayo muy potente, le había vuelto a salir. Su compañero no tendría ningún problema en detenerlo.