Gwendolin entró en el dormitorio jadeando, había subido corriendo, tan rápido como pudo. Cuando entró echa un vendabal y descubrió a Willow llorando por su animalito sus terribles sospechas se vieron materializadas.

- NO...nononononono... SEREZADE- exclamó la pelirroja al descubrir el cuerpo inerte de su serpiente, al lado de su cama. Se acercó a ella y la acomodó en su regazo acariciándola con ternura, llornado en silencio, incapaz de contener el dolor de su perdida.

Tras entrar al dormitorio, posó a Greeny suavemente sobre la cama y se fue a duchar. La sangre seca comenzaba a revolverle el estómago.

Al volver, se quedó mirando la cama. ¿Cómo se suponía que la iba a cambiar? Ni siquiera sabía si había sábanas de repuesto por allí. Finalmente optó por deshacerla completamente, dejando la ropa manchada en el suelo.

Fue a su baúl, y cogiendo un jersey viejo que usaba para dormir, cubrió a Greeny con él y lo volvió a juntar contra su pecho. Luego se echó en la cama y comenzó a recordar los momentos que había pasado junto a él. Poco a poco, y debido al cansancio mental que sentía tras lo ocurrido, fue quedándose dormida mientras las lágrimas recorrían su rostro.

Seguramente tendría pesadillas.

Amanecer del Día 9

Martes

Día después de Halloween. (solo por hoy rolearemos al día siguiente de lo que ha pasado)

Aquel día Willow había despertado antes de lo que le habría gustado. Desde el momento en el que había quedado dormida, Greeny había aparecido en su sueño, dándole más lametones aún que de costumbre. No era una pesadilla, como ella había temido.
Habían ido al lago, y habían estado cazando bichos que Greeny se había comido en menos de lo que se tardaba en decir Quidditch. Había sido un buen sueño, sin duda. No tenía que preocuparse de las clases, ni de que se hiciese demasiado de noche. Solo eran ellos dos, y Greeny parecía realmente feliz.

Al despertar, la pequeña limpió una lágrima que cayó por su rostro, y tras echar un vistazo rápido a la habitación, se dio cuenta de que allí ya no había rastro alguno de sangre. Los elfos debían de haberlo arreglado todo. Tenía tantas cosas que agradecerles, lástima que fuese difícil encontrarlos...

De lo siguiente que se dio cuenta fue que Greeny ya no estaba entre sus brazos, el jersey, por el contrario, se encontraba impoluto sobre la cama. Suspiró y unos pucheros volvieron a aparecer en su rostro. Se preguntaba si el puffskein sabría cuánto le quería.

Se levantó y tras guardar el jersey en su baúl, sacó un libro sobre Astronomía y echada en la cama, se puso a leer. Aquello le ayudaría a distraerse.

Siempre había querido hablarle a Greeny de las estrellas...

Cuando llego al dormitorio veo a Willow durmiendo en su cama, entro despacio tratando de no hacer ruido. Seguramente para ella la noche habría sido terrible… Lo de las lechuzas nos había dejado muy tristes y espantados a todos: Quién podría haber hecho algo tan espantoso y cruel? Me digo para mis adentros. Miro a Muffys e imagino el dolor de todos mis compañeros, le acaricio el lomo y le susurro: -que suerte que eres un gatito mi pequeño amiguito peludo- Pero en realidad sólo estoy engañándome, después lo sucedido anoche era evidente que nadie estaría a salvo en Hogwarts… Acaso los relatos que siempre había oído de mis padres y abuelos estarían volviendo a tomar vida… Sacudo la cabeza tratando de apartar las ideas. Me doy una larga ducha para tratar de relajarme.

Vuelvo a la habitación, acomodo mis libros y mi ropa, tomo a Muffys y lo llevo conmigo a la cama. Tomo mi caja de botones y los cuento uno por uno. Afortunadamente nadie podía ver lo que estaba haciendo, miro con atención a cada uno de ellos, sin poder evitar emocionarme. Significaban tanto para mí... eran una herencia familiar, parte de la vida de generaciones estaba allí… Algún día, pasaría esa caja a mi hija primogénita al igual que mi abuela y mi madre luego lo habían hecho. Apreté la caja con fuerza sobre mi pecho. La emoción se cristalizó en lágrimas, que sin poder evitarlo surcaron mi rostro. Guardé la caja en un lugar en el que nadie pudiera hallarla. Me abracé a Muffys y traté de conciliar el sueño.

La noche pareció eterna, pasando por sueños extraños y confusos. El sol que entraba por la ventana dándome en la cara me despertó, mi cama se halla cerca de la ventana y desde la Torre la vista es increíble, privilegios de ser de Ravens, me preguntaba que tendría para decirnos la Dama Gris de lo sucedido…

Miro hacia los pies de mi cama y allí estaba Muffys acurrucado al sol. Abre un ojo y me mira como diciendo: No digas que ya es hora?. Le sonrió, cuánto amo a esa bola de pelo sabandija.

Busco con la mirada a Willow echada en su cama leyendo un libro de Astronomía y saludo con una sonrisa: -Buenos días Willow, espero hayas podido dormir un poco. A mí me ha costado bastante.- Y luego guardo silencio, a veces no es fácil saber que decir cuando alguien está pasando un momento tan desagradable como seguramente lo estaba pasando Willow.

Al escuchar una voz que se dirigía directamente a ella, levantó la vista del libro. Ladeó un poco la cabeza y miró extrañada a su nueva compañera. No se había dado cuenta de que hubiese alguien allí hasta ahora.

- ¡Anda, hola! -Cerró el libro dejando sus dedos como marcador y observó las pertenencias de la nueva.- La verdad es que he podido dormir mejor de lo que esperaba. -Sonrió tímidamente.- Greeny me acompañó en sueños. Era mi puffskein. -Frunció un poco los labios y tras soltar un leve suspiro, tratando de relajarse, continuó.- ¿Que te vas a quedar en este dormitorio definitivamente? -Le sonaba haberla visto por aquí y por allá, pero nunca había intercambiado ninguna palabra con ella. Supuso que no se había dado la ocasión.- La verdad es que sería un alivio, porque no tengo compañeras de dormitorio.

Sonrío relajada, la voz de aquella chica era realmente agradable. Nos habíamos visto de lejos en el colegio antes, pero este año compartiríamos dormitorio. A mí también me agradaba su compañía. Le extiendo mi mano y sonriendo le digo:- Pues así lo parece. Mi nombre es Crystal Elizabeth Graham, mi familia me llama Eli por mi madre, puedes llamarme como gustes. Es un lindo dormitorio. Ah! perdón y este es Muffys.- le digo levantando a Muffys y acercándolo hacía ella.

–Espero que te gusten los gatos, él es muy cariñoso, ambos seremos tus compañeros de habitación.- Agrego riendo. Tratando de alejarla de sus penas, seguramente extrañaría mucho a su puffskein, son criaturas adorables.

–Entiendo, a mí también me pasan cosas en los sueños, difíciles de explicar. Seguramente Greeny te acompañará en tus sueños siempre.- Luego de decir esto, me quedo observando su reacción. Esperaba que nos lleváramos realmente bien y no quería que mi comentario la hiciera verme como a una demante.

- Yo soy Willow Brontë, encantada. -Respondió mientras le estrechaba la mano a su nueva compañera de cuarto.- ¿Te importa si te llamo Crystal? Me parece un nombre muy... curioso.

Cuando le acercó al gato, Willow comenzó a acariciarlo con una sonrisa muy amplia en su rostro.

- Sí, me gustan mucho los gatos, y cualquier otro tipo de criatura, ya sea mágica o no. Me parecen fascinantes. -Volvió a mirar a Crystal al escuchar su opinión sobre los sueños y abrió la boca, sorprendida porque alguien pareciese pensar como ella.- ¡Yo también lo creo!

Un rugido de su estómago hizo que su nivel de entusiasmo descendiera un poco y dejase todo lo que pasaba por su mente  momentáneamente de lado.

- Creo que deberíamos ir a desayunar, ¿te parece?

Le sonrio en forma de aprobación, a mi también me gustaba su nombre. Miro a Willow, acariciar a Muffys y me da gusto que le agraden los gatitos, por sus palabras y su mirada, noto que no le ha parecido mal mi comentario sobre los sueños. Miro a Muffys deleitarse con las caricias de Willow, le maulla complacido y no puedo evitar sonreir... Que gatito ese!. La idea de Willow me parece genial. - Tienes razón, yo también tengo hambre. Adelantate tú, yo tengo que hacer algunas cosillas aquí.- le digo haciendole un giño y mirando a Muffys de reojo. Era hora de meterlo en su jaula y eso era todo un lío.

Al llegar, se desvistió, se aseó un poco y tras dejar algo en el interior de su baúl, se echó en la cama y tras mirar su mesita de noche, donde habitualmente descansaba Greeny, cerró los ojos con una sonrisa en el rostro. Esperaba con todas sus ganas volver a soñar con él, y estaba segura de que lo haría.

El día había sido largo y agotador. Llegué tarde al dormitorio y ví a Willow que ya dormía tranquila en su cama. Me acomodé sin hacer ruido, acaricié a Muffys y no pude evitar que las lágrimas surcaran mi rostro... Todos esperaban que fuera fuerte, para cuidar de mi pequeña hermana Valentine. Pero al parecer no lo era... Me sentía muy sola en Hogwarts. A pesar de ser mi segundo año aquí no he logrado hacer amigos. Tal vez me vean demasiado rara... Al menos lo tenía a Muffys. Lo apreté contra mi pecho y lloré hasta quedarme dormida. Dí muchas vueltas en mi cama y no logré dormir bien ni descansar lo suficiente. Cuando llegó la hora de despertarme, me hallaba agotada y profundamente dormida. Me desperté tarde, me vestí apurada y salí rumbo al comedor, moría de hambre y esperaba poder llegar al desayuno antes de ir a clases.

Tras despetarse, se aseó, cogió todo lo necesario para las clases del día y se fue a desayunar.

Parpadeé un poco al notar los rayos de sol acariciándome el rostro, y sonreí para mis adentros. Había dormido como un tronco, y recordaba partes de mi sueño donde era mi cumpleaños y me comía un pastel enorme de brownie. Todo para mí. Sonreí de nuevo, divertida, y me pregunté si habría para desayunar un poco de brownie.

Me incorporé en la cama, bostezando sin parar y miré a mi alrededor. No había nadie en las camas. Fruncí el entrecejo, y sentí un vuelco en mi corazón.

—¿Qué?— murmuré, tratando de encontrar el despertador y escrutarlo con una mirada llena de legañas y que aún no enfocaba bien.

Me levanté de un brinco al ver la hora que era. No me lo podía creer. El muy maldito se había parado a eso de las cinco de la mañana y no había sonado.

Lo tiré contra el suelo, aunque se limitó a rodar. Mi despertador era de peluche, hecho para que lo tirasen y lo estampasen contra el suelo cada vez que interrumpía un sueño increíble y placentero.

—No llego tarde. ¡Llego tardísimo!

Miré las camas de mis compañeras y fruncí el ceño, algo enfadada. Pensé en que podrían haberme despertado, podrían haberme dicho que llegaba tarde, podrían haber hecho mil cosas, pero se habían limitado a vestirse, a recoger las cosas, y a marcharse a desayunar.

—Os odio mucho— dije, aunque no era cierto. Quedarme dormida era una tontería.

Cogí la falda, los calcetines blancos, la camisa, la corbata y las botas. Me puse la falda al revés, la camisa me la abotoné mal, quedándome un lado más largo que otro, los calcetines me quedaron desiguales al colocármelos, la corbata se quedó sin su nudo propio, y las botas no me las até: me limité a poner los cordones por dentro. A cada paso que daba, sentía la bota que iba a salírseme.

Cogí la mochila con fuerza, cerré la cremallera, metí dos libros, sin saber cuáles eran, la varita, y salí como un vendaval sin preocuparme de la túnica ni de peinarme ni de, siquiera, lavarme la cara.

Habría querido pararse en la Sala Común y escribir algo para el trabajo de Criaturas Mágicas, pero lo cierto era que estaba agotada. Por suerte, su memoria era bastante buena, así que mañana trataría de levantarse pronto y ponerse manos a la obra.

Entró soñolienta, con sus pies dirigiéndola hacia el baño, donde se aseó, saliendo minutos más tarde con el pijama ya vestido. Se dirigió directamente al baúl que había al pie de su cama y tras echar un vistazo y meter una mano en su interior para acariciar algo, se fue a la cama. Fue entonces cuando se percató de que había otra cama más que estaba ocupada. ¿Desde cuándo? Lo cierto era que no se había fijado hasta ahora. En ocasiones parecía ser cierto aquello que decían de que parecía estar en otro mundo.

- Buenas noches, Greeny. -Mientras se recostaba en la cama, miró a través de la ventana, perdiéndose entre las estrellas que había en el cielo, quedándose dormida poco a poco pensando en el que había sido su puffskein.

Fui al dormitorio cuando la noche era cerrada. Me desvelé en aquel sillón, y me fui con paso casi sonámbulo hacia la habitación para dormir placenteramente en mi cama.

Me envolví en las mantas, y me dormí sin dar ni siquiera cuenta.

Cuando los primeros rayos de sol acariciaron mi rostro, fruncí ligeramente el entrecejo instantes antes de abrir los ojos, y desperezarme. Bostecé sin ningún reparo, y sonreí ante el nuevo día que se avecinaba.

Saludé con un gesto vago a mis compañeras de cuarto, y me levanté de la cama con una gran pereza. Hubiera deseado poder dormir un poco más, pero sabía que el sol ya estaba alto, y que había dormido más de la cuenta. Debía de vestirme cuanto antes.

Abrí el baúl, y saqué la primera camisa y falda que encontré. Me las puse con algo de torpeza, y me até las botas. Me dejé la corbata colgando como un péndulo, y me puse finalmente la túnica, comprobando que la varita estuviera en el bolsillo interior.

—Nos vemos en clase, chicas— dije, haciendo un gesto de la mano a modo de despedida, y yendo hacia la Sala Común.  

Después de estar un buen rato remoloneando en la cama cubierta hasta la cabeza con las mantas, se levantó tras escuchar la puerta cerrarse. ¿Había hablado alguien? Bueno, daba igual. Aún tenía que dejarse caer por la Sala Común y el comedor antes de ir a clase, así que no podía perder más el tiempo. Se aseó y cogiendo la mochila con lo necesario para el día, bajó a la parte común de la torre.