Partida Rol por web

Sam se había quedado observando al profesor mientras se iba. Se alisó el uniforme tras recoger y después se fue a la siguiente clase.

La clase de Conocimiento de Criaturas mágicas es una de las asignaturas de primer y segundo año que se imparten por Sarth-Melem ó Pisínoe en el exterior de Hogwarts, junto a una vieja cabaña abandonada o junto al Lago Negro.

Esta clase consiste en aprender sobre criaturas mágicas, sobre su orígen, sus habilidades y sus debilidades, y sobre donde encontrarlas. De esta manera si los alumnos alguna vez se ven amenazos por ellas sepan como enfrentarse, cuáles son sus puntos débiles y por lo tanto como derrotarlas.

Sarth - Melem, para quien no lo conociera, era un centauro y antiguo profesor de primero. Ahora había cambiado de asignatura y se iba a dedicar en cuerpo y alma al desarrolló de la materia sobre criaturas mágicas.

El centauro os estaba esperando allí, en el lugar que ya era habitual para el desarrollo de aquella clase y con una sonrisa os fue indicando dónde debíais sentaros. Había una pequeña fogata, y a su alrededor un montón de jirones de paja para que os sentarais. Junto a cada uno de ellos había algunos tocones donde os podríais apoyar para desarrollar la clase teórica del día.

- ¡Ooooh!- La boca se Byron se abrió sin que pudiera evitarlo en un a larga exclamación cuando llegó a donde se suponía que debía estar la clase. Se frotó los ojos tras lso cristales de sus aparatosas gafas. ¡Había un centauro! Iban a examinar a un centauro en la primera clase de criaturas mágicas. Cuando se dio cuenta de su error, pues el centauro era el profesor, Byron se puso rojo como un tomate, se sentó en uno de lso tocones y deseó que la tierra se lo tragase. Tras pasar el apuro pensó que era aún mejor de lo que había imaginado. El profesor era una criatura mitológica que ningún muggle podría pensar que fuera real. 

Cuando el profesor les mostró los ciempiés Byron no arrugó el gesto, sino que los escrutó analíticamente, observando las similitudes y diferencias con los artrópodos muggles.

- Ajá, mmmm, interesante.- Dijo mientras tomaba notas. Después copió lo explicado por el profesor Melem y se dispuso a redactar lo que sabía de aquellos "bichos" de lo que había leído en el libro. Cuando acabó se levantó y la primera parte de su redacción al centauro.

-T-tome.

Colin llegó a la clase e inmediatamente se sentó en uno de los tocones. Con una actitud más pasiva de lo normal se limitó a tomar algunas pocas notas. El pobre no se iba a impresionar por algo que ya tenía tan visto. Pero era un trámite que debía cumplir, así que hizo la redacción apenas sin esforzarse y se la entregó al profesor sin rechistar.

Kendra llegó a clase, acompañada de Asterope. Aquella era su primera clase de Criaturas Mágicas y la verdad era que, aunque no lo había dicho, no era santo de su devoción. No es que le fascinaran precisamente las criaturas mágicas, más bien todo lo contrario. Habia algunas que la maravillaban, cierto, como centauros, sirenas o dragones, pero había otras a las que consideraba estúpidas, como los Puffskeins o los Micropuffs, o que eran asquerosas como cualquier cosa, en general, que recordara lejanamente a un insecto. Y ese, claro estaba, era el caso del ciempies monstruoso.

La primera impresión de Kendra fue positiva. Le fascinó ver alli al centauro, al igual que sucedió el dia que vieron a la sirena. Y, aunque no dijo nada al respecto, era obvio que la presencia de la criatura era imponente y fascinante. La morena tomó asiento en un tocón, junto a Asterope, sacando su cuaderno y su pluma, preparándose para lo que estuviera por venir. Le sorprendió que sólo hubiera llegado a clase el chico de Ravenclaw de las gafas, cuyo nombre no recordaba, y otro de los chicos de segundo... aunque no estaba segura de si lo habia visto alguna vez antes o no. ¿Le habria quedado la asignatura? Tenía que ser así, si no no tenia sentido ninguno que estuviera alli, con ellos.

Entonces el centauro comenzó su explicación y la mueca de Kendra se transformó en una de espanto cuando vio alli a aquel asqueroso y monstruoso ciempiés. No, no le gustaban los insectos, en especial las arañas. Con sólo verlos comenzaba a picarle todo. Y, si encima eran de aquel tamaño, peor que peor.

-¿Por qué...? - dijo, mirando a Asterope, con una mueca de disgusto. Bueno, al menos no tendrian que manipularlos. Con verlos de lejos ya tenia bastante.

Aún así, en cuanto el profesor les indicó que podían comenzar a trabajar, Kendra se puso manos a la obra, escribiendo todo aquello que sabía y que alguna vez habia oido sobre el ciempiés, e intentando suavizar lo máximo posible la nefasta opinión que tenía de la criatura. Diplomacia ante todo.

Nada más salir del castillo, Asterope sacó la bufanda de la mochila y se la puso alrededor del cuello. Había mejorado el tiempo desde que se había levantado, pero aun así la temperatura era algo fresca para ella. Algunos árboles empezaban a perder sus hojas. Estaba deseando que terminaran su muda y ver el manto de colores cálidos sobre el césped.

Caminaba entusiasmada. Cuando llegó a la zona donde se encontraba la cabaña, se alegró de comprobar que el profesor había encendido un fuego. Así que se sentó en un tocón junto a Kendra y acercó las manos a la hoguera para calentarlas un poco. Arqueó las cejas cuando el profesor Sarth – Melem dijo que hacía un día que daba gusto. Quizás el problema lo tenía ella, acostumbrada a unas temperaturas más suaves.

Los centauros eran criaturas de gran belleza, en opinión de Asterope. Tanta, que se quedó ensimismada mirándolo, de manera que no se fijó en que había chicos de segundo que se habían unido a su clase. Estaba demasiado ocupada en ese momento. Además, ese profesor le caía bien. Como buen centauro, era sumamente inteligente y Asterope le cogió rápidamente mucho respeto.

Claro que la belleza del profesor y el respeto hacia él se olvidan cuando el susodicho abre una caja llena de ciempiés. Por Salazar, qué asco. ¡Esto es peor que los insectos! Es más... ¡esto es peor que Anthony comiendo! Tenía la mirada fija en ellos y una mueca de repulsión que le ocupaba toda la cara. Leer en el libro sobre ellos era una cosa, pero verlos en persona era algo totalmente distinto. Un vistazo a la cara de Kendra y comprobó que su amiga pensaba igual que ella -Esto... es... -Un escalofrío le recorrió la espalda- tan desagradable.

Sacó pluma, tinta y pergamino. Iba anotando cada palabra que pronunciaba el profesor, mientras echaba una mirada a los bichos de vez en cuando. ¿Tendrían que tocarlos? Esperaba que no. Le daba igual que no tuvieran veneno; esas patas y esa forma de retorcerse eran, sin duda, suficientes razones para no poner un dedo sobre ellos.

Una vez Sarth-Melem hubo terminado su explicación, Asterope comenzó la redacción, aliviada de que no les hubiera pedido que entraran en contacto con ellos. Escribió todo lo que recordaba y todo lo que pensaba de ella (intentando evitar ciertos términos y dando rodeos para decir lo mucho que la horrorizaba). Cuando hubo terminado, se levantó para entregársela, un tanto avergonzada e intimidada por la majestuosidad del centauro.

Llegué y vi a más de uno fascinado con el centauro. Yo nunca había visto uno, y la verdad es que lo miré pensando cómo podía haberse originado el primer ejemplar. Unas imágenes un tanto hostiles acudieron a mi mente. Lo que acababa de imaginar no podía ser, tenían que ser criaturas engendradas por algún tipo de semidios en una época remota. Quizás en la época de Merlín. Estos bichos eran de sangre pura. 

Me senté y atendí a la explicación. Una extraña criatura comenzó a moverse rápidamente dentro de una caja. Era un tanto asquerosa, pero quizás en otros lugares mágicos se comiera, no se, no lo veía tan asqueroso como para poder hacer un estofado de eso. Saqué una libreta y comencé a anotar lo que sabía sobre el bicho, para posteriormente entregarle la redacción al centauro.

Lincoln salió tranquilo pero sin expresión alguna en su rostro y se reunió con el resto de su clase y... "los demás", no dijo nada y se colocó al final del grupo, cuando el bicho al que llamaban profesor dijo que hacía buen día Linc no pudo evitar levantar una de las cejas y mirarle con desprecio, pero con suerte pasó desapercibido para él.

Linc no pudo evitar sentir un asco terrible hacia el bicho, no era mas que una babosa con patas y enorme, a la que si le daba la gana podía matar en cuestión de segundos "ojalá me pida matarlo" pensó y sonrió por un momento, pero toda esa ilusión se le fue cuando el inteligente del profesor pidió una redacción..."¡¿Una redacción?! ¿En criaturas mágicas? ¿Pero que porquería de profesor es éste?" Dejando salir un suspiro se sentó en una roca y empezó a escribir lo que sabía sobre ese bicho asqueroso. Linc sacó su pluma y la mojó en tinta, miró una última vez al bicho y empezó a escribir con, claramente, caras de decepción por ésta clase.

Estaba claro que no iba a ser una buena redacción.

Aiden llegó a clase casi a la vez que sus compañeros, pero le faltaba el aliento y la tostada no le había sentado muy bien. Pero era una de sus asignaturas preferidas, y no iba a dejar que nada lo estropeara. Le fascinó contemplar al centauro, le parecían unas criaturas increibles, no como su padre que los consideraba abominaciones.

Cuando el Profesor Sarth-Melem les mostró los ciempiés monstruosos, Aiden creyó que les enseñaría algún conjuro para repelerlos, pero en vez de eso, el centauro les pidió que copiaran lo que iba a dictar. Aiden puso toda su atención en las palabras del profesor Sarth-Melem y copió todo lo que dictó en un pergamino, sin olvidar ninguna coma, y cuando acabó el dictado, le decepcionó un poco que la clase fuera tan teórica Espero que no todas sean así, sino me parece que va a bajar puestos en mi lista de clases preferidas.

Era el momento de escribir una redación, y Aiden recordó lo que su madre le había contado sobre las criaturas mágicas. Al princio pensaba que nunca le había hablado sobre este bicho, pero entonces se acordó de un día que le estaba hablando de los duendes de Cornualles, vieron un ciempiés monstruoso y su madre le contó unas cosas acerca de ellos.

Willow prestó atención bocabierta durante toda la explicación que dio el profesor. Aquella criatura en particular no era de sus favoritas, pero igualmente la encontraba muy interesante.

- Fascinante... -Musitó la pequeña tras asomarse a ver lo que había en la caja. Miró a un lado y a otro y cuando pensó que el profesor no miraba, metió la mano dentro de la caja para acariciar suavemente a las pequeñas criaturas.

No tardó mucho en apoyarse en uno de los tocones y comenzar su redacción. No sabía si la información que sabía era lo suficientemente interesante para el profesor, pero igualmente ella puso todo su empeño en hacerlo lo mejor posible.

Llego con mis compañeros y me quedo cerca de ellos. Al parecer en esta clase no hace falta hacer grupos. En cierto modo, eso me ayuda a poder tener contacto con más personas a la vez, lo cual me agrada mucho y me quita del compromiso desagradable de tener que decidirme por un compañero. Aunque ya por costumbre era casi siempre Ed, eso no dejaba de hacerme sentir como que quizás pasaba de mis otros amigos.

Atiendo a toda la explicación maravillado y tomo notas con mucho interés. Aparte de la sorpresa que es estar tan de cerca con un centauro, la criatura que nos muestra en esta primera clase parece enormemente interesante. Esto ya me gusta bastante más que las cosas más teóricas de las otras clases. Es práctico y con cosas vivas, lo cual me llama mucho la atención. Siempre se me han dado mejor las plantas que los animales, pero esto se parece lo suficiente: hay que saber diferenciarlos, catalogarlos y cuidarlos, además de tener cuidado por los peligros que pueden entrañar.

—Jo. Cómo mola esta clase, ¿eh? —susurro a mis compañeros de primero, con la cara iluminada por la ilusión—. Es superinteresante.

En cuanto termino de escribir lo dictado, levanto la mano con toda la energía del mundo, dispuesto a preguntar todo lo que se me ocurre que quiero saber sobre este insecto, pero la bajo al ver que es ése precisamente el reto de esta clase: ver lo que sabemos de antemano y qué averiguamos hasta la próxima clase.

No sé si es muy justo. En el mundo muggle no se ven estas cosas... —pienso, algo decepcionado, mientras echo un ojo al bicho y empiezo a pensar qué cosas podrían cuadrar con lo que yo ya sé sobre insectos y sobre magia. Seguramente me sale una porquería de redacción comparada con las de mis compañeros de familias mágicas, pero no voy a dejar de intentarlo. Quiero que esta clase se me dé bien, así que empiezo a escribir todo lo que sé sobre ciempiés y a relacionarlo con lo que he aprendido sobre Magia en estas semanas. Intento dejar claro que, evidentemente, por no tener familia mágica excepto la tía Etta, no puedo saber mucho y que todo son conjeturas, para que tome en cuenta no solo que no puedo saber muchas cosas, sino que verdaderamente me estoy esforzando.

Al salir del castillo miro a un lado y a otro mientras me arrebujo con la túnica para cubrirme de frío, es la primera vez que salgo de la edificación desde que llegamos, o eso creo hasta que recuerdo haber ido a la lechucería el otro día.

El camino hasta la clase se me hace largo y tortuoso, el no tener un suelo firme y uniforme sobre el que caminar provoca que al llegar junto a la caseta lo haga con la lengua fuera y respirando con dificultad debido al cansancio.

— A ver si pronto nos enseñan a volar en escoba y podemos venir montados — bromeo hablando a trompicones.

Cuando por fin alcanzamos nuestro destino miro al centauro con una sonrisa en la cara, me resulta increíble ver a uno de primera mano, pero lo que me resulta más interesante es dirigir la mirada hacia William para ver su gesto de sorpresa al ver criaturas tan sobrenaturales como nuestro profesor, seguro que jamás se habría imaginado que le terminaría impartiendo clase un centauro.

— Hola, buenos días — saludo a los chicos que no comparten casa conmigo, a penas los conozco más que de un par de clases, y aunque soy consciente de la fama que tienen como casa, por ahora tampoco han hecho nada que me haya resultado desagradable. A Byron  y a Colin los saludo asintiendo con la cabeza con una sonrisa.

Me siento junto a mis compañeros de casa alegrándome de por fin poder tomar asiento y descansar las piernas, me pica un opco el cuerpo, quizás por la presencia de algún tipo de polen al estar en el exterior, pero no menciono nada al respecto.

Asiento a William cuando dice que la clase mola, a mi tampoco me gusta demasiado , prefiero clases ma´s teóricas, aunque desde luego el hecho de que por fin nos pidan tomar apuntes —y una redacción después—, hace que me empiece a sentir más cómodo.

— Es una clase bastante curiosa, la verdad — les comento a mis amigos.

En cuanto el profesor nos manda tomar apuntes «desenfundo» la pluma y la mojo en tinta dispuesto a tomar notas, según va hablando el profesor voy escribiendo en el pergamino, pero no llego a escribir letras y palabras, en vez de ello me valgo de la taquigrafía para tomar notas con una gran rapidez y al mismo tiempo estar atento para comprender la explicación e interiorizarla.

El hecho de que nos manden una redacción en que tengamos que mostrar conocimientos no obtenidos durante la clase no me parece muy justo, pero no tengo intención de discutir con el profesor, al menos no tan pronto.

Empalidezco al ver a Willow meter el dedo en la caja y abro mucho los ojos mirándola con un gesto de sorpresa, aunque opto por no decir nada, sería delatar su acto, y creo que es lo suficientemente inteligente como para decidir si lo que ha hecho es seguro o no, no soy quién para meterme en ello.

Volviendo a mojar la punta de la pluma en la tinta empiezo a escribir con gran soltura para la redacción, tengo claro que aún no poseo todos los conocimientos, pero lo que afirmo sé que son datos correctos y además tengo experiencia en escribir largas redacciones, lo cual espero que corra a mi favor.

«Un quilópodo mostruoso de la familia de los miriápodos, un artrópodo mandibulado similar a un insecto pero con grandes diferencias. Su cuerpo está dividido en cabeza y tórax, este último dividido en múltiples segmentos y gran cantidad de pares de patas...» empiezo a escribir iniciando la redacción con mis conocimientos básicos de biología mundana, aunque no temo aventurarme en hacer suposiciones de posibles cualidades mágicas que pueden tener para diferenciarlos de sus parientes más comunes, eso sí, siempre indicando cuando son meras especulaciones y cuando no.

Una vez termino la redacción, la firmo y espero a que mis compañeros también lo hagan y acudo con ella para entregársela al profesor.

— Tenga — le digo al profesor, si no me equivoco este es el mismo profesor que comentaba Perry al principio de curso... seguro que no es tan bueno como parece.

Salgo del castillo con el resto y me encamino al lugar donde nos daran la clase. Examino la zona atónito y a la vez maravillado. Me encantaría vivir en un sitio así.

-Buenos días.-Saludo.

Sin decir más, empiezo a tomar apuntes de cuanto se dice en clase y añado notas al margen sobre cosas interesantes que se me ocurren. Acto seguido, empieza mi redacciín.

Cuando la termino, me levanto y la entrego.

-Aqui tiene.-Digo al entregarla.-¿Seria posible hablar en privado después de la clase?-Pregunto con timidéz.

Chris llegó siguiendo a sus compañeros, parándose cuando vio impresionado al centauro. Le hubiese gustado correr hacia él y acariciarlo, y si era posible subirse a su lomo para cabalgar. ¿Sería esa la primera clase? Miró alrededor antes de acercarse más. ¿Dónde está el profesor? pensó, intrigado. No tardó en descubrir que el profesor era el propio centuaro.

Oh musitó, arrastrando los pies hasta llegar al lado de sus compañeros y sentarse. No se sentía avergonzado por pensar lo que había pensado, si no que se sentía decepcionado por no poder cabalgar a lomos del centauro.

Pero esos pensamientos se borraron de su mente cuando vio al ciempiés ¡Bichos! ¡Genial! dijo, emocionado. Se puso a escribir como loco todo lo que el profesor decía, sin perder una palabra, mojando constantemente su pluma en tinta. Cuando el profesor les pidió que hicieran una redacción, Christopher, en un acto inconsciente, se llevó la punta de la pluma a la barbilla, dejando allí una marca de tinta.

Profesor... y el veneno de estos ciempiés, ¿tiene alguna utilidad en el mundo de la curación? Creo recordar que hay ciertos venenos de serpiente que sirven como analgésicos y se utilizan en diferentes tipos de pomadas... ¿no?

Cuando llegué a clase, vi a todos mis compañeros de primer curso. No me caían mal, pero prácticamente no había tenido ninguna relación con ellos desde que comenzó el curso. Sabía que había sido en gran parte por mi culpa, pero desde el final del año pasado, no termina de encontrarse bien con los demás, incluso conmigo mismo, así que finalmente decido colocarme lo más apartado posible, esperando que no volviese a suceder lo del año anterior.

Escucho atentamente hablar sobre el ciempiés.

Creo que es más interesante el resto de clases que esta, pero bueno, es lo que hay.

Decido comenzar la redacción.

El ciempiés monstruoso, además de por su tamaño, se distingue fácilmente por la facilidad que tiene para atacar en el momento en el que cree encontrarse en peligro, aunque es algo tranquilo mientras no se sienta amenazado. Aunque potente, su veneno no tiene comparación al de otras criaturas mágicas, cuya picadura o mordedura pueden causar la muerte instantánea...

Tras seguir escribiendo durante algún tiempo más, decido finalmente seguir más tarde descubriendo cosas y a ser posible, que otra persona, hiciese parte del trabajo sucio. Por lo que cuando considero que todo está en orden, me levanto entregando al profesor la redacción.

Me está empezando a dar hambre.

Ludmila llegó detrás de sus compañeros de Casa. La blonda se acercaba mientras que acomodaba un mechón en su trenza cocida. Su rostro anodino, era el habitual aunque sus ojos emitían un brillo especial al acercarse. La clase estaba a punto de comenzar, cuando notó que el profesor era aquel imponente centauro. No le había soprendido que aquella criatura sea aquel que le impartiría la materia, ya que lo había visto en su llegada a Howarts. Parece que el Director quiere quedar bien con la sociedad protectora de animales mágicos...

Se sentó al lado de sus compañeros de Casa, colocando cuidadosamente su capa debajo de ella para no ensuciarse. Vio que esta vez compartía el espacio con los bichos raros de Ravenclaw. Estaba ese niño llorón Ward, y las otras extrañezas. Le llamó la atención ver a James y otro niño de segundo que no conocía.

Pero dejó rapidamente esto de lado, sacó sus útiles y a medida que el profesor hablaba, entornaba sus ojos hacia él. Pensaba qué bueno sería disecar aquella criatura, estudiar la disposición de sus órganos vitales, saber si tenía dos o más riñones como decía el libro de Anatomía de las Criaturas Magicas de Madame Ruffis.

Comenzó a hablar del ciempiés monstruoso, y tomó nota del dictado. Conocía a aquel animalejo, pero los que estaban en la caja eran minúsculos y totalmente inofensivos, ya que le habían extraido prudentemente el veneno. Sería divertido ver que ese ciempiés le quede algo de toxina. Piensa al ver a Willow meter la mano en la caja.

Una redacción. Perfecto. La niña comenzó a escribir lo que había leído y sabía sobre esas criaturitas. Era una de sus clases favoritas lo que parecía extraño en una niña tan remilgada como ella. Tenía conocimiento y experiencia, aunque muy pocos lo sabían. Y se dispuso a escribir las características morfologicas y estructurales del ciempiés monstruoso, así como la utilidad de su veneno para el uso de pociones...

-Aquí tiene...le entregó la redacción al centauro.

Ese día no había habido reparto de puntos. Quizás en la próxima clase, cuando hubiera corregido sus redacciones. Asterope vio cómo el profesor se marchaba. Le encantaba verlo trotar, era tan elegante. Una vez hubo desaparecido de su vista, recogió el libro y sus útiles para escribir y los metió en la mochila.

Se volvió hacia Kendra- Ha sido una buena clase, el profesor es excelente. Qué pena que nos haya tocado estudiar el bicho ese asqueroso –Aún le daban escalofríos solo de visualizarlo- Espero que la redacción me haya salido bien –Ella había escrito todo lo que recordaba del libro, así que, a menos que al profesor no le gustara cómo lo había expuesto, debería tener buena nota.

Estaba lista para marcharse de allí y tenía prisa por hacerlo. Y la razón era Linc. Su actitud durante el desayuno le demostraba que seguía igual de distraído, arisco y alejado del resto como en los últimos días. Vale que hubiera que darle tiempo, pero ya había pasado suficiente. Estaba abandonando a todos sus compañeros y, quizás los demás no les importaba, pero a ella sí. 

Se acercó a él para hablarle en privado, con cara seria y preocupada. Cuando terminó, se quedó mirándole, esperando una respuesta. 

Linc, quiero hablar contigo –Y, antes de que su amigo dijera nada, continuó-. Y esta vez no acepto un no como respuesta. Vamos a un sitio tranquilo –Se dio cuenta de que quizás había estado un poco seca, así que añadió, con el rostro más relajado:- Por favor. El Bosque es un buen lugar, no creo que haya mucha gente.