Partida Rol por web

Puag, qué ascazo. ¿De qué está hecho ese potingue? Seguro que lleva caca de algún animal... empezó a decir Christopher mientras tocaba lo que le caía por el cuerpo y se quedaba medio pegado en sus dedos.

¿Nos traerán la cena aquí? ¡Genial! Será como estar en un hotel. ¡Y menos mal! Porque yo sin cenar no puedo dormir, y los demás tampoco, que mi estómago hace mucho ruido...

Se giró a los compañeros que también estaban allí.

¡Hola chicos! ¡Podemos montar una guerra de almohadas esta noche!

Dos caras idénticas aparecieron en los cristales de la puerta de entrada. Las gemelas habían oído hablar de la orco-troll que regentaba el ala hospitalaria y aunque en cualquier otro momento hubieran estado encantadas de meterse a resolver el misterio de su mal humor, en este instante andaban con prisas, así que mejor mantenerse fuera.

Esperaron a que Árpád mirase en su dirección. Si alguno de los Ravenclaw se fijaba en ellas, le saludarían y sonreirían. Cuando finalmente fuera el h-tejón el que se fijara en ellas, harían todo tipo de movimientos sordomuggles para explicarle que habían venido a por él. ¡Tocaba clase de duelo de medianoche!

¿Cena, queréis cenar?, preguntó Wainscott. Claro, claro, ahora os traigo algo, dijo con un tono de voz que prometía represalias.

Unos minutos después, aparecieron de las nada en las mesas de Byron y Christopher dos platos idénticos. Tenía un trozo de pan negro, una cucharada de arroz y un loncha de jamón york.

Cena para enfermos, rio la enfermera con su cavernosa voz.

Que pidieran todo lo que quisieran, no tendrían más.

Tras rebuscar un poco por las estanterías, sin querer meterse demasiado por si la enfermera le pillaba, Árpád vio cómo las gemelas parecían llamarle desde fuera. Con una pequeña sonrisa se acercó a los demás para despedirse.

- Ed, William, encantado. - Les dijo. - Hasta luego, chicos. - Se despidió luego de Byron y Chris. Desde que habían coincidido en el tren había visto poco al primero, pero aquella vez le había caído bastante bien. A ver si esta vez se animaba a ir a la nueva fiesta. - ¡Nos vemos! - Dijo mientras se dirigía a la puerta, comenzando con algunos movimientos de sordomuggle que expresaban perfectamente el agradecimiento y la alegría que sentía porque hubieran ido a buscarle.

Menos es más.- Se repetía Byron al ver su cena. Por lo menos llenarían el estómago con algo. Cuando acabó de comerse su "opípara cena" miró a Christopher con compasión, pues sabía que a su amigo le gustaba comer grandes cantidades.

- Es injusto. No estamos castigados, ¿no?- El chico miraba con ojos golositos la comida de la desagradable enfermera. Quizás si viniera un alumno o llamara alguien podrían aprovechar la distracción para agenciarse con un pequeño dulce de postre. PEro eso sería demasiado arriesgado para Byron, por supuesto. 

Miro a las dos gemelas cuando apaercen y me sieto alg sorprenido por el hecho de que saluden, pero les devuelvo el gesto asintiendo con la cabeza.

— Hasta luego, un placer— respondo al chico de la otra casa ya desde la camilla, había regresado a la posción antes de que la enfermera se diese cuenta, pero eso no había quitado que estuviese dándole vueltas a lo que creíahabr desubierto.

Me quedo mirando la «opípara» cena que sirven a Byron y Christopher, y no puedo evitar cogerle más asco aún a la enfermera. Cierto es que no sé mucho de medicina mágica, pero la dieta blanda no tiene mucho sentido cuando lo que se tienen son heridas a nivel cutáneo.

Miro a William y después al resto de mis compañeros.

— Siento que os vayáis a tener que quedar aquí el resto de la noche, si queréis lo comentamos en la sala común. Yo ya me encuentro bien, así que supongo que podré irme— pese a esas palabras lo cierto es que no me atrevo a marcharme sin que Will me confirme que podemos, creo que ya llevamos bastante aquí y que ya se han curado mis heridas, pero también me da pena dejar así a nuestros compañeros, pero claro, si nos vamos quizás incluso podamos pasar por aquí de nuevo con algo de comida.

Veo a las gemelas y siento la tentación de acercarme a preguntarles si les ha molestado que no pudiéramos ir a la fiesta, pero creo que quizás ya sea demasiado tarde. Veo que saludan, lo cual es bastante reconfortante con el miedo que había tenido a ofender a alguien por el hecho de que casi nadie de los Ravenclaw pudieran ir porque se quedaron esperando a que llegara de la recuperación de Artes Quiméricas; así que respondo igualmente.

—Hasta luego, Árpád, ¡encantado! —acompaño mi despedida de un gesto amable de la mano, y luego me giro a mis compañeros—. Yo no creo que me pueda quedar... he venido en calidad de acompañante, y... no sé por qué, me parece que la idea de la pelea de almohadas puede ser... peliaguda —hago un gesto significativo con la cara hacia la enfermera y una mueca de miedo—. ¿Queréis que os traigamos algo de comida mejor? Esa cena no va a ayudar mucho a que se os curen bien las heridas... —susurro inclinándome un poco hacia ellos para intentar evitar que me oiga Madame Wainscott.

- No os preocupéis, de verdad. Con esto es más que suficiente para mí.

Asiento con la cabeza hacia Byron y vuelvo a mirar a la puerta, empiezo a tener hambre, lo cual puede ser síntoma de que me estoy mejorando de lo mío, aunque tampoco sé si se puede llegar a esa conclusión tan rápido.

— De acuerdo, chicos... — me vuelvo hacia mi mejor amigo.

— Entonces... ¿nos vamos? — le pregunto a William.

Pues... dijo Chris con cara de asco cuando vio la comida si no hay guerra de almohadas... ¡que lo haya de comida! Y empezó a lanzar la comida a sus compañeros. Se acabó pronto, pero Christopher seguía riendo a mandíbula batiente viendo a sus compañeros manchados.

Rechazo la comida que me llega con gestos rápidos, y eso me pone algo nervioso. Tirar comida me duele, y además me preocupa la reacción de la enfermera. Si hasta ahora tenía ganas de irme, ahora es un imperativo... Lamentablemente eso puede dejar a Christopher y Byron con el marrón, pero después de los gritos que me ha echado antes lo último que quiero es volver a soportar los exabruptos de esa desagradable mujer.

—DeDeberías comer, Christopher, que eso es bueno para curarse... —comento, intentando no parecer demasiado aleccionador, pero intentando que mi mensaje cale. Miro a Ed y asiento—. Deberíamos irnos antes de que se haga más tarde. 

Me levanto y salgo, despidiéndome de mis compañeros con las manos. Miro por un segundo a Madame Wainscott y aunque dudo, acabo por decidir que la mala educación es inexcusable.

—Buenas noches, Madame Wainscott. Y muchas gracias por curar a mi amigo —digo, antes de desaparecer anticipando una respuesta desagradable por parte de la mujer.

A diferencia de William, yo no soy tan rápido esquivando la comida y rápidamente mi pelo queda poblado por pequeños granos de arroz cocido y un trozo pequeño de jamón de York.

Además, la túnica también queda aún más sucia, no solo por que se haya manchado por parte del ungüento, sino por la absurda idea de Christopher de tirarnos la comida, no me parece que tenga nada de gracia el ensuciarnos por diversión, la verdad.

Asiento hacia William mientras me sacudo el pelo haciendo que la mayor parte de los restos de comida caigan de mi cabeza y me acerco rápidamente a la puerta para evitar la reprimenda de la enfermera.

— Bueno, pues hasta luego chicos — les digo a mis compañeros e, inspirado por William, alzo la voz para que me oiga la enfermera —. Muchas gracias por sus cuidados, señora Wainscott, buenas noches — y dicho esto huyo junto a mi amigo antes de que la enfermera me ampute la lengua o algo así.

Buenas noches, encantos, surgió del final del ala hospitalaria. Estaba claro que era Wainscott, pero ni el tono de voz ni las palabras parecían las suyas...

Con las luces del alba, la enfermería pareció lanzar un quejido, como si un gigante despertara de su siesta. El pestillo de las puertas por las que se accedía al ala hospitalaria sonaron, descerrando así el umbral de paso y permitiendo que los niños que hubieran pasado la noche pudieran al fin marcharse.

Extrañamente a lo que había pensado, Byron se levantó sin dolor de espalda ni cuello. Dormir en una tabla dura parecía ser reparador. Su herida estaba curada mágicamente y se dispuso a ver qué tal iba la de Christopher.

- Buenos días. ¿Cómo te encuentras? Yo hambriento. ¿Vamos a desayunar?- Susurró no queriendo despertar al monstruo de la enfermería.

Joey entró en la enfermería acompañando a Diana. La pobre chica miraba hacia el techo, puesto que cada vez que bajaba la cabeza, Joey la regañaba de forma inocente:

-Sube la cabeza que te vas a quedar sin sangre y te terminas mareando. Exageró el chico.

Cuando ambos llegaron Joey miró por todos lados para localizar a Madame Pomfrey e hizo para a Diana hasta que la localizó:

-¡Madame Pomfrey! ¡Madame Pomfrey! Diana se ha hecho daño al caer al suelo y se ha roto la nariz. Dijo sin querer dar más detalles de lo ocurrido. Por él habría relatado lo que había pasado, pero seguramente a Diana no le hiciese mucha gracia que el chico lo contase, por lo que decidió que mejor era no decir mucho.

Entonces tiró ligeramente de la muchacha para dirigirla hacia una de las camillas que había en la sala y le ayudó a sentarse con suavidad puesto que no dejaba que la chica bajase la cabeza:

-Siéntate aquí. Ahora te ve la señorita Pomfrey. ¿Qué tal estás?¿Cómo te encuentras? Preguntó preocupado.

Se volvió a girar y preguntó:

-Señorita Pomfrey!¿Viene o qué? ¡que mi amiga se desangra! Dijo metiendo prisa a la señora víctima de la preocupación. 

Entonces reparó en otro muchacho que se encontraba allí y le miró con curiosidad a la vez que saludaba y preguntaba con curiosidad:

-¡Hola! ¿y a ti qué te pasa?

-¡Señorita Pomfrey!...

Ante el desgañiteo de un crío que acababa de entrar, Madame Wainscott se dirigió a la entrada del ala hospitalaria. Estaba claro que debía ser él quien estaba grave, pues necesitaba gafas al confundirla con la uva pasa que era Poppy y además debía ser un poco sordo para estar gritando tan alto. Sí, estaba claro que él era el nuevo paciente y no la niña que iba a su lado con toda la pechera manchada de sangre.

Calla ya, que esto es una enfermería. Vete a gritar al campo, apartó a Joey de delante de Diana. Jodío niñato, decidió.

A ver, baja el rostro, ordenó a la chica a la vez que ponía una bandeja metálica de pequeño tamaño y honda bajo su cuello. Bah, vaya unos inútiles, dedicó a ambos. Esto con un reparo se arregla, dijo a la vez que sacaba su propia varita que tenía al menos una docena de nudos y era tan fea como ella.

Lo que no dijo es que si el reparo no se hacía con suficiente efectividad, solo se lograba recomponer la nariz pero no devolverla a su forma original. Le hubiera gustado que lo hubieran intentado...

Episkey, soltó con su voz estentórea. La nariz de Diana pasó primero por una sensación de mucho calor y después mucho frío. Ya está, asintió al ver que la fea nariz de criaja de la niña volvía a estar en su puesto.

Se marchó y al rato volvió con una taza con agua y un par de toallas. Las dejó encima de la mesa para que Diana se limpiara la sangre si quería hacerlo.

Se volvió a ir, gruñendo para sí y con sus andares bamboleantes.

A Diana le estaba empezando a doler el cuello de tanto estirarlo, en varias ocasiones había tratado de bajar la cabeza para descansar un poco, pero Joey era demasiado tenaz... aunque gracias a eso se le había cortado ligeramente la hemorragia.

 - Joey... tranquilo que estoy bien... bueno, no voy a poder nonarme los mocos... pero ya casi no me duele...-dijo para tratar de que Joey no gritara tanto.

Entonces la enfermera apareció... para su sorpresa no era la amable señora Pomfrey sino una muy seria y con una varita muy rara. Cuando le lanzó el conjuro, primero sintió mucho calor y después frio, pero parecía que estaba curada... se tocó suavemente la nariz y tras inspeccionar el tabique nasal con los dedos sonrió.

- ¡CURADA!- declaró contenta- ¿Has visto? no ha sido nada Joey, pero muchas gracias por preouparte tanto por mi... Bueno... ¿Vamos fuera?

Cuando aquella enorme mujer con cara de no haber mojado en su vida se acercó y gruñó a Joey el chico quedó asustado y calló inmediatamente. Cualquiera rechista a esa mujer. Se retiró un par de pasos hacia atrás cuando la señora le empujó y ni se le pasó por la cabeza molestar ni acercarse más hasta que se hubo ido de nuevo.

Entonces como hipnotizado se quedó mirando como ese culo enorme se bamboleaba alejándose del lugar hasta que las palabras de Diana le hicieron girarse de nuevo hacia la chica y volver al mundo real.

-¡Genial!, dijo moviendo el brazo en señal de triunfo. Estaba asustado por si era más grave. Me alegro que no fuese así. Si lo hubiese sido... dejó la frase en el aire pues no quería terminarla.

-¿Te ha dolido? Dijo mientras salía del lugar con su amiga. Yo creo que la tía esa no era muy delicada. Por cierto, ¿sabes dónde está la señorita Pomfrey? Ella al menos no tiene esa cara de amargada. ¿Has visto como hablaba?Tenía voz de tío. A mí me ha dado algo de miedo, ¿a tí? Yo creo que se come a los niños, es enooooorme...

Diana sonrió ante las ocurrencias de su amigo, aunque la verdad es que estaba deacuerdo con él en muchas cosas... incluyendo aquello de que la nueva enfermera se aprecía a un hombre y que prefería a la señorita Pomfrey...

- Pues la verdad es que no se que ha pasado con la señorita Pomfrey... pero bueno la señora Wainscott me ha curado muy bien, no me ha dolido mucho sólo he sentido mucho calor y luego frio... vamos a ver que hacen los demás...- declaró saliendo de la enfermería charlando alegremente con Joey.