Partida Rol por web

Oliver rio, ante la "broma" de Cassius- ¿Ah si? Pues... esta visto que no... no lo sabia... - dijo, siguiendo la broma, con una carcajada dejándose "arreglar" por su amigo.- Gracias tio, tu si que molas. - acabo por alzar el pulgar, con un gesto divertido, que acabó convirtiendose en un saludo a Neil, que acababa de llegar.

-Buenos dias, Neil -dijo, aun con una amplia sonrisa en el rostro, de su habitual buen humor. Y, acto seguido, se volvio de nuevo hacia Cassius, cuando declino su invitacion- Bueno, como quieras... Y deja de dar las gracias, hombre, que no ha sido nada...Para eso están los amigos, ¿no? - dijo, cayendo en la cuenta de que, a pesar de que hacia mucho tiempo que ya consideraba a Cassius como tal, era la primera vez en aquellos dos años que lo llamaba abiertamente amigo, delante de él. Y eso, por qué no, le gustó -Y recuerda: si me vuelves a necesitar, solo tienes que pedirlo, ¿eh?- añadio, alzando un dedo, sin empezar a comer aun.

Fue entonces cuando Cassius respondio a aquello que más ansiaba saber. Una sonrisa radiante se dibujo en su rostro y, sin importarle lo que nadie pudiera pensar, ni el propio Cassius, le palmeó la espalda un par de veces, en un impulsivo gesto de dicha- Lo sabia. Si es que eres grande, Cass. Eres grande. Me alegro mucho por ti, tio, en serio. - añadio, escuchando entonces aquella invitacion por parte del Slytherin. Asintio de inmediato, aun sonriente- Claro que si, alli estaremos. O yo al menos iré... Le preguntaré a a Mir ahora, a ver si se apunta.- le dijo, aceptando la invitación.

Entonces, como nota final, acabó por estrechar su mano con Cassius, en un saludo bastante informal- No vemos despues de clase entonces. Y asi de paso me das más detalles... Gracias por traerlo todo, tio. Estabamos preocupados por recoger las cosas...

Y tras darle las gracias por aquel "Que aproveche", volvio a despedir al chico, dejando que fuera a desayunar antes de que fuera más tarde, para acto seguido comenzar el mismo a dar cuenta del suyo.

Diminutos fantasmas dorados bailaban dentro de los ojos de Max. Pasar demasiado tiempo en la oscuridad le había hecho olvidar que mirar al sol directamente era una terrible idea. Al menos, estaba completamente despierto, y listo para las clases del día. Pero antes de las clases, había que llenarse las tripas. Era algo curioso que, después de cebarse durante la cena, y pasar la noche durmiendo, volvieran a estar vacías al amanecer. ¿Dónde se metía toda esa comida? Costaba creer que el organismo la deshiciera completamente y la transformara en energía, como un profesor había tratado de explicar en clase, con tanta desgana que parecía que su cuerpo se estaba devorando a sí mismo. Y no, lo que se iba por la cisterna cada mañana tampoco era suficiente para explicarlo.

Hizo acto de presencia en el comedor a tiempo de ver cómo uno de los Slytherin de otro curso —segundo, a juzgar por el compañero de casa con quien estaba hablando—, se largaba de allí.

—Hey —saludó, mientras acomodaba las posaderas en una de las sillas.

La etapa de experimentación había terminado. Al menos una pieza de cada una de las viandas que lo que los elfos cocineros eran capaces de preparar había pasado por su boca. El resultado era una dieta menos equilibrada, porque era evidente que el equilibrio óptimo se alcanzaba probando un pedazo de cada uno de los diferentes alimentos, pero más reducida, constituida exclusivamente por aquello que más le gustaban.

Mientras llenaba su plato, no pudo evitar fijarse en las obras de arquitectura gastronómica perpetradas por las gemelas. Aquel día eran especialmente grotescas.

—Eso —señaló los dos edificios de comida— es horrible, pero genial.

Las gemelas se rieron ante la actitud de Cassius. Parecía un mini-dandy tratando de aparentar ser mayor con solo 12 años a sus espaldas. Les llegaba hasta allí el aire que se le escapaba de lo tan hinchado como un pavo que iba. Fsssss, no pudo evitar soltar Erzsébet por lo bajo. Orsolya se rio, haciendo que su hermana se riera más alto aún.

Cuando llegó Oliver, las chicas fingieron sorpresa. ¿Qué fiesta? Había pasado casi una semana y aquello estaba más que olvidado. Hablar del pasado estaba tan out. Ahora lo importante era los nuevos planes que estaban montando.

Dado que lo que hablaban Cassius y Oliver era tema de adultos, dejó de interesar a las crías, que se dedicaron a dar buena cuenta de sus contundentes platos. Mircea no sabía elegir amigos demasiado bien. Quizás tendrían que acabar involucrándose para redirigir a su hermano.

¿Qué trajes?, preguntó Erzsébet a Neil. Las gemelas llevaban los trajes de duelo puesto. ¿Extravagantes? Pues son de lo más recatado, aclaró Orsolya.

Saludaron a Max con la mano, mientras seguían dedicándose a realizar unas de las mejores actividades del mundo mundial: comer de más.

Siiiii, consiguió decir Erzsébet, que en aquel momento estaba pensando en lo genial que complementaría su plato unos cuantos espagueti al pesto.

Cada vez sirven menos cosas, se quejó Orsolya. Echaba de menos la gran cena de bienvenida, que tenía mucha más variedad. Los desayunos acababan haciéndose algo aburridos, casi siempre con las mismas cosas.

¿Menos cosas?

—¿Menos cosas? —escapó de su boca el eco de sus pensamientos.

En menos de un mes, la alimentación de Max había sido más variada que en los once años anteriores. Los viejos solo sabían preparar raviolis de lata, salchichas de bote, sopa de sobre y patatas fritas descongeladas.

Si no hubiera asistido al banquete inaugural, no se hubiera creído que había más platos en el mundo que los que se ponían a disposición de los alumnos en cada comida.

—A mí ya me vale —dijo a continuación—. Llegué al colegio andando, y creo que saldré rodando.

Los platos estaban volviendo a su estado inicial. Aprovechando rebanadas de pan tostado, las pequeñas estaban terminando de limpiar cada churretón de ketchup, siropes diversos y salsas variadas que habían ido soltando cada pequeño pilar de aquella mini-obra gastronómica que había durado tan poco.

Sí. Los desayunos son mucho menos variados. No entiendo por qué no pueden poner platos de comida o cena en el desayuno, explicó Orsolya.

Erzsébet terminó al fin, dejando su plato limpio como una patena y suspiró complacida. No creas que en casa nos sirven tantos platos, ¿eh? Pero en el anterior internado la comida estaba asquerosa y había muy poca variedad. Por eso se estancó nuestro crecimiento, soltó la chica totalmente convencida.

Orsolya también terminó y siguió el hilo de razonamiento de su hermana. ¡Claro! Por eso nos hemos quedado tan bajitas y no nos han crecido las piepturi, dijo haciendo un gesto de pechonalidad. Así que tenemos que comer mucho para recuperar lo perdido.

Además que nos gusta comer, finalizó Erzsébet sonriente.

¡Nos vemos en clase!, se despidieron antes de largarse del comedor.

Neil rió ante las bromas entre Max y las gemelas. Y se rió porque el también estaba comiendo como si no hubiese mañana aquel día.

Sí, yo creo que en Octubre empezaré a tomar un dieta equilibrada porque... se dio unas palmadas en la panza que durante aquellas cuatro semanas había crecdo bastante ... porque mi abuelo será capaz de hacerme un conjuro de piernas inquietas para que no pueda parar de correr hasta que adelgace.

No río por aquello ya que había presenciado como su abuelo hechizaba a su padre en una ocasión tras las fiestas navideñas y había conllevado una leve crisis familiar.

Agarró su mochila y se la puso al hombro. Pesaba menos que de costumbre, pues como sabía que en Duelo no necesitaba libro solo llevaba el gordo tomo que tenía que devolver a la biblioteca.

Bueno, voy a pasarme por la biblioteca antes de clase. ¡Nos vemos!

¿Pietpuri? Las chicas mayores y las mujeres tenían las tetas abultadas, algunas más y otras menos. Las gemelas eran todavía unas niñas. Si comían demasiado les crecerían, pero de la misma forma que le crecían a los chicos gordos.

Se despidió de las gemelas y de Neil —solo le había costado prácticamente un mes aprenderse los nombres de sus compañeros—, y siguió comiendo unos minutos más, hasta vaciar el plato.

Los miércoles y jueves tocaba clase de duelo a primera hora. Daba gusto salir de la cama para disfrutar del copioso y delicioso desayuno, y de la asignatura más divertida del mundo.

—Hasta luego —se despidió de los que todavía no se habían marchado.

Y salió del comedor.

En cuanto Oliver terminó de comer, salio corriendo en direccion a clase. Tocaba criaturas mágicas y, la verdad, no le gustaria llegar tarde.

Hoy no era demasiado puntual. Cuando llegó la mayoría de alumnos ya había comido. Pero creía tener aún algo de tiempo, así que comió con tranquilidad antes de ir clase. Un poco de leche y unos bollos, nada especial ni que le llevara mucho tiempo en terminarse de comer.

Si quería que no se volviera a repetir su racha de faltas a clase tenía que darse prisa. Aunque la idea de ir a clase de duelo le gustó, de momento eran las clases que más le habían llamado la atención.

Ardeen pasó por allí corriendo porque quería encontrarse con Mir y con Oli, pero no estaban.- Jo, les veré en clase. Corre corre.-le dijo a Sara. Se hizo un par de bocadillos de jamón y queso y salió de allí en cuanto pudo

Sara llegó corriendo detrás de Ardeen, pero se cayó entre las mesas y la niña la perdió. Cuando se levantó, su amiga ya se había ido y Sara estaba un poco descolocada.

Jope... dijo, mientras se frotaba la rodilla y caminaba lentamente hasta la mesa. Bebió un vaso de agua y cogió un par de magdalenas para el camino.

Antes de llegar a la puerta, ya podía caminar con normalidad, así que aligeró el paso.

Ya está servida la comida del Jueves, Día 4!

Neil se dirigía fuera del castillo cuando el delicioso aroma del Gran Comedor le hizo detenerse. No le apetecía demasiado estar con gente, y algo en su interior le decía que tenía que estar algo de tiempo solo. No obstante con un hambre boraz que se manifestaba a modo de rugido estomacal, Neil se fue hasta la mesa de Hufflepuff dónde ninguno de sus amigos había llegado aún. Seguro que aquello era una señal más de que debía estar solo.

Cogió una servilleta de tele y en ella colocó algo de comida, pastel de carne, algo de empanada y frutas. El picnic improvisado no soportaba la comida que necesitaba cubieros, Es una pena porque todo tiene una pinta exquisita pensó.

Aprovechó para beber algo de agua y salió de nuevo.

Árpád se sorprendió ligeramente al ver que era el primero en llegar. Ni siquiera los de segundo curso estaban todavía. Se acercó a la mesa del comedor con paso lento y se sentó en su sitio. Durante unos minutos dudó sobre ir a buscar a los otros al lago o donde se encontraran, pero finalmente pensó que probablemente no tardarían en venir.

Con un pequeño suspiro se sirvió unos muslos de pollo confitados en el plato.

Si Imara me viera ahora...

No perdió más tiempo. Dejó atrás la enfermería, los lamentos de los niños enfermos y la enfermera ogra que se ocupaba de ellos, y se dirigió por el camino más corto al gran comedor.

Comer era una actividad importante para cualquier niño. Podría haberse considerado sagrada si la infancia hubiera sido una religión. Era bueno que se hiciera tres veces al día, y hubiera sido incluso mejor que se hiciera tres veces más. Aunque eso probablemente hubiera provocado que los pequeños de incontrolable apetito se convirtieran en bombas andantes. ¡Bum! Y uno menos, dejando el trasero pegado a su asiento, y esparciendo el resto por comedor y niños, como un globo de agua lleno de tripas.

Pensar en niños explosivos no redujo su apetito, sin embargo. Se sentó en una silla, saludó de nuevo a Árpád con un movimiento de cabeza apenas perceptible, y empezó la delicada tarea de resistir el impulso de abandonarse al exceso, sin dejar de lado la satisfacción gastronómica.

Mircea entró junto a Oliver al Gran Comedor.

Mientras se iba acercando a su zona de la mesa, se extrañó al ver a Árpád y a Maxwell y sin embargo no ver a sus hermanas por allí apropiándose de cada bandeja de comida y cada sopera. Arrugó el entrecejo tratando de adivinar en qué nueva gamberrada estarían metidas para haberse olvidado de la hora de comer.

Buenos días, saludó a los chicos de primero, consciente que no les había visto por la mañana. Hubiera preguntado por las crías, pero se negaba a ser el padre que se preocupaba y preguntaba por ellas a cada momento.

¿Qué tal se os ha dado duelo?, preguntó. Tenían el mismo horario que había tenido él el año anterior, así que se lo conocía de memoria.

Se sirvió un cazo de borş y cogió un trozo de pan integral para acompañar la sopa.

Oliver entró en el Gran Comedor con las manos metidas en los bolsillos y una expresión ditendida- Buenos días, chicos... - saludó a los de primero, buscando, infructuosamente, a las chicas de segundo. Era preocupante, pero comenzaba a acostumbrarse a no verlas, cosa que no le gustaba lo más minimo.

Tomó asiento entonces, y comenzó a servirse comida, como de costumbre. La mañana le habia dado hambre, qué le ibamos a hacer. Miró entonces a los de primero, con una expresion curiosa- Eso, ¿como os ha ido? Nosotros hemos tenido clase con una sirena, ha sido una pasada. - anuncio, con una media sonrisa satisfecha. Y, cuando se dio cuenta de que alli faltaban dos pequeñas cabecitas rumanas devorando por doquier, el que preguntó fue él, con aquella misma mueca de curiosidad- Por cierto... ¿Donde están las gemelas? Él ni siquiera se planteó quedar como un padre o no. Para él era, a todas luces, mero interés humano.

Ardeen llegó a la comida y saludó a los demás Huffies con la mano. ¿Qué tal en el lago?- les preguntó interesada.

Cogió un par de filetes de ternera y les añadió un salsa que olía a pies, pero que sabía muy bien.

Cuando Max se unió a la mesa Árpád lo saludó con la mano, antes de seguir comiendo en silencio. Estaba claro que aquel chico no era de muchas palabras, y ahora mismo él también tenía cosas en las que pensar.

Sin embargo la llegada de Mir y Oli le animó un poco.

- Bueno, venimos de la enfermería. - Les informó con una sonrisa divertida. Al menos ya no dolía. - El Eleccella Fulminis escuece un poco, pero no es gran cosa. - Dijo luego, encogiéndose de hombros para quitarle importancia. - Las chicas creo que fueron al puente zigzagueante. - Respondió a Oli, como si realmente supiera de dónde estaba el lugar.

- ¿Y vosotros? ¿Qué habéis tenido para que la profe fuera una sirena?

Las gemelas llegaron al fin al Gran Comedor, como si hubieran sido invocadas. Una mezcla de Candyman y Bloody Mary, pero en un envoltorio más dulce y agradable. Una vez pensada, una vez hablada y otra vez comentada. Mircea, Oliver y Árpád. ¡Chas! Las gemelas aparecieron. Pero no iban solas, sino que llevaban en su entrada a Asterope, una de las nuevas de Slytherin y Matthew, al que parecían haber despertado de su letargo tímido de algún posible trauma infantil.

Llegaron a la mesa, aún en sus trajes de duelo. Tendrían que comer rápido si querían pasarse a cambiarse de ropa y coger el material adecuado para la clase y recuperación de la tarde.

Teniendo el tiempo tan ajustado, solo pudieron saludar con las manos mientras empezaban a devorar y soltaban algo parecido a un: ¡Hola! Comiendo con una mano mientras iban poniendo cosas en sus platos con la otra, avanzaron hacia el deseo inconsciente de Max de ver a alguien explotar por exceso de comida.