Partida Rol por web

Booky despidió a Collin con una sonrisa y un movimiento de sus orejas trompetudas.

Cuando le dejó los libros que había estado usando, los susurró y con un movimiento de dedo éstos se elevaron y se fueron volando a sus respectivos estantes.

Tras encontrar un libro nuevo que podría valerle para investigar las normas, leyes y costumbres de los sirénidos, para así darle un enfoque distinto a la redacción que debía entregar, Mircea se dedicó a buscar en varias secciones más, buscando libros adecuados para los trabajos de vuelo y de conocimientos mágicos.

Dejando un momento los cuatro libros que había terminado por escoger como lectura ligera para el fin de semana, se restregó los ojos con los pulpejos de las manos. Le había costado mantenerse despierto las últimas horas. El día tan ajetreado estaba empezando a pasarle factura. Iría a cenar, seguro que así conseguía alargar un par de horas su aguante para así poder continuar alguno de los trabajos antes de irse a la cama.

Cuando pasó cerca de Sara, le dijo: ¿Vienes a cenar o aún te queda? Yo aún tengo cosas pendientes, pero supongo que las acabaré en la Sala Común.

Ya en el mostrador principal, dedicó una cansada sonrisa a Booky y depositó los libros que había elegido:

Regulación de las Sociedades Subacuáticas, por el Doctor Phineas Fink

Ornitología mágica, por Madame J. Gilbert

Uso de maderas para objetos mágicos, por Condesa Bradley

La fuerza de los núcleos, por Maestro Ollivander

Sara estaba haciendo florecitas y pajaritos en un pergamino aparte. Hacía rato que se había cansado de leer y tomar notas.

Eh... comenzó a balbucear al ver a Mircea. ¡Sí, tengo hambre! se dio cuenta de que había vuelto a subir el tono de voz. Encogió de nuevo la cabeza y cerró el libro con cuidado Vamos, te veo en el Gran Comedor continuó susurrando, mientras recogía las cosas, dejaba el libro donde le había encontrado y salía de la biblioteca

Ninguna sonrisa podía considerarse rival para la superlativa mueca de felicidad de Booky. Seguramente si se buscara en algún libro de autoayuda, llamado de forma figurativa: "Pasos hacia la felicidad", el resultado final y la imagen de finiquito del volumen sería una gran foto de nuestro elfo. Incluso podría considerarse que irradiaba calma, energía y genialidad. No sería demasiada locura pensar que se dedicaba a cargar pilas muggles por la noche con la simple fuerza de su sonrisa.

Selló las cartillas en las contraportadas de los libros del joven Hufflepuff y rellenó todo lo que tenía que rellenar en el gran volumen de adopciones libreras.

Pasa buen inicio de semana, despidió al chico. Y bajando un poco la voz, le murmuró: Han estado por aquí y ya se lo han llevado, le guiñó un ojo. Por alguna extraña, muy extrañísima razón, parecía que algo del alma de Dumbledore residiera en nuestro querido Booky.

Afirmó con la cabeza y sonrió para sí mismo. Las pequeñas eran más listas que él y sin embargo siempre conseguía mantenerse unos pasos por delante. Costaba mucho, sí, pero ese era el trabajo de un hermano mayor.

Gracias, dijo golpeando levemente la mesa del bibliotecario con dos nudillos en señal de respeto.

Cogió los libros y fue metiéndolos uno a uno en su sombrero según salía de la biblioteca.

Se había quedado ensimismada mirando el lugar, la hora de cenar había llegado, pero aún así decidió dar una vuelta por allí y ver si era capaz de encontrar algo.

Se dirigió al mostrador, donde un simpático elfo se encontraba escribiendo algo en un trozo de pergamino.

- ¡Hola! -le sonrió- ¿te importaría ayudarme con un trabajo sobre Conocimiento de las Criaturas Mágicas? Es sobre los ciempiés, las clases y sus venenos. -Mientras hablaba, echó un ojo a la lista que estaba escribiendo el elfo.

¿Le pagarán? A lo mejor simplemente le gusta ayudar aquí... A mi no me importaría, la verdad.

Hola, Willow, sonrió con su calurosa y gigantesca sonrisa a la pequeña. Vaya, comentó llevándose uno de sus largos dedos a la sien, entiendo que estés perdida. Eres la primera de Ravenclaw de primero en aparecer por aquí, indicó el gran coliseo del saber. ¡Felicidades! levantó los dos brazos al aire. Un par de libros que había sobre su mesa se alzaron y aplaudieron como solo los libros sabían hacer.

Te puedo ayudar diciéndote como puedes encontrar información para el trabajo, empezó poniendo sus huesudos codos sobre la mesa y reposando su cabeza sobre las palmas de sus esqueléticas manos.

Puedes investigar entre las secciones de la biblioteca para encontrar algún buen libro, buscar algún ciempiés debajo de las piedras del lago, engañar a alguien y copiarle su redacción. Mientras iba diciendo cada opción, Booky movía su cabeza sobre sus manos, de un lado para otro. Pero eres una Ravenclaw, ¿no se te ocurrirá copiar, verdad?, sonrió como solo él sabía hacer.

Le encantaba aquella casa. Casi todos los amantes de los libros acababan en ella. Booky estaba convencido que si hubiera llegado a ser estudiante de Hogwarts, habría acabado en Ravenclaw.

Indicó a Willow las distintas zonas que tenían algo que ver con criaturas mágicas y como llegar a ellas, si es que la niña decidía quedarse a buscar algún libro, entre las cuales estaban: zoología mágica, evolución de magia en criaturas y otras variantes más. La biblioteca era tan grande que podía permitirse secciones independientes para tan solo una docena de libros. Se podía encontrar una estantería con hasta cien materias distintas entre sus baldas.

- ¿En serio? -Se rascó la cabeza. La primera Ravenclaw en pisar la biblioteca... wow.- Creo que haré primero lo de buscar por aquí y luego examinaré un ciempiés, ¡gracias, no sabía por dónde empezar! -Le sonrió ampliamente y tras dar un par de saltitos desapareció entre las estanterías más cercanas. Zoología mágica parecía una buena opción.

Booky había dejado que pasara la hora de cierre de la biblioteca porque comprendía el entusiasmo que causaba la primera visita a un sitio tan mágico y maravilloso como era aquel lugar.

Cuando finalmente la pequeña se marchó, el elfo dedicó a la niña una radiante sonrisa sin molestarle lo más mínimo que sus horarios se hubieran visto trastocados.

Apagó las luces, paseó por alguno de los pasillos dando las buenas noches a los libros más charlatanes y finalmente clausuró la biblioteca. Con un ¡plop! el elfo doméstico desapareció de allí.

Selena llegó a su ritmo a la biblioteca que, para ser la hora que era, parecía bastante vacía. Aunque tampoco pasaba demasiado tiempo allí. Prefería la sala común de la casa, sin embargo, había visto como Perry estaba practicando hechizos allí cuando bajó a desayunar y no quería distraerse demasiado.

Sin llamar mucho la atención, se escabulló por un pasillo lateral y recogió un par de libros sobre varitas, núcleos mágicos y fabricantes extranjeros. Se zambulló en los textos y párrafos y iba apuntando lo que le parecía más interesante. Así pasó un buen rato hasta que logró terminar el escrito.

Sábado... Era el principio de la semana para Booky. No le importaba que Hogwarts como casi todo internado fuera un continuo de días laborales y ninguno festivo. Para él estar en la biblioteca no era ninguna molestia; seguramente si le diesen un mes de vacaciones, se lo pasaría ahí metido.

Por ello allí estaba nuestro bibliotecario, feliz como casi siempre, tan feliz que algunos alumnos mayores habían empezado a especular que quizás el elfo guardaba una pequeña petaca bajo el escritorio que era como las copas de Hogwarts, nunca se vaciaba...  Pero dejadme poner por escrito que todo eso eran falsedades, calumnias seguramente procedentes de los alumnos tristones y aburridos que solían poblar el colegio.

Leyendo un magnifico tratado titulado "La endogamia banshee", de casi dos millares de páginas y al menos cuatro siglos de antigüedad, Booky levantaba el rostro con una reluciente sonrisa cada vez que algún alumno pisaba sus feudos.

El trío femenino de primero de Slytherin entró en la biblioteca. Asterope hacía tanto que no venía por aquí... ¿Cómo he podido dejar que pase tanto tiempo? Rápidamente se inundaron sus cinco sentidos. Sí, sí, los cinco: Veía las preciosas encuadernaciones; olía a libro nuevo, a libro viejo y a libro muy viejo; degustaba las dulces y amargas palabras escritas en ellos, aunque aún no las estuviera leyendo; escuchaba los susurros que se escapaban por las apretadas páginas; y esa sala estaba tan llena de conocimiento que hasta lo palpaba.

Saludó al elfo libréstico, aunque no estaba segura de si se acordaba de ella, con tantos alumnos que pasaban-. Buenos días, Don Booky.

Rápidamente dejó sus cosas en una mesa libre y se dirigió a sus compañeras-. Creo que la sección de criaturas mágicas está por ahí, al fondo a la derecha –dijo en voz baja señalando un pasillo. Lideró el camino hacia las estanterías donde recordaba haberlos visto y, efectivamente, encontraron un montón de manuales, tratados y textos sobre todos los temas relacionados con las criaturas mágicas-. Hay tanto donde elegir.

Tenía que buscar con sumo cuidado, no fuera a ser que escogiera uno que le informara mal de todo. Ya había tenido experiencia con libros pésimos que no aportaban más que tonterías a ese templo del saber. Ese libro de interpretación de los sueños escrito por una tal Trelawney seguía en su mente como el horror más espantoso que había tenido la desgracia de leer.

-Ojalá estuviéramos aprendiendo algo más agradable –dijo mientras ojeaba un ejemplar en el que hablaban básicamente de unicornios. Lo dejó donde estaba y cogió otro-. Pero, bueno, supongo que hay que empezar por eso antes de pasar a criaturas más complejas.

Siguió buscando hasta que se fijó en un tomo sobre animales sin esqueleto interno. En el índice aparecía el ciempiés monstruoso, página 274. Quizás ahí podía encontrar algo útil-. Me llevo este a la mesa –Y fue a sentarse a la silla. Ahí sacó pluma, tinta y pergamino. Cuando lo abrió se quedó un poco sorprendida. Había un montón de dibujos con colorines y garabatos mal hechos:

"Los ciempiés monstruosos pueden ser pequeños, medianos o grandes. Tienen pincitas que también pueden ser pequeñas, medianas o grandes. A veces son de colores, pero casi siempre son blancos o marrones o negros. Son feos y repugnantes (¡Puaj!) y si los tocas tienen como baba asquerosa y son así como blandos."

Asterope paró. ¿Qué narices estaba leyendo? No parecía para nada profesional. Miró en la contraportada del libro, donde había información sobre el autor: "Earl Pearce, de Reading, escribió esta enciclopedia sobre animales sin esqueleto interno entre los 5 y 6 años de edad, en 1957-1958. Los dibujos y las descripciones son completamente suyos. Solía buscar todo tipo de bichos en su casa y escribir sobre ellos. Su millonario padre, Adam Pearce, ministro de Magia de la época, publicó sus escritos como regalo en su séptimo cumpleaños".

La cara de la cría era un poema. De todos los libros que podía haber cogido, había elegido el más absurdo de todos. En serio, ya no sé qué pensar de esta biblioteca. ¿Por qué tienen esto aquí? ¡He perdido el tiempo a lo tonto! Cerró la "enciclopedia" y suspiró.

Sábado... Era el principio de la semana para Booky. No le importaba que Hogwarts como casi todo internado fuera un continuo de días laborales y ninguno festivo. Para él estar en la biblioteca no era ninguna molestia; seguramente si le diesen un mes de vacaciones, se lo pasaría ahí metido.

Por ello allí estaba nuestro bibliotecario, feliz como casi siempre, tan feliz que algunos alumnos mayores habían empezado a especular que quizás el elfo guardaba una pequeña petaca bajo el escritorio que era como las copas de Hogwarts, nunca se vaciaba...  Pero dejadme poner por escrito que todo eso eran falsedades, calumnias seguramente procedentes de los alumnos tristones y aburridos que solían poblar el colegio.

Leyendo un magnifico tratado titulado "La endogamia banshee", de casi dos millares de páginas y al menos cuatro siglos de antigüedad, Booky levantaba el rostro con una reluciente sonrisa cada vez que algún alumno pisaba sus feudos.

Amon llegó a la biblioteca y se quedó esperando en la entrada a que llegara Daphne, pues había quedado con ella allí después de la clase de la mañana, por lo que tendría que esperarla, si es que no estaba ya dentro. Si en un rato no había venido la buscaría por dentro.

Ludmila entró con las chicas de Slytherin. Sus cara habitualmente tan inexpresiva, estaba resplandeciente. Sus ojos emitían un brillo de satisfacción. El elfo Booky estaba en su lugar habitual de trabajo, y no pudo evitar sonreir al recordar el altercado entre Max y Anthony. -Buenos días. Estoy buscando información sobre una criatura mágica, el ciempiés montruoso...me podría recomendar algún tratado sobre anatomía, fisiología o usos mágicos de veneno del ciempiés? la actitud de la muchacha era directa, sin vueltas. -Si sabe de algo estaremos en la sección de Criaturas Magicas...Sus amigas ya se dirigían hacia allá.

Asterope comenzó a rebuscar en un sector, sacando algún que otro libro. Ludmila se dirigió a una escalerilla y trepó con agilidad a un sector alto de la estanterías. Le había llamado la atención un título excavado en negro que parecía pelo de algún animal. Propiedades magicas de los artrópodos Vol 1. Lo tomó y se dirigio a la mesa, y comenzó a hojearlo, esperando encontrar algo interesante. Sacó sus apuntes con su pluma y su tinta, y comenzó a leer por lo bajo.

Selena ya había terminado con su trabajo cuando la biblioteca empezó a llenarse de alumnos. Decidió ir a la sala común por si había algún compañero por allí.

De salido, se fijó en que muchos de los alumnos eran de Slytherin. "Curioso. Parece que son los más aplicados. No me extraña que nos vayan ganando en la Copa de la casa. A ver si nos ponemos las pilas y los alcanzamos."

Había abandonado a Mircea a toda prisa con un apretón rápido en la túnica y, guardando lo que había sobrado en la mochilita se pegó la carrera de la mañana subiendo hasta la biblioteca, donde esperaba Amon.

¿Llevas mucho aquí?- preguntó con la respiración alterada a Amon, apoyando la mano en la pared-estaba...-tomó aire-desayunando en el lago, per...dona.

-Buenos días, Booky-musitó educada con una sonrisa que bailaba al mismo ritmo que ella resollaba su carrera. 

-Tranquila, solo llevo un poco -dijo el chico esbozando una gran sonrisa- respira, no te vaya a dar un algo -sonrió más aún- ¿Qué trabajo tienes que hacer? ¿Sólo el de la Snitch o también algo de Criaturas?

Kendra llegó a la biblioteca junto con sus dos compañeras. Nada más llegar, se fue derecha al mostrador en el que solía estar Booky, rebuscando en su mochila mientras saludaba al elfo con una media sonrisa- Buenos días, Booky. Aqui tiene el libro que me llevé la semana pasada. Justo a tiempo. - le dijo, con tono amable tendiéndole el libro sobre invenciones muggles que habia retirado la semana anterior.

Acto seguido se acercó a Asterope, dejando sus cosas junto a ella, antes de comenzar a buscar en la seccion de libros sobre criaturas mágicas- Bueno... allá vamos. - dijo, paseando sus dedos por los tomos ágil, con aquellos vivarachos ojos suyos saltando de un libro a otro. Tenía prisa. Cuanto antes terminara, antes podría ir al campo de Quidditch.

Finalmente, sus ojos dieron con un libro que no estaba nada mal. Sonrió, satisfecha, y acabó por sentarse con Asterope, mientras Ludmila seguia hablando con el elfo.

Por su parte, parecia haber tenido más suerte que su amiga en eso de buscar información. Así que ni corta ni perezosa, comenzó a copiar con bastante rapidez, intentando sacar de alli toda la informacion posible.

No llegué a clase de criaturas mágicas así que solo el de la Snitch dorada- respondió pasándose una mano por la nuca.