Partida Rol por web

Linc no quiso contarle qué le había ocurrido por la mañana, pero la niña no insistió. A ella también le gustaba guardarse ciertas cosas. Además, si empezaban a hablar de sus problemas, quizás su amigo volviera a estar mal y eso sí que no lo quería por nada del mundo. Así que Asterope se centró en lo positivo de sus palabras. ¿En serio has hecho las paces con Anthony? Eso sí que era noticia. Bueno, eso está muy bien. Luego se fijó bien en lo que había dicho. Vencer a las otras casas... Un momento... ¿Vas a juntarte con Anthony contra los demás? Espero que no sea a base de puñetazos, que ya conozco yo al ruso. Desde luego, no era una buena influencia para Linc. Pero Asterope no pudo poner cara de escándalo, porque al instante su amigo la tranquilizó acariciándole el hombro. 

Cuando aceptó el tour por la biblioteca, se quedó sorprendida. ¿De verdad? No quiero que te aburras, en serio. Pero parecía convencido. Hasta la cogió de la mano para levantarla. El gesto le pareció muy bonito. Sabía perfectamente que lo hacía por ella, no porque le apeteciera. Así que, aún agarrados de la mano, lo llevó hasta uno de los pasillos. Ven por aquí, es la zona que ya conozco. Una vez llegaron, le soltó, un poco a regañadientes, para poder enseñarle mejor todo. Esta es la sección de Transformaciones. Y el pasillo que cruza es el de Encantamientos. Siguió caminando un poco más. Vio a Maxwell a lo lejos cruzar un pasillo y perderse entre las estanterías. Por allí están los libros sobre magia curativa, ya le he echado un buen vistazo. Son bastante especializados, pero muy interesantes. No conocía mucho más de la biblioteca, no había tenido tiempo para recorrérsela a fondo. Creo que por allá he visto algún libro sobre pociones, pero no me he fijado bien. Anduvieron un rato más y ella le iba señalando algún libro interesante sobre las clases que podría ser útil para mejorar. Y poco más puedo contarte.

Linc seguía a su amiga por toda la biblioteca mientras ésta le hacía un tour "Dios, menudo aburrimiento de sitio..." caminaban y caminaban cuando finalmente se encontraron a lo lejos a Maxwell, Lincoln sonrió pero estaba con Asterope, ahora no era el momento de nada, siguieron un poco mas hasta que finalmente acabaron, Linc miró a su amiga y en voz baja dijo -Ajá... esta bien, supongo jaja- La risa se le escapó un poco alta y miró rápidamente al Elfo "Bah, al fin y al cabo no es mas que un Elfo doméstico, yo tengo muchos como ése" Volvió a dirigir su mirada a Asterope con ganas de salir de ahí ya -Bueno, ¿Hacemos algo o vamos a algún sitio? o prefieres quedarte aquí y... no se, leer... ¿O se puede hacer algo mas que eso?- Lincoln soltó esa broma final suponiendo que no se podía, pero esperó la contestación de su compañera.

Asterope notó el aburrimiento extremo de Linc, así que no quiso entretenerlo más. Le dedicó una mirada de agradecimiento. No tenías que haber aceptado si no te apetecía, de verdad. Pero gracias por haberme acompañado. Sonrió ante el comentario de su amigo. Estaba claro que quería salir de ahí, pero no sabía cómo decirlo. Aparte de leer, estudiar y practicar hechizos, no se puede hacer nada más, no. Miró el reloj. Aún quedaba un rato hasta la hora de la cena, pero era demasiado tarde como para salir fuera. ¿Quieres pasar por la sala común? Así dejamos nuestras cosas antes de ir al comedor. Y ahora no habrá nadie, estaremos tranquilos.

-Me parece bien, sí, ahora estaremos a gusto allí- Lincoln se acercó a la mesa en la que estaban sentados y cogió las cosas de los dos, le dio las suyas a Asterope mientras él se ponía la túnica y se colocaba la mochila -Vamos- Linc desapareció de la biblioteca en cuestión de segundos, estaba claro que no le hacía mucha gracia estar ahí, no la iba a pisar mucho mas... al no ser que Asterope le medio obligara para recuperar algún hechizo... otra vez.

Asterope cogió su mochila, que le pasó Linc. Espérame fuera, si quieres, que tengo que sellar esto. Pasó por el mostrador, donde estaba el anciano elfo y le entregó los dos tomos que había cogido de las estanterías, "Encantamientos Básicos para Mentes Complejas" y "La Transformación: Cambios de Estado Particulares". Hola. Quisiera sacar estos de la biblioteca, por favor. ¿Cuándo tengo que devolverlos? Esperó a que el bibliotecario le respondiera antes de salir de allí.

Cuando Booky cerró el gran volumen con el que andaba, dando por concluida su lectura, se encontró a la niña de ojos verdes.

Sonrió como siempre hacía. Era agradable que un estudiante adoptara durante unos días a unos pobres libros solitarios que nadie usaba.

Cogió una pluma y tras hundirla en un frasco de tinta, se puso a apuntar los números de registro de los dos libros en un gran volumen casi más grande que él mismo. Con la lengua fuera, trazó cuidadosamente cada número y letra del registro, título de la obra y nombre de estudiante. Tras ello, cogió un matasellos y estampó ambas anotaciones en los márgenes de la hoja.

Abrió cada uno de los dos libros y anotó el nombre de la alumna, junto a la fecha del día.

Podrás tenerlos ocho días antes de devolverlos. Si para entonces aún quieres seguir teniéndolos, tendrás que venir para que vuelva a sellarlos, informó a la pequeña. Cerró ambos libros y se los entregó entrecerrando los ojos.

¡Disfruta de ellos!, la despidió con una gran sonrisa.

La pequeña vio todo el ritual que Booky llevó a cabo para registrar los tomos que se llevaba. Le sorprendió que no tuviera que decirle su nombre, pues parece que ya lo conocía. No me ha visto nunca ni me he presentado, ¿cómo es posible que sepa cómo me llamo? Asterope le dirigió una sonrisa al elfo, aunque casi sonreía más a los dos libros que le entregaba. Estaba emocionada por poder llevarse esos dos tesoros de la biblioteca con ella. Muchas gracias. Que tenga un buen día.

Tras despedirse de él, salió por la puerta al encuentro de Linc y marcharon camino de la sala común.

Maxwell se quedó parado delante del a cinta roja que señalaba el área restringida de la biblioteca. La mera prohibición le azuzaba a entrar, pero la aplicación del sentido común, aunque no le sobraba, le permitió darse media vuelta y seguir explorando las estanterías que no le estaban vedadas. Allí tenía suficiente para años; no merecía arriesgarse a tener problemas sin motivos.

Cuando por fin terminó de recorrer los pasillos, y volvió a encontrarse en la entrada, donde Booky seguía enfrascado en la lectura de uno de los volúmenes, era momento de marcharse. El exterior estaba completamente a oscuras, y la cena debía estar servida en el Gran Comedor.

No se había llevado ningún libro esta vez; no disponía de mucho tiempo para leer entre semana, en cualquier caso, pero no tardaría en volver.

—Nos vemos —se despidió del abstraído bibliotecario, antes de salir.

Adios, adios, le despidió Booky con una enorme sonrisa y un meneo de cabeza de felicidad.

Esperó hasta que se fueran los últimos lectores antes de hacer un movimiento con la mano, seguido de un soplo, que hizo que todas las velas de la biblioteca se apagasen a la vez.

Con otro movimiento, ésta vez de nariz, todos los libros que estaban en el carrito de devoluciones surcaron el aire hasta colocarse en sus posiciones respectivas de cada estantería.

Se despidió de todo libro que habitaba aquel altar al conocimiento y cerró las puertas de la biblioteca con uno de sus conjuros élficos.

Olía desde allí la cena que se había servido en el gran comedor. Iría a las cocinas, a cenar con sus antiguos amigos. Y con ese pensamiento en mente, se desvaneció en el aire.

A mitad de la tercera semana, Booky sabía que estaba contento en la biblioteca. Rodeado del saber de siglos y de muchas razas de criaturas mágicas, no podía imaginarse mejor lugar donde estar. Tenía su propio cuartito para dormir en los pisos superiores, pero no le hubiera importado dormir cada noche entre libros.

Hoy se encontraba como todos los días, sentado en un taburete alto y reclinado sobre un gran volumen que era fácilmente de un tamaño mayor que él mismo.

Cada vez que entraba algun alumno, fuera por primera vez aquel año, o no, el bibliotecario levantaba su radiante rostro y mostraba una sonrisa imposiblemente gigante. Las comisuras de sus labios casi desaparecían por los lados de su cara, dividiendo todo el rostro en dos mitades. Tras esa sonrisa se percibía alegría y ganas de complacer.

Y con aquella gran muestra de felicidad como saludo, Booky volvía a seguir leyendo hasta que algo o alguien necesitara de su atención.

Gwnedolin entró en la biblioteca porque sencillamente no se le ocurría ningún sitio más tranquilo en el que pasar lo que quedaba de mañana hasta la hora del almuerzo.

En la sala común de Ravenclaf, era donde solían reunirse los de primero y también donde solía merodear su examigo Perry, con esa gafas y esa cara de empollón sabelotodo... aquel año le había dado por obsesionarse con ganar puntos para la casa... una auténtica tontería y derroche de energías, pero Gwen no estaba por la labor de ayudar más de lo necesario para aquella causa. 

De manera que eligió una mesa donde dejar sus cosas y se acercó al bibliotecario.

- Buenos días señor Booky... ¿podría recomendarme un buen libro para mejorar en Transformaciones?- le dijo hablando bajito y con educación, tal y como correspondía cuando se estaba en la biblioteca.

Nada más salir de clase, Asterope guardó la nota que Linc le había pasado en el bolsillo de su túnica. La leería cuando estuviera sentada en la biblioteca. De camino, se comió la rana de chocolate que había ganado en clase de Transformaciones unos días antes. Hacía mucho tiempo que no comía ese tipo de dulces y le supo a gloria. Últimamente solo le compraban grajeas. Era raro que aún tuviera hambre, con la cantidad ingente de comida que había desayunado. Quizás, como esa noche había descansado tan mal, su cuerpo le pedía que ingiriera la energía que no había recuperado durante el sueño.

Abrió la puerta de la biblioteca mientras observaba los cromos que le habían tocado. ¡Luna Lovegood! ¡Esa es la subdirectora y profesora de Adivinación! Uauuuh... Qué joven está aquí, sin arrugas ni nada. No parece la misma. Aunque la cara de chiflada se le quedó igual. Luego miró el otro. ¿Sirius Black? Sirius Black... Ese me suena de algo. ¿No era el amigo convicto de la familia Potter que luego resultó ser inocente? Hmmm... ¡Ah, sí! Aquí detrás viene escrito. Tenía razón. Pensó luego que quizás podría pedirle a su abuelo que le enseñara su colección. Sabía que él no tendría a ninguno de esos dos, porque eran personajes bastante recientes.

Guardó los cromos en su mochila y se acercó al mostrador para devolver los libros que había sacado la semana anterior. Pero ya había alguien hablando con Booky, así que tendría que hacer cola. Cuando se acercó reconoció a la chica: Gwen, la "amiga especial" de Cassius. Como nunca se habían presentado ni habían cruzado una palabra, no se molestó en saludar, pues no quería parecer impertinente.

Así que se quedó callada esperando, mirando a su alrededor. De repente, un escalofrío le recorrió el cuerpo. Cerró los ojos unos segundos. Mierda... Maldito sueño.

Buenos días, señorita Dacey, contestó el elfo libréstico siguiendo la fórmula cordial de la niña, con una gran sonrisa perenne en el rostro.

Puedes encontrar libros de transformaciones cerca a donde has dejado tu cosas, dijo afirmando con la cabeza. Métete por el pasillo más cercano, hacia el sur y verás una estantería con tomos la mayoría de color rojo.

Con su largo dedo, se rascó la frente, mientras pensaba. Poco más de dos semanas, era difícil recordar la posición de todos los libros.

En la tercera hilera empezando por abajo hay un libro llamado: "Transforma el mundo, guía de auto-aprendizaje", si es que nadie lo ha sacado, indicó.

Espero que te sea de ayuda, acabó con su genial y magnífica sonrisa profident.

Gwendolin le devolvió de manera educada la sonrisa proflent al bibliotecario.

- Muchas gracias señor Booky, me ha sido de gran ayuda- se dio la vuelta y se encaminó hacia el lugar indicado por el elfo.

En aquellas estanterías había muchos más volúmenes que el que le había recomendado, de manera que la señorita Dacey tuvo que hacer uso de las escaleras para buscar lo que deseaba.

Cuando Booky terminó de despachar a Gwen, Asterope dio un paso adelante. Sacó los libros de Transformaciones y Encantamientos pertenecientes a la biblioteca y se acercó al elfo libresco. Buenos días, Don Booky. Vengo a devolver estos ejemplares. Realmente útiles. Era cierto. Gracias a "Encantamientos Básicos para Mentes Complejas" había conseguido mejorar su Agotattem. Los colocó sobre el mostrador donde trabajaba.

Mientras el elfo los recogía, pensó de nuevo en ese extraño sueño que había tenido. Echó una fugaz mirada, llena de recelo, a las estanterías llenas de libros. Un segundo escalofrío le bajó desde la nuca por toda la espalda.

Asterope nunca se había considerado una persona miedosa o cobarde. Pero ese sueño la había trastocado bastante. Llevaba con una sensación horrible toda la mañana y todo por culpa de esos libros que se rieron de ella durante la noche. ¿Pero se estaban riendo? ¡Si es que no me acuerdo! Y ahora tenía miedo de que, al abrir uno, le saliera al papel una boca soltando una carcajada y burlándose de ella. Y sé que había algo más... 

Entonces se le ocurrió algo. Don Booky, ¿podría decirme si en esta biblioteca hay algo sobre interpretación de sueños y dónde podría encontrarlo? No lo recordaba entero, pero quizás buscando sobre los detalles que sí recordaba podría averiguar qué significaba todo eso. Y si le daban alguna explicación razonable, puede que dejara de tomárselo tan literalmente. Nunca le había atraído especialmente los diferentes saberes relacionados con la adivinación ni tampoco había confiado especialmente en sus resultados, pues era una rama tan imprecisa que es difícil fiarse de ella. Pero tampoco antes se había sentido tan confusa con un sueño. Así que ahora la necesitaba.

Neil entró en la Biblioteca sonándose la nariz. No esperaba encontrase a nadie a aquellas horas, pero había dos chicas, una que parecía mayor y también una culebrilla.

Neil suspiró (demasiado descaradamente) y se acercó hasta el mostrador colocándose al lado de Asterope, pero lo suficientemente lejos para dejarle cierta privacidad. Tampoco quería inmiscuirse en sus asuntos.

Cuando esta le miró, Neil sonrió y haciendo apocope de toda su educación dijo en un susurro:

Buenos días Bletchley, ¿qué tal?.

Neil esperó a que el bibliotecario la atendiese admirando los cientos de libros que había, hasta a aquel momento no se había fijado de cuan enorme y fascinante era aquel lugar.

No entiendo porque no he venido antes pensó para si mismo Neil. Ese mismo día había ido a la biblioteca más para pasar el rato que para algo en concreto, pues aún no había tenido la necesidad de consultar ningún volumen. No obstante, se dijo que intentaría volver a "pasar más ratos" allí.

¡Hoy era un día bullicioso, nada menos que tres esperando en la cola!

Tras despedir a Gwen, volvió su mirada hacia Asterope y le dedicó una candorosa sonrisa tan grande como si una luna menguante hubiera sido dibujada en su cabeza de sandía.

Buenos días, pequeña, dijo alargando los brazos para recibir los libros a devolver. Bien, bien, me alegro que te hayan gustado.

Tras sellar la ficha en las contraportadas en los libros, anotar la fecha de devolución y sellar las casillas adecuadas en el gran volumen que descansaba abierto al lado del gran libro que estaba leyendo, Booky hizo un movimiento de mano y los libros se elevaron en el aire. Como si fueran bailando un vals, los volúmenes se movieron en círculos mientras iban avanzando hasta perderse cada uno de ellos por el pasillo adecuado. Presumíblemente para acabar cada uno en el sitio adecuado.

Interpretación de sueños, sí, eso debería pertenecer a la zona de Adivinación. Comenta el elfo permitiéndose un tiempo para pensar. Sigue ese pasillo, dijo indicando con un dedo, y al final encontrarás la zona de Adivinación. Encontrarás muchos libros dedicados a sueños, algunos escritos por nuestra propia Ilustre Luna Lovegood.

Y con una sonrisa aún plasmada, espera a ver si la niña quiere algo más.

Sin que nadie más se de cuenta, Booky adelanta un papelito para que Asterope pueda cogerlo. Doblado y lacrado con un sello de un águila. Con un guiño cómplice, sigue sellando los libros que la niña acababa de devolver.
 

Asterope:

Cuidado con esos sueños. Aprende a controlarlos.

La letra está claro que no es la del elfo libréstico. Alguien ha debido dejárselo para que lo entregara.