Partida Rol por web

Elevado sobre una banqueta alta para poder llegar hasta la mesa, Booky permanece como siempre a la entrada de la Biblioteca.

Esta tarde anda escribiendo cuidadosamente en un libretillo pequeño, en un idioma que seguramente ningún humano reconozca.

Según iban entrando los alumnos, el pequeño elfo dedicaba a cada uno una sonrisa que abarcaba un mundo, con la alegría de toda una población y sin ninguna de sus penas.

Lumdila entró en la biblioteca junto a Anthony. Venían hablando de la lechuza de Anhony. -...yo que tú cuidaría la suplmentación alimentaria. A veces los animalejos que consiguen cazar no son suficiente para cubrir las necesidades básicas. Tengo un suplemento multivitamínico que te servirá, tengo más que suficiente. Luego te daré un poco...Bajó la voz, mientras que saludaba cordial aunque brevemente al elfo bibliotecario.

-Como te he dicho se me ha ocurrido un nombre para tu mascota Anhony...dice mientras caminaban por los pasillos repletos de libros. -Me gusta la mitología, y creo que un nombre ruso, le vendría de pelos..."Stribog" era el dios de los vientos en la mitología eslava, creo que es una palabra fuerte que remeda tus orígenes...dice la blonda con una sonrisa.

Ubican una mesa en el pasillo, al lado del sector de Adivinación, donde ya había estado. Toma un libro de la estantería de cubierta roja. Técnicas basicas para el clarividente neófito. Tomo I. Lo abre, y saca su propio libro con la página en blanco. -A decir verdad Anhonty lo he sacado sola, como te he dicho odio que las cosas no me salgan, y no es una materia que se me de bien. Es tan subjetiva esta materia que mi lógica choca bastante. se le forma una mueca de desagrado, evidentemente disgustada. -A ver, tienes que mover la varita así y concentrarte en las palabras...Pero la página seguía en blanco. -Pero qué demonios??!!! Levantando sin querer un poco la voz disgustada. Su cara se había puesto roja como un tomate. Odio esta materia...

Tomó un poco de aire mientras se tranquilizaba un poco. -No se que ha sucedido Anthony, pero básicamente el hechizo es así. Quieres intentarlo tú?

Los enormes ojos azules del pequeño bibliotecario, y una sonrisa tan amplia que la parte superior de su cabeza podría haberse caído, lo recibieron al entrar en la biblioteca, como era habitual.

Lo que no era habitual era el insoportable cacareo que se escuchaba tras las estanterías.

El elfo “libréstico” estaba ocupado escribiendo algo en un cuaderno. O algo así; las figuras bajo su pluma, si eran letras, no eran de un alfabeto que Maxwell fuera capaz de reconocer. No era algo tan raro, puesto que solo conocía el de toda la vida, que él hubiera llamado inglés, ignorante de su origen.

—Booky —saludó al bibliotecario, uno de los pocos habitantes de Hogwarts cuyo nombre había conseguido aprender, en voz baja—. Voy a echar un vistazo.

Dejó atrás al elfo, cuya tarea prefirió no interrumpir, y se adentró en la biblioteca tras la ruidosa e interminable cháchara. Por lo que oía, y lo oía todo, puesto que aunque la niña hablaba en voz baja, no solo era la biblioteca un lugar de naturaleza silenciosa, sino que raramente había más que un puñado de alumnos allí, no estaba sola, sino que se dirigía a alguien bastante menos locuaz.

Dar con el origen de la molestia fue casi tan complicado como encontrar una brizna de paja en un pajar. La habladora chiquilla se había detenido, junto con su compinche, en una mesa de la sección de adivinación, y estaba tratando de enseñarle el conjuro de lectura mágica, con escasa fortuna.

Maxwell se acercó a la pareja con la varita desenfundada. Tocó las páginas en blanco y susurró las palabras:

—Leg Magiem.

Las palabras escondidas en las hojas del libro fueron reveladas al instante.

Ahora que se fijaba bien en ellos, los reconocía. Eran dos compañeros de primer curso, de la casa Slytherin. Ni siquiera se molestó en tratar de recordar sus nombres, consciente de la inutilidad del esfuerzo.

Frunció el ceño, y fulminó a ambos una mirada entre el desagrado y la amenaza. Se llevó el dedo índice a los labios:

—Shhhh —siseó con firmeza y brevedad, conminándolos a callarse de una vez.

Entré y miré al pequeño elfo. Me cayó bien, esa sonrisa era carismática, tenía que admitirlo. Me la contagió y acabé sonriendo mientras escuchaba las recomendaciones de Lumilda sobre la alimentación de las lechuzas.- Vaya, parece que sabes del tema.- Dije, luego me había dado cuenta que había alzado demasiado la voz, porque me miraron un poco raro. Continué sonriendo y asentí, no pasaba nada por que mi lechuza probara ese complemento alimenticio. Un complemento alimenticio sería algo así como comida ¿no?. Eso pensaba mientras caminaba. Me concentré en Lumilda mientras realizaba el hechizo, pero no lo consiguió. Yo, acostumbrado a llevar todos los libros en la mochila, saqué mi libro en blanco de clase mientras reía. Me gustaba reír cuando la gente quedaba en ridículo, y mi compañera había quedado en ridículo. Parecía una burla pero no lo era, era algo natural en mí reírme de cuando alguien fallaba en algo.- Ya veo que la has sacado...- Dije entre risas. 

Entonces un chico se acercó y hizo el ejercicio a la perfección, luego me mandó a callar. Sonreí satisfecho mientras me miraba. Tenía claro que me iba a convertir en el terror de la escuela. Todos me respetarían a coste de lo que fuera. Cuando se giró grité.- LEG MAGIEM.- Apuntando a mi libro, solo para fastididar al chico que nos mandó a callar. Entonces muy lentamente el libro se volvió a llenar de letras. Satisfecho miré a Lumilda.- ¿Seguro que no quieres practicar un poco más?.- Dije, esta vez preocupándome por ella pero sin perder el tono de burla.

-Estoy negada con esta materia de porquería...dice justificandose también con una sonrisa. Recién se percató que estaba siendo molesta, al escuchar el ordinario chistido de un chico de primero. Sentía que sus mejillas se ingurjitaban, y le lanzó una furibunda mirada. A pesar de ello, estuvo a punto de disculparse, cuando Anthony recita levantando de manera adrede su voz. No pudo evitar una carcajada que ofuscó rápidamente con su manita...le gustaba las maneras del ruso.

El hechizo le había salido a la perfección. -Genial Anthony! Asintió a su incitación de realizarlo nuevamente. Apuntó con su varita el libro con las hojas en blanco y se colocó en puntas de pie, por debajo de la mesa. Leg Magiem...y rápidamente las hojas se llenaron con palabras. Lo mira al ruso con una sonrisa de costado...

Vi la sonrisa de mi compañera al gritar. No era tan cortarollos como los otros de mi casa. Me caía bien. Vi que hacía el hechizo correctamente.- ¡Ah por cierto! El nombre para mi lechuza es perfecto, se lo voy a poner. ¿Cómo decías que era?.- Era un negado para los estudios, eso estaba claro.- Choca esos cinco compañera.- Dije para premiar a mi compañera por haber hecho bien ese hechizo.- Por cierto, ya que estamos aquí tenía que practicar algún otro hechizo... ¿Me ayudas Lu?.- Dije complacido. Estaba a gusto con "Lu".

-Stribog...repite el nombre que se le había ocurrido. Anthony resultaba ser una compañia interesante, era ocurrente y sarcástico, algunas de las características que le parecía más que interesantes.

Asintió a las palabras del ruso. Sacó de su mochila una pequeña cajita con un candado que la usaba para practicar y guardar algunas cosas. -Ahora el Alohomora, haz esto y visualiza en tu mente el objeto con el candado abierto...Realizó un firulete apuntando a la caja. Alohomora caja...Y la caja se abrió.

Cierra nuevamente la caja y se la extiende a Anthony. -Ahora, has como ha hecho "Lu"...sonriendo.

Ajá, ese era el hechizo que tenía que practicar. Ya no sabía ni cuál era. Intenté imitar los movimientos de "Lu" y dije con firmeza al mismo tiempo.- Alohomora caja.- La caja inmediatamente se abrió sin titubeos. Era fácil, no entendía por qué no había logrado hacer bien el hechizo en clase.- Gracias Lu.- Dije, dejando claro que ese sería su mote para mí. Luego respondí a lo de la lechuza.- Genial, además suena chulo, buscaré información sobre ese tal dios...- Dije rascándome la cabeza confuso.

Jijí jajá. Risas que sonaban como cuchillas rasgando una pizarra. No, en realidad eran normales, pero la mente de Maxwell retorcía y amplificaba su sonoridad hasta convertirla en una cacofonía de carcajadas.

Un niño razonable se hubiera marchado a continuar con sus asuntos, pero ese tipo de cosas no se dejaban sin resolución, si no querías que te pisotearan. O hubiera avisado a Booky, pero no era esa la forma de hacer las cosas; los adultos —si se podía considerar al elfo como tal— mejor cuanto más lejos. Maxwell no era, en fin, un chico razonable.

Podía haberlo aceptado sin más si el otro chico no lo hubiera desafiado abiertamente, chillando cuando le había pedido guardar silencio. Al fin y al cabo, se había acostumbrado a la tranquilidad, era mejor que ir mirando por encima del hombro todo el tiempo. Pero no le había dejado más remedio.

Lo siento, se disculpó con la biblioteca. El lugar estaba siempre casi vacío, y era tan bueno como cualquier otro para hacer lo que tenía que hacer.

No esperó a que los otros dejaran de hablar, ni llamó su atención de ningún modo. Dio una zancada hacia el chico, que en ese momento se congratulaba por haber conseguido completar un hechizo, y le dio una patada a una pata de la silla en la que estaba sentado, arrancándola de debajo de su trasero.

Con el primer grito de disgusto, los libros empezaron a susurrar y Booky movió las orejillas.

Con el segundo grito de orgullo, los libros volvieron a susurrar y Booky levantó la mirada. Escuchó lo que estos tenían que decirle y decidió ir a ver qué pasaba.

Dejó las gafas sobre la mesa, saltó de la banqueta y desapareció en el aire.

Volvió a aparecer justo detrás de Maxwell. Adivinando sus intenciones, saltó y tocándole en la espalda desapareció con él, dejando así en el aire un leve movimiento restante de la patada de Max que tan solo movió un poco la silla de Anthony. Cuando Anthony y Ludmila mirasen atrás extrañados, no verían nada, tan solo tendrían un ligero escalofrío, como si algo que debía haber ocurrido no hubiera pasado.

Apareciendo de nuevo a la entrada de la biblioteca con Maxwell, su patada terminó de hacer barrido en el aire sin llegar a golpear a nada.

Desde su escasa altura, Booky le miró reprobador: ¿Qué haces? Esto es una biblioteca, si quieres pelearte con alguien hazlo fuera, no aquí, le amonestó con un dedo levantado.

Te he visto venir mucho estos días, y si dejo que inicies aquí una pelea, me veré obligado a prohibirte la entrada durante todo lo que queda de curso. ¿Lo entiendes?

Booky siempre estaba feliz, pero en ese momento se sentía un poco molesto.

Entiendo que quieras pelearte, a los jóvenes les hierve la sangre, me pasaba a mi también. Pero tienes que saber que hay momentos adecuados y sitios correctos. Y éste no es uno de ellos.

Acabó con una gran sonrisa. Pero como no has hecho nada, no tiene sentido que siga dándote lecciones, ¿verdad?

Miré de reojo como se acercaba el chico, estaba claro que no tenía buenas intenciones, así que me preparé para hacer cualquier cosa. Mi silla se movió apenas con un minibalanceo, y cuando me giré para darle un puñetazo no había nadie.- ¿Qué... qué...? no sabía explicarme qué había pasado. Me quedé de pie observando la sala. Ni rastro ni del chico ni del elfo que le había caído bien...- Hey Lu ¿Ha sido real o estamos alucinando por algún hechizo?.- Estaba seguro que Lumilda había visto lo mismo que él.

O así debía haber ocurrido, pero aunque notó la puntera de su zapatilla conectar con la pata de la silla, el resto del arco lo hizo sin resistencia, como si la hubiera atravesado. Y el mendrugo con cara de broncas había desaparecido.

Mirar rápidamente a ambos lados fue suficiente para darse cuenta de que no era el otro chico quien había desaparecido, sino él. Reconocía el mostrador, las puertas y el elfo “libréstico”. Estaba de nuevo en la entrada de la biblioteca.

Booky lo observó con el ceño fruncido y lo reprendió por haber intentado iniciar una pelea en la biblioteca. No comprendía que la pelea no era importante; se trataba de enviar un mensaje al otro niño, y metérselo en la cabeza a golpes era el método más eficiente que Max conocía.

Desgraciadamente, el momento de oportunidad había pasado. Y, aunque no lo hubiera hecho, de poco servía regresar cuando el elfo podía volver a traerlo a la entrada. Tendría que solucionarlo más adelante.

Cuando el elfo terminó de hablar, Max se encogió de hombros y suspiró como respuesta. No le hubiera gustado manchar los libros de sangre, pero la biblioteca era un sitio tranquilo y casi siempre vacío. No se le ocurrían lugares mucho mejores que aquel en Hogwarts.

—¿Cómo cojones has hecho eso? —preguntó.

Tanto a partir caras como a quedarse con las ganas estaba acostumbrado. A transportarse instantáneamente entre dos lugares, no.

Ludmila se percató que ese chico de primero se había movilizado hacia ellos. Metió rápidamente su mano en su falda tomando instintivamente su varita. Pero al acercarse un puff!!! y se desvaneció. Su sonrisa se había borrado y entornó pensativa sus ojos, se había parado y miraba en derredor esperando o buscando algo. -Yo también lo he visto. Se ha teletransportado Anthony...Habrá sido un sistema de defensa del lugar o alguien...

Si, desde luego seguramente habría sido el elfo.- Debe haber sido el elfo... ha tenido suerte, de lo contrario se habría llevado una buena tunda.- Dije mientras golpeaba con mi puño mi mano. Me quedé de pie y recogí el libro.- Bueno, ¿Vamos? ¿Me podrás enseñar el alohomora un poco mejor después de cenar?.- Dije colgándome la mochila, contento. Le había salido pero seguro que había sido suerte...

Ludmila asiente pensativa a las palabras del ruso. -Una tunda por partida doble...dice la chica sacando su varita mientras que la golpea sobre la palma de la mano. Había vuelto a sonreir. Vamos...luego practicamos el Alohomora nuevamente. Recoge sus cosas y se dirigen a la salida de la Biblioteca. 

Llego hasta la salida.- Bueno ¿Qué vas a hacer ahora? ¿Fastidiamos un poco a los Hufflepuffs?.- Tenía ganas de marcha yo.

Aún desde su posición y estando frente a Max, las orejas de Booky seguían moviéndose, escuchando todo lo que los libros le susurraban. Realmente aquellos Slytherin merecían una reprimenda mayor, por bocazas y sobrados, pero eran niños. Y como tales los trataba Booky, el problema radicaba con los padres de aquellas criaturas o con esos mismos niños cuando crecían si no había nadie que les enderezase de forma correcta. Y obviamente ese no era su cometido, ni el de cualquiera de los profesores. Si los padres eran varas quebradas, los hijos acababan siendo lo mismo. Suerte tenían los huérfanos, que no viven con expectativas y pueden forjar su propio destino, con ayuda...

¿El qué? ¿Saber qué estabais haciendo allí, llegar a tiempo o traerte aquí?, preguntó el elfo levantando sus barbilampiñas cejas.

Había leído la ficha de Maxwell y la de todos los demás estudiantes de Hogwarts, y la historia del chico era bastante breve. En cierta forma le recordaba a la suya.

Se llama Aparición y Hogwarts tiene guardas contra ello. No se puede aparecer en el castillo, salir de él ni de un punto a otro, comenzó Booky, salvo que seas elfo, asintió con la cabeza. Cuando no estaba tras la mesa de bibliotecario y sin gafas, el pequeño elfo parecía más joven y su tono de voz algo más calmado.

-Y porqué te piensas que tenemos tantas ganas de ir a esa tonta fiesta?...Ludmila mira a Anthony de reojo. Logística...

-Los Hufflepuffs no me preocupan Anthony, se van a hundir ellos mismos con lo volubles que son, los Griffyndors, bueno, has visto el ego de Ithan, un ego mancillado destruye facilmente a una persona como él, y el resto de su patética Casa son insignificantes. Pero los que me preocupan son los tontos de Ravenclaw, enfrascados en sus libros y en sus teorías fantasiosas algunas...pensaba en la rubia en particular. Serán un factor a tener en cuenta...Ludmila se sentía cómoda hablando con el ruso. Tan callada como era a la hora de la interacción en conjunto parecía observar más de lo que decía. -Tú sabes que el dormitorio de una chica puede ser un nido de víboras verdad?? y le guiña un ojo a su compañero.

No entendía realmente lo que me quería decir Lu. Sabía que quería joder a alguien de Ravenclaw, a una chica, pero no estaba seguro de quién era y por qué le había dicho lo del hervidero de serpientes.- Ahora mismo es como si me hablaras en un idioma arcano, si no hablas más claro no sabré a qué te refieres.- Acto seguido miró alrededor para ver que todo estuviera en silencio.- Yo tengo que darle lecciones a unos cuántos, entre ellos a Ithan. No me parece bien que una slytherin se empiece a juntar con un gryffindor de esa forma...- Obviamente hablaba por Kendra. Y estaba claro que esa no era la verdadera razón por la cuál quería darle un escarmiento a Ithan.- Dicen que a tu enemigo hay que tenerlo más cerca que a tus amigos, eso intento por ahora...- Dije sonriendo maliciosamente.- Te ayudaré en tu venganza y tú me ayudarás en la mía, ¿trato?.- Dije guiñando un ojo.