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Jornada 1 (Kesava)

Petrofski se sorprendió cuando vio a su rival... sin armadura, delgado y aparentemente poco fuerte... ¡un mago! Las dudas estuvieron a punto de hacerle retirarse, en su aldea natal la magia era vista con recelo, cuando no con evidente terror. Viejas leyendas contaban historias de valerosos guerreros convertidos en alimañas al encontrarse con un mago.

Con un cierto respeto miró a su rival. De repente su camisote de mallas le parecía un protección mínima contra el poder de aquel arcanista, y descargó usar el escudo que seguramente sería igual de inútil, decidiéndose a usar su alabarda con la idea de no tener que tocar a alguien que manipulaba las fuerzas esenciales.

El escudo quedó colgando a su espalda, con la ballesta ligera bajo él y la cimitarra a su cintura.

¡Un mago! Había pensado que lucharía contra exóticos combatientes con armas que ni él conocería, pero no con alguien así. El miedo se instaló en el fondo de su psique cargándole de dudas.

Con respeto, se dirigió a su rival.

- Oye, no soy malvado, no quiero matar, sólo quiero mejorar como luchador viendo como luchan los demás. Así aprenderé. Tienes mi palabra de que si los dioses me son propicios y tengo suerte en el combate, no te mataré si puedo evitarlo, si me dices que te rindes dejaré de luchar, o si caes y no puedes levantarte. No te remataré ni nada parecido.

No esperó respuesta, no era necesario, esa era su promesa pero no era una norma de la arena. Pero en silencio pidió a los dioses que aquel terrible rival tuviese también sus reglas de honor.

Ambrosius respondió con un gesto de la cabeza cuando leen su nombre para el siguiente combate y baja hacia la arena bien concentrado.

Ambrosius es un humano con el pelo rubio y la piel broceada. En apariencia ligero de peso, pero vestido con una armadura de cuero tachonado y un lanza larga en sus manos.

Para mi esto solo es un combate y puedes contar con que respetaré tu honor en tu derrota.

En cuanto sonó la señal de empezar, el semiorco cambió sus anteriores palabras de honor por un gesto de furia, tan propia de su raza, y salió disparado hacia su contrincante y trató de alcanzarle con su alabarda, pensando que si le golpeaba primero quizás no pudiese contraatacar con sus terribles artes, produciendo un profundo tajo en su rival.

El semiorco vio como su rival caía moribundo, y rápidamente dejo su arma para dedicarse a taponar la hemorragia con sus manos, mientras a viva voz llamaba al clérigo de la arena.

- Tendrás una buena cicatriz cuando te recuperes, pero nada más grave que eso.

Visto y no visto. El combate apenas ha durado un pestañeo. No obstante, los sanadores acuden de inmediato para llevarse a Ambrosius mientras el público vitorea a su nuevo héroe: el semiorco bárbaro Petrofski.