Partida Rol por web

El semiorco recibe el impacto del frasco y nota como su piel se empieza a quemar.

El bote que lanza la espadachina pasa de largo del gigante semiorco y explota salpicando a este .

La joven ve como el semiorco sufre algún tipo de encantamiento que le hace quedarse inmóvil y decide aprovechar el momento para golpearlo con el estoque .

La magia del tablero parecía diseñada para dejarle inactivo, incapaz de hacer nada...

Savara nota algo extraño surgir del suelo pero no le da mucha importancia ya que no parece afectarle , así que viendo como su enemigo sigue como ido vuelve a buscarle una grita donde hundir su en apariencia ridícula arma .

Pero el desconcierto parece mutuo ya que la joven no es capaz de golpear a otra cosa que no sea el suelo . Desesperada saca otro bote de su mochila .

El semiorco parece, por fin, no sólo capaz de reaccionar, sino también de soltarse del pegamento que lo tenía apresado.

Savara vuelve a intentar pinchar al semiorco buscando hacerlo sangrar de nuevo . El estoque vuelve a golpear la piel del enemigo , pero el brusco movimiento del semiorco al soltarse hace que el estoque apenas lo roce .

Cuando petrofski ve que el suelo vuelve a emitir magia, se prepara para lo peor, pero increíblemente esta vez lo que sucede es que todas sus heridas se cierran. Momento en que aprovecha para golpear a su enemiga, a la que produce un profundo corte.

La joven Savara esta a punto de caer debido al fuerte golpe del bárbaro . Es le hace perder toda la fuerza y el estoque golpea debilmente la armadura del semiorco .

El golpe del semiorco fue definitivo. Y justo en ese momento él mismo se derrumbó, absolutamente agotado luego de estar tanto tiempo con la adrenalina a tope, apoyado sobre su arma jadeaba sonoramente, agradeciendo a los dioses haber conseguido acabar el combate antes de que los efectos de la furia lo dejasen agotado.

Una tambaleante Savara volvió a intentar punzar con el estoque al recuperado Petrofski. No obstante, las heridas y el cansancio hicieron mella en la joven espadachina, que cayó inconsciente al tatami antes incluso de que el semiorco bárbaro pudiera responderle una última vez.

Enseguida, los numerosos espectadores que abarrotaban la grada se pusieron en pie dando palmas para saludar al campeón que tan estoicamente había soportado los castigos de la arena.