Partida Rol por web

Kintsukuroi

Escena personal (Ryota- Samantha)

Cargando editor
06/03/2019, 03:07

Asiento a las palabras con las que Samantha responde a las mías. Probablemente tenga razón. Quizá no haya encontrado a la persona correcta… o quizá, cuando la he encontrado, no haya sabido ver más allá de mí, de lo que yo necesitaba, de cómo creía yo que tenía que ser la relación. Pero a lo que no estoy dispuesto es a traicionarme a mí mismo en una búsqueda de afecto y compañía a cualquier precio.

Verás, Samantha, la cosa es que tengo ya una edad y hay ciertas cosas por las que no estoy dispuesto a pasar. Ni las medias tintas, ni el «ahora sí, ahora no», ni los caprichos de la gente que te marea porque no sabe lo que quiere, o porque quiere demasiadas cosas pero ninguna de verdad. Hace años, lo habría dado todo por esa persona, aunque me perdiese yo por el camino. Aunque supusiera renunciar a mis valores. —Hago una pausa, que aprovecho para beber un trago pequeñito de cerveza, pasándolo entre los dientes antes de tragar—. Pero ya no. Mira, la gente puede hacer lo que quiera y vivir sus historias como les dé la gana, pero yo sé los mínimos que necesito, y todavía mejor lo que no quiero ni en pintura. Y hace algún tiempo, descubrí que uno no puede sencillamente ignorar eso y pasar por el aro de cosas que no van con él, solo por estar con esa persona. Por no quedarse solo. Y lo siento, pero quien pretenda que pida perdón por ser un romántico, un idealista o un cabeza cuadrada para ciertas cosas, que espere sentado. —Me doy cuenta de que estoy frunciendo el ceño. Vaya. Me he puesto un poco intenso, creo. Suspiro, sonriendo para relajar un poco el ambiente—. Y acabas de descubrir solo uno de los motivos por los que estoy solo. A mucha gente le parecen irritantes mi determinación y mi seguridad en cómo quiero las cosas. Dicen que soy dogmático o intransigente… En fin.

Sonrío, esta vez de un modo más sincero. Supongo que no hay nada mejor que mostrarte tal cual eres, tus cosas buenas y las feas, y sobre todo tus vulnerabilidades, para que la gente te vea más como eres y se acerque un poco más a ti… o huya despavorida.

Río a carcajada limpia cuando Samantha echa tierra sobre sus aptitudes vocales.

Tranquila, mujer. Allí no va uno para convertirse en la nueva estrella del pop. De hecho, es mucho más divertido precisamente porque la gente suele cantar fatal. Imagino que el alcohol tendrá algo que ver. —Reprimo una risilla malvada—. Tendrías que oírme a mí. Yo no canto, aúllo. No sé si doy risa o miedo. —Bebo otro sorbo de mi botella, satisfecho—. Pues me alegro de que te apuntes. Empezó como una idea loca, pero a lo tonto vamos a ser unos cuantos.

Me siento bien. La verdad es que le estoy contando más cosas a Samantha de las que acostumbro a contarle a nadie en tan poco tiempo. Curiosamente, a veces los desconocidos dan más confianza, precisamente porque carecen de base para juzgarte, o porque pueden darte una visión neutral de las cosas, una perspectiva que no es la que acostumbras a oír de tus amigos íntimos.

Eres maja —digo de repente, sin que parezca venir muy a cuento. Sonrío—. Gracias por dejar que te suelte el rollo. Desde luego, tienes una paciencia envidiable. Discúlpame, creo que hoy estoy un poco revuelto. A veces se juntan cosas, y te acuerdas de cosas, y bueno, ya sabes. Y la gota que ha colmado el vaso ha sido quedarme encerrado en el baño. Hay que ver… —Me río, negando con la cabeza—. Mañana por la mañana tendría que avisar de que esa puerta se queda atascada, no sea que le pase lo mismo a otro.

La verdad es que tendría que haber avisado antes de salir de la biblioteca, pero con la vergüenza y la tontería, se me ha pasado. Bueno, mañana lo resolveré.

Bueno, ¿qué? ¿Has hecho muchos amigos en la resi? —pregunto, tamborileando suavemente con los dedos sobre la mesa.

Cargando editor
08/03/2019, 00:38

Otra vez me sentía con la sensación de haber metido la pata. Quizás había forzado demasiado a Ryota con mis preguntas y mis comentarios, lo que había creado cierta molestia en él, o por lo menos esa era la impresión que me causaba al escuchar el tono de su voz, demasiado vehemente o simplemente demasiado tenso. Y, a pesar de que el joven pareció darse cuenta e intentó relajar la situación, a mí ya me había creado mal sabor de boca, lo que iba a conseguir que yo me mantuviera mucho más prudente a la hora de hablar.

Ni que fueras un viejo de cuarenta años —se me escapó decir. Hacía tan solo un segundo que había decidido mantenerme más cautelosa al hablar y, sin darme cuenta, acababa de soltar aquella perla.

Me mordí el labio nerviosa mientras continuaba girando la botella entre mis manos, logrando de esa forma que se calentara la cerveza que aún había en su interior. Con ese gesto intentaba no abrir la boca mientras él hablaba y, sobre todo, intentaba no decir cualquier estupidez que pudiera molestarlo, así que me mantuve en silencio prestando toda mi atención a sus palabras.

Pero la sonrisa que me dedicó y que tuve la impresión que era bastante sincera, me tranquilizó un poco, y me agarré al cambio de tema para dejar atrás mi nueva metedura de pata.

Me vendrá bien relajarme un poco en otro ambiente distinto al habitual —le dije como contestación a su comentario sobre mis actitudes vocales—. Y bueno, el saber que no voy a estar rodeada de ninguna estrella del karaoke me tranquiliza un poco —intenté darle un tono de humor a mis palabras, olvidándome de la seriedad de hacía unos minutos.

Sin embargo, su halago consiguió que me sonrojara, sobre todo por el hecho de que me había resultado bastante inesperado.

Oh, vaya… Gracias. Tú también me caes bien, sino supongo que no estaría tomando una cerveza aquí contigo —esta vez fui yo la que sonreí de manera sincera, pero sobre todo, turbada—. No te preocupes, no me has soltado ningún rollo. Me gusta escuchar a la gente, eso es todo. A veces hablar con alguien, sobre todo si no nos conoce, es una buena terapia.

Fruncí el ceño al darle un pequeño trago a la cerveza porque, para mi gusto, estaba demasiado caliente mientras él me hacía una pregunta inesperada y a la cual me resultaba difícil contestar.

Si te soy sincera apenas me he tratado con algún compañero de la residencia y poco más —y no le estaba contando ninguna mentira.

No me consideraba una persona antisocial ni que se le diera mal relacionarse con los demás, pero por algún motivo, quizás fuera la parte pudorosa y tímida herencia de su padre, o pudiera ser simplemente que no había dado oportunidad a nadie, pero fuera lo que fuera hasta el momento no había intimado con nadie lo suficiente para considerarlo colega, y mucho menos amigo. Un par de saludos en los pasillos, cuatro palabras de cortesía y poco más.

Me tienen dicho que la primera impresión que se llevan de mí es de altiva y borde —me encogí de hombros restándole importancia a lo que creía mucha gente de mí a primera vista—. Y claro, hay mucha gente que ya no pasa de esa primera impresión. Pero te aseguro que no soy tan creída como parece —me reí con ganas ya que me resultaba curioso que me vieran de una forma casi opuesta a como en verdad me sentía.

Cargando editor
08/03/2019, 01:25

Una vez más, vuelvo a asentir cuando Samantha menciona las cualidades terapéuticas que puede tener hablar con un desconocido, con los ojos bastante abiertos denotando sorpresa. Me ha leído el pensamiento.

Es justo lo que estaba pensando. Al no saber qué esperar de la otra persona, la escuchas sin filtros. Y hasta puede que aprendas cosas que no sabías. Yo siempre que conozco a alguien nuevo me lo planteo como una oportunidad para aprender. Supongo que soy curioso.

Me encojo de hombros, imitando inconscientemente el gesto de Samantha y haciendo rodar mi cerveza entre las palmas de ambas manos. Me sorprendo cuando dice que casi no ha tratado a nadie de la residencia, y más aún cuando confiesa que suele transmitir la sensación de ser altiva y borde, creída, en sus propias palabras. Meneo la cabeza a ambos lados, sopesando mi respuesta.

Creída… No. No me parece que seas creída, o que des esa impresión. A lo mejor a algunos se lo puedes parecer, pero yo creo que es porque no acaban de pillarlo. —La miro de lado, entrecerrando los ojos como si estuviera muy concentrado—. Más que de ser creída, o antipática, la sensación que me has dado a mí, al principio del todo, ha sido de que estabas muy alerta. En plan, «a ver qué quiere este». Como si esperases algo malo de los demás por sistema, y al principio prefirieses andarte con ojo. Como de que te guardabas mucho. Pero eso no tiene por qué ser malo. —Sonrío de medio lado, chasqueando la lengua—. Bah, no hagas caso a mis intentos de psicología barata. Soy un tío sencillo, así que probablemente haya dicho una obviedad. Pero por experiencia te diré que la mejor manera de dar una impresión determinada es precisamente pensar que la das. Así que si no quieres parecer altiva y borde… no pienses que lo pareces. —Doy un nuevo trago—. En cualquier caso, ellos se lo pierden. Los que se queden con la primera impresión, digo, porque eres la mar de simpática.

De repente, siento una enorme curiosidad.

¿Qué impresión te he transmitido yo? Aparte de ser un cabeza hueca y un intenso que habla por los codos.

Cargando editor
11/03/2019, 21:59

No iba a negar que me resultaba agradable escuchar a Ryota, sobre todo la parte en la que me decía que no le parecía una persona altiva y creída, aunque me sorprendí a mí misma dándole la razón al más que posible motivo por el que daba esa impresión. Tenía razón, quizás no toda pero sí bastante. Estaba acostumbrada a levantar barreras cuando conocía a alguien nuevo, me ponía a la defensiva, temiendo siempre alguna burla, alguna traición, a saber qué…

Intentaré seguir tu consejo —le dije, aunque en esta ocasión no sonreí. No porque me hubiera parecido mal lo que me había dicho sobre que no debía darle vueltas a la impresión que yo creía que daba a la gente, sino más bien porque precisamente estaba pensando en sus palabras. Lo que no pude evitar fue sonrojarme con su último halago—. Oh vaya… Gracias —fue lo único que pude contestar, sintiéndome de repente bastante tímida.

Bajé unos instantes la vista a mis manos que aún seguían sujetando la botella antes de levantar los ojos sorprendida con su pregunta.

¿Tú? Bueno, desde luego un cabeza hueca no creo que seas —comenté de forma bastante vehemente—. Por lo menos a mí no me lo pareciste.

Me tomé unos instantes antes de contestar pues no sabía muy bien qué comentarle y esperaba que, lo que le fuera a decir, no le pareciera mal.

Transmites tranquilidad y afabilidad —comencé a decir. Intentaba medir un poco las palabras a emplear—. Pero creo por dentro eres como una tormenta en el mar —¿Me estaría pasando?—. Tienes las ideas muy claras, o por lo menos crees tenerlas. No te dejas influir con facilidad y te gusta hacer amigos, o más bien te gusta conocer gente. Amigos, amigos… creo que eres más de tener muy pocos amigos íntimos, si es que los tienes, y muchos conocidos —esperaba no estar embalándome demasiado—. Eres muy observador y se te da bien calar a la gente. Me imagino que en un trabajo como el tuyo ser un poco psicólogo es necesario.

Me callé de golpe con la sensación de que había hablado más de la cuenta. Entorné los ojos un tanto avergonzada por haberme atrevido a decir tantas cosas.

Espero no haberte molestado.

Cargando editor
12/03/2019, 01:24

Escucho a Samantha sin mirarla directamente, desviando los ojos solo ligeramente a la izquierda de los suyos mientras me comenta sus impresiones sobre mí. Mi boca se va convirtiendo poco a poco en una curva delgada y apretada a medida que va hablando, y no puedo evitar sentir cierto orgullo al comprobar que las cosas que tanto me esfuerzo por expresar o transmitir son las que, en mayor o menor medida, acaban llegando a la otra parte. Evidentemente, a Samantha le falta mucha información, mucho más que lo que es posible averiguar de otra persona tan solo compartiendo una cerveza, pero va muy bien encaminada.

¿Por qué ibas a molestarme cuando todas las cosas que has dicho son tan bonitas?  —le respondo, ahora sí, mirándola. Mi tono de voz suena curiosamente relajado, casi sedado, como si viniera de un profundo estado de calma o de reflexión—. «Como una tormenta en el mar». Uau. Creo que nadie me había descrito nunca de una forma tan poética. Y no sé si era eso lo que querías decir, pero desde luego, a veces mis pensamientos pueden ser una auténtica tormenta. —Sonrío con sinceridad—. Y sí que tengo las ideas claras, sí…«Demasiado», apostilla la vocecita de mi mente, aunque procuro no escucharla—. Pero solo algunas, y solo respecto a algunas cosas. Todo lo demás es el caos. Y acerca de lo que dices de los amigos, me gusta verme como alguien dispuesto a ser amigo de cualquiera que lo necesite, aunque para ser sincero, probablemente sea una opinión demasiado optimista de mí mismo. Pero no sé, supongo que me gusta estar abierto porque sé lo que es necesitar amigos. —Doy un trago a la cerveza, obligándome a mí mismo a callar. «Y acabar echándolos de tu lado cuando más los necesitas», es lo que no digo. Dejo la botella sobre la mesa con una sonrisa satisfecha, asintiendo lentamente—. Se me da bien calar a la gente, sí, pero soy idiota y no hago caso de mi instinto. Intento darle una oportunidad a todo el mundo, ¿sabes? Aunque sepa de antemano que la cosa va a salir mal. —Me encojo de hombros, tirando de mi mejilla hacia un lado en una mueca torcida—. En fin. Al final todos somos como somos, con nuestras movidas, pero al mismo tiempo no puedo dejar de pensar en lo parecidos que somos. Por muy terribles o únicos que creamos que son nuestros defectos o problemas, nadie va a reinventar la rueda. Así que mejor centrarnos en las cosas buenas. —Levanto mi cerveza, o lo que queda de ella, en gesto de brindis—. Por lo maravillosos que somos.

Me quedo un rato en silencio, sin saber muy bien qué decir por segunda vez en la noche. Pero pronto, mi mente toma los atajos acostumbrados en busca de alguna solución a ese problema, intentando encontrar más cosas en común con Samantha.

A lo mejor meto la pata, pero eres medio japonesa, ¿verdad? O por lo menos lo pareces.

Cargando editor
24/03/2019, 20:38

Escuchaba atentamente el monólogo de Ryota sobre su persona. Al igual que todo el mundo, lo que él mostraba sólo era la fachada de un mundo mucho más intenso. Yo hacía lo mismo, el chico que intentaba ligar con un par de chicas en la barra lo mismo. La mayoría intentábamos mostrar lo mejor de nosotros mismos escondiendo, mientras pudiéramos, detrás de la fachada nuestros más ocultos secretos, nuestras vorágines de sentimientos más oscuros, nuestras manías y defectos, aunque tarde o temprano siempre acababan saliendo a la luz.

Pero hubo un detalle que no me pasó desapercibido. Uno del cual tomé buena nota aunque preferí no hacer ningún comentario al respecto. Pareciéndome una persona tan sociable, incluso me reconocía que le gustaba hacer amigos, su comentario sobre que sabía lo que era necesitar amigos me llamó poderosamente la atención. O una de dos, o no tenía suerte con los que había tenido, de esos que sólo están en los buenos momentos, o él no había sabido mantenerlos. ¿Cuál sería su caso?

Me reí ante el final de su discurso que no podía acabar de otra manera… haciendo un brindis. Sonriendo para relajar el momento de confidencias que acabábamos de tener, levanté también mi cerveza ya caliente y a punto de acabarse, para chocarla con la de Ryota.

¡Y por los nuevos amigos! —secundé antes de darle un trago al líquido ambarino.

Sin embargo el silencio volvió a tomar posiciones entre nosotros dos y en mi cabeza, que no dejaba de exprimirse para buscar un tema del que hablar, empezaba a abrirse paso la idea de que quizás iba siendo hora de marcharse. Pero una vez más fue Ryota el que rompió el momento un tanto embarazoso, aunque su pregunta no por esperada me gustase demasiado.

Sí, mi padre es japonés —el tono de mi voz, aunque había intentado controlarlo, quizás había sonado un poco seco. Ryota no sabía nada de mi vida y no podía pagar con él las frustraciones con mi padre, así que suavicé el tono—. Pero aparte de hablar el idioma poco más sé de la cultura de este país. —Desde que nos había abandonado no había querido saber nada sobre Japón, quizás fuera una chiquillada pero así había sido, aunque no le comenté nada a Ryota.

Justo en ese momento volvió a vibrar el móvil y me imaginé que sería de nuevo Jordan desesperado porque no le contestaba.

Tengo que reconocer que estoy muy a gusto hablando contigo —comencé a decir— pero creo que ya va siendo hora de irse. Mañana hay que madrugar —le dediqué una sonrisa para que no creyera que yo pudiera estar molesta por algo. Pero era cierto, se estaba haciendo tarde y al día siguiente teníamos clase, o por lo menos yo sí la tenía.

Cargando editor
25/03/2019, 00:13

Y por los buenos amigos —respondo a la sugerencia de brindis de Samantha, cambiando deliberadamente una de sus palabras.

El silencio se asienta entre nosotros por unos momentos, aunque acabo por salir del paso preguntándole por su parte japonesa, si es que la tiene. El modo en que me lo confirma, tenso y tajante, me dice que en efecto se trata de un tema del que Samantha prefiere no hablar. Mi boca forma un «oh» mudo, y siento inmediatamente el impulso de disculparme… Aunque no sabría muy bien por qué. ¿Por haberla incomodado? Decido pedir perdón justamente por eso, pero antes de que tenga ocasión, la joven continúa hablando. Algo más relajada, quizá para quitarle hierro al asunto, afirma que no está muy familiarizada con la cultura de Japón. Esbozo una sonrisa suave, intentando mostrarme reconfortante más allá de las palabras dichas y no dichas.

No te preocupes. Pronto le cogerás el tranquillo a nuestro idioma y a nuestras marcianadas. —Le guiño un ojo, desenfadado—. Y si hay algo que no entiendas o que te dé curiosidad, me lo puedes preguntar y estaré encantado de responderte.

El móvil otra vez. Supongo que será Jordan. No hago caso, intentando que Samantha no se sienta incómoda. Cuando decide dar la noche por finalizada diciéndome que lo ha pasado bien hablando conmigo, sonrío apretando los labios, mis mejillas adquiriendo un ligerísimo tono rosado casi imposible de ver en la luz del local.

Lo mismo digo, en serio. Ha sido todo un placer. —Me levanto de la mesa, dirigiéndome a la barra para pagar ambas cervezas—. Y sí, yo también madrugo. Todos los días. No se baja todo lo que como durmiendo hasta mediodía.

Una vez en la residencia, me despido de Samantha con una inclinación de cabeza, recordándole lo del karaoke y diciéndole en broma que todavía está a tiempo de echarse atrás. Después de eso, me dirijo a mi habitación con la intención de dormir como un tronco hasta mañana temprano.

Es curioso cómo a veces una noche interesante puede empezar de un modo tan extraño…

Notas de juego

Pues, si estás de acuerdo, damos la escena por finalizada. ¡Un placer rolear contigo!

Cargando editor
27/03/2019, 23:38

Había sido un epílogo muy atractivo para un día poco interesante. El haber acudido a la llamada de socorro de Ryota en los baños había desencadenado una noche de charla muy agradable y quizás el haber hecho un buen amigo, por lo que mi resumen de ese día era bastante favorable. Sólo esperaba que mi sequedad al responder su última pregunta, sumado a las constantes vibraciones de mi teléfono, no hubieran fastidiado la buena impresión que parecía haber causado en el joven. O por lo menos eso era lo que yo esperaba haber conseguido en él.

Ya sé que puedo sonar a mala persona —dije con un tono divertido en mi voz—, pero me alegro que te hayas quedado encerrado en el baño, así he tenido la oportunidad de conocerte —esperaba no sonar demasiado directa y, sobre todo, que él no se imaginara cosas que no eran, pero era lo que yo sentía y por lo tanto así se lo decía.

Agradecí su invitación a la cerveza y salimos del local rumbo a la residencia, dando un tranquilo y corto paseo hasta que llegó el momento de despedirnos. Pero no tardaríamos demasiado en volver a vernos ya que estaba pendiente la reunión para ir al karaoke.

Ya en mi cuarto, con la cara lavada y el pijama puesto, me tumbé en la cama con un libro entre las manos que, apenas habían pasado un par de minutos, ya reposaba en el suelo de la habitación mientras yo caía en un profundo sueño.

 

Notas de juego

Gracias por la oportunidad. Leerte es una maravilla.