Partida Rol por web

Niū notó que Ryota la miraba extrañado por su interés en su cocina. Así que pese a lo que le costaba se quiso explicar.

-Tú compartes tu cultura. -señaló los platos vacíos- Yo también quiero compartir nuestra, y tú dices que gusta comer. Así que yo cocino para que tú pruebes. -dijo con una sonrisa- Pero no quiero abusar. Tú invitar cuando tengas... eh... cuando estés cómodo con idea. -agregó inclinando la cabeza respetuosamente.

Cuando su hermano le preguntó por la factura, ella le dirigió una mirada seria.

-Gēge, mi dinero es tu dinero. Yo no invito a ti, yo invito a él. -miró a Ryota y se apartó el pelo que había caído sobre su cara al inclinarse antes- Tú compartir lugar, compartir comida y... uhm... buena persona con nosotros. Así que hoy pagamos nosotros. Y así ahora poder ir de paseo para que luego tú invitar a merendar. -agregó con una amplia sonrisa- Acepto encantada. -luego se puso seria- Espero no haber ofendido. -dijo volviendo a inclinar la cabeza.

- Si vamos a tomar algo más, que sea ligerito. Al ritmo al que como voy a tener que pagar dos asientos para mí solo en el ferri. Ya que la cuenta está pagada, podemos salir ya y así pensamos lo que hacemos. Es buena idea dar una vuelta para bajar la comida, y la verdad es que no me he subido muchas veces a un barco. - Al ser una isla era normal ver agua por todos lados, ahora tendríamos una vista desde la otra perspectiva.

El tema de la casa de Ryota era algo a tratar entre mi hermana y él, no iba a intervenir. Ya había imaginado que se trataba de algo así. Y aunque Niu llevaba razón sobre el dinero, eso no quitaba que el gesto no me agradase. Y que ese dinero era para ella y sus gastos, no tenía por qué usarlo en esas ocasiones.

- Y ya que estamos tratando tanto la comida. Podríamos pasar por alguna tienda donde poder comprar dulces típicos. También chocolatinas, he leído en internet que hay kit-kat de todos los sabores. - No era demasiado goloso, pero me gustaba tener chocolate por si se me antojaba al estudiar. Había escuchado que ayudaba a concentrarse, y si no era cierto, yo lo seguía usando como escusa.

Katsurashima, la más cercana de las islas Urato, en la bahía de Matsushima, está a tan solo veinte minutos en barco desde el puerto de Shiogama. La isla tiene unos trescientos habitantes, que viven principalmente de la pesca y de los recientemente introducidos cultivos de alquequenje, planta de fruto comestible cuya flor es conocida como «linterna china» por su peculiar y atractiva apariencia. La isla es conocida por sus playas paradisíacas, sus zonas boscosas y sus espectaculares vistas.

Desembarcamos en una zona de impresionantes acantilados desde los que se ven los innumerables islotes que rodean Katsurashima. Desde allí nos dirigimos a la costa sur, en la que hay una preciosa playa de arena blanca que se sumerge en las aguas turquesas del Pacífico. Pasamos el resto de la tarde paseando y relajándonos por tan singular y maravilloso entorno.

Cogemos el último barco de vuelta a las seis de la tarde. Después de un paseo por Shiogama y de invitar a mis nuevos amigos a un helado, volvemos a la residencia universitaria cuando ya empieza a oscurecer, cansados por el intenso día.

—Bueno, espero que os lo hayáis pasado bien hoy. Otro día más —me despido de los hermanos con una sonrisa. Miro a Niu—. Y cualquier día que quieras podemos ir los tres a mi casa y te dejo usar mi cocina. Me encantará probar tus platos. Estoy seguro de que lo harás todo riquísimo. Además, así aprendo. Me gustaría saber cocinar. —Mi atención se desvía hacia Kueng—. Kueng, ¿nos vemos mañana a primera hora en el polideportivo?

Tras las últimas frases de despedida, me retiro a mi habitación para estudiar un rato antes de la cena. Hoy ha sido un buen día.

Durante el viaje en barco, Niū no paró de moverse por cubierta para observar el horizonte desde todos los puntos posibles. Ello la llevó a terminar algo mareada, por lo que pasó los últimos diez minutos sentadita y con la cara mucho más blanca que de costumbre. Y diciendo que se encontraba bien pese a que era evidente que tenía un buen mareo.

Al desembarcar, tuvieron que dejarla descansar unos minutos más hasta que aseguró que se encontraba mejor, y pese a que la sangre aún no le había vuelto a la cara, insistió tanto que al final comenzaron el paseo.

Aquella isla le pareció completamente hermosa. Niū miraba todo con la misma expresión de una niña de diez años. Estaba encantada y sonriente. Dio las gracias a Ryota por mostrarles aquel lugar y halagó su país en varios momentos. Fue también en aquel momento que por fin se percató que había pasado la mayor parte del viaje llamando a Ryota por su nombre de pila y sin usar siquiera los honoríficos adecuados, motivo por el que se disculpó varias veces y que achacó a que se había acostumbrado al modo español.

Por otro lado, no podía dejar de avergonzarse por su pronunciación del japonés, por lo que prefirió colocarse en posición de escuchar las conversaciones de su hermano y Ryota. Si comentó sin embargo que le gustaría volver algún otro día con ropa adecuada para bañarse en aquellas hermosas playas.

Cuando llegó el momento de volver, Niū se aseguró de no moverse tanto como la primera vez para tratar de no marearse tanto. Al llegar al puerto de Shiogama, volvía a tener la cara pálida, pese a repetir que no se había mareado nada.

Ya de vuelta, pidió un helado de chocolate y vainilla que agradeció en varias ocasiones a Ryota. Pese a que era evidente que los viajes en barco no le habían sentado bien, se la veía muy feliz.

-Yo muy bien. -dijo durante la despedida con una nueva inclinación de cabeza- Gracias Ogawa-san, ha sido muy divertido. -desde que se había disculpado por llamarle por su nombre de pila, había pasado a ser demasiado formal- Cuando tú quieras. Yo espero que te gusten nuestros platos. -dijo con una sonrisa- Y si tú quieres aprender yo puedo enseñar. Estaré encantada. -dijo evidentemente encantada ante la idea de poder compartir su cultura y su gusto por la cocina.

Tras terminar la despedida, se alejó junto a su hermano en dirección a la universidad. Tras un día tan genial no podía sentirse enfadada por el hecho de que su hermano se había reído de su modo de hablar, por lo que decidió no sacar el tema, y tras despedirse de él también decidió ir a estudiar un poco antes de ir a dormir.

El viaje en ferry fue fantástico. El paisaje era sorprendente y desde el mar la vista era muy diferente, de hecho la vista era un poco movida. El barco se mecía bastante y por falta de costumbre acabé algo mareado, por lo que preferí no moverme mucho en lo que duró el viaje de ida. Niu también acabó algo afectada, me dio la sensación de que incluso podría vomitar si el trayecto hubiese sido algo más largo, pero aguantó y prefirió hacerse la dura actuando como si estuviese bien.

Una vez en tierra, dedicamos la visita las zonas naturales de aquella isla. Fue una tarde bastante apacible y relajada, lo cual me pareció muy agradable. Se agradecía poder disfrutar de momentos así. Cuando Niu empezó a disculparse por llamar a Ryota por su nombre me di cuenta de que desde que nos habíamos sentado a comer no me había dirigido a él por su nombre. Lo achaqué a que le había cogido confianza rápidamente, y normalmente a mis amigos les llamaba "tío" o "tú", o cualquier apodo que se me ocurriese. No tenía forma de traducir aquello al japonés.

A la vuelta me preparé mentalmente para volver a subir el barco, pensé que quizás si no me pillaba de imprevisto, no acabaría mareado. No fue así. Tomar tierra de nuevo fue una salvación y di por sentado que para la próxima vez que tomase un barco llevaría algo contra el mareo. Tras una parada para el helado prometido, llegó la hora de la despedida.

- Ha sido un placer, tenemos que repetir. - Había sido una suerte conocerle y tenerle de compañero, en un solo día les había enseñado mucho sobre Japón. - Por supuesto, allí estaré. - Dije con una sonrisa como respuesta a lo del polideportivo. Tenía que añadir a lo anterior que también iba a ser mi compañero de deportes, esperaba no estar demasiado oxidado por falta de una rutina.

Cuando se alejó de nosotros para ir a su casa alcé la mano para despedirme de nuevo. - ¡Mañana nos vemos Ryota! - Me tomé que me llamara por mi nombre el permiso para hacer lo mismo con él.

Luego de verle marchar fui junto a mi hermana con la residencia, comentando por el camino el día que habíamos pasado.