Partida Rol por web

La Casa de las Rarezas

Prólogo - Senderos del destino.

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30/06/2019, 16:24
Director

El destino a veces es puñetero. Te sonríe cuando menos te lo esperas y te da una patada en los huevos cuando te distraes. 

Tu vagar por las ciudades libres, ganándote la vida como podías te ha llevado a muchos sitios. A muchas ciudades, pueblos, caminos. Pero el destino quiso ofrecerte una oportunidad en un momento en el que no estabas haciendo nada de lo que sentirte orgulloso. 

Pasabas las horas en una simple taberna en un pueblo al borde de la frontera con Darguia, bebiendo y perdiendo el tiempo, cuando un grupo de mercenarios entraron dentro. Por los emblemas supiste que eran o habían sido miembros de los Dragones de Cobre, una de las casas de la Guerra más conocidas de las ciudades libres. Los hombres venían en busca de gresca, y aunque tu no tenías intención de meterte contra un grupo tan grande, al verte armado y preparado fueron a por ti como abejas a la miel. 

El grupo era numeroso, y por mucho que tu entrenamiento y habilidades eran más que suficientes para ocuparte de un par de aquellos patanes, contra siete de ellos poco podías hacer. Lo que empezó como un intento de darte una paliza, acabó contigo rodando por el barro de la calle defendiéndote como podías para que no te asesinasen allí mismo. Conseguiste degollar a uno de ellos que estaba a punto de apuñalarte, pero lo único que hizo eso fue ganarse la ira del resto. Decididos a destrozarte como pudieran, te desarmaron, te apalearon y te habrían matado, si un hombre no hubiera intervenido.

Andon Dubio

No sabías muy bien quien era, pero el individuo abatió a dos de los mercenarios con sus pistolas y luego cercenó la vida de dos mas antes de que nadie pudiese siquiera acercarse a él. Finalmente, los dos supervivientes huyeron de allí prometiendo venganza, y mientras perdías la consciencia, lo último que viste fue como el hombre se acercaba a ti.

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30/06/2019, 16:56
Andon Dubio

Despertaste bajo una encina en un gran campo de trigo, lejos del poblado. Tus heridas estaban vendadas y tu brazo entablillado. El hombre a tu lado cocinaba un guiso sencillo, con aire despreocupado. Era un individuo de mediana edad, feo, malencarado, vestido entero de negro y con unas facciones peligrosas... Si no fuera porque todos sus gestos y expresiones parecían relajadas y amables. Cuando le agradeciste por haberte salvado y le preguntaste porque lo había hecho, se explicó sin muchos rodeos.

- Qué se yo... - se encogió de hombros -. Digamos que tuve una intuición. Te vi, vi como mirabas los reflejos, los cristales... Eres un visor. Una rareza, ¿verdad? - preguntó de pronto. Había identificado tu poder a la primera. 

Ante tu sorprendido asentimiento, el hombre sonrió. Echó en un cuenco un poco de su guiso, que cuando probaste descubriste que estaba delicioso. 

- Pues mi intuición era correcta - rió, con su voz rasposa-. Bueno, chaval, me presentaré. Soy Andon Dubio, teniente de la Casa de las Rarezas... Trabajo por mi cuenta la mayor parte del rato, y a veces, cuando se presenta un candidato, me encargo de mandarlo a Duriel con un contrato y una oportunidad bajo el brazo. Tú tienes esa oportunidad. Ahí tienes - señala un pergamino enrollado a tu lado-. Solo tienes que firmar y entregarlo en la Casa, y estará hecho. 

La propuesta era una locura, por muchas razones. La primera, que el hombre con el que hablabas era una absoluta celebridad, un héroe entre héroes: Andon Dubio, llamado el Hacedor Sombrío, conocido por haber rescatado de la masacre teatral a Lenai I de Asdria, reina de Darguia, cuando esta solo era una princesita de unos pocos años. 

Y luego... ¿Unirte a las Rarezas? No solo era tu mejor oportunidad para obtener tu venganza, sino que además te daría la oportunidad de alcanzar una grandeza con la que jamás habías soñado.

¿Qué dudas podías tener?

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30/06/2019, 17:11
Director

Partiste hacia Duriel, tras despedirte de Dubio, que te dijo que partía en una misión hacia Calendia, la capital de Darguia. Finalmente, tras un largo camino, llegas a Duriel por la puerta de Calendia, cargando tus cosas al hombro, y ya recuperado de tus heridas.

Las indicaciones que te dio Dubio dejan la casa de las Rarezas al otro lado del río. Debería ser fácil preguntando en cualquier caso. La ciudad es hermosa y es algo que se contempla nada más llegar. Junto a la puerta hay multitud de tenderetes arremolinados junto una alta torre de vigilancia en la plaza. Han sido muchos días de viaje hasta allí, pero suspiras aliviado por haber alcanzado la ciudad, cuando escuchas unas palabras a tu izquierda. 

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30/06/2019, 16:56
Hiparchia de Menas

El viaje llegaba a su fin y con ella la irritante espera que la había mantenido en vilo durante las mañanas, tardes y noches que había durado la travesía. 

No pude evitar el mareo al poner un pie en tierra firme. Su cerebro, acostumbrado al sempiterno bamboleo del barco, había adaptado su sistema de equilibrio de tal manera que ahora, lo que parecía que se movía, era el propio suelo. Una náusea por poco le hace echar el frugal desayuno sobre los tablones del pantalán. Se agarró bien fuerte a sus cosas, y más cuando aquella extraña mujer que habían rescatado hacía unos días se le acercó con una sonrisa. 

- Sé su nombre, señora, desde que la encontraron a la deriva la tripulación no ha dejado de hablar sobre usted. -Se la veía nerviosa, torpe con las palabras. Quería algo, su dinero, evidentemente, pero su discurso estaba acelerado, carente de naturalidad. Era obvio que lo habría ensayado en su camarote durante horas. Hiparchia la miró con desconfianza. ¿Así que sabes hacer muchas cosas, eh? Enarcó una ceja, evaluándola de arriba a abajo. Finalmente dejó sus pertenencias sobre el suelo. Una caja de madera, astillada en los bordes y golpeada en las esquinas, pero de exquisita calidad conformaba la base de la pila de posesiones de Hiparchia. Más arriba se apoyaban sobre sus portadas tres volúmenes encuadernados en piel oscura, con los bordes igualmente maltratados y las páginas amarillas. Arriba del todo descansaba en un inestable equilibrio un amasijo de ropas, útiles de escritura, rollos de papel en blanco y un par de sandalias desgastadas. Aquellas eran todas las pertenencias que portaba Hiparchia de Menas. Lo imprescindible. Más hubiera sido codicia. 

Está bien, coja los libros, la ropa, los rollos de papel y las plumas. Con cuidado, especialmente con los libros, son muy valiosos. Pensándolo bien, aquella mujer podría serle de ayuda. Duriel la Bella, además de Bella, era una ciudad ruin, sucia, peligrosa. Uno podía pasearse por sus gloriosas avenidas, admirando la arquitectura de las casas nobles y diez pasos después desangrarse en uno de los callejones traseros, apuñalado por un ratero que pensó que aquellos pendientes de plata bien valían una vida. Imagino que usted ya lo sabe, o si no es así, debería, mi nombre es Hiparchia. Y como bien ha observado soy una mujer de estudios. Inara no dijo nada, pero casi pudo intuir sus pensamientos. Sí, una mujer erudita, no se sorprenda tanto. Soy de las primeras, pero dentro de muy poco seremos muchas más. 

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30/06/2019, 17:24
Desconocida

Una vagabunda, de piel negra como la noche, está tirada en un lado de la calle. Sujeta unos juguetes viejos y tiene unos papeles apilados bajo sus pies. Su ojo derecho está inyectado en sangre. Es una mujer que podría ser preciosa, pero sus dientes amarillentos, sus cicatrices, su expresión perdida, hacen que de mas miedo que su belleza.

- Jijijo - se ríe, jugando con sus dos muñecas -. Te lo dije, te lo dije, que ya habían llegado. ¡Mira uno ahí! - te señala - ¡Profetas y chavetas, venid! ¡La convergencia ha empezado, me lo dijo ella, me lo dije yo, me lo dije! Lo apunté, lo apunté, ¿sabes? - en ese momento, agita su cabeza, su mirada se enfoca, recupera la lucided durante un breve instante -. Tengo que apuntarlo, cojones - saca uno de sus papeles, un lapiz, y garabatea algo que lee en voz alta -. "Ha llegado uno. Da comienzo, al fin. Al fin". 

Tras decir toda esa sarta de incoherencias, su vista se pierde de nuevo en sus juguetes y no te atiende de forma alguna.

Notas de juego

Puedes decidir donde ir o que hacer. Seguir de camino hacia las Rarezas, dar una vuelta por la ciudad, hablar con la vagabunda... :)

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30/06/2019, 18:00
Inara

Durante unos instantes valoré aquella mirada dura, inquisitorial, sentía cómo me juzgaba y seguramente habría calificado mis palabras como osadas y descaradas, mas al poco vi un brillo en sus ojos y sus palabras dieron paso a la esperanza. Seguramente habrá valorado que por muy inteligente que una sea, en cualquier resquicio de una gran ciudad puede existir el conflicto con gentes que no se detendrían a estimar el grado de conocimiento que alberga una mujer, sino que serían mucho más pragmáticos conforme a lo que podrían sacar con todos los cachivaches y mamotretos que una mujer muy inteligente y desarmada podía proporcionarles, y sí, aquel brillo en su mirada dio paso a una decisión inteligente al responder y aceptarme la solicitud. 

- Muchísimas gracias, señora Hiparchia, no la defraudaré - murmuré en tono bajo un pensamiento que mi padre solía decir cuando emprendía con incertidumbre un negocio - "Entre las dificultades, se esconde la oportunidad"- me fijé también y no pude más que mostrar mi agrado con su última frase, en cuanto que, esperaba que más mujeres alcanzasen más protagonismo en la cultura- Así lo espero y deseo, señora Hiparchia -mi experiencia en los diferentes barcos la contradecía, pero aún así tampoco podía negar que yo misma también había abierto cierto hueco en un espacio natural reservado a hombres. Fuera de la necesidad a la que me había abocado el naufragio, he de reconocer que esta mujer tenía mi simpatía, espero no estar equivocada.

- ¿Puedo preguntar de dónde procede, mi señora? - sabía su nombre pero desconocía todo lo demás, me vi en la obligación de preguntarle por conocerla un poco más. - Espero no incomodarla con mi pregunta, mi señora, pero considero que sólo conociéndola bien, podré servirla mejor- recogí todos los enseres que me indicó y la seguí.

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30/06/2019, 19:14
Hiparchia de Menas

Visiblemente aliviada por descargo de peso que le proporcionó la ayuda de Inara, Hiparchia comenzó a caminar hacia el final del puerto, allí donde el olor a pescado remitía y comenzaba a mezclarse con el de las especias de los mercados y el orín de las esquinas. 

Le agradaba la compañía de su reciente ayudante. Se la veía educada, diligente y era ciertamente atractiva. No pudo evitar fijarse en la voluptuosidad de sus curvas y se preguntó qué habría querido decir con aquello de que podría servirle de muchas formas. En fin, de momento se contentaría con que le ayudase a cargar los libros hasta la Casa. 

Ante la pregunta de Inara, suspiró. - Ay, cariño, ¿de dónde soy? Si te refieres a dónde nací entonces pertenezco a la región de Menas, al norte. Pero si te refieres a de dónde me siento entonces soy de allá a donde me lleven estos pies y allí donde resida mi gente. Dedicó una tierna sonrisa a su compañera. De dónde venimos y a dónde vamos. Llevamos siglos haciéndonos las mismas preguntas. ¿Y tú de dónde eres? Se había permitido el lujo de tutearla. Hasta donde sé, bien podrías ser Inara de los mares Serdenos.

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30/06/2019, 20:26
Director

Mientras decides que hacer, observas que esas dos mujeres comienzan a descender por el puerto. Ambas llamativas, una por su hermosura y la otra por ese reconcome que causa en tu memoria. Parecen dialogar de forma distendida, mientras que la mujer del sombrero carga gran parte de los maletas y equipo de la otra.

Tampoco estás seguro de que debas hacer nada más, pero tu curiosidad está ahí. ¿De que la conoces? Se están yendo, así que no sabes si seguirlas o no.

Notas de juego

Básicamente que se piran :), de cara a que las enlaces si quieres o no.

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30/06/2019, 21:05
Inara

- Me gusta eso... poder viajar sin rumbo marcado... con la libertad como brújula - respondí olvidándome del protocolo por un momento- Nunca he estado en su tierra, Menas, seguro que es bonita. Yo provengo de Faro Blanco en la isla Iscardi, enfrente de Criel. - Seguro que al menos le sonaba, al fin y al cabo la isla estaba al este de la capital de Galdia- ¿Ha estado alguna vez en las islas del mar Asfigio, mi señora? Mi familia hace años tenía un negocio marítimo muy pujante pero... - cierto pesar en la entonación de estas últimas palabras- ... la vida como el mar, vienen olas que te alzan... y otras te hacen naufragar. Perdón, era tan sólo una reflexión, mi señora, no volverá a ocurrir -me percaté de que estaba faltando al protocolo y dudé si lo había hecho más veces.

- Mi señora, mi cultura o mis conocimientos son escasos... comparados con los vuestros, ¿consideráis conveniente que reciba de vos alguna instrucción? Para mí sería un honor - acerté a contestar rápidamente, quizás fuera demasiado rápida la conversación, pero veía una oportunidad única de conocer más sobre cuestiones que de otro modo nunca tendría acceso- ...y también os podría servir de mucha más ayuda en ese caso. Mas no pretendo importunarla ni parecer aprovechada, si consideráis que la instrucción conlleva una carga para vos, podéis descontarlo de mis ganancias - poco menos que acababa de conocer a esta mujer y ya me estaba encandilando simplemente por el conocimiento que albergaba.

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30/06/2019, 22:48
Director

Descendéis por la pasarela del barco a la dársena del puerto. Inara carga la mayor parte de las pertenencias de Hiparchia. El lugar está atestado de marineros, transportando de un lado a otro cajas, redes, y toda clase de mercancías. Al fondo se observa la calle principal del puerto, en la que se apelotonan edificios de muy distinto calado: posadas, control portuario, pescaderias, tiendas de aparejos... 

Cuando os encamináis hacia el fondo, veis que en el otro lado de la dársena, otro navío mercante, llamado "El son del norte", está también descargando tus bienes. Parece que acaba de atracar. Lo que os llama la atención es que desde lo alto del barco, al borde de la pasarela, hay un hombre observándoos de reojo. Atractivo, joven, en buena forma, parece por su aspecto noble. Está manteniendo una conversación con un marinero.

Cael di Venture

Si os mira, a ninguna os sorprende: llamáis poderosamente la atención, cada una por razones muy distintas.

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30/06/2019, 22:56
Director

El hombre... Tiene un aire familiar. Extraño y distante, pero familiar. Tampoco es que puedas situar porque te resulta conocido, quizás solo sea por haberle visto en algún lado, o puede que se parezca a alguien que conoces. Pero no deja de llamarte la atención.

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30/06/2019, 23:08
Hiparchia de Menas

La metáfora marítima arrancó una sonrisa de la boca de Hiparchia. Resultaba especialmente apropiada de alguien como Inara, pues justamente una ola, o una serie de ellas, habían naufragado su barco, y también había sido la fuerza de la marea quien la había llevado junto a su navío. Creer en el destino era indigno, de ilusos ignorantes, pero algunas veces la coincidencia, el azar, ponía a prueba incluso a la más racional de las mentes. 

- No me importunas, en absoluto. El conocimiento es un bien preciado, lo más valioso que poseemos, y no debería negársele a hombre o mujer alguna. Mucho menos hacerle pagar por ello. De cualquier modo, por lo pronto te bastará saber que allá donde nos dirigimos en un sitio extraño, único en cierto modo. Lo que encontraremos, incierto. Y con quienes trataremos, el mayor de los misterios. 

El ambiente del puerto era bullicioso, era plena hora punta y muchos navíos acababan de atracar. Los marineros se afanaban en descargar la mercancía tan rápido como podían con la vista puesta en los mercados donde comprar fruta fresca, las tabernas donde disfrutar de un buen licor, o el burdel donde sentirse un poco menos solos. Caminaron junto a un barco de especial talla, "El son del norte". En la cubierta de la nave un hombre atrajo su atención. Se notaba que, como ella, poco tenía que ver con la vida marítima y que era tan solo pasajero. Durante una fracción de segundo detuvo su mirada en él, con la sensación de contemplar a un viejo conocido, pero con la absoluta certeza de no haber visto a ese hombre en su vida.

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30/06/2019, 23:25
Inara

Cuando descubro que hay un hombre con porte de noble, bien parecido en lo alto de otro barco, mirándonos, me paro y le devuelvo la mirada; luego ando más deprisa para recuperar el terreno perdido con Hiparchia - Mi señora, hay un hombre en lo alto de ese barco - sin señalarlo le describo dónde se encuentra, por si no se hubiera percatado de su presencia- por la forma en que nos mira pareciera que nos conociera de algo, mas no recuerdo haberlo visto antes.

- De La Casa de las rarezas he escuchado hablar en muy diferentes ambientes - vuelvo a recuperar el paso- no la conozco por lo que, sería arriesgado valorar lo que se dice; en todo caso, prestaré atención a todo detalle que se salga de lo corriente - doy un par de vistazos por si el hombre del barco nos siguiera.

- ¿Mi señora sabe llegar hasta la Casa de las Rarezas o quiere que pregunte a alguien?

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30/06/2019, 23:56
Gavilano

El día no parecía malo, pensaba Gavilano, mientras valoraba sus opciones. Desde luego, podría llegar hasta la ciudad ese mismo día si se apresuraba… y en su interior, se debatía entre la emoción de la llegada y el cierto rechazo a alcanzar el final de un camino para dar el primer paso en el siguiente. Así que valoraba el quedarse en la posada. Con disimulo, devolvía las sonrisas a las jóvenes hijas del mercader cuando su padre no prestaba atención, y hasta se permitió también guiñar un ojo pícaro al efebo de la barra. El parador de Valdesobo no estaba falto de atractivos…

Pero entonces, un ruido fuera lo sacó de sus agradables pensamientos, y pudo ver a los dos soldados increpando al extraño recién llegado.

Frunció el ceño, ligeramente molesto con lo que está viendo. Tal vez al principio, cuando se echó a los caminos, acarició durante un tiempo la idea de convertirse en una especie de héroe trágico, alguien que usara su espada y su don para ayudar a otros. Pero no fueron muchas las semanas que ese sueño perduró en su mente. Habitualmente, esos “otros” eran una panda de cabrones ingratos que no agradecían la ayuda, y eso si no intentaban aprovecharse descaradamente o robarle. Y poco a poco, la certeza de que en ese mundo era preferible hacer daño que recibirlo fue calando en el joven.

No, definitivamente no era un héroe. Pero la forma en la que esos dos idiotas trataban al recién llegado lo molestaba realmente. Le recordaba la forma en la que ese Lector lo trató en el monasterio. La forma en la que le echaron de algunos poblados. Le recordaba lo peor de la gente.

Chasqueó la lengua, preguntándose si realmente merecía la pena. Con gesto despreocupado, sacó una moneda de uno de los bolsillos de su chaqueta y la lanzó al aire, capturándola al vuelo, y miró entre sus manos con genuina curiosidad.

Cara. Bueno, el tatuado tenía suerte, según parecía. Suspirando, se colocó el pelo y sus ropajes. No eran los mejores atavíos del mundo, pero se había gastado algo de dinero en que parecieran de cierta calidad. Eso, y su propia presencia, solían ser suficiente como para ser tomado por noble en más de una ocasión. Mientras lo pensaba, tomó de su plato lo que quedaba de carne y la apuró con un trago de la cerveza.

Tal vez fuera aún un poco idiota, pero no tanto como para desperdiciar el filete.

- Tiradas (1)
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01/07/2019, 00:02
Cael di Venture
Sólo para el director

Aunque la descripción fuera algo burda para su gusto, fue lo suficientemente específica para dibujar en su mente un retrato del misterioso mensajero. Sí, recordaba a la perfección el pequeño cuerpo de la joven, los cabellos rubios rizados cayendo en ondas sobre sus suaves hombros, la palidez propia de una preciosa muñeca aunque estuviera en esos momentos bañada con un leve rubor en sus altos pómulos y haciendo juego con el pomposo vestido rosado. Pero lo que más recordaba era su tímida voz cuando se acercaba, el olor de su cuello destilando un suave aroma a rosas y su pecho hincharse, pudiendo escuchar los latidos de su corazón.

No había hecho falta desnudarla para entender el lenguaje mudo de su cuerpo ni para que olvidara la presencia de Cael. El joven aetheri dominaba a la perfección el sutil vocabulario de la seducción, mezcla de deseo e indiferencia, de ángel y libertinaje. Nunca demasiado obvio, nunca un casanova, sólo casualmente prometedor y prohibido como si se tratase de la pecaminosa manzana de Eva.

Había trabajado con ella a la perfección sin dejar rastro alguno, al menos eso era lo que él pensaba, marchándose con promesas de un futuro encuentro que sabía que nunca llegaría. Teniendo eso claro sólo había una explicación posible… Me estaban siguiendo. Estaban ahí cuando me encargué de la chica.- Se sentía observado, echando la mirada atrás para observar al resto de tripulación que le acompañaba, cada cual más insignificante que el anterior, preguntándose si alguno de esos paletos que ahora le acompañaban tenía realmente una mente fría.

En cualquiera de los casos el mensaje anunciaba un futuro encuentro, para bien o para mal, uno del que debería de estar preparado. Si alguien conocía quien realmente era significaba que tenía una clara amenaza entre manos, una que debía romper tirar por la borda para eliminar su existencia al igual que hizo con la carta.

- Lo hizo.- Sacó de su bolsillo unas monedas, haciendo que bailara entre sus dedos antes de lanzarla al aire para que Bolo la cogiera.- Una propina por sus servicios, que tenga un buen día.- Caminó por la pasarela, esta vez un poco más apresurado de lo que en un principio pretendía mientras se fijaba en todas y cada una de las caras que le rodeaba y vigilada las esquinas. Miraba al dependiente de un tendedero de pescado, a la mujer embarazada esperando su marido tras volver en altamar, al niño jugando con un perro vagando… Evidentemente también se fijó en el barco que atracaba junto al suyo, fingiendo una curiosidad esporádica.

Captó su atención dos mujeres de inigualable belleza y extraños ropajes, aunque fue una de ellas la que le hizo detener su paso para fijarse más en ella. Parecía que era recíproco pues cuando sus miradas se encontraron Cael sintió algo, una sensación extraña que no reconoció y le molestaba.

La conocía, estaba seguro, y a pesar de las incontables fiestas de las que había sido partícipe en diferentes regiones tenía la certeza de que nunca olvidaba una cara o un nombre. Pero esta vez era distinto, como si un fantasma del pasado se presentara pero la imagen estuviera tan difuminada que apenas podía localizar entre sus recuerdos a qué parte correspondía.

Confuso, desvió la mirada cuando notó el aroma del mar, volviendo a la realidad que le atenaza y la amenaza que ahora se sumergía en las profundidades, prosiguiendo su caminar hacia la Casa de las Rarezas mientras le daba la espalda a las señoritas.

Notas de juego

Paso de ellas, "tó pa'lante"

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01/07/2019, 00:24
Gavilano
- Tiradas (2)

Notas de juego

Dejo hecha una tirada de persuasión para acompañar el moco que me echo XD

Dado medio = 7, que con el 14 son 21.

Una duda, en otra partida que juego RyF ya están las tiradas preparadas en el sistema. Por si acaso puedes ponerlas, vaya.

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01/07/2019, 00:25
Gavilano

La puerta de la posada se abrió de repente, empujada con seguridad por las manos de un joven que inmediatamente salió al exterior con pasos firmes y decididos. Vestía el joven con un hermoso jubón del color del cielo al anochecer, ceñido a su cintura con un cinturón de cuero repujado del que colgaba una cuidada espada de duelo y una pistola. Una melena dorada que resplandecía al sol del mediodía enmarcaba un rostro de facciones tan definidas y cuidadas que parecía haberse escapado de un lienzo.

La mirada de sus ojos azules barrió la escena, como si buscara algo, y se detuvo en el extraño hombre de los tatuajes. En ese momento, su rostro se iluminó y caminó hacia él ignorando a todos los demás.

-¡Gabian! Amigo mío, me alegro de verte. ¿Ha sido el viaje muy duro? Siento no haberte llevado conmigo, pero ya sabes que el conde no es un hombre al que se deba hacer esperar...-En el momento en el que dio la espalda a los dos soldados, guiñó un ojo cómplice al recién llegado mientras continuaba soltando su discurso sin detenerse siquiera un momento. –En cualquier caso, ya estás aquí. Vamos, te mostraré Duriel.

-Pero un momento…  -Dijo, ralentizando sus palabras al tiempo que parecía darse cuenta por vez primera de la presencia de los dos Dragones de Cobre, y su mirada se volvió hacia ellos con sospecha. -¿Sucede algo, Gabian? ¿Te han molestado estos hombres? –Y dirigiéndose a ellos, añadió. -¿Qué asuntos tienen los Dragones de Cord far Ascar con mi gente?

Su voz era melódica pero autoritaria, y dejaba entrever una cierta nota de irritación en ella.

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01/07/2019, 00:55
Director

Mientras os ponéis en marcha, el hombre hace lo mismo. Quizás a paso más rápido, al no ir tan cargado. Pasa por delante vuestra directo hacia la ciudad, y lo perdéis entre el gentío.

Vosotras salís al puerto, dejando la dársena atrás. El lugar nada en vida, en gente, en movimiento caótico y descontrolado. En las dársenas salientes se acumulan multitud de navíos venidos de toda clase de lugares del Viejo Continente y más allá. Las tiendas, tabernas, y puestos de control se hacinan espigados tratando de lograr el mayor espacio posible en una zona tan transitada.

La dirección es simple: siguiendo el río y el paseo de la vera y el puerto, debéis llegar hasta el puente imperial, que se vislumbra en la distancia. Allí, en la plaza, buscar un callejón saliente que conduce a una pequeña plaza sin salida: allí se encuentra la mansión de la Casa de las Rarezas.

Es un pequeño paseo por la ciudad. Cuando avanzáis unos metros escucháis a un chico en una calle, que agita unos periódicos intentando llamar la atención de los viandantes, repitiendo una y otra vez el mismo mensaje.

¡¡Extra, extra!! - grita el niño, agitando un diario local, que no atinas a ver cual es - ¡Lior cae en manos de Galdia! ¡El príncipe de Turia entrega la ciudad! ¡Cientos de muertos en batalla! ¡Compren el Noticiario para saber más! ¡Extra, extra!

 

 

 

Notas de juego

Tenía que haberlo dicho, mea culpa: para etiquetarle teníais que ir con él o hablar de alguna manera. Si no lo hacéis, que os veáis a cierta distancia no implicaba que oiga lo que decis. Edito vuestros posts previos.

Si queréis ver por donde va o algo, tirad Advertir (15 Dif), pero el hombre pasa de largo sin preocuparse más por vosotras.

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01/07/2019, 00:56
Director

Dejas atrás a las mujeres, que viajan mucho más cargadas que tu. Pasas a su lado, pues ambos estáis saliendo por la dársena hacia el puerto, y notas que se han percatado de tu presencia, pero no te preocupas y continúas adelante.

Dejas la dársena atrás, llegando a la ciudad por fin. El lugar nada en vida, en gente, en movimiento caótico y descontrolado. En las dársenas salientes se acumulan multitud de navíos venidos de toda clase de lugares del Viejo Continente y más allá. Las tiendas, tabernas, y puestos de control se hacinan espigados tratando de lograr el mayor espacio posible en una zona tan transitada.

La dirección es simple: seguir el río y el paseo de la vera y el puerto, hasta el puente imperial, que se vislumbra en la distancia. Allí, en la plaza, buscar un callejón saliente que conduce a una pequeña plaza sin salida: allí se encuentra la mansión de la Casa de las Rarezas. Conoces la ciudad al dedillo, y aunque nada conduce a esa plaza excepto a la propia casa, pues aparte de alguna que otra vivienda nada más hay en ese lugar, has estado allí antes: por pura curiosidad, observando a los miembros de las Rarezas batirse en sus entrenamientos.

Es un pequeño paseo. Cuando avanzas unos metros escuchas a un chico en una calle, que agita unos periódicos intentando llamar la atención de los viandantes.

 - ¡¡Extra, extra!! - grita el niño, agitando un diario local, que no atinas a ver cual es - ¡Lior cae en manos de Galdia! ¡El príncipe de Turia entrega la ciudad! ¡Cientos de muertos en batalla! ¡Compren el Noticiario para saber más! ¡Extra, extra!

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01/07/2019, 12:48
Adalo di Taran

La belleza de la ciudad había conseguido por unos instantes olvidarme de mis preocupaciones y conflictos, pero el grito del niño que vendía periódicos me hizo volver de nuevo a la realidad con un sabor amargo por haberme permitido distraerme. Debo estar cansado por el viaje, debo centrarme. Pensé mientras fruncía el ceño al oír de nuevo a otro pequeño vendedor, como un recordatorio de mi misión, entonces el carro que me precedía paro su marcha bloqueando parcialmente el camino obligándome a detenerme a mi también.

Volví la cabeza hacia atrás de manera instintiva, el Barón podía tener agentes aquí y este lugar parece perfecto para una emboscada, mire detenidamente y comencé a caminar lentamente hacia el carruaje, apoyando lentamente mi mano en la empuñadura de mi siempre fiel sable. Si es una trampa, nos ahorraremos tiempo si hago que salte. Pensé mientras volcaba mi atención en el carruaje a medida que cortaba la distancia con le mismo hasta rebasarlo.