Partida Rol por web

SALÓN DE LA DISCORDIA: ASAMBLEA DE LA COMPAÑÍA.

- "Somos mercenarios, guerreros, asesinos. Somos Soldados, no lloricas. Si hemos de morir, moriremos." -

Coge una ficha negra y la pone dentro de la vasija.

Tras la bofetada recibida, Piojillo se puso la mano en el lugar del golpe y sin mirar a su agresora a la cara, mantuvo sus ganas de responder. Pensó que lo mejor seria mirar hacia el suelo para no mostrar ningún sentimiento de desafío. Tras eso, se apartó, oyó las palabras de Mecadio y se retiró en silencio, al fondo de la sala...

SALÓN DE LA DISCORDIA: ASAMBLEA DE LA COMPAÑÍA.

- "El cerebro me pide que confíe en Analista, el corazón me pide seguir a Portaestandarte.

Sé que muchos sabéis que me cuesta controlarme en la batalla, que muchos pensáis que soy un loco, inestable y peligroso. Sea. Pero quiero luchar, y juro que el Triplete pagará por todo el daño que nos ha hecho." -

Introduce una de las últimas fichas negras en la vasija.

SALÓN DE LA DISCORDIA: ASAMBLEA DE LA COMPAÑÍA.

Tita en silencio, casi con vergüenza coge una ficha blanca. Después trata de taparla, pero todos ya la habéis visto, y la introduce en la vasija. Después se retira con la cabeza baja.

No había creído que la reunión llegase a esto. Capitán aún vivía, por mucho que no supiesen cómo tratarle en esos momentos. Necesitábamos un líder, ¿pero no podían tomar las decisiones formando un consejo? Analista, el nuevo Teniente, Portaestandarte, los sargentos... De algun modo, descarté mi propia sugerencia con una carcajada mental. No, claro que no, pues no se escuchaban unos a otros. Por eso necesitaba la Compañía un nuevo Capitán. Para los K'Hlatas esto solamente era un cambio de líder, pero para nosotros también era una guerra familiar. Votásemos al que votásemos, estaríamos dividiendo la familia. Para nosotros el dilema era mucho mayor.

Vi cómo empezaban a avanzar los primeros hermanos, echando tanto fichas blancas cómo negras en la vasija. Durante un instante posé mi mirada en el extraño cuervo de la sala, pero pronto le ignoré de nuevo. Ya había visto ese truco antes, cuando Serpiente me pidió que mintiese a todos y le dijese a Matagatos que estaba muerto. Había sobrevolado el campamento con esa forma de pajarraconegro y había escuchado cómo le explicaba la verdad a Matagatos, y no le había gustado. No sabía cuál era su objetivo aquí, pero estaba seguro de que o era Serpiente, o un truco suyo.

Volví a centrarme en la votación mientras pensaba. Los Hermanos iban levantándose uno tras otro y depositando fichas en la vasija. Unos parecían dudar más que otros, pero todos votaban por la cautela de Analista o el poder de Portaestandarte. Todos excepto Lengua Negra. Su gesto era un desafío que tendría sus consecuencias, pero por otro lado era el hijo de Capitán. Tal vez su desafío se considerase simplemente un acto de apoyo incondicional a su padre. No hubo reacciones por parte de los mandos, así que tal vez no lo consideraron algo tan grave. Aún así, no creía que nadie más pudiese permitirse hacer algo así.

Matagatos votó con una ficha blanca a pesar de que Portaestandarte era su padre. Mi padre apoyaba al héroe de la duodécima. La caballería, mi futuro soñado, lo hacía también en su mayoría. ¿Que yo votase a Analista me pondría en su contra y defraudaría a mi padre, o por el contrario lo considerarían una decisión valerosa teniendo en cuenta la situación? No lo sabía. Cómo tampoco sabía a quién quería votar de verdad. Analista era demasiado cauto a veces, y tal vez eso disgustase al Señor Dolor y nos hacía perder la ventaja conseguida gracias a mi padre y Portaestandarte. Portaestandarte era todo lo contrario, y podía llegar a ser temeroso. Pero tanto él cómo mi padre eran buenos estrategas y guerreros. Pese a que su estilo eran las cargas poderosas, ambos eran inteligentes y sabían que la puerta de Galdan no podía conquistarse así. No nos llevarían a un sucidio, sino a una batalla. ¿Y qué hacía la Compañía sino combatir? Decidí confiar en la experiencia de ambos y tras muchas votaciones y el show de Serpiente, me moví en dirección al arcón. Me planté delante, observando las pocas fichas que quedaban durante unos segundos. Era el momento de la verdad. Metí la mano y cogí una ficha que nadie pudo ver. Llevé mi mano a la vasija y la deposité sin alzar la mirada hacia nadie en particular. El segundo que tardó la ficha en pasar de mi mano a la vasija fue suficiente para que aquellos que prestaban atención desde cerca viesen su brillo negro.

"Llévanos a la victoria, no al infierno." -pensé mientras volvía a mi sitio, mientras deseaba que Capitán se recuperase cuanto antes y pusiese fin a este sinsentido. Portaestandarte no había dicho explícitamente que si eso ocurría dejaría su puesto cómo capitán, pero tampoco creía que se negas. Muchos le apoyaba, pero si el Capitán volvía, le escogerían a él. Yo entre ellos. Nadie era mejor capitán que él.

Ikharus se plantó ante las fichas blancas, y las negras. En su mente no había duda sobre a quién debía escoger, y de paso decir que aquel le parecía un buen método para elegir a su próximo líder. Un método civilizado lejos de las barbaries que podían escucharse en otras tierras. Contarían historias sobre el día de hoy, y sobre las consecuencias de aquel día.

Pasó su mano diestra sobre las fichas de color negro, y acabó tomando una de color blanco. Si le preguntaban por aquella elección, la respuesta se la llevaría a la tumba, pero los motivos eran más que obvios. Abandonó la ficha en la vasija, giró sobre sus propios talones y marchó como había llegado con la única intención de esperar y escuchar el veredicto popular.

Tarado seguía en su sitio imperterrito, no podía votar y no podía opinar... No tenía nada que hacer alli pero estaba obligado a presenciar ese circo. Todos montaban su teatral espectaculo innecesario y, salvo la impresionante bofetada a Piojillo, todo le parecía futil y gratuito. El Capitán, aunque temporalmente incapacitado, seguía vivo y había un teniente para ser el oficial al mando ¿Que necesidad hay de todo esto?. Tarado pensó que lo mas probable es que una almohada bien esgrimida aceleraría los tramites y por eso se estaban dando prisa, aun así todo le parecía una estupida lucha de poder. Típico de los oscuros.

Se acomodó nuevamente, esperando que toda la pantomima acabase pronto. Quería volver al campamento, allí pensó que tendría menos dudas. Por su mente pasó la idea de desaparecer esa noche, perderse para siempre y volver a la Sabana pero empezó a odiarse por ello. Sus dudas le consumían, le agotaban y atemorizaban. Se sabía físicamente fuerte, pero no sentía tener la misma fortaleza en su interior para afrontar lo que se avecinaba ¿Pero lo estaba algún hombre?.

Mientras miraba al cuervo con desinteres siguió pensando en sus cosas mientras evocaba con nostalgia su hogar y el mundo al que pertenecía.

Hacía tiempo que Preocupado lo venía diciendo y todos se habían negado a admitirlo, las cosas se iban a poner mal y ahora lo tenían delante. Esto es preocupante, muy preocupante. Se quedó en silencio mientras los primeros participantes ejercían su derecho a voto, debían decidir entre un espléndido guerrero al que cualquiera en la Compañía seguiría en la batalla, pero que estaba loco y maldito o un hombre que apenas participaba en las batallas y que parecía sufrir cierta inación últimamente pero que era lo suficientemente inteligente como para dirigir a aquel grupo de guerreros con éxito. Preocupado negó con la cabeza, aquello era una pérdida de tiempo pues ya sabía el resultado final. Esto va a acabar mal, muy mal. El Capitán terminará muriendo y nuestro nuevo Capitán nos mandará a la muerte de una manera u otra, será el fin de la Compañía Negra. A pesar de todo debía elegir a uno, quizás los espíritus les ayudaran si elegían bien. Desde luego Portaestandarte no podía atraer a los buenos espíritus, era un hombre condenado y atormentado por el mal yuyu, en ese caso la decisión correcta parecía Analista. Preocupado se adelantó, cogió una piedra blanca y la depositó en el cesto. Pensó que se sentiría distinto, pero seguía con la sensación de que todo aquello acabaría mal. Volvió a su sitio junto a su compañero Desastre y no pudo evitar susurrarle algo. -Hazme caso amigo, las cosas van a empezar a ir muy mal, esto es preocupante, muy preocupante.

Cada vez más nervioso sus movimientos se hacían más y más evidentes entre la multitud. Por nada del mundo quería ser el último en votar. Le gustaba pasar desapercibido y, hacerlo así, sería como pavonearse frente a todo el mundo. ¿Pero a quién votar? Las dudas corroía al K´Hlata. Se había fijado tanto en Rastrojo que ni siquiera había sido lo suficientemente listo de contar los votos entre un y otro bando. Sólo Lengua Negra, el líder de su pelotón, logró llamar su atención algo más. Le consideraba un buen líder así que copiar lo que él hiciera se le antojaba una buena idea. Para su asombro realizó un acto que le dejó la sangre helada. Confirmaba así que no era un tipo ortodoxo para con las tradiciones de la Compañía, algo que dejó inquieto a Sabandija pues atraería la iras de los ancestros. Esfumándose aquella posibilidad de imitar lo que había hecho alguien juicioso, Sabandija volvió a fijarse en su guía espiritual. Avanzó con pasos rápidos y discretos hacia las vasijas y tomó una ficha blanca que ocultó en su mano para después depositarla en la urna. En cuanto lo hizo, con la mirada clavada en sus pies, volvió a protegerse en medio de al muchedumbre agolpada allí.

SALÓN DE LA DISCORDIA: ASAMBLEA DE LA COMPAÑÍA.

Devolvió la mirada a Caratótem, como respondiéndole que sí, que iba a hacerlo. En serio. Estaba preparado para las consecuencias. El destino premia a los osados. Pero luego recordó su ignominioso juicio, y recordó que no era el destino el que determinaría el lance, sino un montón de altos mandos Oscuros, con la falta de criterio que eso suponía.

Suspiró. De líderes espirituales iba la cosa. Sabandija había votado antes que Rastrojo, libre como un pajarillo y teniendo que votar por criterio propio y no por lo que viese en el chamán. Rastrojo, por contra, fue espectador de la piedra negra introducida por Caratótem. Eso le marcaba. Pero no era un voto que le gustase un pelo...

Mientras no le ascendieran a chamán oficial de la Compañía, Rastrojo seguía siendo carne de cañón. Y a pesar de que no le convencía ningún candidato (Rastrojo se habría propuesto a sí mismo, no por vanidad, sino por desconfianza crónica en los demás), el más adormilado y cauto le daba mayor seguridad que alguien cuyo afán de gloria le llevaría a, posiblemente, ordenar más cargas suicidas de lo habitual. Las cargas suicidas son malas, sobretodo para los que van delante.

Que conste que tampoco le habría gustado que Caratótem votase piedra blanca, dejando vía libre para que Lengua Negra ascendiese a Analista. Rastrojo seguía sin verlo claro.

Mi turno...

El chamán avanzó, tomó una piedra blanca... ni siquiera se molestó en esconderla, del lío que tenía en la cabeza. Abandonó la piedra en la vasija y volvió al lateral de la sala para esconderse un poco entre sus Hermanos, satisfecho por haber sido centro de atención, como último votante...

Ouch, ¿quedaba Asesina por votar? Bueno, da igual... pero me hubiese gustado ser el último. ¿Ni esa satisfacción merezco? Agh, está siendo una mañana horrible...

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Asesina observo con atención a Rastrojo mientras este votaba. La mujer había centrado su atención en el hombre alertada por las sutiles expresiones maliciosas que este dejaba entrever. Para Asesina, Rastrojo tramaba hacer algo, y aunque no sabía muy bien que cosa, la curiosidad la impulsaba a no dejar de observarle.

Sin embargo, Rastrojo voto sin hacer ninguna trastada y con su votación ya solo faltaba ella.

Bajo la atenta mirada de muchos de sus camaradas de armas Asesina se acercó sin prisas hacia el centro de la estancia. Lo hizo segura, desafiante y marchando con la frente en alto. La mujer era ajena a la vergüenza y el peso de la carga que ahora tenía sobre sus hombros.

¿Definiría su voto aquel lance?, no lo sabía, pero esperaba que sí.

Que fuera su voto el que torciera el destino de la Compañía a la vez que destrozaba los deseos de quien anhelaba ocupar el lugar del Capitán le causaba un éxtasis apenas soportable.

Llegada junto a la mesa donde descansaban urna y fichas por igual, tomo con parsimonia aquella que llevaba el color elegido por ella pensando en introducirla en la urna sin mostrar su color más en el último momento se arrepintió de ello.

Entonces, clavando sus ojos en los de Analista, alzo bien alto su mano abriendo los dedos que guardaban con celo la ficha que había elegido para que todos pudieran verla claramente.

!Por Sicofante!, dijo con fuerza, antes de introducir con furia la última ficha de color negro en la urna para a continuación volver a su sitio.

Desde donde estaba sentado, Desastre pudo ver un ir y venir de personas, de soldados, de hermanos que se acercaban a votar quien debía dirigir la compañía en adelante. Aquel había sido un concepto completamente nuevo para él y le había costado bastante entenderlo pero por suerte era una ceremonia sencilla así que pudo emitir su voto sin llamar la atención. Tan solo el incidente con el recluta que había querido votar y se había llevado una reprimenda por parte de su hermano de capa. 

Por una vez se alegró de no ser él quien se había convertido en el centro de atención de aquel evento. Para él todo aquello carecía de sentido pues Capitán era el mejor en su puesto y los nuevos pretendientes no iban a estar a la altura. Tal vez por eso no pudo sino asentir cuando Preocupado le susurró aquellas palabras tras emitir su voto. Blanco, Preocupado siempre era demasiado precavido para le gusto de Desastre. Le faltaba arrojo y decisión a la hora de hacer las cosas, tal vez le faltase el arrojo que a él le sobraba. Por eso se llevaban tan bien, dos inadaptados de la compañía que se habían mantenido juntos y con vida desde el momento en que entraron a formar parte de ella. 

No pasó desapercibido a Desastre que algunos de los presentes parecían estar pugnando por ver quien emitía el último voto. El afán por ser el centro de atención era algo que él no entendía así que se limitó a esperar en su sitio en silencio a que todos hubiesen votado y se hiciese el recuento de votos. - En la noche más oscura es cuando mejor se ven las estrellas. - susurró a Preocupado al tiempo que su mirada volaba por uno de los ventanales.

León Anciano hacia tiempo ya que había perdido la cuenta de los votos otorgados a cada uno de los aspirantes y observaba el ir y venir de sus hermanos hacia la vasija de las votaciones.

Su corazón estaba apesumbrado por la situación, por el enfrentamiento entre hermanos y por el negro futuro que parecía abrirse ante ellos. ¿Qué pasaría si el perdedor no aceptase dicho resultado? ... pensaba sin querer visualizar las consecuencias de dicho hecho...

Pipo estaba muy entretenido mirando cómo todos los presentes seguían con el incomprensible juego. Notaba la tensión: qué forma tenía, cómo resplandecientes líneas de fuerza psíquica iban de uno a otro (era su imaginación la que trabajaba, no es que estuviera viendo espíritus ni nada de eso), qué ritmo adoptaba conforme iban quedando menos votos y los últimos pasaban. Sin darse cuenta estaba golpeando las puntas de las uñas contra la mesa, al ritmo de la tensión.

Tracatracatracatrá. Tracatracatracatrá. Tum, tum. Tracatrá. Tum.

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La Sargento Vientos y el Sargento Virote se levantan en cuanto Asesina deposita el último voto. Uno casi de cada de extremo opuesto de la mesa, pero ambos a la vez sabedores de que es un momento importante, avanzan con cautela hasta la urna y el cofre.

La Sargento Viento cierra el cofre y lo desplaza casi un metro, apartándolo de la urna. Virote, por su parte, recoloca la vasija y lentamente comienza a sacar las fichas, una a una, mostrándolas a todos y haciendo un recuento en voz alta.

La tensión se marca en el ambiente, y a medida que las fichas van saliendo todos comprenden que la votación está tremendamente igualada. Sois 98 hermanos en la sala con derecho a voto. Ha habido dos que no han votado, Lengua Negra y Serpiente. Y el recuento muestra un ajustado empate a 47. En el interior de la urna quedan sólo dos fichas cuando Virote introduce la mano y saca lentamente la penúltima de ellas. Es blanca.

El rostro de Virote se vuelve casi del color de la ficha. El Teniente Rompelomos enmudece su expresión y el rostro de Portaestandarte no varía ni un ápice. El propio Analista, experto en estas lides, a pesar de ocultar bien las emociones en su rostro, tiene el cuerpo claramente tenso.

Virote no mira al interior de la urna. Introduce la mano en busca de la última ficha… y la saca lentamente. Muy despacio. Como si el tiempo se hubiera detenido, una última ficha blanca sale a relucir de la urna. La sala enmudece durante unos cuantos segundos. Hay un nuevo Capitán: Analista.

Analista se pone en pie delante de todos. Coge aire y toma la palabra.

- "Lo primero que quiero decir es que este cargo es temporal. Declaro delante de todos vosotros, mis hermanos, que mi posesión del rango de Capitán durará sólo hasta que el verdadero Capitán se recupere." – Pronuncia con tono solemne. – "Lo importante es conseguir lo mejor para la Compañía, y ahora podemos conseguirlo. Debemos de trabajar de forma unilateral en distintas direcciones y unirnos en un frente común." – Continúa.

- "Tenemos mucho en qué pensar y mucho que hacer." –

El mago da un paso al frente e interrumpe al nuevo Capitán.

- "Con su permiso, Señor." – Se gira y se encara con Portaestandarte.

- "Presiento que Último Inmortal no está muerto del todo. Los espíritus me han hablado." – Sentencia firmemente convencido. – "Quemar su cuerpo retrasará algo su regreso, pero su espíritu está atado a la región de algún modo, y no podrá desaparecer del todo hasta que se rompa dicha atadura." – Explica.

Analista observa esta interrupción para nada protocolaria pero no dice nada.

Sin parpadear, reclinado en su silla en la misma posición que comenzó la votación, Portaestandarte replica. - "¿Existe algún modo de romper la atadura?" –

Su rostro sombrío no presagia nada bueno. Ni para Último Inmortal si regresa, ni para Escupeculebras por haberle anunciado semejante noticia. Ni para nadie.

- "Trataré de investigarlo con la ayuda de Tragasapos, si el nuevo Capitán lo autoriza, naturalmente." – Responde girando su rostro para mirar a Analista.

Analista se queda pensativo, y por unos segundos parece establecerse un duelo de miradas. Finalmente éste último cede.

- "Está bien." – Dice mirando a Escupeculebras. – "Tú y Tragasapos centraros en este asunto. Eliminad esa atadura y ayudad a Portaestandarte a acabar de una vez por todas con Último Inmortal." -

Toma aire antes de indicar con un gesto a Escupeculebras que se siente de nuevo.

- "Es necesario buscar estrategias para continuar la guerra contra el Triplete. Pediré más hombres y la construcción de docenas de máquinas de asedio con las que podamos tomar la Fortaleza de la Puerta de Galdan." – Explica.

- "Teniente, usted se ocupará de dirigir a la Caballería hacia Dádiz e Idón, para patrullar las rutas de comercio e impedir que el Triplete vuelva a saquearlas. No queremos que sofoquen la economía de Cho'n Delor." – Ordena. – "Portaestandarte puede apoyarles en ese esfuerzo bélico." – Indica sin mostrar mucha pasión en ello.