Partida Rol por web

- Cómo hemos llegado a semejante puta mierda de situación... Esto debiera hacer que rueden cabezas ahí arriba. - Barril sacude la cabeza con un ruido metálico mientras avanza pesadamente entre el barro observando el cada vez más cercano aproximamiento de la horda de no muertos. Algo ha llamado su atención no obstante, la forma en que un descabezado no muerto, ha cesado su actividad inmediatamente tras la certera dentellada que destruyó su cabeza, quizás sea algo a tener en cuenta si el enfrentamiento es inevitable...

Un vistazo a los muchachos constata que hemos sufrido un serio asalto por parte de estas criaturas, algunos de ellos parecen sangrar profusamente y eso que aún no hemos tomado contacto con el supuesto enemigo de la muralla. Puede que el orden de escalada deba cambiar si es que el asalto finalmente llega a producirse.

O la situación o las órdenes cambian, o las bajas pueden llegar a ser muy altas. - Espero que a las otros les vaya bien al menos... - cierta preocupación por sus sobrinos, en especial por el pequeño Campaña, pasan por la mente de Barril apenas un momento mientras hace lo que mejor se le da. Cargar hacia el objetivo marcado.

Matador observa con rabia como les van cercando los muertos vivientes. La misión obliga a seguir si quieren tener alguna opción, sin embargo las ganas de reventar a los esqueletos que han conseguido herir a alguno de sus compañeros son altas.

Escucha las palabras del Cabo y se prepara para de nuevo avanzar a buen paso.

Un suspiro de alivio interno se despliega por mi ser cuando Barril ordena por fin dejar la escala y luchar. A pesar de que estamos rodeados por una fuerza capaz de aplastarnos mediante la mera masa numérica, el correr como un conejo mientras esas criaturas nos arrancan viciosamente pedazos de carne era una situación insostenible. Por suerte la zarpa del que me alcanzó, fue desviada en su mayor parte por la hombrera de la coraza, aunque seguramente tendré un feo moratón que curar.

La lucha se sucede, los segundos se convierten en estrellas fugaces que pasan sin ser advertidos mientras la Escuadra comienza a reducir a pedazos a los muertos mas cercanos. Esos malditos parecen inhumanamente resistentes, más la indicación de Barril de golpearles en la cabeza parece que ha tenido éxito en acelerar la destrucción de los muertos.

Un vistazo a mi arnés me indica que sólo queda una jabalina como munición, así que doy lo mejor de mi mismo en este segundo lanzamiento, buscando el mismo éxito que en el primero, a pesar de que la distancia de mi objetivo es mayor en este caso. Por suerte estas criaturas carecen de instinto de autoconservación, y no parecen evitar los ataques en modo alguno, lo cual hace que acertar en sus cabezas, normalmente un tiro muy difícil, sea más asequible.

- Indómito, hay una jabalina en mi arnés si la necesitas - le dice Lagrimita a su cercano compañero.

Musito una plegaria a quien nos escuche mientras la jabalina surca el aire en busca de su blanco, toda ayuda que nos sea concedida sería poca debido al terrible revés que hemos sufrido al volverse los muertos en nuestra contra.

Maldigo mi último lanzamiento, el cual no fue lo suficientemente fuerte para acabar con el engendro no muerto. Menos mal que Grito lo cargó con brío y acabó con él sin contemplaciones. No obstante veo que el valiente K´Lhata se adelantado, quizás demasiado hacia el frente del muertos que nos acechan desde el Este.

Sacudo la cabeza, mientras empuño uno de los puñales de mi botas, sabiendo que está demasiado lejos para poder cubrirle la espalda. Por suerte hay otros Infantes que sí pueden hacerlo. Escucho las órdenes de Barril y asiento, mientras veo los cadáveres que empiezan a amontonarse. Veo a Romo sin lanzas que arrojar, y el cadaver inerte con una lanza clavada en la cabeza a unos metros al Oeste. Pero hay unos restos en el suelo que le impedirían llegar de manera rápida a recuperar el arma. Me muevo mientras pateo los restos fuera de su camino.

- ¡Ánimo Romo, recupera la lanza, yo te despejo el paso! - aunque mi deuda con Romo está saldada, no puedo dejar de agradecer a este solemne infante que me salvara la vida en la escaramuza del Fuerte Chuda.

Cielo masticaba su rabia mientras campaba el descontrol a su alrededor, los combates estaban abiertos en varios frentes, y, aunque parecía contener a los muertos, la cantidad ingente de los mismos no auguraba un buen futuro para el pelotón. Llegó embarrado junto a Barril, haciendo un gran esfuerzo por formar línea, y tratar de generar un pasillo seguro para la retirada de los dolorosos.
Escuchó alta y clara la orden de su cabo de recoger una de esas lanzas para aclarar un poco la zona donde Desastre y sus leones combatían a brazo partido.
Es el momento, venderemos cara nuestra piel, madre.

Desastre se había lanzado al combate como había hecho siempre. Pero combatía de forma distinta, mucho más salvaje. Ni siquiera había desenvainado las armas cuando dos de sus enemigos yacían a sus pies. Sus manos habían formado unas garras como las de Tsaro yMsaro y había abierto los craneos con ellas sin ni siquiera despeinarse. 

Pero la rabia inicial había dejado paso a la frialdad del combate. Había llegado el momento de volver a autoimponerse la disciplina militar. Con el escudo en una mano y la lanza en la otra se lanzó de nuevo al combate.

Matador esta viendo que el campo de batalla les lleva a un combate inminente, así pues va preparándose para desatar su furia Berserker y tratar de matar cuantos mas enemigos para poder montar un perímetro defendible.

La batalla no era tal. Marcados en combatir a la defensiva, ya que los números eran apabullantes, Barril peleaba en una guerra que no era la suya. La táctica habitual de "carga y golpea" sólo podía conducir al suicidio en esta situación. Una pequeña Escuadra aislada contra cientos de no muertos... parecía que esto se iba a acabar rápido.

Improvisar tácticas no era lo suyo, realmente se estaba estrujando la cabeza intentando que ninguno de los muchachos mordiera el polvo, sin ni siquiera haber tenido contacto con el Triplete de los cojones. De hecho, le molestaba más el esfuerzo de pensar a toda velocidad, que el rasguño que le había hecho uno de esos podridos hace un minuto.

La carrera hacia adelante, finalmente les había unido con los Dolorosos, más estos no tenían apenas experiencia en combate y a pesar de estar haciendo un digno papel en la lucha, sus filas se desintegraban en contacto con los más fornidos de los muertos, esos gigantes que portaban afilados trozos de metal. - Unos segundos más... - pensaba, en ese breve lapso, el controlado retroceso se convertiría en una vorágine de acción destinada a destruir a los muertos que cada vez cerraban más sus filas sobre la Escuadra, más con el problema táctico de apelotonarse sobre sus propios caídos, presentaban un cada vez mayor frente disperso vulnerable. Tomó aire mientras gritaba unas órdenes, puede que las últimas, antes de enfrentarse al no muerto horror acorazado que presentaba cara con cierta inteligencia. Después, con un bramido, cargó sin miedo.

- ¡¡YEEEAAARGGHHHHH!! ¡Te vas a reír en el Infierno, engendro! - gritó mientras blandía la maza con una fuerza que parecía más sobrenatural que los muertos que nos rodeaban.

El chapoteo continuo a través del barrizal comenzaba a mermar mis fuerzas. Al fin habíamos dejado la pesada carga que era la escala pero la escaramuza estaba muy lejos de favorecernos. Superados en número de manera apabullante, sólo la recia voluntad de los Infantes hacía que siguiéramos en pie. Sangrando pero en pie.

Hasta ahora habíamos frenado la horda de muertos con quirúrgicos ataques a distancia, que habían servido para erigir un muro de cadáveres entre la frenética y hambrienta horda, y nuestra para ellos suculenta carne. Pero nos estábamos quedando sin espacio de maniobra, y el intento de rescate de los Dolorosos no parecía muy claro ahora. Me pregunto que trama nuestro Cabo, ya que no está siguiendo las tácticas habituales, que nos matarían inmediatamente por otra parte, de la Infantería.

Una vez estamos casi de nuevo en la escala, Barril ordena el asalto, lo cual es recibido con euforia por los Infantes - ¡Es nuestro momento! - grito alborozado mientras hago unos molinetes sobre mi cabeza con la espada de manera vigorosa, llamando a las armas al resto.

Escuchó alta y clara la orden del cabo, atacar por el norte al fantasma que se carcajeaba. Y no había cosa en el mundo que le apeteciese más que cerrar la boca a aquella vil criatura, su paciencia y disciplina, moviéndose en los apoyos, procurando mantener un pasillo para la retirada de los dolorosos, había durado demasiado tiempo, quería entrar en acción. Entonces lo vio: el único doloroso que se había retirado apropiadamente acosado por una de esas viles criaturas. No, al fantasmón se le venían encima, Barril, Preocupado y Lagrimíta, casi compadecía a aquel maligno ser. Reculó sobre sus pasos.
A ese lo tenéis Cabo, voy a cubrir el este y la retirada de los dolorosos, y ayudar a Grito y al león.
Y sin más y a grandes zancadas se lanzó a por uno de esos seres con un grito de guerra.

Agarrando la espada con fuerza, la cual casi pierdo en la desastrosa carga el enorme no muerto, aprieto los dientes mientras oigo la voz de Barril dando órdenes. Asiento a Matador, y a Preocupado, que están a mi lado, sin heridas aparentes mientras señalo con el puñal el grupo de pútridos no muertos que se acercan por el Suroeste.

- Vamos compañeros, plantemos cara a esos muertos. Dejadme que aparte este cadaver y preparémonos para recibirles - mientras hablo, pateo el cadaver del gigantón no muerto que está a mi lado en dirección Oeste.

Barril observa la cabeza hendida del armado horror que se nos enfrentaba. Un escalofrío había recorrido su espalda cuando oyó reír a aquella aberración, ahora se alegraba de que fuese su última acción antes de caer. El aspecto ominosamente peligroso de la criatura no dejaba duda sobre su capacidad de matar, y no es algo que le gustaría que se acercara a ninguno de sus hombres. Pero el fuerte brazo de Barril y doscientos kilos en carga habían bastado para quitar las ganas de reír al monstruo. Apenas. Sabía que había ido muy justo, y se preguntaba cuantos de esos engendros de ese tipo pulularían por el campo de batalla. Suspiró echando una mirada anhelante al odre que llevaba bien protegido bajo la capa. Necesitaba un trago.

 Se preparó para ladrar unas órdenes en un tono que no admitía réplica, a la vez que escrutaba el campo de batalla en busca de victimas potenciales, en el caso de que los Dolorosos, los cuales deberían haberse retirado ya, fueran perseguidos por algún enemigo. Incluso voceó llamando la atención de los muertos que estaban más próximo a Desastre y la leva. A pesar de que el brazo se le había entumecido ligeramente debido a la fuerza del golpe anterior, sacudió la cabeza, girando la maza para eliminar la sensación. Esto no había acabado. Por segunda vez anheló un trago del fuerte licor que llevaba al cinto, a la vez tan cerca y tan lejos.

Cielo maldijo su perra suerte, la lanza que encontró estaba inservible y le condenaba a seguir combatiendo cara a cara con esas criaturas despreciables, miró a su alrededor y casi estaba despejado, al sur Barril acababa de tumbar al fantasmón, y los dolorosos empezaban a replegarse como se les había ordenado.
La amplia sonrisa que apareció en su rostro se borró al ver aparecer de entre las brumas a 4 criaturas más, moviéndose lentamente, con un grito sordo emergiendo de su inexistentes gargantas: wooooo.
Esto no ha acabado Infante Cielo, librarémos más batalla. Prepárate.
Giró su cabeza a izquierda y derecha hacíendo crujir su cuello, y afianzó la lanza frente a sí.
Vamos, venid aquí, Cielo os espera.

Matador esta en furia, la diferencia es que esta vez distingue bien entre enemigos y compañeros y ya son varios los que han caído por su hacha. Están peleando de manera defensiva, aprovechando los cuerpos caídos y el pelear hombro con hombro. Los Dolorosos rompen un poco esa disciplina y van cayendo y levantándose como enemigos nuevos.

Matador pasa su mano por su pelo, de momento el ritual que realiza antes de los combates va surtiendo efecto.
Observa el campo de batalla y parece que por la zona de cielo necesitan ayuda, cerca de la escala, de modo que hacia allí se encamina. Quizás con su ayuda caigan enemigos y no dolorosos y consiga un efecto beneficioso doble.

Había atravesado la cabeza de una de esas criaturas limpiamente y parecía que los dolorosos por fin se hacían con la escala. Las órdenes eran abrir un hueco para seguir hacia el sur . En ese momento Cielo solo añoraba enemigos reales, de los que sangran a chorros y huelen a pis cuando les encimas.
Vio a su compadre Grito afanado en la misma labor. No, aqui no acaba la historia de este pelotón, Infantería aún tiene sangre que derramar.
Vamos hermano, apila torsos como si fueran troncos, jodido carpintero, ¡Serrucho, serrucho! jajajajaaj...
La delirante situación amenazaba su cordura y lucidez.

Matador sigue enfurecido combatiendo como si no hubiese un mañana, algo bastante probable dada la situación.
A pesar de todo sonríe mientras combate, lo que quizás ante un enemigo vivo seria de intimidar, no en vano se siente útil y animado por sus compañeros ante la vorágine de muerte que esta provocando. En realidad todos lo están haciendo, solo que en su caso tras el incidente que le aparto del frente resulta mas balsámico.

Tal es el grado de implicación en el combate de Matador que esta pendiente de todo, de las ordenes del Cabo, de su propia vista para acudir en ayuda de compañeros cuando les ve apurados, conteniendo sus ganas de cargar como una fiera para guardar una buena formación...

Quizás haya alguna posibilidad por pequeña que sea.

- Estúpido, estúpido, estúpido y mil veces más que lo dijera no llegaría a definir cuánto lo he sido... -

Aún notaba la quemazón en la mano, pero apenas la notaba concentrado como estaba en olvidar la repugnante sensación de algo viscoso y frío que intentó tocar mi mente cuando agarré el hermoso acero. Desde el momento que la vi no pude quitármela de la cabeza. Era un arma de hermosa manofactura, quizás forjada para algún héroe olvidado que luchó en este Llano maldito. La filigrana perfecta, aparentemente equilibrada, con un filo argénteo y perfectamente afilada a pesar de las décadas que debía llevar enterrada en este páramo infecto. Hermosas joyas del color del cielo adornaban su empuñadura u cruz, rematadas por otra gema de color verde en el final de su filo, haciendo que el conjunto fuera como una llamada ineludible cual canto de sirena para alguien que como yo es devoto del Camino de la Espada. Era un trofeo de guerra después de todo, ¿no?

Todos esos pensamientos parecen vacíos después del repugnante y ácido contacto del arma. Sin duda esta hoja sí es la ruina para aquel vivo que la porte. En todo caso temo tocarla de nuevo para retirarla de la vaina, así que seguirá ahí hasta que la batalla acabe. Ya veremos cómo lidiar con esa negra magia más tarde.

- ¡Compañeros Infantes! Si yo cayera, no toquéis la espada que llevo al cinto. Creo que sobre ella pesa la más negra de las magias y es un peligro para quien la toque. Creo que ahora sí he encontrado algo maldito, Preocupado. Veremos que dicen los Magos de esto, si es que hay un mañana, ¡Ja, ja, ja! - intento imprimir algo de valor a mi voz, más no sé si sonará muy firme después de la experiencia sufrida.

La magnitud de la lucha a caído en intensidad, con lo cual a pesar de la niebla que aún persiste, se oyen sonidos apagados de arrastrar de pies y tintineos de metal contra metal. Aún así me parece captar en la voz de Matador, que tanto se alejara de nosotros - ¡Este infante es realmente rápido! -, gritando alguna suerte de advertencia.

A pesar del casco, puedo escuchar algunas de sus palabras las cuales me provocan cierto alivio - Cabo, oigo a Matador, dice que los Hostigadores están al Este, y los muertos allí no se mueven... - miro a Barril que parece rumiar las palabras que le dirijo, mientras ayudamos con la escala.

Cielo sudaba a chorros por el esfuerzo de abrir hueco a la escala, por fin, parecía que  dolorosos y algunos de los chicos conseguían girarla y orientarse al este, hacia, quizá una muerte segura. Eso ya le daba igual, ya no iba a parar, compartiría la suerte de aquellos infantes fuese la que fuese. 

Lagrimita grita algo sobre que los muertos al este no se mueven. Perfecto, vamos para allá.

Barril oye los gritos de Matador, pero no entiende un carajo. Entre los ruidos de la armadura, las pisadas en el cieno y el resoplar de los porteadores de la escala, escuchar algo claramente es complicado. Por suerte el bueno de Lagrimita tiene un oído más agudo (o un golpe de suerte) y comenta lo que chilla el Infante.

Por fin un golpe de suerte. Si los malditos podridos no tienen actividad al Este, puede que bien Serpiente esté usando su magia para hacer que no se muevan, o quizás aquel que arrebató el control al Mago de la Compañía ha sido derrotado por alguna de las fuerzas aliadas que se mueven por el campo de batalla.

En todo caso Barril sacude la cabeza, pesimista. Las fuerzas de Sesvolea al Oeste diezmadas y retenidas por los muertos, los Campamenteros envueltos en una cruenta lucha, la Escuadra Diana que nos cubría perdida, Sacerdote y sus Dolorosos abrasados, los manteletes dejados atrás. No hay cobertura contra los proyectiles enemigos, ni fuego de apoyo para batir la muralla. Sólo los Hostigadores parecen avanzar en el Este. Sería imperativo echar un vistazo al Este, donde la Coronel Mindy avanzaba, además de avistar a la Escuadra Lemur. Si ahora abriéramos las puertas, ¿de qué serviría? ¿Quién las cruzaría para asegurar el sur de la Muralla y tomar las tierras aledañas? Nadie está en posición de hacerlo mientras los Muertos nos ataquen. Hay que solventar esa situación. Y a Barril no se le ocurre cómo hacerlo.

Quizás el Teniente debería mirar alrededor y ver que el puto plan nos ha explotado en las narices, desde el momento en que los Muertos se volvieron contra nosotros.