Partida Rol por web

COMERCIANTE:

El hombre de raza blanca mira a Ponzoña con una cálida sonrisa y le responde en fluido K'Hlata:

- "Suficiente estiércol para que arda una noche entera y parte de la mañana siguiente cuesta una pieza de cobre. Si quieres un saco para llevarlo te puedo vender uno por un cobre.

Estos sacos son lo bastante grandes como para guardar suficiente estiércol para cuatro días.

Además, tengo bastones de oferta. De buena madera, como puedes ver, por tan sólo cuatro cobres la unidad. Es una completa ganga." -

OTRO COMERCIANTE:

PUESTO DE MATERIAL DE ACAMPADA Y UTENSILIOS DIVERSOS:

El escuálido Oscuro parece ofendido por las palabras del Recluta, tanto que se atreve a levantar la voz.

- "¡Mis tiendas son todas de la mejor calidad! ¡Si una tienda se va volando por la noche es porque el que la ha montado no la ha sujetado bien al suelo!" -

El hombre, que parecía primero algo encogido por la mole del guerrero de los Cazadores de Cabezas, se ha envalentonado un tanto por la cercanía de Matagatos y Khadesa.

Ponzoña asintió al hombre del estiércol. Alzó una mano y empezó a mover los dedos para calcular el total que debería pagar.

- Un día, un cobre, dos, tres, cuatro y un saco - murmuró para sí hasta abrir totalmente la mano. Frunció los labios que movió de un lado a otro mientras pensaba. El comerciante le había dicho que un cobre le daría la suficiente bosta seca como para una noche completa. Para Ponzoña, aquello equivalía a despilfarrar -. De acuerdo. Quiero entonces un saco lleno de boñigas. El bastón no me interesa - dijo mientras rebuscaba los cinco cobres que aquello le costaría. Cuando se los tendió, su mano se quedó paralizada en el aire al oír la airada réplica procedente del puesto vecino. Giró la cabeza y vio al mercader y al objeto de su queja. Enarcó una ceja ante la temeridad de aquel débil hombre al enfrentarse al masivo Uro y volvió su rostro hacia el vendedor que tenía ante sí -. Cinco cobres. Son tuyos.

- El comerciante del puesto de estiércol y objetos de madera le cobra los cinco cobres a Ponzoña y le hace entrega de un saco lleno de estiércol seco.

No llegaba a entender esa fijación por estar siempre con alguien, más aun cuando no eres tú el que decides estar con esa persona. Ya en dos ocasiones Mentiroso había conseguido encasquetarme a otros. Primero había sido Guepardo con la mula, que se había limitado a estar como está un vegetal cualquiera, y ahora no solo este, también Jabalí. Si la situación seguía así en unos días me veía con todo el campamento siguiéndome hasta las letrinas. Imaginarme no pudiendo cagar en contemplativa soledad me hizo dar un respingo.

En el camino hasta la Tienda de Grog guardé silencio. Eso siempre ayudaba a dar cierto halo de misterio, aunque lo cierto era que que no tenía nada que hablar con ellos. Tan solo pareció que iba a decir algo cuando pasamos cerca de la zona reservada a las tiendas de los oficiales, pero entonces también continué callado.

Mientras pensaba sobre ello llegué a la conclusión de que hacer que se va a decir algo para luego no decir nada es más misteriosos que limitarse a no decir nada en absoluto. Lo tendría en cuanta en futuras ocasiones.

TIENDA DE GROG:

- La Tienda de Grog es una gran tienda de tela roja.

- Dentro hay una barra tras la que un Oscuro enormemente gordo prepara y sirve jarras de grog casi sin parar.

- Habrá una docena de mesas bajas rodeadas de cojines y en los laterales hay multitud de cojines cómodos adicionales para sentarse.

GORDO WEM:

- Serpiente, Mentiroso, Guepardo y Jabalí entran en la Tienda de Grog.

- Lo primero que llama la atención es Gordo Wem tras la barra. Es seguramente la persona más obesa de toda la Compañía.

El semblante de URO se contrajo repentinamente en una fiera y amenazadora mueca de odio y desprecio infinito. Sus párpados se cerraron hasta que sus ojos se transformaron en unas mortecinas rendijas que despedían furibundos chispazos verdosos. Con la calma más absoluta, dio un paso al frente, apenas lo necesario para que quedar cara a cara con el prepotente personaje.

Bueno, no precisamente cara a cara. La barbilla del comerciante apenas si llegaba a los prominentes pectorales del bárbaro, que lo miraba amenazante desde las alturas. URO le llevaba más de una cabeza, y su imponente figura lo doblaba en corpulencia. Poco a poco, una fría sombra fue cubriendo por completo al mercader.

Sin decir una palabra, el recluta alzó su mano derecha, aquella que antes había metido en la bolsa, hasta situarla casi a la altura del rostro del comerciante. El puño cerrado del gigante era casi tan grande como la cabeza de su interlocutor, y a tan escasa distancia, no dejaba dudas acerca del terrible e irreparable daño que una bestia semejante podía provocar.

- Seis monedas. - ordenó con un murmullo grave y cortante, que parecía provenir de las mismísimas entrañas de la tierra. Acto seguido, abrió el puño que sostenía justo frente al rostro del mercader, dejando ver una variopinta colección de monedas de plata y de cobre.

Permaneció en aquella posición durante largos instantes, aguardando a que el comerciante se hiciera con su paga.
 

La mirada poco amistosa de Uro me hizo darme cuenta que no le había gustado que lo interrumpiera, así que permanecí callado esperando a que terminara su transacción. El tendero no lo estaba engañando, el precio por aquella tienda era justo. Puede que no quisiera arriesgarse a cobrarle de más a un tipo que parecía tan peligroso.
Mientras espero me doy cuenta que he arrastrado a mi hermana hasta allí conmigo y que no para de echarle un ojo a su tienda. Ahora el campamento está lleno de gente y no quiere que se meta nadie sin darse cuenta.

Se me olvidaba que ahora tiene sus propias responsabilidades.

Me acerco a mi hermana y le susurro al oído en Oscuro:

-Si quieres vuelve a tu tienda, ya me encargo yo de esto. Antes de volver a la zona de los reclutas pasaré a despedirme y te cuento.

Mientras espero allí me doy cuenta que casi todos mis compañeros de promoción se encuentran pululando por allí entre las tiendas.

-Pues... de acuerdo, gracias. No quiero que parezca que no tengo interés en mi trabajo, ¿sabes?. Si alguien me necesita, quiero estar ahí. Te veo luego entonces.

Le guiñó un ojo a Matagatos, echó un último vistazo de medio lado al aplastante Uro, sin decidirse a sonreírle, y se dio la vuelta. En el trayecto, corto, desde la tienda del comerciante hasta la suya, saludó a algunos de los nuevos Reclutas. A algunos de lejos, como a Serpiente y sus compañeros, con un gesto. A otros, con los que se cruzó, con una palabra amable. Como a Ponzoña, que compraba estiércol al comerciante de al lado.

-Preparándote para el frío, ¿eh? Aunque sin duda un fuego de boñigas será un cambio después de las noches de aspirante. Calor, y el suave aroma de la tierra. -No había ninguna ironía ni tonillo en su voz. Era así, tal cual.

Sonrió y siguió su camino.

La tienda de una Pitonisa es algo muy importante para ella, para lo que hace. Los fetiches, los amuletos y los conjuros y rituales no son meras tareas artesanas. Son algo mucho más elaborado y profundo, requieren concentración, y un ambiente propicio para que surtan efecto. Un tatuaje, una pintura de guerra, si se realizan en condiciones pueden traer buena suerte, pueden suponer la diferencia entre un buen golpe y uno mortal, pueden convertir el arrojo en valor, la fuerza en poder.

Sí, tenía mucho que aprender, y mucho que hacer.

Esperaba que los Reclutas se convencieran de que era buena, no tanto como Madre, pero aprendería. Y sí, desde luego, más que esa envidiosa de Kamaria que había hecho todo lo posible para que empezara con mal pie.

Dejando atrás el carromato, me estiro y crujo los huesos del cuerpo, tras esto me marcho a la taberna a tomarme una jarra de grog y a celebrar con mis nuevos compañeros que ya somos reclutas por fin.

- Al llegar a su tienda, ve que Matador la está esperando.

Matador es un hombre extraño, su aura de muerte es mucho más intensa que la de cualquiera de los Reclutas, incluyendo a Uro, Ponzoña, Escarabajo, Odio o Asesina. En cambio, su sonrisa siempre parece genuina y cargada de calidez y amabilidad.

- "Khadesa, ¿verdad? He venido a decirle que el Teniente y el Analista la invitan a cenar esta noche en la Tienda del Teniente, en la zona central de mando del Campamento." -

- Algunos veis a la Quinta Pitonisa, Khadesa, retirarse hacia su tienda, la que tiene el techo pintado de rojo.

- Ante la entrada la está esperando Matador, quien le sonríe y le dirige unas palabras (seguramente en K'Hlatan) que nadie más que la Pitonisa alcanza a escuchar.

El campamento de los seguidores era un lugar lleno de personas y lugares varios para satisfacer las necesidades de los soldados y reclutas. Claramente este lugar se habia construido en base a las demandas de los miembros de la compañia y a lo que los seguidores tienen para ofrecer, de esta forma se construye un comercio.

Mirando con sumo cuidado donde estoy y quien me rodea, me dirijo directamente a la Tienda del Grog, mirando al oscuro que la atiende y preguntandome como un hombre puede llegar a ser tan gordo. Me acerco a él le miro y permanezco sentado, esperando a que me reconozca como uno de los reclutas de la primera escuadra y así me ofrezca mi Grog gratuito.

TIENDA DE GROG:

- Peregrino entra en la Tienda de Grog y constata que sólo en algunos palacios de Taglios hay personas aún más obesas que Gordo Wem, el patrón del lugar.

- Hay al menos veinte o veinticinco Reclutas en el interior del lugar, media docena de Soldados libres de servicio y tal vez una docena de seguidores de campamento diversos: jugadores de dados, apostadores, lanzadores de dardos, un trío de músicos y alguna prostituta alegre.

- Peregrino no ve sitio por ningún lado, y eso que la gente se sienta en el suelo sobre cojines al estilo de Taglios, hasta que ve la mesa baja alrededor de la cual están sentados Jabalí, Guepardo, Serpiente y Mentiroso. En esa mesa caben todavía al menos cuatro personas más a su alrededor.

- El Grog aún no ha sido servido, pero Gordo Wem lo está preparando: exprime limones y mezcla en un barril el ron con abundante agua y una generosa cantidad de azúcar de caña.

¡Vaya...! ¿un cliente...?

La Quinta se acerca a Matador, con sus andares sinuosos, y procura poner su más convincente expresión de "misteriosa". Se supone que las pitonisas deben serlo, misteriosas, y un poco raras. Además este tipo tiene un aire que incomoda, y no le apetece nada ponerse en plan chistoso. Aunque ha de reconocer que la sincera sonrisa la desarma en cuanto llega frente a él.

-Ah, Matador, ¿no? Te he visto por ahí alguna vez, sí...

Pero el mensaje que éste le transmite, hace que un súbito estremecimiento recorra el espinazo de Khadesa, desde la base del cráneo hasta la rabadilla. Traga saliva en silencio, procurando disimular la impresión, la excitación.

-¿Invitada...? ¿a cenar...? ¿con el Teniente y el Analista...?

Era algo insospechado. Impensable, en realidad. Por mucho que a los seguidores se les respete, ella no es más que una pulga ante el Analista, o ante el Teniente. Un honor que, sin duda, tiene un propósito. Pero... ¿cual? Por un segundo lucha entre el orgullo de saberse recibida por la flor y la nata de la Compañía, y el miedo, el miedo de haber sido pillada en una travesura casi infantil, y amonestada por ella.

Pero fuera como fuera, no lo sabría especulando. Lo sabría esta noche. Asintió, vigorosamente.

-Sí, sí, claro. Desde luego que iré, será un verdadero placer.

Su pie tomó su propia decisión, y, nervioso, tableteó el suelo, completamente a su aire, y fuera de su control. Su mente ni se dio cuenta. Y ella se quedó ahí fuera, pasmada, paladeando la sensación.

Al ver que el lugar es más concurrido que cualquier zona que haya visto antes en la cual la gente desconocida se reuna por voluntad propia, me acerco a mesa donde están mis compañeros de promoción. Me acerco a ellos, con la intención de que me vean y sujeto uno de los cojines libres. Agachado sobre la punta de mis pies, con una mano puesta sobre el cojín, les miro con respeto y les hago el gesto de si permiten que me siente, moviendo sutilmente mi mano desde mi pecho hacia el lugar. Aguardo la respuesta que puedan darme, para asi tomar asiento o simplemente irme a otra parte.